9 de Noviembre. Sábado-
.-Ayer pasé todo el día leyendo a Blasco Ibañez: “Sangre y Arena”.
Es la primera vez que lo leo. La curiosidad me vino porque leí en un cuento de Kerouac una mención a este libro. No es mala lectura. Blasco Ibáñez es un novelista por el tipo de Zola y Galdés. Domina la historia, crea personajes muy bien “Tipeados” y a veces hasta alcanza maestría en misterios del ser. Hay una mujer que quisiera “comerse” al hombre cuando se acuesta con él. Quisiera convertirse en toro (dice) para destruirlo. O en perra. Y muerde al hombre. Luego vuelve a sus cabales y se extraña de lo que ha hecho. Si un asunto así fuera narrado por un francés o un norteamericano sería tomado en cuenta, pero como es narrado por un español pasa a ser una cosa de mal gusto. Debo olvidar los prejuicios que sentí o me crearon contra los escritores españoles.
Esta mañana salí y compré, en versión francesa, el “Diario de Dublín”, de Stanislaus Joyce.
Ayer no escribí nada. Ni siquiera una nota “cotidiana”. No quise hacerlo porque no hallé qué decir. O me dije: “para qué escribir una cosa sin importancia”. Y lo que pasó fue que no hice nada y ni siquiera recordé el sueño. Pero anoche soñé con Camilo José Cela. Aquí vino el embajador con el secretario y yo les pasé al lado y los saludé como si nada. Ellos no sabían no pizca de la novela. Yo pensé en ellos y en cómo aparecían en “La Fiesta del Embajador”. Cela fue a visitar al coronel Sánchez. Cela vino a visitar a todos los personajes de la novela que le envié. Yo cargaba un libro de Cela en la mano: “Mesa Revuelta”. Es que Cela quería asegurarse de si lo que decía allí era verdad o mentira. Pues conoció al coronel y se hizo su amigo. Salieron las hijas del coronel por un pasillo. Pasó un avión. Yo andaba por la sombrita.
Lo malo, y vaya cosa bien mala, es que “Sangre y Arena” degenera hacia el folletón. Al final uno cree haber asistido a una película de la fábrica de Hollywood. No creo que vuelva a leer a Blasco Ibáñez.
Anoche, o ayer tarde, a eso de las 6, vino Gómez Grillo a despedirse. Parecía que no sabía qué hacer. Si quedarse un día más para buscar habitación y concluir una tesis aquí o regresar a París, donde tiene un apartamento. Me pareció irresoluto en todo. Salí con él a buscar hotel o a coger el tren para París. Andando le pregunté si no pensaba casarse. Esta pregunta se la hice con parsimonia, porque desde que lo conozco no he visto a Gómez Grillo hablando de asuntos personales o de los asuntos de nadie. Para Gómez Grillo todo el mundo es inteligente, o trabajador o estudioso. Todas las gentes que conoce son buenas personas. No opina sobre religión ni sobre política. Me da la impresión que desde que conoció a Miguel Otero Silva guarda reverencia hacia él. Me dijo que vivir solo en Europa es un problema. Y él es ya un cuarentón. Si hubiera podido casarse o venirse con una mujer. Yo no me siento cómodo con Gómez Grillo. Nos comimos unos perros calientes y nos tomamos unos guarapos de naranja. En el hotel no encontró otra habitación y lo acompañé a la Estación. Se iba. Pero tuvo que pagar un suplemento y se dolió del “golpe”. En tres horas estaría en París. Yo lo entusiasmaba para que se fuera, sino al otro día a las 9 de la mañana, estaría en casa, como me lo había dicho. Guardaba silencios que yo no hallaba cómo evitar. Pensé que ante M. hablaba más. Los dos son criminólogos o es que Gómez Grillo habla más antes las mujeres. Y su cuerpo es desproporcionado. Ha engordado. Se le ven unos ojitos. Se dejó unos bigotes que uno distingue cuando le pone atención. Habla con parsimonia. A los hoteles que va les pide “duchas”, piezas con duchas. Pero yo creí percibirle un olor agrio en el cuerpo, cuando abría su abrigo o el paltó. Se montó en el tren de las 8 y 42. Me pidió permiso para hablar de mi novela en París. “-Sí quieres digo que la leí y que es candela”, dijo. Le dije que lo autorizaba y que me hiciera propaganda, que recomendara la revista donde iba a aparecer.
Lectura del “El diario de Dublín”.
11 de Noviembre.-
Día del armisticio. Es lunes, pero es como si fuera un domingo. Soñé lo que sigue: estaba de pie en una encrucijada y no hallaba hacia dónde dirigirme, si a Las Mercedes del Llano o a San Juan de los Morros. Me monté en el primer autobús que pasó, que iba hacia Las Mercedes. Se veía la llanura. Una mujer rubia dijo algo arrastrando las erres. Yo veía la llanura francesa y me dijo que no, que era alemana. Yo le hablé en francés para practicar mi francés. Y para que me oyeran los otros pasajeros. El autobús pasó frente a un bar y oímos una detonación. De allí salió un hombre con una herida en un dedo. Lloraba y pedía que le llamaran un taxi.
