(EN LA GRÁFICA EL PRESIDENTE LUIS HERRERA ANTE EL TERRIBLE ARGENIS RODRÍGUEZ….)
1967- BRUSELAS
1º. de septiembre.
Estuve pensando todo el día que era gobernador del estado Guárico y ponía en práctica avalanchas de ideas para despertar la sensibilidad del pueblo: cine. conciertos, conferencias, bibliotecas públicas, etc. Es un programa realizable al alcance de todo el mundo y que da buen resultado. Recordé que cuando estudiaba primaria en San Juan de los Morros, en el colegio pasaron dos películas que vi y me marcaron para siempre: “Los Miserables”, y “Mi hermano habla con los caballos”. Recordé que en el auditorio del Grupo Escolar presentaron dos recitadores: uno español y el otro era Balbino Sánchez Blanco. También presentaron “El Retablo de Maravillas”. Y todo eso me marcó. Yo podría hacer otro tanto por la juventud de San Juan de los Morros. Extendería el proyecto a todo el estado. Pensé en comedores populares, cosa que nunca tuvimos. Hoy leí a destajo varias cosas sobre Venezuela: una historia de la guerra popular, de Navarro y varios capítulos salteados de “Memorias de Mano Lobo”. Tengo al frente una reproducción de “El Imperio de las Luces”, de Magritte. Yo tengo una idea acerca de una novela. Empecé el diario místico. Me resisto a seguir escribiendo chismes. Creo que volveré a leer “Bajo el Volcán”. No pude terminar esta vez “Cumbres Borrascosas”. No pasé de los primeros capítulos del libro de Jaspers. Leeré, no obstante, el teatro de Strindberg. Y Sartre de lado. Leyendo este trabajo sobre la guerra federal me di cuenta de que “La Catira” es la mejor novela venezolana. En Praga se suicidó el viceministro del interior que se negó a colaborar con los rusos.
¿Qué me espera a mi regreso a Venezuela, si es que regreso?
2 de septiembre.
Sigo con mi nuevo diario en donde sólo anoto mis sueños. Anoche leí una pieza de Strindberg y seguí leyendo el ensayo de Jaspers sobre Strindberg. No he podido seguir leyendo “En la Hoguera”, de Fernández Santos. Releía algunas notas del diario de Novalis. Ciertamente, a pesar del desorden, ayer fue un día de muchas lecturas. En el otro diario anoto mis sueños y ya llevo dos y una pequeña introducción. En el sueño de hoy hubo una cosa que no pude anotar: Trabajaba en una librería y recibí un paquete que creo contenía los dos tomos del “Antonio Pérez”, de Marañón y unos libros de técnica y dos cartas de mis hermanos Adolfo, José o Felipe. En una de las cartas se burlaban de mí porque yo usaba términos en francés. Absolutamente nada. Compro la biografía del duque de Olivares que escribió Marañón.
Leí un cuento de Ermilio Abreu Gómez, que ya había leído cuando muchacho, allá en Lezama. Son las seis de la tarde. ¿Qué haría yo sin este diario? XX va a borrar en él todo lo que he escrito sobre ella.
3 de septiembre.
Ese libro que proyecto parece que va viento en popa. En tres días he soñado tres veces y he escrito los tres sueños. Espero recopilar por lo menos 30 sueños. Sería un libro particular. Sólo sueños. Procuraré ser estricto y describir lo más importante que me suceda. Ayer, por ejemplo, no me pareció conveniente escribir lo que soñé con un hermano mío. Y hoy no me pareció conveniente escribir que iba por una calle de San Juan de los Morros y me tropecé con el Dr. Torrealba que venía hacia mí. Delante de mí, saliendo de su casa, iba también un hijo suyo, que estudió matemáticas en una universidad de los Estados Unidos. No veo tanta importancia en este sueño como el que anoté en la libreta. De todos modos, para ser fiel a lo que me propuse anoto en este diario lo que no anoto en el “Libro de los sueños”.
Recibo de Zurich, una tarjeta del coronel Sánchez.
Le escribo y le envío un cuento a José Ramón Medina para el Papel Literario.
Releyendo Las “verdes Colinas de Africa”, 92 páginas.
Oyendo la cuarta sinfonía de Shumann y leyendo el “Diario íntimo”, de Novalis. Todo esto vale más que todos los descubrimientos.
Lectura de “Infierno”, de Strindberg.
4 de septiembre.
