29 de Octubre.-
Anoche fui con L. a visitar al señor Morán, portero de la Embajada, y encontramos allá a dos de mis personajes de la “Fiesta del Embajador”: la mujer de Gantín, y a la señorita Erminia (Erlinda en el relato).- Las estuve viendo y buscándoles un parecido con mis personajes. Ellas ya saben lo de la novela, y apenas llegamos se fueron. Me saludaron muy bien.
Consigo “Paradiso”, de Lezama Lima.-
Soñé anoche, pero se me ha hecho imposible recordar el sueño.
Hoy he amanecido peor con la nariz.
Mal que bien sigo con “Stepantchikovo”
30 de Octubre.-
No recuerdo ningún sueño. Si soñé o no, no lo puedo asegurar M. bajó y encontró una tarjeta del coronel S: “Pasé y no te encontré. Abrazos”. Tengo quince o más días que no voy a la Embajada. Concretamente, desde que Cela me mandó a decir que editará “La Fiesta del Embajador”. El coronel es uno de mis personajes. Así como también el consejero y su mujer. Y otra secretaria que trabaja allá de nombre Erminia Vadriken. No quiero ver a esta gente. He aislado el timbre. Nos mudaremos de aquí y haremos ver que nos fuimos a Venezuela. Andaré un poco como Voltaire y otro poco como Hemingway: huyendo de mis personajes.
Hoy saldremos a buscar casa. Anoche leí hasta tarde a Dostoiveski. “Imaginad un ser absolutamente insignificante, inútil, majadero, un aborto de la sociedad, sin aprovechamiento posible, pero repleto de un amor propio enfermizo y desmedido, que ninguna cualidad justificaba. Debo prevenir a mis lectores: Foma Fomitch es la encarnación personificada de esa vanidad sin límites que se encuentra especialmente en algunas nulidades, envenenadas por las humillaciones y los ultrajes, rezumando envidia por todos sus poros al menor éxito ajeno. Inútil añadir que todo ello sazonado por la más extravagante susceptibilidad”.- La verdad que como este “tipo” de Dostoiesvsky son todos los personajes de la “Fiesta del Embajador”. A quien le cuadra más esta cita es al consejero. Después al mismo Embajador. Cuando estaba aquí no perdía fiesta para decir: “-cuando yo era ministro”. Y su mujer seguía: “-cuando Eddie era ministro.. si no hubiera sido por su tranquilidad, por su flema, como dicen de los ingleses, se hubiera vuelto loco”. Y esto era a cada momento. Parecía que le gustaba dar fiestas nada más con el propósito de recordarle a la gente que había sido ministro. Y su mujer se hacía la vista gorda ante los desmanes del marido y le perdonaba el que le faltara el respeto a la sobrina y a las otras señoras y saliera a putear por allí. Ella con ser la mujer del ex-ministro tenía. Pero lo “bueno” es que los otros subalternos se sentían halagados con que el embajador bailara con sus mujeres, las tomara en cuenta y les dijera que estaban preciosas. Al secretario, más que a nadie, le dolió perder la amistad del “compadre” porque aquí en Bruselas se regó que el embajador “le había faltado” a su mujer. Y el consejero Ganteaume mandaba a su mujer con el embajador para su casa. “Para que aproveches la colita”, le decía. Ahora el chofer Pierre anda regando que no solo los llevaba a la casa, sino a restaurantes y “por otra parte”.
No me quedará más remedio que escribir la segunda parte de esa novela. Estoy casi seguro que Siso Martínez, que es amigo de Eddie, me quite la beca de 140 dólares que me dio para que estudiara francés y literatura Europea. Eddie y Siso son curruñas. Allá cuando llegó Eddie conversó con Siso para que sacara a la mujer del secretario del magisterio. Lo andaban calumniando. Yo me vengaré buscando una gran publicidad para la novela y amenazando con la segunda parte. En la segunda parte pondré esa cita de Dostoyevski. ¿Qué haré después? Bueno, si tengo que quedarme aquí, quedarme hasta que se le cumpla la beca a M. y luego solicitar un pasaje a crédito.
