9 de Noviembre. Sábado-
.-Ayer pasé todo el día leyendo a Blasco Ibañez: “Sangre y Arena”.
Es la primera vez que lo leo. La curiosidad me vino porque leí en un cuento de Kerouac una mención a este libro. No es mala lectura. Blasco Ibáñez es un novelista por el tipo de Zola y Galdés. Domina la historia, crea personajes muy bien “Tipeados” y a veces hasta alcanza maestría en misterios del ser. Hay una mujer que quisiera “comerse” al hombre cuando se acuesta con él. Quisiera convertirse en toro (dice) para destruirlo. O en perra. Y muerde al hombre. Luego vuelve a sus cabales y se extraña de lo que ha hecho. Si un asunto así fuera narrado por un francés o un norteamericano sería tomado en cuenta, pero como es narrado por un español pasa a ser una cosa de mal gusto. Debo olvidar los prejuicios que sentí o me crearon contra los escritores españoles.
Esta mañana salí y compré, en versión francesa, el “Diario de Dublín”, de Stanislaus Joyce.
Ayer no escribí nada. Ni siquiera una nota “cotidiana”. No quise hacerlo porque no hallé qué decir. O me dije: “para qué escribir una cosa sin importancia”. Y lo que pasó fue que no hice nada y ni siquiera recordé el sueño. Pero anoche soñé con Camilo José Cela. Aquí vino el embajador con el secretario y yo les pasé al lado y los saludé como si nada. Ellos no sabían no pizca de la novela. Yo pensé en ellos y en cómo aparecían en “La Fiesta del Embajador”. Cela fue a visitar al coronel Sánchez. Cela vino a visitar a todos los personajes de la novela que le envié. Yo cargaba un libro de Cela en la mano: “Mesa Revuelta”. Es que Cela quería asegurarse de si lo que decía allí era verdad o mentira. Pues conoció al coronel y se hizo su amigo. Salieron las hijas del coronel por un pasillo. Pasó un avión. Yo andaba por la sombrita.
Lo malo, y vaya cosa bien mala, es que “Sangre y Arena” degenera hacia el folletón. Al final uno cree haber asistido a una película de la fábrica de Hollywood. No creo que vuelva a leer a Blasco Ibáñez.
Anoche, o ayer tarde, a eso de las 6, vino Gómez Grillo a despedirse. Parecía que no sabía qué hacer. Si quedarse un día más para buscar habitación y concluir una tesis aquí o regresar a París, donde tiene un apartamento. Me pareció irresoluto en todo. Salí con él a buscar hotel o a coger el tren para París. Andando le pregunté si no pensaba casarse. Esta pregunta se la hice con parsimonia, porque desde que lo conozco no he visto a Gómez Grillo hablando de asuntos personales o de los asuntos de nadie. Para Gómez Grillo todo el mundo es inteligente, o trabajador o estudioso. Todas las gentes que conoce son buenas personas. No opina sobre religión ni sobre política. Me da la impresión que desde que conoció a Miguel Otero Silva guarda reverencia hacia él. Me dijo que vivir solo en Europa es un problema. Y él es ya un cuarentón. Si hubiera podido casarse o venirse con una mujer. Yo no me siento cómodo con Gómez Grillo. Nos comimos unos perros calientes y nos tomamos unos guarapos de naranja. En el hotel no encontró otra habitación y lo acompañé a la Estación. Se iba. Pero tuvo que pagar un suplemento y se dolió del “golpe”. En tres horas estaría en París. Yo lo entusiasmaba para que se fuera, sino al otro día a las 9 de la mañana, estaría en casa, como me lo había dicho. Guardaba silencios que yo no hallaba cómo evitar. Pensé que ante M. hablaba más. Los dos son criminólogos o es que Gómez Grillo habla más antes las mujeres. Y su cuerpo es desproporcionado. Ha engordado. Se le ven unos ojitos. Se dejó unos bigotes que uno distingue cuando le pone atención. Habla con parsimonia. A los hoteles que va les pide “duchas”, piezas con duchas. Pero yo creí percibirle un olor agrio en el cuerpo, cuando abría su abrigo o el paltó. Se montó en el tren de las 8 y 42. Me pidió permiso para hablar de mi novela en París. “-Sí quieres digo que la leí y que es candela”, dijo. Le dije que lo autorizaba y que me hiciera propaganda, que recomendara la revista donde iba a aparecer.
Lectura del “El diario de Dublín”.
11 de Noviembre.-
Día del armisticio. Es lunes, pero es como si fuera un domingo. Soñé lo que sigue: estaba de pie en una encrucijada y no hallaba hacia dónde dirigirme, si a Las Mercedes del Llano o a San Juan de los Morros. Me monté en el primer autobús que pasó, que iba hacia Las Mercedes. Se veía la llanura. Una mujer rubia dijo algo arrastrando las erres. Yo veía la llanura francesa y me dijo que no, que era alemana. Yo le hablé en francés para practicar mi francés. Y para que me oyeran los otros pasajeros. El autobús pasó frente a un bar y oímos una detonación. De allí salió un hombre con una herida en un dedo. Lloraba y pedía que le llamaran un taxi.
Revuelta contra De Gaulle. Los comunistas habían tomado varios edificios. De Gaulle estaba en una plaza pidiendo voluntarios y repartiendo armas. Yo pedí un revólver pequeño para cargarlo en el bolsillo de atrás. Me perdí por las calles. Pero esto era ahora Venezuela y en Venezuela yo no iba a caerme a tiros con los comunistas. Me tropecé con varios camaradas. Tenían la ciudad a su disposición. Me preguntaban si yo estaba armado y yo respondía que no. Si andaba armado era porque andaba armado contra ellos.
Ahí llegó un tipo que era novelista y había sido presidente de la República y a quien llamaban el maestro Gallegos. Al maestro Gallegos le gustaba que se le acercaran los jóvenes o lo vieran los jóvenes, y él prestarles toda su atención y ser “el maestro de la juventud”. Ese nombre de maestro se lo pusieron en su partido los escaleras, los que aprovechando su nombre salían en las planchas para senadores, diputados o ministros. El maestro Gallegos, aunque no participaba activamente en la política, cada vez que se dividía el partido hacía presencia al lado de los viejos, “los bueyes cansados”, como los llamaban sus enemigos. El maestro Gallegos últimamente estaba un poco patuleco. No sabía nada de nada. Estaba muy viejo. No servía más que para ir a los entierros oficiales y recibir a otros escritores consagrados que eran invitados por el gobierno de su partido. Al maestro Gallegos William Faulkner lo comparó con Shakespeare, pero reconoció después que no lo había leído a ningún latinoamericano. Entonces el maestro Gallegos le regaló sus obras completas. No le daba un volumen en inglés porque todavía sus obras no habían sido traducidas. “-Ya irá eso”, le dijo. El partido estaba buscando un traductor para hacer una edición de lujo; lo malo sería después encontrar editor, pero Waldo Frank podía conseguir y hasta ponerles prólogo. El maestro Gallegos, cuando le entregó sus obras completas a Willians Faulkner, sonrió como un conejo sorprendido.
Leyendo, en versión francesa, el “Diario” de Stanislaus Joyce. Idea para una novela o unas memorias: notas sobre cada familiar: padre, madre, hermanos; relaciones entre ellos; lo que piensa cada uno del otro; aprecios, rencores, odios, rebeldías.
12 de Noviembre.-
Recibo carta de mi hermano Adolfo. Me envía un cheque de 50 Bs y dos libros de Conrad. Me dice que procuré quedarme aquí y que el 27 de octubre salió en El Nacional el relato “El Catire”.
Recibo el cheque de El Nacional por el relato “El Catire”.
Compro: “Abel Sánchez”, de Unamuno y “Jardín Umbrío”, de Valle Inclán.-
Releo la nota que escribí el 27 de octubre para ver qué hacía yo el día que salió mi relato.- (Remitirse a la nota 27 de Octubre).-
Ayer, una película: “Les risques du metier”.
Leo “La I Iatina”, cuento de Pocaterra y “El mutilo”, cuento de Rosales. Leo los once primeros relatos del libro de Valle-Inclán.-
Mañana es 13. Un trece tuve contacto con Cela; me envió su “Diccionario Secreto”. A lo mejor mañana recibo algo suyo. Estoy en la espera de el número de noviembre de Son Armadans. Si sale la novela, me caería como un regalo de cumpleaños.
13 de Noviembre.-
Vi que un hombre le agarraba las manos a M. y yo me lancé contra él y lo golpeé en la cara. El hombre era fuerte y amenazó con pegarme, pero no hizo ningún gesto. Luego me volví contra M. y la golpeé en la nariz. Me separé de ellos. Caminé por un corredor y M. vino hacia mí y me abrazó. Yo volví a tropezarme con el tipo en la terraza de la casa. Le lancé unos golpes en la cara que detuvo con sus brazos. Agarré un cuadro o un espejo y le golpeé la cabeza y luego lo seguí golpeando en el suelo. Ahí se apareció M. y me besó como diciéndome que estaba de acuerdo con lo que había hecho. Comencé a abrir un hoyo en la terraza y metí el cuerpo y lo cubrí con tierra y unos almohadones viejos. Como sentía verdadero odio contra ese tipo trabajaba a desgana y apresuradamente.
