29 de enero de 1969.
Hoy, después de haber llegado a mi país, empiezo a escribir este diario de nuevo. Llegué, pues, el sábado en la mañana, hace hoy cinco días y lo primero que hice fue ver a mis hijas, las cuales no reconocí. Clara, la mayor, tiene 8 años y estudia música (composición). Por la noche salí a dar una vuelta y en las librerías vi «Papeles de Son Armadans», de noviembre con mi novelita; lo que quiere decir que aquí han pensado mucho en mí y se preocupan por mi obra. La gente me trata mejor que antes. Muchos me han dicho que tenía razón cuando me opuse a las guerrillas y que los comunistas ahora es cuando entienden lo que dije yo hace cinco años.- Domingo Fuentes se ofreció a editar aparte, en una edición de lujo, «La fiesta del Embajador». El domingo lo pasé en el Museo de Bellas Artes y allí me encontré con Luis Esteban Rey y con Isaac Pardo (a quien traté por primera vez).- Ludovico Silva me dijo que había leído «La fiesta del Embajador».- Por la noche me metí en el cine vi, por cuarta vez, «Rebelde sin causa». El lunes fui a “El Nacional” y hablé con Uslar Pietri, nuevo director, y con José Ramón Medina, quien se me puso a la orden.- Visité después a Márquez Salas y salí con él y lo obligué a comprar «Papeles de Son Armadans».- El martes volví por su oficina y elogió mi novelita. Almorcé con él.- Hoy es miércoles y Olga González, directora de la página de arte de la Republica me hizo una entrevista y me dijo que había llegado menos violento de Europa.- Me interesan estas entrevistas porque quiero hacerle propaganda a la «Fiesta del Embajador».-No hace mucho acabo de hablar por teléfono con el Dr. Ramón J. Velásquez y quedamos en encontrarnos el viernes a las ocho de la mañana.- En la calle después de dejar a Fuentes con quien pasé parte del mediodía me encontré con J. A. Mogollón quien fue el que me dio el teléfono del Dr. Velásquez. Mogollón me dijo que en toda Venezuela andaban comentando mi novela y la calificaban de excelente.- No he leído nada desde que me encuentro aquí. -Acaba de llamar de Barcelona mi hermano Adolfo para saludarme. Leyó en la Republica que yo había llegado.-
30 de enero de 1969.-
-Voy donde el Dr. Uslar. Me dice que esta en la primera vez que dirige un periódico. Antes trabajo durante 12 años en publicidad ARS. Me dice que su estilo, a pesar de no haber cambiado, ha sufrido una reforma. Yo le digo que su estilo, a pesar de no haber cambiado, ha sufrido «reformas»: Cuando empezó con «Las lanzas coloradas» usaba frases cortas, y luego, en sus demás novelas ha utilizado frases cortas, y luego, en sus demás novelas frases largas. Me dice que eso es cierto, pero en el cuento que publicó en su libro «Pasos y pasajeros» tecnifica una parte con frases cortas y otra con frases largas. Yo le digo que podría empezar por ahí para escribir las notas para la página que me dice desea reformar.
.-De ahí voy a La Republicas. Olga González, la directora de la página de arte, trabaja en la entrevista que me hizo, que posiblemente aparezca mañana. Me dice que habló con Jesús Alberto León y éste se expresó muy bien de mí.
-Voy a la librería Historia a saludar a Castellanos.- Luego vengo a almorzar y leo unas páginas de «Aurelia», de Nerval. Salgo para ir a ver a mi hija Clara que estudia música en una escuela del Inciba y en la acera de la Librería «La France» me tropiezo con Alfredo Armas Alfonzo. Me invita a ir a pasar unos días en su casa del oriente del país. Yo le digo que no pierda el hilo de su libro «Los lamederos del diablo». Me dijo que le gustó mucho la nota que hice sobre su libro «Como el Polvo». Me dijo que como ahí lo comparaba con Sherwood Anderson salió a buscar libros de éste y sufrió una gran emoción. Nos despedimos y quedamos en vernos mañana a las 7 de la noche.
A dios gracias he cogido el ritmo y sigo este diario.
31 de Enero.-
Sale la entrevista en la República.-Separo una página para enviársela a Cela. Me levanto muy de mañana y leo varias páginas de cualquier libro antes de salir a la calle. Hoy leí varios capítulos de «Aurelia», de «Nerval». Necesidad de andar con una libreta en el bolsillo para llevar notas apartes de este diario para escribir una novela. Me lleva y me trae el personaje de Cela «Pascual Duarte».
Le mando a Cela el recorte de la entrevista. Termino de leer «Aurelia», de Nerval. Sigo con el diario por escribir algo. Me dicen que tenga cuidado, que aquí desaparece la gente. Unos me dicen que me cuide del gobierno y que Márquez Añez asesina gente, y otros me dicen lo mismo de unos grupitos comunizantes que actúan en la Universidad.
Fui, nada más que para tantear el terreno, a ofrecer unos relatos a la editorial Monte Avila. Hablé con Benito Milla y le ofrecí que me re-editará «La Fiesta del Embajador». Me dijo que iba a buscar la revista donde aparece el relato y que después me dirá. Yo pienso que ese relato, a menos que me lo edite Fuentes o lo edite yo por mi cuenta, nadie más me lo hará.