Hoy encontramos nueva casa. Nos mudaremos mañana. Hemos hecho correr la voz que regresamos a Venezuela. Vino L. muy agitado a decirme que me cuidara del coronel. (El coronel vino esta mañana y dejó una tarjeta. No la recibimos porque tenemos el timbre aislado y seguro que se cansó de tocar) bueno, me dijo L. que no le creyera nada al coronel:
– Sí te dice que yo le dije algo contra ti no le creas. El estudió para policía y buscará confundirte con eso para ver que te saca.
L. ha insistido mucho últimamente en esto; no pierde oportunidad para decirme que es mi mejor amigo y que si alguien le dice que habló mal de mí llame a ese alguien a su presencia y lo interrogue. Yo no logro imaginarme qué ha podido decir. Pero sé que L. no habla jamás bien de nadie. Cuando una vez le dije que se cuidara del coronel me respondió:
– ¿Por qué no me dijiste esto más antes? Si me lo hubieras dicho antes le hubiera cogido a Chanchita (Chanchita es la hija mayor del coronel) siempre se me sentaba enfrente a mostrarme las piernas.
De la Vandriquen, con la que quise trabar amistad ya me dijo que la había llevado a su habitación y “la había visto desnuda”. A Guilarte, su compañero de promoción, lo llama negrito echón y sabihondo. Ahora mismo nos dijo que Guilarte había pedido la baja porque no habiá podido aprobar el curso de estado mayor, un curso duro, que él, L., hizo con muy buena categoría. El fue el que nos dijo que el embajador Morales había “apurruñado” a la mujer su más grande amigo, nos dijo también que el embajador Morales atacaba a su sobrina, joven de 14 años, metiéndosele en el cuarto y agarrándole los senos. Nos dijo también que había entorpecido un préstamo que Licausi había pedido al National City Bank (luego Licausi ayudó a su mujer en Caracas a meter un carro) pensando en todo esto, me pongo yo a pensar qué habrá dicho por ahí el señor L. Él también fue el que nos dijo que a la mujer del consejero Ganteaume se le metía el embajador. Ultimamente L. anda diciendo que cree que el coronel se está tirando a la mujer del farmaceuta Parra. En estos días la Vandriken se fue a París y L. salió a decir que se fue porque el amante le mandó a llamar. De la mujer del coronel me dijo que era loca y que el coronel prefería no vivir con ella. Me dijo que contra el coronel se había utilizado la “propaganda negra”, eso de que le escribieran una carta al Perú diciéndole que su mujer (la del coronel) lo traicionaba. Antes, recién llegada la Vandriken gritaba en la embajada que sospechaba que ésta y Ganteume se acostaban. Me dijo que iba a llevar a la Panchita a su cuarto para “bailar” con ella. La otra vez salió con una japonesa que conoció en la Universidad y la trajo a casa para que yo la viera. L. ss el típico “echón”. Me mostró a la japonesa y me dijo: “ya está”. Y se pasó el dedo por la garganta.
Anoto aquí, para recordar, lo que nos decía L. recién llegado:
- El coronel recibe 500 dolares para la ofician y chofer y se los coje.
- El coronel tenía fama de delator entre los militares.
- El coronel, por venir a hablar mal de la gente, recibe 14.000 bolívares. Yo le saqué fotocopia a todos sus papeles.
31 de Octubre.-
Hoy nos mudamos para la Rue Prince Royal, unas cuatro o cinco cuadras de aquí. Nadie sabrá nada. Ayer L. nos dijo: “-si se van sin decirme nada voy a creer que tienen algo contra mí”. Y cierto que creerá eso. Él sabe que me retiré de la embajada cuando le mandé a Cela “La Fiesta del Embajador”. L. pensará que escribí una novela sobre él.