Me tiré en el suelo de la embajada. Para esto es para lo que sirven las embajadas, me dije. El suelo estaba frío. Otro, el farmaceuta Parra, se tendió a mi lado. Yo me hice el dormido. (Sueño).-
Me levanté a la 9. Anoche me dormí tarde. Me levanté a lavarme y a tomar café y en seguida volvía a la cama y seguí leyendo el libro de Valle-Inclán, que cerré al leer los otros siete cuentos que quedaban Allí vi cosas extraordinarias. “Mi hermana Antonia” es un cuento de pesadilla, que uno nunca llega a calibrar. Un misterio de amor, de celos y de persecuciones, unidos a una pesadilla de aparecidos o almas en pena vistos a través de la conciencia de un niño. Si no hubiera empezado mis relatos de los sueños antes de leer este libro se diría que he tenido influencia de Valle-Inclán.
Visión cubista del circo Harris. Con esta frase cierra Valle-Inclán un capítulo de “Tirano Banderas”. Este hombre del modernismo llegó hasta nuestros días y escribió las mejores novelas de su tiempo. Y de nuestro tiempo.
Recibo una tarjeta de Gómez Grillo: se va para Roma.
Leyendo “Abel Sánchez”, de Unamuno. Novela (o nivola) que es más bien una pieza de teatro. Tengo la presunción que los españoles dominan más el teatro que la novela. Todos utilizan el diálogo. Hay muy pocas novelas españolas que se circunscriban más a la narración y al monólogo interior.
“Mi hermana Antonia”, de Valle Inclán, me ha rondado todo el día. Por el clima, los corredores y la oscuridad que allí se presiente.-
10 y media de la noche: termino de leer “Abel Sánchez”.
Compro “Los Cruzados de la Causa”, de Valle Inclán. Seguiré, como me lo prometí, leyendo escritores españoles y autores clásicos sea cual sea su nacionalidad.-
Tengo la cabeza embotada.
14 de Noviembre.
Me levanto y empiezo a leer “Los cruzados de la causa”. Al mediodía me voy al cine y veo por dos veces, “Baisers volés”, film de F. T.
Mañana dan el veredicto del concurso de novela corta “Sésamo”. No creo que me gané nada. Envié por enviar por primera vez una novela a un concurso. Y lo que envié no lo considero novela. Álvarez no me ha escrito y he pensado todo el día en pedirle los originales (cuatro) que tiene. “Entre Las Breñas”, “Y Pedro”, “Gritando su Agonía” y “El Diario de una novela”. Hoy, en la mesa, he estado recordando cuando trabajaba en “Pensamiento Vivo”. Pasaban las liceístas y me “piropeaban”. Yo me sonreía y Angelito decía: “Argenis es como el mamón macho: florea pero no carga”. Me llamaban infinidad de mujeres por teléfono para decirme que era buen mozo. Los hombres del sector también me llamaban para insultarme y decirme: “Tú eres el que sabes, coño de tu madre”. Releí partes de mi diario de esa época. Desde que supe que “El Catire” había salido de “El Nacional” lo he releído unas cuántas veces por día. Me gustaría verlo impreso porque así calibro más mi obra. ¿Qué será de Cela? Hasta que no vea mi novela impresa no creeré nada. Álvarez me dio un golpe sucio con aquella carta. Ya no confío en él y pienso más en disponer de “Gritando su Agonía” guardarla un tiempo para mejor disponer de “Gritando su Agonía”, y enviarla a un concurso. Si es verdad que debería corregir cosas; hay partes un poco sensibleras; pero no le tolero a Álvarez que no me enviase el contrato, y esperara seis meses para decirme que consideraba que (yo) debía corregir algunos capítulos y enviar otros para la segunda parte. Menos mal que le contesté que no; mi respuesta era más de rencor que de reconocimiento. No se portó bien aguardando tanto. Y me dio mala espina eso que le enviara yo las dos copias del contrato y no devolviera ninguna. Pensaría que yo podría demandarlo por eso, con el contrato en la mano. No hay mal que por bien no venga. Le devolví las dos copias y él recapacitó y se arrepintió. Yo le respondí (como él es Guevarista) que a lo mejor pensaba yo les afincaba la mano a los guerrilleros. Lo que no es verdad. (Entre – acto) me levanté un segundo y volví a leer esa parte de la novela que encuentro sensiblera y me he convencido que no es así y que es una de las mejores partes de la novela. Yo siempre le he temido a la sensiblería lo mismo, que la he odiado. Estoy convencido que hay capítulos que no pueden salir sino de una manera. Pero yo he procurado no ser sensiblero. Eso era lo que temía que Álvarez rechazara. Ahora he releído el capítulo y lo encuentro bien. Y de lo mejor de la novela. En lo único que estoy de acuerdo con Álvarez es en que debo o se debe cambiar el título de la novela. Le sugerí “Entre la Noche”, de un poema de J. R. Jiménez.
15 de Noviembre.
.-Hoy, mal que bien, leyendo “los cruzados de la causa”.
Cumpleaños del rey Balduino. Las banderas del gobierno están izadas. Las de los norteamericanos, como conquistadora, se yergue en medio de una Avenida.
A las 12 de la noche se sabrá en las cuevas de Sésamo quién se ganó el concurso de novela corta. Por curiosidad yo esperaré notificación.-
Una novela que no es nada.-
16 de Noviembre.-
Anoche leí varios capítulos de “la mujer de ambar”, de Gómez de la Serna.-
Desde que me mudé para esta casa no he hecho si no leer. No he escrito nada que valga la pena. Ni siquiera un sueño, que ya no escribo por que se me olvidan. Vivimos tres aquí arrinconados. Hoy hace menos 4 grados y la cocina está fría como la tumba. Pensamos en el regreso a casa. Ayer vi en la calle dos mujeres que trabajan en la embajada y no las saludé. Debemos de haber creado un misterio con nuestra “desaparición” en el trato con los otros venezolanos. Cuando ando por la calle me acuerdo de aquel cuento de Hawthorne de un hombre que le dijo a su mujer que iba a dar un paseo y corrió y se metió en la casa de al lado, que ya había alquilado con anticipación. El hombre quería hacerle una broma a su mujer desapareciendo por una semana y se fue quedando ahí, salía disfrazado a la calle y vivía como un ermitaño. A diario veía la casa toda alumbrada de su mujer y a veces veía la sombra de su mujer en las paredes. Un día, en el torbellino de una calle de Londres se tropezaron, pero su mujer no lo reconoció. Se miraron un poco turbados. El hombre llegó a su casa (la que tenía alquilada) y ahí sintió un poco de remordimientos. En tanto su mujer lo dio por muerto y vistió el luto. El hombre veía todo esto. Un día, después de veinte años en este juego, el hombre salió de la casa de su mujer. Entra y ahí termina el relato. (Bien, así me he sentido yo en estos días con respecto a los otros venezolanos)
Salí, y para terminar con “la guerra carlista” de Valle Inclán, compré “Gerifaltes de antaño” y “El resplandor en la hoguera”. Frío de 5 grados bajo cero. Sábado.
Muerte de Ramón Menéndez Pidal a los 99 años. La noticia la trae Le Monde de ayer con la fecha de hoy.-
Los antecesores de Miguel Angel Asturias son dos: (1) Valle Inclán y (2) Lautréamont.
17 de Noviembre.-Domingo.-
Dentro de 10 días cumplo 33 años.-
Lectura de “El resplandor de la hoguera”.-
Paso parte de la mañana preparando unos paquetes de libros que le enviaré a mi hermano Adolfo. Quiero ponerme “ligero de equipaje” para el viaje de regreso, que será pronto.-
Ahora, cuando sueño con personas que ya he reseñado no me provoca escribir (lo que sueño).
Hoy es un maldito domingo como todos los domingos.-
18 de Noviembre.-
Se acerca el momento del regreso.- Le envío a mi hermano Adolfo algunos libros, entre ellos “Del tiempo y del río” y las Cartas de Van Gogh.-
Termino de leer “El resplandor de la hoguera”.-
Me siento mal de la garganta.
Empiezo a leer “Gerifaltes de antaño” y lo termino horas más tarde.
