13 de Marzo…
Sale en “La vanguardia” la entrevista que me hace J. G.
Estos novelistas españoles que he conocido son unos intrigantes y unos lengualargas. Los nombraré: Miguel Oca (resentido y frustrado. Sin talento y sibilino. Influye a través de otros. Es incapaz de dar la cara). Ramón Hervás le sirve de punto a Miguel Oca. También resentido y frustrado. Naturalista, esto es escritor fácil, sin imaginación. Silencioso cuando le conviene. Exhibicionista. El primer día que lo vi, para llamarme la atención, le preguntó a otro: “¿Sabes cuantos amantes tiene mi mujer? ¿Ahora?”. El otro respondió: “Nueve o diez”. Tomeo es el mejor de todos. Pero creo que no se domina y por esto es capaz de traicionar sin proponérselo. Está amargado. No ha logrado lo que ha querido. Fuerte problema sexual. Beneyto, a pesar de sus limitaciones literarias, es el de más alcances. Podría llegar hacer algo que valga la pena, si no perdiera tanto tiempo.
10 de la noche: vengo de pasar un rato con un médico ecuatoriano que conocí en el hospital San Pablo. Estuve con Tomeo. Creo que Tomeo y yo nos entendemos. Además de que nos sentimos solos. Tomeo comentaba esta noche que Torcuato de igual no se lavaba los pies y que le hedían mucho.
14 de marzo.
Carta de Molina. Recibió el cheque. Creo que vendrá este mes a Barcelona. Me dice que tenga paciencia.
Carta de M. Pero yo he terminado con ella. Se duele de que no le escriba. Y lo cierto es que yo quisiera olvidarla totalmente. Cuando la recuerdo me siento mal.
Esto es cargante. La gente no hace más que molestarme. Todos quieren verse conmigo entonces uno se ve, uno se encuentra y empieza la perdedera de tiempo, la habladera de nada, el café. ¡Ahora con un teléfono a la cabecera de mi cama! No he podido leer y le miento a todo el mundo: que leo, que escribo que trabajo incansablemente. Y no he podido hacer nada. Primero, por el golpe del cambio de un país a otro y la falta que me hacía M. Segundo, la mortificante espera de la decisión de la censura que tiene mis libros; tercero, la falta de estabilidad, de un sitio donde asentarme. Ahora me encuentro en un hotel céntrico, Ramblas 126, y ya me hablan mal de él: que si entran a los cuartos, que si se roban las cosas. A un señor le robaron un saco de libros, etc. Prefiero no creer en nada. Y confiarme. He estado mal del estómago. Hoy llueve, hace frío y gracias a que llegó la beca me compré un sueter.
Regreso a casa a las once y media de la noche. He pasado toda la tarde con Tomeo y él siempre con su problema sexual. Entramos a un burdel y Tomeo se entusiasmó con una francesa, pero no tenía dinero y yo no quise prestarle diciéndole que no tenía. Realmente tengo 1.000 pesetas y si le hubiera prestado me hubiera quedado sin nada y mañana es domingo. No leo, no escribo y cuando voy a leer o a escribir me llaman por teléfono o vienen por mí. Tomeo tiene ahora 38 años y necesita casarse, pero no puede hacerlo porque gana muy poco y trabaja como un esclavo. Me ha contado que ha tenido dos novias; una inglesa que lo dejó por y una húngara o quién sabe que cosa con la que terminó por los días en que yo llegaba a Barcelona. Tomeo me ha dicho que entre Miguel Oca y su mujer (que es una francesa dura) le acabaron el romance. Miguel Oca es un chismoso, me ha dicho Tomeo. Miguel llamaba a la novia de Tomeo para decirle que Tomeo salía con otras mujeres y que iba con putas. Ahora Tomeo está amargado y odia a Miguel, pero debe ser un odio particular porque se llaman a diario por teléfono, están de acuerdo en asuntos literarios y salen juntos. Tomeo hasta va a comer a casa de ellos (del Oca y su mujer la francesa).
Ahora con esta maquinita que compré me va mejor y recomienzo mi diario, que detuve al no más llegar. El abandono de M. y mi país me tenían abatido. Luego estuve enfermo, algo así como quince días, de los cuales pasé siete en el hospital de San Pablo con una fiebre y un dolor de cabeza que me hizo perder el conocimiento. Tuve también una infección en la garganta. “La pasó mal”, me dijo un médico ecuatoriano que conocí allí. Había empezado a escribir una novelita sobre Barcelona y luego continué escribiendo mis sueños, que detuve ayer y que hoy tampoco escribí porque o no soñé anoche (cosa que dudo porque sueño todas las noches) o no recordé. Esto es lo más probable.
Y pensándolo bien he sido injusto con Beneyto. Tal vez le molestaba mi presencia cuando su mujer estaba aquí y no se atrevió a decírmelo. Después que ella se fue no cesaba de llamarme.
Esta gente no me deja trabajar. Anoche leí hasta las cuatro de la madrugada y me vine a dormir a eso de las seis y ya a las diez Tomeo estaba ahí abajo preguntando por mí. Bajé y me presentó a un abogado. Luego fuimos a comer y a la hora de pagar me quedé callado. ¡No voy a pagar todo el tiempo!
Hoy tampoco logro recordar o que soñé anoche. Pero se da el caso de que ni siquiera sé si dormí.
Sigo mal del estómago.
Ahora deben ser las cuatro de la tarde. Tomeo y el abogado han querido que los acompañara al futbol, pero me negué. Les he dicho que tengo que trabajar, esto es leer y escribir. Y aquí estoy en este cuarto frío e incómodo. Bien, leeré y si es posible escribiré. Cuando estoy solo me encuentro mejor.
Además anoche, Tomeo quería acostarse con una mujer y casi quería obligarme a solicitar dinero prestado con Beneyto o a la dueña de la casa donde vivo para que se lo diese. Yo, claro, siempre desvié la atención de esto hablando de mis deudas, del temor de que no me llegara la beca o me la retirasen por las declaraciones que di para “La Vanguardia”. Tomeo se pone fastidioso. Anoche vi como le corría la saliva por la boca cuando contemplaba a una mujer. Tiene 38 años y aparenta más; unos cuarenta o cuarenta y cinco.
Por la tarde estuve leyendo un libro de Kemper sobre el significado de los sueños. A las nueve Tomeo vino por mí. Cenamos en una tasca y jugamos al ping-pong. Ahora seguiré leyendo hasta quien sabe qué horas de la madrugada. Anoche no dormí. Recordaba a M. Pensé escribirle, pero me dominé porque me he hecho el propósito de olvidarla completamente. Tengo 34 años. He tenido dos grandes experiencias y ya no me agarrarán tan desprevenido. La edad no es que nos endurezca, es que nos hace comedidos y calculadores. Con la edad somos capaces hasta de enamorar a una puta que lo hace por dinero.
Lunes 16 de marzo.
Carta de Molina agradeciéndome lo que dije de él en la entrevista. De parte de Camilo José Cela, me dice, “gracias” y que cuando quiera que mande otro relato para “Papeles”.
Carta de M. Insiste en venirse. Yo tengo miedo. Me estoy acostumbrando a estar solo, a leer hasta tarde, a hacer lo que me da la gana. Ya leo y al menos escribo este diario y el Diario de los sueños. He pasado la tarde visitando algunas librerías de lance: compré: “Autobiografía”, Chesterten; “Autobiografía”, Wells; “Los maquiavelistas”, Burnham; “El Greco”, Barrés; “El cuento de mi vida”, H. C. Andersen. Hablo con Beneyto: El Oca, el Hervás y el Tomeo intrigan en torno al editor que tiene mis libros, Picazo, diciéndole que si elogié a Molina es porque somos amigos y que Molina no sirve. Por un tris (y tal vez lo haga) no voy donde Picazo y retiro mis originales. ¡Estos mierdas…!