Leyendo “Las verdes colinas de África”. Difícilmente avanzo en la lectura. Hemingway ya no es para mí el que fue en los años 1956-62. Tal vez nunca vuelva a concluir otro de sus libros. Lo mismo me ha estado sucediendo con los escritores norteamericanos que leí en esa época y que pertenecieron a “la generación perdida” o a los años 20.
Lectura de “Genio y locura”, de Jaspers. “Infierno”, de Strindberg, ensayos de Fernando Medina sobre Schiller y un ensayo de Mariano Picón Salas sobre Humboldt.
¿A qué Dios adorar? (esto suena a poesía romántica alemana). Son las nueve de la noche. mañana compraré las poesías de Juan Ramón Jiménez.
5 de septiembre.
Escribo, en mi otra libreta de sueños, lo que viví anoche. Creo que titularé esa otra libreta: “Diario Onírico”.
Día perdido. El coronel me manda una “ponencia” de las Naciones Unidas para que le haga un resumen. Él está en Ginebra. De casualidad si he leído unos poemas de J. R. G. Ahora son las ocho y media de la noche y acabo de comer. Antes me tomé unos tragos de ron y me siento mal. Por lo que veo terminaré de perder la noche. Pienso si un libro titulado “Diario Onírico” no sería muy fuerte para toda esa cuerda de gaznápiros de Venezuela.
Compro una antología de las poesías de Juan Ramón Jiménez.
6 de septiembre.
Once de la mañana. regreso del correo adonde fui a poner un sobre para el coronel con el resumen que le hice del trabajo que me envió para tal efecto. Anoche dormía y me despertaba y el sueño variaba.
20 francos costó el envío del sobre para el coronel.
Sin duda el sueño es más complejo en imágenes que la realidad. En el sueño todo está condensado como en una obra de arte.
Ahora me siento como cuando vivía en Las Mercedes del Llano con mi papá: no pienso sino en las noches para dormir y luego escribir algo al otro día, lo que sueñe. Estoy seguro que lo que escriba en mi “Diario Onírico” es importante.
Mal día. Dolor en los ojos que me impide leer. Dolor de cabeza-. desvanecimiento. Me meto en un cine: Los cuentos de Edgar Alan Poe. No encuentro nada de Poe ahí. Estoy en casa completamente solo.
Título: “Al otro lado de la puerta estrecha”.
7 de septiembre.
Regresó L. de España y de allá se trae los siguientes libros: “Diario del Che Guevara”; “Tres tristes tigres”, Cabrera Infante; “Mesa revuelta”, J. C. Cela; “La Aventura Equinoccial de Lope de Aguirre”, R. J. Sender.
Introducción para una novela.
¿Cómo y por qué me hice narrador? Es muy fácil para mí responder a esta pregunta. Cuando abrí los ojos me encontré con un suplemento en colores con historias dibujadas de héroes imaginarios; a citar: El Fantasma, El Príncipe Valiente, El Llanero solitario, Supermán, El Murciélago, etc. Bueno, quise hacer yo otro tanto y heme aquí cogiendo cursos por correspondencia de dibujos de historietas y animados. En un arroyo veía una catarata. Era una hormiga un personaje que se dirigía a un castillo a un mundo desconocido y maravilloso. De una botella hacía yo un personaje que se batía contra otras tantas botellas más grandes que representaban el mal. En casa de mi tía Lola, en Calabozo, después de una fiesta, dejaron una cantidad de botellas abandonadas y yo las fui quebrando en lucha contra ellas. En una piedra veía un talismán. Me metía debajo de un limonero donde soñaba a diario con ser amigo de Tarzán y rivalizaba en el aprecio de Tarzán con su hijo Boy.