19 de Noviembre.-
Mala noche. Me levanté varias veces a tomar pastillas para los nervios. Soñé con Juvenal Ravelo. Le pregunté por la gente que habíamos tratado en París. “-Betania -me dijo-, se metió a puta. Darío Lancini está irreconocible. Consiguió un trabajo y es otro, se enserio”. Fui a casa de Juvenal Ravelo. Su mujer había escrito un libro y había sido traducido al francés y publicado por Le Seuil. La señora de Ravelo trajo un libro de autógrafos para que le escribiera algo. Yo, sin leer su libro, le escribí una nota crítica, según suponía lo que trataba.-
El honor vale más que todo el daño que se pueda causar.-
Relectura de “La espera”, de Borges.-
Compro “Niebla”.-
Escribo un cuento que pienso titular “El imperio de Augusto”.
Estaba por allá esperando a M. cuando vi que una tabla caía en el pie de un muchacho que jugaba con su abuela y un hermanito. Corrí hacia allá y le di un masaje en el pie del niño. La abuela me miró como si yo fuera un médico. El niño lloraba cada vez que yo le agarraba un dedo, pero dije que eso no era nada.
20 de Noviembre.
Vi anoche, una película finlandesa: “La viuda verde”, que me deja una gran impresión.-
Por tercera vez le escribo a Jorge Álvarez preguntándole si puedo disponer de los libros que me tiene en su poder.-
Lectura de “Niebla”.
Compro “Les contes noirs du golf”, de Jean Ray.-
Para meter como epílogo de algunos cuentos de mi libro de los sueños: “Le reve est une seconde vie”. (Nerval).-
21 de Noviembre.-
Le escribo a J. R. Medina pidiéndole un ejemplar del Suplemento Literario donde aparece mi relato El Catire. Deseo leer este relato impreso.-
Termino de leer “Niebla”. Unamuno busca justificar algo cuando escribe. Y escribe sus novelas como experimentación de algo. No es propiamente un creador don Miguel Unamuno. Dice: voy a escribir una novela así y asao, y se dedica a ello. Pensó que debía escribir nada más que usando diálogos, y a ello va y se pone a dialogar con sus personajes. Luego, infantilmente me parece, quiere buscarle un fin a todo, sobre todo a ese ser de carne y hueso, como él lo llama. Mata casi todos sus personajes. O los lleva hasta la muerte. Y después, lo que ha dicho en mucho de sus ensayos, lo repite en cada novela. Y no deja de hablar de sí mismo con egocentrismo patológico. Imagina una historia y la va llevando para ver hasta dónde llega. El mismo Unamuno no sabe cómo va a terminar. Parece que se recrea imaginando cuando se sienta a escribir. Y aquí sí que tiene mérito, porque todo es hecho un poco a la diabla y un poco a lo poeta que se droga, o a lo nadaista. Quisiera Unamuno escribir las palabras como suenan. Utilizar más a menudo la “K” y hacer desaparecer la “h”. Pero lo piensa y nunca lo lleva a cabo. Lo que no pasa de ser una intención de experimento. Luego, de una manera que me parece pedante, crea ese termino Nivola porque tal vez pensaba que sus novelas no eran novelas. Quería como rebajar el género, o mejor dicho su género. En “Niebla” es donde mejor ha planteado este asunto, ya que es cargante. (Volveremos sobre esto. Estoy cansado. No puedo más).
22 de Noviembre.-
Y además están los prólogos de Unamuno, para justificar tal o cual postura suya en la novela. Que si no está con la grosería o el sexualismo en la novela; y luego mete largos trozos de disgresiones sobre esto y no pierde el tiempo para meter lago de sus ensayos o de su creencia filosófica. Para Unamuno la religión es guerrera y la metafísica sensual, él se siente religioso y por lo tanto guerrero y es por esto que no permite “excesos” en sus novelas. En “Niebla”, que fue acusado o se le dijo que era pornográfico se defendió diciendo que “su repulsión de pornografía es bien conocida por cuantos le conocen”. Y no solo por las corrientes razones morales, sino porque estima que la preocupación libidinosa es lo que más estraga la inteligencia”, etc. Y hace una diferencia entre esos escritores libidinosos y los otros. Y termina concluyendo que los libidinosos eran menos inteligentes. En “Niebla” apenas si Unamuno narra que una mujer que le lava la ropa se le sienta en las piernas a Augusto y éste siente un desvanecimiento. Y esto se repite dos veces. No pasa de allí Unamuno. Los extremos hubieran sido pornográficos. Él se cuidó muy bien de no llegar allí y dominó sus novelas con la cabeza, como el hombre de carne y hueso inteligente que en fin era. Lo mismo ocurre en sus otras novelas: bucea en el alma de sus personajes, pero según y como los vea metafísicamente, esto es, según y como los vea psicológicamente (como muchos novelistas lo hicieron antes) y en una de ellas “Abel Sánchez”, termina diciendo que lo que corroe a España es la envidia. Y se explaya sobre la envidia. Cuando Joaquín va a morir dice las siguientes palabras: “¿Por qué he sido tan envidioso, tan malo?…por qué nací en tierra de odios? etc.”…. y todo esto era contra sus compatriotas, a los que no se cansaba de endilgar desprecio, a pesar de crear él, Unamuno, una religión españolísima hasta los tuétanos. Con “Niebla” hace un experimento de novela. Se mete él a conversar con sus personajes y en medio de la novela uno de ellos dice cómo va a escribir una novela, o más bien una “nivola”. Y explícita el plan en pocas palabras, que no es el otro plan de la novela que lleva. “Niebla” está muy bien resumida en unas cuantas palabras de Victor Goti, personaje y primer prologuista de este libro: “Invento el género (“Nivola”) e inventar un género no es más que darle nombre nuevo, y le doy las leyes que me place, y mucho diálogo.
¿Y cuándo personaje se queda solo?
Entonces … un monólogo. Y para que parezca algo así como un diálogo inventó un perro a quien el personaje se dirige.
Se comprende muy bien, leyendo “Niebla” lo que quería decir Unamuno con el término nivola. Unamuno ensayaba, buscaba, tal vez pensaba que sus novelas no eran tales y las desvalorizaba llamándolas así para justificar (Unamuno siempre se justificaba rabiosamente) cuando no hallaba cómo terminar un libro. Seguía atenido a las reglas clásicas y, yo pienso, que en cada novela, en cada final de una novela, debía hacer morir el personaje.
Compro “La tía Tula”, para seguir con Unamuno.
Ninguna idea. Termino de leer Infierno. Ningún cuento. Descuido.