Revuelta contra De Gaulle. Los comunistas habían tomado varios edificios. De Gaulle estaba en una plaza pidiendo voluntarios y repartiendo armas. Yo pedí un revólver pequeño para cargarlo en el bolsillo de atrás. Me perdí por las calles. Pero esto era ahora Venezuela y en Venezuela yo no iba a caerme a tiros con los comunistas. Me tropecé con varios camaradas. Tenían la ciudad a su disposición. Me preguntaban si yo estaba armado y yo respondía que no. Si andaba armado era porque andaba armado contra ellos.
Ahí llegó un tipo que era novelista y había sido presidente de la República y a quien llamaban el maestro Gallegos. Al maestro Gallegos le gustaba que se le acercaran los jóvenes o lo vieran los jóvenes, y él prestarles toda su atención y ser “el maestro de la juventud”. Ese nombre de maestro se lo pusieron en su partido los escaleras, los que aprovechando su nombre salían en las planchas para senadores, diputados o ministros. El maestro Gallegos, aunque no participaba activamente en la política, cada vez que se dividía el partido hacía presencia al lado de los viejos, “los bueyes cansados”, como los llamaban sus enemigos. El maestro Gallegos últimamente estaba un poco patuleco. No sabía nada de nada. Estaba muy viejo. No servía más que para ir a los entierros oficiales y recibir a otros escritores consagrados que eran invitados por el gobierno de su partido. Al maestro Gallegos William Faulkner lo comparó con Shakespeare, pero reconoció después que no lo había leído a ningún latinoamericano. Entonces el maestro Gallegos le regaló sus obras completas. No le daba un volumen en inglés porque todavía sus obras no habían sido traducidas. “-Ya irá eso”, le dijo. El partido estaba buscando un traductor para hacer una edición de lujo; lo malo sería después encontrar editor, pero Waldo Frank podía conseguir y hasta ponerles prólogo. El maestro Gallegos, cuando le entregó sus obras completas a Willians Faulkner, sonrió como un conejo sorprendido.
Leyendo, en versión francesa, el “Diario” de Stanislaus Joyce. Idea para una novela o unas memorias: notas sobre cada familiar: padre, madre, hermanos; relaciones entre ellos; lo que piensa cada uno del otro; aprecios, rencores, odios, rebeldías.
12 de Noviembre.-
Recibo carta de mi hermano Adolfo. Me envía un cheque de 50 Bs y dos libros de Conrad. Me dice que procuré quedarme aquí y que el 27 de octubre salió en El Nacional el relato “El Catire”.
Recibo el cheque de El Nacional por el relato “El Catire”.
Compro: “Abel Sánchez”, de Unamuno y “Jardín Umbrío”, de Valle Inclán.-
Releo la nota que escribí el 27 de octubre para ver qué hacía yo el día que salió mi relato.- (Remitirse a la nota 27 de Octubre).-
Ayer, una película: “Les risques du metier”.
Leo “La I Iatina”, cuento de Pocaterra y “El mutilo”, cuento de Rosales. Leo los once primeros relatos del libro de Valle-Inclán.-
Mañana es 13. Un trece tuve contacto con Cela; me envió su “Diccionario Secreto”. A lo mejor mañana recibo algo suyo. Estoy en la espera de el número de noviembre de Son Armadans. Si sale la novela, me caería como un regalo de cumpleaños.
13 de Noviembre.-
Vi que un hombre le agarraba las manos a M. y yo me lancé contra él y lo golpeé en la cara. El hombre era fuerte y amenazó con pegarme, pero no hizo ningún gesto. Luego me volví contra M. y la golpeé en la nariz. Me separé de ellos. Caminé por un corredor y M. vino hacia mí y me abrazó. Yo volví a tropezarme con el tipo en la terraza de la casa. Le lancé unos golpes en la cara que detuvo con sus brazos. Agarré un cuadro o un espejo y le golpeé la cabeza y luego lo seguí golpeando en el suelo. Ahí se apareció M. y me besó como diciéndome que estaba de acuerdo con lo que había hecho. Comencé a abrir un hoyo en la terraza y metí el cuerpo y lo cubrí con tierra y unos almohadones viejos. Como sentía verdadero odio contra ese tipo trabajaba a desgana y apresuradamente.
