1º de febrero.
Trabajo en 22 cuartillas de la novela.
Cero lectura. Cero escritura.
Anoche fui al cine para descansar un poco la cabeza: “Ma sour, mon amour”. Film sueco que trata varios incestos: el de un tío con su sobrina, el de un padre con su hija y el de una hermana con su hermano. Ésta sale en estado pero teme que su hijo sea un monstruo, como ocurrió entre padre e hija.
2 de febrero.
Recibo carta de Fuentes. Está entusiasmado con las proposiciones que me hace Jorge Álvarez. Me envía “Absalón, Absalón” de Faulkner.
Al cine: “Accident”. Film inglés.
3 de feb. Trabajo en 18 cuartillas y dejo lista la novela. Ahora sólo me falta releerla y agregarle los puntos de admiración e interrogación de los cuales carece esta máquina.
De nuevo hemos ido a la exposición de Magritte.
Le escribo a Fuentes y le agradezco el envió del libro y su carta de optimismo.
Total de páginas de la novela: 320.
4 de febrero.- trabajando en la corrección de la novela: o sea, poniéndole las admiraciones y los puntos de interrogación (para empezar) de los cuales carece esta máquina.
Listo el libro. He preparado el paquete para enviarlo mañana. También le he escrito una carta a J. A.
La novela va dedicada a Ramón J. Velásquez y a Pedro Aretino (a su memoria) por las grandes groserías que escribió, y diría en vida.
Tomando cervezas. La guerra en Vietnam se tiempla. Hue, Saigón, etc.
Yo he terminado mi tarea; por ahora. Ahora emprenderé el relato sobre el Che Guevara.
Si me editan fuera, el triunfo no es solamente mío, sino de Fuentes también, que fue el primero que se arriesgó a editarme por creer en mí y en mis cuentos.
Mañana será otro día para mí. He terminado con la novela, Pienso que este no será mi año: 1968. En 1964 edité “Entre las Breñas”. Año par. Hace casi cuatro años de aquello. ¿Cómo iré a escribir el relato sobre el Che? Eso me atormenta.
5 a.m una amiga de M, llamada María Bolívar, le envía una carta en la que le dice que se casa con un hombre que no quiere, que a quien quiere es a otro, uno llamado J. M. Lezama (o Ledezma) que es casado y que tiene hijos, pero que no puede hacer nada. Se casa y listo.
11 de feb. Lectura del libro de cuentos de Leonora Carrington: “La dama oval”.
Lectura de un cuento de Joao Guimaraes Rosa: “La tercera orilla del río”.
Lectura de tres capítulos del libro de Servan Schreiber: “Le defi Americain”.
Lectura de un cuento de Joyce: “La casa de pensión”.
Sin salir de casa. Hace un frío de todos los diablos. Lectura de unos poemas de Thomas Merton que aparecen en la revista Zona Franca.
12 de Febrero.
Duermo hasta las once de la mañana en espera del cartero. Nada. He procurado leer “La vie de Van Gogh”, por Perruchot para buscar consuelo ahí en mi espera.
Idea para escribir el relato sobre el Che Guevara: un capítulo que hable de su estancia en Guatemala: sus idas y venidas. Un capítulo que hable del Che en Cuba durante el período de la lucha revolucionaria. Final: sus últimos días en Bolivia. Tres partes. Tres técnicas diferentes. El primero más directo, más ágil. Diálogos, idas y venidas.
He hecho un dibujo: una bola que gira sobre el mar y una pequeña luna.
Lectura de Fernando Arrabal: “El Cementerio de Automóviles”.
13 de febrero. Martes para más cosas. Hace un año murió mi papá.
Lectura de Arrabal: “Guernica”.
Saco de la biblioteca de la Universidad: “El pensamiento moderno y la novela española”, de Sherman H. Eoff y “Tiempo de silencio”, de Luis Martín-Santos.
Lectura de unos cuentos de Pío Baroja.
Lectura, en el libro de Eoff, el trabajo que corresponde a Baroja.
Lectura de un capítulo de “Tiempo de Silencio.”
Por la noche, M. y yo hemos ido a la Universidad y hemos visto un pequeño reportaje sobre el Che Guevara. Después hubo una discusión entre un profesor de derecho y algunos estudiantes. Yo me hago el propósito, después de leer el trabajo de Eoff sobre Baroja, el leer o releer de nuevo a éste.
