1 de abril.- ¡Y ese contrato de Álvarez no llega! Quedé maravillado de esa cárcel que vi más allá de Malines. Estar ahí sería como irme a un sanatorio. No me importa los años que pague por lo que haga. Si alguien ve esta nota y por casualidad mato una mujer van a decir que lo premedité todo y me van a dar la condena perpetua. Debo hacer desaparecer esta hoja. La salvación de mi vida está en ese contrato que me ofreció Álvarez. Si regreso a Venezuela con las manos vacías se van a burlar de mí. Ya sé que alguien dijo en un periódico que “Argenis no sabía que por allá soplaban los vientos de (yo no sé, dijo un nombre)… será del triunfo”. Claro, esa referencia se debe a que yo una vez dije que era el más grande novelista de todos los tiempos de mi país y resulta que ahora salta Adriano y se gana ese concurso Seix Barral de novela. Desde aquí veo que me van a hacer la vida imposible. Por allá me echan vainas y por aquí también. A lo mejor Kafka se sentía como yo. Así es “El Proceso”. Se metían con él, lo acosaban, terminaron por asesinarlo y él dando su asentimiento. Así es “La metamorfosis”. Gregorio Samsa amanece convertido en un animal. Lo meten en su cuarto, no lo dejan salir, lo golpean, lo llaman animal, sucio, horrible, de manera que cuando muere es un alivio. cuántos no esperaran que yo muera para sentirse aliviados. Nunca le he caído bien a nadie. Mis relaciones con los otros hombres (o mujeres, vamos a convenir) son unas relaciones de recelos, falsedades, intereses. Intereses digo porque yo obtengo cosas materiales de los otros y los otros esperan que yo llegue a ser algo y los suba conmigo, o en último caso les dedique un cuento o un artículo. Si es verdad, soy intratable, en seguida la gente me quita la confianza, me rehúye, cambia conmigo. Yo no lo puedo evitar. Y no me importa evitarlo. Me canso rápido de la gente, sea esta hombre o mujer.
Primero de abril inolvidable:
Hoy he recibido el contrato que me envía Jorge Álvarez para hacer la edición de “Gritando su Agonía”. 10.000 ejemplares. En la confusión le he metido las dos copias del contrato. Así que me quedé con las manos vacías. He tenido que volver a escribirle pidiéndole mi copia. ¡Ah, Adriano, no estarás solo en tu gloria!
Cero lectura. ¿Cómo voy a poder leer con tan grande emoción? Le escribo a Fuentes, a J. R. Medina y a F. Peñaloza notificándole la buena nueva. Llamo al comandante López y queda en pasar a eso de la siete por casa.
¿Qué ha pasado hoy, primero de abril en el mundo? Johnson suspende los raids sobre Vietnam del Norte y dice que no bregará un nuevo mandato. El cartel de Vanden Boey nants triunfa en Bruselas. Jordania pide un embargo sobre les livraisons de armas a Israel. El general Svoboda elegido Presidente de Checoslovaquia. En Venezuela supongo que seguirán los motines maracaiberos.
Viene el comandante López con su hija Amabeli. Nos trae una botella de vino y dos paquetes de caraotas. Nos tomamos una botella de vino que yo compré para recibirlo.
2 de abril.-
Nada. Le escribo Luis Esteban Rey, notificándole lo de la aceptación de la novela. M piensa en los posibles trastornos que pueda causar la novela cuando aparezca. Yo le digo que lo que yo hice fue lo que hizo Dante cuando escribió la “Divina Comedia” y metió a sus enemigos como ogros-corrompidos-llenos-de-defectos, y etc. Y etc.
3 de abril.
Anoche y hoy por la mañana he estado releyendo esa extraordinaria novela que he escrito. Hay que ser de hierro. Y duro. Y no se debe perdonar. Se debe destruir. Se debe destrozar. No hay que ser clemente, que palabra tan inicua, estúpida, sonsa. De hoy en adelante me prometo ser peor de lo que he sido. Me duele no haber sido más duro en “Gritando su agonía”. Después que publiqué “Entre las Breñas” me dije que iba a ser más audaz. Fui más audaz pero no más duro. No debo tener que ver con nadie.
Ni Hitler ni Stalin fueron cínicos. No engañaron. Yo no engaño. No engañaré. Seré más temible. Temible, bella palabra. Maldoror será mi guía. Seré peor que él. Lautréamont es el profeta de los tiempos presentes. Es emocionante todo esto. Asesinar a alguien es el tributo que se debe rendir al hecho de que nos hayan echado en (no en este valle de lágrimas como dicen otros más cínicos) esta cochinera de hambrientos y rabiosos. Tengo la razón. Yo seré también comido, descuartizado, asesinado. Pero antes yo también voy a contribuir. Voy a despedazar. Ahora lo hago con el arma que tengo a mano: la pluma (como lo dicen los cursis). Y Jorge Álvarez será el medio que me permitirá hacer el daño. Yo también soy un medio para él. Él se enriquecerá, que eso es lo que él quiere. Qué extraordinario, aquí he puesto sobre mi mesa de trabajo un libro de Hitler de William L. Shirer. Y me extasío contemplando la portada del libro en que aparece Hitler hablando con sus poses dirigiéndose a las multitudes que lanzará a una muerte cruel y segura. ¡Qué divino todo! Lástima que este libro no tenga más ilustraciones. Y si es el ejemplar de “Les Chants de Maldoror” que tengo a mano, es una pobre edición que apenas si trae una ilustración de un descabezado. Debo ser como Heafklif. Yo soy así porque desde pequeño me empapé de esos personajes temibles. Temible, temible, como me extasío en esta palabra. ¡Implacable!, como eres de bella. ¡Ah, lo bello mata lenta y dolorosamente! No perdonaré. Todo hombre, todo semejante es un enemigo en potencia. Hay que atacar antes de ser atacado. Escribo esto y me dejo ir hasta con ridiculeces porque es una manera de dominar este fuego de odio y de venganza que me tiene atado y del cual no puedo desprenderme por los momentos.
¡Simón Bolívar fue traicionado por tantos hijos de puta!
Y si es nuestro más grande hombre de letras (el susodicho Andrés Bello) ese se fue a Chile a desvirgar niñas. Por eso y otras tantas vilezas le levantaron una estatua en la Universidad de ese país huérfano de toda orfandad.
Salimos a dar una vuelta. El horóscopo de ayer me decía que todo me iba a salir bien, que iba a triunfar, que pasaría dos días sin hacer nada. Los he pasado así. Sólo he escrito las notas del diario y leído un canto del libro de Lautréamont.
Lectura de un cuento de Kafka: “La condena”.
Le escribo a Rodolfo Molina.
Jueves, 4 de abril.-
Hoy no ha pasado nada. Seguí pasando algunas notas de este diario en limpio con el objeto de enviárselas a J. A.
5 de abril.-
Leo en Le Soir que anoche asesinaron al pastor Martin Luther King. A etc. assassiné a Memphis.
6 de abril.-
Ríen.- Comida: una sopita de pollo que hizo M y un arrocito y una ensaladita. Una vuelta bajo el sol pero con un viento frío y un café en una cafetería y un par de zapatos que le compré y que yo mismo escogí de color crema-verde, y un libro de cuentos de Cortázar que yo compré para mí. Aquí no ha pasado aún nada, sino que leí un capítulo de “Absalón, Absalón”. Ahora me lavaré la cara y saldré a comprar el periódico de la tarde para enterarme de lo que pasa en los E.U. ya que la niña rompió el radio, no tengo otro medio de información en el cual enterarme de los acontecimientos del mundo que de esos papeles escritos que son grandes y que dejan las manos negras después que se han cerrado.
7 de abril Domingo.-
Anoche me fui al cine a ver “La Isla del Tesoro”, film de Walt Disney. La vi varias veces en Las Mercedes del Llano cuando estudiaba cuarto grado.