Pensando en enviarle a Cela, después que me edité “La fiesta del Embajador”, los originales de “Gritando su Agonía”, claro, con otro nombre. Aturrullar. Sororidad.- Qué carajo, no hay qué hacer. Es bueno sufrir un poco. Ayer me tape los oídos con cera para no oír el escándalo del radio del italiano que vive al lado. El italiano, flaco, bajo, tose toda la noche. Arriba viven dos hombres. A veces uno sube con un uniforme de chofer de tranvía. Uno de ellos se ríe como el Pájaro Loco. De vez en cuando golpean. Se oyen los pasos que dan. Una noche tuve que golpearles el techo porque se pusieron a clavar a las doce de la noche. M. hace su stage. Pasa todo el día en una oficina. Yo la acompaño hasta la puerta y me quedo en un café leyendo o me voy a la librería española a hablar con el español. Ayer (y antier) y hoy he estado cansado hasta el tope. Dentro de cinco días cumpliré 33 años. Edad peligrosa. Anoche leí algunos cuentos de Jean Ray. Aquí espero la obra completa de Poe. No me viene y pasa el tiempo y quiero leer lo más posible que pueda. Afuera hace frío, un frío del demonio, pero aquí tenemos 20 grados y yo ando en calzoncillos. Escribo por escribir. No puedo dormir. M lee el periódico y la niña grita. Debo conseguir el Diario Oculto de Strindberg. Menos mal que no me gané el concurso Sésamo. De ahí puedo recuperar unos cuantos sueños para mi libro de los sueños. Que era fácil hacerme mi psicoanálisis me dijo Gómez Grillo porque yo escribía lo que vivía y soñaba. Aquí se juzga aun Dr. Content. Se le acusa de haber dado muerte a su mujer, que también era médico. La mujer se drogaba y tomaba en abundancia. Se dormía en los sofás. Tenía un amante italiano. Ya el doctor tenía su amante. La mujer desapareció. El hombre fue a la policía a denunciar la desaparición y poco después lo agarraron a él como culpable. No se sabe nada porque la mujer amenazaba siempre con suicidarse y una vez dijo que se iba a tirar en su auto en un canal de la ciudad. En un canal encontraron el auto y su cuerpo en el asiento de atrás. ¿Qué hacia el Dr. Content en tanto? Según parece llegó a las cuatro de la madrugada. Esto es lo que dice la sirvienta. Pero el Dr. dice que llegó a la una y media de la noche. ¿Qué pasó en esa diferencia de cinco horas? Asunto que no me importa. No pretendo escribir un cuento policial o de misterio. La defensa dice que la Dra. Conten se suicidó. Otro problema con unos italianos. Hoy salió la mujer libre. Se quedó su amante a purgar una condena de 10 años de trabajos forzados. Asesinaron al esposo de la italiana, sacaron el cadáver y le dieron candela en un matorral.-
23 de Noviembre. Sábado.-
Ahora lo que siento es odio contra Jorge Álvarez. Me ha hecho perder un año. Le envié “Entre las Breñas” por esta fecha y de allá me respondió que le habían gustado los originales, pero que tenía como norma no editar escritores de un solo libro y que quería leer otras cosas mías bueno, en seguida le envié “Y Pedro?” (que ahora llamo de otra forma) y más tarde, dos meses después, “Gritando su Agonía” y “El Diario de una Novela”. Me mandó Álvarez dos copias del contrato para editar “Gritando su Agonía” y yo, por apresurarme, le mandé las dos copias y no me quedé con ninguna. Pasó el tiempo. Seis meses. Un día le escribí rogándole que me respondiera perentoriamente, ya yo olía a podredumbre. En efecto, me respondió que la novela era publicable desde ahora, pero que consideraba que yo debía corregir unos capítulos y mandar otro (capítulo) para la segunda parte, y que había fallas, ritmos inconscientes en algunas partes, que se había dado cuenta por el diario que tiene allá, etc. Menos mal que en esos días le había enviado “La Fiesta del Embajador” a Cela y éste me mandó a escribir con su secretario diciéndome que el relato era muy bueno y que saldría publicado en “Papeles de Sin Armadans” en el próximo número de noviembre. Le mandé copia de esta carta a Jorge Álvarez y hoy es día que no sé nada. No hace mucho le volví a escribir preguntándole si podía disponer de los libros que tiene en su poder para enviarlos (yo) a concursos o a otras editoriales… ciertamente que estaba yo con algo de rencor y cada día que pasa me siento más indignado con este señor y su editorial. Ya quisiera que no me editara nada. Yo sé que me impondré en algún país. En Venezuela ya no me importa publicar nada… pero ese problema con Álvarez, tanta dilaciones, todo eso me tiene enfermo. Estoy dispuesto para toda violencia. Y ahora completamente aislado, solo. Puras lecturas y ningún contacto con nada ni con nadie. Nadie me escribe. Hasta un hermano, que según decían me admiraba, no responde a mis cartas. No hace mucho que iba a sentar a pasar un cuento en limpio y tuve un cambio de palabras y hasta un gesto de violencia con la mujer. Si las cosas hubieran salido mejor con Álvarez yo estaría bien. Y me da temor andar enviando mis libros a todas partes, no vayan a correr la misma suerte: que los acepten y luego no los editen y pierda otro tiempo que más bien podría utilizar en escribir este diario o algún otro libro que pueda dejar listo ahí en mis estantes. Cuando empecé a escribir esta nota pensaba que era una carta lo que escribía y que se la iba a dirigir a alguien, a Camilo José Cela, a Jorge Campos, a Domingo Fuentes, qué sé yo. Y tengo que pensar en quitarle la dedicatoria a la novela y ese epígrafe de Unamuno y ponerle otro título… si yo no supiera cómo es la gente yo podría vivir mejor. Pero conozco la gente. En general es baja y ni el heroísmo ni el sacrificio existen. Esto ha sido inventado, eso del heroísmo y del sacrificio es un tamaño invento para corromper más al hombre. Porque aquí quién no está corrompido por el heroísmo o el sacrificio. Qué diferencia hay en ello. Baudelaire sabía lo que decía cuando escribía que había que emborracharse: ¿Pero de qué? De virtud, de poesía. Se ha querido llamar pura la poesía. Ningún arte es puro. El arte es la manifestación de los defectos o los vicios ocultos de algunos hombres. El artista es un hombre frustrado. Es un rencoroso. Por medio del arte muchos hombres quieren “hacerse superiores” ante los demás. El artista es un hombre superior o frustrado. O un hombre inferior con mucho rencor y ganas de no pasar desapercibido, porque se oculta para hacer sus cosas, lo hace como evasión, por miedo, como castigo, con falsa humildad. Se han tenido que elogiar unos a otros “los artistas” para poder imponerse, para justificarse. Los “artistas” han actuado más como trampolines que como hombres. Y un artista es un trampolín para sí mismo o para otro. Pero nunca es puro el tal artista. No, no es que sea puro porque quiera, porque sea un santo, es puro porque es un frustrado, porque no le queda más remedio que ser puro porque se ha sentido marginado o se ha marginado él mismo por su complejo o su rencor o el sentirse eso: marginado. Mientras más conozco a los hombres….
En cambio, en la “Tía Tula” se siente la mano de Unamuno. Uno ve que Unamuno realiza lo que se propone. Crea un personaje a lo Santa Teresa, pero una santa de carne y hueso cuando se habla de los personajes de Unamuno. Unamuno, con todo y su dominio, se pierde. O, a medida que escribe se da cuenta de que no puede portarse frío, no tomar a nadie de “rana”. Entonces empieza a actuar los personajes por sí solos y Unamuno les da rienda suelta y ya éstos (los personajes) se transforman. Estalla el drama íntimo. Porque si Unamuno no es pornográfico narrando hechos de sexo, es pornográfico metiéndose demasiado en el alma de la gente hasta hacer traquetear los dientes. Cuando uno termina de leer una novela de Unamuno aún le parece a uno seguir sintiendo los diálogos y el escándalo del alma o el fuego de las personas. Pero Unamuno hace lo que quiere. Fue demasiado inteligente para hacer lo que quiso y triunfar con sus narraciones. Sus novelas fueron ensayos logrados. Sus novelas son verdaderas novelas. Unamuno experimento en serio y por lo tanto obtuvo resultados positivos.
Día de la devaluación del franco francés.-
Como novelista, mientras más leo a Unamuno, menos me gusta.
Por lo menos sabemos que la noche del sábado 23 de noviembre, cuatro días antes de que cumpliera 33 años, se salvó de morir intoxicado por el gas de la calefacción. Esa noche terminaba de leer “La Tía Tula”. Estaba mal. Se preparó una tortilla con papas, pimentón, y cebolla. Se compró una botella de vino y se tomó la mitad. El vino era un vino de doce grados y pronto se sintió mareado, pero a veces pensaba sin no sería (que se sentía mareado) a causa del gas que había respirado. Se imaginaba cayendo en el piso de la cocina, se imaginaba en la sala de un hospital, se imaginaba muerto. Recordaba que el otro día leyó en un periódico que un inglés se intoxico en su cuarto de hotel. Se dio cuenta a tiempo y salió corriendo a pedir auxilio, pero las fuerzas le fallaron y cayó exánime en el corredor. Ahora, tal vez esté escribiendo su última nota. ¿Para quién? Vaya usted a saber.
24 de Noviembre.- Domingo.
.-Me levanto con Álvarez en la cabeza. No me ha mandado, me digo, los originales de ninguno de mis libros hasta tanto no lea lo que me publica Cela. A lo mejor comete un desliz grave y pierde de editar un escritor que se impondrá en el futuro.
Soñé que mi papá cagaba en la letrina del patio de la casa. Yo recordaba que mi papá decía que ese hueco lo habíamos hecho Alirio y yo. Yo me asomé al hueco y aquello parecía un subterráneo con luces y todo. “Va a costar mucho llenar este hoyo de mierda, me decía. Mi papá podrá dormir tranquilo”.
Casi toda la mañana en el Museo de Arte Antiguo contemplando “Las Tentaciones de San Antonio”, de J. Bosch.
A trompicones leyendo “Lord Jim” y releyendo “Jardín Umbrío”. Mal día con los nervios alborotados. De Gaulle dice que no devaluará el franco. Acabo de oírlo por la radio y se me salieron las lágrimas. El 22 de este mes cumplió 78 años. De Gaulle es el único líder vivo que admiro.
25 de Noviembre.-
Recibo carta de Gómez Grillo con anexo dos recortes: “El Catire” y “Del diario íntimo de Novalís”; me dice que todavía piensa lo que me dijo: que no está de acuerdo con que edite “La Fiesta del Embajador”. Yo le respondo que más me duele no haberla escrito más dura.- Compro “San Manuel Bueno, mártir y tres historias más”, de Unamuno.
Con la idea de escribir un artículo titulado: “Notas sobre Unamuno”.