14.- Saco de la biblioteca de la Universidad los siguientes libros de Pío Baroja: “La nave de los locos”, “Zalacaín el aventurero”, “El árbol de la ciencia” y “La caverna del humorismo”. De “La nave de los locos” me leo 118 páginas.
15 de febrero.
(Suite) Leo 80 páginas de “La nave de los locos”, de Baroja.
Leo algunos capítulos de “Arrabal celebrando la confusión”, de Arrabal.
Debo leer a Ramón Gómez de la Serna. Pienso que debo leer más literatura de escritores españoles. He sido injusto con ellos.
16.- Nada. No viene nada.
Pero una hora más tarde llega un correo certificado con una carta de Jorge Álvarez en la que me dice que la novela es excelente, que ahora parte vertiginosamente para N. York y que a su regreso enviará el contrato.
Le escribo a Fuentes, a José Ramón Medina y al Dr. Velásquez anunciándoles la buena nueva (para mí).
Lectura de Baroja: “La nave de los locos”.
Compro dos libros: “Viva mi dueño”, de Valle Inclán y “La mujer de ámbar”, de Ramón Gómez de la Serna. Este último libro ya lo he leído, pero no me acuerdo nada.
17- Hoy he ido a los baños turcos de Saint Gilles en compañía de López y su hija Amabeli.
He pasado el día releyendo “Gritando su Agonía” para ver qué es lo excelente que le encontró Jorge Álvarez. También he releído “El Tumulto”, y cada línea, cada frase, cada página me ha hecho erizar el cuerpo. Pienso que tal vez mañana, un tiempo más tarde el tiempo también se me erice cuando lea o relea “Gritando su Agonía”. Hasta ahora, de mi obra, el único librito que no me ha hecho erizar el cuerpo es “Entre las Breñas”. Y ahora que lo corregí menos.
Lectura de “La nave de los locos”.
18-. Releyendo algunos capítulos de “Gritando su Agonía”. En definitiva, como dice Jorge Álvarez, creo que se trata de una excelente novela.
Leyendo a Baroja: “La nave de los locos”. Aquellos intelectualitos del grupo Sardio (o como digo yo, “grupo sergio”) no leían a los autores españoles. Por eso será que el lenguaje que usan es tan reducido y tan chabacano. El lenguaje de ellos se reduce a unas palabras terminadas en ido, llado, como “amorcillado”, “amojonada”, “amantecado”, etc.
Hoy, de nuevo, he ido a la exposición de Magritte.
Cierro la última página de “La nave de los locos”, de Baroja. Debo escribir un artículo sobre Baroja, su estilo, su técnica y su idea acerca de los personajes de la novela. Clave: personajes “normales”, intriga, novela, tipo folletón, escepticismo, ninguno de sus personajes principales se suicida. Todos van hasta el final melancólicos y sin poder hacer nada. Luego llegan a una etapa en que se dan cuenta de que todo les ha ido mal, que han sido rechazados, etc. No, atención, el personaje de “El árbol de la ciencia” se suicida.
Noche: me leo 90 páginas de “Viva mi dueño”, de Valle Inclán. Supongo que Miguel Ángel Asturias aprendió algo de él.
19-. Lectura de “El ruedo ibérico”; “Viva mi dueño”.
Lectura: en la revista Política, de un artículo de Ramón J. Velásquez sobre Telmo Romero, un brujo que llegó a ser director del manicomio Nacional y del Leprosorio.
20-. Recibo de la librería Ínsula de Madrid un paquete con cuatro libros de Julio Cortazar: “Libros Premios”, “Todos los fuegos el fuego”, “Final de fuego” y “Las armas secretas”. Me pongo a hojear “Los Premios” y ahí me fijo que uno de los personajes (una mujer) se llama Nora, como el personaje (mujer) de mi novela “Gritando su Agonía”. Tal vez mañana digan que yo tuve algo que ver con Cortazar. No. Nunca he tenido de Cortazar, ni una mínima idea. Yo comencé a escribir mi novela con una técnica ya preconcebida, ya sabía lo que iba a pasar en ella, ya sabía a qué atenerme, tanto que apenas me senté a escribirla, escribí un capítulo para cada parte del libro. Mi novela giraba (y debía girar para quedar complacido de ello) en torno a dos personajes principales: Alonso y Aníbal. Los amores de Aníbal con Nora y el miedo y la agonía por una idea de Aníbal que al final se aparta del camino que una vez vio como el único. En la novela, por supuesto, van apareciendo una serie de personajes que serían los llamados secundarios y que le dan valor, realce y realidad a la novela. Muchos de estos personajes son totalmente libres y tal vez estén mejor configurados que los personajes principales.