(Declaraciones del novelista venezolano Roberto de la Guardia, embajador de Venezuela en Bélgica para el año 1988. Se fue ese mismo año, digo, regresó por la hilera de las “gracias” que cometió en menos que canta un gallo. A empezar: se metió dos veces en la casa del consejero cuando éste estaba en la Embajada. Lo hacía con el propósito de (esto se lo contó la mujer del consejero a la mujer del embajador) atacarle la mujer al consejero. La señora del consejero salió corriendo para la casa del embajador (esto se supo por el coronel que se lo dijo a un estudiante amigo suyo) para decirle que la estaba calumniando a ella. El embajador era una persona muy seria y no debía creerse todo lo que se decía. Era una persona muy seria y ¿cómo iba a creerse eso de que se le metiera en la casa sabiendo que su marido no estaba allí sino en la Embajada cumpliendo con sus deberes? Lloró mocos. ¿Cómo se supo? Dicen que por el coronel que se lo oyó a la propia señora del embajador. Le dijo: “Siéntese ahí. Qué opina usted de esto. Por ahí vino llorando la mujer de G. a decirme que no creyera que el embajador se le metía en su casa, que la estaban calumniando. ¿Qué piensa usted?”. “Yo no sé, señora -le dijo el coronel-yo no me meto con eso”. Podría contribuir todo esto a la partida vertiginosa del embajador. Según unos no, pero según otros esta no era más que una piedra en el rosario. ¿Qué se dice de que “abusó” con la esposa del secretario, apurruñándola en una fiesta de año nuevo? Nada, porque según la propia señora del embajador era la señora del secretario la que se le insinuaba. Y de una sobrina del mismo embajador que vino a pasar un mes en casa de éste, de que se le metía en el cuarto y le agarraba los senos. y las piernas? No se puede asegurar nada porque eso quien lo difundió fue un hijo del secretario por el abuso de que quiso cometer en la persona de su madre. Pero ¿por qué piensa todo el mundo que la niña descansaba durante los días de trabajo porque se la pasaba en la Alianza Francesa y los días de fiesta era una angustia porque tenía que pasarlos en casa? Suposiciones. Bueno, pero ya hay otra cosa: El coronel que llevó al embajador a un bar de putas, dice que la puta que se quedó con el embajador, le reclamó en estos términos: “¿por qué me llevó a ese hombre?”. El coronel no supo que responder; la puta no dijo más. La suposición del coronel (como ven todos es suposiciones) es que al embajador no se le para.
Cuando llegamos a la partida del embajador aquí todo se complica. Aunque todo el mundo fue a despedirlo, todo el mundo no fue a despedir a su mujer. Y es así: no hay ningún enigma en este cuento. Primero se fue el embajador y después se fue su mujer. El embajador la iba a esperar en Londres.
Sí, sí, ya sé que van a preguntar ¿por qué el embajador se fue primero? Sí, se fue de primero por las suposiciones que ya hemos visto y hasta detallado. ¿Vio algunos de ustedes, o nosotros, porque yo también voy a incluirme, que el embajador le faltara el respeto a alguna dama? No, ¿verdad?
Volvemos a las suposiciones. Yo sí lo vi, y aunque me cueste confesarlo, diré que apenas recién llegado fui yo acompañándolo junto al consejero y cada uno llevaba su mujer. ¿Y el embajador no dejó de bailar y ustedes adivinan con quién bailó? Con la mujer del consejero. Y el consejero estaba recostado en aquella puerta y el embajador pegadito de la mujer del consejero, y cuando venía hacia la mesa el embajador venía con el pájaro parado. De seguro que fue después de ese baile que el embajador fue a metérsele a la mujer del consejero. Yo lo sé porque la Sonia, la mujer del consejero también lengua larga. Si la mujer de Raquin puso a pelear a todo el mundo aquí, la Sonia puso a pelear al embajador y fue la que lo llevó hasta la escalerilla del avión. ¿Cómo fue? (Abre esa ventana, Rodríguez, para que nos entre más aire). Pasa esto: el embajador se le metió a la Sonia y ésta no cedió, o cedió y los descubrieron, o metió la pata diciendo que el embajador le había faltado. Muy sencillo: Volvemos. El embajador le faltó a la mujer de Licause, pero ésta se puso brava, o fue que el embajador la agarró delante de uno de sus hijos o delante de su propia mujer. Y se prendió aquel peo. Bueno, la Sonia supo todo esto y salió corriendo a ponerse en comunicación con la mujer de Licause, para decirle lo que había intentado hacer el embajador también con ella. Y la mujer de Licause salió y lo regó así: “Sí, y a la mujer de Ganteaume también la quiso agarrar. Ese es un enfermo”. Y eso se regó. Y vino la mujer de Ganteaume y salió corriendo para la casa del embajador en un momento que supo que éste estaba ahí y llamó aparte a la señora y se lo dijo: “Me levantaron un infundio. Están diciendo que el Dr. Morales se me metió en la casa cuando mi marido no estaba allí. El Dr. Morales es un hombre muy serio”. Bueno, el embajador estaba consciente del escándalo que se estaba formando y no le quedó otro remedio que renunciar. Pero era cuando ya estaba saliendo lo que hacía con su sobrina. Pues lo oyeron cuando estaba arrodillado ante ella, diciéndole esto: “no, pero quédate quieta, quieta”, no te voy a hacer nada. Nada más que pasarte la mano, así así”. Y la niña (porque era una niña, tenía 14 años) estaba quieta y llorando y diciendo: y si viene mi tía, ay si viene mi tía. (Ustedes saben, su tía era la mujer del embajador). Y yo lo digo es lo que dice Rodríguez, que la mujer del embajador sabe cómo es su marido y más bien le oculta todo. Qué puede aspirar esa vieja sino que digan que es la mujer del embajador. Porque lo admira. Bueno, estaba corriendo eso y luego se apelotona la mujer del consejero, lo de la mujer de Licause y lo de la sobrina. Y más adelante aquella otra médico que vino por unos días y él trató de sentársele sobre las piernas y agarrarle los senos la noche de año nuevo. Y eso delante de todo el mundo. Ese carajo es un enfermo. Yo que se lo digo. Yo nunca he llevado a nadie a una casa de putas. Y la noche que llevé a Morales, la puta se arrechó y gritó: a ese hombre no me lo traiga más. Y yo lo que pienso es que al embajador no se le para.
