¿1970?
He encontrado entre las cajas de Argenis un pequeño cuaderno como un misal, negro, donde tiene varias anotaciones con ideas para unas novelas, proyectos de viajes, pensamientos sobre Bolívar y Venezuela, que lleva por título DIARIO. Parece que es de enero de 1970. Aquí escribe:
30 de enero
Llega Teresa y Antonio. Ayer, cuando la vi por primera vez, me preguntó: ¿Cómo te parece mi casa?
Creo que Antonio se siente incómodo cuando estoy entre ellos. Temerá tal vez que Teresa se salga con una de las suyas delante de mí. He visto carácter en Teresa y he visto a Antonio apocado. Este país se desliza hacia el matriarcado, ya en la historia uno lo ve. Isabel tenía más fuerza que Fernando, y lo que llegó a ser España en el mundo es obra de ella. El español es más fuerte cuando está solo.
X X X
Y allí hablamos de Molina y ellos dijeron que la casa de Molina es la suciedad española.
- Se ve la basura por doquier. El come con las manos, lo mismo que su mujer, y sus hijas.
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(Vienen varias páginas con escritos y tachaduras.)
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Escribir sobre los hoteles y la mala impresión que sentía después que hacía el amor con RM. Se desprendía de toda ella un olor a sexo. Tenía vellos hasta el ombligo. Yo dije algo, o hice un gesto de desdén y ella dijo:
- ¿Cómo, Argenis, no quieres?
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Se complican las cosas y en tanto hablo con la dueña del hotel, recuerdo que un día que mi papá estaba enfermo en Las Mercedes del Llano, yo tuve que acompañar a mi mamá en un viaje. Yo sufría de los dientes. El viaje debíamos hacerlo en un autobús. El sol por allí cae a plomo. Pero lo que se dice a plomo. Y a causa de los dientes empezó a hinchárseme la cara. Llegamos al pueblo. Mi papá yacía en el corredor de la casa y era atendido por un joven médico. Mi mamá hacía de enfermera. Pero a mí la cara se me fue hinchando, y el dentista, un empírico, se vio en la necesidad de sacarme cuatro dientes. Yo también caí enfermo con una infección en la boca y mi mamá también tuvo que atenderme. Me preparaba agua de arroz…
X X X
¿Es que sólo debo vivir para contar esto?
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Si la muerte es revivir lo que uno ha vivido, lo mejor es retardar la muerte lo que uno pueda.
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Lunes 14.
Me estoy preparando para partir para Madrid cuando me llame Molina.
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Ahora bien, la gente preguntándome: “¿- Por qué si no quieres que tu hija termine en una barriada de mala muerte, te vas y la abandona?” Pues no hice tal. …
12-4-70
Sueño con culebras en una cama en la que tengo que dormir. Siento aprensión, pero en fin, no hay otras camas y voy y me acuesto.
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Sueño con una llanura. Están M y su hermana A.
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Desde que leí el monólogo de Ulises, cada vez que veo el mar recuerdo esta frase: “y el mar carmesí y las gloriosas puestas de sol”.
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Hablar de las camareras que arreglaban la habitación.
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El cielo se puso carmesí. Estoy con Lilian frente al muelle. Tomamos café y coñac. Recuerdo de los pájaros arroceros que pasaban por sobre Santa María de Ipire todas las tardes. Y los campesinos usaban las hondas.
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M creía que un loco la seguía y no era así. Habíamos ido a Bárbula a visitar a mi papá. Luego en el pueblo vimos a uno de los locos del Sanatorio.
- Me sigue – me dijo con temor.
No era así. A los pocos minutos salieron unos tipos de una casa y metieron al loco en una camioneta. Los tipos decían ser sus familiares. También han podido seguirme a mí. ¿Pero por qué las mujeres se creen el centro de todo en cuanto a atracción masculina?
Viernes 19 de junio.
Compra de dos libros: “Aproximación a la historia de España”, de Jaime Vicens Vives, y “Donde la ciudad cambia su nombre”, de Candel.