Escribo un artículo que titulo “Pio Baroja y sus ideas acerca de la novela”, y se lo mando a Ramón Medina para el Suplemento Literario de “El Nacional”.
Lectura de “Viva mi dueño”, de Valle-Inclán.
Tal vez mi próxima novela trate o tenga que ver con una “revolución” en Venezuela. Concretamente, el golpe de estado del 18 de octubre de 1945 y sus hombres, cursis, cabrones y oradores de quincalla. Militares que repitan lo que les ha dicho un político medio culto o cuasi culto. El político dice: los militares deben permanecer en el ejército. El ejército es su partido. Así como los políticos debemos permanecer o pertenecer a un partido. El partido es un instrumento. Luego el militar dice esto como suyo y se lo dice como suyo al mismo político que le enseñó a decir eso. Son olvidadizos y cursis estos hombres tropicales que pasan por revolucionarios.
21 de febrero.
Creo que Miguel Ángel Asturias aprendió mucho de Valle-Inclán. En el Valle-Inclán de “El ruedo Ibérico”.
Compro un libro francés de curso de lengua latina
Cierro la última página de “Viva mi dueño”, de Don Ramón María del Valle-Inclán. Entusiasmado cierro el libro y pienso seguir leyendo a este innovador de la novela. Aquí hay algo, sí señores, novedad, lenguaje, técnica, todo lo que necesita una novela para ser novela y, además, algo más que novela simple.
Detrás de Gonzalo Barrios entraron tres viejas detrás. Ay, porque lo estaban atacando; porque era el único soltero de la Junta. Y para ser presidente se necesita estar casado. Si no, fíjate en ese espejo que es la Constitución. La vieja primera usaba peineta. La segunda no usaba peinetilla española porque Gonzalo había estado en España de paso para París donde fundó el grupo París, el grupo de los intelectuales del partido. La inteligencia. La flor y nata. El sumun. El lirio. Ay, el requetén. La vieja primera cojeaba de una pierna, pero eso no importaba. Dinero le sobraba para que la gente no se fijara en eso. Y en lo otro, en el hijo que tuvo de aquel general antigomecista que hizo una campaña de veinte días y la perdió pero que de todos modos se hizo general. Hay generales que no han dado ninguna batalla y son generales. No va a ser él bueno, pues. La vieja segunda no tenía ningún defecto. Sólo una mala cosa en la boca. Pero eso se quitaba con perrubia, eso que se echan los peloteros en las manos para lanzar las curvas. Pero hasta el momento no había conseguido perrubia para la boca. Eso es veneno. Pero un brujo le dijo que había perrubia. No vaya a ser la piedra del zamuro. Eso no se consigue. Sí se consigue. Que no se consigue. que sí se consigue. ¿Acaso él no era un brujo? La vieja tercera era la más joven y de más porvenir. Tenía la misma edad de Gonzalo. Ni cojeaba ni tenía mal olor. Estaba, lo que se dice, bueno pues. Ni mandada a hacer. Tomaba el whisky pero qué bien. Pero qué bien. Se sonríe como futura Primera Dama. Porque segunda es la del ministro del Trabajo. Esa sí que no tiene chance. Las damas (tres) entraron, una con la mano en la boca, otra cojeando un poco (como Quevedo); decían las malas lenguas que en Venezuela sí que hay malas lenguas , pero (son brutos, brutos que no hacen mal) y la otra que entró, terminó de entrar pisándole los talones a Gonzalo. Gonzalo era el único miembro de la Junta que era soltero. Tenía que casarse. Sino, bueno pues, que se fijaran en la Constitución.