Salimos a dar un paseo por el centro y nos tomamos un café en un lugar que daba hacia la calle.
8 de abril.
Intenté escribir un relato o el comienzo de una novela, pero no pude seguir. Si no estoy seguro de lo que voy a escribir no puedo emprender nada serio. Tuve una leve incitación para un comienzo de novela, fue todo.
Envió a Jorge Álvarez algunas notas del “Diario de una novela”: 130 cuartillas.
Recibo carta de Juan Liscano. Compra mi cuento y me envía unos ejemplares de “Zona Franca” que le pedí.
9 de abril.-
Sólo que anoche fui al cine y vi “Deux hommes por un visage”. Leyendo a Faulkner: “Absalón, Absalón”.
En el día fui a visitar a mi amigo Frank Schepmans, a quien tenía un año que no veía a pesar de que vive a unas 10 cuadras de casa. Me regala su tesis sobre Lugones que le acaba de publicar la Universidad Libre de Bruselas. “Le simbolisme de la lune dans l oeuvre poetique de Leopoldo Lugones”.
10 de abril.-
Lectura de Faulkner, Saint John Perse y Horacio Quiroga.
11 de abril.-
No sé qué pasa en el mundo. He perdido el radio. Los periódicos llegan con retraso. No hay trenes que pasen por estas tierras. Cada ocho días si acaso pasa una diligencia a lo cual nunca he visto el auriga. Allí, en un andén destartalado, voy a recoger el periódico, que no llega con ocho días de retraso sino con ocho años de retraso. La otra vez pasó una bandada de cuervos graznando muy fuerte contra el techo de la cabaña, y a pesar que salí a la carrera no distinguí ni uno Siempre tengo que estar alerta al mínimo ruido a ver si percibo otra cosa distinta a esta sabana, las maderas de la casa y el pedazo de andén. Una sola vez he logrado ver la diligencia, pero ya iba de partida. Días enteros los he pasado esperando en el pedazo de andén. Cierta noche me desperté con un ruido que caía a mis pies y era el periódico y el rechinamiento de la diligencia que se alejaba. Ahora he salido a la puerta de la casa. En todo el rededor no hay más que zarzales. Son muchas las veces que creo estar soñando. Pero la verdad es que no sé bien dónde podría despertarme, en qué sitio. Estoy convencido de que esto no es un sueño.
11 de abril 1968.
Escribir para atacar, para vengarse.
Hemos comprado un radio: 690 francos. Me acordé que un día (en San Juan de los Morros) un camión cisterna que descargaba gasolina en una bomba se incendió y el chofer trató para sacarlo del área urbana e iba dejando un reguero de candela por la calle. Yo salí gritando “¡Se quema el pueblo!”, “¡Se quema el pueblo!”
12 de abril.
Nada. Hoy es viernes y no he recibido nada. La diligencia ha pasado con su auriga fantasma sin siquiera detenerse. Hoy como ayer y como desde hace años, he salido a la puerta y he visto la llanura extenderse hacia el infinito. Por la noche creí sentir la turbamulta de una caballería y oí gemidos, pero me asomé y no vi nada. Para reponerme me estuve diciendo ese fue el viento ese fue el viento. Aunque yo sé que alguien anda por aquí por las noches.
Cuando muchacho a mí me despertaron compasión hacia el Cristo, no temor o respeto. De grande, cuando leí el evangelio, vi al Cristo como un hombre frío, calculador, y muy sagaz.
Al cine: film de Lino Ventura: “Le Rapace”.
¡Coño, hoy es 13! Mi tío Guillermo nos tiranizaba cuando vivíamos con su familia en Calabozo. Por cualquier cosa nos llamaba y nos daba unos golpes en la cabeza. Con los nudillos de sus dedos que él llamaba coscorrones. No perdía oportunidad para darnos esos golpes, pero casi lo volvíamos loco. Desobedecíamos a todo. Desde los cinco años que tenía Alirio o los seis que tenía yo. Un día vio a Alirio con la cara sucia y lo llamó y le dio un coscorrón y le dijo que fuera a lavarse la cara.
- Pero ahí- dijo mi tío Guillermo-: que yo te vea.
Y Alirio fue por una ponchera y una jarra de agua y puso todo en el medio del patio.
- Bueno, empieza, muchacho -le dijo mi tío Guillermo.
Toda la familia también vino a mirar. Alirio se enjabonó la cara y luego se echó agua en la cabeza y mi tío Guillermo le dijo que en la cabeza no. Pero Alirio no hizo caso y empezó a enjabonarse furiosamente la cabeza.
- En la cabeza no-, le gritaba mi tío Guillermo.
Y Alirio a enjabonarse la cabeza. Creo que lo hacía para protestar, para llevarle la contraria. Ahí, en su presencia, Alirio se enjabonó con la ropa puesta y se mojó todo. Mi tío Guillermo estaba que rabiaba, ahí rodeado por su mujer, sus tres hijas y yo.
Vamos donde unas uruguayas que tienen una librería en la ch. de Wavre y tomamos un café allá.
Compro: “Leyendas de Guatemala”, de Asturias. Leo que Buñuel quiso filmar “La Casa de Bernarda Alba”. Pues bien, tengo que leer “Bernarda Alba”.
Mi autobiografía debe cambiar. Nada de naturalismo de ahora en adelante. Sólo lo que piense o he pensado debe perdurar. Sólo lo que sueñe o haya soñado debe perdurar. A nadie le interesa un paisaje si no está unido al espíritu. El recuerdo debe estar despojado de anécdotas. El recuerdo debe quedar puro y puede ser únicamente una sensación tan deleznable como un cabello pero que se haga sentir, lo mismo que una ruborización. La vergüenza debe ir emparejada por todo lo opuesto a ella. Me parece cursi Simone de Beauvoir cuando narra: “mi mamá nos enseñó a no mentir”. Es tonto. A quién le interesa esto. Eso no se enseña. El mentir o el no mentir es una moral o un defecto. No se aprende a no mentir o a mentir. Mentir es un arte o una desfachatez. Mi tío Francisco, por ejemplo, era un gran mentiroso. Decía mentiras a destajos. Nunca dijo una verdad. Iba a una reunión de padres y representantes de alumnos del Liceo y ofrecía unas terneras para una fiesta y el día de la fiesta no aparecía por ningún lado y allá nos quedábamos esperando sus ofrecimientos. Luego se le veía bonachón y no hacía mención de lo ofrecido. Nadie le reclamaba y él andaba como si nada, ofreciendo aquí y allá y diciendo donde había encontrado dinero. Decía: “Los militares tienen tanto dinero que ayer fui a la Escuela Militar y le saqué un billete a un militar del bolsillo y no se dio cuenta”. Y si meneaba la cabeza con sentido de incredulidad, decía: “Así se lo saqué. Me le acerqué y le saqué el billete del bolsillo. Si no se lo saco se le cae”. En su juventud (me contaba mi tía Lola) se hacía pasar por médico y se metía por esos campos con un maletín y ponía inyecciones y recomendaba píldoras. Y como su hermano mayor, mi tío Manuel, tuviera un par de botas un día se le acercó y le dijo: “Manuel, dame esas botas que nadie ha visto un médico sin botas”. Con el correr de los tiempos sirvió como veterinario y monto una venta de pollarina y una tienda de implementos para el campo. Se robó unos terrenos y los vendió y se hizo millonario. Perteneció a todos los gobiernos. Cuando Pérez Jiménez sus enemigos lo acusaron de adeco y él salió diciendo por ahí que lo querían fregar, que averiguaran y se dieron cuenta de que todo era un infundio. Cuando cayó Pérez Jiménez, creyendo que los comunistas estaban en el poder, salió diciendo que era comunista. A sus hijos los metía en los partidos del poder. Y sus hijos lo admiran y se aprenden las poesías que él escribe y las dicen en todas partes. Muy joven, mi tío Francisco escribió una novela; vivía por los lados del Orinoco y escribió esa novela en unas hojas de almanaque. Sin ninguna cultura, respondía sus cartas en verso. Se casó con una prima. Ha estado preso por jugador pero nunca como político. En Las Mercedes del Llano daba discursos en la Socorro Mutuo. Una vez que llevaba una gente para un mitin se le volcó la camioneta y se le hirió un gentío que llevaba atrás. Ahora está muy gordo. Tiene una casa en Caracas y un automóvil último modelo. Casó su hija mayor con un médico y su hijo Isaás ya va a ser abogado, si es que ya no lo es a estas horas. Todos sus hijos, estoy seguro, los hará oportunistas; mala carrera no es si se piensa que él, sin ninguna cultura, se ha hecho millonario y ha vivido a gusto y a destajo, siempre arriba.
