1965
21 de febrero de 1965.
Sale en El Nacional un trabajo que me pidió el Dr. Velásquez sobre Pio Gil. El Dr. Velásquez admira a Pio Gil, y me dice: “usted le da duro a Morante”. Entramos a la oficina y en esto llega Arístides Bastidas.
- Tengo que hablar con usted le dice al Dr : Yo me levanto para salir-: No, dice Bastidas, puedes quedarte.
Se ve que está alterado. Yo me vuelvo a sentar.
- ¡Yo no aguanto esta vaina! -, continúa Bastidas, ahora ofuscado-: Ese carajo me hace la guerra. Me quita todas las guardias que yo tenía. Yo tengo que pagar Bs 360 de casa y yo pagaba la casa con las guardias. Ya le formé su peo. Yo soy capaz de caerme a tiros con ese carajo…
El Doctor le dice que eso lo va a arreglar él. Va a hablar con Guillermo (Tell Troconis)
- Ese es un coño de madre -, dice Bastidas-: Yo soy capaz de matarlo.
Bastidas es bajo y gordito y cojea a causa del reumatismo. Ya tranquilo, se sienta. Ahora todo ha pasado. Bastidas dice que la verdadera historia del 23 de enero no se ha contado. El Dr. Velásquez habla de su prisión. La primera vez lo saco Pulido Barreto. Laureanito lo llamó a su despacho y allí estaba el coronel Pulido Barreto y Laureanito le dijo a Pulido Barreto: “-ahí tienes el regalo de año nuevo que me pedías”. Pero la segunda vez que lo agarraron si fue verdad que no pudo hacer nada. El coronel Pulido Barreto. Lo fue a visitar y se lo dijo. “Lo más que puedo hacer por ti es pedir que no te golpeen”. Vamos saliendo. El Dr. Velásquez dice que Hugo Trejo a quien tenía de consejero era a Óscar Yánez. “Siempre hay un civil que aconseja a los militares o los militares se buscan a un civil para que los aconseje”, dice Bastidas. El Dr. Velásquez continúa diciendo que ese día se encontraba él en la Dirección de El Mundo cuando se presentaron varios militares. Buscaban a Óscar Yánez. Le venían a consultar de parte de Hugo Trejo si se lanzaban. El Dr. dice que H.T. contaba con toda la oficialidad joven. Y que cuando salió del periódico vio en un carro, a las puertas del edificio al hoy general Rodríguez Landaeta, que por ese tiempo también era Trejista. …
Y continuamos y Bastidas recordó al americano que la P.T.J había asesinado, y el Dr. Velásquez le respondió:
- Bueno, esa es Venezuela. Mire, yo conocía a uno de esos viejos conspiradores, de acción, de los arrechos y en eso días de Medina Angarita me lo encontré en la Plaza Bolívar. Me dijo: “-que va yo me voy de este país. Esto está muy feo. Ni un preso político, las cárceles vacías, ni un bochinche. Que va yo me voy”. Y a los pocos días cayó Medina Angarita. Al tiempo lo volví a ver. “No ve, me dijo: ahora si voy a invertir mi plata. Esto se acomoda”.
25 de febrero.