Son las 9 de la noche y me acabo de despedir de Alfredo Armas Alfonso. Estuvimos sentados en un café y él me habló de cuando se ganó el segundo premio del concurso de cuentos de El Nacional en el año 49. Me dijo que el primer premio se lo habían escamoteado y se lo habían dado a Uslar Pietri por su «Baile de Tambor». El jurado (compuesto por Márquez Salas, Paz Castillo y Miguel Otero Silva) había dejado el veredicto para ese otro día, pero ya señalado él (AAA) como el seguro ganador. Pero en esto llega y se presenta la madre de Arturo Uslar Pietri y le dice a Miguel Otero que su hijo había mandado un cuento y que cómo iba a ser posible que no le dieran el premio a él, máxime cuando estaba en el exilio, que pensara lo que había hecho Arturo por ese diario, etc. Bueno, al otro día se llegó a la conclusión de que no se le debía dar el premio a un tipo tan joven como AAA porque eso podía envanecerlo y liquidarlo como escritor. Y así fue. El tercer premio se le dio a Mariano Picón Salas por un capítulo de una biografía sobre el Padre Claver que envió con el título «Los Batracios». Salimos de ese café (el Gran Café) y caminamos por Sabana Grande. AAA me habló de Antonio Arraíz y de la traición de que era objeto por parte de su primera mujer, una hermana de Teresa de la Parra. Luego hablamos de Guillermo Meneses y del asunto de que lo abandonara su mujer y se fuera con un periodista de apellido Rangel. AAA dice que la mujer de Meneses debe andar por la edad de piedra de la menopausia. Meneses sufrió un golpe con esto y se emborrachaba a diario hasta que le dio una parálisis que lo mantiene postrado. De Fabbiani Ruiz me dijo que era un resentido y que preparaba un libro sobre la narrativa venezolana y que tiene un largo trabajo sobre mí. Yo, para Fabbiani Ruiz (me dice AAA) no soy un hombre serio. Después, cuando pude hablar, le dije yo AAA que cómo le parecía que escribiéramos una novela entre los dos a ver que sale. Que nos fuéramos Clarines, al interior y lleváramos un diario de lo que veíamos por allá y de lo que uno veía en el otro. Se entusiasmo. Yo le hablé de mi viaje y él me habló de su señora, que es 20 años menor que él. Según parece tiene un problema con esto porque se siente un poco cincuentón. Yo no le pregunté nada porque me parece esto un punto delicado. Su señora le ha dicho que se vayan del monte y él le ha respondido que no deja por nada su tierra, ni los sitios donde ha escrito sus relatos. Su mujer apenas si conoce sus trabajos y no tiene nada de intelectual porque así lo ha querido él. AAA me regala su último libro: «La Parada de Mimós». Yo creo que del entusiasmo que le he trasmitido AAA salió corriendo a empezar su diario y meterá todo lo que le conté de lo que me pasó en Bélgica. Yo siempre he sentido una gran admiración por AAA y creo que le debo algo en mi aprendizaje como relatista. Para AAA mi novelita que me publicó Cela es un panfleto tremendo y que no doy ninguna salida. Dice que le gustó menos que «Entre las Breñas» y «Donde los Ríos se Bifurcan». Para mí tengo que esta novelita que me publicó Cela es una obra maestra por las del tipo de Unamuno, aunque nada tenga de Unamuno. En fin, que cada uno tiene su gusto. A Márquez Salas, por ejemplo, pensé que no le iba a gustar por la cuestión de que es demasiado directa y se entusiasmó como no lo esperaba. En cambio, AAA que es más directo que Márquez Salas y va ahora hacia el naturalismo no vio allí sino un panfleto, una burla y una venganza. Aquí estoy escribiendo estas notas en la sala del apartamento de mi mamá porque aquí no tengo piezas donde escribir o leer.
1º de Febrero (1969)-
Es muy difícil recordar un sueño cuando se duerme a la ligera, en un cuarto de camas literas donde hay otros cinco hombres. Anoche estuve leyendo los cuentos de Armas Alfonzo; son más diálogos que otra cosa y ninguno alcanza la calidad de sus cuentos de juventud. Espero no caer en esto y seguir tan espontáneo y tan lleno de vida como antes; para eso necesito seguir viviendo peligrosamente, aventurándome en todo lo que me salga y no haciéndole concesiones a nadie. La idea de viajar con AAA al interior me entusiasma. Un trabajo impuesto (dentro de lo que uno hace) es el mejor entusiasmo. Se obliga uno a trabajar y no hay nada más creador. «Trabajando se hace más», creo que decía J. R. Jiménez. A pesar de la incomodidad con que vivo en esta casa de locos: en tres habitaciones duermen 12 personas que se viven peleando e insultando; nadie tienen aquí preocupación intelectuales. Tengo una hermana que piensa que gritar es tener carácter. Desde que trabaja se cree más independiente y con derecho a mandar en la casa. Todo esto me molesta. En los llanos de Apure se asaltan hatos. Era lo que quería hacer yo cuando me fui a enguerrillarme en el Guárico y me detuvo la policía de Las Mercedes del Llano. A lo mejor me hicieron un favor. No me abandona la idea de Cela: recorrer el interior del país con una libreta; llegar al pueblo por su lenguaje, anotar las palabras, las frases, las expresiones, las leyendas.
Creo que he creado en Venezuela una generación de escribidores de diarios íntimos.
Domingo Fuentes le lleva al linotipista la revista de Cela donde aparece «La Fiesta del Embajador» para hacer una edición especial.
Estoy pensando que lo mejor que hago es irme al interior con AAA.
2 de Febrero.- Domingo.-
Hoy sale en “El Nacional” una notica que escribí sobre el libro de Antonio Molina «Solo de Trompeta».
Anoche estuve con AAA hasta las 10 de la noche. Está entusiasmado con la idea que le di. Hemos pensado dedicarle quince días a la novela escribiendo un capítulo por día que no sea inferior a cinco cuartillas. Yo pienso narrar lo que he vivido últimamente. El personaje se llamará Gabino Barrera por un borrachito que vimos la otra vez en un bar de Sabana Grande que gritaba: «Yo soy Gabino Barrera. Yo soy Gabino Barrera, del Estado Trujillo». Y cuando los mesoneros le decían que se retirara, se metía la mano en el bolsillo y seguía gritando: «Yo soy Gabino Barrera. Yo soy Gabino Barrera. No me moleste señor. Yo también tengo centavo.»
Vamos a ver qué pasa.
4 de Enero.-Martes.
Ayer fue un día perdido. Hablé con Siso Martínez, quien me regaló dos de sus libros. Hablé con José Salazar Meneses, quien me dijo que Morales Crespo, para acabar con una mujer, tienen que dejarse dar una pela primero. Hablé con Consalvi y me dijo que fuera hoy por el Inciba. Fui a la hora convenida, las 9, y no llegó en dos horas. De allí me fui a Pro-Venezuela a hablar con el Dr. Ramón J. Velásquez, con quien almorcé. Cero lectura. Armas Alfonzo se fue sin despedirse y sin darme el prólogo que me ofreció para la edición de «La Fiesta del Embajador» que hace Fuentes ahora.
