DEL MES de abril.
Camino por una pendiente y voy a dar en casa de M, quien está con su hermana Alise. Sin decir nada voy y me acercó a M y la halo por el pelo y le lanzo unos golpes. No logro darle bien con los puños, lo que me pone más furioso. Hago todo esto porque sé que andaba con otro hombre. Quiere irse y se mete por una cueva por la que yo no puedo pasar, pero la vuelvo a agarrar por el cabello y la tiro. Me dice que saldrá y salé. Ella no se defiende. “-¿Y ahora dónde vas?”, le pregunto. Mientras se arregla dice: “Tengo que verme con otro hombre a las siete”. Yo me quedo recostado de una tranquera. No hay nada que hacer. Me inclino y apoyo mi cabeza contra mis brazos. En seguida, creo, me doy cuenta de que no me importa y si en un momento estuve a punto de seguirla ahora todo me parece un asco y una paz me gana. Y lo extraño era que antes estaba a mi lado y defendía mis puntos de vista literarios y políticos ante Miguel Otero Silva.
A la una, Lilian viene por mí. Almorzamos juntos. Cree que podemos encontrar un apartamento para los dos. Ella se mandó a construir un chalet en Cadaqués y trabaja para pagárselo.
Lectura, a la vez, de los poemas de Juan Ramón Jiménez y Rilke.
Andando con Lilian me excito sobremanera. Le he pedido que durmamos juntos esta noche.
Si no resulta nada con Lilian me servirá para terminar de olvidar a M. Urgente necesidad. Con el recuerdo de San Juan de los Morros, de mi hermana Idilia, de las dos casas que tiene. En una podría yo instalarme y escribir. Con mujer o sin mujer. Pero nunca me faltará mujer. La Fanni llama. Ya no podré volver a verla. Cómo se quejaba cuando la poseía y al otro día se quejaba de un dolor en el vientre.
Jueves, 2 de abril.
Hoy leo en un papel literario de “El Nacional” que los jóvenes poetas están hablando de Novalis, Holderlin, etc. El primero que en Venezuela habló de los verdaderos grandes escritores fui yo.
Lilian me lleva a comer a una tasca donde se alumbra con velas. De ahí a otro sitio de modelos donde comemos. Entonces yo la llevo a el Paraguas y empezamos a tomar. Ella, coñac y yo contreau. Bajan las cortinas del bar, que ha estado casi solo. Salimos a la calle. Hay un viento frío. Ella se pega a mí. “-¡Cuanto quisiera que tuviéramos dinero para que durmamos juntos!”, dice. Me besa, nos besamos. Yo le digo que nos metamos en el mismo hotel de la noche anterior. Como se paga al otro día ella se levantará primero, irá a su oficina, sacará dinero y volverá a pagar. Así lo hacemos. Yo dejo mi pasaporte. En la cama me dice: ¡Cómo me gusta que seas fuerte! A las ocho, no hemos dormido, ella se va y yo me quedo. Duermo luego como un condenado a muerte. Según dicen los condenados a muerte duermen a pata tendida la noche antes del ajusticiamiento. Cuando Liliam, regresa yo estoy dormido. Aunque no quiero saber nada a cerca de Liliam, ella me ha dicho que fue vice-cónsul. Compró un terreno en Cadaqués y se ha mandado a fabricar un apartamento. Trabaja en una oficina (de la cual no quiero enterarme) para pagarse el apartamento y la vida que lleva aquí. “Lo que sientes por mí es pasión y no amor”, me dice. Se pone condenadamente alegre cuando bebe. Habla en voz muy alta, lo que no me gusta. A las cuatro comemos en una tasca dela Calle San Pablo.
En casa recibo llamadas de Tomeo: iremos a ver a Tomás Salvador. Llamada de Beneyto: tal vez pase a visitarme. Recibo una tarjeta de Joan Soler: está en Palma de Mallorca; Molina está encantado de lo que dije sobre él y su obra en “La Vanguardia”. Me llama Joan Guillamet: está sentido porque cuando Tomeo y yo fuimos a Cadaqués no lo visitamos en su casa de Figueras.
Vago. Recuerdo de M. El acto sexual me ayuda mucho. Creo que me puse un poco vanidoso delante de Lilian. Me miraba al espejo y le decía que me mirase el cuerpo. “Eres una clase de hombre que ya conozco”, me dijo. Lo que, por supuesto, no me gustó. A ella, claro, le gusta que yo me vea tan joven y habla de que ella por su parte debe rebajar 15 kilos. “No es para tanto”, le digo. Ha dormido sobre mi espalda y ha estado cariñosa, sonriéndose y pensando en voz alta que puede estar en estado. “Comeré pimienta, dice, para reventar al muchacho”.
Lecturas, a la vez, de Juan Ramón Jiménez, Rilke y Antonio Machado. Relectura de un libro que leía con M en aquellos hoteles de Caracas: El Cuento de mi Vida, de Hans Christian Andersen.
De abril (nota del día de ayer): Tomeo pasó por mi a las seis y cuarto, dejó el auto en un garaje y me dijo: “-Tengo aquí un dinero para gastarme en algunos libros”; yo pensé que iba a comprarse algunos libros, pero no, eran algunos libros suyos, de “Ceguera al Azul”, me dijo: “-Entra en esa librería y muestra este recorte y dices delante de otras personas: deme este libro que según parece es muy bueno”. ¡Todo sea por él! En tres librerías hice la misma gestión. Es Tomeo quien ha agotado su propia edición de “Ceguera al Azul”. Recuerdo que Francisco Jover me dijo eso cuando yo le dije que el libro de Tomeo se vendía.
A las 7 en la editorial de Tomás Salvador. Le dejo nueva copia de “Entre las Breñas”. “Muy corto el libro”, comenta. Le dejo “La Fiesta del Embajador” y el último número de “Papeles de Son Armadans” con mi relato “Bajo los Cielos sin Tiempo”. Allí conozco a José María Moreno Echevarría, autor de “Los Marañones” y de una biografía de “Fernando El Católico”. Lilian viene a mi hotel. Salimos los tres: Tomeo, ella y yo. Cena en una tasca. Encuentro con el grupo Tábano en el Café La Luna. Me quedo a dormir con Lilian. Ella lleva dos o tres días (desde que me conoció) sin dormir. No quería hacer el amor. Tiene miedo de quedar en estado. Ha hecho el amor conmigo en los días de peligro. Saca un almanaque y lo estudia. Sin embargo, la poseo cuando tratamos dormir, como soy nervioso y me muevo ella se levanta sulfurada y grita que se irá a su casa. Yo no digo nada. Me levanto de la cama y me siento en el mueble. Después, cuando la siento dormir voy y me acuesto a su lado. Empiezo a leer “Fernando el Católico”, de Moreno Echevarría.
A Lilian le da vergüenza que la vea mientras se lava. Creo que esto no durará. Anoche me decía, que a mediodía, cuando yo estaba en el hotel, ella llegó con grandes ilusiones de que yo la recibiera con los brazos abiertos y me encontró dormido y apenas si me moví cuando se me acostó al lado. Y anoche, el primer altercado. Yo conservo mi sangre fría. Ella se levanta exclamando que se va, no puede dormir al lado de un hombre que no domina sus nervios, que se mueve tanto en la cama. “La unión entre los japoneses, comentaba, reside en que nadie hace ante el otro lo que molesta”. Eso se parece a la máxima de Robespierre sobre la libertad.
Lo que yo pensaba: vino Lilian. Quería hablar conmigo. Vino por verme, pero también para pedirme permiso, salir sin mí, pero quedar bien conmigo. A mi me interesa su cuerpo, nada más. Le dije: Yo siempre estaré aquí. Tú llama cuando quieras. Se despidió con unos besos amorosos y todo lo demás.
Fui a comer con el cónsul. Una mujer me veía y Valero me lo dijo. Fanni insiste. Llama, está loca. Yo ahora (son las 5 de la tarde) la llamo para que me acompañe a ir a la editorial de Tomás Salvador. Beneyto es un traidor. Ayuda a uno hasta tanto no vea hasta donde puede aprovechar a uno. Yo me he cerrado. El se ha dicho que no puede aprovecharme y ya está. Yo me abriré camino por otro lado y como Fanni ha llamado yo la llamo y me llevará en su auto a las Ediciones Marte. Por mi obra, lo he pensado, haré lo que sea. Anoche Lilian hablaba de pagarme ella la edición. Yo la disuadí. M decía lo mismo. Fanni haría lo mismo. Cualquier mujer haría lo mismo. A los 34 años soy un niño. ¿A quién no le gusta ser niño?
Sábado 4. De abril.
Le llevé a Tomás Salvador los originales de “Gritando su Agonía” me acompañaba Fanni. Beneyto me impone, pero luego, como ve que ya no puede ganar nada conmigo, me sabotea. Hoy he ido a su casa con el pretexto de buscar unos libros. Teresa cuando me ve me abraza. Me agarra las manos fuertemente. Beneyto se esconde y baja la cabeza. Y él es el que anda diciendo que Teresa quiere correrme porque he sido grosero en su casa. Claro, así Beneyto seguirá saboteándome. Yo, por venganza, después que bajé, volví a subir con otro pretexto: el preguntarle por el teléfono de Guillamet. Tomeo me llama: esta noche fiesta en casa de Carmen Barbera, una novelista. Lilian se fue a Cadaqués. Tomeo dice que Lilian quiere agarrarme, casarme. A Beneyto, para darle envidia y para ponerme más peligroso para su Teresa le dije que tenía dos mujeres. “-¿Españolas?”, pregunta. “No-, le respondo-, una española y la otra colombiana. Y la española me regaló un auto deportivo”. Lo que no está exento de verdad. Fanni me ha ofrecido su auto, su edificio que administra, su piso en que habita.