Ayer vi a Liscano en su oficina arreglar con G. Barrios un problema de José Vicente Abreu. Yo recuerdo que antenoche el Dr. Velásquez me había dicho que Liscano andaba diciendo que yo tenía mucho talento, pero que no era su amigo. Bueno, y fui a tantearlo. Sobre su escritorio tenía una tarjeta de invitación del F.N.D para el restaurant Venezuela. El partido de Uslar cumplía un año. “¿Quieres ir a esa cena?” me preguntó. No dije nada y me guardé la tarjeta. Cuando salí de esa oficina me fui a un remate de libros. Me saludan Julio Cacique, Luis Álvarez Marcano y Pedro Feo Luzardo. Luzardo invita a una cerveza. Dicen que no van a hablar delante de mí porque yo anoto todo. “-¿Esta conversación va a salir en tu diario?” me pregunta Álvarez Marcano. Yo me río. Un arma secreta. Qué pendejos son estos tipos. Creen que yo anoto todo. Bueno, me hago el importante, el misterioso, el que tiene cogido a todo el mundo por las chivas. Me voy al restaurant Venezuela. Llego. Entro. Márquez Salas está parado a un lado en la amplia sala. “-Vamos a sentarnos por ahí”, le digo. “No, espérate, tengo que saludar a la gente que entra”. Yo me voy con Matheus y me siento debajo de un árbol. Veo a Uslar y lo saludo y un fotógrafo me retrata con Uslar y cuando el fotógrafo me pide un fuerte por la fotografía Uslar me dice: “esos tipos son unos tigres”. Después Uslar sigue: “-vaya por mi casa, por las mañanas estoy siempre. Muy interesante su trabajo sobre Pio Gil y muy raro”. Me palmea y se acerca al grupo de Paz Calagena, Gonzalo Barrios, L B. Prieto y J. Villalba. Veo otra vez a Márquez Salas. “-Vamos a buscar a Escobar Salom para que hables con él”. Viene Escobar Salom con un gentío atrás. Lo saludo. “-Tengo que hablar con usted” me dice. “Llévalo el miércoles de ceniza por allá”, le dice a Márquez Salas. Sigue. “Te fijas, me dice Antonio. Lleva siete P.T.J atrás”. Así es la gente en esta vaina. Es lo que tú dices siempre, que aquí la gente que más aparenta es la que más se distingue”. Nos sentamos en una mesa de abogados. “El escritor Argenis Rodríguez”, dice Márquez Salas. Le doy la mano a toda esa gente. Empieza a hablar Uslar. Me da asco esta vaina. Cómo se ve que esto no es un Partido sino una guachafita. Pura gente que busca acomodarse. No hay un solo hombre del pueblo. Abogados y profesionales a la carga. Uslar grita que aquí no va a haber golpes. Se parece que le ha dolido la campaña de los Capriles. Me da lástimas este hombre. Toda su vida la ha levantado con un libro que escribió a los 24 años. Ahora los arribistas, y los hombres sin escrúpulos se le aferran al paltó. Me voy lleno de asco. Camino rápido para ver si el aire nocturno me limpia la ropa. Ni siquiera esperé la cena. Con la buena que ha debido estar. Anoche palpé la situación. El caos mantiene una mente de equilibrio y por eso esta situación persiste.
27 de febrero.
Anoche llego a la Fuente de Soda de El Nacional y pido una cerveza y me la estoy bebiendo en silencio cuando alguien me grita desde la otra puerta del mostrador que si quiero otra. No digo nada, pero lo dejo entrever con un movimiento de hombros. El que sirve me trae la cerveza y yo lleno el vaso de nuevo y me acerco al señor que me obsequia para darle las gracias.
- Usted- me dice-, es un hombre modesto, callado, y eso es bueno. Yo conozco una cantidad de escritores que no han escrito nada valedero y se la pasan con ínfulas. Considéreme como un admirador suyo. Entre las Breñas es el mejor libro de los últimos tiempos. ¡Qué bien escrito! Yo no digo nada. ¿Qué puede decir uno? Me sonrío, muevo la cabeza, hasta me apena recibir elogios en mi propia cara. Llega Cuto Lamache y se pone a jugar cochinitos con ese señor y entonces yo aprovecho para preguntarle al que sirve como se llama el que me brinda.
- Carlos Rojas Guardia. Dr. Carlos Rojas Guardia.
Me sirven otra cerveza. Esto está bien. Me la bebo en silencio. Lamache habla contra Bolívar. Lo llama traidor a su clase. Dice que el señor Arismendi era un negro. Yo, para no aparecer menos le digo a Cuto que leí una crónica suya en estos días. La verdad que sin leerla le digo que la leí y que me pareció bien. Le digo esto porque me parece más bien todavía que le diga esto por las cervezas que me están brindando.