La ociosidad tiene a estos venezolanos que se ahogan en un vaso de agua. Al coronel de dan unos 14.000 bolívares para que paseé en un auto, se busque putas e intrigue de todo el mundo. L. no sé cuánto recibe por su grado de Tte. Crnel. y el puesto en la Embajada pero en esa embajada no se hace nada. La Agregaduría Militar fue creada para meter a estos tipos aquí, pues que no hallaban dónde meterlos. Y ahora toda esa gente anda asustada: fui a la Embajada y sorprendí a L. diciéndole al coronel: “-eso es para intrigar, eso es para intrigar” y cuando me vieron se callaron y L. no me saludó. Seguro que le dijo al coronel que no me saluda porque ha descubierto que no soy amigo de nadie. Y al coronel debe estarle diciendo: “-Pero si yo soy el único amigo que tiene usted aquí”. Tal como nos lo dijo ayer a M y a mí. “-Pero si ese coronel no tiene otro amigo que yo”. Y L. también está atemorizado. “-Mi preocupación eres tú”, me dice. “Tienes que irte” y no hay momento que no nos diga eso. “-¿Cuándo se van?” es su primera pregunta cuando nos ve. Nosotros le decimos que no se preocupe, que nos iremos tal y como vinimos: silenciosamente, sin que nadie lo sepa. Pero lo que yo pienso, fue lo que anoté ayer noche: L. no quiere que yo me entere lo que ha dicho de mí. Y por los pujos que pone no debe ser nada favorable.
8 y cuarto de la noche. Hoy hemos tenido un día ajetreado con la mudanza de la calle de la Longue Haie a la calle du Prin-Royal. Ningún venezolano sabe que nos hemos mudado. Dentro de poco, cuando vayan por nosotros, creerán que nos hemos ido a Venezuela o a otra parte. L. se pondrá más loco, pues pensará, como nos lo dijo ayer, que si nos íbamos sin avisarle era porque tendríamos algo contra él. En fin, nos hemos mudado y veremos qué vida nos tocará llevar ahora. M. fue a la Embajada a renovar su pasaporte y allá los empleados le preguntaron que si ya había salido la novela. L. regó por todas partes que Ganteaume, su mujer, Morales y su mujer eran los personajes principales. El que menos queda como marico y las mujeres como putas, eso y que dijo. A mí me lo dijo como si me hiciera un favor. Ahora nos hemos perdido para todos. Aquí estamos en (qué será) un cuarto, una cocina y un excusado. Pero todavía el que vivía aquí antes no se ha llevado sus cosas y eso me molesta, pues no puedo bañarme con tranquilidad y no me he atrevido a desacomodar la cama. El tipo que vive (o vivía aquí) y que estudia medicina. Pero esto hiede. Hieden las sábanas, hiede el colchón, hiede todo. Pasaremos cinco meses en este apartamento. Ojalá así sea. No he leído una página en todo el santo día…
1 de Noviembre.-
Día de los santos. En la novela de Lowry el día fatídico es el de los muertos. Mañana .-
Anoche mismo vino el estudiante de medicina. Era un tunecino. Esta casa está llena de personajes raros. Yo he oído ruidos por todas partes. No sé si aguantaré aquí. Tuve varias pesadillas a causa de esto. Una de ellas: estaba en un cine y una negra me agarró una pierna. (Esta es una casa abandonada. El videt no sirve. Lo único bueno es la bañera y que uno no tiene que pagar luz. Anoche calentamos la casa con un calentador eléctrico.
Otro sueño: había ido con M. a tomarme una fotografía y cuando el hombre me puso frente a la cámara sentí miedo y comencé a temblar de pie a cabeza y hacía por separarme de la cámara. Carolina le gritaba a su mamá:
- Mira, mi papá está temblando-: Y la madre no hacía caso.
Me caí al suelo sin perder el conocimiento, y nadie hacía caso.
El fotógrafo fue detrás de la cámara. Yo me levanté y me volví a colocar frente al aparato. Vi un vacío como en una pantalla de televisión y en seguida me vi a mí; comencé a temblar de nuevo y mi hija a gritar:
- Papá está temblando, papá está temblando..