Para atemorizar más a Beneyto le dije (lo que tampoco es mentira) que la española es casada. ¡Y cómo estaba loco porque me fuera! Y yo me quedaba y pedía agua y Teresa me ofreció café.
SUEÑO: Yo estudiaba en un colegio de niños y dos de ellos me molestaban haciéndome muecas. Me levanté furioso y golpeé a uno en la cabeza mientras otro continuaba con las muecas. No puedo resistirlo y le lancé un puñetazo en la cara. Me desperté con la mano dolorida: había golpeado la punta de mi mesa, que es de mármol.
Hay que aprender a ser cornudo, a dominarse, a no ser celoso. Lo siento por J y M que sufrieron por mis celos. Anoche estuve con Lilian en casa de Heredia y otros dos colegas suyos trataron de enamorármela. Yo estaba tranquilo, burlándome, completamente desinteresado. Hoy Lilian se ha ido y yo me he quedado tranquilo. El estupendo cornudo. Tomeo me dice: “-Va a arreglar lo que tiene por allá y volverá por ti”. Dudo. Pero me es indiferente. Podría hacer uso de Fanni, de su auto deportivo, de sus casas. Y ella es la que sufre.
Ayer, conversación con Moreno Echevarría acerca de Boves, de Toymbee, de Spengler, de Marx. Rusia nunca ha sido agredida, el agredido ha sido occidente, dice Moreno Echevarría. “-Y los Estados Unidos son los únicos que pelean por occidente”, dice.
Leer por compromiso, he aquí lo peor. Ahora me he metido con Tomás Salvador y me pongo a leer su “Cuerda de Presos”.
Todo sea por mi obra.
No hay cosa más estúpida que los celos.
Javier me llama. Tiene necesidad de una mujer. Que si quiero prestarle dinero le digo que venga por acá a buscar lo que me queda. Yo estoy saciado.
Domingo, 5 de abril.
Ayer: llamó Lilian desde Tossa de Mar; que piensa en mí, etc. Por la noche fui con Tomeo a una reunión que se celebraba en casa de la novelista Carmen Barbera. Estaba Fanni, quien me siguió siempre. Creo, estoy seguro, que les ha dicho a todas sus amistades que se acostó conmigo en Cadaqués. Amanecí leyendo el Stalin de Isaac Deutscher.
Hoy: Llegué a casa a las 10 de la noche. Tomeo me llamó desde un bar. Se encontraba con tres alemanas que trabajan como modelos. Las alemanas hablaban todo el tiempo en alemán y esto me molestaba. Llegamos a Sitges, donde comimos. Yo me negué a pagarles a las mujeres y sólo pagué lo mío. Se lo dije a Tomeo y éste salió corriendo y le pidió prestado a Tolra. ¿Va uno a pagarle la comida a unas mujeres que ni siquiera te hablan? “-La Gunda-, me comentó un pintor que estaba en casa de Tolra-, es una gorrera de pronóstico”. Con más razón de mi parte. Pero Tomeo corría como un perrito porque quiere mujeres jóvenes, hermosas y viciosas y nunca las consigue.
De lo que estoy consciente es que merman mis facultades para narrar. Llevo más de un año sin escribir un relato o sin pensar en escribir un relato o una novela. A veces pienso que el género relato es un truco.
Del mes de abril.
Siguen mis sueños con la familia Torrealba. Con Rosita. Rosita ha sido la mujer que más ha aparecido en mis sueños. Pero en el de noche era, si se quiere, grotesco. Habían invitado a Alfredo Sadel y éste trataba de introducirle la mano por entre las piernas. Ella protestaba, pero no se alejaba. No obstante, había pudor en su rostro.
He estado conversando con Francisco Jover acerca de si sale o no “Entre las Breñas” en la colección que dirige. Me asegura que sí, pero, en fin, que hablará con el editor. He llamado a Jover porque desconfío de Beneyto… Beneyto me dijo que buscara por otros lados, lo que me hizo pensar en una traición de su parte… Me he expresado mal de Beneyto. Y después me he sentido incomodado.
Vengo de estar con la Fanni. La hice rabiar hablándole de la colombiana.
– ¡Pero no ves que me pones mal!- gritó.
– ¿Por qué?
– ¿Cómo por qué? Porque te estaba buscando.
He cometido una canallada al hablarle a Jover mal de Beneyto. Me pesa de todo corazón haberos ofendido.
- ¿Cómo tendría las tetas la colombiana?-, le preguntaba a Fanni.
- No sé. ¡Y eso a mí que me importa!- luego estalló: -No me hables de ella. ¿No ves que estás conmigo? Y ella andaba detrás de ti. – Me gritó. Yo me reía porque no siento nada por la pobre Fanni. A una mujer que quisiera nunca le hubiera hablado así.
De abril de 1970:
Carta de Domingo Fuentes comunicándome que su editorial va viento en popa.
Escándalo mundial por el asesinato del embajador alemán en Guatemala.
Sentimiento de impotencia. Adriano González León, con su porquería de libro, es traducido a dos idiomas por el poder comunista. Yo, que soy el verdadero escritor de la Venezuela de hoy, ni soy editado ni mucho menos traducido. Sin contactos políticos ni poderosos jamás alcanzaré esas metas en vida.
De manera deliberada los comunistas me atacaron por “La Fiesta del Embajador” porque yo ahí atacaba al jefe antiguerrillero coronel Sánchez Olivares, asesino de Luis Hernández. Los comunistas estaban con el SIFA y la CIA y no me perdonaron el que yo pusiera en la picota nada menos que al jefe del TO-4. Esto lo sabían ellos y más bien, por boca (o pluma) de JSH trataron de evitar “los desórdenes callejeros porque eso era darle armas al enemigo”, desórdenes callejeros que por otra parte estuvieron propugnado durante un lustro. Primero propugnaban los desórdenes para ayudar al imperialismo, para desprestigiar el movimiento que decían defender, y ahora los evitaban para opacar el crimen de uno de esos jóvenes que ellos mismo envenenan para lograr algún alcancé político momentáneo.
Tomeo vino con dos jóvenes valencianas que quieren conquistar Barcelona como modelos. Las hemos llevado a la Bodega Bohemia y el tenor, un gran tenor a quien he invitado a mi mesa me ha dedicado sus canciones. Todo el mundo se volvió para mirarme. Una de las valencianas que se parece a Sofía Loren me miraba. Yo me he portado tímido. Tomeo, como siempre, se extralimitó quiso besarla y lo perdió todo; las mujeres han quedado en llamarme. Cualquiera que lea este diario pensará que soy un nuevo Blanco Fombona. Era fanfarrón y tal vez no conseguía nada. Lo mismo le pasa a Tomeo, que agota los cartuchos en una sola pieza. Hay que saber actuar. Hay mujeres para una sola noche y mujeres para todas las noches. La cuestión es distinguir. A unas las escoges tú y otras te escogen a ti.
Compra de libros: “Bhagavad-Gita”, “Conversaciones con Goethe”, “Maquiavelo”, de Giuseppe Prezzolini y “El pensamiento vivo de Maquiavelo” de Sforza.
Tomeo me confiesa: “-Yo, como amante, quisiera tener una mujer viciosa. Pero para casarme quisiera una mujer católica y llena de prejuicios, una española que no me traicionase jamás. La amante que tenga sus amigos, que vaya por donde quiera, en fin…”.
Tomás Salvador me dedica su libro “Cabo de Vara”. “He estado pensando-, me dijo-, en ponerte a trabajar aquí. Estoy pensando que dentro de poco llamaré mi editorial “Escritores Unidos S.A.”.
De abril de 1970:
“Eso es una inverecundia” – decía la vieja. La vieja no entendía la palabra, pero no se podía negar que la palabra hablaba por sí sola. ¡Era contundente!
Soñé que M se había casado con un viejo. Yo los visitaba como amigos y a mí me importaba bien poco. Pero yo también podía disponer de M y el viejo tampoco se molestaba.
Por las librerías de viejo compro “Aurelia”, de Nerval y “El camino de toda carne”, de Samuel Butler.
Total indiferencia por todo. Imposible imponer un libro aquí si no es a través de los premios. La corrupción neta de la creación es el asunto este de los premios. Buscar aliento en las biografías de los llamados “grandes hombres”.
El sueño es una segunda vida.
Leo que en Venezuela un tipo que lleva el mismo nombre que yo, no duerme desde hace cinco años. Ya yo me hubiera suicidado. “-No te vas a morir si no duermes”, me dice el médico Heredia. Exacto, no me voy a morir, pero dejaré de vivir mi segunda vida.
Mensaje de Lilian, que había desaparecido, en la recepción. A propósito de Lilian: vino Heredia. Yo había ido con Lilian a casa de Heredia porque ella se decía en estado. Lo hizo conmigo en días peligrosos. Ahora bien, me cuenta Heredia que Lilian le dijo: “-Vamos a salir a tomar un café y después decidiré si voy contigo o con él”.