Sale una nota en la revista Bohemia sobre «La Fiesta del Embajador». Félix Guzmán me invita a cenar para que le identifique los personajes. Las revistas, al menos las que trajeron a Caracas, se han vendido. De aquí a que Fuentes saque la nueva edición ya será conocida por todo el mundo. Ramón Sosa Montes de Oca también cargaba un ejemplar. (Ayer me llamaron de Bélgica). Asunto revista. López en apuros, cree que el nuevo embajador, el coronel y el consejero Ganteaume presionarán enviando informes para que lo pasen a retiro. López dice que lo acusan de hacerle propaganda a una revista que editó una novela contra el ejército.
5 de Febrero
Recibo carta de Antonio Molina en la que me dice que le gustó mucho «Entra la noche», título que le puse a «Gritando su Agonía» para mandársela a Cela.
6 de Febrero.-
Corrijo hoy las pruebas de «La Fiesta del Embajador» que editará Fuentes en breve.
8 de Febrero.
Creo que esta vez me irá peor que antes. Consalvi me dió una cita para el martes y no fue en todo el día. Yo creo que esta gente quiere sacarme el cuerpo. No lo iré a visitar más. Esperaré a que sean ellos los que me busquen. Yo triunfaré. La otra vez me encontré con Fabbiani Ruiz en la librería Cruz del Sur y me dijo que estaba organizando una antología del cuento venezolano, pero que en ella no me incluiría a mí porque consideraba que mis cuentos son más clásicos que ningún otro. Lo que pasa con Fabbiani es que no me incluye en su antología porque le harían la vida imposible en la Universidad. La reacción hacia mí de los comunistas es peor esta vez. La gente dice por ahí que yo tuve razón y que los comunistas no hacen otra cosa que repetir mis palabras y que nunca se hicieron una autocrítica ni hablaron con franqueza, como lo hice yo. Espero pasar este tiempo con la venta de la nueva edición de «La Fiesta del Embajador». Por ahí he visto a Adriano[1] y pienso que si él me ha visto debe pensar que yo soy el hueso más duro de roer en toda la historia de la literatura venezolana y que algún día alcanzaré «los máximos galardones».
En la calle, cuando esperaba a un joven de apellido Becerra que quería presentarme a un médico de apellido Rodríguez Ramos, me tropecé con la hija mayor de Morales Crespo y me miró con furia; al menos vi cómo torció la boca cuando me miró. En seguida pensé, entonces, que ya Morales había leído la novela. Anoche fui a la inauguración de una librería y saludé a Consalvi; desde que me dio cita y no fue ni llamó para preguntar por mí, decidí no solicitarlo más y pasar al ataque. En la entrevista que sale mañana en “El Nacional” digo que no he tenido ni tengo ayuda de nadie y recomiendo se lea mi novela «La fiesta del Embajador», que es el peor alegato contra las relaciones exteriores del actual gobierno. Y como por la maleta se saca el pasajero, es posible que todo el gobierno adeco sea medido con la misma medida.
Fui por “El Nacional” y José Ramón Medina me regaló el Papel Literario de mañana. Estuvimos hablando largo rato y yo le eché todos los cuentos de la embajada de Bélgica y de los militares y del embajador del consejero. José Ramón Medina me dijo entonces que el gran despecho que tiene Marucha (y que ha tenido toda la vida ) se debe a que estaba locamente enamorada de Jóvito Villalba y éste nunca le hizo caso; que su afán (el de Marucha) era el de tener un hombre que figurara; de ahí le vino ese rencor y ese odio que siente hacia Jóvito y hacia URD. Esto que me cuenta J R M pega con lo que me dijo Márquez Salas cuando le identifique a Morales Crespo, su compadre, en «La Fiesta de el Embajador». «Igualito lo pusiste, me dijo Antonio. Pero has debido agregar que lo que ha llegado a ser Morales se debe a que su mujer es la que le hace las hallacas a la mujer de Leoni y a todos esos adecos encopetados. Fue ella la que le consiguió ese ministerio»
9 de Enero.
Fui a la imprenta de Fuentes a Trabajar en la maqueta y de allí me fui al Museo y a las primeras personas que vi fueron Urruila y Luis Esteban Rey y Olga González. Luis Esteban me dijo que la gente andaba diciendo por ahí que yo había embromado muy feo a Eddie Morales y que éste comentaba: «Pero si no le hice nada a ese señor. Si le hubiera hecho algo». También dicen que Manolo Rivero dice lo mismo. Luis Esteban dice que ya me estoy pasando para Copei y la Olga González dice que yo escribí esa novela para congratularme con los comunistas. Total, la misma historia. Antes los comunistas decían que yo escribí «Entre las Breñas» para irme con el gobierno.
“El Regreso” (buen título para un libro).
10 de Febrero.
Por la mañana, a la imprenta de Fuentes. Fuentes ha estado solicitando un pintor para que haga las ilustraciones. Dos se le han negado: Borges y Espinoza, ambos comunistas.
10 y media. Entre Veroes y Torres me crucé con Vicente Licausi (uno de los personajes de «La Fiesta del Embajador» (y a quien Morales Crespo le quiso abusarle su mujer). Vicente Licausi bajó la cabeza para no saludarme.
11 y media. De casualidad no me llevé por delante al mismísimo Morales Crespo; salía del Banco Mercantil y Agrícola de la esquina de San Francisco, pasó y se rascaba oreja.
11 de Febrero.
Debo anotar que todos los pintores que Fuentes ha solicitado para que ilustren «La Fiesta del Embajador» son comunistas y se han negado porque el libro es mío, de un “renegado”. No obstante, todos estos pintores trabajan para el gobierno y le hacen propaganda pública a las «realizaciones del gobierno».