Me entero por Zona Franca que en México le editaron un libro a Baica Dávalos. Dávalos firmó un contrato con Mortíz después que Álvarez me mandara el mío y yo a estas alturas, después de un año, ya no confío en que Álvarez me edite nada. Le escribí a Consalvi ofreciéndole unos relatos, y tampoco me respondió. Y ahora veo que la editorial que dirige acaba de lanzar otros 6 títulos más. A veces llego a creer que se conspirara contra mí. Me queda Cela, quien ofreció publicarme “La Fiesta del Embajador” en Papeles de Son Armadans… y estoy lleno de temor porque no me publique nada. Entonces si estaría bueno: Anunciando libros que nunca salen. De lo que si estoy seguro es de la amistad de J. R. Medina. Me publica lo que envío en lugar destacado. Y la lucha que después tendré que llevar (o enfrentar) cuando salgan mis libros a lo mejor me matan o mato yo a alguien. No me queda sino el destierro y la pérdida de la nacionalidad. ¿Y de qué, de quién voy a vivir fuera de mi país? Como Strindberg, estoy pensando que las potencias del mal me persiguen. Me echo la culpa porque soy demasiado sincero. Le escribo a un editor hablándole de mi pasado, del dinero que tengo, de lo que hago, de lo que pienso hacer… me doy todo. Luego es como si me hubiera exprimido y el otro me hubiera visto y considerar que ya no tiene nada qué sacarme o nada qué dar yo. ¡Y publicar en mi país! ¿Para qué, para quién? Es lo que sucede. ¿Y para qué voy a publicar en Venezuela? ¿Para qué, para quién? Si no me impongo fuera no se me tomara en cuenta. Es lo que sucede. Estos son mis peores momentos, mis peores días, mi peor espera.
Me edita Cela y en vez de salir a gritar a los cuatro vientos lo que tengo que hacer es esconderme, escurrir el bulto. Cada libro, todo lo contrario de lo que pasa con los demás, lo que me hace es crear enemigos. Y la gente me odia. Despierto envidia. Se me ponen trabas. Se quiere desconocérseme. Me quieren marginar. Cuánto no darían porque yo desapareciera. Y tengo en la cabeza una cantidad de gente que sé o supongo son mis enemigos a muerte. Y no son los que narro, los que meto en mis libros. Estos últimos al fin y al cabo no son sino mis víctimas, pobres gentes. Como personajes míos que son al fin y al cabo lo que siento por ellos es compasión. El odio, la compasión y el amor se tocan; andan juntos. Ahora mismo, cuando escribo esto me parece que me asemejo a Unamuno.
No soy sino un lamento y estoy avergonzado de mi mismo.-
Dentro de dos días cumpliré 33 años.
De todas maneras creo que traspasaré las fronteras de mi país con menos edad con que la han traspasado otros. A los 33 años ya he publicado cuatro libros y tengo seis inéditos, amen del diario, que con el tiempo será la obra más importante de todas las mías…pero están mis cuentos, que son pequeñas obras maestras. Es un consuelo escribir para uno mismo. Estoy mareado o embriagado, pero no sé de qué, si de emoción, o agobio, o desesperanza o pesimismo. Sólo me resta, para salvarme, que Camilo José Cela edite “La Fiesta del Embajador”; aquí y no en ninguna otra parte tengo depositadas mis esperanzas. Después de la última carta que le envié a Jorge Álvarez considero que allí todo se ha roto.
¿Y cuál es la novela que voy a emprender ahora? Tengo la cabeza vacía y creo que me da vueltas. Nunca me he sentido igual. Leí y releí lo que me publicó J.R. Medina en “El Nacional” y no pude sentir nada de emocionante, tal era el estado de perturbación en que me encontraba… no dormir, tomar pastillas, pensar en imponerse a todo trance…
WWWW
26 de Noviembre.
En una revista veo que el 31 de Diciembre se cierra un concurso de cuentos “Leopoldo Alas”, de Barcelona. Escribo pidiendo las bases. Tal vez me ocupe en pasar en limpio unos ocho relatos que titularé “El Catire y otros cuentos”.- trabajar, trabajar distrae.-
Ayer me sentía en un lamento. Hoy, gracias a eso del concurso, me renacen las esperanzas y las ganas de luchar.- Mientras tenga que luchar y vencer, lucharé y venceré.-
27 de Noviembre.-
Cumplo 33 años.-
Lo importante es querer; no querer que lo quieran a uno.-
M. me regala un frasco de agua colonia y un piyamas.
Yo, para festejar mi cumpleaños, me pongo a pasar en limpio los relatos que tengo ahí para enviarlos al concurso “Leopoldos Alas” de cuentos.
Compro para mí “La estrella del capitán Chimista”, de Baroja.- he pasado un mal día a causa de los nervios y la impaciencia. Me distraigo trabajando.
28 de Noviembre.-
Anoche, a las 9 y 55, nos fuimos al cine a ver “un soir, un train…”.
Trabajando en el libro de relatos que titularé “El Catire”. Apenas si he leído unas páginas de Baroja: “El Capitán Chimista”.
29 de Noviembre.-
Trabajando en un cuento que tiene once cuartillas. Son las 7 de la noche y dentro de poco espero pasar otro relato. Dentro de dos días serán las elecciones en Venezuela.
Lectura, a los empujones, de “La estrella del capitán Chimista”.
Nada sé de “Papeles de Son Armadans”. Falta que no aparezca “La Fiesta del Embajador” para que la ponga buena.
10 y cinco de la noche. Termino de pasar en limpio el último cuento del libro que pienso enviar al concurso Leopoldo Alas, si de allá me contestan y me mandan las bases.
30 de Noviembre.-
Dejo listo el libro de cuentos, que con el título de El Catire, pienso enviar al concurso “Leopoldo Alas”. Total, nueve cuentos. Casi todos publicados en diarios y revistas de Venezuela. Uno de ellos, El Río, que meto para darle más unidad al libro, apareció en mi novela “Donde los Ríos se Bifurcan”. Espero que esto no me ocasione problemas.
Me llegan de España los siguientes libros: “Poe: Obras Completas”. Stevenson: “Olalla, el extraño caso del Dr Jekyll y Mr. Hyde”; Adalberto de Chamisso: “El hombre que vendió su sombra”; Nerval: “Silvia, la mano encantada y Noches de Octubre”.- todos, libros que he leído, pero que no puedo pasarme sin ellos. Del libro de Poe leí el “Gato Negro” y el prólogo de Baudelaire.
Lectura, a los empujones, de “La estrella del capitán Chimista”.
Nota para “El catire” en caso de que no me gane el concurso y decida publicarlo por mi cuenta:
La mayoría de estos cuentos aparecieron en distintas épocas en algunos diarios y revistas de Venezuela. Cuatro de ellos son inéditos y el titulado “La muerte de Cresto” fue reescrito por mí después que apareció en el Suplemento Literario del diario “La República”. Este último cuento fue el que me dio más trabajo; todo él fue una elaboración y tal vez sea por esto que lo estime menos que los otros; creo que lo hice a fuerza de “colages”; me ayudé para ello de una carta que escribió un guerrillero y que editó el gobierno de Venezuela en una revista titulada Confidencial. Y de mis recuerdos de los 18 a los 20 años, cuando militaba en un partido clandestino contra la dictadura de Pérez Jiménez.; asimismo, allí metí dos poemas que escribí cuando tenía 17 años y volví un poco al tema de mis cuentos “La llama limpia” y “Aquí, aquí entre las breñas”. El relato “El río” que también aparece en este volumen ha aparecido en letras de molde en tres oportunidades: la primera en 1964 en la revista CAL, la segunda en Elite en 1965 y la tercera como capítulo de la novela “Donde los Ríos se Bifurcan”. Lo meto de nuevo aquí para darle más unidad a este libro.
01 de Diciembre.-Domingo.-
Es el mediodía. Hasta ahora no he hecho sino leer periódicos. Ahora acabo de pasar en limpio un relato que titulé “El imperio de Augusto”. Creo que es Unamunesco. O al menos lo escribí en el tiempo en que leía “Niebla”, “Abel Sánchez”, “La Tía Tula”, y las “Tres novelas ejemplares y un prólogo”.
Ojo:
.-Premio “Gabriel Miró” de Novela.-Ayuntamiento de Alicante hasta el 31de enero de 1969.
.-Premio de novela “Vicente Blasco Ibáñez”.-ediciones Prometeo S. L. Calle de Sevilla, nº 13.- Valencia, 6.
Premio “Leopoldo Alas” para libros de cuentos literarios. -Editorial Roca, calle Laforja, 138.-Barcelona.- hasta el 31 de Diciembre.-
.-Premio “Ciudad de San Sebastián” para cuentos.- Centro de Atracciones y Turismo de San Sebastián, bajo el patrocinio del Ayuntamiento y de la caja de ahorros de la ciudad.- Centro de Atracciones y Turismo, calle Reina Regente, San Sebastián.- Hasta el 15 de Noviembre.
Los otros cuentos fueron publicados, “El Catire”, en el Suplemento Literario de El Nacional de fecha 27 de octubre de 1968 y “Pedro e Historia de Cóndor” en la revista Zona Franca.
Hace cinco días que pedí las bases para el concurso de cuentos “Leopoldo Alas”. Debe llegarme esta semana, el jueves a más tardar; si no, de todas maneras mandé original y copia, haciendo hincapié en que no recibí las bases, pero quería concursar… o digo cualquier cosa, o no digo nada.