13 de abril.
Nada. Después de todo no ha pasado nada. Estamos en Semana Santa. Hoy es sábado, mañana es domingo y el lunes tampoco hay trabajo. Consigo una antología de la poesía alemana en francés.
En cambio a mí tío Manuel no lo conocí. Sí lo vi en varias oportunidades pero no lo conocí. Es bajo, rosado y usa una ropa un poco a la antigua. Me parece que aún usa chaleco en medio de ese calor sofocante de los llanos donde, ha vivido siempre atendiendo un dispensario, oficio que aprendió de mi abuelo que también atendía dispensarios. De mi tío Manuel sé que se casó ya viejo con una hermana de mi papá. Ese fue un matrimonio entre familia. Bueno mi papá era su cuñado. Y parece que esa hermana de mi papá también era una solterona y por allá los enamoraron y los casaron para que no se murieran viejos en la soledad.
Mi tío Guillermo es el tirano. Y mi mamá es la tirana. Los dos tienen el mismo carácter. Yo nunca los he visto reírse. Mi tío Guillermo cuando se ríe suspende el labio de arriba nada más. Es una sonrisa de perro rabioso. Ni mi mamá ni mi tío Guillermo tienen la facultad de reír o sonreír. Cuando más, mi tío Guillermo hacía un amago de risa cuando nos mandaba a Alirio y a mí a hacer una cosa y no podíamos hacerla. Suspendía el labio de arriba, decía ju, muchacho, y nos golpeaba. Nos decía que no serviríamos para nada.
Mi mamá no nos perdonaba una. Sí la desobedecíamos esperaba que nos durmiéramos y venía y nos daba con una correa. Yo me le escabullía, pero no sé por qué cosa Alirio no le corrió nunca y le aguantó los correazos. La verdad es que Alirio era cariñoso con ella; la abrazaba, la besaba por el cuello y la llamaba querida mamá y cosas por el estilo. Yo veía eso como falso porque yo no podía hacer nada semejante. Nunca besé a mi mamá de buen grado, nunca la abracé, nunca la llamé querida. Yo creo que a mi familia siempre le he caído mal, repulsivo, sospechoso de algo, tal vez de traiciones. Nunca algún familiar mío ha confiado en mí ni yo en ninguno de ellos. Y no es que yo haya sido tímido con ellos, es que no me sentí a mis anchas, con confianza con ellos. Me sentía más bien avergonzado. Es cosa que no me explico. Pero he ahí la palabra. Nunca he visto un familiar a los ojos; no sé de qué color tienen los ojos mis familiares. Y no es que yo haya sido tirano con ellos, no, sino más bien apartado. Yo pienso que ningún familiar mío ha pensado bien de mí. Han desconfiado de mí desde niño. A mi jamás me elogiaron. Nadie me llamó inteligente como, por ejemplo, llamaban a Alirio. Cuando entré al bachillerato comentaron: “Ay, díganme éste en bachillerato”. Ya me estaban pronosticando el fracaso. Y vaya si sabían que iba a fracasar. ¿Entonces que pensaba esa gente de mí? Yo sí sabía que no iba a ser dependiente de nadie. Yo sí sabía que iba a sobresalir,, pero no cómo. ¿Dibujando acaso? Cogí cursos por correspondencia. Bueno, me atacaron igualmente. Dejé el dibujo, me hice político, me expulsaron del liceo y me fui para casa de mi papá que vivía solo en Las Mercedes. Ahí sí debían verme bien, compartiendo la ruina de mi papá. No le quedaban más que unos sacos de caraotas y unos cuantos potes de sardinas. Eso lo seguíamos llamando bodega y yo me la pasaba el día detrás de ese mostrador. Nadie entraba a comprar. No desconfiábamos, dejábamos la bodega sola y nadie se metía. Mientras estuve en esa bodega si acaso se acercó una que otra persona a preguntar desde la puerta por algo que no teníamos. Tal vez preguntaban por preguntar. Y nadie trasponía el quicio de la puerta. Yo detrás del mostrador leía y procuraba escribir unos cuentos que nunca llegué a escribir. Un día creí haber escrito uno y salí corriendo a leérselo al mocho Ledezma, que era el intelectual del pueblo. Bueno. No me escuchó. Menos mal, tengo muy mal recuerdo de ese cuento. Era un cuento relatado por un viejo. No me acuerdo. Es difícil recordar lo malo que uno hizo y que ha dado tanto por olvidar. Sólo recuerdo el esfuerzo que hacía por olvidar lo que escribí y luego lo rompí. Yo debía tener 17 años. No entendía nada. Todavía no era escritor. No tenía sentido de las cosas, ni de la gente, ni de la imaginación. Me veía como un completo fracaso. Mi tío Guillermo quería llevarme para el hato Palanque y hacer de mi un baqueano. Pero no vino, aunque yo me resigné a internarme en los llanos. A lo mejor sentí miedo. Si me metía ahí no saldría más. Sí, sentía miedo. O como que fue por mí y yo me perdí ese día. Creo que mi papá me dijo: “Guillermo (en el tono de mi papá descubrí todo esto) como que tampoco tiene muchos deseos de seguir cargando contigo”. Ya yo era un hombre y de seguro que pensaba que de ahora en adelante no podría tratarme como cuando niño. ¿Qué iba a hacer yo si intentaba pegarme? Ya no teníamos ningún nexo. El por mí no sintió más que esa especie de vacío que media entre la vergüenza, el desprecio y la sospecha. Esto pienso porque esto es lo que creo sentí yo por él. Y así son las cosas: recíprocas. Yo nunca lo odié, nada más le temí un poco; pero el que teme se revela y eso es lo peligroso. Con el tiempo vine a comprender esto, cuando escribí “El Tumulto” y no lo dejé bien parado. Andaba diciendo por ahí que él no se merecía lo que yo decía de él y que me iba a matar. No lo pongo en duda. Yo estaba satisfecho de embromarlo, me parecía como que había saltado y lo había golpeado de mala manera y que lo tenía contra una pared. Yo soy así, golpeo sin temor, luego me cuido. Pero golpeo cuando estoy seguro de ganar. Y si derroto al enemigo busco el modo de evitar de que se vengue. Yo sé, la venganza es dura, o como dicen, dulce. En mi vida he tenido unas cuantas máximas a las que me he atenido mal que bien. Una de éstas es de que la vida es un campo de batalla. Yo vivo como si peleara o como si tuviera que enfrentar a cada instante a un enemigo. Y en toda gente, hombre o mujer, veo a un enemigo. Yo estoy en guardia.
¿Qué saldrá de eso? He ido escribiendo pedazos de recuerdos sobre mí mismo y algunos de mis familiares, principalmente mis tíos por parte de mí mamá.
14 de abril.
Tenía las piernas tan delgadas y daba tales saltos, bailando, que parecía una cabra.