- ¿Y le gustó?
- Mucho. Usted debe seguir escribiendo cosas como esas.
Subo a saludar al Dr. Velásquez. Habla por teléfono.
Yo, le digo a boca de jarro por el efecto de las cervezas, he podido ser doctor. A estas alturas yo sería doctor. Pero no hubiera publicado ningún libro ni habría aprendido a escribir.
1 de marzo.
Ayer, domingo, carnaval. Cuentos de Díaz Solís en La República. Por la mañana a comprar libros. Aprovecho una liquidación. Ayer, domingo, lecturas de Chejov, Turguénev, Kosolenko, Faulkner. Siempre he sentido una gran atracción por la literatura de misterio. Y leí también a Hoffman y a Poe, y leí un trabajo sobre Emily Bronte y allí decía que ella también había leído a Hoffman. Todo el día diciéndome: “-¿de dónde sacó de Bronté ese Heathcliff?”. leo que no sabía escribir y que los críticos dicen que construye mal. Y me digo. Eso es lo de menos. Si hubiera escrito bien no sería inmortal. De los grandes escritores dicen que no saben escribir. Esto sí que es bueno. Y hoy es lunes y me pongo a pensar: ¿qué leía yo en mi primera juventud, en mis 17, 18, 19 años? Clásicos, Clásicos, sí. Y me pongo a enumerar una lista en la memoria: Tolstoi, Dostoievski, Poe, etc. Y me digo: ¡Qué impresión! Y por eso vuelvo a ellos siempre, a diario. Y qué grandes. Sin técnicas ni nada y hasta un poco de lado, peor qué grandes y cómo llenan y que mundo. Y agarro Los Cosacos, y me pongo a pensar en mi papá cuando los dos vivíamos en Las Mercedes del Llano en la vieja casa de mi mamá, y yo leía Los Cosacos. Y mi papá tenía una pequeña pulpería y era talabartero y vivía de vender correas y entre los dos cocinábamos en el corredor de la casa y yo vivía de ilusiones y leía y releía Los Cosacos acostado en un chinchorro en la vieja casa grande que antes había sido una pensión. Me sentía apartado de la gente del pueblo. Nadie me trataba si yo no trataba a nadie. Yo tenía un mundo aparte en aquel árido llano que se estaba quedando solo y entonces por la noche sólo me acostaba por soñar y yo recuerdo que me gustaba tanto soñar como leer y como había dejado mis estudios y posiblemente no llegaría a ser nada y me consideraba un desecho, seguía leyendo, leyendo, para escaparme de lo que consideraba yo en aquellos tiempos eran mis responsabilidades. Y un día decidí irme a Caracas y después de vivir tanto tiempo con mi papá en aquella casa abandonada sentí una gran tristeza y cuando se lo notifiqué se puso a llorar y el día que me fui (era una tarde) salí casi a la carrera de la casa para no verle por segunda vez a la cara. Más adelante lo recordaría y recordaría la cara, solitaria con nosotros dos adentro, mientras trabajaba en un taller mecánico en Caracas y yo me decía debo luchar. Debo luchar, no tengo otro deber que luchar. Y por ese recuerdo de mi padre me encerraba a leer después de 14 horas de trabajo diarios.
4 de marzo.