Todo el día pensando en arreglar otro libro de “Cuentos Intrascendentes”: Conversación con el cónsul; “Viaje ahora y pague después”; “El imperio de Augusto”; “El orejón presidente”; el único miembro de la junta; primer libro de memorias; recuerdo de mi familia;
También tendría otro libro de relatos con el “libro de los sueños”.
El libro de Cuentos Intrascendentes será una especie de esperpentos y cada relato llevará una pequeña historia, a modo de los cuentos de Caldwel. Diré cuándo y cómo los escribí y qué escritores leía en ese entonces..-
Expedición.-
Hoy se desarrollan las elecciones en Venezuela y ningún periódico de Bélgica o Francia, que son los que leo, dicen algo acerca de ellas. Tampoco la radio ha dicho nada. Ahora son las ocho y media de la noche.
2 de Diciembre.-
Esta mañana, a las 10 y media de la mañana, llegó el certificado con un sobre de “Papeles de Son Armadans”. Era la revista con mi novela “La Fiesta de el Embajador”.- Venía una tarjeta con esto:
Con un abrazo de Camilo José Cela de la Real Academia Española.
Me he tomado dos cervezas. El relato trae dos erratas, que son culpa mía: en una escribí Rivero en vez de Romero y en otra escribí Blanco en vez de Romero.
Le escribí a Jorge Álvarez diciéndole lo de la nueva y ofreciéndole los derechos para una primera edición.
Le escribo a mi mamá y a Domingo Fuentes.
La revista que trae mi novela pertenece al año trece.
Le escribo a mi mamá, a Adolfo, a Fuentes y a Camilo José Cela.
Le mandé a Jorge Álvarez los originales (copia) de “La Fiesta del Embajador” preguntándole si desea los derechos para hacer una segunda edición.
Separata enviar: Jorge Álvarez, Jorge Campos, Miguel Otero Silva, J. R. Medina, Lorenzo Batallán, Uslar Pietri, Le Monde, Gallimard, Edt. Alfa, Fuentes, el español.
Recibo las bases del concurso de cuentos “Leopoldo Alas”. Hay que enviar lo menos cien cuartillas a doble espacio y yo apenas si tengo 62 cuartillas a doble espacio.
3 de Diciembre.
Trabajando todo el día en el volumen de cuentos que preparo para enviar al concurso “Leopoldo Alas” de cuentos.
Se dice que Caldera va adelante en las elecciones.
4 de Diciembre.
Llego a 117 cuartillas incluyendo algunos relatos del “Libro de los Sueños”.
Ayer trabajé acerca de 10 horas, confío en este libro. Lo dejaré hasta el 10 por si tengo que hacer correcciones. El concurso es el 31 de Diciembre.
5 de Diciembre.-
Envío a la Editorial Roca los originales de mi libro “El Catire” para participar en el concurso de cuentos “Leopoldo Alas”. Este concurso se lo ganó una vez Mario Vargas Llosa.
Editions du Seuil.-27, Rue Jacob.-Paris Vie. (6).-France.
Salimos a ver una exposición de joven pintura belga y ahí M. me dijo que le parecía que un hombre nos seguía. En efecto, salimos y el hombre, de unos 50 años, pelo blanco, abrigo amarillo-crema, salió detrás de nosotros. Dejamos que nos pasara y nos escondimos detrás de una mampara de venta de periódicos y cuando nos asomamos allí vimos al hombre como haciéndose que esperaba que cambiara la luz del semáforo para atravesar la calle. Yo me puse a verlo de frente con ganas de acercármele y preguntarle si es verdad que nos seguía y porqué. Pero el hombre atravesó cuando cambió la luz. Si nos seguía seguro que se dio cuenta de que nosotros nos dimos cuenta. Luego nos vinimos a casa volteando a cada instante. Aquí he leído el periódico de la tarde y Le Monde. En Le Soir seguí el caso de un médico acusado de matar a su mujer, tirando el carro con el cadáver o la persona viva a un canal de la ciudad de Roux. También seguí leyendo el caso del asesinato de un argelino tramado por su mujer, el amante y el cuñado. He pensado si M. y yo no estamos demasiado atosigados de crímenes y cine que creemos que nos persiguen porque alguien salga, casualmente, detrás de nosotros. Todavía no he olvidado en film de Truffaut en que la mayor parte está dedicado a un servicio policial privado.
En fin, ¡a esperar! El concurso se cierra el 31 de este mes y el veredicto lo dan dos meses después “de la fecha tope”; así rezan las bases. Yo no entiendo eso de fecha tope. Envié los originales con premura porque tendré que acompañar a M. a Namur y viajar en tren, y aquí en Bélgica hay casi a diario un accidente en los rieles… también que no hace mucho vimos (“un soir, un train…” donde muere la protagonista… luego M. fue a Namur y allá le dijeron que a un señor que trabaja en el Ministerio de Justicia se le murió no hace mucho la señora en un accidente de trenes. Chocaron dos trenes o se descarriló un tren y sólo murió la señora de ese señor que trabaja en el Ministerio de la Justicia. Luego esta mañana fuimos a la O.C.D. y a M. le dijeron, delante de mí, que monsieur Malampré, el que lleva su expediente (el expediente de M.) había chocado y estaba herido…
Cero lectura. Cuando trabajo, ya se sabe, leo poco
6 de Diciembre. Viernes.-
Ayer recibí de parte de Consalvi los siguientes libros:
“La muerte de Honorio”, “Los huéspedes”, Novela cortas de Onetti, Diez cuentos de Guillermo Meneses, “La vida Agria” (de Bianciardi), “Biografía de un juego” (Max Frisch), “Andén Lejano”, “Día de ceniza”, “Antología de narradores peruanos”, “Largo”, “Juego limpio”, otra memoria, “La casa verde”, “La ilustración y la sociedad actual” (Goldman), “Problemas del desarrollo y de la integración en A.L.” (Kaplán), “Dialéctica y derecho de Hegel” (E. Vásquez, “El teatro de Jean Genet L.” Goldman), “Tendencias del teatro contemporáneo” (Chocrón), “Introducción a la Literatura del Brasil” (Antonio Cándido).
Esta mañana fui a Namur a acompañar a M. y yo me quedé en la Estación leyendo “La muerte de Honorio”. Creo que escribiré una nota sobre este libro. Es la primera vez que leo una novela de Miguel Otero Silva.
7 de Diciembre.-
.-Anoche mismo terminé de leer “La Muerte de Honorio”. En general está bien, pero hay “salidas” no del todo convincentes, como es el caso del personaje el Barbero. Y el final es muy digno de una película comercial mexicana.
Anoche soñé con Vargas Llosa. Vivíamos los dos en un mismo edificio, aquí en Bruselas, y yo iba a visitarlo a su apartamento. Le pregunté:
- ¿Tú apareces dos veces en tu novela “La ciudad y los perros”, no?
- Sí, respondió.
- ¿Tú eres el teniente y el que pelea con el Jaguar en la celda, no?
- Yo soy el teniente – dijo – pero no ese que pelea con el Jaguar en la celda.
Yo recordé o traté de recordar los otros personajes y no pude ubicar al autor entre los otros personajes.
En ese mismo edificio llegaban las obras que debían participar en el concurso “Leopoldo Alas” de cuentos y recordé que Vargas Llosa se había ganado ese concurso. Yo descendí un piso y me metí en una oficina. Las carpetas estaban amontonadas a la diabla en un estante y yo busqué los originales que yo había enviado al concurso. No los encontré.
Este libro de MOS le refresca a uno, de la manera más amena, la historia de Venezuela desde la época de Gómez hasta el año 1958. Los personajes pertenecen a distintas generaciones. No recuerdo ahora con quién hablaba yo y le decía que nuestra historia podría seguirse a través de unas cuantas novelas u obras que pasaban por tales. Comenzaba con Juan Vicente Gonzáles y su Biografía de Rivas y terminaba con las obras de Mariño Palacio. Ahora habría que agregar esta novela de MOS para ver esa parte de nuestra vida política que acabo de señalar. Porque la verdad sea dicha, nuestros novelistas cuando escriben lo hacen con una intención histórica rigurosa. Tal vez ahí si tengamos una bien marcada tradición.
Compro “A este lado del paraíso”, novela de Fitzgeralt que leí en 1956, y una biografía de Rilke por Hans Egon Holthusen.-
Escribo un artículo que se titula “Notas sobre La Muerte de Honorio”.
8 de Diciembre.- Domingo.-
Anoche lectura de la biografía de Rilke de H. Egon Holthusen.
Lectura (anoche) de un cuento de Vargas Llosa: “Los Jefes”.
Relectura (anoche) de mi novela “La Fiesta del Embajador”.
Trabajo para hoy: pasar en limpio la nota sobre “La muerte de Honorio”.