En “Le Monde” de hoy, en un artículo firmado por Jean-Jacques Mayoux, veo que se supone que Melville era homosexual. Parece que estuvo enamorado de un inglés, Jack Chase, a quien le dedicó “Billy Budd. Y se dice que le escribía verdaderas cartas apasionadas a Hawthorne; o sea, verdaderas declaraciones de amor.
Lectura de las primeras 54 páginas de “Los premios”, de Cortazar. Sin ninguna duda mi última novela es mejor que esta obra maestra. Para más vainas aquí encuentro un personaje que se llama Pelusa, igual que al mío de “Gritando su Agonía”, y que fue el que les enseñó a hacerse la paja a todos aquellos muchachos que estudiaban conmigo la primaria. Y Pelusa es su verdadero nombre. Ahora Pelusa se enserió y tiene una bodega en Calabozo.
22-. Lectura de “Los Premios”, de Cortazar. Leo lentamente. Tengo gripe. No tengo tema para mi novela. Uno siempre necesita un tema, un punto de partida. Una novela (así no tenga sentido) debe tener un sentido. Yo no sé para qué escribe uno novelas. Debe ser para darle gusto a las cosas. Uno puede decir: “Venezuela es una mierda” y dice una verdad que la gente pasa por alto o como una grosería. Pero si uno novela la mierda, la gente se horroriza y termina exclamando “¡Pobre país”! Es por esto (ahora me doy cuenta) por lo que uno escribe novelas. No ve, uno siempre le encuentra una explicación a todo. (Buen discurso para ponérselo en la boca a cualquier académico de la lengua).
23-. Por si escribo el relato sobre el Che. He aquí el título: MIRA, ESE ES CHE, EL ARGENTINO.
Hoy se cumplen 20 años del golpe comunista en Checoslovaquia. Recordar para la novela sobre venezolanos en el extranjero: Vietnam: Hué capturada por el FLN, Saigón capturada por el FLN, la base americana de Ke Shan cercada por el FLN y las tropas de Vietnam del Norte.
Lectura de Cortazar; avanzo lentamente de “Los Premios”.
Releyendo por cuarta vez la novela de Mariño Palacio: “Los alegres desahuciados”.
Cura norteamericano justifica la violencia guerrillera en Guatemala.
David Viñas gana el concurso de novela “Casa de las Américas”, con su novela “Los hombres de a caballo”.
Sin tema para una novela. ¿Es que una novela necesita de tema? Hasta ahora he pensado que no, que sólo necesita un punto de partida. Bueno, un punto de partida me hace falta para mi novela. Cortazar creo que va bien. ¿Misterio? ¿Juego? Muchas novelas policiales, mucho Hemingway, mucho Lowry, mucho Joyce, mucho Conrad, mucho de todo encuentra uno en Cortazar. Pero más de literatura de lengua inglesa.
23-. Deben ser las tres o las cuatro de la madrugada. Hemos ido a casa de López. López hizo una fiesta. Terminó un curso de francés e hizo una fiesta. Invitó a todos sus compañeros de estudio, unos treinta carajos. Le iba a demostrar a los americanos que él tenía plata. Y a su profesora. Sí, él era coronel del ejército venezolano. Tenía plata e ideas. Dio sus teorías. Ni más ni menos. Qué vainas, estoy escribiendo bajo la influencia de mi novela. Y había un americano que medía más de dos metros, y el americano jugaba basquetbol. López pensaba que ese americano podía ayudarlo con el Departamento de Estado para conseguir el poder en Venezuela. Y todo el tiempo hablaba de la América del Norte y de la América del Sur, como si estas dos Américas fueran hermanas y tuvieran que ayudarse mutuamente.
24-. Amanezco enratonao.