Anoche, lectura de “La Aventura Equinocial de Lópe de Aguirre”, de Ramón José Sender. Son las nueve de la mañana y he terminado de escribir la nota para el diario de los sueños. Seguiré con la lectura alternada, de los siguientes libros: “Lope de Aguirre”, de Sender; “Tres Tristes Tigres” y “Genio y locura”.
Anoche soñé con De Gaulle y hoy escuché su voz por la radio; daba una conferencia de prensa.
10 de septiembre.
Anoche leí tanto que hoy tengo un dolor de cabeza que no me deja hacer nada. No he podido ni recordar el sueño de anoche; me falla la vista, me duelen los ojos, sudo en las cejas.
Leo dos poemas de mi hermano Adolfo que aparecen en el diario “El Universal”. Veo que mi hermano Adolfo está impregnado del mismo espíritu que el mío. Va a la infancia y ve a mamá y a las criadas de casa.
¿De qué sirve la técnica? Pero hay gente que se preocupa tanto por la técnica que no dice nada. Es lo que me parece leyendo este libro de Cabrera Infante. He pensado que los libros de Cabrera Infante no son más que traducciones al cubano de “Ulises” y “El Sonido y la Furia”.
11 de septiembre.
Trabajo en tres sueños que tuve anoche.
Termino de leer el libro de Sender sobre Lope de Aguirre.
Estuve con López esta mañana en la Embajada. Me dijo que le había dicho a la Ermini que había alguien que decía mal de ella. La Ermini se sentó y le preguntó si era una mujer, porque ella sabía que una mujer estaba mal hablando de ella. “No – le dijo L.-, el que anda hablando mal de ti es un hombre, y un hombre que te trata como si te tuviera un gran aprecio”. L., quería decirle que ese hombre era Ganteaume. La Ermini volvió a subir cuando yo estaba allí y no dijo nada y volvió a bajar así como subió. Yo le dije a L. que venía a seguir informándose y como me encontró ahí no dijo nada ni preguntó nada. Creo que es un buen trabajo éste de indisponer a la Ermini con Ganteaume. Ganteaume le ha demostrado gran amistad a la Ermini, ella le ha sido fiel y colaboradora. Pero G. ha cometido ese error de hablar de ella y ahora tendrá que negarlo. Y como tiene tantos enemigos, empezando por mí y por L., ha debido cuidarse más. Y sobre todo conservar la amistad de los que tiene más cerca, de los que ha podido servirse. Pagará caro G. Yo que siempre busqué darle un golpe de gracia, logré enterarme por intermedio del coronel lo que decía G., de la Ermini y se lo conté a López para ver si nos poníamos de acuerdo y se lo hacíamos saber a la interesada. El trabajo se ha adelantado. Mañana supongo, la Ermini subirá a la oficina de L. y tratará de sacarle otras informaciones. Confío en que L. le diga que G. es quien la ha intrigado tanto. Y el golpe será duro y la Ermini buscará vengarse. No hay cosa más dura para una mujer que eso de que la llamen puta y para más pruebas saquen a la luz los nombres de los que se acostaban con ella. Esto ha sucedido con esta señorita, de la cual G. dice que era amante de Jaime Lusinchi, el actual jefe de la fracción parlamentaria de A.D. Paciencia tuve para encontrar el talón de Aquiles de Ganteaume. Ahora a esperar y a gozar desde la galería la gran pelea que espero le presente la Ermini a su jefe.