Son miserables los tipos éstos del grupo Tábano. Molina mandó una novela y se la rechazaron después que el editor la mandó a “picar”. Si no es por Beneyto, la novela de Molina no estuviera saliendo en estos instantes.
Me repetía anoche Tomeo que tenía una novia que quería mucho, pero que entre el Miguel Oca y su mujer hicieron que se separaran. Cuando Tomeo daba la espalda Miguel Oca y su mujer le susurraban a la novia que Tomeo se iba a buscar otras mujeres. ¿Pero qué caso es éste? Me entero que Miguel Oca y Tomeo andan para arriba y para abajo y se llaman a diario.
A mi tía Lola le gustaba burlarse de nosotros. Nos decía: “Javier pasó por aquí y no quiso quedarse para verlos”. Y Alirio y yo nos sentíamos unos abandonados. “A ustedes”, nos continuaba diciendo mi tía Lola, “los mandó Clara para acá porque no los quiere”.
Debo seguir trabajando en mis Memorias de la Infancia. Creo que perdí una parte que escribí en Venezuela antes de venirme. Debo llevar las Memorias de la Infancia hasta por lo menos unas cien cuartillas.
Ahora me duele el pecho y estoy cansado. Tengo hambre. Por poco no compré una selección del diario de Clara Schumann.
Le escribo a José ramón Medina, a Antonio Molina y a un librero de Caracas proponiéndoles venderles las separatas de “Bajo los Cielos sin Tiempo”.
Este diario me ayuda pero no soporto el dolor en el pecho.
Anoche salí a encontrarme con un matrimonio que conocí recién llegado a Barcelona. Bailamos en las “boites” y amanecíamos. Un día organizaron una fiesta en Casteldefels y allá llegamos el matrimonio, que se llaman Enrique y Paquita, una pintora que se llama Fernanda y otra mujer ya madura de nombre Mireya que canta y hace periodismo en catalán. Más tarde se presentaron Beneyto y el pintor Soler-Jové con una mujer medio loca que habíamos conocido con anterioridad y con la que yo me había acostado en un hotel. Bueno, esa noche tomamos, bailamos y nos desnudamos. Paquita, la mujer de Enrique, se acostó con Soler -Jové y quería acostarse a la vez con Beneyto y conmigo. Pero Soler-Jové que se cree buen mozo y don Juan, no se quitaba del lado de la Paquita porque pensaba que la mujer se meaba por él. “¿Qué se pensará el Soler-Jové?- comentaba la Paquita más tarde-, yo me acuesto con el que me dé la gana”.
En fin, que anoche volvimos a las andadas pero ahora venía una mujer hermosa, de hermosos ojos y hermosos dientes y yo bailé con ella. Todos la llamaban María Pastor y decían que es viuda y que tiene una hija. A esta mujer le dejé el teléfono del hotel y ella me respondió que me llamaría cuando pudiera. La Paquita y Enrique discutieron en el auto por el asunto de si dejaban primero a uno o al otro, etc. Yo supongo que la Paquita se “cabreó” porque anoche Beneyto, su marido y yo andábamos detrás de la María Pastor. Beneyto acaba de llamarme en este momento para decirme que anoche llegó su mujer. Yo le digo lo de mis impresiones de la Paquita y él me responde: “-No, qué va, era que tenía la regla”. Beneyto dice llamarme de un bar. Su mujer ha ido a visitar a una amiga y se encuentra con que la amiga ha querido suicidarse cortándose las venas y han ido todos a parar a la policía.
Dos sueños tontos: Antier soñé con Guillermo Cabrera Infante. “Yo le preguntaba: ¿Y ahora que rompiste con Fidel Castro, tú crees que Carlos Barral te publique o te vuelva a premiar un libro?” Y anoche con Ramos Sucre. Había una edición comentada de sus obras. Yo tenía que trabajar en una gran librería y tenía un sueño inmenso y se trabajaba en demasía, y cuando llegaba la hora de dormir me acostaba en un chinchorro y no podía dormir.
Esta tarde como ayer la he pasado recorriendo las librerías de lance. Compré “Un adolescente”, de Dostoyevsky; “Gente de Dublín”, de Joyce; “El doble” Dostoyevsky; y “El escritor según él y según los críticos”, de Pío Baroja. En esta soledad en que vivo me parece volver a mi primera juventud, esa en que leía y releía a todos estos autores. Me siento bien al recordar aquellos tiempos y vuelvo a algo que creía perdido. Recuerdo que “El doble” lo leí por primera vez en San Juan de los Morros, vivía con mi mamá y mis hermanos en una extrema pobreza. “Un adolescente” lo leí en Caracas cuando trabajaba en la librería Pensamiento Vivo y me enamoré de Julieta, la que fue mi primera mujer. A Joyce le he leído siempre. Sin embargo, fue su “Ulises” lo que leí primero. “Gente de Dublín” lo leí también en Caracas en una edición de Ercila producida por Luis Alberto Sánchez.
Aún no he cenado. Me hago el propósito de ahorrar para comprar libros o editarme con mi propio dinero si la censura o los editores se me niegan.
Como escritor que soy, creo que lo mejor para mí es vivir solo, sin mujeres ni nada. A las mujeres las necesito para un rato, para un rato de esparcimiento, como decía Musoline. Con mujeres a mi lado no podría ser fiel a mi diario. Cuando he vivido con una están vigilante de mi diario y mis relatos. Y si aparecía alguna mujer en alguno de mis relatos comentaban: “Nunca puedes olvidarte de esa mujer”. Y siempre estaban asociando a alguna de las mujeres de mis relatos con mi prima Nancy y Ana Rosa (una hija del Dr. Torrealba). Yo, por ejemplo, a Julieta le había hablado de estas mujeres en los días de nuestro noviazgo.
Cuando vivía con María sucedía lo mismo. Si escribía tal o cual escena decía que todas esas mujeres eran Julieta. Se ponía furiosa y me gritaba: “¿Sabes los que pienso? Que los imagino a los dos desnudos en la cama”. Ella creía que con esas palabras me insultaba y a la vez me hacía ver que sentía asco hacia mí y Julieta, “tu mujer”, como decía.
Lo malo de todo esto es que yo he desconfiado del amor. De ahí que las ido abandonando.
Anoche, en un momento en que bailaba con Paquita le pregunté que cómo había logrado ella conquistar esa libertad; esto es, que cómo había logrado ella que Enrique, su marido, le permitiera ir con cuantos hombres ella quisiera. Me respondió: “Pues, un día estábamos en un balneario y yo entré a una caseta a ponerme el traje de baño y un hombre pasó por allí y me propuso que me acostara con él. Yo me asombré, naturalmente y cuando vi a Enrique se lo dije. Este me respondió: Llévale la corriente; ve a ver que es lo que en realidad quiere contigo. Bueno, el hombre volvió, a mi me gustó y fui con él. Eh, eso sí, pero delante de Enrique. Enrique no me tolera que haga nada a sus espaldas. Si yo deseo un hombre se lo digo y basta. El me lleva donde sea y me espera o me vigila mientras yo hago el acto sexual. Después la cosa ha seguido este ritmo que consideramos normal… él también hace lo que quiere, igualmente delante de mí…”.
Salgo a comer, pues no había comido en todo el día de hoy y compro la primera edición de “Baza de espadas”, de Valle Inclán, libro que leí junto con los otros de “El Ruedo Ibérico” en Bruselas cuando vivía con M, y también compro “Psyco”, de Robert Bloch; otro de los libros que también leí en Bruselas cuando vivía con M. Todo esto me ha hecho recordarla y casi sacarme una lágrima, pero en fin, lo mejor (me digo) es no volver con ella y acabar de una vez.