Lo primero que hice al llegar a Venezuela fue asombrarme de que todos aquellos tipos que me atacaron llamándome traidor están empleados en los institutos de cultura del gobierno y ya no quieren saber nada de comunismo. «Aquí uno hace lo que le da la gana», es el comentario que me hacen. De lo que colijo que se pasaron en silencio y para evitar que los ataquen, se siguen llamando fidelistas y revolucionarios. Uno de ellos, Pérez Perdomo, me dijo que las novelas de Salvador Garmendia eran contra el gobierno. «-¿Contra el gobierno, le dije yo, y son editadas por el INCIBA?» Luego le dije que yo había ido a hablar con Milla para que re-editara «La Fiesta del Embajador». Hice esto para probar «la independencia» con que se mueve la tal «Monte Ávila». Milla me dijo que la leería. Luego volví y me respondió que se comentaba que «La Fiesta del Embajador» era muy corta. Yo le ofrecí entonces varios relatos más para formar un volumen apreciable. A él se le olvidó, cuando volví a verlo, que yo le había ofrecido esos relatos e insistió que el texto era demasiado corto. No insistí. Por qué si ahí editan «literatura contra el gobierno» no editan «La Fiesta del Embajador» No, «La Fiesta del Embajador» pone al desnudo, con pelos y señales las lacras, no del gobierno, sino de todo el sistema democrático. No se me quita de la cabeza la imagen de todos aquellos «diplomáticos» en sus carrotes abusando por las calles de Europa en busca de putas. Un coronel, Sánchez Olivares, solamente recibe 14.000 dólares al mes; nunca va a la embajada; a allá sus adjuntos decían que recibía quinientos dólares para la oficina y los metía íntegros en su cuenta bancaria. Este coronel sólo vive pendiente de que no lo pasen a retiro y todas las noches, entre doce y una invoca a José Gregorio Hernández; él mismo ha hecho correr la voz de que tiene poder para comunicarse con los espíritus.
Inmorales Crespo (si me atacara, le pondría este nombre en la novela).
Ciertamente, la gente siente una gran animadversión hacia mí. Procuraré portarme sereno y dominarme. Evitar provocaciones, huirle a las provocaciones.
Me tropiezo con Orlando Araujo y nos tomamos unas cervezas. Me regala su libro «Venezuela violenta» y me escribe: «Con la amistad de siempre». Orlando es uno de los pocos hombres que yo aprecio con toda sinceridad intelectual en este país. Otras personas que aprecio son: Sanoja Hernández, Eduardo Acevedo, Adriano González, etc.
Fuentes le dio la revista a Pedro León Zapata para que viera a ver si hacía las ilustraciones de la nueva edición de «La Fiesta del Embajador». Me dijo Fuentes que Zapata le dijo que lo estaban cazando, tanto los comunistas como la gente de la oligarquía. Si se resbalaba lo jodían. ¿Qué peligro, no?, ¡mi libro! Si Zapata lo ilustrara quedaría mal con los comunista porque el libro es mío. Si Zapatas lo ilustrara quedaría mal con la oligarquía porque ahí a quienes jodo es a las fuerzas vivas y a sus lacayos.
Nunca me he sentido tan solo como ahora.
No hace mucho me decía «más vale la gloria del Che» y no hallaba cómo concluir. Luego pensé con admiración en Camilo José Cela.
12 de Febrero.
Debo lograr que se me edite fuera. La gente me mete entre Adriano y Garmendia. Soy el menor de los dos; de Adriano 4 años y de Garmendia 5 o 6 años. Debo autodominarme y trabajar. Esto último que escribo está demás. Lo importante es no impacientarse y mejor pasar desapercibido. Por ahora tengo la vista puesta en el concurso «Leopoldo Alas» al cual concurrí con mi libro de cuentos «El Catire»; me molesta que se me fue un «yo» demás; ojalá ese «yo» no moleste al jurado. Angel Rama tiene en su poder la nueva versión de «Entre las Breñas» y Cela una copia de «Gritando su Agonía»… No sé cómo me defenderé en este país. No sé de qué ni cómo viviré. Por lo visto la gente aquí no tiene más que dos caminos: o venderse al gobierno de turno o transarse con los comunistas. Yo no podría hacer ninguna de estas dos cosas, porque dejaría de ser yo, esto es: me aniquilaría. Debo lograr por todos los medios imponer «La Fiesta del Embajador». Fuentes, como siempre, está enredado y no saca la novela. No creo que la saque. Y si la saca ya será tarde. Luchar, he ahí la palabra.
12 de Febrero.
8 y media de la mañana: voy donde Pedro Sotillo a buscar un cuento suyo que me prometió.
9.-Voy a la dirección de Secundaria del Ministerio de Educación a solicitar plaza como profesor de francés. Aquí un profesor Belandria me hace llenar una planilla de solicitud de trabajo, lo que quiere decir que no me darán nada.
Del INCIBA, donde el Ministerio de Educación envió otro memorando, tampoco me han llamado.
12 y media p.m. Encuentro con Nucete Sardi en la acera de la Biblioteca Nacional. Le dije que el consejero que dejó en la Embajada de Venezuela en Bélgica había botado la biblioteca.
Ese es un loco – me respondió don Nucete-. Yo lo tenía marginado por idiota.
12 y tres cuarto p.m. Ando con Fuentes haciendo los planes para la edición de «La Fiesta del Embajador» y en la esquina de Sociedad nos tropezamos con la plana mayor de PCV: Gustavo y Eduardo Machado, Luis Aníbal Gómez y Héctor Mujica. Me saludan con toda cordialidad y me abrazan.
-¿Vienes a instalarte aquí?, – me pregunta Gustavo – ¿vienes a asentar cabeza?
Le respondí que no sabía y que Cela me había publicado una novelita contra la oligarquía.
-¿Pero no contra el Partido Comunista?- volvió a decirme.
-No, – le respondí – yo nunca he atacado al partido comunista, – e iba a agregar que combatir una línea no era atacar a un partido, pero ya nos estábamos despidiendo.
3 de la tarde.- Compro los dos volúmenes de la correspondencia de Lawrence. Cuando estaba en Bruselas soñé que regresaba a Caracas y lo primero que hacía era dirigirme al «Palacio del libro» y comprar esos dos volúmenes. Compro también «El Eterno Marido».
4 de la tarde – Encuentro con Luis Beltrán Guerrero. Larga conversación en su oficina del Banco Central. El habló todo el tiempo. Supongo que de cosas importantes. Es desesperante oír a Luis Beltrán hablar, porque parece que se fatiga y él no para.
13 de Febrero
Estoy sin un centavo. Hoy se cumplen dos años de la muerte de mi papá.
Entre la destrucción y el amor, preferí la destrucción.
10 am. Visita a Frank Peñaloza. Compra «La Fiesta del Embajador».
12 am. Conozco a Alí Lasser. Veo a Luis Herrera Campins en la acera de la Biblioteca Nacional y quedamos en almorzar un día de estos.