He leído y releído los poemas de mi hermano Adolfo que aparecieron en “El Universal”. Me parecen bien y un poco parecidos al relato que publiqué yo en “La República” hace como más de dos años. Pero no creo que él tenga de mí, pero sí creo que le desperté “el amor” hacia ese tiempo de la niñez.
12 de septiembre.
Mediodía perdido. Aunque me desperté a veinte para las siete y no he hecho nada. Ahora son las 11 y cuarto de la mañana. No hago sino esperar el correo y voy a cada momento a la puerta y me asomo. Ni siquiera he podido con los sueños de anoche y mucho menos escribirlos. ¿Cómo? Todo esto está de más, pero el español es para mí una lengua con la que hay que expresarse explicando demasiado para que puedan entender una mínima cosa de uno.
Salimos y nos robamos una cinta para esta máquina. Fueron 50 francos que nos ahorramos. Fue de lo más fácil; yo bajé la cinta y se la puse a XX a su alcance, sobre unos papeles y ella vino y la metió en su cartera de hacer compras.
Me parece importante escribir lo siguiente: Ayer fui a la Embajada y después de hablar todo lo que anoté relacionado con la Ermini, L. y yo nos fuimos a su casa a preparar una comida, y mientras comíamos yo le decía: Cuando yo llegue al país lo dirigiré a través de alguien. Tú ves, el coronel llama a la embajada y como le dicen que yo estoy ahí pide que me comuniquen con él. Así dirigiré yo el país. Yo me le metí al coronel, me ha dado su confianza y hasta dice que aprendió de mí. No ve si no por mis ojos. Le hago proposiciones y ya quiere ponerlas en práctica. A través de ti también mandaré y tú no podrás salir de mí porque te sentirás desamparado, perdido. Tanto el coronel como una gran cantidad de militares allá en Venezuela, lo que han necesitado es un hombre que los apuntale. Dentro de poco me sentaré detrás de un escritorio, pondré los pies sobre él y mandaré en todo el país.
Hablaba así yo con L. y cada vez que yo decía “yo” él me corregía y decía: “Nosotros”. Aquí en casa pienso que soy de los hombres que piensan en YO. O sea, de los hombres que se imponen porque dicen YO en alta voz.
Mientras uno ayude a correr el agua para donde va uno sale adelante. Buena enseñanza.
Lectura de “Nada menos que todo un hombre”, de Unamuno. Lectura de otros cinco cuentos de Unamuno: “Querer vivir”, “Un cuentecillo sin argumento”, “Carbón, carbón”, “El fin de unos amores” y “J. W. y F”.
El embajador Morales Crespo siempre creía que tenía que andarle recordando a la gente que había sido ministro de Hacienda. Como había introducido una ley aumentando los impuestos, que había sido combatido y lo que le había costado el cargo, siempre andaba recordando a los que le habían defendido. Pero la opinión que se hacía la gente acerca de él era de que lo habían “quemado”, de que lo habían escogido a él (porque ningún otro había querido presentarse) para que introdujera esa ley a ver si la pegaba. La ley no pegó y Morales salió a los pocos meses. Ahora no le quedaban sino ser embajador en ese país que no representaba ninguna importancia para el nuestro y el andar diciendo de que fue ministro de Hacienda y le hacía sugestiones “políticas” al presidente. Últimamente hacía correr la voz de que regresaría a Venezuela para participar en las elecciones al lado del candidato del gobierno, que era “amiguísimo” suyo y que aspiraba a la Secretaría General de la Presidencia de la República. Pero la verdad es muy otra: huía de los escándalos que había formado en Bruselas a causa del alcohol que ingería día y noche. No podía dominarse con tres tragos en la cabeza y le lanzaba golpes al que tenía a su lado o se lo tropezaba. Y si era con las mujeres, bueno, con las mujeres se desesperaba y las agarraba sin comedirse en nada. Su mujer lo veía sin reclamarle nada, por lo que la gente daba en decir que se hacía de la vista gorda, y que para ella lo único grande era ser la mujer del antiguo ministro y del embajador. Y los otros tampoco protestaban, digo, de los cuales Morales les agarraba las mujeres. Estaba el caso de que Morales se había metido tres veces en la casa del consejero para atacarle la mujer cuando éste estaba en la Embajada. Estaba el caso de la mujer del farmaceuta que vivía de los intereses del padre que era un vendedor de leche y quesos. Estaba el caso de una sobrina suya que llegó a su casa a pasar un mes de vacaciones y era sabido por todo el mundo que el embajador se le metía de noche y le agarraba los senos y las piernas. Estaba el caso de la mujer del secretario, la cual formó un escándalo, llamándolo “sádico” y falta de respeto. Y de ahí se originó (no cabe la menor duda) de que el embajador preparaba su partida. Ahora lo estamos despidiendo.