7 de la noche.- He pasado un día horrendo con un dolor de cabeza y los nervios destrozados. A duras penas he leído unos capítulos de “Stepantchkovo”. Cualquier ruido me disloca.
Oí por la radio que murió Papandreus.
Como en la mudanza me enteré que teníamos demasiados peroles he separado unos cuantos libros para venderlos. Otros se los enviaré a mi hermano Adolfo, si me envía un dinero que le pedí.
2 de Noviembre.-
Un tipo que vivía al lado, o del otro lado de la calle de nuestra casa, la había incendiado…
Me informaron que nuestra casa había sido incendiada por Fay, un tipo que vivía del otro lado de la calle de atrás. Yo llegué hasta el incendio por una cuerda, sin camisa, a pulso y salté a una vigueta. Ahí me decía “- ¿y ahora qué hago después de esta demostración de fuerza o de agilidad?” Logramos apagar el fuego y Alirio[1] y yo salimos y nos dirigimos a un cine. Fay también asistía al espectáculo. No hallaba como reclamarle lo de la casa. Aproveché que hizo un ruido en medio del espectáculo y aproveché para endilgarle un discurso sobre las buenas costumbres. “-Y en caso de que acabes conmigo, le dije, recuerda que somos (iba a decir nueve)… trece” (aumenté el número de mis hermanos para que temiera más) no obstante eso Fay se sacó una llave inglesa del bolsillo y me lanzó un golpe. Yo me volví y le dije a Alirio que me ayudara. Agarré una pala que estaba recostada de la pared. Yo lo que no me explicaba era porqué si Fay odiaba tanto a mi papá se cruzaban como si nada y sólo pensaba en quemarle la casa. Algún secreto de mí debe saber Fay, me dije, y lo que quiere es chantajearlo. Fay era mucho más fuerte que Alirio y yo, y por eso andábamos juntos.
Alirio y yo fuimos a un cine. Ahí ayudaban al que pidiera. Subimos y caminamos por un largo pasillo. Nos dieron 80 bolívares y un libro de cuentos de terror. Cuando íbamos saliendo nos obligaron firmar un papel. Nos registraron y examinaron el libro. Se presentó un hombre diciendo que había que corregir una pruebas y Alirio, para congratularse con el hombre que nos había hecho firmar y nos había registrado los bolsillos, dijo que él lo haría. Yo le hice un gesto diciéndole que se abstuviera. (Sueños).
Este mes, el 27, cumplo 33 años. La edad de Cristo. Edad peligrosa. Quién sabe si regreso a Venezuela con esta edad.
Huyendo de todos mis compatriotas en Bruselas, hemos cambiado de domicilio. Destierro y otros relatos.-
Obras para leer en este nuevo período:
1) Obras de Poe (releer)
2) Dostoyevski: “El Eterno Marido” (releer) .Endemoniados-
3) Nerval: “Aurelia”.
3 de Noviembre.-
11 de la mañana. No he podido recordar el sueño de anoche.-
Me levanté y me acosté a leer una obra de García Lorca: “La Casa de Bernarda Alba”. (Drama de mujeres en los pueblos de España).-
Pasé cerca de dos horas acostado sin poder dormir. A las cuatro salí y me fui a un café donde me tomé una cerveza. M. fue a la otra casa y de allá me trajo una carta de Gómez Grillo; que viene a un congreso de Derecho y que lo espere en la Estación del Norte. Como aquí ya he hecho saber que ya nos fuimos no lo esperaré. Lo siento por él y porque no sabrá desenvolverse solo. Después de haber leído “Bernarda Alba” no he hallado qué leer. No pude pasar de la primera página de “El Jugador”. Salí y compré unos mazapanes. Los viejos de la otra casa se niegan a entregarnos el dinero de la garantía. Aquí también dimos una garantía; yo desde ahora me adelanto, y como no tendremos que pagar luz, calentaré la casa con un aparato eléctrico. Qué guerra para todo. Va uno a un café para huir del ruido de los vecinos y tiene uno que huir del café a causa de la humareda de los fumadores; va uno a comprar unos dulces y en la cola se le quieren adelantar a uno y uno tiene “c´est a moi”. Hoy me metí unos tapones de cera en los oídos y ni por esas; oía el zapato de arriba. Y abajo hay unos negros con un picó a todo volumen. Soportaría esto mejor si supiera que lucho por un ideal. Pero qué ideal de mierda a mi edad. Lo que deseo es tranquilidad. Luego me digo que un escritor tiene que pasar por cosas para escribir mejor, para escribir con certeza, y cualquier cosa que se pase, que se sufra, es buena. Mañana veremos. Mi idea de la sedimentación. Tal vez siga con la lectura del teatro de Lorca.