Anoche vino G con su señora. Su señora es evangélica. Dice que el diablo siempre está a nuestro lado aconsejándonos mal para que pequemos. Yo le digo que no creo en Dios y ella me pregunta que si no creo que Cristo era bueno y yo le respondo que para mí Cristo era un político y un hombre frío y calculador. Y ella se lleva la mano a la boca y me dice que estoy pecando por su culpa porque si ella no me hubiera hecho esas preguntas yo no hubiera respondido así. Guilarte me repite su teoría de que se le entrega al que tiene y no al que no tiene y eso es injusto. Me echa los dos o tres cuentos que me ha echado siempre. Uno de cuando le escribió una carta a un soldado y se dieron cuenta de que era él. (Porque no podía ser otro) y lo encerraron tres meses (desnudo) en un calabozo. Lo mejor del cuento es que trata de un soldado que dio muerte a un sargento. El sargento se enamoró de la mujer del soldado y a cada momento mandaba al soldado a prisión para irse a atacarle la mujer. “No me quedó más remedio que matarlo”, decía el soldado.
Total, estuvimos aquí jugando cartas hasta las dos de la madrugada.
¿Dios mío, qué haré, qué haré? Ahora pienso que todo el mundo anda por encima de mí. No soy el trabajador que me vanaglorio ser. Pierdo mucho tiempo. Lo que debiera es poner todos mis empeños en una novela, lo que debiera es empezar una novela todos los días hasta que dé con un buen principio. Eso sí es trabajo. Me voy a tomar un café. Soné con el mocho Ledezma. Estábamos en una tienda y él compraba algo y yo metí la mano en una caja y saqué unas piezas de dólar y me vieron y vino uno de la tienda a reclamarme. Yo no me dejé registrar los bolsillos como pretendían. El mocho salió. Afuera tenía un automóvil. Pero parece que el mocho se había robado ese automóvil. Y yo no vi al mocho por ninguna parte y ahí en el volante le estaban esperando. Sigue el sueño: soy profesor en el colegio Santa María. Han ido a acompañarme a dar mi primera lección Carlos Ron y José Capobiando Ferrer. Leí en el diario de Julien Green que Hawthorne era muy tonto en su diario. No conozco el diario de Hawthorne.
14 de abril, lunes.
Hoy me he despertado con el pensamiento de que debo golpear a alguien. Y lo voy a hacer en este diario. Y debo publicar lo que voy a escribir. O que ya está escrito. Nada más tendría que mandarle esa parte a J. A. Para que la meta en la selección que le mandé. Voy a envainar para toda su vida a míster G, el hombre que yo más odio en este país. ¡Te voy a volver mierda, hijo de puta! Lo malo en mí es que nunca perdono. O lo bueno en mí es que nunca perdono. El odio es tan grande que eso sólo me sostiene en mi lucha contra los demás o el mundo. Yo no soy hombre de ideas, soy hombre de pasiones, por lo tanto no necesito ningún aliciente teórico para luchar. Tengo lo principal: el odio y la pasión. Con eso voy a todas partes y venzo, hago el mal, destruyo. No hay sitio en que no me haya metido en el que no haya hecho mal, en que no haya descalabrado lo que se me haya metido por el medio. Vine a traer la guerra no la paz. Esto es de Cristo y pienso que Cristo era como yo.
Definitivamente. Dejaré de ir a la Embajada; se me han perdido dos cartas y un paquete de periódicos que me enviaron allí. Ya no pongo en duda que es el señor Freddy Ganteaume quien se coge todo y revisa la correspondencia. Cuando el comandante L me decía que desconfiaba de G yo lo ponía en duda porque sabía que el comandante L no veía con buenos ojos a G. Pero hoy el comandante L me mostró una carta en la que le dicen que reclame varias cartas que le han remitido a la dirección de la Embajada. También al comandante R se le han perdido cartas, un abrigo con todas sus pertenencias y las llaves del carro. Ahora se piensa que el ladrón no puede ser otro que el señor G quien la tiene cogida con los militares a quienes vigila y de los cuales desconfía. Me decía el coronel S que G sube a su oficina y procura buscarle conversaciones acerca de política. Dónde ha estado antes, qué funciones tuvo, etc.
De Brasil mi amigo R. M. (trabajó con G casi un año) me escribe diciéndome que desconfíe de G a quien llamaban avispa en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Nadie lo pasaba allá y según parece denunció como comunistas e hizo detener a varios funcionarios que trabajaban con él en su oficina de la Dirección de Personal. En esa carta R. L. me decía que G llegó preguntando por mí. Qué hacía yo aquí, de qué vivía, que él tenía la idea que yo había sido guerrillero… por otro lado J. L. R. y el negro R, quienes trabajaban en el comedor de la Universidad, vieron aparecerse una tarde al señor G en el salón de conferencias Janson donde iban a proyectar un film sobre Cuba. El señor G llegó preguntando qué venezolanos estaban por ahí y qué hacían ellos ahí y que si ellos eran comunistas… el señor G, por todas estas trazas es un cazador de brujas. Su físico habla por sí solo: cabeza pequeña y calva: nariz larga; hombros estrechos; barriga prominente y piernas y brazos largos y flacos. En la parte inferior trataré de hacer un bosquejo más o menos aproximado del señor.
15 de abril.
Sólo me resta decir que el señor G vigila por igual a comunistas y anticomunista. Bueno, eso en el plano político. En el plano sentimental, él mismo me ha confesado, en medio de sus ataques de histeria (siempre se lleva las manos a la cabeza y grita con una voz atiplada y chillona) que él no es normal porque toda su familia se ha casado entre ella misma: primos con primos y tíos con sobrinas.
-Al cine, donde hemos visto una película sobre el “Ulises”, de Joyce.
17 de abril
Recibo carta de Fuentes. Que anda huyendo, que tiene que dormir en sitios diferentes. Que en Venezuela apareció una nueva revista (“Cambio”) en la que hablan de mí. Que allí dicen que “El tumulto” es uno de los tres libros más representativos de la generación del 58. Que en una entrevista que le hacen a Adriano me nombran a mí, que por allá no me han olvidado, etc. ¿Qué importa esto? Uno hace algo y eso ya pasa a los demás y uno ya no es uno, ese que pasa o hizo algo.
18 de abril
Ayer me fui a la Embajada a ver si me ha llegado correspondencia allá y me encontré con Elio Gómez Grillo y un abogado de apellido Cadenas (que es primo del poeta Rafael) que andaban de paso para París y necesitaban una carta de recomendación para el consulado de Francia para que les dieran una visa. Gómez Grillo me dice que los acompañe y los llevo a la Universidad, a casa y a un restaurant, donde comemos. Gómez Grillo ha hecho un curso de criminología en Italia y ahora está en París escribiendo la tesis. En París no le ha ido todo lo bien que pensaba y me dice que ha leído casi todo lo que yo he escrito y que recuerda constantemente unas notas que yo escribí sobre mi vida en París. No ha podido encontrar buenos hoteles. En uno dio a guardar un dinero y la mujer (cuando él fue a reclamarlo) le dijo que ella no había recibido nada de él. Policías, declaraciones, etc. Al mes fue cuando vino a aparecer el dinero. En el próximo hotel no la paso mejor. Al lado había un burdel y los borrachos, cuando subían las escaleras, arañaban su puerta. Me dice que Luis Beltrán Guerrero comenta por allá que en Venezuela hay tres jóvenes que (a su parecer) prometen buenas obras: Palomares, Ludovico, y yo. Lo acompaño a Brujas. Le digo que es extraño en él eso de que hablé más de literatura que de criminología. Me dice que sí, que lee mucha novela, mucho cuento y mucha poesía. Me habla con entusiasmo de Miguel Otero Silva, a quien considera uno de los más grandes prosistas venezolanos. Dice que admira a Antonio Arráiz, a quien no se le ha hecho justicia en Venezuela. En general (por la calle de Brujas) hemos ido revisando la literatura venezolana. Hemos venido citando nombres, y así, desde las nuevas generaciones nos remontamos hasta Bello. Me dice que nunca ha podido leer “Cubagua”, de Enrique Bernardo Núñez. También encontró pesado de este autor “El hombre de la levita gris”. Para él la mejor prosa de Venezuela es la de Mariano Picón Salas.