Aquí tenemos nuestro vaso de whisky. Yo estoy a su lado en este sillón que da frente a la chimenea. ¡Y cómo vamos! Vamos muy viento en popa y a todo vapor. Me estoy acordando que a mí siempre me dicen que como chasqueado y con la boca llena. Para jalarle un poco a este embajador de mierda, le digo:
-¿Cómo fue eso de que usted se dedicó a la economía?
-Yo le voy a decir cómo, Argenis: Yo llegué a París en unas vacaciones y me compré las tesis de un profesor de la Sorbona. Me las leí y llegué a Venezuela hablando de ellas. Así me hice economista. Tenía mi bufete y le llevaba la contabilidad a uno que otro comercio, y en eso llegaron y tumbaron a Pérez Jiménez y yo me metí en el Ministerio de Hacienda. Luego me hicieron ministro después de haber sido consultor jurídico y Director General.
- Salud, embajador-, digo y me zampo un trago.
Cuando bajo el vaso me doy cuenta de que el embajador se ha levantado y está bailando con la mujer del consejero. Luego lo veo venir muy sonriente y con el animal parado, y el consejero que está allá en aquel rincón mirando a su mujer y haciéndole guiños con los ojos como diciéndole vente pa’cá, vente pa’cá, coño de tu madre. Ese embajador está abusando contigo y seguro que se pega a ti y te pone el pájaro en la barriga. Hija de puta. La mujer del consejero se ha sentado enfrente mío y levanta una pierna y le veo hasta las pantaletas. El consejero (yo me doy cuenta) se da cuenta y él hace otro gesto la quijada y con los ojos señalándole que se le ve la pantaleta por debajo. Hay en el gesto del consejero una violencia contenida y un odio usufructuado. Yo me levanto para sacar a bailar a la mujer del consejero. ¡Cómo me gusta que sufra!
- ¿Bailamos?
- Ay, sí, bailamos.
La miro a los ojos.
- Lindos ojos tienes, le digo.
- ¿Sí?
– Sí, lindos.
Luego ella levanta los ojos para que yo se los vea bien, todo pensando que el consejero está sentado en la silla de la puerta de la entrada y nos ve hablando. Yo hablo con la mujer de este consejero para que él piense que le estoy atacando la mujer. La música ha terminado. Las parejas se separan. La mujer del consejero va hacia su marido. Se van. El marido la lleva hacia el ropero con la mano sobre la espalda, como si empujara a su mujer. Seguro que esta noche le mete su coñazo y mañana la manda a la clínica, y a los que le pregunten que por qué está su mujer en la clínica, les dirá que tiene que operarse una carnosidad que le quedó de cuando chocaron el automóvil y la mujer se golpeó en la cara.
“Es un termómetro mi mujer, dirá el consejero, como lo ha dicho siempre y como lo seguirá diciendo. Es un termómetro mi mujer cuando le duele la cara es porque va a hacer mal tiempo”.
Aquí nos estamos emborrachando más de lo imaginable. Estamos despidiendo un año que se va y esperando con la alegría habitual en estos momentos un año nuevo que viene. ¡Feliz Año! La alegre campesina de los cuentos de mi hermana. Mierda. Aquí viene el embajador. No hace mucho que lo vi toqueteando a la mujer del farmaceuta. El embajador cree que nadie se da cuenta, pero yo si me doy cuenta, que para eso estoy aquí, para fijarme y luego y luego contar mañana al que se me atraviese. El embajador se hace el desentendido y pasa al lado de la mujer del farmaceuta y la roza con un brazo. Lo hace así repetidas veces para que ella comprenda y no saque el cuerpo, si es que quiere. Muy vieja esta treta, yo se la conocí a un pulpero turco que enamoraba a la mujer de la esquina. ¡Y cómo vamos! Vamos muy bien y ya se acerca el final de este año y el comienzo del otro. Que nos depare nuevas cosas; que nos traiga muchos regalos. Me estoy acordando que de este embajador dice el coronel que no se le para y que acaba a cada momento, que vive goteando por debajo, pero que con las mujeres no hace nada, que acaba tocándolas y rozándolas. El coronel está sentado al lado de la sobrina del embajador; a lo mejor piensa que la muchacha ya se corrompió y él puede aprovecharla también. Y aquí vamos.

