Me recojo a las once y media de la noche. A las 10 me vi con Tomeo en el café de abajo (el Moka) y luego dimos un paseo.
Esta mañana cuando estuve en una librería de viejo, presentí que me perseguían. Había un hombre (joven) de chaqueta amarilla que no compraba nada y cuando yo salí se asomó a la puerta. Me metí en un café y me asomaba de cuando en cuando y ahí estaba el tipo mirando hacia mí y hacia el café. Luego esta misma noche, en compañía del mismo Tomeo, vi un tipo que me observaba desde una esquina. Me hacía el que miraba unas revistas de un kiosco de las Ramblas y a mi vez observaba al hombre. De pronto lo perdí. La mejor manera de combatir estos “delirios de persecución”, me digo, es no andar fijándome en nadie. No quiero ni puedo, ni debo perder la confianza en mí mismo. Lo que sucede es que aún me quedan resabios de mi antigua actividad política.
De marzo:
Anoche leí hasta muy tarde, tal vez hasta las cuatro de la madrugada, a Baroja, a Bloch, a Dostoyevski y a H. G. Wells.
Y en el cine de Calabozo (pueblo del Guárico), cuando pasaban los cuadros de propaganda, ponían como fondo musical “El Murciélago, de Straus.
De la noche: Pasé parte de la tarde en casa leyendo a Dostoyevsky. A las seis y media, después de oír un concierto por la radio, me fui a una librería de viejo y compré “Pensamientos”, de Blas Pascal, en versión española de Eugenio D’Ors y una novela de Hoffmann, Mile De Scudery, publicada en Madrid el 24 de julio de 1898. Comí un pedazo de pollo, pan y cerveza y cuando comía sentí ligeros “pronunciamientos” sexuales. Caminé por la Calle Robador y allí todas las putas me dieron náuseas. En “Grand Darling” me bebí un café y entonces fui con una francesa muy joven y muy hermosa. De nuevo en la calle me tropecé con el dibujante Soler-Jové, a quien no veía desde hacía por lo menos quince días. Me dijo que Beneyto estaba “cabriao” conmigo y que yo le había dicho a Teresa, su mujer, que nos fuéramos para Caracas. Esto me parece de locos. Lo que pasa es que Beneyto cela mucho a Teresa y cree que puedo sonsacársela. Yo pensé que Beneyto pensaba que yo podría decirle eso a Teresa. También le dijo a Jové que Teresa me odiaba. Lo que es mentira. Cuando he ido a su casa ella me ha tratado de una manera excelente. Una vez, para protestar de cosas que yo decía en contra de los españoles, pasó y me dio por la cabeza y me dijo: “-No hables así de nosotros”. Pero todo dicho con consideración, para no decir cariño. Tal vez sea esto lo que embrome a Beneyto. Jové ha querido que me quedara con él en El Paraguas. No quise. Me aberra ver cómo la gente pierde el tiempo en ese sitio. Todos se dicen artistas, pintores, directores de cine, escritores. ¿Cómo pueden realizar esas faenas pasándose las noches en un bar? Ahí, por ejemplo, siempre está sentada una joven de nombre Luisa Javer que a cada momento me dice que se va a Palma a hacer una película. He sabido por su misma boca que es casada, pero que su marido la dejó por otra, por la mujer de un amigo que los había acogido en su casa. La Luisa anda con otros artistas y ella habla con desparpajo, utilizando palabras como “joder” y cosas por el estilo. Seguro que eso la hace pasar por independiente, superada, desprejuiciada. Hoy se trasnochan todos los españoles porque mañana es feriado.
De marzo: Leo hasta tarde, pasando de un libro a otro. A las once me llama Tomeo y le respondo que me llame más tarde. Ahora me llama el médico Diego Heredia, pero es la una y media y me levanto.
Ayer cumplí dos meses aquí en Barcelona.
Beneyto es un hombrecito resentido, amargado y analfabeta. Nunca interviene en ninguna conversación. Quiere llegar a ser, hacerse un nombre, pero reconoce su incapacidad y sus limitaciones y quiere hacérselo todo a través de los demás, de Molina, de mí, de cuanta “escalera” consiga. Para él todo es el nombre. Sonar. No tiene obra, sabe que nunca tendrá obra, pero está seguro de que se hará un nombre. Lo ha intentado “escribiendo” y “pintando”. Cuenta 35 años no confía en sí mismo. Me teme. Cree que puedo quitarle a su Teresa. (Yo, claro, esto ni me ha pasado por la cabeza). Pero él no tolera que otra persona de más alcances y de verdadera personalidad esté a su lado cuando hay otros de por medio y mucho menos cuando está Teresa de por medio. Teresa es la única mujer que ha conseguido en su vida. Para él es una hembra. “Cuando se pone se pone minifalda -dice- todo el mundo se vuelve para verla”. Está orgulloso de tener una mujer así. Yo no creo tanto. Teresa es un poco gorda, con unos dientes, si no malos, renegridos.
El mismo Beneyto no confía en lo que ha hecho. Desconfía de los cuentos que le publican en Tábano. Tomeo me ha dicho que Jover le dijo que si los cuentos de Beneyto va a aparecer en Tábano se debe más que nada a la insistencia, “porque está arriba de uno. Es la perseverancia”. Y además porque brega por el editor gratuitamente. Le consigue a Picazo, se mueve. Ahora se ha puesto a diseñar las portadas gratuitamente. Los diseñadores de antes cobraban. “Beneyto no cobra”, ha dicho Picazo a Josende, el antiguo diseñador. Beneyto también a logrado que Picazo edite la novela de Molina en una nueva colección que llevará por nombre “La Esquina”. Beneyto no espera cobrar, pero allí se leerá: “Colección dirigida por Antonio Beneyto”. Ahora bien, ¿quien es Beneyto? Esto es lo que se preguntará todo el mundo. A lo que veo aquí todo el mundo quiere hacerse un nombre a como dé lugar. Tampoco Francisco Jover no es nadie y en Tábano se lee: “Colección dirigida por Francisco Jover”. Todos son iguales.
He ido perdiendo la idea del suicidio. Ahora me parece un horror el que muera a esta edad cuando tengo (eso creo) tanto que luchar. No digo hacer, digo luchar.
A mí las mujeres no me han hecho ningún bien. Enamorarme no me ha hecho ningún bien. Hemingway decía que cuando estaba enamorado trabajaba con gusto. Yo no. Con Julieta escribí El Tumulto, escribí ese libro de un tirón en 19 días. Luego vino la política y por un largo tiempo no escribí más. Con Julieta escribí los cuentos de “Entre las Breñas” y “Donde los Ríos se Bifurcan”. Eran buenos cuentos y los escribía espaciadamente. Esto es, uno cada año. Una vez escribí tres o cuatro de esos cuentos en sólo un mes.
Con Mirna escribí los cuentos de “Bajo los cielos sin Tiempo”, del “Diario Orinoco” (primera parte), mi diario de Bruselas y la novela “Gritando su Agonía”. Entre ambas mujeres he vivido diez años.
Aquí nadie lee, pero puedo asegurar que todo el mundo habla mal de todo el mundo.
Creo con Dostoyevsky que las mujeres más puras y más compasivas son las prostitutas.