Nuevo desarreglos de los sentidos para volver a escribir.
Creo que destruiré con mi novela lo que queda en pie del Partido Comunista de Venezuela, de tan degradado que se encuentra.
Compro, de Camilo José Cela, “Mrs. Caldwell habla con su hijo”.
19 de abril.
Ayer Le Monde dio la noticia de la muerte de la novelista norteamericana Edna Ferber. Hoy hemos ido al cine: “Reflejos en un ojo dorado”, según la novela de Carson McCullers.
Dolor de cabeza, ningunas ganas de leer, sueño constante pero no puedo dormir, malestar en todo el cuerpo, sentí un mal olor de pie en el cine…, café que tomé con una pastilla de aspirina, un vaso de agua, algunas compras en un super-marché, la cabeza vacía, ninguna idea, ningún sentimiento, apenas si un recuerdo acerca Rimbaud a quien vi acompañado de Verlaine según el dibujo de Verlaine, fugaz visión del disparo de Verlaine contra Rimbaud aquí, en Bruselas, Rimbaud en Abisinia, una idea muy fugaz acerca de Baudelaire, un recuerdo de Venezuela (el mismo): La avenida Urdaneta atestada de automóviles, calor, sudor pegajoso por el cuello y las axilas, gente, sobre todo mujeres con el pelo como resortes, decepción, alegría de encontrarme bien lejos de ese país, recordando que cada vez que iba a la Embajada me enfermaba tratar con esa gente, como me venía asqueado, sintiendo que no podía dominar mi odio de tratar con gente tan baja, tan mediocre y tan habladora de guebonadas, todos con la cabeza muy en alto hablando de todo con un ruido tan hueco como el fondo de la boca de cada uno…; he bendecido mil veces encontrarme tan lejos de ese país; me iré a la Argentina; cualquier país es mejor…
20 de abril.
Anoche estuve leyendo a Cela, “Mrs. Caldwell habla con su hijo” y una novela de Theodore Sturgeon.
¡Ajo, y todas aquellas mujeres a donde yo fuera siempre enamoradas de mí! Me paseaba yo con una bata de baño que me daba por las rodillas y las mujeres que iban a visitar a mis hermanas, o a mi mamá me decían que yo tenía las piernas bonitas. Y si era en el liceo me decían que yo tenía las piernas bonitas. “Para ver, me decían, ¿son verdes?” otras me decían. “Necesitas engordar un poquito”. Y una vez, a mi regreso a Caracas, las mujeres exclamaban a mi paso y decían que ahora sí que yo estaba bien. En Caracas pasaban las liceístas por el frente de la librería. Rivas y Angelito me decían que yo no salía para adelante. “Mamón macho florea pero no carga”, me decían porque y que yo no salía adelante al no ponerme a atacar a todo ese mujerero. Me llamaban voces anónimas. “Tú eres el que sabe en este país”. Un domingo fui con unas obreras que captábamos para meter en la Juventud Comunista y todas se enamoraron de mí. Todas querían bailar conmigo en El Encanto. Yo no bailé con ninguna para permanecer imparcial. Me hacía el interesante haciéndome el desentendido.
20 de abril
Argumento para novela. Una hermosa mujer. Una mujer muy hermosa. Vive sola. Se desconoce su pasado. Va a los cafés. Se sienta en las terrazas. Los hombres le buscan conversación. Ella nunca busca conversación a nadie. No obstante, ella es simpática, “nunca defrauda” acepta invitaciones a sentarse en la mesa de cualquiera. Pero lleva a los hombres a su apartamento. No, a su apartamento no; va en automóviles con los hombres. Posiblemente los acompañe a los apartamentos (sus). Y allí o en cualquier parte la mujer siempre asesina a los hombres. No en su apartamento donde no lleva nunca a nadie. Los hombres aparecen muertos. Mujer-vampiro que no chupa la sangre de los hombres. Ya se va a dejar poseer. Luego entierra un largo y afilado puñal en las costillas de los hombres. Nunca deja huellas. Desaparece simplemente. ¿Quién es? ¿Quién era? ¿Qué es? Ahora recordamos que su cara era pálida, sus ojos y cabellos negros, su cuello como de mármol, sus largas piernas redondas, sus senos pronunciados, siempre dejando ver el nacimiento también marmóreo. Ella viste de negro. La dama de negro. No se venga de nadie esta mujer. Todo lo hace por una sensación de gusto, porque le gusta simplemente matar hombres, pero tampoco los hace sufrir. Los mata violentamente para que no sufran. Su puñal semeja unas grandes uñas. Veámosla atravesar la acera del café están llenas. El sol cae duro. Ella se sienta, pide un café o una bebida dulce. Un hombre se sienta a su lado. Le habla en francés. Ella le dice “perdón” e inclina su cabeza. El hombre le ofrece otra copita. Muy bien. El hombre entra en confianza con ella. Ella es muy dada a oír y a sonreír. El hombre habla de él, se hace interesante. Ha corrido mucho mundo. Conoce una cantidad grande de países. Viajes de negocios. En todos ha tenido aventuras. ¿Por qué no una más ahora? Sí, ¿por qué? Dice la mujer. Él la invita a dar una vuelta. Podía tomar un taxi. O podían alquilar un carro para ellos dos solos, es más ventajoso para él, piensa. Se decide por esto último mientras contempla a la mujer que está de perfil. El hombre aprovecha y ve el nacimiento de los senos de la mujer, baja la vista y observa el vientre hundido y las largas piernas y las rodillas redondas y marmóreas. El pelo de la mujer brilla negrísimo al sol. El hombre nunca ha visto una mujer semejante. Se levanta, va por el automóvil. Una aventura. Y qué aventura. La mujer asiente. Sí, aquí espera por él. El hombre regresa en un auto para ellos solos. La mujer se levanta y entra en el auto. Enfilan por la avenida. El hombre dice de ir al bosque de B. Ella asienta. En el bosque hay gente aprovechando el día de sol y hay paños y comidas esparcidas en los paños. El hombre se baja y trae perros calientes y coca-colas. La mujer no come, pero se toma una coca-cola. El hombre come endemoniadamente. Vuelve a bajarse y va y se lava la boca. Piensa en que con esa mujer no debe oler a nada. Intentará besarla. Y eso hace cuando regresa al automóvil. La mujer se deja besar en la mejilla. El hombre hizo ese intento tímido, dulcemente ha visto cuán fácil ha sido. Maneja por los caminos del bosque y esta vez besa a la mujer en los labios. Los labios de la mujer son fríos, estrepitosamente fríos. El hombre piensa que la mujer no habla nada, sólo que accede en todo. El automóvil es de los que tienen un asiento delantero que se echa hacía atrás. Puso todo su empeño en alquilar uno de esa categoría. Bien, deja correr el asiento hacia atrás. Él se le monta encima. La va besando paulatinamente, luego furiosamente en el cuello, en las mejillas, en la boca. Toda la mujer es fría. El hombre baja una mano e intenta levantar las faldas de la mujer. Ahí es cuando siente la fina hoja del puñal que le penetra las costillas. Apenas si tiene tiempo de ver a la mujer a los ojos y no grita porque ya está muerto.
Compro un libro sobre Dalí por Rafael Santos Torroella.
21 de abril.
Soñé que Julio Cortázar tenía una librería en Bruselas y yo fu a visitarla y le dije: “Yo soy un escritor venezolano. He publicado cuatro libros. Dentro de poco Jorge Álvarez me publicará una novela que se titula “Gritando su Agonía”. Repentinamente Julio Cortázar se transformó en la mujer de Julio Cortázar y ésta andaba con una hijita. “Oiga -le dije a la señora de Cortázar-, hay un libro de su marido que no conozco, ¿podría usted traérmelo para la próxima oportunidad? El libro se llama Gites. En la librería de Julio Cortázar lo que más lo que más me llama la atención era la edición de Assandri de “Alcoholes”, de Apollinaire.