El botones del hotel, un jovenzuelo de unos quince años me dice: “-Oiga señor Rodríguez, yo soy capaz de darle dinero si usted me consigue unas postales con mujeres desnudas. O unas revistas. Vaya ahora que no hay nadie. Le daré cervezas, cafés o coca colas cuando no esté la dueña del hotel. ¡Hágalo, por favor!”. El botones es un mocito larguirucho y miope. Les ha abierto agujeros a todas las puertas de las habitaciones y por ahí observa a las mujeres que se hospedan en el hotel. “-La americana, esa gorda del 39 -me dice- está buenísima. ¿Quiere verla? Suba conmigo: pero no diga nada, eh, ¿Cómo es eso de las mujeres, señor Rodríguez.? ¿Ha visto usted algunas una mujer desnuda? ¿Cómo son? ¿Y se ha acostado con ellas? ¿Son suaves? Mire, señor Rodríguez, una cosa, una proposición, ahora que no hay nadie llame a una de esas mujeres y la mete en su cuarto. Llame a uno de esos bares que venga una. Yo lo que haré será ver para ver qué hace usted con ella. ¡Por favor, señor Rodríguez, se lo ruego!”. Al muchacho le relampagueaban los ojos. Pienso que tendrá que esperar mucho tiempo para acostarse con una mujer. A todos los pensionistas que le han dado un mínimum de confianza les ha hecho las mismas proposiciones. Sufre mucho este muchacho y la masturbación lo tiene alelado. Deja caer los vasos y las tazas de café. La dueña le regaña a cada instante. Pero la dueña no sabe a qué se debe ese alelamiento. ¡Lo que tendrá que esperar para poder acostarse con una mujer! Se ha paseado por la calle Robador y ha visto a las putas desde fuera. ¿Pero cómo son, cómo se comportan? Ese es el interrogante que quiere despejar. Me hace recordar cuando yo tenía su edad. Pero yo vivía en el campo e iba con animales: burras, becerras, gallinas y putas. Como casi nunca tenía con qué pagarles las habitaciones a las putas iba con ellas detrás del excusado y lo hacia parado. Pero en San Juan de lo Morros, donde el monte estaba lejos, me masturbaba pensando en mis primas. ¡Y vaya que me masturbé bastante!
Ahora pienso que las “amantes” de los hombres del campo venezolano eran las burras o las becerras. Sé de hombres casados que “traicionaban” a sus mujeres con esos animales.
“La primera mujer del hombre”, llaman los llaneros, es la burra. Encontrar una pollina que lo tuviera “cerradito” o “apretadito” era un acontecimiento entre los muchachos de la escuela. Porque el ir con animales no era cosa exclusiva de un grupo de muchachos, si no de todos los muchachos. Yo recuerdo que cursos enteros del colegio nos íbamos a las afueras del pueblo a buscar burras o becerras. Y cuando nos encontrábamos (que eran raras las ocasiones) proponíamos que nos masturbáramos entonces. Y entonces, sin vergüenza alguna entre nosotros, nos masturbábamos y como una hazaña nos mostrábamos los unos a los otros la “cosa que botábamos”.
Pero aquí en Europa y en los países civilizados o en las grandes ciudades, los humanos hacen el amor con perros amaestrados. No digamos los adolescentes, pero sí los viejos, las viejas, las solteronas, los enfermos sexuales, los insaciables, etc. Ayer vi cómo una mujer lloraba porque el perro no le respondía. Era en medio de la calle y la mujer le gritaba al perro: “-¡Pero qué te pasas! ¡Ay, Dios! ¡Ay, Dios!”. ¡Qué escándalo! La gente hizo un corro y la mujer ni se daba cuenta. Para lo que le importara. Era como si se le estuviera muriendo el marido. ¿El marido? Para estas personas el perro es el mejor compañero del hombre.
Bueno, ¡basta!. Hoy, como dice Candel, amanecí de mala uva. De mala uva con asunto de los animales y por el botones ese del hotel que debe sufrir más que Prometeo.
No tengo ninguna obsesión sexual en estos momentos. Trato de comprender por medio del recuerdo, y hay que ser claro.
Mediodía. Con Tomás Salvador. Una calle de Valencia llevará su nombre. Me pregunta si he leído a Nuñez Alonso. No, le respondo. “-Bueno, es un buen escritor-, dice-: Pero lo primero que escribió. No esos novelones que le ha publicado Planeta”.
Compra de “¡Habla, Memoria!”, de Vladimir Nabokov. De este autor no he leído nada. Ni siquiera su célebre “Lolita”. En general no leo autores que salen de la noche a la mañana por un libro. “¡Habla, memoria!”, como su nombre lo indica, es un libro de memoria y yo tengo predilección por esta clase de libros.
Compra de “La muerte de Ivan Ilich”, de Tolstoy. Es un relato, o novela que ya he leído.
Carta de M. Dice que no le escribo. Que soñó que yo regresaba y no me veía si no en la escalerilla del avión, de nuevo hacia Europa.
Domingo 21 de junio: 10 de la noche.- Regreso de Cadaqués.- (Ver notas en la libreta de los Sueños).-
10 y 10. Llama Carmina. Nos veremos mañana en el teatro Alexis. ¿Qué saldrá de todo esto? Carmina es dueña de dos perfumerías.
También encuentro cartas de M y de mis hijas Clara y Valentina. M me habla de Carolina. Total, referencias de mis tres hijas.