Necesito una mujer joven, mucho más joven que yo y que no haya tenido experiencias de ninguna clase. Hoy he visto una en un restaurante de segunda clase; he visto a una camarera joven y sumamente hermosa y nos veíamos todo el tiempo. Escribo, certifico que me enamoré y mientras comí estuve enamorado de ella. No debo liarme con intelectuales (con mujeres intelectuales, quiero decir). La mujer ideal debe ser una analfabeta o ignorante de intelectualismo y todas esas cosas. Me ha gustado esta joven que creo pura. “Pura” es una palabra que me suena a Dostoyevsky. En cierto sentido, o en todo el sentido de la palabra, creo que yo también le gusté a esta joven. Mi voz es dulce. Me lo han dicho siempre. Sólo a los hombres les molesta mi voz, pero a las mujeres les gusta. Muchas me han pedido que diga algo, cualquier tontería por sólo escuchar mi voz. Realmente que uno enamorado se alegra. Creo que me he enamorado de esa camarera joven y sonrosada. Quiero creer que es “pura”.; quiero creer que puedo llevar una vida tranquila con una mujer joven y hermosa (e ignorante o analfabeta, lo mismo da) como ella. Me he imaginado con ella en San Juan de los Morros, en casa de mi hermana Idilia. Me he imaginado con ella en un cuarto pobre. Me he imaginado trabajando en una mesa mientras ella me atiende o atiende el ajetreo de la casa. Recordé un cuento de Hemingway: un hombre llega a una posada y allí se queda a vivir y la cocinera y camarera se enamora de él. Una tarde se quedan solos y el hombre y la camarera se van a la orilla del río. Se acuestan en la arena, pero cuando el hombre ejecuta el acto sexual sufre un ataque de epilepsia. Lo del ataque no me gusta imaginarlo cuando pienso en la camarera que me atendió, pero sí el hecho de que la camarera se enamorase de su cliente.
En definitiva, los tipos del grupo “Tábano” lo que me dan es lástima. Hervás me cuenta que tiene 37 años y ha estado llevando novelas de editorial en editorial y que si no es por esta colección que se creó difícilmente hubiera podido publicar en España. Jamás ha podido publicar un artículo. Ha ido a todos los periódicos y a todas las revistas con recomendaciones de otros consagrados” y tampoco le han aceptado nada. Lo mismo le ha sucedido a Oca y seguramente a los otros también; a Torcuato, Miguel Serrat-Crespo, etc. Beneyto, si no es por Molina, nunca hubiera publicado en “Papeles…”. Molina fue el que le sugirió la idea de crear la colección de La Esquina. “Por ahí te metes”, le dijo Molina. Así empecé yo en mi pueblo… con unarevista de poesía y a través de ella me puse en contacto con Camilo José Cela…”. Y Molina, efectivamente, ha aprovechado el puesto que ocupa como secretario de Cela. Le escribe a todo aquel que por una u otra razón le escribe a Cela. “Yo también soy escritor -recuerdo que me escribió a mí-. Dígame si quiere recibir una novela mía para enviársela”. Le respondí que sí. Naturalmente, y a vuelta de correo recibí “Solo de Trompeta”.
De marzo:
Leo hasta muy tarde, o hasta la madrugada. A las seis de la mañana apagué la luz. Me estoy levantando. Son las doce y media y aunque no desperté temprano, permanecí en cama recordando el sueño que tuve. Fue un sueño de hermosura y de frustración. Yo me encontraba con otras personas en una calle de San Juan de los Morros, frente al Parque Roscio. Allí recibíamos no sé si clases o asistíamos a un espectáculo. Yo me hallaba sentado al lado de Rosita, una de las hijas del Dr. Torrealba, de la cual estuve enamorado cuando estudiábamos en el Liceo, en el mismo curso. Yo perdí un año y ella se me adelantó, pero yo le seguía fiel, observándola. Abandoné el Liceo y como ya no podía hacer nada por ahí, distinguiéndome con una profesión, pensaba o fantaseaba con realizar algo sobrenatural, escribir, meterme en política, triunfar por otros medios y así obtenerla. Ella terminó casándose con un abogado. Bueno, es el caso, que en este diciembre, después de tantos años sin saber de ella y sin verla, me la volví a tropezar en la casa de su padre. El día 24 de diciembre yo fui a saludar al viejo doctor y me quedé conversando con los “muchachos”. Llamo muchachos a unos hombres, todos profesionales, o doctores, o cosas por el estilo. Yo me quedé con la sola intensión de volver a ver a Rosita. Y en efecto, ella llegó acompañada de su marido, un hombre que no me puede pasar porque no concordamos en nuestras ideas políticas. Hasta una vez, en una reunión, tuvimos un cambio de palabras… Rosita entró y me miró. Saludó a todos, pero a mí no me saludó, solamente me miró un poco, asombrada. Yo hice lo mismo, aunque me detuve más en mis observaciones. Debo decir que soy uno o dos o tres años mayor que ella. Pero estaba un poco avejentada. Y delgada. Un poco delgada en su rostro. Sin embargo, pensé, si su marido muriese le propondría matrimonio y me uniría con ella. Eso fue lo que pensé. Pero no he hablado del sueño de anoche. En el sueño yo estaba sentado a su lado y le pedía su teléfono. Yo me inclinaba hacia ella y casi rozaba su rostro con el mío. Y ella toleraba. De pronto, como siempre sucede en los sueños, hubo un cambio y me encontré con Carlos Ron sentado en una acera. Carlos Ron se ha casado con una hermana de Rosita. “Debe ser muy hermoso lo que han hecho”, le decía yo a Carlos Ron. “Te has casado con la mujer que has querido desde niño”. Carlos Ron no respondía. Yo lo aprecio y supongo que él también me aprecia. Y todo lo que le decía era sugestionado por el recuerdo de Rosita. ¡Yo también he podido hacer lo mismo si Rosita me hubiera querido! Pero no, con esa gente había que andar con pies de plomo. Había que destacarse sacándose un título en una Universidad. Había que ser “doctor”. Carlos Ron lo es en Derecho. Y yo no soy nada, ni nunca fui nada. Mi vida puede despertar cierta curiosidad en gente como esa pero nada más. Recuerdo que esa noche del 24 de diciembre del año pasado hablaban de mí y me preguntaban cosas. “Has sido hasta guerrillero”, dijo uno de los Torrealba. Yo alardeé más y dije que tenía tres hijos en dos mujeres hermosas e interesantes. Llevado por mi “amor propio” hablé de la mujer que me había llevado a Bruselas y que luego abandoné y de la cual tuve una hija muy bella. Cargaba conmigo mi pasaporte y mostré la fotografía de Carolina. Mi vida no ha sido en vano, quería decir. He vivido, he estudiado, me he levantado por mi cuenta, me he hecho un nombre, gano dinero. ¡Puedo hacer lo que quiera! Todo eso lo decía para alardear, como ya he escrito, y para quitarme de encima todo ese engorroso de que el que no va a la Universidad (como fueron todos ellos) no es nada ni sirve para nada.
Salí a la calle y vi un libro de Henry Troyat: “Notas”. Pero no lo compraré para mí, me dije. Para mí es falso todo lo que suene a profesional. No me gustan las putas profesionales, no me gustan los escritores profesionales, los pintores profesionales. Nada que suene a profesional me gusta. Todo lo que suene a profesional es falso. El que es profesional hace las cosas porque sabe hacerlas. Eso no tiene ningún mérito.
La cuestión que anoté ayer acerca de la camarera es, a no dudarlo, una de mis cursilerías. Hoy volví por allá y apenas si nos vimos. Creo que hasta se entiende con uno de los cocineros. Tal para cual. Y piensa uno: ¿Cómo podré verla? Trabaja todo el día. ¿Cómo podré decirle algo? Tiene que servir sin descanso a miles de comensales. Como en otros tiempos, he idealizado a una mujer pura porque a lo mejor no lee ni piensa y es todo sentimientos.