Me dice Fuentes que Zapata titubea para hacer las ilustraciones de la edición de «La Fiesta del Embajador». Zapata le dijo que tenía una serie de compromisos, pero que él se consideraba el hombre para hacer esas ilustraciones. Dice que se sintió asqueado de los personajes cuando leyó «La Fiesta del Embajador».
14 de Febrero.-
Me levanto a las cinco de la mañana. Soñé que velábamos a mi papá en la sala de este apartamento y lo vimos levantarse de la urna.
Fíjense lo que hubiera pasado si lo hubiéramos enterrado temprano, dije.
Y lo imaginé por momento enterrado vivo y arañando la tapa de la urna.
8 y media am. Visita a Luis Beltrán Guerrero en su oficina del Banco Central, quien me dedica sus dos últimas obras: el tomo quinto de «Candideces» y un discurso titulado «Rubén Darío en Venezuela».
9 am. Voy a la imprenta. Fuentes, como de costumbre, anda en apuros de dinero. No veo la hora en que salga «La Fiesta del Embajador».
Cero actividad. Expectativa. No comprometerme en nada por ahora. Tal vez tenga que soportar dos meses, mientras se encarga el nuevo gobierno, en un mayor estudio u observación de la nueva «realidad» que encuentro. Para escribir con más orden debo hacerme de un «modus vivendi».
Creo que en Venezuela no hay gente decidida. La valentía es una cuestión de moral y no tiene nada que ver con el pistolerismo o exponer la vida. El asunto de que la gente se cuide tanto de la derecha como de la izquierda es un síntoma de cobardía y no «maniobra» o «táctica».
En los carros por puesto y en la calle promuevo discusiones con desconocidos para probar mi fuerza de dominio o mi serenidad.
Dominio y serenidad, he ahí la clave a emplear por ahora.
Me considero solo.
En la tarde, en la Librería Cruz del Sur, saludo a Freddy Muñoz y a Rodolfo Izaguirre.
15 de Febrero.-
Paso casi todo el día en casa. Lectura de «Hitler: la lutte pour le pouvor».
Vienen Clara y Valentina y almorzamos aquí. Creo que, en las pocas horas que dormí anoche, soñé con una calle estrecha y larga que estaba invadida por la niebla. Yo miraba indeciso y no me atrevía a avanzar; no sentía ningún temor.
16 de Febrero.-
Yo la buscaba por diversas ciudades de Europa que recorría a pie. Entraba en Museos. Caminaba por bosques. Varias personas la cuidaban o la protegían de mí. Una tarde seguí a uno de los que la custodiaban y entré a una cabaña. Cuando entré ella estaba por acostarse y me recibió con alegría. Yo me sentí hosco y me dispuse a pasar la noche con ella.
Me estuve diciendo: «yo le perdonaría todo». Ella parecía un animalito acorralado.
Aparece en “La Republica” un artículo firmado por M. S. sobre «La Fiesta del Embajador».
17 de Febrero.-
Zapata se niega a hacer las ilustraciones para «La Fiesta del Embajador».
Le dijo a Fuentes que por «Las presiones». Estas presiones podrían venir de dos lados: de los comunistas o de la derecha. La gente cuida mucho sus lochitas, le digo a Fuentes. Aquí nadie tiene nada qué ver con ideas, sino con sus lochitas. Parece que aquí los únicos que tienen idea son los oligarcas o las derechas. Y los comunistas se temen entre ellos y le temen a los oligarcas. Vamos a llamar oligarcas a todas las derechas. Aquí todo el mundo está mediatizado. Los comunistas trabajan con el gobierno, los artistas trabajan y viven del gobierno. Se temen entre ellos. No le hacen una ilustración a uno, tipo de izquierda, o que represente una idea de izquierda así no pertenezca a ellos, pero hacen exposiciones en la sala Mendoza, por ejemplo y trabajan con los oligarcas, bien en las prensas o bien en la casa de publicidad. Y son con los oligarcas que se reúnen los artistas de izquierda. ¿Quién entiende esto? Yo lo entiendo así: son las lochitas, no las ideas. En el poco tiempo que tengo aquí, no he visto ninguna idea, que se defienda ninguna idea, que se luche por ninguna idea. La gente se dice comunista y ya está tranquila; está ubicada «ideológicamente» y está tranquila, viviendo de su «idea» comunista. Lo mismo los otros. ¿Qué diferencia hay? Una: unos ganan más que otros. Por lo visto el único que se ha jodido aquí soy yo. Jodido por no «enredarme» con nadie, por ser independiente, por mandar a la gente para el carajo. ¿Pero qué «gente» hay aquí?
25 para las once de la noche. Vino mi hermano Adolfo. Todavía cree que para que lo respeten a uno se debe andar ofreciendo coñazos.
Lunes de carnaval. Hay muchos disfraces en las calles. No me gustan los disfraces.
Llamo a Fuentes a su casa. Un dibujante, que trabaja para la «Saparapanda» se ofrece para ilustrar «La Fiesta del Embajador». Fuentes me dijo que vio a Adriano en “El Nacional” y éste le dijo que yo estaba mal del coco. «Ahora y que metiendo a Gervasi en una novela», y que le comentó Adriano.
Me leí un libro íntegro de poesías de un heladero de San Juan de los Morros que es espiritista. ¡Buenas cosas para elaborar novelas! El libro se llama «Poesías Romántica y Racionalista».
Si no fuera por este diario no escribiría nada.
18 de Febrero.-
¿Quien entiende esto? Zapata no me ilustra «La Fiesta del Embajador» porque los comunistas lo embromarían, pero hoy ilustra una propaganda para el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, que es una dependencia del gobierno, siendo que los adecos han sido los que más comunistas han enviado para el otro mundo.
Encuentro con el poeta Rafael José Muñoz en el Gran Café de Sabana Grande. Llevaba horas ahí sentado. Dice que llegó a una serenidad, que debía llegarle. Yo le dije que cuando a mí me llegara esa serenidad, yo me sentiría liquidado, viejo o frustrado. Llega Marta Mosquera, que me es presentada. Ella dice que ahora a Venezuela, que aquí logró lo que nunca logró en su país, la Argentina. Yo le digo que claro, en la Argentina sobran intelectuales y aquí no. Y que en éste país valen son las riquezas.