Mensaje de Molina. llamará mañana a la 1 del mediodía.
Todas las noches lecturas de doce a seis de la mañana. Luego duermo cuatro o cinco horas. No más. Pero es extraordinario saber que no tengo otras obligaciones que las mías, que las que sufro y que siento como el placer de comer o tomar un trago que me guste.
De abril de 1970:
Llamada de Molina desde Palma. Me dice que me ha enviado la primera separata de “Bajo los cielos sin tiempo”. Salgo a la sala del hotel y ahí encuentro el sobre con la separata y una carta.
Sueño con bailes en una casa. Se bailaba indistintamente con hombres y con mujeres. Entre los asistentes estaba Arturito, el hijo de Uslar Pietri que escribe teatro.
Es la una y media del mediodía y estoy en mi cuarto recreándome con la lectura del lomo de los libros, pero sin decidirme por ninguno. Leo indistintamente a Nerval, a Valle a Inclán, a Wolfe, a Proust, a Pascal a Maquiavelo, a Butler, a Dostoyevski, a Tomás Salvador (por compromiso, pues no me gusta), a Eckermann: “Conversaciones con Goethe”. Debo encontrar “Vida y poesía”, de Goethe; debo comprar la biografía que Marcelo Brion le dedicó a Roberto Schumann porque ahora leo los diarios y los papeles íntimos de Clara y Roberto Schumann. Anoche, relectura hasta el cansancio de Novalis. Novalis admiraba a Goethe, pero lo encontraba pedestre. Lo llamaba “prosaico y moderno”. Del “Wilhelm Méister” dice: “el libro no habla más que de cosas comunes; el misticismo y la naturaleza han sido olvidados por completo. Se trata de una historia burguesa y familiar, poetizada, y en la cual lo maravilloso es calificado, expresamente, de poesía y quimera. “Al leer esto se me viene a la cabeza lo que siento de la última novela de Cela, “San Camilo, 1936”. Cela, el hombre que crea un personaje como Pascual Duarte, ha perdido el vigor y la poesía y se deja arrastrar por esa concepción burguesa y familiar de que habla Novalis al referirse al Wilhelm Méister”. En “San Camilo” no hay creación; hay una crónica de un tiempo.
Ruptura definitiva con Beneyto. Lo he llamado para decirle que no me edite nada y que no me incluya en la antología que prepara para Picazo. A Jover le he dicho que me conserve mis originales.
Estoy subiendo ahora. Deben ser las siete o las ocho. Beneyto me llama:
- Estoy aquí, en el Moka.
El Moka es un café que queda al lado de mi hotel. Bajo.
- Coño, ¿qué te pasa?- me dice-: Yo deseo editar lo de tus Memorias…
Me siento culpable de haber tratado tan mal a Beneyto. Le digo que me perdone la brutalidad con que le hablé por teléfono. Para calmarme lo invito a dar un paseo. Nos metemos en una librería y yo compró “Vidas Paralelas”, de Plutarco; “Mil caminos abiertos”, de Julien Green y “Cartas de Rimbaud”, edición de Juárez Editor, de Buenos Aires. Mientras escribo esto pienso que Beneyto no viene porque quiera calmarme o no o porque esté interesado en editar mis Memorias (Esto no es más que un relato) si no, que yo amanecí por escribir unos artículos o dar declaraciones diciendo que Picazo y sus colecciones son pura y simple piratería. Si yo hiciera lo que digo Beneyto se vendría abajo y sus esperanzas de dirigir una colección se evaporarían. Recuerdo que me dijo: “Olvida a esos tipos, (a los del grupo Tábano), olvida a Picazo, búscate otro editor, no tienes porque ponerte a dar declaraciones, a amenazar con destruir a nadie, etc. Lo he calmado, le he dado dos golpecitos en las espaldas y ya estoy aquí en mi cuarto listo para leer.
Desde que cobró, Tomeo no me busca. Llama, pero no viene por mí. Llama para hacerme ver que se preocupa por mí, que piensa en mí, etc.-
Son las cinco de la mañana del día 10 de abril. Me he emborrachado con un economista que conocí en Cadaqués.
Del mes de abril.
Ha llamado Lilian.
Soñé con Carolina, que dormía en el portal de una casa. Mi amigo Fidel Marchena tenía un Bar.
Anoche vomité. Estoy mal, terriblemente mal y mareado.
A las tres y media vino Lilian por mí. Me dice que no viviría ni loca conmigo. Las noches que durmió conmigo le fueron horribles. Dice que no me estoy quieto, que no me domino, que estoy obsesionado por la muerte y el suicidio, etc., y ella, ella quiere vivir lo más que pueda y al lado de un hombre como yo siempre estaría deprimida. (A mí no me importa vivir con una mujer mientras no me pida que me case con ella. En ese sentido no me importa lo que sea ni lo que haga.)
Mal día, oscuro. Y yo sin poder comer. Compré los siguientes libros: “El poder de soñar”, de Colín Wilson; una vieja edición de “Viaje al amanecer”, de Picón Salas y una biografía sobre Maquiavelo.
Podría vivir con una mujer que sé que no me engaña: que es puta y por lo tanto no me engaña. Hace lo que quiere, va con cualquier hombre, es una viciosa, etc. Yo lo sé, ella me lo dice como si nada y ahí radica el que uno no se sienta engañado. ¡Ah, pero uno desearía casarse con una santa!
En mis sueños con Carolina, que fue mi última hija con la segunda, la asoció con Valentina, que también fue mi última hija con la primera. Se confunden y me digo: que parecidas son. O veo a una y recuerdo a la otra.
Abril:
Dos y media de la madrugada: he ido al cine de 11 a 1 con Lilian. No quiso ir a un hotel. Se niega a enamorarse de mí. “-Eres muy egoísta”, me dice. Y se resiste porque ha conocido muchos hombres como yo y las cosas no le han salido bien. Lectura de Julien Green y Colin Wilson. Film: “Tristana”, de Luis Buñuel. Los amores del viejo y la joven que se estropearon en“Viridiana” por el suicidio del viejo. Es mi tesis. “Tristana, o cuando la pureza se transforma en maldad. O la inocencia en maldad. O la sensibilidad en inteligencia. Inteligencia = maldad.
Y en vista de que mis libros no han sido devueltos de la censura, tendré que trasladarme a Madrid y arreglar el asunto por mi cuenta. El libro de Beneyto, que se mandó después que los míos, ya han sido aprobados.
Admiro en Lilian su fuerza. Trabajaría en cualquier parte del mundo. Aquí trabaja en una oficina, vende tierras o algo por el estilo; se hace construir una barraca en Cadaqués. Yo me creo incapaz de hacer todo lo que ella hace por sobrevivir y admiro a la gente como ella porque yo no me creo capaz para nada, para defender mi vida, mi propia y miserable manutención. Siempre seré un recogido. Admiro la gente que lucha por su vida con sus propias manos, con su “fuerza de trabajo”, con la habilidad para subsistir. Y como soy un incapaz mis mujeres serán capaces. Lilian es capaz.
Soy un desamparado.
No le temo a los hombres ni a nada, le temo a mi incapacidad.
Fanni: Ay, ay, ay, es todo lo que dice.
Yo jamás he seducido a una mujer. Las mujeres me han seducido a mí. Yo me he enamorado y se han enamorado de mí, pero nunca he seducido a nadie. No soy un Don Juan ni un Bradomín (como decía Machado).
El horrible egoísmo de los artistas, ¿no? Pero ¿quién dice que un escritor es un artista? Un escritor, un lector es un solitario, nada más.
Compra de libros: Poemas de Hölderin, Balmont, Puga, Tennyson, Pascoaes, Morike. “Autobiografía”, Freud; “La novia vestía de negro”, de Cornell Woolrich. Una nueva traducción de “Aurelia”, de Nerval. Recibo una tarjeta de Luis Beltrán Guerrero. Le responderé cuando reciba más separatas de “Bajo los cielos sin tiempo”, y ya le envíe una.
El terror me ha abandonado. Ya no existen más misterios para mí.
Someramente este es el retrato de Lilian. “Tú eres muy joven -me dice-. Tú hablas mucho de ti mismo. ¡Mierda!”.
Domingo 12 de abril.
Lilian vino ayer tarde, alquiló un cuarto en este mismo hotel y yo me le pasé una media hora más tarde. Allí dormimos (ver diario de bolsillo correspondiente a esta misma fecha).
Noche. Son las diez y media y me he separado de Lilian. Estoy mareado. Exceso de vinos, café y comidas. Es posible que viaje a Madrid a ver eso de la censura. Ni devuelven los originales ni avisan nada.
Medianoche: Recuerdo de M. Una noche buena en casa de Torres. Afuera nevaba. Las tardes que íbamos a buscar a Carolina a la Crëche. El frío en las calles y M pegada a mí. Yo sintiendo el calor de su abrigo. El viejo abrigo reconstruido por ella misma. ¡Oh M!
Me gusta sentirme mojada, me decía anoche Lilian. Y yo la mojaba. Estaba verdaderamente puerca. ¡Y cómo se revolcaba con sus piernas, sus nalgas, sus senos mojados!