Anoche llegamos no sé a qué hora y yo escribí eso que está arriba y me puse a vomitar enseguida. Ahora me duele la cabeza. López invitó a unos veinte o treinta tipos que hicieron un curso de francés con él y les dio una fiesta. Los tipos eran iraníes, africanos, norteamericanos, ingleses, españoles, turcos, vietnamitas. El vietnamita al que le pregunté que cómo va la guerra me dice: “-Ah, eso es terrible. heridos, muertos padres que pierden los hijos, hijos que pierden los padres, casas que caen, bombas que matan gente, ah, terrible. El vietnamita es un yé-yé y tiene el pelo largo y una pollina que le cubre un ojo. Es del Sur y conoce Saigón. El inglés dice que estudia literatura, pero le hablo de Malcoln Lowry y no lo conoce. Los americanos de vaina hablan francés. Y hay uno que mide más de dos metros y medio y juega eso de meter la pelota en una busaca que cuelga de un palo. La española es una tonta con las patas flacas. Hay otra americana de padres españoles y dice que su familia (esto se lo cuenta a todo el mundo) tiene haciendas en la Argentina y en California. Nadie se lo cree. Ella es muy fea, muy gordita y se baña en la piscina del estado. Además, le hieden los sobacos. López pegó fotos de Venezuela en las paredes y un retrato de Bolívar al que (me dice) le va a mandar a poner un letrero que dice así: “Este es el Dios de esta casa”. Hablo con Guilarte quien me dice que en Venezuela hay muchos pobres y pocos ricos y que eso no es posible. Su señora, que es evangelista, le dice que lo que él piensa hacer es muy bonito, pero que eso nunca se logra.
Hoy es domingo, 25 de febrero. Dentro de cuatro días se acaba este mes. Vamos a ver si es verdad que Jorge Álvarez me acepta la novela (como ya me dijo), y si es verdad me manda el contrato los primeros de marzo.
Me siento raro, sin nada qué escribir. Si tuviera que escribir (una novela, por ejemplo), estaría pendiente del mínimo personaje, de lo que le voy a meter en la cabeza. Esto es lo que más me interesa cuando escribo una novela: lo que le voy a meter a un personaje en la cabeza. La intriga no me interesa. Nunca le he dado importancia. Cualquier motivo es bueno. Don Quijote carecía de intriga. Don quijote salía y se iba tropezando con obstáculos o acontecimientos por demás cotidianos. Y esa novela es la de hoy. Ni más ni menos que Ulises. Faulkner crea una intriga. Pero la gran novela sigue siendo la que carece de intrigas.
A Demetrio Salinas lo llamaban Juancho. Juancho era el nombre que le cuadraba. Le caía como pedrada en ojo de boticario. Juancho era chiquito y delgadito. Nervioso y calenturiento. Se había casado dos veces y las dos veces se había divorciado para volverse a casarse de nuevo con las dos mujeres que había esposado y volverse a divorciar de ellas y quedar en la duda de, si se volvía a casarse de nuevo con la primera o con la segunda. La primera era de más edad, pensaba más, era más madura. Sabía inglés. La segunda era más joven, más carnocita, más durita, pero no era madura y no sabía inglés. Ahí estaba Juancho, se iba a casar para irse al monte y dejar a una de sus mujeres (a la que desposara de nuevo) como contacto de su gente en la ciudad. Las dos mujeres lo seguían a tontas y a ciegas. Ya se habían casado y divorciado dos veces con él y lo conocían hasta por los codos y sabían que no podían vivir sin ellas; ellas se lo perdonaban todo, porque él era un loquito que necesitaba protección, una mujer que le sacara esas ideas de la cabeza y lo encarrilara por ahí hasta que se pusiera a sacarle el jugo a su profesión.
Anoche soñé con el orejón Prieto, que había ganado las elecciones, que yo me plegué a él, que no me le separaba, tal vez me hiciera ministro. Y vino el presidente norteamericano Johnson a corroborar el triunfo del Orejón y le dijo que “Yes”, que había ganado en buena lid. Y Johnson dijo (en español) que él había aprendido el español y que eso no era nada, que había aprendido el haitiano en tiempo record. Se despidió y se fue muy afectuoso, confiado de que el Orejón hiciera un buen gobierno. A mí, Johnson me mandó a hacer unos dibujitos de serpientes que se muerden por la boca. No sé con qué objeto. El hizo el primer croquis y dijo que los demás los hiciera yo en unas tarjetas que eran las que se iban a utilizar para votar. A mí no me quedaban bien los dibujitos, pero yo procuraba hacerlos lo mejor y lo más rápido que pudiera. Eso cansaba. El Orejón me llamaba; seguro que me iba a hacer ministro.
Lectura de “Los alegres desahuciados”
Lectura de “Los Premios”.
Lectura de dos capítulos de “La vida de Estebanillo González”.
26-. Lectura de “Los Premios”.