Me tiré en el suelo de la embajada. Para esto es para lo que sirven las embajadas, me dije. El suelo estaba frío. Otro, el farmaceuta Parra, se tendió a mi lado. Yo me hice el dormido. (Sueño).-
Me levanté a la 9. Anoche me dormí tarde. Me levanté a lavarme y a tomar café y en seguida volvía a la cama y seguí leyendo el libro de Valle-Inclán, que cerré al leer los otros siete cuentos que quedaban Allí vi cosas extraordinarias. “Mi hermana Antonia” es un cuento de pesadilla, que uno nunca llega a calibrar. Un misterio de amor, de celos y de persecuciones, unidos a una pesadilla de aparecidos o almas en pena vistos a través de la conciencia de un niño. Si no hubiera empezado mis relatos de los sueños antes de leer este libro se diría que he tenido influencia de Valle-Inclán.
Visión cubista del circo Harris. Con esta frase cierra Valle-Inclán un capítulo de “Tirano Banderas”. Este hombre del modernismo llegó hasta nuestros días y escribió las mejores novelas de su tiempo. Y de nuestro tiempo.
Recibo una tarjeta de Gómez Grillo: se va para Roma.
Leyendo “Abel Sánchez”, de Unamuno. Novela (o nivola) que es más bien una pieza de teatro. Tengo la presunción que los españoles dominan más el teatro que la novela. Todos utilizan el diálogo. Hay muy pocas novelas españolas que se circunscriban más a la narración y al monólogo interior.
“Mi hermana Antonia”, de Valle Inclán, me ha rondado todo el día. Por el clima, los corredores y la oscuridad que allí se presiente.-
10 y media de la noche: termino de leer “Abel Sánchez”.
Compro “Los Cruzados de la Causa”, de Valle Inclán. Seguiré, como me lo prometí, leyendo escritores españoles y autores clásicos sea cual sea su nacionalidad.-
Tengo la cabeza embotada.
14 de Noviembre.
Me levanto y empiezo a leer “Los cruzados de la causa”. Al mediodía me voy al cine y veo por dos veces, “Baisers volés”, film de F. T.
Mañana dan el veredicto del concurso de novela corta “Sésamo”. No creo que me gané nada. Envié por enviar por primera vez una novela a un concurso. Y lo que envié no lo considero novela. Álvarez no me ha escrito y he pensado todo el día en pedirle los originales (cuatro) que tiene. “Entre Las Breñas”, “Y Pedro”, “Gritando su Agonía” y “El Diario de una novela”. Hoy, en la mesa, he estado recordando cuando trabajaba en “Pensamiento Vivo”. Pasaban las liceístas y me “piropeaban”. Yo me sonreía y Angelito decía: “Argenis es como el mamón macho: florea pero no carga”. Me llamaban infinidad de mujeres por teléfono para decirme que era buen mozo. Los hombres del sector también me llamaban para insultarme y decirme: “Tú eres el que sabes, coño de tu madre”. Releí partes de mi diario de esa época. Desde que supe que “El Catire” había salido de “El Nacional” lo he releído unas cuántas veces por día. Me gustaría verlo impreso porque así calibro más mi obra. ¿Qué será de Cela? Hasta que no vea mi novela impresa no creeré nada. Álvarez me dio un golpe sucio con aquella carta. Ya no confío en él y pienso más en disponer de “Gritando su Agonía” guardarla un tiempo para mejor disponer de “Gritando su Agonía”, y enviarla a un concurso. Si es verdad que debería corregir cosas; hay partes un poco sensibleras; pero no le tolero a Álvarez que no me enviase el contrato, y esperara seis meses para decirme que consideraba que (yo) debía corregir algunos capítulos y enviar otros para la segunda parte. Menos mal que le contesté que no; mi respuesta era más de rencor que de reconocimiento. No se portó bien aguardando tanto. Y me dio mala espina eso que le enviara yo las dos copias del contrato y no devolviera ninguna. Pensaría que yo podría demandarlo por eso, con el contrato en la mano. No hay mal que por bien no venga. Le devolví las dos copias y él recapacitó y se arrepintió. Yo le respondí (como él es Guevarista) que a lo mejor pensaba yo les afincaba la mano a los guerrilleros. Lo que no es verdad. (Entre – acto) me levanté un segundo y volví a leer esa parte de la novela que encuentro sensiblera y me he convencido que no es así y que es una de las mejores partes de la novela. Yo siempre le he temido a la sensiblería lo mismo, que la he odiado. Estoy convencido que hay capítulos que no pueden salir sino de una manera. Pero yo he procurado no ser sensiblero. Eso era lo que temía que Álvarez rechazara. Ahora he releído el capítulo y lo encuentro bien. Y de lo mejor de la novela. En lo único que estoy de acuerdo con Álvarez es en que debo o se debe cambiar el título de la novela. Le sugerí “Entre la Noche”, de un poema de J. R. Jiménez.
15 de Noviembre.
.-Hoy, mal que bien, leyendo “los cruzados de la causa”.
Cumpleaños del rey Balduino. Las banderas del gobierno están izadas. Las de los norteamericanos, como conquistadora, se yergue en medio de una Avenida.