Esta tarde, a eso de las seis, me fui con Beneyto a ver al editor Picazo. Ahora bien, este es un hombre que siempre se está quejando de la falta de dinero. Yo me he alterado y le he dicho que preferiría costearme yo mismo la edición de mis libros. La cuestión ha venido al caso porque me ha mostrado una lista de las obras que publicará en breve y mis novelas han venido siendo pospuestas. “Sus libros -dijo- aparecerán en junio”. Lo que entendí como que no saldrían nunca. He salido echando chispas y jurando presentar mis novelas en otras editoriales.
Lo malo es que sólo tengo un ejemplar de cada uno de mis manuscritos. Y temo que se pierdan.
Vuelvo a estar mal. Como que no se darán mis cosas. Apareció Cela para consolarme con ese relatico que publicó en el número de febrero de “Papeles de Son Armadans”.
Del mes de marzo: No cambio esta soledad por nada. Hoy he salido a hurgar en las librerías de viejo y he comprado una biografía de Browning, por Chesterton; una Erasmo, por Huizinga; y otra de Nerval, por René Bizet. He estado alegre con la adquisición de estos libros y de la vida sencilla, libre y solitaria que llevo. Incluso me molestan que me dirijan la palabra o me llamen. Ahora lo ha hecho Tomeo; quiere presentarme a Tomás Salvador, un premio nacional de literatura, lo que no me importa nada. Ni a lo que le veo gracia. Importancia podría tener en cuanto a Tomás Salvador dirige una editorial y podría publicar mis obras. Pero ahora sólo quiero utilizar mi tiempo de soledad para leer y escribir lo que me de la gana. De publicar, no me interesa publicar. No hay nada mejor que el anonimato. Como esos personajes de Dostoyevski, pienso que no hay nada más grandioso que saberse grande y pasar por las calles, por el mundo sin que nadie lo sepa. Con que uno lo sepa basta. Y además la grandeza es cosa particular, íntima.
La verdadera grandeza reside en saberse grande o sentirse grande uno mismo para uno mismo.
De marzo:
Tomeo estaba convenciéndome de que cambiara de ambiente: el Enrique, la Paquita, Beneyto, el Paraguas, etc. “Haz caído en lo peor de Barcelona”. Y anoche me lleva a la casa de Xavier Carles Tolra, un pintor que recientemente ha expuesto en Bologna. “Este es otro ambiente”, me dice. “Un ambiente sano”. Vamos. Ahí se juega a las cartas, se lanza el dardo, se oye música. El que quiere tomar se sirve un trago y el que quiere comer se tuesta su pan o se asa su carne en la gran chimenea. “Tolra es un inocente, me dice Tomeo, un ángel, un niño grande “. Tolra es hijo único, vive solo en este caserón, tiene dos originales de Picasso otro de Dalí. También tiene originales de pintores, de grandes pintores del siglo pasado. Siglo Dieciséis. El ambiente es confortable, tranquilo. Llega un pintor español con su señora que es alemana; llega un profesor de economía de la Universidad de Barcelona con su señora, que es austríaca; llega otro pintor, que por las barbas se parece a Ibsen; llega la novia de Tolra, una argentina que habla tres o cuatro idiomas a la perfección. estamos muy bien, sin duda. Es un ambiente agradable, sano, distinto. Oímos música clásica y música romántica para el cine, al estilo de esa del Doctor Zhivago. La estamos pasando muy bien. Tomeo juega. Yo discuto con la Argentina sobre Bolívar y San Martín. Otros juegan al dardo, cada quien cuando tiene hambre, se tuesta su pan y se asa su carne. Yo le digo a Tolra que repita el disco de Dr. Zhivago. “Ah, dice Tolra, tenemos aquí a un hispanoamericano romántico”. ¿Por qué no? A la novia de Tolra, que es Argentina, se le ven mucho sus tetas. La alemana del pintor es hermosa, delgada y con un rostro a lo K. Deneuve. La austríaca, la mujer del economista, es también llamativa. Sólo cuando uno se le acerca un poco le nota granos en la cara. Pero el cuerpo es extraordinario. Tolra es un hombre que no habla. Tomeo se olvida de sus preocupaciones. Yo, igualmente. ¿Por qué juega el hombre?, se preguntaría Huizinga. Tolra dice que pasará una película que tomó en Italia. Tolra, ya lo dije, no habla, es un niño grande, un inocente, un hijo de papá y de mamá. ¿Qué clase de película será esa que va a pasar? Nadie se molesta. Sólo él se preocupa de colocar sus aparatos. Unos juegan, otros lanzan el dardo, yo bebo mi vino y me aso mi carne de cordero. Tengo un hambre espantosa. Tolra exhibe su película. Las mujeres se acercan por decencia. Hay una exposición y una pareja que admira (o mira) un cuadro. La mujer del cuadro es hermosa y excita al hombre. Quiere obligara la mujer a entrar en un cuarto. La mujer se resiste. Luchan. El hombre la posee. Luego todos nosotros, hasta un inglés, que está sentado en el suelo mirando la película, nos ponemos a gritar. La mujer del cuadro baja y realiza un número con la otra mujer. Las mujeres se escandalizan, pero no dejan de ver la película. “Oh, eso es muy hermoso hacerlo cuando hay dos personas que se quieren, dice la alemana, pero así no”. Y es que ahora las dos mujeres y el hombre realizan otro número. Allí todos estaríamos dispuestos a hacer algo semejante. Pero no somos gentes civilizadas. Yo me levanto y no sigo viendo la película. Me meto en la cocina y me tomo un trago de la primera botella que agarro. “Y no hace mucho que fui con una puta”, me digo. “No puedo permitirme para más”. Pienso que Tomeo, lo de siempre, se masturbará esta noche. Sí, Tomeo quiere irse. En el auto viene echando coños. “Tolra es un niño”, dice. “Qué tontería”, dice.
Soñe con Mirna: Yo regresaba, pero ella no me quería llevar a los lugares donde trabajaba y eso me molestaba y hacía que la odiara. La golpeaba con furia y con todo el odio.
Después de comer (comí mucho) me vine caminando lentamente y me fijé en una pareja que estaba en un automóvil. Se besaban rabiosamente y el hombre hacía por sentarse a la mujer en sus piernas. Lo que me pasó no es para descrito. Corrí hacia la calle del Robador y me metí con la primera fulana que me lo propuso.
Lectura de Pascal, de Dostoyevsky, de Malaparte, de Clara Schumann (diario), Juan Ramón Jiménez y Frederic Wertham: “Leyenda oscura” ( psicología de un crimen). Anoche leí durante la noche y hoy leí durante toda la tarde. Lo que me molesta es no empezar un relato, o una novela, o un trabajo de verdadera creación. Anoche cerré el tomo de Baroja sobre el escritor a sus críticos.
El que yo haya abandonado a Mirna podría ser una tontería para los otros, pero para mí era cuestión de vida o muerte. Nos amábamos. Pero ella lo que buscaba era el matrimonio y yo no quise (ni pensé) nunca en casarme con ella. Mirna me decía: “Yo te ayudaré. No tendrás que trabajar. Te dedicarás a tu literatura”. Yo no respondía. Pensaba: “Me esta comprando y ella lo que busca es solucionar su problema legal”. Desde el comienzo fue así. “Si yo salgo en estado te casarías conmigo?”, me preguntaba. Yo no respondía, pero no eludía los riesgos. Salió en estado. Nos fuimos a Bélgica.
Con Julieta me había casado por aquella mi inmensa soledad de entonces. No niego que me enamorase, pero cuando me casé con ella desconfiaba de su amor hacia mí. Yo tenía 24 años cuando la conocí y ella 25 o 26. Era virgen.
