1962
Entre una caja repleta de papeles viejos, encuentro unas cartas que Argenis envió a su esposa Julieta en 1962. Argenis estaba en las guerrillas, y las firmaba con el nombre de Raúl. Las cartas están muy estropeadas, destrozadas por los bordes.
Aquí las transcribo:
Venezuela – 21-3-62
Mi queridísima mujer. Esta es una oportunidad que aprovecho. No es conveniente pero no puedo aguantarme. Sólo tú debes saber que te escribí y tú no debes contestar por la misma vía pues yo no estaré ahí. La entrada ha sido difícil y he tanteado en las barbas del maíz sin poder conseguir entrar. Porque debes saber que estamos en invierno y el río está crecido. Conservo con mucha tristeza los malos días que te hice pasar últimamente. No me lo perdono. Lo mismo que no se me va a quitar de la cabeza la mañana que pasé con mi muchachita en la Pastelería Williams. ¿Pero qué vamos a hacer? ¿Qué culpa tenemos nosotros de la situación? Hay que enfrentarse con valor a todo. El miedo no soluciona nada. Ten presente que estoy contigo y con mi muchachita que van conmigo para todas partes. Cuídate y cuídala. ¿Cómo se hace? La vida está llena de heroísmos y como uno sabe si tiene derecho o no a vivir tiene que pasar por todos los sacrificios. Sólo así uno sabe si es fuerte y el sufrimiento es el que le dice a uno que vive. Sueño contigo todas las noches y recuerdo el de ayer: Dormíamos en un pueblo y como yo corría de algo busqué refugio en ti.
Te quiero mucho y no puedo olvidarte. Mi muchachita, no se diga. Tuyo. Raúl.
Más abajo, en la misma nota:
Hoy es 22 y ahora es cuando salgo a llevar esta al correo. Contéstame con un muchacho que está allá y que creo te visitó. Mándame con él “El Puente de San Luis Rey”. Te quiero mucho, lo mismo a mi muchachita. Anoche soñé que tú y yo estábamos en un cine. Tal vez vuelva intentar la travesía el sábado. Veremos si logramos pasar ese río.
No te olvido un instante. Todo muchachito que veo me recuerda mi Clarita. Escríbeme largo y cuéntame todo. Dile a Blas que llame a Germinal. Saludos a todos, a mis padres y demás gente. Esta carta la escribo a la carrera en una bodega. El papel es de envolver.
Blas no debe saber que escribí, ni nadie. Perdóname todos los malos ratos que te hice pasar. Te quiero. ¡Ojalá y pudiera ir de nuevo por allá! Pero me parece que va a ser difícil. Si fue ese muchacho por allá, escríbeme con él y mándame ese libro como cosa tuya.
Hasta luego.
Te abrazo fuertemente con toda la falta que me haces con mi hija.
Raúl.
1º de abril de 1962 – Mis queridísimas e inolvidables Julieta y Clara. ¡Cuánto no daría por saber algo de uds.! No hago más que pensar en uds. Y en los días que vivíamos juntos. Todos los días recuerdo cosas nuevas y sobre todo de ti, mi querida Julieta. Te recuerdo toda y me traes muchas tristezas que sólo remediaría si te pudiera ver. ¿Pero cómo hacemos? Cada día las cosas se ponen peores y se alejan esas esperanzas. Ojalá que tampoco sea esta la última vez que te escriba. Sólo quiero que pase todo para poder encontrarme con uds. Y no separarme más. ¡Me hacen una gran falta! No olvido el modo de sonreír de mi querida Clarita. A ti te recuerdo desde la primera vez que te vi en la Librería[1] y del libro que te presté. No olvido nada. Recuerdo la fiesta de los Teques. Cuando fuimos con Freddy y Soledad. Y aquel concierto de Chaikosvky en el Aula Magna. Tú ibas vestida de blanco y yo con aquel flux negro con rayas blancas. Yo estaba recién operado. Y así recuerdo todo, todo y quisiera enumerarte esos pormenores para que presientas esa soledad que tengo de ti y de mi hija. Nuestro matrimonio, el …ilegible…, que a pesar de los ruidos y los andinos, lo recuerdo y lo añoro porque lo compartí contigo. En estas noches