Vuelvo a estar solo en este cuarto. Tengo que enamorar a Carmina. Mañana en el cine. Ella ha propuesto el cine. Nada mejor que la oscuridad para comenzar un amorcito. Rufino Blanco Fombona se envalentonaría. Yo sé que le interesaría tanto a Carmina como ella a mí. No hay don juanismo por mi parte. No soy un seductor. Soy yo el que ha sido seducido por las mujeres que he tenido .
En el sueño me persiguen las mujeres. Anoche soñé con Jucha Dale, compañera de colegio cuando niños. Ahora Jucha es una señora divorciada que envejece y que le crece el vientre. ¡Que fea se ha puesto! Se destrozó el rostro, ella que se nos parecía a los muchachos, a Verónica Lake. ¡Cuánto lo siento! O me alegra, ya que no fue mía. Ahora tampoco la quería. En el sueño es joven y hermosa, como lo era.
No podría decir si me alegran las desgracias de los demás. No por cierto las de mis amigos.
Lunes 22 de junio.
Sueño con doctoras, esto es mujeres médicos que hacen el acto sexual con otros médicos. Yo estoy recluido en un hospital y digo que no puedo dormir. Una de esas mujeres viene hacia mí y empieza a besarme y se entrega. Creo que ando con unos de mis hermanos. Y luego es mi hermano Felipe que muere. Hay una niña que me besa. Se acerca un hombre y también besa a la niña. Yo siento celos. Me alejo para olvidar aquello. Entro a un bar y allí saludo a García Ponce golpeándolo en el estómago, “-Engordando, eh”, le digo. Se sonríe, pero nada más. Me alejo también de allí con la vergüenza de que le di un saludo muy estúpido a García Ponce y entro en otro bar alumbrado por velas. Otro hombre llega y se sienta a mi lado. Es Juan Vicente Cabezas. Yo me vuelvo y lo miro; no lo saludo; estoy indiferente; creo que leo un libro y hacia allí vuelvo mi vista. Pero no es un libro lo que tengo a mano sino mis lentes. Se me han roto, los he mandado a reparar y ya listos me los calzo. Han puesto un lente más pequeño que otro. Esto me molesta y me levanto para reclamar. El que me ha arreglado los lentes es el dueño del bar. Lo insulto furiosamente. Dos hombres se ponen de parte del oculista o cantinero. Insulto al hombre; casi pierdo las fuerzas de la furia que me embarga.
Unas veces pensando en M y otras en J me masturbo.
Lectura del Fouché de Jean Savant.
5 pm. Con una francesa. Me he portado bien y me ha pedido que vuelva. Incluso me pidió que me quedase un poco más, cosa extraordinaria en una francesa, pero a las 9 me encontraré con Carmina en el vestíbulo del Alexis y no sé qué podrá pasar.
La Carmina no hizo más que calentarme. “-Tal vez yo quiero más que tú, pero ahora no puedo”, era lo que decía. Que si el marido descubría que ella iba con alguien le quitaba el niño, que el niño era su vida, etc., pero no me quitaba la mano de la pierna.
Martes 23 de junio.
Compra de una antología de cuentistas rusos y de un libro que contiene relatos de Chejov que ya conozco.
Aclaratoria: este hombre que escribe prefiere más la biografía de un hombre de acción o de intriga que la biografía de un escritor morigerado o “tranquilo” o embebido demasiado en sí mismo. Ejemplos: prefiere Robespierre a Rikke. Prefiere a Fouché a Kafka. etc. Ah, pero otra cosa, nunca leería los discursos de Robespierre y en cambio ha leído a casi todo Kafka. Tampoco, nunca ha leído las memorias de Fouché y en cambio ha leído unas cuantas obras de Kafka. Y sigue: prefiere la vida de Stalin a la de Dostoievsky, pero no podría leer a Stalin y en cambio ha leído con gran reverencia a Dostoievsky. Nuestro hombre admira a Stalin, pero tiene a Dostoievsky. Como a su Dios.
He llegado a una España que está en el colmo de la frivolidad. La gente anda haciendo collares, criando gatos y hablando de fútbol y de Urtain. Los pintores, los “hippis” y los vagos hacen collares y crían gatos. Y el resto habla de fútbol y de Urtain.
Y en filosofía la cuestión está mejor. Basta que uno diga que NADA ocurre para que se le tome a uno como inteligente. Cuando uno pronuncia la palabra NADA uno pasa a ser profundo o existencialista. Decir que no pasa NADA es de mucha originalidad. También vivimos esta época. La época de la NADA, y tanto es así que el que escriba una obra de teatro donde no pase NADA será galardonado y tenido como pensador “profundo”.
