ARGENIS RODRÍGUEZ…
LA FARSA DE LOS “DIRIGENTES POLÍTICOS” – (“Últimas Noticias” – 9 de agosto de 1969)
En política el hostigamiento o la carnada son los mejores métodos para obligar a las personas a definirse.
Desde 1958 hemos venido recibiendo grandes lecciones políticas, empezando por el señor Rómulo Betancourt, quien se mostró como un cobarde y oportunista, al atacar y hacer blanco de sus furias a los comunistas que eran los más débiles, en lugar de encararse con los verdaderos problemas que presentaba el país. Los comunistas por su parte se presentaron como unos estúpidos y cayeron en la trampa que les tendió el enemigo.
El señor Domingo Alberto Rangel es obligado a salir del partido de gobierno por sostener, que si el yanqui pisaba Cuba, ni una gota de petróleo le llegaría a EE. UU. Crea luego un movimiento de grandes alcances nacionales que le sobrepasan por su impericia y la falta de visión política, luego se repliega y se pierde en el marasmo de la realidad y finalmente queda paralizado sin saber en qué posición política se ubica.
El señor Raúl Ramos Giménez se lleva otra tajada de AD, se sale por la tangente con unos poderosos cuadros de este partido, que son montones de generales sin tropa y terminan disgregándose sin poder hacer nada digno de mención.
Luego más adelante viene el señor Luis Beltrán Prieto Figueroa y le arranca otro pedazo a AD. Aunque éste aprovecha el tiempo para emprender una recia campaña e imponer un cambio en el país no puede escapar a la derrota. Es entonces cuando dice que él nunca estuvo de acuerdo con la DIGEPOL, cosa que jamás confesó cuando ocurrió la muerte del profesor Alberto Lovera, y siendo como era Vicepresidente del Congreso de la República.
El señor Jóvito Villalba contribuye con su granito de arena en la muerte de su hijo putativo, y de paso se hunde colaborando hasta el fin con el gobierno de Leoni.
El señor Arturo Uslar Pietri pierde la perspectiva al entrar a formar parte del gobierno adeco y no crear una burocracia partidista que agilizara el movimiento que levantó con su sola personalidad de escritor.
El señor almirante Wolfgan Larrazábal se estaciona, transige, se exila y luego pedirá ser un militante más del partido AD. En un mitin en El Silencio dirá Larrazábal “-Me han negreado”, sosteniendo que lo habían echado al basurero de la historia.
Traición, traición, traición… mil veces traición, desengaños, patrañas y frustraciones vive el pueblo de Venezuela con cada uno de estos altos “dirigentes políticos”.
Entonces un gran sector del pueblo venezolano se vuelve hacia aquel dictador; comienza a creer en el general Marcos Pérez Jiménez quien aparece con fuerza en medio de estas desilusiones, gracias a sus enemigos. Se le ve, digo, como a un posible salvador. Podría Pérez Jiménez volver, pero está viviendo a cuerpo de rey en Madrid. El lema de este señor debiera ser el del novelista Camilo José Cela: “A mis enemigos que tanto me han ayudado en mi carrera política”.
Un militante de poco rango como Jorge Dáger, ex dirigente del MIR, aparece y desplaza en su propio movimiento a Larrazábal con hábiles combinaciones. Lo que busca Dáger es que lo tomen en cuenta sus enemigos para que acaben dándole una embajada de su gusto. A la final lo conseguirá yéndose como embajador a Argentina, llevará una vida de sibarita, se comprará un Mercedes Benz lujoso, se volverá a casar y eso será todo lo que hará por Venezuela.
Fenecen seguidamente aquellos líderes del campo, otrora dirigente adeco como Ramón Quijada, que amenazaba con movilizar contra la política gobiernera de los adecos un millón de campesinos. Se acaba aquel agudo dirigente copeyano llamado Rodolfo José Cárdenas al aceptar el puesto que le confía el presidente Rafael Caldera. Y COPEI sigue siendo el partido de los abogados hijos de papá, y luego los adecos, otra vez, se van a la espera de un zarpazo cual caimán en boca de caño…
LOS ÍDOLOS – “últimas Noticias” – 14 de agosto de 1969
Hay que acabar con los llamados ídolos apelmazados, para que este país pueda marchar. Hasta el presente Venezuela ha creado ídolos, pero sal Simón Bolívar, ningún héroe de verdad ha aparecido.
