José Sant Roz
- Nos encontramos, ahora, en la gran tarea de reconstruir la verdadera historia de América, a partir de la visión de los oprimidos, de los sometidos, de los torturados, de los asesinados, de los desplazados y explotados por los imperios de occidente. Nos encontramos en la hora de vencer para siempre la falacia impuesta por los europeos occidentales (españoles, ingleses, alemanes, holandeses, noruegos, franceses,…) y los gringos, de que ellos trajeron la “civilización” y el “progreso”. Y es una lucha que estamos haciendo sólo los venezolanos, junto a Cuba y Nicaragua. Sépase que esa fulana “civilización” es la que nos envilecía, la que nos degradaba y oprimía, y hubimos en primera fase reconocerlo, siendo que los demás pasos han venido siendo inevitables.
- Por esta razón, a los gringos esta resistencia de Venezuela los acobarda, los tiene contra las cuerdas, por lo que se están jugando en realidad su última carta. En esta lucha no contamos nosotros los venezolanos, para nada con los gobernantes sino los pueblos de Latinoamérica, así como en aquella hora de la Independencia para nada contaron los virreyes, capitanes generales, oidores, alcaldes, visitadores o inquisidores del Santo Oficio.
- A Venezuela, otra vez, le corresponderá vencer a esa hez y maldición de la tierra. A nosotros no nos hace falta alianza con mandatarios de ningún país sometido a los gringos, y eso hace nuestra lucha mucho más grandiosa, loable y heroica. Nosotros aquí contamos sólo con los aguerridos probados y necesarios en doscientos años de lucha, y en esta hora para el combate de esta nueva y definitiva liberación. Aquí estamos, nuevamente, con Bolívar al frente, desafiando a los mismos monstruos del pasado, a los prepotentes esclavistas, a los cerdos imperialistas como aquel Fernando VII encarnado ahora por este Orange Pig (Trump) que cree que puede acobardarnos, replegarnos. Es la misma lucha que emprendió Bolívar en 1812, la misma lucha contra un mundo dominado por racistas y arteros asesinos, aquellos surgidos de la Santa Alianza, éstos reunidos hoy en la OTAN.
- Desde el siglo XIX, se creó el molde que imponen los imperios para que nosotros veamos de rodillas sus inventos, sus negocios y sus falacias. De allí que haya surgido toda una educación del sometimiento, toda una cultura del servilismo, todo un enanismo moral que acabó reproduciendo la vieja peste de lo más vil del colonialismo. Por eso nuestra revolución bolivariana ha planteado como una gran tarea y meta, revisar nuestra historia, para concientizar a los jóvenes sobre los valores de nuestros orígenes, de nuestros creadores, el sentido de nuestras luchas.
- Aquí, unos personajillos educados en los imperios, trajeron sus tratados, sus mentes y sus costumbres e ideas de progreso atadas a concepciones de dominación, de explotación y de vil consumismo, manejados desde el Norte. Apoyados en las concepciones que hacen propagar el imperio euro-americano, comenzó ese proceso de falsificaciones o adulteraciones de lo nuestro: no pueden concebir ese fulano progreso sino considerándonos nosotros como apopléjicos enanos que todo lo que tenemos y hacemos se lo debemos a ellos. Avasallados nosotros por sus imposiciones, como rastreros consumistas, copiones de sus inventos y “hazañas”. Siempre a la zaga de sus mierdas, considerándonos miserables arrastrados a sus proyectos y visiones de desarrollo o crecimiento.
- Y fue así como se elaboró un concepto sobre nuestra lucha de independencia, pensado a lo europeo o norteamericano, y diciéndonos que nuestro camino lo debían trazar ellos. Que debíamos ser para siempre unos segundones en todo, nada de soberanía ni de liberación o pensamiento propio. Seguir aquella regla del grupo empresarial ARS que en algún momento dirigió don Arturo Uslar Pietri: “PERMÍTANOS PENSAR USTED”. Por lo que entonces, nuestros centros superiores se quisieron parecer a universidades como Harvard o MIT. Desde afuera se nos adjudicó melosamente el término de país tercermundista o de «país en vías de (eterno) desarrollo (zute y acomplejado)».
- Nos desfiguraron algunos intelectuales y artistas, buscando en nosotros una “blancura” que jamás hemos tenido ni queremos. Porque esa “blancura” es lo que supuestamente está a tono con lo refinado, con lo chic, con lo moderno, y hasta nos diseñaron a un Bolívar a gusto de occidente, sobre un caballo blanco, el mismo caballo en el que montaron a Washington, a Napoleón, a Juan Vicente Gómez y a Rómulo Betancourt.
- Por otra parte, cuando buscábamos organizarnos políticamente, siempre echábamos mano de cualquier armatoste legal copiado de los que estaban levantando los reformadores franceses o españoles. Y esos adulterados venezolanos que no hacían sino mirar hacia fuera para armar lo propio, llegaron a convertirse en oráculos del destino nacional. Eran “los notables” (así siempre los han llamado), que por demás estaban en todas las comisiones del Estado. De tanto copiar, perdimos todo contacto con lo real, con los que estaban allá abajo sufriendo horribles necesidades y vejaciones. Siempre con un mandón en el poder contando con el apoyo a toda prueba de los eternos linchadores de negros y de indios del Norte. Los que desde más de un siglo han dictado las órdenes a todos los gobiernos de Latinoamérica. La lista de los intelectuales (traficantes de la censura) que se embanderaron con esta posición o que callaron vilmente, esperando que así se produjera esa monstruosa afrenta, ha revelado el lacayismo más horrendo y repugnante que se conozca de nuestra historia, cuadrados con los que planificaron la destrucción de nuestra economía para que se viese lo malo que estábamos y en función de ello, tratarse entonces de «salvarnos» según el cálculo y la visión de todo lo que gira alrededor de los negocios imperiales, como por ejemplo cuando se acabó solicitando la «salvación» en Grenada, Panamá, República Dominicana, Chile, Bolivia, Colombia, Guatemala, Haití,… Afganistán, Irak o Haití, Libia, Siria…
- Sólo un sentido profundamente patriótico podrá impedir que esos malos hijos de Venezuela vuelvan por sus fueros. Sólo presentando la verdad histórica, y volviendo frecuentemente a ella, podremos dejar de convertirnos en unos viles dependientes de los malditos negociantes gringos. De eso trata toda esta lucha, todas estas amenazas y crímenes de Occidente.