-Más importancia a la imaginación que al recuerdo.
-Al cine. “Les 5 hrs la loi”. (Firecreek). Esta distracción y las pastillas de meprobamato que ayudan en la distracción, me ayudan en la evasión de este mundo, de mí mismo que es el peor mundo que conozco. En casa no puedo leer. Leo alternativamente varios libros. Pero no avanzo. No escribo por lo tanto no pienso. No pienso y por eso no escribo. Yo que combatía el fastidio leyendo pequeñas notas sobre la vida de otros escritores. Son las cinco de la tarde.
Querido amigo (carta a J. A.) en la novela, en el cap… al final del capítulo, precisamente en la penúltima línea, encontrará usted una palabra que está mal escrita. Le agradezco que la corrija. En vez de quedar como esta: cazal, lo que es un error, póngala como debe ser: casal. No crea que esa novela fue escrita con apresuramiento. La escribí tres veces y algunos capítulos fueron escritos hasta cinco veces. Si veo otros errores, ojalá que no, le avisaré en seguida. Salud. (Esta carta no fue enviada).
He estado leyendo el Diario de K. Mansfield. M se está bañando. Por un momento creí que un hombre que estaba acodado en la ventana de enfrente la estaba mirando. Por esa razón yo lo vigilaba por un visillo de la ventana del cuarto.
21 de abril
Vino López de un tour que hizo por Grecia, Yugoslavia y Alemania. Vino por casa pero yo estaba en el cine. Lo llamé. Aún no creé que J. A. me envió el contrato porque no lo ha visto. Esto me molesta, que no crea. Me ha dolido el que enviara las dos copias del contrato y no me quedara con ninguna.
Por lo general los domingos por la tarde se daba un concierto y ella se sentaba en el quicio de la cocina, la niña al lado, y el radio a todo volumen.
-Mi próxima novela (voy hacer el esfuerzo) no tendrá una sola grosería.
-Tengo el presentimiento de que siempre he vivido recostado de alguien, salvo las pocas veces que he trabajado o debido trabajar. Y las pocas veces que he trabajado para otros para ganarme la vida son: limpiador de carros en un taller mecánico de Catia (un año); Librero, seis años; corrector de pruebas, seis meses; profesor de literatura, seis meses; coordinador de prensa de un ministerio, año y medio. Y vaya que me ha ido mal trabajando para otros o viviendo recostado de otros. Y mi trabajo de intelectual que no se le ha dado su valor.
22 de abril.
Voy a la Embajada a visitar a López y en un periódico (La Reb) de 8 de abril veo una foto mía y unas grandes letras que dicen lo siguiente: Jorge Álvarez editará “Gritando su Agonía” de la última novela de Argenis Rodríguez.
López me dice que va a buscar a un hermano que tiene en Venezuela y que nos va a invitar a M y a mí para que lo acompañemos a un viaje a Grecia. Para mí sería una gran cosa ya que escribiría un diario o un libro de viajes como aquel de Miller, “El coloso de Marusi”. Esa idea me vino en el acto.
Lectura de Kafka, Cela y Natalia Ginzburg. Todo el día en la calle. M solicita una beca de la O.C.D. yo he ido a presentar un examen de francés, el último, el que corresponde al tercer año. Pero aún no tengo dos años aquí. A diferencia de Pío Gil he aprendido el francés, lo leo y lo entiendo como el español. Allá en Venezuela se habla de mí, se espera algo de mí.
23 de abril
Voy a la Universidad y de allá me traigo “La dramática vida de Rubén Darío”, de Edelberto Torres; “Los hijos muertos”, de Ana María Matute, y “La novela latinoamericana”, de Arturo Torres Río-Seco. Leo los seis primeros capítulos de la biografía de Rubén Darío. Leo biografías para ayudarme en mi espera y para reconocerme en otros personajes.
M mayor defecto es que soy un sentimental. Tengo nobles sentimientos. Nunca digo que soy un sentimental.
Traición, verga, esta palabra no existe. Yo soy un sentimental. Todo el mundo dice: Argenis es un frío, un duro, un hombre al que no le importa nada. Y mierda si no me importa todo. Vibro con el mundo. Soy de todos y estoy con todos. No puedo ser de nadie. Ay, defecto. Se me llamará traidor, duro, frío. He ahí la razón: no puedo ser de nadie en exclusividad, quisiera dividirme en pedazos y darme a cada uno. Estúpido. En mi se dan las más fieras batallas. Cómo me jode el adjetivo. El adjetivo está demás. Pero lo uso en sentido humorístico. Ahora oigo a Schumann. Hoy de casualidad no he comprado un libro que se llama (en francés) “Los novelistas se confiesan”. No lo compré porque en seguida me dije: ¿para qué leer eso? Mejor es escribir. Ya yo pasé por eso.
Oigo a Schumann, sí, oigo a Schumann y sacó los originales de mi novela y me pongo a releerlas, estoy medio embriagado, y llego al capítulo ése de mi novela (tengo que poner que se trata de “Gritando su Agonía”) llego al capítulo ése en que aparece una paloma, un pene, como queráis, y tengo que decir que ese pene que dibuje ahí es un retrato exacto de mi pene.
24 de abril
Editorial de Le Monde dedicado a Venezuela: “Fievre électorale au Venezuela”. La guardaré. Lo imagino amarillo entre mis papeles. La situación de Venezuela en aquella época.
¡Visite la arepera “!El Perico”, atendida por su propio dueño, el popular Moncho! Moncho escuchaba cinco veces al día esta cuña radiada en su covacha que llamaba el “El Perico” Arepera. Cada vez que leía la cuña miraba hacia su mujer que sacaba la cabeza por la ventanilla por donde salían las arepas calientes o entraban los platos sucios. Se miraban, asentían y sonreían vagamente. Los primeros días Moncho, unos minutos antes, de que se pasara la cuña, llamaba a la mujer y le decía.
- Mira, que ya la van a pasar.
La mujer sacaba la cabeza por la ventana y se quedaba esperando. Y cuando el locutor decía la cuña, la mujer asentía, miraba a Mocho y se metía otra vez para adentro pensando que su marido se iba a hacer más popular que un líder de partido. “Si sigue así, se decía, lo va a conocer todo el mundo”.
Moncho, antes de meter la cuña por la radio, no creía en esas cosas. Esos nombres que pasaban por las radios debían ser ficticios. Lo mismo pensaban de los que salían por los periódicos. Hasta que él no saliera en un periódico o no lo nombraran por la radio no iba a creer que esa gente existiera. Para saber si eso era verdad, primero se pagó un aviso en “El Nacional” anunciando la transformación de su arepera. En una Fonda Aséptica, popular y asequible a todos los bolsillos. El nombre de San José se lo cambio por el de El Perico y se dijo que era muy buen motivo para aparecer por la prensa. El anuncio costó bien caro, fue verdad eso, pero al menos se vio en letras de imprenta. Después quiso que su nombre se lo dijeran por el radio y se puso al habla con un impresor que vivía al frente de su arepera.
Para más vainas Moncho es un cagón que existe en la realidad y que tiene su arepera de San Simón a Monte Carmelo, en todo el frente de la imprenta de Fuentes. Moncho es español. Su mujer es española y es más gorda que el carajo. La especialidad ahí es el cosío.
– Ahora tengo los nervios destrozados. Me tiembla todo el cuerpo.
Jueves, 25 de abril.- Lectura del “Diario” de Edelberto Torres.
Tengo que decir que desde que Jorge Álvarez me mandó el contrato para la edición de mi novela me visto mejor, me afeito todos los días y no le dirijo la palabra a ningún funcionario de la Embajada. Tengo que decir que desde que Jorge Álvarez me envío el contrato no llamo a ningún venezolano por teléfono.