A las 12 de la noche se sabrá en las cuevas de Sésamo quién se ganó el concurso de novela corta. Por curiosidad yo esperaré notificación.-
Una novela que no es nada.-
16 de Noviembre.-
Anoche leí varios capítulos de “la mujer de ambar”, de Gómez de la Serna.-
Desde que me mudé para esta casa no he hecho si no leer. No he escrito nada que valga la pena. Ni siquiera un sueño, que ya no escribo por que se me olvidan. Vivimos tres aquí arrinconados. Hoy hace menos 4 grados y la cocina está fría como la tumba. Pensamos en el regreso a casa. Ayer vi en la calle dos mujeres que trabajan en la embajada y no las saludé. Debemos de haber creado un misterio con nuestra “desaparición” en el trato con los otros venezolanos. Cuando ando por la calle me acuerdo de aquel cuento de Hawthorne de un hombre que le dijo a su mujer que iba a dar un paseo y corrió y se metió en la casa de al lado, que ya había alquilado con anticipación. El hombre quería hacerle una broma a su mujer desapareciendo por una semana y se fue quedando ahí, salía disfrazado a la calle y vivía como un ermitaño. A diario veía la casa toda alumbrada de su mujer y a veces veía la sombra de su mujer en las paredes. Un día, en el torbellino de una calle de Londres se tropezaron, pero su mujer no lo reconoció. Se miraron un poco turbados. El hombre llegó a su casa (la que tenía alquilada) y ahí sintió un poco de remordimientos. En tanto su mujer lo dio por muerto y vistió el luto. El hombre veía todo esto. Un día, después de veinte años en este juego, el hombre salió de la casa de su mujer. Entra y ahí termina el relato. (Bien, así me he sentido yo en estos días con respecto a los otros venezolanos)
Salí, y para terminar con “la guerra carlista” de Valle Inclán, compré “Gerifaltes de antaño” y “El resplandor en la hoguera”. Frío de 5 grados bajo cero. Sábado.
Muerte de Ramón Menéndez Pidal a los 99 años. La noticia la trae Le Monde de ayer con la fecha de hoy.-
Los antecesores de Miguel Angel Asturias son dos: (1) Valle Inclán y (2) Lautréamont.
17 de Noviembre.-Domingo.-
Dentro de 10 días cumplo 33 años.-
Lectura de “El resplandor de la hoguera”.-
Paso parte de la mañana preparando unos paquetes de libros que le enviaré a mi hermano Adolfo. Quiero ponerme “ligero de equipaje” para el viaje de regreso, que será pronto.-
Ahora, cuando sueño con personas que ya he reseñado no me provoca escribir (lo que sueño).
Hoy es un maldito domingo como todos los domingos.-
18 de Noviembre.-
Se acerca el momento del regreso.- Le envío a mi hermano Adolfo algunos libros, entre ellos “Del tiempo y del río” y las Cartas de Van Gogh.-
Termino de leer “El resplandor de la hoguera”.-
Me siento mal de la garganta.
Empiezo a leer “Gerifaltes de antaño” y lo termino horas más tarde.
19 de Noviembre.-
Mala noche. Me levanté varias veces a tomar pastillas para los nervios. Soñé con Juvenal Ravelo. Le pregunté por la gente que habíamos tratado en París. “-Betania -me dijo-, se metió a puta. Darío Lancini está irreconocible. Consiguió un trabajo y es otro, se enserio”. Fui a casa de Juvenal Ravelo. Su mujer había escrito un libro y había sido traducido al francés y publicado por Le Seuil. La señora de Ravelo trajo un libro de autógrafos para que le escribiera algo. Yo, sin leer su libro, le escribí una nota crítica, según suponía lo que trataba.-
El honor vale más que todo el daño que se pueda causar.-
Relectura de “La espera”, de Borges.-
Compro “Niebla”.-
Escribo un cuento que pienso titular “El imperio de Augusto”.
Estaba por allá esperando a M. cuando vi que una tabla caía en el pie de un muchacho que jugaba con su abuela y un hermanito. Corrí hacia allá y le di un masaje en el pie del niño. La abuela me miró como si yo fuera un médico. El niño lloraba cada vez que yo le agarraba un dedo, pero dije que eso no era nada.
20 de Noviembre.
Vi anoche, una película finlandesa: “La viuda verde”, que me deja una gran impresión.-
Por tercera vez le escribo a Jorge Álvarez preguntándole si puedo disponer de los libros que me tiene en su poder.-
Lectura de “Niebla”.