Claro, no está de acuerdo y dice que la cultura evoluciona junto con el país material. Le respondo que no y que este país para lo único que serviría sería para experimentos atómicos. Me dice que me gusta hacer frases y se va.
¿Y ahora qué hago? ¿A dónde me voy? He pasado la tarde yendo de un sitio a otro. Aquí, el novio de una de mis hermanas me dice que estaba loco por conocerme: tiene una idea: quiere que yo sea el intelectual de un movimiento armado que piensa fundar; él se iría a las montañas y yo me encargaría de difundir los partes de guerra. Se toma unas cervezas y me dice: «Yo sé que tú estás escribiendo un libro, yo quisiera que tú me metieras en él, y su pasión es libertar Venezuela del imperialismo yanqui. Yo más bien creo que como ha oído hablar tanto de mí, o aquí en casa le han hablado tanto de mí, ya me tenía como una luminaria (y no va desorientado) y se puso a inventar todas esas «ideas» de violencias para deslumbrarme o pasar como intelectual delante de mí. A sus 24, le dije yo, publiqué mi primer libro y poco tiempo después me fui para las guerrillas con el primer grupo de guerrilleros que dirigía Juan Vicente Cabezas.
Escribo de pie, como se decía que escribía Hemingway. Cero lectura. El clima empieza a afectarme. Las Cervezas que me tomé con el joven ese me descompusieron el cuerpo. Como nunca duermo de día pasé un largo rato en un mal sopor hasta que me di un buen baño de agua fría.
19 de Febrero
Siguiendo con lo de ayer. Bueno, le pregunté que con cuánta gente cuenta. Me responde que por ahora solo cuenta con el mocho Ledezma. Le pregunto que con cuánto dinero cuenta. Me responde que por ahora cuenta conmigo (que de eso está seguro) y con el mocho Ledezma para que asaltemos un banco. Ya tiene los planes. Los sacó de un suplemento de Rick Kyrbi: él entrará cuando estén cerrando y pasará la noche allí metiendo dinero en un saco, luego, por la mañana, cuando abran las puertas, saldrá como si nada. Le digo que veremos, que no me parecen nada malas sus ideas. En principio pienso que este muchacho lo que quiere es lucirse delante de mí.
Visita a L. B. Guerrero en su oficina del Banco Central. Discusión en torno al lenguaje que empleo en «La Fiesta del Embajador». No creía L. B. Guerrero que los embajadores, sus señoras y gentes de esa clase se expresaran con las palabras que yo les pongo en la boca. Le digo que gente más grosera que esas no existe y que las mujeres son peores. «Parodiando a Huxley, le digo, para las gentes de esa clase, las groserías son una virtud». Me responde que él entonces se siente «fuera de época». En sus tiempos nadie hablaba con tan tremendas groserías. Se refiere a gentes de cierta categoría: profesores, abogados, médicos, etc. e incluso morenitas que han llegado a cierto nivel social. Y cita el nombre de la bailarina Yolanda Moreno. Yo le respondo que para mí las mujeres han sido y son más groseras y audaces que los hombres.
Tarde. En Pro-Venezuela. Conversación con el Dr. Velásquez, quien se defiende de eso que dicen de él, de que es una eminencia gris y su política es de entre telones. Están presentes un médico de nombre Oswaldo Rodríguez Ramos, que escribe cosas de humorismo, y un joven pintor de nombre Simón Becerra.
20 de Febrero
Lectura de «Tobogán de Hambrientos», de Camilo José Cela y de «Hitler: la lutte pour le pouvoir». Cero actividad. Cero escritura. Fuentes que no se mueve. Debo buscar el gran salto en el exterior. Si me ganara el concurso de cuentos «Leopoldo Alas».
Estoy tan acostumbrado al trabajo que viviera dónde viviera, o viviera cómo viviera, no tendría dificultades para escribir. No hace mucho salí a la calle y me devolví a la carrera porque quería escribir. No hace mucho salí a la calle y me devolví a la carrera porque pensé que perdía el tiempo. Me decepciona ver a todos estos escritorcitos venezolanos en los cafés de Sabana Grande. Aquí duermo en un cuarto con otras cinco personas, pero eso no impide que escriba. Me despierto a las cinco de la mañana; me levanto en seguida y leo una que otra cosa hasta que salgo a comprar el periódico; luego, durante el día, leo cuando no hay gente en casa. Afortunadamente todos mis hermanos o trabajan o estudian y pasan el día en la calle. Supongo que muchos presos escribían sus obras en la más completa promiscuidad y eso no impidió que de allí resultasen buenas obras.
Recién llegado me encontré con Ángel Eduardo Acevedo en la cervecería El Viñedo, que es donde se reúnen los intelectuales ahora, y le dije que yo había le había dictado las dos líneas al PCV: primero dije guerra y ellos dijeron guerra, luego dije paz y ellos dijeron paz. Lo que es verdad. Ahora sé que Acevedo anda diciendo eso y la cosa se ha regado.
A Angelito lo botó su primera mujer porque se había puesto muy grosero, se había pasado de maraca.
-No haces si no comer, dormir y tirar, – Le decía Angelito a su mujer.
Y luego soltaba la carcajada.
Al principio su mujer también se reía, pero con el tiempo (Angelito le decía esto a cada momento) le fue cayendo pesado. Hasta que un día no aguantó más y le dijo:
-¡A la mierda! ¡Vamos, se me va de la casa! Vaya a trabajar.
Angelito se sorprendió. Siempre le había parecido una gracia eso que le dijera a la mujer que no hacía más que comer, dormir y tirar. Incluso pensó que su mujer le dijo esos gritos por bromas y le repitió el chiste:
-¡Estas así porque no haces sino gozar! Si te conociera te llamarán la gozona – Luego soltó la carcajada. Pero tuvo que detenerla a tiempo porque su mujer le metió un pailazo por la nuca y le tiró la puerta en las narices.
-Yo te quiero, mi amor – le gritaba Angelito a su mujer desde la puerta.
-Yo te quiero. Eso no eran más que lavativa.
Su mujer no le abrió la puerta y Angelito se tuvo que ir a dormir a casa de un amigo.
-¿Pero qué fue lo que te pasó? – Le preguntaba el amigo.