El mundo, había dicho yo, es un pañuelo. Lilian era novia de Guinovart. Tú eres mi amigo, admiras a Guinovart, conoces a Lilian, duermes en su casa, yo duermo con Lilian. No sé bien lo que decía, pero la expresión de que el mundo es un viejo, sucio y arrugado pañuelo fue lo más perfecto que logré para expresarme.
En cuanto a Tomeo, me dijo:
- Deja a Fanni. Volvió con su marido. El pobre hombre la quiere.
Molina decía que yo le había devuelto la fe en la literatura con la lectura de mis diarios. Le di partes, las partes más duras, ésas sobre Beneyto y el grupo Tábano.
Carta de Tarre Murzi. Que le mande “Gritando su Agonía” cuando salga. Que le mande la entrevista que me hizo “La Vanguardia”. Quiere decir que allá sea reproducida, porque yo a él no le hablaba de esa entrevista. Pero nadie me avisa, ni siquiera mis hermanos, ocho que tengo allá.
Con Molina y Beneyto. Almuerzo. Yo hablo hasta por los codos. Recuerdos de Darío y de Vallejo. Gran almuerzo. Opíparo. Molina, que tiene fama de comer, no come más que yo. Ninguna noticia de Lilian. Anoche se fue a la carrera. Tiene miedo de enamorarse. Aún sigue con el complejo de que soy demasiado joven para ella, ¡y ella es menor cinco años que yo! En tanto oigo a Mozart.
He comprado un traje, porque desde mañana, como Nerval, andaré bien vestido, pero solo. Lilian, o la arrogancia del poder. No llama. No quiere que se la domine. Yo bien poco creo en el amor, el amor no es cosa que dure tres meses. No más. Ya lo decía Emilia Brönte. Ahora que Molina me ha conocido torpedeará mis trabajos en “Papeles…”. Es amigo de Beneyto. Una revista donde publique Beneyto no es una revista. Molina dice: “-Bueno, Beneyto es un chico limitado, pero no me ha fallado”. Beneyto es su propagandista. Beneyto habla de él. Beneyto no le ha fallado. Beneyto a su vez aprovecha a Molina: mete sus trabajos en “Papeles”. Utiliza a Molina.
De abril, (suite).
Tomeo me dice: “Hoy iremos a comer en el Burrito”. “¿Cuánto tienes?, pregunto. “¿Yo? Unas cien pesetas”. Sí, claro, el que pagaría sería el tonto. Con cien pesetas no se puede tomar (en El Burrito) ni una botella de vino. He preferido comprarme un traje.
Autodestrucción.
De Molina, Tomeo dice: “-Es un hombre rudo, un héroe, un hombre que mantiene mujer y seis hijas de la literatura!”.
Pero Tomeo también cree que Molina es inculto.
Me dice Molina (igualmente Tomeo) que este diario es de medianía, que no será tomado en cuenta, etc. ¿Es que acaso la medianía no existe, no tiene valor? ¿Es que acaso la medianía no es la que mueve al mundo? ¿No serán estas medianías lo más grande de España en esta hora y punto? ¡Vaya usted a saberlo! Hablo de las medianías porque hasta ahora es lo que conozco.
Como en un relato bíblico se podría escribir que Lilian vivió en concubinato tres años con el pintor Guinovart y todo terminó porque Guinovart, queriendo hacerse un nombre en América del Sur le dio unos cuadros para que los expusiera en Colombia y Lilian los regaló en una borrachera que cogió, o los vendió a un mal precio para emborracharse con unos cuantos poetas de un grupo llamado nadaístas.
De abril: Sueño con Domingo Fuentes. Ha montado una librería en el Congreso y le va a las mil maravillas. Yo duermo allí, como empleado de la librería, pero no hago nada. Siempre estoy entre sueños, caminando con la boca pastosa y buscando un grifo de agua para coger un buche y enjuagarme. Cuando me miran me avergüenzo.
Alguien desea entregarme un libro de cocina: “-Pero usted escribe notas, ¿no?”, pregunta. Le respondo que sí. “Dos al día”. Un comunista, congresista, se me acerca: “-Cuando estuve en París, Malraux me habló de las declaraciones que diste para “La Vanguardia”. Yo estoy prendido de la rama de un árbol. Un chorro cae de lo alto y quiero enjuagarme la boca.
Esto no lo desenreda nadie. Molina (que se fue anoche a Palma de Mallorca) me llama por teléfono: “-¿Argenis? Bueno, hazme un favor, llama a casa de Beneyto… ¿qué sabes de Beneyto?…Bueno…bueno…fíjate, lo he llamado a su casa, me atiende su mujer y me dice que Beneyto ya no vive allí y que esa no es su casa… ¿sabes qué sucede?”.
Pues, le digo que no. Y me extraña, le digo, porque yo lo llamé a eso de las tres y me atendió él mismo. Yo lo llamaba para preguntar por mi correspondencia.
- Bien -, continúa Molina- trate de localizarlo y le dices que me llame de urgencia a casa de Subia.
Se despide Molina y yo me pongo al habla con Beneyto. Le telefoneo y él mismo se pone. No le hago preguntas y le doy el reclamo de Molina.
Compro una Historia de las Cruzadas, los recuerdos, de Murice Baring y un ensayo sobre Goya: “Las pinturas negras de Goya”, por Emiliano M. Aguilera.
Por carta, tanto el Beneyto como el Molina, se han enamorado de la Alejandra Pizarnik.
“Sin literatura y sin falsía si hay un (a) alma sincera esa es la mía.” Doce de la noche. Lilian no llama. La obligué a besar a Molina y a Tomeo. “-Tú abusas”, dijo. Y desapareció. Lo siento. Lo he sentido. Lo he sufrido. En mis actuales condiciones yo me enamoraría de la primera mujer que se me atravesara.
De abril de 1970.
Pasé una noche de todos los demonios, como decía mi papá. No podía dormir y me vi obligado a tragarme libro tras libro, o páginas de libros tras páginas de libros de Malaparte, Valle-Inclán, García Márquez, Woolrich, Pfandl, Baring, Ramos-Oliveira.
Cuando me dormí era día abierto, así como se dice noche cerrada y me llamó Tomeo “para darme una gran noticia”:
- ¿No sabes quién está aquí? Pues el dueño o el director de “El Nacional”. Dio una recepción anoche en el Hotel Presidente a la que asistieron García Márquez, Carlos Barral (enumeró otros nombres que no recuerdo)… Debes llamarlo.
Yo me niego.
Sí, sí, insiste. Llámalo debes llamarlo.
Lo sé. Tomeo sabe que el director o dueño de “El Nacional” es “un tío muy importante”. Desearía conocerlo, entregarle sus libros, etc. ¿Pero quién puede ser?, le preguntó. ¿Uslar? ¿Miguel Otero? Lo ignora. Bien, le respondo que llamaré a ese Hotel Presidente. Yo pienso que se trata de Miguel Otero Silva. Barral, eso se ha dicho en Venezuela, le edita una novela sobre delincuencia. Esto se ha dicho. Es a lo que viene.
Por no dejar llamo al Hotel Presidente y don Miguel no está. “No responde”, dice la telefonista. Yo no me he identificado.
Juega dos cartas, me recomienda Tomeo. Y yo juego tres. Hoy he llevado nuevas copias de “Entre las Breñas” a Tusquets Editor. Aunque Tomás Salvador y Picazo prometen editarme mis libros, he llamado a esta otra puerta. Los derechos serán para el primero que meta los originales a la imprenta.
Compra de libros: “Historia y Enajenación”, por André Gorz y “Cromwell, Lord Protector de Inglaterra”, por E. Momigliano. Yo esta biografía de Cronwell ya la he leído. Recién empezaba mis amores con M y la leía en un auto que me llevaba a Los Caracas, donde ella pasaba una Semana Santa.
Son las 7 y media de la tarde (de la tarde, no de la noche) y estoy recordando las tardes que pasaba con M en Bruselas. Los Estanques, el edificio de la Radio Televisión Belga, la Calle del Hipódromo, la subida por Ixelles hasta casa.
Lo mejor de nuestra vida.
Buen título. Es curioso. A mis mujeres las he dejado cuando sentía que más las quería. “Tu mamá es bonita, ¿verdad, Valentina?, le decía yo a Valentina pocos días antes de abandonar a J por M. Y a Mirna la abandoné en los días en que mi amor por ella se convertía en ternura, en espera, en delicadeza. Un mes antes habíamos visto una película con Paul Muni y sufrimos la separación de los amantes
Viernes, 17 de abril
Una y cuarto de la madrugada: En el Hotel me tienen un papel que dice:
“Molina le ha llamado”.
A instancia de Tomeo visitamos a Otero Silva en su Hotel Presidente: Otero Silva nos brinda un whisky. Su hija se ha casado con Luis Alberto Crespo. “-No te metas con él”, me dice. “-Si te ataco es porque los caroreños se cuidan unos a otros y tú te metiste con ellos.” Dice que Ramón J. Velásquez no habla nunca; habla, pero no dice nada. Tarre Murzi es su enemigo, aunque es estos días se saludaron. “La Vanguardia” se ha reproducido en Venezuela (lo que yo dije). Salió la novela de Torcuato de Miguel y allí se me anuncia. ¿En qué podré ayudar a Tomeo?
