Por: Pedro Luis Bastardo Vallenilla
A mediados de agosto de 1816 Bolívar desembarca en Guiria. No lo recibieron bien. Bolívar había apartado al general José Francisco Bermúdez de la expedición de Los Cayos porque éste no había querido reconocerle el mando supremo. Bolívar expresó, usted y sus compañeros hicieron públicamente de atentar contra mi vida y de elevarlo a usted a la autoridad suprema.
Bermúdez buscó entonces al general Santiago Marino, tras media semana de tensiones, el día veintiuno discutieron a los gritos. Bolívar quería invadir Guayana unificando las tropas de Mariño con las de Manuel Piar. Los demás se negaron y al día siguiente, decenas de soldados y oficiales de Mariño y algunos líderes locales levantaron al pueblo con el cuento de que Bolívar quería llevarse el ejército de la ciudad y dejarla a merced del realista, asesino español, Francisco Tomás Morales. Abajo Bolívar, traidor, viva el general Mariño, viva el general Bermúdez, la cosa se puso maluca, mi coronel, le relató el teniente José Antonio Sucre. Unos cuantos caminaron directo hacia Bolívar con la intención de apresarlo, o de matarlo de una vez, yo qué sé. El desenvainó y los enfrentó, solito, muy valiente y muy puesto, se abrió paso entre ellos con la espada en la mano. Al principio, nadie se atrevió a tocarlo, pero cuando ya se retiraba, mi general Bermúdez tiro la espada, que mal rato, gracias a Dios mi coronel Isava se interpuso, también el licenciado Marcano, que si no, ahí mismo corre la sangre.
Los ánimos por fin se calmaron. Mariño convenció a Bermúdez de guardar su arma, mira que Bolívar te mata a la primera estocada. Bolívar regresó a Haití.
En vísperas del Año Nuevo, Bolívar regreso de Haití con armas y nuevos reclutas, desembarcó el treinta y uno de diciembre en Barcelona, escribió frenéticamente a todos en demanda de la Unidad, era eso o la derrota definitiva de la república, y obtuvo respuestas alentadoras, aunque no todas sinceras. Bermúdez se acercó entonces a Barcelona al frente de la vanguardia de las tropas de Mariño. El Libertador lo esperaba en el puente sobre el Neverí, incapaz de olvidar que la última vez Bermúdez había lanzado su espada contra él. Esta vez se miraron desde la distancia, se saludaron agitando la mano sobre el hombro, acercaron sus monturas, se apearon de los caballos y se fundieron en un estrecho abrazo con sonoras palmadas en las espaldas mientras las tropas aplaudían y vivaban a los jefes patriotas.
Comentarios: Simón Bolívar al bajar de su caballo y dirigirse al general José Francisco Bermúdez, quien estaba en compañía del general Santiago Mariño, el primero cumanes y el segundo margariteño, sin dejarse amilanar, atravesando los que vociferaban que era cobarde y traidor, demostró las bolas que tenía, nadie lo tocó. A Bermúdez lo retuvieron evitando un derrame de sangre. Lo cierto que Sucre estaba presto en caso de enfrentamientos, defendía la propuesta de Bolívar, debemos unirnos para vencer. Cuando se habían calmados los ánimos, Bermúdez desenvainó y el general Santiago Mariño lo convenció de guardarla, y le dijo Bolívar en las primeras de cambio te mata.
Lo cierto que nuestra sangre heredada de ellos es arrecha. Bolívar no le paró bolas a los presentes, pero también tenemos que destacar que Bermúdez a sabiendas que batirse con Bolívar era perder la vida, no se amilanó.
Conclusión: todos nuestros Libertadores fueron arrechos, tenían las bolas del tamaño de un coco. Con razón en el extranjero, sobre todo en Estados Unidos, vociferan que los venezolanos tenemos bolas que cuando raspas el suelo echan candela.
Caracas, 04-12-2021
Fuente: Libro: » El Mariscal que vivió de prisa.» De Mauricio Vargas Linares
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