-Gua, nada, chico, si no que con esa mujer uno no se puede jugar.
-Alguna vaina has debido echarle.
-Nada, chico, nada. Me sacó, eso es todo.
El amigo, incrédulo, le puso un colchón a Angelito en el suelo para que durmiera y le decía:
-Hum, este Angelito. Qué vainas, así con que te sacó la mujer
-Sí, chico, me sacó.- Angelito, en su fuero interno no se explica el por qué la actitud de su mujer. «Una vaina que le he dicho siempre y ahora es cuando viene a estallar», se decía Angelito. Miren que hay vainas!
21 de Febrero.
Me despierto a las cuatro de la madrugada y me estoy dando vueltas por la sala hasta que mi mamá se levanta a las cinco a preparar el café. Inútil repetir que intenté leer y no pude. Por la costumbre (esto se ha hecho una costumbre) escribo estas notas.
Escribiendo notas, tal vez el proyecto de una novela. Anotando a diestra y siniestra. Qué sé yo. Ver, observar, anotar lo que oigo, lo que veo, una frase, un gesto. Movimiento. Como dice Valle Inclán: «Visión cubista del circo Harrys». Esa frase lo vale todo. Resulta que ese Manuel Espinoza que se negó a hacer los dibujos para «Las Fiesta del Embajador» es uno los ilustradores del INCIBA. Se me niegan a mí, pero no al gobierno. ¿Por qué los comunistas lo excomulgarían? ¿Y por qué los comunistas no excomulgan a los que trabajan con el gobierno? No, el gobierno tiene plata, el gobierno paga, Argenis no tiene plata ni paga. Pero no, puede ser que el libro de Argenis esté contra la oligarquía y entonces… Mejor ser comunista y trabajar con el gobierno. El gobierno nos respeta porque conservamos nuestras ideas, y los comunistas nos tienen como de ellos y cotizamos.
Saco en la Biblioteca Nacional y empiezo a leer de nuevo «Vidas Oscuras», de José Rafael Pocaterra.
22 de Febrero.
Secuestro y asesinatos en la Universidad desde que me encuentro aquí. Ayer secuestraron a un estudiante porque lo confundieron con otro. Recuerdo que en 1965, después que di aquella entrevista para “Elite”, secuestraron a un muchacho que se llamaba como yo. Ahora me supongo que este tipo que secuestraron ayer se parece a mí. Ahí sale la foto.
23 de Febrero
Si sigues hablando inglés – le dijo él – te voy a matar.
Ella lo tomó a juego y él la mató. Para él su matrimonio había resultado un infierno. Ella hablaba inglés. Durante toda su vida desde que empezó a ver películas americanas, le dio por hablar en inglés. Le gustaba pronunciar las palabras con la boca torcida. El noviazgo fue, como todos los noviazgos, un momento de dulzura; y él más bien la entusiasmaba en su aprendizaje del inglés. Ella se compró unos discos y después asistió al instituto Venezolano-Americano. Allí ella se hizo de una amiga para practicar su inglés. Después, cuando se casaron ella quiso viajar a los EE. UU. Esa había sido su pasión desde niña, le dijo: Y se fueron en luna de miel; él quería complacerla en todo. Entonces ella le dijo que él también debía aprender inglés para que se entendieran mejor. ¡Cómo sería que los dos hablaran inglés todo el tiempo! Podrían salir a la calle y hablar inglés. La gente los vería y nadie los entendería. Por Sabana Grande ella se detendría y leería en inglés, en voz alta, los letreros de los bares americanos:
-American Bar.
Pero a él aquello le fue pareciendo insoportable. Ella de dio cuenta y le dijo que ya no era como antes, cuando eran novios y él más bien la encorajaba a echar para adelante. El se puso hosco, no le respondía, tenía que atender a sus negocios. Ella le respondió que para evitar que se le olvidara su inglés se iba a poner a dar clases o a buscar trabajo en una compañía americana. El le respondió que ninguna necesidad tenía de eso: él ganaba lo suficiente y bien.
-Pero mi amor, le decía ella, es por mis estudios que yo quiero trabajar.
El empezó a encerrarse en un profundo silencio. Ella empezó a interpretar mal sus silencios. Un día ella salió por su cuenta y encontró plaza en una oficina de importadores de pitillos de plásticos. Allí se hablaba inglés a toda hora. El empezó a buscarla. Descuidó su trabajo y no hacía más que ir a esperarla a la salida del trabajo. Ella le dijo que su trabajo era nada más que para practicar inglés.
-No sé a qué vienen esos complejos, le dijo ella.
Él ya no respondía. Se iba consumiendo. Le dijo esto.
Ella ahora se reía por todo y le soltaba pequeñas frases en inglés. Él estaba cada día más consumido.
-Comprende, mi amor – le dijo ella – si no practicó mi inglés se me olvida-. El ya no respondía. Ella comenzó a temerle. A mediodía se quedaba en su oficina. En vano él la esperaba en la puerta.
-El inglés antes que nada-. Le dijo ella a una amiga con la que se entendía en inglés.
Pero en la tarde si que no hallaba qué hacer, pero salía con esta amiga.
A él no le quedaba más remedio que llevarla a las dos en su carro. Ellas hablaban en inglés y él permanecía en silencio. Un día no aguantó más y le dijo:
-Si sigues hablando inglés te mato.
Él había sido tan bueno. Ella no quiso creer lo que escuchaba.
-¿Tú has oído? -le dijo ella, en inglés a su amiga.
Él las miró y les gritó:
-¡Basta!
En la casa, a solas, él insistió, en que por favor, no le hiciera pasar más vergüenzas.
-¿Vergüenzas por qué, mi hijo? le respondió ella.- ¿Por qué no aprendes tú el inglés?
Ya no se respetaban y ella le respondía a todo.
Ella ya no quería pasar sus horas sino con la gente que hablaba inglés.
Él se sintió marginado. La volvió a amenazar.
-¿Pero por qué, mi hijo, por qué hablo el inglés?
Realmente que por eso no se había matado jamás a nadie.
Por la prensa se supo que él la había perseguido por unas oficinas y le había descargado un revolver frente al cine Lido.
.-Cuál es la consigna?
.-Pido Lido.
.-Pido Lido.
.-Pido Lido.
El hombre llegó a su casa.