Otero Silva da unas declaraciones en Tele-expres. Joan Guillamet me llama. Tengo que cuidarme del yerno de Miguel Otero Silva. “-Mario, hijo, te estás propasando”. Le dije a Miguel Otero que ni Batallán ni la Miyó han debido reproducir mis declaraciones, pues nunca lo hacen. “-Es que usted tiene muchos enemigos allá”, me dice. “-Usted se los busca”. ¡Claro, si yo no me los buscara cómo los tendrá! Este ha sido mi mayor acierto: echarme enemigos encima. Un tipo que un día coge un camión y llega a Caracas a mendigar. Un Hitler de las letras. Sin ayuda de nadie. Más bien entorpecimientos a causas de las mujeres y de la política.
Miguel Otero lo tiene todo: dinero, un periódico que le da fama, adulantes, amigos ilustres, etc. pero le falta lo que desearía con toda el alma: ser escritor. Ahora me ha dicho que escribió una novela “moderna”, “¡Nueva!”. ¿Qué quiere decir con esto? ¡Que está al día! Hizo malabarismo, etc. Cualquier novela de no importa qué tiempo para estar al día lo que tiene que ser es buena. Y esto lo ignora Miguel Otero Silva. Le pregunté que qué era ahora. ¿Diputado?
-¡No! – exclamó.- ¡Diputado y senador!
Sí, lo es todo. Lo que no puede ser es como Vargas Llosa o García Márquez. Aunque yo no paso a éstos dos que estoy nombrando, pero es esto lo que quiere ser Miguel Otero Silva. Quiere ser vedette. En el Hotel Presidente de Barcelona ha sido uno más. Está ilusionado con la noticia que le dedicaron en Tele-expres, y yo me pasé por los cojones la página que me dedicó “La Vanguardia”. El talento no se compra.
Toda la noche sin dormir, cuando me vine a dormir, a eso de las 9, me llama J. G. quien entrevistó a García Márquez, que éste le dijo que yo no había leído “Absalón Absalón” y que había leído muy mal “Cien años de Soledad”.
Sueño con Tarre Murzi. Ha puesto una librería que me entrega. No sé los precios de los libros y creo que todo el mundo roba. Y tengo un gran sueño. Tarre Murzi lo ha hecho por ayudarme, por darme un trabajo y yo no sirvo para nada. Lo que pienso es en el suicidio. En el fondo de la librería que me había dado Tarre Murzi estaba la ropa de M. Y a mí me resultó de lo más natural.
Leo en “La Vanguardia” de hoy: Venezuela restablece relaciones con la Unión Soviética. ¿Qué dirán los comunistas ahora?… los de Venezuela…
Nadie, ni por asomo, dice la verdad. Si la dices, te responden que te moderes. “-Malo, malo. Usted es muy abierto”. Sólo en algunas novelas se dice la verdad.
Son las 5 y media de la tarde: llama Lilian y se corta la comunicación. En determinados casos diría Maquiavelo, es permisible que nuestra propia novia sea puta. Lilian llama, se corta la comunicación. Yo espero. Pasa media hora. Vuelve a llamar. “-Mañana volveré a llamarte. A la una y media del mediodía”. Sí, Lilian, me digo, tienes de amante a un viejo, a un marido que sólo te deja cada fin de semana porque tiene que darle el paseo dominical a sus hijos. El engañado es él, no yo. Pero yo callo. Ella insiste: “El asunto del piso me tiene loca”. “Esto es un puteismo de arriba abajo,” le digo a Tomeo.
- Sí, pero no se lo digas a nadie-, me responde.
Yo, ahora de unirme con una mujer, sería con una mujer putísima o con una niña purísima de 14 años. Aunque esto último lo dudo. La hija de la dueña de casa tiene esta edad y se me acerca y me pregunta: “-¿Qué libro me recomendaría usted que leyese?”. Le digo que se espere un momento. A mi me gusta la niña y quiero hacerle un favor; me desviviría por ella. Subo a mi cuarto y bajo con “El cuento de Mi Vida”, de Andersen. “-No –dice-, esto no. Yo quiero un libro que hable de prostitución. Esto me lo paso yo por el forro”. Me quedo mirando a la niña. Le digo: “-¿Ha leído al Marqués de Sade?”. “-No”, responde. Bueno, le prestaré un libro del Marqués de Sade si no sale a mostrarlo por ahí”. Y vuelvo a subir a mi cuarto y bajo con un libro del Marqués de Sade… Esto se lo cuento a Tomeo y Tomeo me dice: “-Yo no te envidio ni a la Fanni, ni a la colombiana, pero si te tiraras a la hija de la dueña de casa te envidiaría toda la vida. Está riquísima”. Es cuestión de edad. La hija de la dueña de la casa tiene 14 años.
Del mes de abril.
Dos y media de la madrugada: ahí al lado hay una pareja haciendo el amor y como el tabique es endeble los oigo respirar fuerte. Oigo también el movimiento de la cama. En este momento hablan y les oigo y por eso me pongo a escribir en esta máquina: para hacer ruido. Ya han hecho el amor dos veces consecutivas. Y es muy tarde para que yo concilie el sueño. Me parece monstruoso el oír o sentir que dos personas hagan el amor. He sudado y recordé cuando yo lo hago con alguna mujer.
Hoy, hace tres meses, que llegué a España. Salí el 17 de enero de Maiquetía y llegué el 17 en la mañana a Madrid y ya en la tarde me encontraba en Barcelona.
Hago el máximo ruido que puedo para no oír a esa pareja que se revuelca. Tengo que dominarme para no terminar con una puta. Ya mañana, si Lilian no me falla, tendré una mujer. Por lo tanto, debo dominarme. El hombre ha salido al pasillo, o la mujer tal vez. El hombre puede orinar en el lavado, pero la mujer no. Así que debe haber sido la mujer la que salió al pasillo. Esa mujer tampoco se lavará. Como a Lilian, le gustará que la mojen toda.
A media de la mañana. Acaba de llamar Molina desde Palma. Me ha enviado 50 separatas y aun no me han llegado. “Me cago, dice. ¿Qué habrá pasado con eso?”.
La pareja de anoche era de franceses.
Pierdo la mañana en eso de renovar la visa. En tres jefaturas no saben darme ninguna razón. De un sitio me mandan a otro. “-Mire, vaya usted aquí”, es lo que me queda en la cabeza. Compro “El Astrágalo”, de Albertine Sarrazin.
No mejoro mi ficción. No voy a la ficción desde hace dos años. Desde hace casi dos años. Desde hace casi dos años no escribo ningún cuento ni proyecto ninguna novela. El sentido de narrar como que ha muerto en mí. Porque yo sé que no se debe narrar por narrar. ¿O fue que ya hice lo que tenía que hacer en la narración? ¿Pero qué género me espera ahora? ¿O, si es versos de Fray Luis de León, de Rodrigo Caro, de San Juan de la Cruz y de Jorge Manrique y salí a buscar “Las cien mejores poesías de la lengua Castellana”, de Menéndez Pelayo y no encontré el libro. Creo que compraré el “diario” de Eugene Gladstone O’Neil. No he leído a Eugene Gladstone O’Neil, pero dejó un diario, que es mucho decir. Ya es sabido que en España no se escriben diarios íntimos ni memorias. Las memorias de Baroja son un hueso. Y compro las de Benavente y resulta que esas no son memorias ni nada; las titula “Recuerdos y olvidos” y son más olvidos que otra cosa.
Para ser algo en Venezuela no hay que ser nada. He allí la clave. El doctor Ramón J. Velásquez, por ejemplo, no es nadie ni nunca ha sido nadie. Sin embargo, lo ha sido todo: secretario general de la Presidencia de la República, Director de periódicos, jurado en los concursos nacionales de literatura, de historia, etc. ministro, y (sin ser economista) presidente de Pro-Venezuela. Es escritor sin obra. En el momento que escribo esta nota el Dr. Velásquez es Ministro de comunicaciones y es considerado como escritor “galano y fino”. Lo de ministro pase, pero como escritor sólo tiene un prólogo a un libro de un general del siglo pasado. Se me olvidaba anotar que el Dr. Velásquez, por este prólogo ha sido nombrado académico de la lengua y de la historia. Debe ser otras cosas que ignoro.
Como persona puedo decir que el Dr. Velásquez es inconstante. Se ha enemistado con todos aquellos a quienes ha servido. Se enemistó con Capriles, que lo puso a dirigir un diario, se enemistó con Betancourt, que lo nombró secretario general de la Presidencia de la República; se enemistó con los Otero, que lo pusieron a dirigir “El Nacional”… En mi caso personal, el Dr. Velásquez cuando estuvo caído fue mi gran amigo. Nos veíamos, me invitaba a comer y cuando yo no lo visitaba preguntaba por mí. Luego, cuando nos veíamos, me interrogaba: “¿Qué se había hecho? Tengo que hablar con usted. ¿Cuál es su opinión sobre tal situación?”. Yo le decía mi opinión. El callaba, oía atentamente, observaba y afirmaba. Pero ya en el poder, aunque me saludaba muy cordialmente y hasta me abrazaba, no se acordaba para nada de mí.
Ahora comprendo que Venezuela es una España chica. Desembarco y lo primero que me dicen es que no hable nada de mí. Sea hipócrita, me dicen, de otra forma se enemistará con todo el mundo. Y esto, porque me profesan amistad. “-Así como es usted no conseguirá nunca nada. Todo lo que usted dice es verdad… pero malo, malo… malo para usted….”.