Yo debo ser un frustrado o resentido, porque siempre he caído entre gentes de cierta calaña. Sólo en mi primera juventud viví plenamente en la fantasía y completa ironía con mis amigos o compañeros. Después de los 25 años fui cayendo entre seres resentidos y frustrados. En Chile todos aquellos comunistas venezolanos me hicieron la guerra porque me destacaron allí un relato. En mi país me hicieron la guerra tipos que se creyeron escritores o políticos y que no pasan de medianías analfabetas y amargadas. En París y en Madrid todos los venezolanos eran unos frustrados, salvo Jesús Soto, que no era un frustrado, pero que era un amargado. “En esas historias de la pintura que escribió Mariano Picón Salas no aparezco yo”, decía Jesús Soto. Cruz Diez sí fue para mí un hombre de equilibrio, de bondad y de confianza en sí mismo.
En Bruselas, todos los venezolanos que vivían allí eran unas completas nulidades. Creo que las narré a la perfección en mi relato “La Fiesta del Embajador”.
Me vengo a Barcelona, me hago el propósito de no tratar con venezolanos y los españoles que trato son más amargados, más resentidos y más frustrados que todos los seres que he tratado antes. Beneyto parece un viejito que siempre está cuidando la tierra de que vive y de lo que vive es de una mujer a la que cela. Este hombrecito nunca creyó que pudiera conseguir una mujer y consigue una “chavala” de 19 años. Se ponen a vivir. Y él dice que tiene una hembra. “Cuando se pone falda corta la gente la mira”. Yo creo que él se figura que la gente la mira porque las mujeres que ha conocido sí han sido unas viejas y unas acabadas. “En cambio Teresa…”, dice. Vengo de telefonearle y se pone ella. Pero él no coge el teléfono. Es para “decirme” que no me acerque por allá. Tiene miedo de que le roben la mujer. Y la mujer está engordando, tiene los dientes renegridos, la cabeza sucia. Para él esto es verdad, está bien. No más. Me dan ganas de reír cuando (según Jové) piensa que le puedo llevar a la mujer para Caracas.
Tomeo, Hervás, Oca, Miguel… Josende, Tolra, etc. No hay uno de estos tipos que no sea un amargado o un resentido o un frustrado. Tomeo me decía: “-Te voy a llevar para que conozcas otros ambientes”. Y me llevaba a casa de Tolra. La primera noche, magnífica. “Tolra es un niño grande, inocente”, comentamos. Pero el sábado o viernes por la noche, ¿qué es lo que vemos? Una película, lo que se llama una verdadera película. Tolra saca su proyector, instala muy silenciosamente la pantalla y empieza a pasar una película sin que nadie se dé cuenta. Unos minutos más tarde, y ya estamos todos contemplando, sin hablar, o gritando (aquí ni el inglés se dominó) que el hombre si era un macho y las mujeres unas tías. Un número, pues. Lo que se llama un número. El Tolra se fue a Italia y de allá se trajo una película que enseña como hacer el amor en diferentes posiciones… y a mí, a mí déjame coger florecillas silvestres… ¿Acaso no han sido unas frustradas mis mujeres? La primera, mayor que yo. La segunda, un año y medio menor que yo, pero se ve más y vieja que yo. Las dos me han dicho: “Eres un niño. Pareces un niño”. Y no les falta razón.
El asunto es que nadie sabe qué hace la mujer de Beneyto. Cuando se lo pregunté a él mismo, me respondió: “Trabaja con su familia”. Pero no me dijo qué. Cuando se lo pregunté a Soler-Jové, me dijo: “¿No es maestra? Creo que una vez Beneyto me dijo que su mujer era maestra. ¿Pero no será camarera o algo por el estilo?”. Una noche Beneyto me dijo: “¿No volverá Teresa con su primer marido?” Y había miedo en la expresión. Beneyto no trabaja, no escribe, no pinta, no juega ningún papel en este mundo. “Lo que hace lo hace para justificarse”, me dice Tomeo. Y la mujer que tuvo un crío a los 16 años… La obligaron a casarse y a la semana le jugaba sucio al marido. El mismo Beneyto, cuando nos conocimos, me contaba esto. Ahora lo que yo creo es que Teresa no se ha casado ni ha querido casarse. Tuvo el crío que vive con Beneyto. ¿Por qué, si lo tuvo siendo casada, el crío no está con su familia (de ella)? Beneyto va tirando. Creó lo de “La Esquina” a instancias de Molina. El mismo nombre de La Esquina es de Molina.
“-No fue por ella por lo que la dejé, sino por lo que yo pensaba de ella. A ella la soportaba. Lo que no soportaba eran mis pensamientos, mis imaginaciones acerca de ella”.
Del mes de marzo:
Son las dos de la mañana del día 25. He pasado casi todo el día en un pueblo cerca de Barcelona. Fui allí con Heredia y Augusto a visitar al médico Marcelo Ceballos, que es ecuatoriano.
He tenido un dolor en la garganta. ¡Con la idea del suicidio!
(Por el día): Estoy completamente decaído y enfermo. Me repite lo de la garganta. Anoche no pude dormir o casi no dormí. Sí dormí no lo sé. Lo que si sé era que sudaba. He debido tener fiebre. A la una del mediodía salí de este hotel. Fui a casa de Beneyto a ver si tenía carta. Beneyto, me dijo la portera, se fue a provincias. No me llamó, siquiera. Estamos en plena Semana Santa y he recordado a M. La última vez la pasamos en el parque del Este leyendo y haciendo planes. Luego recordé que en otras vacaciones ella se fue a Los Caracas yo también y alquilé una habitación. Ella se venía de casa de su familia y se metía en mi habitación. Ahora me he dicho, con odio y temor, si a estas horas no estará haciendo lo mismo con otro. ¿Acaso serán bajos estos pensamiento? No lo sé. Lo que sé es eso que escribo. Cuando venía de casa de Beneyto me paseé por el barrio chino. Vi a una mujer que se parecía a M y la convidé a ir. Estuvo muy amable la mujer. Me llamaba “chato” y me gustaba su amabilidad.
Carta de Molina. Dice que Cela me aprecia como persona y como escritor. Me deja entrever que vaya y hable con Cela. Según Molina, Cela está dispuesto a ayudarme.
Pero estoy enfermo, pálido y demacrado, débil. No he comido.
Llamo a Tomeo. Tomeo me lleva a visitar a Tomás Salvador, un novelista, Premio Nacional de Literatura, que dirige la Editorial Planeta. Tomás Salvador es sordo. Perteneció a la división Azul y quedó sordo a consecuencias de un bombazo.
Ceno con Tomeo y después nos metemos a un cine a ver “El libro de la selva”, de Walt Disney. Hay que ser valiente. A juro. Como sea. Pero hay que ser valiente.
Del mes de marzo: Sigo con el dolor en la garganta y ahora una gripe.
Ayer, con Tomeo, conocí a Tomás Salvador. Su padre fue guarda civil. El mismo (Tomás Salvador), después de la guerra y de haber militado en los rangos de la División Azul, fue de la secreta. Se metió a escritor y escribió sobre estos temas y lo han galardonado con el Premio Nacional de Literatura y Premio Ciudad de Barcelona. Es sordo a causas de un bombazo. Dirige una editorial en la que él mismo hace los diseños. Las portadas y las notas de presentación. Trabaja a lo muy español. De vez en vez, con sus socios, baja al bar de la esquina y se toma un trago de vino. luego vuelve a subir, se sienta y continúa trabajando.
- ¿Cómo va tú último libro?-, le pregunta Tomeo, quien tiene que gritar para hacerse oír.