Y los que quieren rubricar sus “ideas” con citas eruditas nombran a Heidegger o a la Biblia. “Si hasta la Biblia lo dice, comentan, NADA hay nuevo bajo el sol”.
También muy profundamente, los existencialistas dicen: “Hay que comprometerse, hay que escoger”, etc.-
Continuando: me he leído unas cuantas biografías sobre Julio César, pero no he leído nada de César, ni siquiera un capítulo de su “Guerra de las Galias”. Supongo que porque me interesa más el personaje César como hombre que como escritor. Como escritor no me despierta ningún interés. Y hay que ser franco.
De Maquiavelo no puedo decir lo mismo. De Maquiavelo me gusta su “Príncipe” y su obra “La Mandrágora”. Me gusta también lo que se escribe acerca de él. Es un personaje perfecto.
Compra de “Tiberio”, historia de un resentimiento”, de Gregorio Marañón.-
Lectura de “Donde la ciudad cambia su nombre”, de Candel, en quien se aprecia gran facilidad para la narración.
Noche de la verbena de San Juan. Yo tengo un dolor de estómago tremendo. Son las diez y estoy encerrado en mi cuarto. He comprado una biografía de Kafka por Klaus Wagenbach.
Me voy a acostar.
- ¿Qué dice?
- Que me voy a acostar.
¡Pero señor Rodríguez esta noche no duerme nadie! Es día de champaña y de coca.
- Sí, pero yo me voy a acostar.
- Sí, pero yo me voy a acostar.
Dolor en las piernas. Dolor en la garganta. Ca y est!.- Afuera hay cohetes. No soy, nunca he sido hombre de fiestas. Y menos de fiestas públicas. El pueblo, como decía Maupassant, se divierte por decretos.
Vamos a aclarar ciertas cosas. No sé si soy un epicúreo. Pero sí ciertamente que soy sensual. Y si he dejado a mis dos mujeres se debe a nada menos ni a nada más que a la razón de mi sensualidad. Expliquémonos: soy sensual y deseo a la mujer, pero apenas algo se interpone en el camino de mi sensualidad, si algo me impide seguir gozando a mi mujer con todo gusto, entonces me voy, escapo. Expliquémonos: he sido feliz mientras viví con la mujer y la mujer vivió para mí y no había hijos de por medio, hijos que perturbaran toda la atención de la mujer hacia mí. Estoy acercándome, dando en el clavo de un aspecto jamás estudiado por nadie, ni siquiera por los griegos y mucho menos por Freud. Bien, quería a la mujer más como amante que como madre. Así sí.
Ahora me entiendo un poco en este problema. Mis mujeres han sido víctimas de este gran defecto mío, defecto que es ahora cuando vengo a descubrir.
Sin duda alguna, pues escribo después de tanto rondar el tema, las cosas que más me gustan son: 1) la soledad.- 2).- acostarme con una mujer dulce y que me complazca (aunque no me plazca).- 3) leer 4) escribir estas notas.- 5) saber que escribo un cuento.- 6) convencerme de que he podido comenzar a escribir una novela.- No más.-
En sentido estricto la enumeración podría ser ésta: 1) Leer.- 2) La soledad. 3).- Escribir.- 4) Una mujer.-
A las mujeres las he dejado por mis ilusiones: literatura o política. En cambio, por nada cambiaría el dejar de leer o escribir. Por leer y escribir he dejado cargos, trabajos, mujeres. A mi soledad la cargo siempre conmigo.
¿A quién interesa eso?. Pienso que me pongo como conejillo de Indias. ¿Pero para quién?
¡Qué miedo siento por mis reacciones! ¡Qué miedo por lo que pueda hacer!
Si existe la suerte, ¿habré tenido yo suerte? En la actualidad cuento 34 años. Afuera hay fiestas. Suenan cohetes. Todos se divierten. ¿Pero se divierten? Yo estoy solo en mi cuarto leyendo un libro y otro, y no me siento mal. En mis lecturas, en mi trabajo de ahora estoy apacible. No quise utilizar la palabra serenidad que siempre me recuerda a Goethe, pues estoy muy lejos de Goethe, del hombre Goethe. Y no soy sereno. Mis hermanos son los hombres tipos Kleist, esos que se aproximan a la desesperación.
Sigamos aclarándonos: no soy hombre de creencias y por lo tanto dudo de todo.
Ideas y creencias, titula Ortega. Pues tampoco soy hombre de ideas. Ni de ideas ni de creencias.
No me gusta analizar nada. Narrar tal vez sí, pero analizar no.
Pienso. Desde un tiempo a esta parte pienso. Pero el pensar mata mis facultades de narrador. El narrador tiene un porcentaje muy elevado de ingenuidad. El pensador no. No tanto. Es claro que me refiero al pensador puro. Al ensayista o al filósofo.