Voy donde Uslar Pietri. Me regala su libro Estación de Máscaras. Le hago ver que me voy a inscribir en su Partido para que me ayude a conseguir un puesto. Leo los primeros capítulos de Estación de Máscaras. Un argumento totalmente ficticio y fuera de la realidad nuestra. Salvo el lenguaje, todo los demás es traído por los cabellos. Un argumento de fibra mexicana. Un tumulto en la Universidad y muere un policía. Un estudiante arrepentido por el hecho se va del país. No se sabe si fue él el que mata al policía. Le escribe de la familia del policía. La familia (rica) va donde la familia pobre y le ofrece una pensión y becas a los hijos o conseguirles trabajo. A mí me parece que lo que quiere Uslar es presentar a su gente, la rica, como gente buena. Defiende su clase. El muchacho se ha arrepentido. La Revolución, que viene de la universidad, está dirigida por los niños bien que luchan contra los pobres, los policías, para (la paradoja) sacar a los pobres de la miseria e iguales a las clases sociales. Aquí no dejo de reconocer que esta área de nuestra sociedad, pero en lo demás no, en la bondad, en la preocupación, en el desvelo que le produce a una gente rica, del Country la suerte de una pobre familia de policía. Por la noche donde el Dr. Velásquez que me recuerda aquella anécdota de Gómez con respecto a Gallegos. Gómez nombra a Gallegos senador. “-Vaya donde el presidente, le dicen a Gallegos, y le da las gracias por su nombramiento”. Gallegos va a Maracay. Gómez lo recibe en el corredor. Su casa tiene una cerca. Gallegos lo saluda desde la cerca y Gómez le dice a uno de sus edecanes: “-Ese hombre no es amigo mío, no cruzó la cerca”. Y en efecto, a los dos días Gallegos abandonó el país por su propia cuenta.
6 de marzo.
Con Carlos Ron Rodríguez tomando vino. Este es abogado. Amigo de la infancia. Para impresionar al Dr. Velásquez y hacerle ver que tengo gente llevo a Carlos allá. Carlos habla, elogia al Dr. Le dice que es presidenciable y puede ganar las elecciones. El Dr. le dice a Carlos que es muy interesante lo que dice. Carlos le repite que el Dr. podría ser candidato de Copeí. El Dr. está considerado como una suerte de hechicero y eso es lo que atrae al pueblo. Lo difícil está en que Copei lo lance, que es el único partido que le puede pelear a los adecos. “-Vuelva por aquí, para que hablemos”, le dice a Carlos Ron. Cuando salimos, Ron me dice: “El Dr. Velásquez como que tiene ganas de ser presidente”.
7 de marzo.
El poeta Muñoz me dice que si yo veo fácilmente al Dr. Velásquez. Le digo que si. Que lo lleve allá porque Domingo Alberto Rangel, desearía publicar un trabajo sobre “Los Andinos en el poder”. Llegamos y el poeta le da el artículo al Dr. y el Dr. le contesta que se lo deje y que él particularmente está interesado en editarle ese libro a D.A.R, y en esto llega Miguel Otero Silva y se sienta y habla de pintura y de escultura y dice que Leoní no soltó a los presos el día que se encargó para no ser nunca antibetancurista. Eso se lo dijo el mismo Leoní. Entonces el Dr. Velásquez le dijo que eso era falso que los militares fueran a tumbar a Leoní si soltaba a los parlamentarios. Y que hiciera como Gómez, que cada vez que había corridas, soltaba a la gente, a un general muy arrecho que siempre le mandaba a decir: “A mí no me suelte carajo, porque lo mato”. Y por esta razón paso 27 años presos. M.O.S le dijo al Dr. Velásquez que no exagerara, que Gómez no daba amnistía todos los años sino cada 15 años y el Dr. Velásquez sonrió y dijo: “-Claro”. Y el poeta Muñoz dijo que a los parlamentarios le darían la libertad cuando Ramoncito llegara al poder y yo vi cómo le relumbraron los ojos al Dr. Velásquez. Gómez de vez en cuando abría las cárceles y daba puerta franca en los circos.
10 de marzo.
Anoche hablé con el Dr. Velásquez. Debo hacerme sentir. ¿No soy un gran escritor según él? Bueno, un escritor tiene que ser algo importante. Aquí la importancia se mide por la intriga. Me hago intrigante. No una ficha sino una palanca. Márquez Salas se ha hecho el 3er hombre del Uslarismo. El Dr. Velásquez debe hablar con él, aquí no hay otro hombre que él mismo, que el mismo Dr. Velásquez. Se lo hago saber. ¡Cómo le parece si le llevo a Márquez Salas? Muy bien, hay que hablar con Antonio. Eso fue anoche. Y hoy hablo con Antonio. El Dr te aprecia, dice que tú eres el hombre más prominente del Uslarismo. Debes hablar con él. El Dr. es el hombre misterio de Venezuela. Y listo, voy con Antonio. “Yo no tengo que pedir audiencia; entré”.
