AUTOR: Argenis Rodríguez (En la gráfica se ve a Argenis en una playa, el segundo de izquierda a derecha, cuando tenía diecisiete años)…
(I)
El hombre alquiló un cuarto de hotel. Se sentía solo. Se limpió los dientes postizos. Se afeitó. Se tragó medio vaso de agua. Se miró al espejo. Se pasó la mano por la barbilla. Así me afeite me saldrá el pelo, se dijo. A los muertos les crece el pelo y las uñas.
Sacó el revólver del maletín y le dio vuelta a la masa. Se acostó y se dijo que de esa manera era mejor. Se metió el cañón en la boca. Titubeó. Se puso entonces el cañón en la sien derecha. Estaba cómodo. Se le pasaron todos los dolores. Quiso llorar por sí mismo, condolerse de la vida que le había tocado. Buscó un refugio. Nada. Ninguna parte a donde ir. En su imaginación buscó otro aliento. Nada. Entonces lloró y se maldijo. Eso fue lo último que hizo.
Al otro día lo encontraron los de la limpieza
Un negro dijo:
– ¡Venir a hacer esa porquería aquí!
(II)
El negro estaba furioso. Este hotel era una porquería. La gente era una porquería. Las cañerías eran una porquería. Los excusados eran una porquería. Los videts eran una porquería. Venía la gente de la calle y dejaba su porquería. Este no era un trabajo para un ser humano. No, él había terminado en esto por la edad. Le dolía la espalda y tenía que fregar con agua, jabón y pinolín toda esa porquería.
– ¡Ay, mi Dios! – se quejó el negro.
El negro era un negro altivo que se quejaba en voz alta únicamente cuando se encontraba solo. Allá, hace mucho tiempo, tuvo una quincalla en Las Mercedes del Llano y vendía de todo, se sacó una mujercita de casa de los Rodríguez y vivía bien. Jugaba al billar y por las noches, sentado en el quicio del bar de Felipito, se echaba sus cervecitas.
- Pero este negro nunca se emborrachó. Nunca, no señor. Este negro fue honrado a carta cabal y por eso terminó recogiéndole la porquería a todo cuanto existe. Este negro fue honrado, sí señor, y no quiere terminar como este lambucio que está tirado aquí. Porque ese tuvo miedo, las pelotas se le fueron a la garganta y no aguantó. ¿Y por qué aguanta un negro? Un negro aguanta porque es duro. El negro está cansado de trabajar y trabajar y el que trabaja aguanta y esta es la razón por la que los negros somos tan duros. Señor mío, protege a éste, tu servidor, de una muerte como ésta. ¡Qué cosa tan sucia!
13/10/1982

