Compro “Les contes noirs du golf”, de Jean Ray.-
Para meter como epílogo de algunos cuentos de mi libro de los sueños: “Le reve est une seconde vie”. (Nerval).-
21 de Noviembre.-
Le escribo a J. R. Medina pidiéndole un ejemplar del Suplemento Literario donde aparece mi relato El Catire. Deseo leer este relato impreso.-
Termino de leer “Niebla”. Unamuno busca justificar algo cuando escribe. Y escribe sus novelas como experimentación de algo. No es propiamente un creador don Miguel Unamuno. Dice: voy a escribir una novela así y asao, y se dedica a ello. Pensó que debía escribir nada más que usando diálogos, y a ello va y se pone a dialogar con sus personajes. Luego, infantilmente me parece, quiere buscarle un fin a todo, sobre todo a ese ser de carne y hueso, como él lo llama. Mata casi todos sus personajes. O los lleva hasta la muerte. Y después, lo que ha dicho en mucho de sus ensayos, lo repite en cada novela. Y no deja de hablar de sí mismo con egocentrismo patológico. Imagina una historia y la va llevando para ver hasta dónde llega. El mismo Unamuno no sabe cómo va a terminar. Parece que se recrea imaginando cuando se sienta a escribir. Y aquí sí que tiene mérito, porque todo es hecho un poco a la diabla y un poco a lo poeta que se droga, o a lo nadaista. Quisiera Unamuno escribir las palabras como suenan. Utilizar más a menudo la “K” y hacer desaparecer la “h”. Pero lo piensa y nunca lo lleva a cabo. Lo que no pasa de ser una intención de experimento. Luego, de una manera que me parece pedante, crea ese termino Nivola porque tal vez pensaba que sus novelas no eran novelas. Quería como rebajar el género, o mejor dicho su género. En “Niebla” es donde mejor ha planteado este asunto, ya que es cargante. (Volveremos sobre esto. Estoy cansado. No puedo más).
22 de Noviembre.-
Y además están los prólogos de Unamuno, para justificar tal o cual postura suya en la novela. Que si no está con la grosería o el sexualismo en la novela; y luego mete largos trozos de disgresiones sobre esto y no pierde el tiempo para meter lago de sus ensayos o de su creencia filosófica. Para Unamuno la religión es guerrera y la metafísica sensual, él se siente religioso y por lo tanto guerrero y es por esto que no permite “excesos” en sus novelas. En “Niebla”, que fue acusado o se le dijo que era pornográfico se defendió diciendo que “su repulsión de pornografía es bien conocida por cuantos le conocen”. Y no solo por las corrientes razones morales, sino porque estima que la preocupación libidinosa es lo que más estraga la inteligencia”, etc. Y hace una diferencia entre esos escritores libidinosos y los otros. Y termina concluyendo que los libidinosos eran menos inteligentes. En “Niebla” apenas si Unamuno narra que una mujer que le lava la ropa se le sienta en las piernas a Augusto y éste siente un desvanecimiento. Y esto se repite dos veces. No pasa de allí Unamuno. Los extremos hubieran sido pornográficos. Él se cuidó muy bien de no llegar allí y dominó sus novelas con la cabeza, como el hombre de carne y hueso inteligente que en fin era. Lo mismo ocurre en sus otras novelas: bucea en el alma de sus personajes, pero según y como los vea metafísicamente, esto es, según y como los vea psicológicamente (como muchos novelistas lo hicieron antes) y en una de ellas “Abel Sánchez”, termina diciendo que lo que corroe a España es la envidia. Y se explaya sobre la envidia. Cuando Joaquín va a morir dice las siguientes palabras: “¿Por qué he sido tan envidioso, tan malo?…por qué nací en tierra de odios? etc.”…. y todo esto era contra sus compatriotas, a los que no se cansaba de endilgar desprecio, a pesar de crear él, Unamuno, una religión españolísima hasta los tuétanos. Con “Niebla” hace un experimento de novela. Se mete él a conversar con sus personajes y en medio de la novela uno de ellos dice cómo va a escribir una novela, o más bien una “nivola”. Y explícita el plan en pocas palabras, que no es el otro plan de la novela que lleva. “Niebla” está muy bien resumida en unas cuantas palabras de Victor Goti, personaje y primer prologuista de este libro: “Invento el género (“Nivola”) e inventar un género no es más que darle nombre nuevo, y le doy las leyes que me place, y mucho diálogo.
¿Y cuándo personaje se queda solo?
Entonces … un monólogo. Y para que parezca algo así como un diálogo inventó un perro a quien el personaje se dirige.
Se comprende muy bien, leyendo “Niebla” lo que quería decir Unamuno con el término nivola. Unamuno ensayaba, buscaba, tal vez pensaba que sus novelas no eran tales y las desvalorizaba llamándolas así para justificar (Unamuno siempre se justificaba rabiosamente) cuando no hallaba cómo terminar un libro. Seguía atenido a las reglas clásicas y, yo pienso, que en cada novela, en cada final de una novela, debía hacer morir el personaje.
Compro “La tía Tula”, para seguir con Unamuno.
Ninguna idea. Termino de leer Infierno. Ningún cuento. Descuido.