Muere el socialista Camille Huysmans.
Hace un frío de todos los demonios.
No pienso en Venezuela para nada. Bueno, ni siquiera pienso en ubicar otra novela allá. Ahora, su gente sí que es cursi para hacer dos o tres novelas más.
Debo empezar a escribir el diario de este diario.
Releo los cuentos de “¿Y Pedro?”, y los encuentro llenos de errores de ortografía.
25-. Lectura del Valle Inclán, de Gómez de la Serna.
Lectura de “Los Premios”.
Lectura de un cuento de Amparo Dávila, en la revista Zona Franca.
Le escribo a Rodolfo Molina.
Un esfuercito más y termino de leer “Los Premios”. Muy bien, vamos camino de tener un Dostoievsky en América Latina.
28-. Relatos de Casa, buen título para un libro de cuentos de mi infancia.
Anoche soñé que me iba a robar un libro de Lawrence en una librería.
Sin decidirme por ningún libro para leer; a mano tengo: “Silas Marner”, de G. Eliot; “Señas de Identidad”, de Goytisolo y “El Alhajadito”, de Asturias. A lo último tal vez me decida por un clásico, digo, por un autor del siglo pasado. Como si todo lo que se escribiera en (serio) no fuera clásico.
Idea: “Cuentos de Casa”. Buen título para un libro de relatos cortos que narren sueños y pequeñas anécdotas picarescas u observaciones de la vida, o de lo que acontece. Creo que esto me distraería mientras me llega una buena idea para otra novela.
Lectura de un cuento de Joyce: “Las Hermanas”.
Lectura de un cuento de Joyce: “Araby”.
Lectura de unos poemas de Seferis.
29 de febrero.
Lectura de un cuento de Joyce: “Una nubecilla”.
Me dice el coronel Sánchez, agregado militar de la Embajada de Venezuela, que G. vivía hablando mal de mí. El coronel Sánchez fue director de la Escuela de Artillería en la época de Pérez Jiménez. Me dice que él fue el que tomó Carúpano, a la vez que Molina Villegas apoyado por los comunistas, se sublevó en esa ciudad. La orden era la de arrasar con todo, dice el coronel Sánchez. Pero él logró entenderse con Molina y evitar un derramamiento de sangre mayor. “Molina Villegas me debe la vida”, dice.
Me dice Rotondaro, el secretario de la Embajada de Venezuela ante el Mercado Común Europeo, que en una revista de Venezuela (no sabe si momento) apareció una nota sobre mí que dice que un editor argentino va a reeditar “Entre las Breñas” y me encargó un libro sobre el Che Guevara. Yo creo que eso se supo por la carta que le mandé a Fuentes. Por otro lado, ayer recibimos una carta de Mélida Torres en la que nos desea un feliz año nuevo. Yo le digo a M que algo vio Mélida por allá y fue por eso que nos escribió. Para mí Mélida y Torres son unos oportunistas y unos arrastrados y piensan que yo voy a llegar arrasando y dirigiendo, por lo menos el INCIBA y que ellos deben ganar (o re-ganar) nuestra amistad. M me dice que cree en la buena voluntad de Mélida, cree que hay gente buena, etc.
Nada que hacer. Angustiado hasta tanto no reciba el contrato para la edición de la novela. Tiene que venir eso para sentirme más seguro.
Idea: relatos de sueños o pequeños sucesos de la vida real. Unir el sueño con la realidad más cruda.
Mis sueños los recuerdo por las noches. No me decido por nada. De la biblioteca de la Universidad me traigo a Unamuno: Tomo de novelas y un tomo de novelas picarescas españolas. Estoy aquí prisionero. El invierno, la falta de dinero, la falta de tranquilidad, la inseguridad. Nadie me escribe. Debo sentirme como Kohlhaas antes de dedicarse a la guerrilla o al bandolerismo para vengarse de la afrenta.
Leo un libro de José Ramón Medina (“Balance de letras”, Mérida, 1961). Un ensayo sobre José Antonio Pérez Bonalde. Para dar tregua a mi espíritu que se combate en la espera, leo ensayos o bibliografías sobre artistas y escritores.
Lectura de un cuento de Unamuno: “El espejo de la muerte”.
