Ayer pedí a España la edición de las obras completas de Poe. Quién sabe dónde las iré leyendo. En los cafés, en las salas de espera, en los trenes, en los aviones, en un barco. Espero no separarme de Poe por un tiempo largo. Anoche leí (releí, no hago sino releer) dos cuentos de Borges y esta mañana un ensayo sobre Hawthorne. Imposible recordar el sueño de anoche. Por un momento sentí la oscuridad, el frío la niebla de los sueños y me vi en una sala en presencia de un doctor que iba a inyectarse.-
4 de Noviembre . Lunes.-
Anoche, antes de apagar la luz, leí otra obra de García Lorca: “Bodas de Sangre”.
Son las once de la mañana. M. comenzó su “stage” en el palacio de Justicia. Yo fui a la Librería Española y compré “Al pie del Campanario”, de Caldwell.
No recuerdo el sueño de anoche, pero soñé..
Me compré un sombrero para andar disfrazado. Es extraordinario cómo se divierte uno solo.
Aquí viven: encima de nosotros: un conductor de tranvías. Lo vi subir no hace mucho con su uniforme azul. Al lado nuestro: un italiano de nombre Alberto. Abajo: unos negros; siempre tienen la puerta abierta y oyen una música a todo volumen. En el segundo: un tunecino, estudiante de medicina. Abajo (en la rez de chausée) los dueños de una floristería que se llama “Mari-Lou”. Son los principales locataires y los encargados de vigilar por la casa.
Me voy acordando del sueño, fue con Ramón J. Velásquez, dirigía otro periódico, yo iba allí a visitarlo y su mujer dijo: “-Ramón, éste si es amigo tuyo”. Al parecer el Dr. Velázquez le habían sacado el cuerpo después que abandonó la dirección de “El Nacional”. Dirigía un periódico de segunda clase y casi nadie lo visitaba. Todos se cuidaban de dejarse ver por los dueños de “El Nacional” en presencia del Dr. Velázquez. Los dueños de “El Nacional” eran unos todos poderosos. Sobre todo, los escritores y los periodistas se cuidaban de esto.
Paris bien vale una misa.
- de Noviembre . miércoles.-
Ayer apenas si pude escribir la fecha del diario, pero no pude escribir una página. Pasé todo el día, hasta las 12 de la noche, en compañía de E. Gómez Grillo. Lo fui a esperar a la Estación del Norte a las 11 de la mañana y de allí yo ayudé a conseguir hotel y se quedó en la “Vieja Linterna”, frente al Maneken Pils. Yo le eché el cuento, diciéndole que me sentía un poco Stendhal, Miranda o Simón Rodríguez, quienes se disfrazaban a menudo para burlar la pista de sus enemigos. Lo acompañé dos cuadras antes de la Embajada, pero de pronto me topé con los dos médicos.
- López dijo que te habías ido -dijo uno.
- Sí – dije yo-, mi mujer se fue con la niña para Venezuela, pero yo me quedé en Gantes en casa de un amigo.
Me despedí y me metí en un café a esperar a Gómez Grillo.
Yo me leí casi el libro entero “A la sombra del campanario”.