Y Antonio dice que al Pirujo[1] lo que lo tiene contra el suelo es el complejo de la estatura. Quisiera tener 20 centímetros más. Bolívar no media más de 1,65 ¿y no dominó medio mundo? Eso es lo que le dice Márquez Salas al Pirujo; a Ramón Escobar Salom, al tocayo de R. Velásquez. Y otra cosa, él, Márquez Salas, trabaja para el Dr. Velásquez, para llevarlo a la Presidencia.
¿Y qué dice Argenis de eso? Le pregunta el Dr. A Márquez Salas. Pero Antonio no le dice. Está pendiente de decirle al Dr. que Arturo Uslar Pietri se le cayó. Él es un hombre que en ese partido no dice una grosería, nunca ha procurado decirla y entonces vio a Uslar, como él nunca hubiera querido; habló diciendo ni carajo, ni coño, ésta (y haciendo la seña con los dedos) y Uslar se le cayó por esto, él que tenía una impresión bizantina si se quiere del Dr. Uslar Pietri.
Por la mañana, para maniobrar, para intrigar, para ponerme a tono con el país y con el espíritu del país, qué tal si le digo a Pedro Díaz Seijas que Juan Liscano habla mal de él y que desearía mucho verlo fuera del Instituto de Cultura.
- Te lo digo porque eres primo mío-, a Díaz Seijas-: tú sabes que en guerra avisada no muere soldado.
Así, sí se destruye un país, con la intriga, la bajeza y el arribismo. Y yo estoy dispuesto a contribuir con su destrucción entre toda esta gente sin destino.
18 de marzo.
San Cirilo.
Márquez Salas. 5 de la tarde. Jueves.
- Aló, dice Márquez Salas- Yo estoy sentado frente a él en su bufete-: ¿es Escobar? ¡Qué hubo Ramón! Mira, me dijo mi señora que se había acordado lo del puesto, pero que el contrato iba a ser de 2.500 Bs por tiempo completo. Ahora, lo que yo te quiero decir es que mi mujer no puede trabajar a tiempo completo y que lo que habíamos acordado era que iba a trabajar medio tiempo por eso 500 Bs, oye Ramón, yo lo que quiero que entiendas es que yo te apoyo y que aunque ellos dicen que mi mujer tiene que firmar el contrato por Bs 2.500 a tiempo completo así no vaya. Más que medio día, a mí mujer no le conviene eso. Comprende Ramón. Mi mujer no quiere engañar a nadie y menos a ti. ¿Cómo? ¿Qué vaina es esa? ¿Por qué me gritas tú? Tú sabes cómo es la vaina que yo no le aguanto a nadie esa vaina. A mí no me grita nadie. Yo te conozco a ti desde hace 25 años. Yo no soy un lambucio. Eso lo sabes tú… bueno, mi hermano, fue que tú me gritaste.
Corta.
- Si tú llevas un diario de verdad, anote que le dije un mierderon a Escobar Salom-, me dice.
- ¿Fue que te grito?
- Si hombre, se cree un caudillo, un carajo al que le faltan el respeto los mismos policías.
Dr. Ramón J. Velásquez. 8 de la noche.
- Véngase mañana al medio día. Cumplo un año en la dirección del Periódico. Voy a servir 2 cajas de Whisky. Tráigase a Márquez Salas. Usted sabe, él fue el ganador del concurso de cuentos del año en que yo me encargué de la dirección del diario El Nacional.
19 de marzo. Viernes.
San José.
Me estoy comiendo una empanada en la Fuente de Soda de El Nacional a eso de las 9 de la mañana cuando veo que el Dr. Velásquez cruza la calle seguido por un muchacho que carga dos cajas de Whisky sobre sus hombros.