Para triunfar hay que demostrar ser estúpido o un muy sabio que no perjudica a nadie.
Y como no tenía nada que hacer se la pasaba en su cuarto peinándose.
¡No seas tan estúpido, sé menos sincero!
¡Pero claro que Lilian tiene un novio que es casado! Hemos comido. Ella ha querido que la acompañe a hacer unas compras y me he negado. “Estoy en el hotel”, le dije. Y era como una despedida. En el hotel he visto a dos niñas de 14 años y he estado conversando con ellas. A una le elogiaba los ojos. Se fueron y me quedé con Sergio, el guitarrista, solo en la sala y en esto llegó Lilian cargada de paquetes. ¡Mierda si hay quien entienda esto!
Ahora es preferible una puta. Uno termina y listo. No tiene uno que soportar a una mujer en la cama cuando ya está saciado. Dormir …morir tal vez soñar …, como decía Hamlet.
Y Lilian es una de esas personas egoístas. En Cadaqués Tomeo le decía a una joven salvadoreña que es pintora que le iba a presentar a un periodista de “La Vanguardia” para que le hiciera una entrevista.
- No, déjala- decía Lilian-, déjala, ella es muy joven. Todavía no es pintora.
De mi Lilian dice:
- Este que quiere ser escritor.
A Sergio, que es profesor de guitarra, acaba de decirle:
- Dominas la guitarra, pero todavía te falta mucho.
Entonces Sergio canta y ella sigue:
- Eres mejor guitarrista que cantante.
O sea, que Sergio no es nada.
Mi más grande orgullo a esta edad en que tengo 34 años sería robarme a una joven que tenga 20 años menos que yo. ¡Lo demás es tontería!
Más se ve la vida en estos tipos mediocres o pequeños que yo trato que esas lumbreras. La verdadera vida se ve en la completa agonía. Y yo estoy bien entre frustrado y resentidos. Dostoyevski descubría aquí la sal de la vida para sus novelas. También encontraba aquí la verdadera vida: suicidas, santos, locos, etc. Ningún consagrado hay en las novelas de Dostoyevki, en las obras de Tolstoy, de Balzac, de Shakespeare, de Cervantes, en fin de los grandes creadores, porque la vida, ellos lo han descubierto, es una frustración para quien la vive.
Del 20 de abril:
Llego al hotel (he pasado dos días y dos noches en compañía de Lilian) y encuentro un paquete de Molina: 50 sobre-tiros de “Bajos los Cielos sin Tiempo”.
Mientras dormía con Lilian tuve dos sueños: uno con M y otro con un baile que se desarrollaba en la casa de J.
Primer sueño: yo regresaba, llamaba a M por teléfono y quedábamos en encontrarnos en un hotel. Yo la esperaba. A veces la angustia me crecía y quería acercarme hasta su trabajo para espiarla. De pronto ella apareció con Carolina. Pero no era su rostro, no era el rostro de M lo que veía, sino el rostro de una europea joven, hermosa y sonrosada. Segundo sueño: yo veía a una pareja: hombre y mujer. Bailaban y yo contemplaba la espalda delgada de la mujer. Tomeo se puso a bailar con el hombre de la novelística norteamericana. Citaron a Thomas Wolfe. El hombre se apoyó del estante de los libros y éstos se vinieron al suelo. Aquí se acerco mi cuñado Freddy quien dijo que esos libros estorbaban allí y que haría que los subieran. “Los cuartos de arriba, dijo, también están llenos de libros”.
Lilian cuenta: Cuando tenía entre 7 u 8 años fui a hacer una compra en una farmacia. Yo esperaba mi turno y en eso me fijé en un cuarto. Yo era muy curiosa. Le pregunté al farmaceuta: “¿Para qué es ése cuarto?”. “¿Ese cuarto?”, me respondió, para poner inyecciones”. Le dije que si podía pasar y pasé, y cuando estaba dentro el hombre, un hombre ya de edad, empezó a agarrarme y tantearme por entre las piernas. A mí me gustó. Estaba asustada, pero me gustó. Después, cada vez que yo iba a la farmacia, el hombre me preguntaba: “-¿Quiere que le pongamos una inyección?”. yo le decía que sí y entraba. Después, por ahí como por los 11 hasta los 14 años yo jugaba con otros muchachos al matrimonio. “-Tú eres mi mujer”, me decían los muchachos. ¡Oh!, tuve muchos maridos en esos juegos. Pero mi virginidad la vine a perder a los 20 años con un tipo de mi misma edad. Nos acostábamos siempre sin lograr nada porque ninguno de los dos sabíamos nada de eso. Luego, un día si pasó lo que tenía que pasar. Yo me asombré porque yo no me creía virgen. Yo creía que había perdido mi virginidad en todos aquellos juegos a los matrimonios.
Muy poco le gusta a Lilian hablar de ella y de sus amores. Pero anoche me dijo que el hombre que más la había querido, un ruso, se volvió loco leyendo “Bajo el Volcán”.
-Igual me pasó a mí-, le dije.- Cierto, nunca he leído una novela que me sobrecogiera tanto.
Pero ella lo dejó, porque le decía: “O Bajo el Volcán o yo”. El ruso no respondió palabra y Lilian lo dejó… lo dejó por un mes… se reencontraron… volvieron a separarse… al ruso no le pasaba la impresión del cónsul muriendo a manos de aquellos bandidos mexicanos justo cuando volvía a pensar en el amor, aquel amor ahogado en mezcal y buen aguardiente.
Del mes de abril.
Anoche también dormí con Lilian. “-Podemos ser buenos amigos”, me dice “- ¡Con cuántas mujeres más te irás a acostar tú!”, me dice. Esta pregunta yo nunca me la había hecho… Lilian, mujer práctica, alquila un piso para, a su vez, alquilar unas habitaciones y obtener un pequeño porcentaje.
Lilian me habla de los dos piropos que le echaron ayer:
Uno me dijo: “llevas un tiznao”.
- ¿Qué quiso decir con eso?-, le pregunto.
- ¡Yo qué se! A lo mejor me vio un sudor en la axila y se excitó… bien, y otro me dijo. “¡Qué buen polvo eres!” .
Compra de un libro de Mary McCarthy: !Mujer!: ¿en qué compañía andas?”.
Mal día. Anoche Lilian dejó la puerta abierta y yo me resfrié. Yo no podía conciliar el sueño, ella me gritó que yo no la dejaba dormir con mis “movederas” y se levantó y se fue al otro cuarto de su apartamento. “-Esto también nos separa”. Dijo cuando se iba con una cobija al hombro.
El muchacho que trabaja en el hotel, de unos 14 años se cae y da al traste con las cosas que lleva en una bandeja.
- ¡Qué has hecho!-, exclama la dueña.
- Es la edad-, le digo yo-: A esa edad ese muchacho se va haciendo ilusiones, va pensando en mujeres…
- ¡Pregúnteme lo de mi hija!-, exclama la señora-: Hoy me ha preguntado que tienen los chicos por delante, ahí donde uno tiene esa cosa. ¡Hacen cada pregunta!
- Sí -le respondo yo, traicionándome y traicionando a la chica-, ya me pidió unos libros de pornografía.
Pensando en escribir una novela objetivista. ¿De dónde me sale esto? Tal vez de ver ese retrato de Mary McCarthy.
Más confianza tienen los otros en mí que yo en mi mismo.
Y cuando estoy solo en este hotel recuerdo mi vida con M en Bruselas y me gana la tristeza. “Por un millón de recuerdos!”, exclamaba Wolfe. En este momento yo daría todo por olvidar ese millón de recuerdos. Pero hace tiempo que no soy novelista. Pongamos dos años. Receso o final. Porque no soy otra cosa. Ni ensayista, ni versificador, ni historiador. Era un simple relatista. ¿Pero y ahora?
La gente lo que quiere es que la quieran. Los místicos, o los que se creen místicos, en su impotencia de ser amados se dicen: “Lo importante es amar, no ser amado”. Esto es mentira. Lo importante es engañar, para que lo amen a uno.
He llamado a una bailarina que conocí en casa de Fanni. Se decía enamorada. No se iba a su trabajo porque esperaba una llamada de su novio. (¡El hombre más bello del mundo! Exclamaba). Esta tarde, en mi soledad, la he llamado.
- ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu novio?
- Mal, chico, mal. Muy sola.
- ¿Pero y tu novio?
- Bien, salimos todas las noches.
- Bueno, entonces no estás mal…tienes un novio que amas….
- Pero eso no es todo. Yo también me siento sola. ¿Por qué no llamas más a menudo?
- Bueno, ya llamaré para que demos una vuelta.
- Sí, sí, llama por ahí como a las tres que es cuando me levanto.
Elecciones en Bogotá. Invasión en Cuba. Muere un candidato a la presidencia en República Dominicana. Etc. Y yo estoy débil y estoy solo y en esta situación recuerdo a M y la vida que llevábamos en Bruselas y si no regreso a mi país por ella es por temor de enterarme con quién está ahora.