Y cuando visitaba a la Embajada de Venezuela en cualquier país salía asqueado de allí a tomarme pastillas contra los nervios. No por los lugares sino por la gente de mi país en mi propio país. Carajo, desde que pude salir salí.
26 de abril.-
Compro “El papa verde”, de Asturias.
Continúo leyendo el “Diario” de Edelberto Torres. Un error: E.T. dice que César Zumeta es peruano.
27 de abril.-
Anoche soñé que estaba en un baño turco y un antiguo profesor mío de historia y geografía era el que me daba los masajes.
-Salgo con M a darle un paseo a nuestra hija C. Nos vamos a la plaza Leopoldo II. De regreso le vengo diciendo:
– Mi autobiografía va a ser una relación de hombres incapaces o medio-hombres. Yo no he tratado sino con analfabetos, ignorantes o comerciantes. Hemingway podía irse a París y ahí encontrar a Dos Passos, a Fitzgerald, a Joyce, a Gertrudis, Stein, etc. Pero yo adonde he ido (entre la gente de mi edad o un poco mayor de latinoamericanos o españoles) no me he tropezado sino con incapaces: militares “estudiantes”, o simples vagos. Los militares, tú los has visto, son pavorosamente incultos. Nunca han leído un libro. G no habla sino de una teoría que se le ocurrió a él mismo y que repite hasta cinco veces en una noche. Y es la única que le dice a todo aquel que conoce. La cual es esta: “Hay tres personas, dos pudientes y otra que no tiene nada. Pero esta persona que no tiene nada tiene capacidad. Las tres van a pedir un préstamo, pero ese préstamo se lo dan a los dos que tienen un respaldo. Y al otro, (a la persona que no tiene nada pero que es inteligente y capaz) no le dan nada porque no tiene con qué respaldar el crédito. Etc.” Y así, le voy citando a todos los venezolanos o latinoamericanos que he tratado aquí, en Chile o en España. Y en Venezuela, por supuesto. Me siento aislado. Etc. Etc. (No sigo escribiendo esta nota porque al recordar todo esto me siento lleno de asco). Además, ya la continuaré en mis memorias que de seguro escribiré algún día.
Releyendo la novela encuentro otro error: escribí fauses en vez de fauces. Me consuelo recordando que Hemingway decía que Fitzgerald no podía escribir sin cometer errores de ortografía. No obstante, siento odio hacia mí y mi falta de cuidado.
Hoy he seguido leyendo ese libro sobre Darío de Edelberto Torres. Darío, pobre almirante, ruega a dios por el mundo que descubriste. Se lo comieron. Y lo más horroroso de todo el libro es una fotografía del cerebro de Rubén Darío, si se lo sacaron los buitres y lo pusieron en un platón para que la gente vaya y se distraiga. De vaina no se lo comieron revuelto con huevo.
Fuimos donde los colombianos Neira a devolverles la visita que nos hicieron. De regreso encontramos un papel (en la puerta) de la señora de López en el que nos dice que sale (para Holanda) a las 5 de la mañana. M. le dice que a esa hora es imposible para nosotros ya que tendríamos que llevar a la niña a la escuela; entonces la señora pone a López al teléfono y López le dice a M que mañana vendrá por nosotros. Nos llevará al Bosque de la Cumbre, pues desea remar. Yo me quedo leyendo el Darío de “E. T. Cada página de este libro me llena de odios contra los americanos todos. Los del sur (nosotros) porque somos unos pobres diablos. Y los del Norte (ellos) porque se cogieron (en esa época de Darío) Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Más tarde le robaron un pedazo de tierra a Colombia y crearon la Rep. de Panamá. Todo esto lo siento porque son montones de tierra donde meten una lengua extraña. Como escritor siento esto. Y como nacionalista siento odio hacia nuestra incapacidad.
He terminado de leer esa horrible vida de Rubén Darío de E. T. Días antes de morirse soñó Rubén Darío que su cuerpo era destrozado y varios señores se lo repartían. Así sucedió. Su cuñado se quedó con el cerebro, el Dr. Debayle con el corazón y la Universidad con los riñones.
28 de abril. Domingo
Vino Lópe,z y yo me fui con él a su casa y de su casa nos fuimos con sus hijos al Bosque de la Cumbre y en el Bosque de la Cumbre nos pusimos a jugar pelota y nos regresamos porque empezó a llover y en la casa comimos caraotas con cochino y ensalada y hablamos de política y de lo que haríamos en Venezuela, y López me dijo que alguien le contó que yo había aparecido en la Carta de Venezuela y quién era yo realmente y que si yo estaba jugando varias cartas a la vez, la de la oposición y la del gobierno. Yo, claro, le dije que no, que esa carta era un asunto informativo, lo mismo que lo de los periódicos y que yo no tenía la culpa si yo aparecía en los periódicos.
Nada de leer. Siguiendo con gran atención el movimiento comunista de los países europeos del este y la revuelta de los intelectuales rusos.
Camilo José Cela y la técnica novelesca. Dice Cela en su libro de “Mrs. Calduell” habla con su hijo que ha escrito varias novelas y para cada una ha utilizado una técnica diferente. Lo que no detalla Cela es la clase de técnica que ha usado y mucho menos no le da nombre. Para Pascual Duarte, dice que sumo sangre sobre sangre. Pero esto, a mi entender, no tiene nada que ver con la técnica de esa su primera novela. En cuanto a técnica podría señalarse, que Cela compuso su Pascual Duarte a base de la primera persona. (Él dice esto, pero no especifica, ya dijimos, la técnica que utilizó). Bien, Pascual Duarte está narrando en primera persona. Cuenta hechos de una vida, mejor dicho retazos (los más violentos) de una vida. Usa Cela para ello el presente y el pasado. El presente por cuanto Pascual Duarte está preso y condenado a muerte y habla de esos sus días de condenado. Y narra su pasada vida, desde su nacimiento hasta llegar donde se encuentra ahora. Por un hecho fortuito, de esos que pasan dirían el mismo Cela, compara su Pascual Duarte con “El Extranjero”, de Camus. Y no va desorientado Cela cuando se compara con Camus, pues a diferencia de que el Meursault de “El Extranjero” narra su vida hasta que llega a la prisión y a la condena de muerte, Pascual Duarte no le escapa en semejanza. Para terminar con Pascual Duarte hay que decir que Cela pensó mucho en la novela picaresca de sus antepasados y como muchas de aquellas novelas comenzó su novela con el yo señor que es muy parecido al comienzo de la Historia del Buscón, y El lazarillo de Tormes para no citar sino dos.
Dice Cela (tenemos a mano “Mrs Calduell habla con su hijo”, Edic. Destino 1958) que su segunda novela intentó hacer el anti-Pascual y en vez de sumar sangre sobre la sangre, por cogerle la palabra a un crítico que le dijo que quería verlo “en la piedra de toque del sosiego”, escribió “Pabellón de Reposo”, “que es una novela donde no pasa nada y donde no hay golpes, ni asesinatos, ni turbulentos amores”, etc. Esta novela fue apareciendo como folletón y se asemeja mucho a un diario y está escrita en primera persona.
Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes como su título lo indica es una nueva visión del otro Lazarillo y la mejor definición es la que anota el mismo Cela: historia “del criado de cien amos, el pícaro que vive de milagro e incluso por pura casualidad. Técnica; la misma que usó el anónimo autor del viejo Lazarillo: aconteceres que le vienen sucediendo al susodicho pícaro”.
Al Lazarillo siguió la novela que antes del aparecimiento de “La Catira” venía a ser la obra más ambiciosa de Camilo José Cela: “La Colmena”, la cual transcurre en Madrid en 1942 y como ha indicado la crítica de todo el mundo es una suerte de “Manhattan Transfer”. La única diferencia es que la Colmena se desarrolla en escasos días y “Manhattan Transfer” es toda una época en la vida de una gran ciudad.