Me voy a buscar a Márquez Salas. Debo ir acompañado a esta reunión. Así se fijan más en uno y lo toman más en cuenta. Voy en compañía de un consagrado. No dejo de pensar en que Márquez Salas tiene 47 años, y yo 29 recién cumplidos. Que Antonio es un consagrado y que es el 3er hombre en importancia en un partido y que yo cuento con 29 años y voy en su compañía como uña y carne, o sea tratándolo de tú, haciéndole chistes y en ocasionales ratos metiéndole el dedo por la barriga. ¡Qué carajo soy! Así llegamos. Los primeros cacaos. No. Allí ya está en la oficina de Omar Pérez el barrigón ese simpático de Julio Febres Cordero que no me puede ver porque siempre me pregunta quién es la nueva víctima del diario y de si yo anoto todo y a diario. Y claro, yo pienso que él piensa que yo he anotado todo lo que él ha dicho y que seguiré en lo mismo y se despepita. ¡Mirando! Se le salen los ojos. La otra vez me prestó10 Bs. A diós gracias se los devolví. Es un erudito. ¿En que año se dio la batalla de Virginia?. y él salta. Después dice que la guía (de la Historia de Venezuela de Arellano Moreno es una mierda). Es uña y carne, lo que soy yo con Márquez Salas, de Jesús Rosas Marcano. Rosas Marcano lo defiende. “-Si, chico, es un buen hombre”, dice de Julio Febres Cordero. Estamos allí. Todo el mundo quiere decir un chiste. En Venezuela la inteligencia se mide por la cantidad de chistes que uno sepa. Aparte, yo he fracasado en esto. Tengo mala memoria para los chistes y los que recuerdo los cuentos mal. Nunca he hecho reír con los cuentos con que me han hecho reír a mí. A además tengo mala voz. Me dicen que débil, chillona, aniñanda. Tendré que abrirme paso a fuerza de talento, de inteligencia, de intriga o ya veo, reconozco, que he fracasado con lo más fácil con lo que se puede triunfar aquí, o sea, con la habilidad de echar chistes, tal vez cuando sea grande, indiscutido, más intocable y consagrado de por vida se rían de lo que yo quiera decir como chiste. Pero por ahora, lo reconozco, no debo tratar con este aspecto de lo que parece ser importante carácter de la personalidad de la manera de ser en Venezuela, de modo que todo el mundo se puso a echar cuentos y yo a oír y oí el de Omar Pérez que se refería a una mujer que se iba a casar y que le preguntó a una amiga que qué haría después del matrimonio y que su amiga le contestó que entrara a la pieza, pusiera la luz a media luz y cerrara bien las piernas y la que se iba a casar le contestó: “no, chica, tirar si sé yo, lo que no sé hacer son las otras cosas” y todo el mundo se rió. Como ven el chiste no es muy bueno, pero venia de Omar Pérez, que sabe echar un chiste y la gente se rió. Sin escucharlo se rio también Mario Torrealba Lossi que venía entrando.
¿Cómo aparezco yo en tus memorias? – Me preguntó aparte Mario Torrealba Lossi-: Tengo que aparecer. ¿Cómo aparezco?
Y yo que no lo había metido recordé algo de Mario, cuando éste andaba con Calzadilla y que eran mis amigos de aquella época cuando yo estaba recién llegado a Caracas y que casi todas las noches me pasaban buscando por el apartamento de una prima mía donde yo iba a dormir. Recordé pues eso y recordé un gesto de Mario una noche que me fue a buscar y de puro nervioso que es se quitó un zapato con la mano y se lo puso delante de toda la familia de mi prima y del mismo Calzadilla. Y eso fue lo que le dije (para complacerlo) que yo había puesto en mi memoria o sea en mi diario que seguramente era lo que quería decir.
- Así que me pusiste nervioso ¿ah? Nervioso, así, quitándome y poniéndome un zapato ¿ah? Está bien.
(Vaya pues mi gratitud con Mario T. L. al incluirlo en este diario).