Pensando en enviarle a Cela, después que me edité “La fiesta del Embajador”, los originales de “Gritando su Agonía”, claro, con otro nombre. Aturrullar. Sororidad.- Qué carajo, no hay qué hacer. Es bueno sufrir un poco. Ayer me tape los oídos con cera para no oír el escándalo del radio del italiano que vive al lado. El italiano, flaco, bajo, tose toda la noche. Arriba viven dos hombres. A veces uno sube con un uniforme de chofer de tranvía. Uno de ellos se ríe como el Pájaro Loco. De vez en cuando golpean. Se oyen los pasos que dan. Una noche tuve que golpearles el techo porque se pusieron a clavar a las doce de la noche. M. hace su stage. Pasa todo el día en una oficina. Yo la acompaño hasta la puerta y me quedo en un café leyendo o me voy a la librería española a hablar con el español. Ayer (y antier) y hoy he estado cansado hasta el tope. Dentro de cinco días cumpliré 33 años. Edad peligrosa. Anoche leí algunos cuentos de Jean Ray. Aquí espero la obra completa de Poe. No me viene y pasa el tiempo y quiero leer lo más posible que pueda. Afuera hace frío, un frío del demonio, pero aquí tenemos 20 grados y yo ando en calzoncillos. Escribo por escribir. No puedo dormir. M lee el periódico y la niña grita. Debo conseguir el Diario Oculto de Strindberg. Menos mal que no me gané el concurso Sésamo. De ahí puedo recuperar unos cuantos sueños para mi libro de los sueños. Que era fácil hacerme mi psicoanálisis me dijo Gómez Grillo porque yo escribía lo que vivía y soñaba. Aquí se juzga aun Dr. Content. Se le acusa de haber dado muerte a su mujer, que también era médico. La mujer se drogaba y tomaba en abundancia. Se dormía en los sofás. Tenía un amante italiano. Ya el doctor tenía su amante. La mujer desapareció. El hombre fue a la policía a denunciar la desaparición y poco después lo agarraron a él como culpable. No se sabe nada porque la mujer amenazaba siempre con suicidarse y una vez dijo que se iba a tirar en su auto en un canal de la ciudad. En un canal encontraron el auto y su cuerpo en el asiento de atrás. ¿Qué hacia el Dr. Content en tanto? Según parece llegó a las cuatro de la madrugada. Esto es lo que dice la sirvienta. Pero el Dr. dice que llegó a la una y media de la noche. ¿Qué pasó en esa diferencia de cinco horas? Asunto que no me importa. No pretendo escribir un cuento policial o de misterio. La defensa dice que la Dra. Conten se suicidó. Otro problema con unos italianos. Hoy salió la mujer libre. Se quedó su amante a purgar una condena de 10 años de trabajos forzados. Asesinaron al esposo de la italiana, sacaron el cadáver y le dieron candela en un matorral.-
23 de Noviembre. Sábado.-
Ahora lo que siento es odio contra Jorge Álvarez. Me ha hecho perder un año. Le envié “Entre las Breñas” por esta fecha y de allá me respondió que le habían gustado los originales, pero que tenía como norma no editar escritores de un solo libro y que quería leer otras cosas mías bueno, en seguida le envié “Y Pedro?” (que ahora llamo de otra forma) y más tarde, dos meses después, “Gritando su Agonía” y “El Diario de una Novela”. Me mandó Álvarez dos copias del contrato para editar “Gritando su Agonía” y yo, por apresurarme, le mandé las dos copias y no me quedé con ninguna. Pasó el tiempo. Seis meses. Un día le escribí rogándole que me respondiera perentoriamente, ya yo olía a podredumbre. En efecto, me respondió que la novela era publicable desde ahora, pero que consideraba que yo debía corregir unos capítulos y mandar otro (capítulo) para la segunda parte, y que había fallas, ritmos inconscientes en algunas partes, que se había dado cuenta por el diario que tiene allá, etc. Menos mal que en esos días le había enviado “La Fiesta del Embajador” a Cela y éste me mandó a escribir con su secretario diciéndome que el relato era muy bueno y que saldría publicado en “Papeles de Sin Armadans” en el próximo número de noviembre. Le mandé copia de esta carta a Jorge Álvarez y hoy es día que no sé nada. No hace mucho le volví a escribir preguntándole si podía disponer de los libros que tiene en su poder para enviarlos (yo) a concursos o a otras editoriales… ciertamente que estaba yo con algo de rencor y cada día que pasa me siento más indignado con este señor y su editorial. Ya quisiera que no me editara nada. Yo sé que me impondré en algún país. En Venezuela ya no me importa publicar nada… pero ese problema con Álvarez, tanta dilaciones, todo eso me tiene enfermo. Estoy dispuesto para toda violencia. Y ahora completamente aislado, solo. Puras lecturas y ningún contacto con nada ni con nadie. Nadie me escribe. Hasta un hermano, que según decían me admiraba, no responde a mis cartas. No hace mucho que iba a sentar a pasar un cuento en limpio y tuve un cambio de palabras y hasta un gesto de violencia