Lilian y yo parecemos dos náufragos. Pero ella tiene miedo. “-Me parece que tienes 24 años”, me dice. Tiene miedo y se domina. Y yo también me domino y recuerdo que el médico Heredia me dijo: “-Ustedes dos nos daban lástima”. Y Lilian no miente. Anoche me puse un preservativo y ella gritó. “Es la primera vez que lo hago con eso”, dijo. Y Fanni volvió con su primer amor. O su segundo amor. Tomeo la vio en Sitges con él y ella le dijo: “¿Y Argenis?”. fue todo. Fanni quiere a su novio, pero se acuesta con otros “para olvidar”. Y no puede. Es difícil olvidar. Lilian se acuesta conmigo y no olvida al ruso. Y el ruso se volvió loco (tal y como me pasó a mí) leyendo a Malconl Lowry. Y yo vivía con M y M me decía: “Estabas impresionadísimo leyendo ese libro”. Lo va a matar, me dije yo cuando llegaba a la parte en que el bandido apuntaba al cónsul. “-Van a matar a este hombre”, le dije a M.
La casa de mi hermana en San Juan de los Morros. Enfrente había un bar. El apartamento de mi hermano José en Sarria; los borrachos cantando ranchera y maldiciendo hacia las ventanas. Un domingo y dos días de fiestas seguidos, lo pasé jugando a las cartas. Perdí lo que me había ganado en un mes. “No dejé ni para una puta”, era lo que me decía porque estaba peleado con M y no tenía mujer. Una necesidad. Lilian no se lavó ayer y anoche no estaba muy bien que digamos. Hoy cargo su olor en mi sweter”. Durmió con mi sweter. El único que poseo. “Me voy a acostar con mi sweter”, le dije. Y ella pensando: “Cuántas mujeres te quedarán por acostarte con ellas”. Y elogió mis ojos. Los llamó sedosos. Estábamos muy pegados… y ahora una canción que oigo en la radio me hace recordar a mi hermano Alirio. Venía a caballo. Fue un día en que mi tío Guillermo nos llevó a un hato. Y Alirio cantaba rancheras. En el regreso mi tío Guillermo ordenó detener el auto de mi tío Francisco. “Me robaron el dinero”, le dijo mi tío Guillermo a mi tío Francisco, y el ladrón está aquí”, dijo señalando hacia atrás, hacia nosotros. Se bajo del auto y registró a Alirio y Alirio tenía el dinero en el bolsillo. “-A estos muchachos- dijo después-, no me los traigas más al hato”.
Pero es cuando estoy con otra mujer o me hallo en la soledad de mi cuarto cuando recuerdo más a M.
Encuentro con Tomás Salvador en su quiosco de Las Ramblas. Le compro su novela “Los Garimpeiros”. Me dice que ha leído “Gritando su Agonía”.
- Hay un novelista ahí -me dice-. Pero pienso en la censura. Pero saldrá, saldrá.
En la dedicatoria me pone que seré un “boom”. No me gusta la palabra porque combato a esos del “boom”.
A las 10, Tomeo viene a casa con los originales de su nueva novela. Me lee las primeras 11 páginas. Sin duda esto que escribe Tomeo es original y supera sus libros anteriores.
He tenido fiebre durante todo el día. Ahora mismo tiemblo.
Del mes de abril
Nuevo sueño con M. Me dice que en Semana Santa se fue de vacaciones a alguna parte. ¿Con quién?, la interrogo. No responde. Y mi odio renace.
- ¿Con quién aprendiste a hacer el amor? -le preguntó la mujer al hombre.
- Con putas -respondió éste y en su voz había una gran satisfacción.
Al cine: “Antonio-Das-Mortes”.
Llamó Lilian: Ahora desaparecerá hasta el sábado, que es cuando queda libre del hombre casado que tiene. Del sábado hasta el lunes actúo yo. ¡Desgraciado quien mal piense! Pero eso es lo que pienso de ella. No se lo digo porque me ahorro el pagarme una mujer. Ella sabe lo que pienso y el sábado me decía: “-Te saldré más barato que una puta. Deja quinientas pesetas allí”.
A media de la tarde: me telefonea Molina. Me dice que si he recibido dos paquetes de separatas que me ha enviado. Le respondo que no y se extraña. Me dice que está preocupado con Antonio. Lo llama y de allí no le contestan. Me dice que en caso de que Antonio quede mal le eche una mano. Molina supone que Teresa algún día abandone a Beneyto y éste quede en el desamparado. “Es un muchacho a quien aprecio mucho”, me dice Molina.
Llama Lilian. No podrá verme esta noche. Trabajará en su apartamento. Quiere ponerlo “lindo” porque mañana irá una joven a ver el cuarto que alquila. Ni siquiera sabe si me ve mañana porque llega un señor de Italia y tiene que recibirlo.
M salió a la calle y gritó: “Me ha condenado a muerte!
Yo me reí. Ella gritaba para que el hombre (o mujer) que estaba en aquella casa la oyera.
Rosita iba a robarse un libro.
¿Pero cuál?, le preguntó a su marido.
¡El de tapas azules! -le respondió su marido.
Ca, ca, que los oí,- dijo el librero.
Me lo robaría para ti -dijo Rosita.- Pero ya que no puedo lo pediré prestado y te lo pasaré en máquina. Los dos nos agachamos debajo del mostrador y nos reímos.
Rosita sale en la portada de un diario: Está en compañía de un hombre que se ha escapado. El hombre ha sido acusado de uxoricida. Rosita lo defiende. Se ha escapado con él y lo oculta. Aunque se ha ido con otro hay en mi alegría por saber de ella. Nunca será mía, nunca la tendré, pero yo tampoco he pensado en eso. Yo viviré con otras mujeres, pero siempre amaré a Rosita.
Del mes de abril.
Lo peor es cuando uno se encuentra en un callejón sin salida. Se ha sido relatista, se han escrito novelas y de pronto no sé es ni lo uno ni lo otro. ¿Porque qué va a escribir uno si las cosas están dichas de una u otra manera por unos y otros? Ahora mismo agarro “El reformatorio”, de Torcuato Miguel y allí sólo veo un ejemplo dostoyevskiano en tono menor, de mala calidad, aunque se busque el mismo camino. Pues me voy a Dostoyevski o a Kafka. Pero cuando se está recordando el pueblo de uno, cuando se está recordando la mujer que uno abandonó en un invierno y luego volvió a abandonar en un país tropical, no hay que negarlo, se siente uno un hombre que no encuentra su lugar en la tierra. y más cuando uno no puede estar tranquilo en un sitio cualquiera. Entonces vienen los recuerdos de una noche en la plaza. El mar corre como grandes escalinatas.
SOLO.
La escalera de caracol.
Nunca me había sentido tan solo como ahora. Me he levantado, he ido a la policía a arreglar el asunto de la permanencia y he estado deambulando por las calles. Infinidad de veces he entrado a este cuarto, me he tumbado en la cama con un libro y luego casi en seguida me he levantado para volver a salir. Y encima de mi soledad, me siento enfermo. Mi pensamiento va de J a M. Y en las calles las mujeres se me parecen a la una o a la otra.
Viernes, 24 de abril.
El indio Perdomo y yo pasamos por un campo donde se jugaba al béisbol.
Déjame probar esta vieja llave, me dijo el indio. Y se metió por un corredor y comenzó a hurgar en una puerta. “-Sirve, dijo, todavía sirve”. Salimos y caminamos por las calles desiertas y llegamos a otro campo donde también se jugaba al béisbol El bateador dio “un buen toletazo” y corrió. He podido quedarme porque el juego se presentaba reñido. Pero yo recordé a M y sin despedirme del indio me fui a la vieja casa que mi papá había dejado abandonada por aquellos lugares. “Me iré sin verla, me dije, y el viaje es largo”. La casa era un establo y yo dormía sobre unas tablas, arriba, para protegerme de los animales del monte, o en un chinchorro que estaba cerca de un teléfono. “No -me dije-, antes llamaré a M. No me voy sin despedirme, sin decirle que me voy, acaso me diga algo”. Y lo que quieres es que te diga que te quedes, ¿no? Me tendí en el chinchorro y busqué en la guía telefónica el número de la Universidad. No lo encontraba. “Entonces, será mejor que me acerque a ella”, me dije. “No -me respondí de inmediato-, ha de estar con otro, es mujer que no puede estar sola… pero no me voy a ir sin antes verla… no cometeré la estupidez de las otras veces…”. No encontré el teléfono en la Guía y me eché en el chinchorro. “-Si no aparece aquí, hay algo que me protege y que me dice que no le hable”.
Recordé cuando ella misma me instaló en una barraca de los barrios más pobres de Caracas para luego abandonarme. Me veía viviendo en aquella pobreza y perdía ante sus ojos. Me di vuelta en el chinchorro y amargamente contuve las lágrimas.
Un rato más tarde me arrastraba por las tablas del techo y dormía y soñaba con un juego de béisbol. El indio Perdomo me acompañaba.
Un momento, me dijo, voy a entrar ahí a probar esta llave.
Al cine: “Rebeca”, de Hitchcock.