Llegamos a “Mrs Caldwell…”, que la crítica francesa señaló como oscura y en donde se descubren unas relaciones malsanas de parte de una madre hacia el hijo muerto. Narrada toda en segunda persona, “Mrs Calduell habla con su hijo” es la novela más extraña de Camilo José Cela. Aquí no hay a qué atenerse. Los aconteceres se suceden sin orden ni concierto. No hay argumento preciso, no hay personajes en el sentido estricto de la palabra, sólo hay un fajo de cartas que la dama inglesa escribe a su hijo ya muerto y en las que uno percibe eso que ya se ha señalado: la morbosidad de una madre que ha sido infiel y que se vio acosada por todas las tentaciones y que se duele del hijo muerto que muy bien hubiera querido apretar contra su pecho de muy diferentes maneras.
La última novela de Cela, en orden de aparición y según el patrón del prólogo que escribió para “Mrs Caldwell habla con su hijo”, vendría a ser “La Catira”, la cual no había aparecido en 1953, fecha del citado prólogo.
“La Catira” tiene el subtítulo de “Historias de Venezuela” y a pesar de la semejanza que pueda tener con “La Colmena” en cuanto a técnica, no podemos decir que Cela se repitió. Los capítulos cortos de “La Catira” recuerdan los de la Colmena. Pero “La Catira” tiene un argumento, un ligero nudo y un desenlace de lo más natural en seres de carne y hueso, cosa distinta de lo que la Colmena cuenta: una cantidad de personajes que acaso se cruzan sin tener mucho que ver el uno con el otro. En cambio “La Catira” (que como digo tiene como subtítulo Historias de Venezuela, que viene a ser lo menos puesto que el valor del libro, no radica en el fondo de verdad, lo que representa acerca de la realidad de un país, sino acerca del acierto novelesco que es lo que nos interesa por ahora). Cuenta con personajes que se desenvuelven en el torbellino de un país desequilibrado y todos (los personajes) tienen que ver una y otra forma con el otro. Con relación a “La Catira” no estamos de acuerdo con lo que anota el autor, eso de que “la novela es siempre una concreta realidad y nunca una figuración”: tal vez antes de emprender “La Catira”, Cela pensaba con algo que quitó más trabajo, que “las conclusiones (sobre la novela) son solamente vagas e impresiones”, y una novela puede ser y no ser todo eso y aun muchas cosas más; puede pertenecer a ésta o a la otra escuela, o a una escuela que está todavía por inventarse y ser una magnifica novela…”.
29 de abril.-
Escribo un artículo sobre Cela y lo que opino yo acerca de su técnica novelesca.
Recibo un sobre de José Ramón Medina con su libro “En la Reciente Orilla”, libro con el que fui a la Biblioteca de la Universidad y que estuve leyendo por el camino. Poemas de una razón cotidiana.
De la Biblioteca me traigo: Quiroga: “Cuentos”; Quiroga: “Historia de un amor turbio”; Darío: “Poesías Completas”; Neruda: “Una casa en la arena”. Cuando regreso a casa encuentro otro sobre, éste de parte de Consalvi y con un número de la revista “Imagen” dedicado a Horacio Quiroga.
De la Embajada me traje un ejemplar de la Carta de Venezuela que trae una fotografía Jorge Álvarez, de Argentina, etc.
Nada. Cero escritura, cero de nada. Cuando pasé por la Embajada, el Embajador me mandó a llamar con su hija y subí y allí me presentó a dos diplomáticos. Nos tomamos unos aperitivos y después yo bajé y me fui a almorzar en la Universidad.
30 de abril.-
Greffe du coeur en Francia. Muere operado.
Le escribo a José Ramón Medina agradeciéndole el envió de su libro y le mando el artículo sobre Cela.
En un número especial de “La Republica” veo en una entrevista que le hacen a Torres que dicen de éste que tiene una gran cualidad (o calidad) humana. Que tiene que trabajar para mantener a su familia, que nunca ha podido comprarse un piano, que ha vivido con las uñas, etc. Coño, como me he reído leyendo esto. Calidad humana: primero, no pueden mencionar otro pianista en su presencia; dice que él es el que sabe. De Ana María Zuk (que viene para el concurso Reina Elizabeth) decía que no tocaba nada y que si una vez obtuvo una mención en Polonia se debió a que la mamá la metió en casa de uno del jurado. De Carmencita Moleiro dice que vive durmiendo con su esposo, un belga que es guitarrista; cambia, se llena de rencor cuando se la nombra. Calidad humana: bastante he hablado de ello en este diario. Ver tratos con su mujer, trabajo para mantener su familia: desde 1958 tiene una beca. Se trajo a su familia, tenía 400 dólares y lo primero que hizo fue comprarse un carro para gozar, pues que lo llaman El Gozón. Se la pasaba en las casas de putas de la Rue Jourdan y en los cafés de la Av. Louise.
Leo que ahora todo el mundo en Venezuela lleva su diario. Yo puse eso de moda allá. Bueno, al menos trabajan en eso. Ahora Caupolicán Ovalles publicará su diario de Checoslovaquia.
-Yo aquí releo la mejor novela sobre Venezuela: “La Catira”.
1 de mayo
Anoche estuvimos en casa de Morán y su señora, donde comimos y jugamos a las cartas en compañía de los G. Tengo el presentimiento que he perdido mucho tiempo. No sé por qué sigo tratando gente de la que no aprendo nada. Yo veo una persona, la calibro y saco una persona, pero seguir tratando la misma durante un tiempo me causa daño para mi trabajo. Conozco después a la persona tan bien que ya pierde todo interés para mí. El misterio desaparece. Mis personajes han salido de un sólo trozo. Márquez Salas, el personaje de quien hablo más largo en mi novela, perdió todo interés para mí. Queda como un recuerdo. Y aún en mi novela es apenas un capítulo de unas futuras memorias.
Me quedé hasta tarde en la cama pensando en Sanoja, en Fuentes y en mi primer viaje a París. Luego recordé que una vez en una fiesta de aniversario del diario “La Republica”, Héctor Estredel me dijo que me inscribiera en AD. “-¿Para qué -le respondí yo-, para entrar en la base?” “-¿Tú subes rápido”, me respondió. Estuve pensando en eso y pensé y me vi inscrito en un partido y me dije que no hubiera durado mucho tiempo en ninguna organización. Siempre cargo conmigo el escándalo. Desconfío de todo el mundo. Pero más desconfío de mí. No puedo hablar en público. Soy demasiado agresivo. La pasión no me deja hablar. Me salta el labio de arriba. Cuando no puedo decir una idea (oralmente) me duele la cabeza. Me dormí un poco más tarde y soñé que me levantaba de la cama e iba a orinar y me lavaba la boca. Soñé esto varias veces y soñé que vivía al lado, en el viejo apartamento, y había dejado la puerta abierta. Cuando me desperté creí que me había orinado en la cama y me toqué los calzoncillos. Me desperté y me puse a pensar en Jorge Álvarez y me decía si a lo mejor no le gustaba eso que él me tuteara y yo le escribiera de usted y pensé si eso no sería factor para que no me editara el libro. Luego me imaginé siendo rechazado por Jorge Álvarez y trataba de pensar cómo saldría de ese berengenal de que habían hablado de mí en la prensa por ese nuevo libro y ahora nadie me lo editaba. Yo estaba muy incómodo porque tengo un pelado en la pierna que no me permite sino mantenerme del lado del corazón. El pelado fue el que me hice el domingo pasado jugando pelota con López y sus hijos en el Bosque de la Cumbre. Pienso que cuando publique el primer tomo de este diario perderá todo su interés, o su misterio y luego ya no será tan importante (el diario o yo). Decidí entonces, acostado todavía, que mejor nunca publique este diario en vida. De qué sirve, me dije. Y pensé en la novela italiana y en lo directa y naturalista que sigue siendo. No hay misterio ahí, me dije. Y me dolió decirme eso y pensar en los novelistas italianos, a los cuales nunca he podido leer.
