- ¿La venta? Muy mal. Muy mal-, dice Tomás Salvador moviendo la cabeza nerviosamente. Se inclina sobre lo que está haciendo y trabaja un poco. Se levanta sin haber concluido nada y dice que tiene que irse. Coge un maletín y cuando va a salir, se le acerca el socio y le dice que hay un cobrador.
- Nada, hoy no se puede nada.
- Pero tú me dijiste que viniera hoy.
- Bueno, sí, pero son 3.000 pesetas. Si fueran mil quinientas…en todo caso dile que venga el sábado.
El socio titubea y sale. Tomeo y yo bajamos a la calle con Tomás Salvador.
- Tiene muy mal genio, dice Tomeo.
- ¡Cómo dices?
- Que tienes mal genio.
- ¿Yo? No hombre, que va. Lo que siento es eso de haberme metido a editor-. No necesita abrir el auto porque lo ha dejado abierto.
No se cuida de nada, me comenta Tomeo.
Tomeo también es alto y fuerte y también tiene mal genio. En la actualidad cuenta 38 años. Y ha publicado tres libros. El primero trata de la brujería en Cataluña, el segundo es una novela que le publicó Tomás Salvador y el tercero es el que acaba de publicarle el editor Picazo en su Colección Tábano. Tomeo anda en el auto maldiciendo y tropezando con casi todos los coches. Es impasible. Practica todos los deportes. Con él he jugado ping pong y al billar. Está cabriao con eso de que le digan el Kafka español. Pero no niega que tenga de Kafka. Los dos nos llevamos admirablemente bien.
Ayer, en un mal momento, que por poco me impide comer, recordé un día que tuve que acompañar a mi mamá a Las Mercedes del Llano. Mi papá estaba gravemente enfermo. Cogimos el autobús que iba a Valle de La Pascua, y bajo aquel sol comenzó a hinchárseme la cara por causa de unos dientes que tenía dañados. Llegamos y mi papá yacía tirado en una cama allí en el corredor de la casa. Era atendido por un médico recién graduado. A mí la cara se me fue hinchando y el empírico me sacó cuatro dientes de un sólo tirón. Yo también me tiré en cama y mi mamá ahora tuvo que atender dos enfermos. A mi me daba agua de arroz, que era lo único que podía pasar.
Si la muerte es revivir lo que se ha vivido lo mejor es retardarla todo cuanto se pueda.
Para darse valor nada mejor que leer vidas heroicas. Claro, toda vida es heroica. Y la más heroica es la de los santos, la de los místicos, la de los grandes artistas. Pero cuando ahora digo heroica pienso en guerreros, aventureros y gente que se lo juega todo al azar. Pienso en Lope de Aguirre, de quien me he leído unas cuantas biografías que le dedica José María Moreno Echevarría, obra editada por Tomás Salvador en sus Ediciones Marte.
Jonás Castellanos me escribe proponiéndome comprarme los 500 ejemplares de “Bajo los Cielos Sin Tiempo”.
En el restaurant en que como me encuentro con el médico ecuatoriano Diego Heredia Montesinos, otro médico (catalán) de nombre Juan y otro joven, de nombre Augusto que dentro de poco también será médico. Diego Heredia se ha hecho muy amigo mío desde el día que ingresé en el Hospital San Pablo. Un día, después que me dieron de alta, me llamó a casa de Beneyto: “Soy Heredia”, me dijo. “-¿Sí? ¿Quieres hablar con Beneyto?”. “No-, me respondió-, contigo es con quien quiero hablar. Le dije que se acercara a casa. Yo le pregunté que qué pensaban en el Hospital de mí y él me respondió que todos estaban de acuerdo en que yo estaba loco. El dolor de cabeza me había hecho perder el sentido, me habían puyado varias veces en la médula espinal y yo no había sentido nada. “-Imagínate cómo estarías que no sentiste esos pinchazos que son dolorosísimos. Nadie los soporta.” Ahora Diego y yo nos vemos casi a diario en el restaurant San José. Tiene Heredia 24 años. Su padre posee un hotel en Ecuador al que sólo asisten Jefes de Estado y Ministros. “-Yo te voy a curar-, me dice-; no te limpies tantos los dientes; no te preocupes tanto por lavarte los dientes.” Su novia es alemana. “-¿Crees que debo casarme?” le digo que lo piense y que si se encuentra una mujer que viva con él sin matrimonio sería menos problemático. “Nadie me aconseja”, dice. Se debate en un mar de calamidades. Hoy se le notaba preocupado. Nos despedimos. El médico llamado Juan y yo nos quedamos en una sala de juego y jugamos al billar. Para hacer la digestión.
Tomeo salía hoy con una Alemana.
De marzo. Jueves Santo: “El tumulto”, mi primer libro, no gustó o fue muy criticado. Algunos, como Guillermo Meneses y Manuel Caballero lo encontraron importante, pero mal escrito. Ahora yo también lo sé. Luego Salió el librito, “Sin Cielo y otros relatos” y nadie dijo nada. Sólo en el diario “Clarín” salió una nota de José Vicente Rangel y una entrevista que me hicieron una semana más tarde. Después edité “Entre las Breñas”. Aquí fue cuando me di cuenta de que sólo debía creer en mí mismo. Publiqué el libro y el libro fue un éxito. Bueno, lo que puede ser un éxito en Venezuela.
Pasé la noche en claro. Esto es, me acosté a las 11 y media con un libro en la mano y de pronto eran las ocho de la mañana. Terminé ese libro de Moreno Echeverría sobre “Los Marañones” y comencé y casi concluí “Aventura y Destino de Valle Inclán”, de Fernando Ponce.
Mal día he pasado hoy. Dolor de cabeza, estornudos, debilitamiento, desazones. Me contrario mucho con respecto a M. Ayer le mandé una carta rogándole que viniera o que me pidiera que yo me fuese y en este momento acabo de echarle otra carta en el buzón de la calle donde le digo que esto no tiene remedio y que lo mejor es que cada cual coja su camino.
Vino el médico Heredia con su novia española. Almorzamos juntos. Su compañero que se llama Augusto andaba con una noruega y como yo le ataqué un poco la mujer se “cabrió” y me llamó comadreja. Mi mejor respuesta fue el silencio y decirle que me dejara en la primera parada. Andábamos en su coche. Este Augusto tiene 24 años y la otra vez nos confesó que en 6 meses sólo se había acostado una vez con una mujer. No puede salir de casa sin el permiso del padre. Es lo que se llama un señorito. Se enamora de las mujeres, hasta de estas noruegas que lo que andan es buscando que se la lleven pronto a la cama. Esto también se lo dije a Augusto y todavía se “cabrió” más. No me extraña que se haya enamorado de la noruega, que lo aventaja en años y es una veterana.
Diez de la noche: me llama Tomeo. Está en Sitges, que mañana vendrá por mí. “Nos iremos a Cadaqués”, me dice. “He pensado mucho en ti. Creo que nos irá bien”, yo supongo que se ha enrolado con mujeres. Me dice que debo llevar pijamas y ropa porque dormiremos por allá. Algo bueno se prepara.
Como Fernando Ponce pone por las nubes “La Lámpara Maravillosa”, de Valle Inclán, bajo y compro un ejemplar en las Ramblas.
Si me regresara a Venezuela, ¿qué? Por los momentos estoy solo y enfermo, pero allá no tengo amigos sino enemigos. Aquí al menos tengo la amistad de Tomeo y del médico Heredia. Es factible que espere y que me quede un año. Ya veremos. Fuerza.