Llegarán los demás: Guillermo Meneses, Luis Herrera Campins, Rodolfo José Cárdenas, Federico Brito Figueroa (todo el tiempo en un rincón) “-¿qué edad tienes tú”? “¿Cuántos años me calculas?” “45”. “Fíjate” y se quita los lentes. Lo veo a los ojos. Caramba. No, no sé. “39” me dice. Llega aquel Consalvi con tres guardaespaldas. Díaz Sosa que me dice que vaya mañana por su casa. Salgo con él. Me lleva a su casa para que conozca el camino. Ternera y Whisky.
20 de marzo.
Un caso único. Me fui con Julieta a la casa de Díaz Sosa. Noche. Un Pizani me habla y habla y habla y escucha y un Gustavo Carrera que escucha. Díaz Sosa me dice que el adeco Pizani calló al pintor Bracho. Eso es algo. Bracho dice, porque El Nacional nunca lo toman en cuenta, que Miguel Otero Silva era marico cuando muchacho. “Eso lo sabe todo el mundo”.
22 de marzo. Lunes.
¿Qué hacer? ¿A dónde vamos pasajeros de la tierra? Eurípides, Electra. “-¿No oyes ese ruido bajo techo?” buen título para un libro. Me voy al Pedagógico. Todo el día acordándome que Gómez Grillo me demostró aprecio cuando apareció Entre las Breñas. Yo sentía respeto por Gómez Grillo. El respeto que siente un alumno por un profesor temible. Pero yo me dije: “-yo nunca he ido a un colegio. Yo me parezco más a un caudillo. ¿Acaso no eres de la tierra de Crespo? Crespo enlazaba caballos. Después Crespo se quitaba a los doctorcitos “con la cola, como un toro bravo” así dice Mariano Picón Salas, y contesto: yo soy Crespo. Gómez Grillo es un doctorcito. Me fui al Pedagógico. Me estaba acordando que Gómez Grillo había publicado un libro de criminología. “-Dámelo para hacerle una nota”.
- Quédate, me dijo. Ahora mismo voy a verme con Augusto Mijares. Vente y cenas con nosotros.
Nos esperaba otro profesor de psicología de nombre A.M que vive en la Florida. Llegamos en el Mercedes de Gómez Grillo, Domingo Fuentes a quien tenía tiempo que no veía y que vive por ahí también, pasó en su carro y me llamó. Iba acompañado de Esperanza. Corrí a saludarlo. Fuentes que ha visto subir su posición. Un hombre que sólo se relacionaba con él con alguno que otro como él, ahora cenaba con prominentes profesores de la Universidad y ex-ministros. Se lo hice ver. Le presenté a Gómez Grillo y al otro profesor para que se matara con sus propios ojos. Para alzarme también ante Gómez Grillo y el otro profesor le dije a Fuentes que cuándo me iba a editar otro libro.
- Cuando tú quieras. Yo te edito a ti con los ojos cerrados.
Se fue Fuentes, no sin antes decirme, a solas que Orlando Araujo andaba caliente conmigo.
- ¿Por qué?
– Esta nervioso con tu diario. Me dijo: si, Argenis anotó algo sobre Vilma Vargas y yo, si es verdad, lo voy a envainar. El vio todo cuando iba a Pro-Venezuela, una noche nos vio entrar solos Al Tamanaco. Yo me reí.
Gómez Grillo y Maldonado y yo comimos con A.M quien nos dijo:
- A mí la derecha me da asco y la izquierda me da miedo.
24 de Abril.
Vengo saliendo de la Fuente de Soda de El Nacional cuando me salen al paso los periodistas Molina, Claudio (dibujante) y Bastidas (Arístides) y otro y me ofrecen fusilarme. Me arrinconan yo grito y salen varios empleados de El Nacional, entre ellos uno llamado Fermín y me dejan quieto. Yo me voy a mi casa.
[1] Ramón Escobar Salom.

