El “Mocho” Hernández en su tiempo fue un ídolo que tuvo su buena racha pero del cual en poco tiempo no quedó nada y hoy casi nadie lo recuerda, a no ser los curiosos que hurgan en la historia nuestra. Pero se hurga y se hurga, y no hay nada que valga la pena en “El Mocho” Hernández. Era un ídolo falso como todo los que tenemos y hemos tenido.
El héroe se hace él solo, nadie le da permiso. El que quiere el poder se lo apropia. Aquí es donde fallan los nuestros.
Beethoven que en su oficio era un héroe, le dijo a un príncipe: “-Usted lo que es se lo debe a una herencia, pero yo lo que soy me lo debo a mí mismo”.
Así hablan los verdaderos héroes.
En Venezuela en este terreno de la llamada política de partidos, todo ha sido falso. Una revisión de la cultura y de la política nos mostraría un cuadro desolador y cómico-trágico. Para ser héroe no importa la edad que se tenga. Unos son HOMBRES en plena juventud como Alejandro y otros en la madurez como César o Cronwell. Pero como decía Beethoven es necesario hacerse por sí mismo, no por la propaganda dirigida a través de un partido, o apoyándose en alguien que tenga prestigio. Un hombre con claridad, con fe en sí mismo se impone. En Venezuela es válido decir que todavía hay carencia de hombres. Algunos interpretaron las teorías marxista de manera errónea creyendo que las condiciones para los cambios en la sociedad se daban por sí mismas, a través de las situaciones históricas y que éstas acabarían por hacer a los hombres necesarios. Un hombre que va a producir los cambios se hace a sí mismo, se va modelando, se va forjando a pulso y es este hombre el que va a producir los cambios.
Si uno lee la biografía de cualquier gran hombre, sea este político, artista o científico, nos daremos cuenta de que desde una edad temprana primó en él un estado que para el común de los mortales es anormal, un estado que no se compagina con el de la mayoría.
En Venezuela hemos vivido en perpetuo estado de desorientación y caos, en inestabilidad, en desasosiego y desesperanzas, y hasta el presente no ha aparecido el hombre que sepa domar y controlar esas penosas situaciones. Por eso hay que acabar con esa producción nefasta de falsos dirigentes, sustentados sobre la nada y la ignorancia, y que no son otra cosa que la propia ruina de la nación.
OTRA VEZ BETANCOURT – “Últimas Noticias” – 16 de agosto de 1969
Ya hemos hablado de la jugada de Betancourt para controlar el ejército a su antojo, un político que precisamente en sus inicios había sido antimilitarista, para así aglutinar en su entorno a las masas de la ciudad y del campo. Ello se le hizo fácil, porque el ejército había estado mucho tiempo en el poder de manera autoritaria.
Para lograr eso, Betancourt se nutrió de las nuevas tendencias políticas y supo organizar y dar vida a un partido que en tres oportunidades alcanzó el poder absoluto.
Betancourt recibió en bandeja de plata el descontento de la “gloriosa juventud militar” para arribar al poder en contra de otro militar, el general Isaías Medina Angarita quien llevaba el país por una senda segura de democracia y soberanía nacional.
Antes Betancourt (así como Hitler se aprovechó del prestigio del general Ludendorff para lanzar su intentona de Munich) se aprovechó de la alta personalidad de Rómulo Gallegos, el novelista más célebre para aquel entonces en Venezuela.
Betancourt elogió a la “gloriosa juventud militar” Chalbaud quien según Betancourt se durmió sobre una taza de café la noche misma del golpe de estado. ¿Y era con esa gente con la que contábamos?, se preguntaba.
Y narraba Betancourt las torturas que sufrían los venezolanos en tiempos de Pérez Jiménez (régimen que él contribuyó a formar), las horrendas cárceles, las persecuciones a que estaban sometidos sus compañeros, etc. Ni más ni menos que lo que él vino a imponer más tarde, o lo que el había iniciado anteriormente el “Señor del Trocadero”. Pero lo que se había propuesto Betancourt lo había conseguido: el poder y el afianzamiento de un partido.
