Ayer tuve un sueño más o menos como sigue: Había una reunión o una fiesta. Era el aniversario de la muerte de Alirio Ugarte Pelayo, un hombre parecido a éste, o el mismo Alirio, estaba en una pequeña habitación de vidrio. Cuando sonó la hora en que la otra vez se dio el tiro, se levantó y caminó. La gente aplaudió y unos gritaron que “resucitaba” el verdadero candidato. a la Presidencia de la República.
El sueño de hoy es más complicado: En principio no podía dormir. Había un gallo que cantaba. Yo me levanté a espantarlo y el gallo se enredó en una de mis medias. Yo perdí la paciencia y empecé a tirar del pie.
Gómez Grillo se leyó anoche mismo “La Fiesta del Embajador”. La agarró y no la soltó hasta la última palabra. Se asombró. Me dijo que si él la hubiera leído antes que yo se la mandara a Cela me hubiera aconsejado que no la publicase. “-Vas a matar a esa gente- me dijo-. Los vas a dejar muertos en vida”. Me dijo que era peligroso lo que hacía. Me podían hacer un mal físico o, en menor escala, demandarme. Creo que estuvo horrorizado un largo tiempo. Elogió el libro por la técnica, el lenguaje, los personajes, etc. (Esto es realidad).
Hay otra parte de sueño que no recuerdo.
Segunda parte del sueño de anoche: Fui a llevar una pantalla de lámpara al dueño de la casa donde vivíamos anteriormente y el hombre me dijo que no le gustaba verme en su casa porque creía que me robaba cosas. Yo lo vi a la cara y le salté al cuello y lo tiré al suelo.
Día casi perdido. Cero lectura.
Nixon presidente.
7 de Noviembre.-
Día casi perdido. Terminé de leer “A la sombra del campanario”.
Lectura (íntegros) de dos periódicos.
No puedo decir que pierda el tiempo. Cuando no leo o no escribo imagino una segunda parte para “La fiesta del embajador”.
El coronel miró de reojo al consejero y se sonrió. Eran aquel semáforo de la Avenida Franklin Delano Roosevelt, colindante con la Embajada. El consejero se dio cuenta de la mirada de reojo del coronel y de la sonrisa “natural”, pero no hizo ningún gesto. Sin embargo se dijo:
- Quiere decirme que se está dejando crecer las patillas-. Y siguió mirando al frente. El coronel entonces dijo:
- Usted no se da cuenta, hombre.
- ¿Qué?
- Gua, mire.
El consejero miró. No dijo nada. No quería adivinarle el pensamiento el coronel. Esperaré que se descubra él mismo. No, no quiero decirle lo que quiere que le diga. El coronel puso el auto en marcha y dieron la vuelta y se detuvieron en el parking de la embajada. Pero el coronel siguió mirando de reojo y riéndose con su sonrisa “natural”.
- Gua, usted parece que no se fija.
- Sí, coronel, si me fijo -dijo el consejero.
- Como usted, consejero.
- Pues sí. Ya veo que pensó en eso cuando estaba en Ginebra.
- Pues sí. ¿Cómo lo adivinó? Me estaba afeitando y me veo unos pelitos y me dije: unas patillas no están mal. No cree que me están creciendo.
- Sí, dijo el consejero-. Pero no le dijo que eran unas patillas ralas, cortadas quién sabe por qué misterio y anchas en toda la cara ancha y amarillenta.
- Ah, adivino al fin-, dijo el coronel.
Todavía no se bajaban y el consejero se sentía incómodo sin hacer nada sentado ahí con el coronel al frente de la Embajada.
- Como usted cuando vino. Por qué se corto usted sus patillas
- Cosas. Sin darme cuenta. A mí me crece mucho el pelo por esos lados. Pero cosas. Me las afeité sin darme cuenta.
Así es, cuando a uno le sobran cosas, no importa, pero a otros… estoy esperando que se me acomoden por aquí – el coronel se señaló una parte de la mejilla y se fijo en el espejo.- ¿No ve? No se me pegan.
[1] Hermano de Argenis.

















