A la rica (aunque escasa) literatura carcelaria de Venezuela viene a sumarse ahora un libro de Guillermo García Ponce, EL TUNEL DEL SAN CARLOS, parte, eso suponemos de su diario de líder político y revolucionario.
La realidad está tratada aquí a lo vivo, tan a lo vivo que muchas veces se nos antoja ficción. Pues García Ponce narra hechos que no vio, como son las conversaciones y lo que pasaba en la bodega de Simón, “el sirio”.
Este libro se lee de corrido y está escrito en prosa ágil, escueta, precisa, y en todo él, apenas si encontramos un capítulo de teorizante revolucionario, el fechado el 23 de julio de 1965 y el cual es una lección política que se hacía necesaria para aclarar ciertos errores que se cometieron durante los años de la violencia.
Aquí se nos dice que no hubo un repliegue a tiempo, oportuno, porque ciertos dirigentes, venidos del lumpen y de la pequeña burguesía no supieron jugar un papel de flexibilidad. Sino todo lo contrario: se encallejonaron por una sola vía que condujo a la división y anarquía del movimiento revolucionario. No se comprendió que era necesario replegarse en un frente para avanzar en otro.
Ese capítulo, no obstante lo breve, es medular y todo él vale el libro.
Por lo que toca el resto, se lee como una novela de aventuras. Se asiste aquí a emociones vivas y se nos da una visión de las cárceles políticas imperantes todavía en nuestro país.
Este libro es también un testimonio en la medida en lo fueron los diarios de Antonio Paredes, José Rafael Pocaterra y el libro José Vicente Abreu SE LLAMABA S. N.
García Ponce nos aquí sus facetas de escritor claro, limpio y agudo. Para el que esto escribe, este libro es una revelación porque uno en él conocía al dirigente político admirado por buena parte de la juventud revolucionaria venezolana.

