Proyecto enviarle a Cela “Gritando su Agonía”. Proyecto volver a pasar en limpio “Entre las Breñas”. Debo estar listo para cualquier acontecimiento inesperado: que me pidan nuevas obras después que dirigí a los editores la separata que me enviará Cela. Y por si me gano el concurso “Leopoldo Alas” de cuentos, que ya se ganó una vez Vargas Llosa. Por aquí puede empezar me racha de premios, porque estoy decidido de ahora en adelante a buscar premios para bregar las ediciones de mis obras. ¿Cómo se hace? Son las diez de la mañana. Creo que ayer me equivoqué y numeré fecha 8.- Es que quiero que pase rápido el tiempo, mi mejor aliado.
Paso en limpio el artículo sobre “La muerte de Honorio” para mandárselo a José Ramón Medina. (Son las 12 del día).
Son las siete de la noche. A las cinco M. y yo salimos con la niña a tomarnos un café en la Chausée de Wavre. Allí seguí leyendo el libro sobre Rilke que no he abandonado en todo el día. Infancia, diarios, trabajo únicamente consagrado a la poesía y al arte, vamos a llamarlo así.
Compré unas estampillas en una máquina y puse la carta a J. R. Medina. Ojalá no se pierda. Venezuela, a causa de las elecciones, debe estar revuelta. Nadie se preocupará por nada.
En la calle pensé todo el tiempo en mi novela que me editó Cela y en una librería vi la portada de una revista en que se lee: “69 años de Arrabal”. Pensé en las obras de teatro de Arrabal que he leído y recordé que en esa primera lectura pensé que Arrabal tenía de Cela. Para mí, pensé, que a partir de “Gritando su Agonía” yo he tenido un poco de Cela, pero me he ido desembarazando poco a poco. No sé cómo verán los críticos del futuro mi obra, mi aprendizaje, mi clímax. También pensé en volver a pasar en limpio “Entre las Breñas”. A lo mejor emprendo este trabajo mañana mismo.
Le escribí a Consalvi agradeciéndole el envío de los libros. Mañana pondré la carta.
Lectura de Baroja: “El capitán Chimista”. (“La estrella del…”)
Tal vez le envíe a Cela los nuevos originales de “Entre las Breñas”, en vez de los originales de “Gritando su Agonía”. Yo considero que “Entre las Breñas” es mi “Familia de Pascual Duarte”.
Notas sobre “La Muerte de Honorio”.
1) Uno no sabe qué es más importante o más llamativo o más emocionante en la Muerte de Honorio. (pues de todo esto hay), si los diálogos directos o los monólogos que se guardan para sí los personajes.
Yo por mi parte sólo sabría decir que desde que agarré ese libro no lo abandoné hasta que cerré la última página.
No tengo el propósito de hurgar en aquella polémica en que se dijo que “La muerte de Honorio” no era una novela sino un reportaje, pero no puedo negar que en esta segunda lectura la he tenido bien presente, y hoy pienso que en la medida en que cualquier novela de Balzac, de Cela, de Dos Pasoso o Hemingway es un reportaje, la novela de MOS también lo es. Y no veo yo que “La muerte de Honorio” pierda nada si cualquiera la califica como tal. ¿No calificó Truman Capote “A Sangre Fría” como un reportaje novelado? Pero yo insisto en que “La muerte de Honorio” no tiene nada de periodístico, porque si bien sus personajes al menos cuatro de ellos, pertenecen a la vida real, también es verdad que casi todos los novelistas se informan sobre personas de carne y hueso para realizar sus trabajos.
2) Fuera de mi país, a unos 10.000 Kilómetros de distancia, en un clima muy diferente al nuestro, en otra sociedad, he revivido aliento y con la angustia de seguir adelante y de concluir, lo más pronto posible, un pedazo de nuestra historia que se narra en “La Muerte de Honorio”. Ésta se inicia con un capitulo que es casi o totalmente una proyección cinematográfica; uno se imagina el interior del YVC-ALI, lo mismo que el paisaje de afuera y el pasado de los hombres que viajan en él.
Luego es la llegada a la cárcel y el relato que hace cada uno de los cinco personajes que son encerrados allí.
4) También yo pienso que al escribir MOS este libro dio no sólo una lección de buen escribir o describir, sino de fe en la conducta humana. Los personajes, cinco hombres que no hablaron, sean reales o ficticios (lo mismo da), cumplen una labor de ejemplo como hacía falta en la literatura venezolana. Confieso que salvo un libro de Tosta García (“Las Memorias de un vividor” asimismo titulado “Episodios Venezolanos”: “Partidos en Facha” ningún otro libro venezolano me había mantenido con el aliento contenido. Aun más, “La muerte de Honorio” me mantuvo con los pelos erizados.
5) Y es mucho de novelista aquella descripción, que como un film, pasa por nuestra vista y nuestros sentidos: me refiero a las escenas que revive el Médico, bien en su celda cuando cuenta su historia, o bien en su memoria cuando recuerda para sí mismo; en las páginas 110-11 y luego en las páginas 113 y 114 (Edición Monte Avila, 1968) comienza el acecho, por parte del Médico, de una mujer que vive en frente suyo; el médico llama a esta mujer la de los “Zapatos color corinto” y el recuerdo termina cuando a Salvador Valerio (nombre en la novela del médico) es constreñido a cambiar de sitio por órdenes de los dirigentes de su partido. Pero tampoco yo sabría escoger entre estas cinco historias, que son todas idénticas en emoción y en formación de sensaciones.
6) Antes de concluir la lectura del libro yo pensaba que MOS iba a detener su novela cuando los personajes dejaran de contar su pasado. Yo pensaba que el autor de “La muerte de Honorio” estaba consciente de que lo que iba a transmitir a los lectores ya había sido logrado y que alargar un poco más el libro sería malograrlo. Aquí recordé la “Página en blanco” de que habal Gombrowics. También recordé el juicio que hizo Hemingway acerca de Mark Twain en “Las verdes colinas de Africa”: “Si usted lo lee (Huckleberry Finn) debe detenerse donde el negro Jim es robado a los muchachos. Este es el verdadero final”. Después me convencí que el final de “La Muerte de Honorio” no podía ser otro que éste que se le puso, que aún cuando corresponde a un momento preciso (los finales de la dictadura) es totalmente imaginario.
7) “La muerte de Honorio”, ese personaje que inventa el barbero, podría ser tomado como un símbolo. El barbero descubre su mentira en el instante en que viene la libertad para todos; después que todos los presos han puesto sus ilusiones en levantar al catirito, en “arrimarle el hombro”, como dice el Periodista; el Barbero descubre la mentira y el libro concluye aquí. Pero también puede ser que no haya símbolo y el autor dejó eso a la buena de dios, para que lo tome como quiera el lector. Yo nunca he visto símbolos en novelas, ni me interesa descubrirlos. A mí, como narrador, sólo me interesan los tipos, los personajes (personaje no tiene nada que ver con tipo), el lenguaje, la técnica y tantas otras cosas que emplea el novelista para expresarse. Todavía estoy de acuerdo con algo que dije hace cinco años: yo no veo ningún mensaje en ninguna obra de arte; veo un sentimiento, una sensación o una intención intelectual.
8) Este libro de MOS le refresca a uno, de la manera más amena y repito, emocionante, la historia de Venezuela desde la época de Gómez hasta el año 1958. Los personajes pertenecen a distintas generaciones. No recuerdo ahora con quien hablaba yo y le decía: nuestra historia podría seguirse a través de unas cuantas novelas u obras que pasan como tales. Y comenzaba a citar con Eduardo Blanco y su “Zárate” y el “Ribas” de Juan Vicente Gonzáles y concluía con las obras de André Mariño Palacio. Después de esto mucha agua ha corrido debajo del puente. Ahora habría que agregar esta novela de MOS para ver esa parte de nuestra vida política que acabo de señalar. Porque la verdad sea dicha, o repetida: nuestros novelistas cuando escriben lo hacen sometiéndose a una intención histórica rigurosa; tal vez ahí si tengamos una bien marcada tradición.
9 de Diciembre.- Lunes.
Anoche estuve leyendo la biografía de Rilke. Luego me leí dos cuentos de Guillermo Meneses: “El Duque” y “La Mano Junto al Muro”. Pienso que después que Meneses publicó este cuento (en 1951) casi todos los cuentistas han querido imitarlo, o se han dejado influenciar fuertemente por él, incluso Márquez Salas, que escribió “Como Dios”, que se parece mucho a este de Meneses. Adriano, Malavé Mata y todos los otros cuentistas que se han ganado concursos de cuentos en El Nacional no han hecho sino arrancar de aquí.
Hoy me levanté a las 7 de la mañana. A las ocho llevamos a la niña a la creche y en seguida acompañé a M. a la estación de Luxemburgo. Ahora son las 10 de la mañana y llevo una hora leyendo la biografía sobre Rilke.