Caminando solo por estas frías calles de Barcelona no hago más que recordar los años que pasé en Bélgica con M. Casi lloro. Pero ahí tengo el diario de aquellos tiempos. No hay un día en que no reseñe una pelea, los golpes, las heridas. ¿Era aquello amor? Yo pienso que sí, y muy grande. Por eso nos separamos. O mejor dicho, por eso la he abandonado yo en dos ocasiones. Ahora proponía seguirme y tuve miedo y le escribí una carta maldiciéndola y ofreciéndole irme si se acercaba por estos lados. Y eso me ha herido en lo profundo. Yo me creí con todos los derechos y pensaba que yo me injuriaba y ella resistiría y no me abandonaría por más que yo la maltratase. Estoy seguro que aguanta mis golpes, como los ha aguantado, pero siempre me pidió que la estimara. “-Eso es lo único que te pido”, me decía. Yo, la verdad, la abandoné por el gran temor que me embargaba de que pudiera matarla.
Me despierto antes de la siete de la mañana.
El tipo de ayer, el Augusto que andaba con Heredia y conmigo y Heredia con novia de Madrid y el Augusto con la mujer que “levantó” en un café… el Augusto, digo, pues se “cabrío” porque la mujer empezó a hacerme caso a mí. El Augusto no puede salir más que hasta las diez de la noche y confiesa que en España todos los hombres de su edad se masturban a diario y que muy pocos a esa edad (los 24 años) han conocido una mujer y si ven una mujer es para enamorarse. Creen puras a todas las mujeres. Sus padres les han enseñado que deben casarse con señoritas vírgenes. Bueno, vengo yo y le digo al Augusto que la noruega no está enamorada de él ni de nadie sino que viene a España a buscar tipos por un rato, por unas vacaciones. Y el español, que todavía no puede quitarse su complejo de don Juan, cree que las mujeres se enamoran de él. Todavía el español se cree atractivo, todavía se cree que es el que domina a la mujer y no que la mujer hace con él lo que le da la gana. Después estalló cuando me vio tocando y hablando con la noruega. “-Vengo yo a conseguir esta mujer para que venga esta comadreja a quitármela.” El tipo había perdido los estribos y se lo dije: “-En esta guerra, mi amigo, hay que dominarse. Hay que ser muy frío”.
Mal momento estoy pasando. Dormí poco y me desperté a las seis de la mañana. Salí a hacer unas compras. En una librería me robé “Hijo de hombre”, de Augusto Roa Bastos.
Igual me sucedía con Beneyto. Cuando yo me iba con alguna puta más o menos llamativa siempre me decía: “-Primero se fijó en mí, pero no quise ir con ella”. Y la otra noche, cuando Enrique y Paquita trajeron una viuda muy hermosa Beneyto me decía que la viuda estaba por él, pero la verdad fue que la viuda bailó conmigo toda la noche y me permitió que le hiciera todas las caricias.
Del mes de marzo: Viaje de pascuas a Cadaqués con Javier. Trato con el Goico, el marido de Ana María Matute, siempre presumiendo de las mujeres que ha tenido; en las mesas y en las paredes retratos de una alemana completamente desnuda. Rencoroso, frustrado, dice que él le dictó los libros a Ana María Matute. “-Ella sentada allí en frente y yo dictándole “Los Hijos Muertos”, dice. Los premios los obtuvo por él. El Nadal, el Planeta, el Premio Nacional de Literatura. Las traducciones se hicieron por sus contactos con el extranjero. Luego, ya ella en la cumbre, cambió. Se peleaban por nada y el gritaba: “-Yo no me casé con Dostoyevsky”. Ana María Matute lo traicionó con uno de sus grandes amigos. “-Yo mismo se lo presenté”.
Conocí también a una cantante en proyecto que tiene 34 años. Conocí a la mujer de un pintor. La mujer se llama Fanni y enseguida se puso a cogerme de las manos. Me repugnaba. Pero no obstante eso lo hice con ella en su auto. Después no podía verla. Tenía 40 años. Anoche me llamó cuatro veces y hoy ha insistido. Me habla de ponerme apartamento, de darme un auto. No volveré ni siquiera a verla.
Había una colombiana de nombre Lilian Hurtado. Ex novia de Guinovart. La llevó Tomeo ese otro día a la casa de la salvadoreña donde nos hospedamos. De allí nos dirigimos donde el Goico y yo delante de la Fanni me acercaba a la colombiana. Anoche dormí con ella en el hotel España. “-Malo, me dijo, me has hecho muy feliz”.
En casa encuentro una nota: “Hoy lunes a las 12,15 le ha telefoneado el Cónsul de Venezuela en la Coruña diciendo que espera su llamada mañana martes a las 12 del mediodía”. Bien, son las doce y media del mediodía del día martes y ya he hablado con Oswaldo Rodríguez Ramos, Cónsul de Venezuela en La Coruña.
Vino un venezolano hippie a pedirme dinero prestado. Le di 50 pesetas para que se fuera al consulado y solicitara ayuda allá.
Carta de Molina.
De Venezuela no sé nada.
La colombiana me preguntaba dónde o quien me había enseñado a hacer el amor. La sensibilidad la tenía en los senos y no quería que apartase mis manos de allí. Apenas si dormimos una o dos horas.
Ha hecho un día espléndido. Lilian vino a la una y media. Bajé y comimos juntos en un restaurant barato pagó ella. Café en la Plaza Real. Pagó ella. Nos despedimos a las cuatro menos cuarto. Recibo tarjeta de Beneyto.
Lilian lo que hace es recordarme a M. Y de M lo que no olvido es nuestra vida en Bruselas. La soledad de los tres, ella, Carolina y yo, en el último apartamento en que habitamos. Se oían los ratones toda la noche y la Noche Buena de 1968 y el cañonazo de 1969 lo pasamos solos comiendo de una pierna de jamón y bebiendo vino. 24 días después de aquellos días que consideré feliz la abandonaba.
La quiero todavía. He huido porque la he querido demasiado. La quise sin ningún interés, aunque ella hablase de intereses para retenerme: me iba a mantener, iba a comprar un apartamento, iba a comprar un carro. Yo hacía burla de eso. Comencé a trabajar y a ganar más dinero que ella. Luego la dejé. todo ha resultado más difícil que olvidar, porque en el fondo como que no quiero olvidarla…
A cenar con Lilian. Falta un cuarto para las once y me dispongo a leer. Con el recuerdo constante de M. ¿Le sucederá a ella igual? Curiosidad por saberlo. Recordando también a mi hermana Idilia, mucho más joven que yo y con un gran sentido práctico de la vida: compra casas, ahorra, una gran seguridad en sí misma. “Tienes que pensar en depender de ti mismo”, me dijo una vez delante M. Dijo eso y dijo verdades que no olvido. Sacó el carácter de mi mamá… para los negocios. Pero mi mamá no tuvo instrucción… ¿Cómo será cuando regrese en diciembre? ¿Regresaré? ¿Qué pasará con esta Lilian que se porta de manera tierna y hace arrumacos como un conejito? Por los momentos sé que fue feliz anoche… y yo lo pasé maravillosamente bien. Me dice que me recuerda haciéndose preguntas. Pero no dijo cuáles preguntas. Tomeo trabaja. Lo llamé y trabaja. Tomeo me llamó la otra vez desde Sitges para decirme que pensaba en mí. ¿Se contentará de que haya encontrado a Lilian? Supongo que sí porque a él le gustan las jovencísimas y Lilian cuenta 30 años. Y Lilian me decía anoche: “Pero es una desgracia, porque eres muy joven”. Le dije que le llevaba cuatro o cinco años e insistió: “Eres muy joven”. Y hacía el elogio de mis ojos, de mis mejillas, de mi nariz. Elogió mi sensualidad y me dijo: “Cómo me gusta terriblemente hacerlo contigo”. Y apretaba mi mano contra sus senos.
