Sin exagerar anoto que no menos de 12 o 14 horas del día dedico a la lectura o a la escritura.
No me llama la atención la pintura. Sin embargo, cuando niño y mi primera juventud, quise destacarme como dibujante y pintor. Después olvidé todo lo que se refiere a la pintura y al dibujo y nunca más le he dado la importancia que con seguridad se merecen. En cambio no sé nada de música y amo profundamente la música.
Miércoles 24 de junio.
Llamada de larga distancia. Es la voz de M: “-Mira, Argenis, yo no entiendo esto. Hay una carta que dice que para hacer la presentación de tu hija tienes que ir acompañado de tu legítima esposa. ¿Puedes aclararme esto?
La voz se pierde. Yo grito aló, aló, aló, aló.
Un hombre baja con mi camisa azul a cuadros. Me enfurezco. Pero el hombre me trata respetuosamente y lo dejo pasar. Tumulto o remolino en el tiempo y en el espacio. Estoy mirando por una ventana de la casa de J. Hay una niña, que debe ser Valentina, sentada al piano de pronto la niña se vuelve y me ve: “¡Papá Argenis! Yo me agacho. Ruidos en la casa. En la casa hay una fiesta.
- ¿Verdad que Argenis anda por ahí?.- Es la voz de mi cuñado Freddy. Interroga a J. J responde que no sabe. Pero Valentina insiste: “¡Sí, sí, yo lo vi!”. Salgo del jardín y camino a pasos rápidos por la calle. Cuando llego al poste de la luz Freddy me da el alto: “¡Párate!”, me grita. Trae un fusil. Me apunta. “-Bueno -le digo-, dispara”. Me siento tranquilo y hasta juguetón, con absoluto dominio de mí mismo. “-Dispara, -prosigo, pero procura darme en un sitio que no me afecte los nervios”.
Freddy baja el fusil. Nos metemos en un bar. En el bar también venden libros. Allí sobresale la cubierta de uno: “Stendhal: cartas sobre el período de Fouché”. Es una edición mala. Freddy y yo discutimos ahora sobre el precio del libro. Yo me levanto y saco el libro del estante. “¿Te das cuenta?, le digo. El libro está roto”.
Parece como si me estuviera envenenando. Ayer, después de comer, sentí un ardor en el estómago y evacué tres veces seguidas. La diarrea me la quité con enterovioformo, pero no podía dar un paso. Me recogí temprano, leí hasta tarde, hasta las 3 de la madrugada. Y hoy al levantarme me he sentido mareado. Y por poco no me he caído, tal es la debilidad que sufro.
Lectura de “La Marquesa de O…” de Kleist.
Lectura de Cela: “Cuatro Figuras del 98”.
Lectura de Candel: “Donde la ciudad cambia su nombre”.
Lectura de Marañón: “Tiberio”.
5 p.m. al cine: “Los felinos”, de René Clement.
Mal día. Dolor de cabeza. Causas desconocidas.
Lectura, muy lentamente, de “Ferdydurke”, de Gombrowicz. (Este no es mi camino).
Lectura del “Klaus Wagenbach.
25 de junio.
Dormí poco. Me acosté a la 1 pero me vine durmiendo por ahí como a las 6 de la mañana. Me desperté a las 10.
Carta de M. No sabe nada de mí. Me envía un cheque por 30 dólares que cobró en “Últimas Noticias” por concepto de mis colaboraciones. Viejas colaboraciones.
Si soñé anoche no lo sé. Odio hacia mí por no dormirme pronto.
Le respondo a M agradeciéndole los favores que me hace.
5 pm. Carta de Molina. Que me manda a decir Cela que no me impaciente, que mi relato saldrá en breve.
Compra de “Robespierre”, de Hilaire Belloc.
Con una puertorriqueña.
Llevo ya varios días con un gran cargo de conciencia. Se trata de lo siguiente: la otra tarde me paseaba yo por la calle Robador y se me acercó un anciano que me ofrecía unos libros. Yo miré los libros, eran de Pérez de Ayala, Unamuno, de Azorín, etc. Pues bien, vi los libros y comprobé que ya los había leído. Así que me despedí del viejo. El viejo acaso si podía dar un paso. Usando una vieja expresión de novelista del siglo pasado podría decir que el anciano era de buenos modales, dulce y resignado. Pero esto lo vine a pensar después que me le despedí y me metí en un bar a beberme una horchata. Y aquí fue cuando me invadió el sentimiento de culpabilidad. ¡He debido comprarle aunque sea un libro a ese pobre viejo! Me dije pobre viejo y salté de nuevo a la calle a ver si lo localizaba. ¡Y no lo localicé! Y ya hace dos o tres noches que recuerdo al viejo ofreciendo los libros. Y ya hace dos o tres días consecutivos que me meto por esa calle a ver si lo localizo y le compro aunque sea uno de los libros. Y, ¡oh ironía del destino!, cada vez que me meto por esa calle lo que hago es acostarme con una mujer distinta. En los tres días que he ido a buscar al viejo me he acostado respectivamente con una francesa, con una argentina y con una puertorriqueña.