Del mes de abril (Nota que pertenece el día de ayer):
Lilian me llama para insultarme: “-Tú siempre estás hablando de ti, de lo que vas a hacer. No respetas la presencia de otro, que tal vez ha vivido más que tú.” Hay amargura es sus palabras. Sigue: “-Yo me jodí años en París sin pedirle nada a nadie para estudiar montaje y soy la mejor “montadora” en Colombia. Me he entregado a cuatro hombres, tres pintores y un escritor y jamás les pedí nada. Cuando tenía 18 años seguí a un pintor a París. Yo tenía 18 y él 30. Pero el hombre era maricón. Yo era feliz con que sólo él me agarrase las manos… oye, no tengo ninguna beca, ni ninguna ayuda y dejé el consulado por hacer algo y ahora estoy jodida, pero estoy luchando y no me le quejo a nadie… Luego grita: “-¡Búscate otra mujer porque a mí no me verás más!”.
Por la noche Tomeo me lleva a un sitio que está de moda. Y lo primero que veo es a Guinovart, un pintor que fue novio, o que vivió con Lilian tres años. Lilian fue a Colombia a montar una exposición de este pintor y mientras aquélla trabajaba para él, éste se casó con otra mujer, una profesora que había sido novia de un venezolano.
Eso fue ayer. Hoy Lilian ha vuelto. Hemos comido. Ella ha visitado unos hippies. Yo espero en el hotel a que ella regrese de unas compras. Luego iremos a su apartamento. Tomeo se fue a Sitges. Tomás Salvador dice que editará “Gritando su Agonía” sin llevarla a censura. Candel invita al café. Candel admira a Hemingway. Para Candel no hay otro escritor como Hemingway. Candel dice: “-Ustedes en América conocen a todos los escritores españoles menos al más grande: Francisco Candel”. Candel es tan viejo que perteneció a Caballería, al verdadero y real cuerpo de caballería, de caballos de verdad. Tiene 45 años.
Mi gran defecto es que no quiero olvidar. No es que no pueda olvidar, es que no quiero olvidar.
Buscando entre viejos papeles cae en mis manos una carta de M: “¿Vamos a repetir lo de Bruselas?” ¡No!, ¡No, nunca, nunca más volveremos a vernos! Así acaba todo. En “Infierno” Strindberg despide a su segunda mujer. No sabe, ni siquiera piensa que dejará de verla y no la ve más en toda su vida. Ni volverá a ver a la hija que tuvo con esa mujer. Se autocastiga Strindberg. Un día le escribe: “Quédate, porque he encontrado otra mujer.” Y es mentira. Vive en un infierno. Se ve acosado, perseguido, vigilado, viviendo en la más completa soledad. Ahora recuerdo a Strindberg. ¿Cuántas veces, en el filo de la noche, no me he levantado y le he escrito una carta a M para pedirle perdón, y para insultarla o para decirle que tengo otras mujeres, cartas que luego rompo? ¡Oh, Hellen, vuelve a mí!, así exclama el personaje de “Envuelta en la Oscuridad”.
Dos complejos de culpa (cuando dejé a J por M y cuando dejé a M en Bruselas por temor a matarla) me persiguen. Ahora no tengo a ninguna de las dos y yo expío mi culpa. Como el cónsul en “Bajo el Volcán” antes de que lo matarán sus asesinos. Leía entre nieblas las cartas de su mujer que nunca leyó. Pero esa noche, como una premonición (oh, bendita palabra), como una premonición leía aquellas cartas. ¡Váyase sálvese! ¡Salga de aquí! ¡Mala, mala, esa gente es mala! ¡Oh!, ¡extranjero¡ En su delirio creía oír una sonata de Mozart y era que lo lanzaban por un desfiladero. Y cuando despiertes en la soledad de tu cuarto…
26 de abril.
A Sitges a casa de Javier Carles Tolrá. Estaba la Fanni con su marido. El marido celoso, no se le separa; nunca me miró a la cara. Después de la comida se levantaron y no volvieron hasta la noche, cuando Tomeo, Lola Besses y yo estábamos en el auto.
Allí conocí a Pascual Maisterra.
27 de abril.
Regresé y trabajaba en una librería con mi antiguo patrón José Rivas. Salí y me monté en una tapia para alcanzar una línea del teléfono, conectar un aparato y llamar a M. Me fue imposible. Los esfuerzos eran buenos, pero me fue imposible. Estuve a punto de caerme. “Mejor así”, me dije como siempre. O como el zorro de las uvas. Pero caminé y de pronto iba con ella de la mano y nos deslizamos por un barranco.
Llueve.-
Esta tarde, pagándole, fui con una mujer.
Al cine. “El circo”, de Chaplin.
28 de abril.
Adriano y yo nos cruzamos en una calle. Volvimos a cruzarnos. De pronto nos vimos caminando juntos. “Vamos a una librería de viejo”, le dije. Adriano iba incómodo. “Y después a la Cadena Capriles”, le dije. Yo me reí: “Vamos a ver qué dice la gente cuando nos vea juntos”, insistí. Saltamos desde un camión. O mejor dicho, salté yo solo y caí en un arenal. Un niño que había ahí me echó un puñado de arena. Yo me sentí pesado para correr. El niño trató de volver a lanzarme arena y yo hice un esguince. Luego empecé a lanzarle yo también puñados de arena. ¡Iba yo ahogando a ese niño con puñados de arena!
Tomás Salvador me dice que editará GRITANDO SU AGONÍA. “En el verano”, dice.
Cena con Tomeo: éste se ha reído cuando ha visto a una mujer vestida con botas de montar a lo Brigitte Bardot.
Mala cosa. Hay tiempos (años) en que uno pierde el sentido de la creación. Se vuelve uno vulgar, común. Se dice que el ocioso comprende más las cosas que el ocupado. Elogio a la ociosidad, dice Russell.
Tomeo ha discutido con la camarera y ha logrado que nos hagan un descuento. “¡Es qué va a cobrar la merluza!”. La camarera ha ido a la cocina, ha regresado y ha restado las 65 pesetas que costaba la merluza. “Hacemos el papel de imbéciles. Toda esta gente que viene aquí es imbécil. La gente decente, la verdadera gente come en su casa, está ahora en su casa. ¡Chulacos!”. A todas las personas Tomeo las llama cerdos. “La Gunda es una cerda que se chupa los dedos”, dice de una alemana que no se pudo llevar a la cama.
Hijo único. Treinta y ocho años. Dónde se encuentre tienen que telefonear a sus padres para mantenerlos tranquilos. No podrá casarse. Las mujeres no lo soportan. “La que más me ha durado, cuenta, es una húngara que llegó indocumentada. La llevé a mi casa y la protegí, pero después que le arreglé los papeles se marchó. ¡Cerda!”. En su última novela, no obstante, la que se salva de una catástrofe es una putica.
29 de abril.
Mis enemigos son poderosos y fuertes y conscientes de su poderío y de su fuerza. Debo luchar con cautela. Ceder para golpear. O golpear, golpear cuando vea la oportunidad. Nadie salvo yo mismo podrá defenderme. Andreiev y sus 4 intentos de suicidio. Se murió de muerte natural.-
Por la tarde el cine: “Dios y el diablo en la tierra del sol”.
Tomeo viene a casa con los originales de su nueva novela. “Tenemos cuatro días de fiesta – me dice-. No iremos a Cadaqués, pero eso sí debemos llevar mujeres. Si no encontramos dos mujeres, pronto, dirán que somos maricones”.
Y un tipo que está en el hotel le dice: “Compra “Ceguera al Azul”, nadie la compra”. Antes Tomeo le había explicado al tipo que él era autor.
30 de abril de 1970.-
Jueves. Esta noche partiremos hacia Cadaqués.
Carta de Molina. Me pide que pase por Destino a recoger los originales de su novela “La Rueda”.
Estábamos Tomeo y yo en el café de abajo haciendo planes para Cadaqués cuando se nos acercó una mujer que nos preguntó: “-¿Quieren jugar a los novios?”. le respondimos que no, que éramos casados. “-¿Me puedo sentar?”, insistió la mujer “Sí, ¿por qué no?”. La mujer dio una vista en torno al bar y luego dijo: “¡Maldita sea el cardenal! ¡El es el culpable de que yo me haya degradado tanto!” Y dio un golpe contra la mesa. “No golpeé, le dijo Tomeo, hable pero no golpee”.
La mujer echó el cuento de su vida. Dijo que era de Figueras. Habló en catalán.
Y aunque quiero a M, no puedo vivir con ella. Le he mandado cartas insultantes, No he podido olvidarla un segundo. Y mientras más hago por olvidarla, más la recuerdo. O es que no quiero olvidar. ¡Ese pensamiento me va a perseguir siempre! Recordé la primera tarde que salimos en Bruselas a comprar comida para hacer en casa. No sabíamos hablar bien francés. Decíamos sa en español en vez de sel. Una noche (ella estaba en estado) salimos a dar una vuelta y nos mojamos. Yo la empujaba y la gente nos veía y se reía. Luego recordé las tardes en que veníamos de la Universidad en tranvía. Los Estanques de Ixelles.
Ella camino dejándome detrás con los bultos. La alcancé y la abracé por la cintura. Ella vestía de rojo. No hallaba qué decirme nada. Yo tampoco le dije nada. Sólo la abrazaba con la mano que tenía libre. ¡Me duele de todo corazón haberos ofendido”. Una vida no vale un recuerdo. Es cierto. Pero …
Como en el poema de Juan Ramón Jiménez, todo me recuerda ella. Las lecturas, el cine, las calles, este cuarto donde paso 16 o 20 horas al día. Porque estoy descubriendo el secreto.
