con la mujer. Si las cosas hubieran salido mejor con Álvarez yo estaría bien. Y me da temor andar enviando mis libros a todas partes, no vayan a correr la misma suerte: que los acepten y luego no los editen y pierda otro tiempo que más bien podría utilizar en escribir este diario o algún otro libro que pueda dejar listo ahí en mis estantes. Cuando empecé a escribir esta nota pensaba que era una carta lo que escribía y que se la iba a dirigir a alguien, a Camilo José Cela, a Jorge Campos, a Domingo Fuentes, qué sé yo. Y tengo que pensar en quitarle la dedicatoria a la novela y ese epígrafe de Unamuno y ponerle otro título… si yo no supiera cómo es la gente yo podría vivir mejor. Pero conozco la gente. En general es baja y ni el heroísmo ni el sacrificio existen. Esto ha sido inventado, eso del heroísmo y del sacrificio es un tamaño invento para corromper más al hombre. Porque aquí quién no está corrompido por el heroísmo o el sacrificio. Qué diferencia hay en ello. Baudelaire sabía lo que decía cuando escribía que había que emborracharse: ¿Pero de qué? De virtud, de poesía. Se ha querido llamar pura la poesía. Ningún arte es puro. El arte es la manifestación de los defectos o los vicios ocultos de algunos hombres. El artista es un hombre frustrado. Es un rencoroso. Por medio del arte muchos hombres quieren “hacerse superiores” ante los demás. El artista es un hombre superior o frustrado. O un hombre inferior con mucho rencor y ganas de no pasar desapercibido, porque se oculta para hacer sus cosas, lo hace como evasión, por miedo, como castigo, con falsa humildad. Se han tenido que elogiar unos a otros “los artistas” para poder imponerse, para justificarse. Los “artistas” han actuado más como trampolines que como hombres. Y un artista es un trampolín para sí mismo o para otro. Pero nunca es puro el tal artista. No, no es que sea puro porque quiera, porque sea un santo, es puro porque es un frustrado, porque no le queda más remedio que ser puro porque se ha sentido marginado o se ha marginado él mismo por su complejo o su rencor o el sentirse eso: marginado. Mientras más conozco a los hombres….
En cambio, en la “Tía Tula” se siente la mano de Unamuno. Uno ve que Unamuno realiza lo que se propone. Crea un personaje a lo Santa Teresa, pero una santa de carne y hueso cuando se habla de los personajes de Unamuno. Unamuno, con todo y su dominio, se pierde. O, a medida que escribe se da cuenta de que no puede portarse frío, no tomar a nadie de “rana”. Entonces empieza a actuar los personajes por sí solos y Unamuno les da rienda suelta y ya éstos (los personajes) se transforman. Estalla el drama íntimo. Porque si Unamuno no es pornográfico narrando hechos de sexo, es pornográfico metiéndose demasiado en el alma de la gente hasta hacer traquetear los dientes. Cuando uno termina de leer una novela de Unamuno aún le parece a uno seguir sintiendo los diálogos y el escándalo del alma o el fuego de las personas. Pero Unamuno hace lo que quiere. Fue demasiado inteligente para hacer lo que quiso y triunfar con sus narraciones. Sus novelas fueron ensayos logrados. Sus novelas son verdaderas novelas. Unamuno experimento en serio y por lo tanto obtuvo resultados positivos.
Día de la devaluación del franco francés.-
Como novelista, mientras más leo a Unamuno, menos me gusta.
Por lo menos sabemos que la noche del sábado 23 de noviembre, cuatro días antes de que cumpliera 33 años, se salvó de morir intoxicado por el gas de la calefacción. Esa noche terminaba de leer “La Tía Tula”. Estaba mal. Se preparó una tortilla con papas, pimentón, y cebolla. Se compró una botella de vino y se tomó la mitad. El vino era un vino de doce grados y pronto se sintió mareado, pero a veces pensaba sin no sería (que se sentía mareado) a causa del gas que había respirado. Se imaginaba cayendo en el piso de la cocina, se imaginaba en la sala de un hospital, se imaginaba muerto. Recordaba que el otro día leyó en un periódico que un inglés se intoxico en su cuarto de hotel. Se dio cuenta a tiempo y salió corriendo a pedir auxilio, pero las fuerzas le fallaron y cayó exánime en el corredor. Ahora, tal vez esté escribiendo su última nota. ¿Para quién? Vaya usted a saber.
24 de Noviembre.- Domingo.
.-Me levanto con Álvarez en la cabeza. No me ha mandado, me digo, los originales de ninguno de mis libros hasta tanto no lea lo que me publica Cela. A lo mejor comete un desliz grave y pierde de editar un escritor que se impondrá en el futuro.
Soñé que mi papá cagaba en la letrina del patio de la casa. Yo recordaba que mi papá decía que ese hueco lo habíamos hecho Alirio y yo. Yo me asomé al hueco y aquello parecía un subterráneo con luces y todo. “Va a costar mucho llenar este hoyo de mierda, me decía. Mi papá podrá dormir tranquilo”.