Lectura de tres periódicos (“La Vanguardia”, “Le Monde”, y “El Noticiero Universal”) yo que no quería leer nada hoy a ver si dormía bien esta noche.
Nunca podré tener serenidad. Por más que me margine, a mi regreso seré siempre más violento. Y no es resentimiento, es por un sentido de la justicia.
En la sala conversando con la hija de la dueña de casa, que tiene 18 años.
- Oiga, me dice, hoy lo veo a usted más buenmozo.
A esta joven yo le vengo diciendo que es hermosa, que se parece a un águila, etc.
- ¿Cuándo me lleva al cine?- me pregunta.
- Cuando usted diga. Mañana si quiere.
- No, mañana no, mañana nos vamos a la playa.
- Bueno, diga usted el día.
Compra de “El Espectador” de Ortega y “Me casé con un muerto”, de William Irish.
La joven me ha hecho un test y ha encontrado en mí 10% de sensualidad, 40% de materialismo y 50% de vida espiritual. Le he dicho que no creo en eso por lo de la sensualidad y me pregunta que si yo no soy como ella lo ha dicho. Y, ¡caramba!, la verdad es que no sabría decir. Pero 10% de sensualidad es muy poco para mí- lo digo yo.
Viernes 26 de junio.
(Ver en la otra libreta asunto novia de Tomeo.)
Sueño con mar borrascoso. Más tarde me encuentro en una habitación en compañía de Lorca, que resucitado es una hermosa mujer. Tal vez la exnovia de Tomeo. Nos besamos. “Moriste a esta edad”, le digo. Nos abrazamos, ella me señala hacia arriba. Yo levanto los ojos sin abrirlos. Le digo: “Sí, vas a mostrarme uno de tus zapatos llenos de sangre de cuando te fusilaron”. “¿Cómo lo sabes?”, me pregunta. Yo no lo sabía. No sabía nada. Tal vez imaginé eso. Eso fue todo. Me pierdo por otras habitaciones. Una de las mujeres que arreglan los cuartos del hotel, joven, morena, redonda, tal vez una puta argentina con la que me he acostado en la calle Robador, se pega a mí. Yo la beso. Está húmeda. La acuesto sobre una mesa y la penetro. Cuando voy a llegar al orgasmo me contengo. No quiero embarazar a esta mujer.
LA NOVIA DE TOMEO (continuación de la libreta). Si en algo ha acertado Unamuno es en eso de hablar de LA ENVIDIA ESPAÑOLA. Tomeo, pues, consigue a una “chica guapa” y la lleva y se la presenta a sus amigos. Pero sus amigos, de su misma edad, pero casados, ya con mujeres maduras, lo envidian y tratan de acabarle el romance. Y se ponen a intrigar de uno a otro bando. A la “chica” de Tomeo le decían que Tomeo salía con otras mujeres o que iba con putas y a Tomeo le decían que “su chica” era vanidosa, que se creía bella, etc.- Hasta que acabaron con todo. Aquí hay parte de verdad. Parte de verdad hay aquí en un mundo complejo, como todo lo que existe y es. Ahora, anoche lo vi, los “amigos de Tomeo” salen con la “ex-chica de Tomeo” y la cortejan. Todos a la vez la cortejan. El dibujante Josende, el Miguel Oca (el más grande amigo que ha tenido Tomeo), el Ramón Hervás, aun cuando anda con su propia mujer, etc., Josende, por ejemplo, la llamó aparte y le dijo: “-Vamos a robarnos una flor. Tú me proteges”, y la agarró por el talle y se le acercó para “acalorarla”. Como yo seguía estos movimientos, alabé la “acción de Josende”. “Te vi para aprender”, le dije halagándolo. “Es que necesita un hombre, me respondió Josende, y yo no me le niego a ninguna mujer que necesite a un hombre”. Sí, los “amigos de Tomeo” acabaron con el romance para disputarse a la “chica” como un pedazo de buena carne. Tomeo, desplazado, el camino es fácil.
El hombre más inteligente del mundo fue aquel que dijo que todo hombre era un frustrado.
He llamado a Tomeo para decirle que conversé con su ex-novia.
- ¿Y qué?
- Nada. Que te fuiste.
- Sí, porque esos sucios la llevaron porque sabían que yo iría a la reunión. Antes llamaron a casa y hablaron con mi madre.
Le dije aquello de que una noche se había molestado con Hervás porque éste la había sacado a bailar.