(-Venía mareado- le diría más tarde la mujer al periodista)
-Mujer, le dijo el hombre a su mujer, ponme un disco.
(-Fui y le puse su disco preferido, le dijo la mujer al periodista)
-No, ese no, le dijo el hombre a su mujer.
(-Le quité el disco, le dijo la mujer al periodista.- Ese era el disco de cuando nos conocimos. Yo me acuerdo que él siempre lo tarareaba y me agarraba las manos. El disco en el que dice:
¿Dónde estás corazón?
No oigo tu palpitar.
Yo me di cuenta que no se sentía bien. Pero después de todo cuando él se tomaba sus tragos no se sentía bien. Yo creo que era como todo el mundo. Pero por qué, dios mío, por qué)
-Mujer, le dijo el hombre a su mujer, ponme aquel tango, tú sabes, aquel tango.
(-Yo sabía cuál era aquel tango, le dijo la mujer al periodista. Era un tango que recordaba desde muchacho. El quería irse a Buenos Aires y cantar tangos)
-Mujer, le dijo el hombre a su mujer, no tienes un poco de ecuanil?
(-no había ecuanil en casa, le dijo la mujer al periodista. Yo creo que si hubiera habido ecuanil en casa no pasa lo que pasó. Esas cosas pasan cuando no se tienen las cosas que verdaderamente se necesitan en una casa.
-Mujer, le dijo el hombre a su mujer. (Todo esto lo decía, claro, sentado en su mueble preferido, un mueble de la Mueblería Mundial.)
(-Qué?, le respondí yo, le dijo la mujer al periodista).
(Esa no, porque me hiede, le dijo el hombre a su mujer.
(Se veía que estaba del mal humor, le dijo la mujer al periodista).
-Cuando un hombre se va a matar, le dijo el hombre a su mujer, no tiene sino que hacer esto.
(Y sacó su revolver de reglamento, le dijo la mujer al periodista).
-Te fijas-, le dijo el hombre a su mujer-. Así es como se mata un hombre.
(y, PAN, se metió un tiro, le dijo la mujer al periodista).
Estoy terminando mi mandato con la satisfacción de que he cumplido con mis deberes, dijo el presidente en el Táchira.
Y se comieron la vaca que trajeron especialmente para sacarle cría.
24 de Febrero
Hoy hace un mes que me vine de Bruselas. Día agitado. Anoche no dormí. Formé un escándalo a las dos de la madrugada y corrí tres de las personas que vivían en casa recostadas desde hacía dos años
25 de Febrero.-
Pero llegué al otro día, o sea un día como hoy, pero que cayó sábado. Anche dormí como un tronco. Ahora sólo dormimos tres personas de las cinco que dormíamos en el cuarto. Corrí a todos los que no eran hermanos míos. Mi mamá es la única alegre; claro, ella tenía que cocinarle a toda esa gente, lavarles la ropa y atenderles.
Fuentes me prometió que el libro salía el jueves de esta semana. El interesado es él porque esas es una obra suya: quiere hacer una edición bien presentable para exhibirla por ahí y tratar de crear una editorial con otros socios…me perdí, pero lo que quería decir era que yo no creía ni creo que la novela salga este jueves…. Después quiere que le dé todas mis obras por editar o por reeditar. Yo le he dicho a todo el mundo, y es mi idea, que de ahora en adelante haré que se me edite fuera.
26 de Febrero.-
Me dicen que llama «Arturito» Gámez, un primo nuestro, para reclamarme el por qué saqué a su tía y a su primo Salvador de casa y que me atenga a las consecuencias. Lástima que no estaba yo aquí.
En “El Universal” sale una nota de Luis Beltrán Guerrero sobre «La Fiesta del Embajador». No le gustó la novela. De todos modos defiende a Gervasi. O me atacó porque pensó que yo atacaba a Gervasi.
Voy al cine a ver un documental: «Auge y caída del tercer Reich». Encuentro en la calle con Salvador Garmendia y, más tarde, con Ramón Escovar Salom. Lectura de «La novela de los dos años», de Blanco Fombona. Recibí carta de Antonio Molina; insiste en que verá que puede hacer por editar mi novela.
27 de Febrero.
Yo iba acompañado de una mujer, pero de pronto se interpuso otra que no llevaba sostenes y se le presentían las jugosas tetas. Yo me fui quedando detrás y le decía a esta mujer que se cubriera y le agarraba las tetas.
Se acercan días de tormenta para mí. Adquiero los «Himnos a la Noche», de Novalis y «La fiesta», de J. J. Arreola. Todo el día leyendo «La novela de los dos años», de Blanco Fombona. Cero nada.
28 de Febrero.
Voy a “El Nacional” a saludar a José Ramón Medina. Queda en llamarme para que almorcemos juntos. Fuentes enfermo, por lo que supongo se tardará la nueva edición de la novela.
Lectura, a los cipotazos, de «La feria», de Arreola.
Voy por la plaza Bolívar y me encuentro con Tell Troconis. Hablamos de «La amenaza» de M. Ángel Capriles, a quien entrevistan hoy en “La República”, un periódico que siempre lo atacó de las peores formas.
De regreso, en el Centro Simón Bolívar me detengo a saludar a un abogado y cuando lo saludo me doy cuenta que este abogado habla con el Dr. Manolo Rivero, actual Presidente del Consejo Supremo Electoral y que es uno de los personajes principales de «La Fiesta del Embajador». El Dr. Rivero me ve y baja la cabeza y la mete por otro lado. Yo me despido del abogado y camino volteando para estudiar la expresión que pondrá Rivero. En efecto, me sigue con la vista y cuando se da cuenta de que yo lo observo vuelve a desviar sus grandes ojos saltones.
Por la noche salgo a dar un paseo y me tropiezo con Orlando Araujo en Sabana Grande y me dice que envió un artículo sobre «La Fiesta del Embajador para “El Nacional”. Yo le digo que ya la leí y que pensaba que esa nota quien la había escrito era J. Sanoja Hernández. Me dice Orlando que de «La Fiesta del Embajador» se habla mucho en los corrillos de la clase dirigente y que se espera la nueva edición.
.-Por la noche me leo un cuento de Orlando Araujo que aparece en la revista Papeles.
[1] González León (Nota del transcriptor)
