Casi toda la mañana en el Museo de Arte Antiguo contemplando “Las Tentaciones de San Antonio”, de J. Bosch.
A trompicones leyendo “Lord Jim” y releyendo “Jardín Umbrío”. Mal día con los nervios alborotados. De Gaulle dice que no devaluará el franco. Acabo de oírlo por la radio y se me salieron las lágrimas. El 22 de este mes cumplió 78 años. De Gaulle es el único líder vivo que admiro.
25 de Noviembre.-
Recibo carta de Gómez Grillo con anexo dos recortes: “El Catire” y “Del diario íntimo de Novalís”; me dice que todavía piensa lo que me dijo: que no está de acuerdo con que edite “La Fiesta del Embajador”. Yo le respondo que más me duele no haberla escrito más dura.- Compro “San Manuel Bueno, mártir y tres historias más”, de Unamuno.
Con la idea de escribir un artículo titulado: “Notas sobre Unamuno”.
Me entero por Zona Franca que en México le editaron un libro a Baica Dávalos. Dávalos firmó un contrato con Mortíz después que Álvarez me mandara el mío y yo a estas alturas, después de un año, ya no confío en que Álvarez me edite nada. Le escribí a Consalvi ofreciéndole unos relatos, y tampoco me respondió. Y ahora veo que la editorial que dirige acaba de lanzar otros 6 títulos más. A veces llego a creer que se conspirara contra mí. Me queda Cela, quien ofreció publicarme “La Fiesta del Embajador” en Papeles de Son Armadans… y estoy lleno de temor porque no me publique nada. Entonces si estaría bueno: Anunciando libros que nunca salen. De lo que si estoy seguro es de la amistad de J. R. Medina. Me publica lo que envío en lugar destacado. Y la lucha que después tendré que llevar (o enfrentar) cuando salgan mis libros a lo mejor me matan o mato yo a alguien. No me queda sino el destierro y la pérdida de la nacionalidad. ¿Y de qué, de quién voy a vivir fuera de mi país? Como Strindberg, estoy pensando que las potencias del mal me persiguen. Me echo la culpa porque soy demasiado sincero. Le escribo a un editor hablándole de mi pasado, del dinero que tengo, de lo que hago, de lo que pienso hacer… me doy todo. Luego es como si me hubiera exprimido y el otro me hubiera visto y considerar que ya no tiene nada qué sacarme o nada qué dar yo. ¡Y publicar en mi país! ¿Para qué, para quién? Es lo que sucede. ¿Y para qué voy a publicar en Venezuela? ¿Para qué, para quién? Si no me impongo fuera no se me tomara en cuenta. Es lo que sucede. Estos son mis peores momentos, mis peores días, mi peor espera.
Me edita Cela y en vez de salir a gritar a los cuatro vientos lo que tengo que hacer es esconderme, escurrir el bulto. Cada libro, todo lo contrario de lo que pasa con los demás, lo que me hace es crear enemigos. Y la gente me odia. Despierto envidia. Se me ponen trabas. Se quiere desconocérseme. Me quieren marginar. Cuánto no darían porque yo desapareciera. Y tengo en la cabeza una cantidad de gente que sé o supongo son mis enemigos a muerte. Y no son los que narro, los que meto en mis libros. Estos últimos al fin y al cabo no son sino mis víctimas, pobres gentes. Como personajes míos que son al fin y al cabo lo que siento por ellos es compasión. El odio, la compasión y el amor se tocan; andan juntos. Ahora mismo, cuando escribo esto me parece que me asemejo a Unamuno.
No soy sino un lamento y estoy avergonzado de mi mismo.-
Dentro de dos días cumpliré 33 años.
De todas maneras creo que traspasaré las fronteras de mi país con menos edad con que la han traspasado otros. A los 33 años ya he publicado cuatro libros y tengo seis inéditos, amen del diario, que con el tiempo será la obra más importante de todas las mías…pero están mis cuentos, que son pequeñas obras maestras. Es un consuelo escribir para uno mismo. Estoy mareado o embriagado, pero no sé de qué, si de emoción, o agobio, o desesperanza o pesimismo. Sólo me resta, para salvarme, que Camilo José Cela edite “La Fiesta del Embajador”; aquí y no en ninguna otra parte tengo depositadas mis esperanzas. Después de la última carta que le envié a Jorge Álvarez considero que allí todo se ha roto.
¿Y cuál es la novela que voy a emprender ahora? Tengo la cabeza vacía y creo que me da vueltas. Nunca me he sentido igual. Leí y releí lo que me publicó J.R. Medina en “El Nacional” y no pude sentir nada de emocionante, tal era el estado de perturbación en que me encontraba… no dormir, tomar pastillas, pensar en imponerse a todo trance…

