- Es verdad. Hace un año justo. Por la noche de San Juan. Pero no fue. Yo me di cuenta de que fue el Oca el que le aconsejó a Hervás que sacara a mi novia. Por eso le dije que no hiciera el ridículo. Y basta y no hablemos más de esto. ¡El nombrar al sucio de Oca me molesta!
Compra de dos libros: “Técnica de Golpe de Estado”, de Malaparte, el único libro de Malaparte que he leído y “Obras”, de Santa Teresa de Jesús.
Anoche vi también, muy sí señor, sentados en Las Ramblas, a Carles y a la María Rosa. Viven juntos. Se van mañana a Cadaqués. No, no estarán hasta dentro de 8 días en Sitges. Si pensara María Rosa lo que me dijo Carles la primera noche que la vi y le pregunté a él quién era ella. “-Una que tuvo un desliz y hace tres meses que parió. Yo supongo que ni ella misma sabe quién es el padre”.
Para escrutar a los hombres no hay como la narración. La psicología, la psiquiatría, los “test” y los autoanálisis no son más que payasadas. Balzac, Stendahl, Dostoyesky, Cervantes, Shakespeare, Joyce, etc. son unos dioses ante esos pequeños doctorcitos llamados Freud, Jung, Adler y demás especuladores científicos o de la ciencia. Estos tipos no pasan de ser unos farsantes bañados por barnices de cultura.
Los grandes artistas son más que hombres, son visionarios, dioses o casi dioses.
Han pasado (o sucedido parece que es lo mismo) dos cosas que me llamaron la atención y que me interesaron y que no anoté, a su debido tiempo, en este diario: 1) la muerte de Kerensky y el tercer campeonato de fútbol internacional que Brasil conquistó en México.
Lectura de Mapalaparte, Candel, Belloc y Ortega: “El espectador”.
Ha venido Tomeo.
Fuimos al cine: “El”, de Buñuel.
Es la tercera vez que veo esta película. La primera vez fue con M, en Bruselas, en un Foyer de africanos.
Lectura de Belloca: “Robespierre”.
27 de junio.- Sábado.-
Se me hecho costumbre: me acuesto a las 11 y me vengo durmiendo a las 6 de la mañana, y a las diez ya estoy en pie. Pensemos en los insomnios de Trotsky antes de lanzar su golpe contra Stalin. Pensemos en los insomnios de Ramos Sucre antes de tomarse aquel frasco de barbitúricos. Pensemos en los insomnios de Van Gogh antes de cortarse la oreja y después antes de meterse aquel balazo. Pensemos en los insomnios de Swedenborg, en sus visiones. Cielo y tierra. O en los de William Blake. O en los de Balzac cuando, extasiado, escribía su “Serafita”. Pensemos en la locura de Strindberg, en sus delirios de persecución, en sus celos antes de que, ya viejo (para qué) se curara por sí mismo y terminara su vida apaciblemente . Pensemos en los insomnios y luego en la locura de Hölderlin. Pensemos en las noches que Lope de Vega pasó a la ventana de su amada; allí amanecía con el rocío de las madrugadas. Pensemos en el hambre de Cervantes, en su largo cautiverio en una prisión de moros. Pensemos en la noche en que Schumann se lanzó al Rin. Pensemos en Darío cuando escribió aquellos versos “Los que auscultasteis el corazón de la noche los que en el insomnio tenaz”, etc. Pensemos en infinidad de hombres que no cejaron. Esto ya es algo. Y pensemos en Picazo cuando dice: “-¡Coño, el ojén! Dan ganas de empezar a dar vivas a España”.
Carta de Molina.
1 y media del mediodía. Con Tomás Salvador y Francisco Candel. Ellos hablaron del pasado, de cuando se conocieron. Fue a raíz de la publicación de “Hay una juventud que aguarda”, Candel. El prologuista fue Tomás Salvador a instancias del editor.
Almuerzo a las tres. Regreso al hotel y me encierro a leer “Robespierre” de Belloc. Me duermo y sueño que alguien entra por mi ventana. Luego voy en un auto con dos mujeres y una de ellas habla de sus problemas, de la falta de dinero, etc.
A las 7 pm. bajo y me compro un ensayo de Philip Young sobre Hemingway.
Compro “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, de Carlos Marx.
Un café y más tarde una coca cola.
Empiezo a leer “La sensualidad pervertida”, de Baroja.
SOLO. Al despertarme recordé mis sábados con M allá en Bruselas. Casi lloré. Creo que mi separación de M me ha amargado. Después, al comprar el libro sobre Hemingway recordé a J y, también, casi lloré. Recordé mis días de las guerrillas J me acompañaba. Yo me escondía en casa de un abogado y ahí leía los relatos de Hemingway. Especialmente recuerdo “El río de los dos corazones”.