cuando dormí en un rancho con un amigo, le hablé de ti y le conté el gran amor que te profeso. De golpe no pude continuar porque la tristeza y las lágrimas me lo impedían. Si no fuera por el honor que tengo comprometido y la situación inaguantable a que nos ha conducido la presente época, estaría contigo, como lo estuve mientras pude. Tendrás que perdonarme todo lo malo que te hice pasar y pensar que te quiero y que todo fue por amor y que así lo siento ahora, que estoy lejos de ti. Y si todo pasa rápido y salimos con bien, habremos conquistado la libertad que buscamos para no separarnos más nunca. El portador te hablará con más detalle. Sólo me interesa que sepas que te quiero, que lloro por ti y que no podré vivir si me fallas. Ahora, que sé que vives, te lloro. A mi Clarita no la olvido un solo momento. Ese día de la Pastelería Williams, no se me olvida. Guarda el Diario que te dejé. Busca la carpeta que está en casa de mi mamá con tres relatos y otras cosas cortas y guárdalas. Me parecen interesantes. Eso es de uds. y les pertenece. Apenas las nombro o las recuerdo me asoman lágrimas. Mientras les escribo lloro en silencio y me brota un gran amor. Las mañanas son inaguantables sin uds. Tengo que ocuparme de algo, para poder pasar el día tranquilo. Por ahora estoy bien, pero sin ropa y perdí la chaqueta. Pero no te vayas a preocupar por esto. No necesito nada. Sólo quiero que me escribas con el portador. Si puede traer la carta, escribes con él. Le preguntas y le ruegas: Quiero saber de uds. para sentirme alegre. Y quiero que me escribas largo, contándome todo. Y me dices cómo están todos por allá: Mis padres, mis hermanos, etc., pero sobre todas las cosas quiero saber de ti y de mi Clarita. ¿Cómo estás? ¿Y mi querida viejita? Había dejado de escribir un momento, y me había acostado a descansar y a pensar en ti y recordé aquella fiesta en casa del Clavo. Te veo clarita. No hago sino recordarte y aquella noche que íbamos a coger hacia el Pinar y tú ibas manejando y cuando sentiste una cucaracha que te corría por las piernas saltaste del carro. ¿Recuerdas? No olvido nada y todo me parece que fue feliz porque lo pasé a tu lado. ¿Cuándo te veré de nuevo? ¿Cuándo te sentiré de nuevo? Si no es así, si no llega a suceder así quiero que me recuerdes toda tu vida y que pienses que te quise mucho y que fuiste única para mí. Quiero que, cuando mi muchachita esté grande y entienda le digas que la quise mucho y guárdale esta carta para cuando ella sepa leer. No las olvidaré jamás. Van conmigo. Tú Raúl te abraza con fuerza y besa a su muchachita. Mi amor, ojalá podamos vernos pronto. Abrazos para todos. Raúl.
Hay pedacito de papel, sin fecha, escrito por ambos lados, de aquella época también, que dice:
Hoy es miércoles, y como he trabajado en la Hacienda te pongo esta carta en el correo. Me encontraba impaciente porque creía que ya no te la iba a enviar y como el que pensaba ir no puede salir por ahora… Me haces una tremenda falta, mi amorcito. No hago más que pensar en ti. A veces me sonrío con tristeza cuando me acuerdo de algunas cosas tuyas. Te quiero mucho. Nadie debe saber que te escribo por esta vía. Lo hago por mi cuenta. Cuando te escriba directamente con alguien me escribes. Te quiero tanto que no sé cómo me aguanto. ¿Cómo hacemos? ¿Y mi Clarita? Tengo que trabajar mucho. Más ahora cuando estoy bajo otro patrón. No estoy donde antes. (vienen dos frases ilegibles) Ya oirás hablar de nosotros. Te abrazo fuertemente. Sueño contigo todas las noches. Mi amor, qué desesperación no poder verte. La imaginación no basta. Te quiero mucho, muchísimo y no quisiera ponerte otra cosa sino eso: Te quiero. Hasta luego. Raúl.
[1] Librería “Pensamiento Vivo”.

