Mientras espero la aparición de mis libros me impaciento y no sé donde meterme como no sea en un cine. Esta noche he visto “Los alegres vividores”, con Louis de Funés. Podría escaparme, viajando, pero no tengo dinero y en cambio sí mucho equipaje; libros, Young sobre Hemingway.
Falta de comprensión. Pérdida total de la importancia de la narración.
A pesar de todo triunfaré. Y triunfaré cuando ya no me interese el triunfo. No sé lo que es la gloria. Olvidé ese camino. Lucha contra el tedio. El fastidio o el aburrimiento. Hay algo peor: he olvidado la salida por medio del suicidio. Ya no me acuerdo del suicidio. Es la entrega total.
28 de junio. Domingo .-
Con una mujer que no me quiso revelar su nacionalidad.
Ojeando mi Diario de Bruselas. De ahí podré sacar para re-escribir “El Tumulto”. Todo él (el Diario de Bruselas) son recuerdos de la infancia, y peleas con M.- Ese Diario es todo M.
Como hoy se juega un partido de fútbol entre Valencia y Madrid la gente no ha dormido y se la han pasado caminando y cantando por las Ramblas. La mayoría da vivas al Valencia. Yo bajé y pregunté que porqué todo el mundo estaba contra el Madrid y el tipo en cuestión me respondió: “-Es que los madrileños son muy chulos”.
Lectura de “La sensualidad pervertida”, de Baroja.
Lectura del libro de Young sobre Hemingway.
Yo creo que los críticos jamás aciertan. Yo creo que los críticos dicen cosas que parecen “lógicas”, pero que el creador jamás pensó en ellas cuando se sentó a escribir. El narrador no busca demostrar nada. El narrador puede dejar un sabor a frustración, a tragedia, a lo que sea, pero eso no es lo importante; lo que se le pide al narrador es que sepa narrar y que narre con poesía o con misterio.
Ahora que estoy solo y que me siento verdaderamente solo no pienso en el suicidio. En cambio, cuando vivía con J o con M esa idea me obsesionaba siempre. Buscaba una manera de escapar. No sabía de qué, si de ellas o de mí mismo. Había también algo extraño: cuando me separaba de alguna de ellas pensaba que sin alguna de ellas no podía vivir y pensaba en el suicidio como salida. Últimamente, al dejar a M, creía que no soportaría el vivir sin ella. Sin embargo, todo ha ido pasando; aunque la recuerde a cada instante, todo ha ido pasando.
Ahora quiero escapar de esta ciudad o de este país. Y no sé a dónde ir. Tengo la impresión de que Baroja no es novelista.
Lunes 29 de junio.-
Carta de M. Dice que me espera. Me envía unas postales de Caracas que le pedí para escoger alguna y ponerla como portada de GRITANDO SU AGONIA. Tomás Salvador ha sido el de la idea.
Carta de Tarre Murzi, en la que veo una gran decepción acerca del país.
A Sitges con Aníbal y Tomeo. Todo el día hablando de mujeres y del sexo. Ellos; a mí, esas conversaciones me irritan.
Martes 30 de junio.-
Para Tomeo todas las españolas están mal paridas. “-No hay más que verlas, dice, padecen de enanismo… las piernas cortas…¡qué asco!”.
Llama Carmina.
Llama una francesa que conocí en Cadaqués. Me pregunta si quiero acompañarla a un concierto, mañana, en la Plaza del Rey. “-Sí”.
Compro “Mene”, de Díaz Sánchez.
Encuentro con Miguel Oca. Ha sido premiado en un concurso de cuentos policiales.
Miedo de regresar a mi país y tener que volver con alguna de las dos mujeres que tuve y que sé me siguen queriendo.
7 de la tarde: compra de “Muerte en la tarde”, de Hemingway y “La caída”, de Camus.
Con Tomás Salvador, quien me invita a comer bocadillos y a beber cerveza negra.
Le mando a M un cuento para que lo mande al concurso de “El Nacional”.
Le escribo a Márquez Salas, que es jurado del concurso, que mandé ese cuento.
Son las 10 y media de la noche. Me he tomado una aspirina porque me dolía la cabeza.
Obsesión.-
11 y media de la noche: con una francesa que me llama caliente. “Debes buscarte una francesa, me dice. ¿No has tenido suerte? Es fácil. Si buscas encontrarás”. Habla como la Biblia esta francesita de Lyon.
Ni con M ni con J. Miedo a volver con alguna de las dos. Misterio de qué me sucederá con estas mujeres (o por estas mujeres) a mi regreso. Si es que regreso. Lo más probable es que regrese.
