Me acosa la idea de empezar a pasar de nuevo en limpio los cuentos de “Entre las Breñas”.
Yo pienso que el que es polémico lo es no porque lo quiera sino porque dice lo que siente.
Salí a comprar mi almuerzo y cuando regresé me encontré con una carta de Cuba que trae las bases para el concurso de la Casa de las Américas. También había una tarjeta para M. donde le indicaban que había un certificado para ella en el correo.
Lectura de “Andén Lejano”, novela de Oswaldo Trejo.
La radio dice que Caldera será el próximo presidente de Venezuela. Tiene 52 años. Ganó con el 29% de los votos.
No sé si anoté en este diario que para evitar inconvenientes con el jurado del “Leopoldo Alas” saqué de “El Catire” el relato titulado “Río” porque ya había aparecido en mi novela “Donde los ríos de Bifurcan”. Así me evito inconvenientes. En su lugar intercalé dos sueños que tuve sobre las guerrillas y la violencia en la ciudad. Espero que estos sueños sean tomados como cuentos y pasen en la prueba. Es muy cansón el relato de Oswaldo Trejo.
Lectura de “El extraño caso del Dr. Jekill y Mr. Hide”
Lectura de un cuento de Eduardo Gonzáles Viaña.
10 de Diciembre.-
Nada. Creo que Álvarez me responderá con el silencio. O sea, no me volverá a escribir y esa será su más elocuente respuesta. Por mi parte, de ahora en adelante, no le escribiré más y será como si nunca le hubiera escrito o mandado obras para que me publicara. Ciertamente que releeré la novela, la corregiré, si es necesario hacerlo y le cambiaré el título. No tengo otra salida que la de enviar a concursos.
Debo escribir dos o tres partes para agregar a “La Fiesta del Embajador”. Relaciones de los venezolanos en la calle, en la embajada y la de cada uno en su casa. Fiestas, reuniones, partidas de dominó, habladurías de nada.
Lectura de la biografía de Rilke. Lectura de “A este lado del paraíso”. He tenido un dolor de cabeza desde que me levanté. Son las cuatro de la tarde y tengo que salir a buscar a M. a la estación del Luxemburgo. Estuve releyendo los cuentos que envié al concurso “Leopoldo Alas”. Pienso que la segunda parte, que es la que escrito recientemente, es la mejor; pertenece al libro de los sueños y tuve que agregarla a “El Catire” para poder llegar a las 100 páginas que exige el concurso.
11 de Diciembre.-
Ayer lo pasé con un dolor de cabeza. Oía ruidos por todas partes. M. me estuvo explicando que eso se debía a que yo no combato mi angustias y éstas se me estacionan en el cuerpo para así escapar. Luego yo me siento con dolores o esas suposiciones no son más que defensas del organismo. De todas maneras, ayer no comí porque creía que iba a vomitar en todo momento. M. y yo hablamos de regresar a Venezuela. Yo, aunque no quisiera regresar no veo otra salida para una nueva partida, bien quedándose uno allá o bien viajando de nuevo. Aquí hemos vivido en una inseguridad permanente. En marzo quedamos sin dinero, sin perspectivas. Yo he concurrido a ese concurso del “Leopoldo Alas” presionado por estas inseguridades. Por eso también presioné a Álvarez para que me editara. Aun no me ha editado y ya creo que no lo hará nunca. Cela me editó en Papeles de Son Armadans y hasta ahora no ha ocurrido nada. En Venezuela, que era donde se podía hacer sentirse el trabajo, había elecciones y la gente no vivía sino pendiente de ellas. Para más lavativa ganó el social cristiano y ahora la gente debe vivir pendiente de cómo irá a ser ese gobierno. Yo pienso en hacer re-editar “La fiesta del Embajador” en Venezuela para esperar la reacción que se levantará.
Aquí vivimos en una casa de obreros y de negros y la gente habla hasta tarde en la noche. Se oyen los pasos y los ruidos de toda la casa. Yo me siento mal y estos ruidos me hacen perder la cabeza. Pienso en irme al mar, allá en Venezuela. Podría trabajar como profesor de francés y de literatura en un pueblo, o en alguna ciudad del interior.
Si me gano ese concurso de cuentos sería una buena cosa. Ya se lo ganó Vargas Llosa y eso me daría más renombre en el país. En Venezuela, hasta que uno no se impone fuera, no lo toman en cuenta.
Hasta ahora, son las siete de la noche, no he leído más que dos periódicos: Le Monde y Le Soir. He estado pensando si no sería bueno que mandase a La Habana “La Fiesta del Embajador” al concurso de novelas. Pero pienso que esta novela mía (que considero una novela ejemplar) es demasiado corta. Y tendría, además, que sacar originales y cinco copias. El concurso se cierra el 31 de este mes y una carta de aquí a La Habana dura 17 días.
12 de Diciembre.-
Nada. Empecé a pasar en limpio “La Fiesta del Embajador” para enviarlo al concurso de la Casa de las Américas, pero me doy cuenta de que es demasiado breve. Sigo con la idea de alargar un poco más ese trabajo o guardarlo ahí y completarlo con otros relatos que luego formar un nuevo libro de relatos. Cero lectura. Ha hecho un frío espantoso. Bajo cero grado. No sé cuánto.
Hoy, cuando me dirigía a la Universidad por una constancia para M., pasé, en el tranvía, por el frente de la casa donde vive L. Y vi a éste en su automóvil con su hija Ama a su lado, en el lugar del volante. Esto me confirma una cosa: L. no puede vivir sin su hija. Mandó a su familia para Caracas, pero se quedó con esta hija, a la cual hizo mención de dejar en España. Luego se la trajo. L., cuando su hija está con él, no se preocupa por buscar mujeres.
El plan más a la mano es el siguiente: volver a pasar en limpio “Entre las Breñas”, cambiarle el título y mandárselo a Cela con estas palabras: “¿Cómo le parece esto?”
13 de Diciembre.-
Recibo, de Roma, carta de Gómez Grillo.
Oigo por la radio que un avión de Pan American se vino abajo en las costas de Venezuela. Hay 52 desaparecido.
Le respondo a Gómez Grillo.
Cuando ya había empezado a adoptar el día 13 como buen augurio, rompo un vidrio de la ventana en lo más temible del invierno.
Un día 13 (de feb) murió mi papá. Pero un día 13 Cela me mandó su libro “Diccionario Secreto”. Y en el año 13 de “Papeles de Son Armadans” aparece mi “Fiesta del Embajador”.
Hoy en violenta decisión, le envié los originales de Gritando su Agonía (con el nombre de Entra la Noche) a Camilo José Cela. Que sea lo que Dios quiera.
Después de enviarle el libro a Cela fui y me tomé un café. Me dirigí a la librería Española y se lo comuniqué al español. “-Tal vez lo edité en un número especial”, me dijo éste.
Hasta este momento, son las 3 de la tarde, no he podido leer nada.-
Leyendo el “Diccionario Secreto” de Camilo José Cela.
14 de Diciembre.-
Hoy leo una nota en Le Monde sobre León Felipe (en “Papeles de Son Armadans” Cela también escribió otra nota sobre León Felipe) y salí a la carrera recordando que en la librería Española hay dos ejemplares de la “Antología Rota” y compro un ejemplar. Leo los primeros poemas. Hoy ha sido un día perdido. Terminé de leer “La estrella del capitán Chimista”.
Esta novela de Baroja, excepto la narración, no me gusta en nada. Anoche soñé qué hacía yo desnudo en una calle de San Juan de los Morros. ¿Es que esperaba alguna mujer?
15 de Diciembre.-
Hoy me levanté con el propósito de volver a pasar en limpio “Entre las Breñas”, pero lo que hice fue ponerme a releer “Gritando su Agonía”. He sentido rencor u odio contra Jorge Álvarez y lo he estado carajeando en voz alta. No me imagino cómo no ha editado esa novela. Al releerla la he encontrado mejor que cuando la escribí y la pasé en limpio.
Ahora se la mandé a Cela y él (como novelista que es) tal vez le dé su verdadero valor y la edite en su revista o la haga editar en una editorial. Álvarez será el gran perdedor. Yo sé que esa novela irá creciendo con el tiempo y llegará a ser lo que es hoy “El señor presidente” o “El acoso”. En Venezuela no se ha escrito novela como esa. Ahora tengo más confianza en ella. A lo mejor Álvarez me hizo un bien reteniéndola allá en sus manos y yo ahora le doy el verdadero valor que tiene. Estaba frío hacia ella, sin entusiasmo y ahora la cojo y me emociono al leer cada página. Para mí un libro (una novela) es buena cuando me emociona o me agarra por su técnica, su leguaje o su tema (así no haya tema, que es lo último.) pero yo reúno estas tres condiciones: técnica, lenguaje y tema.
16 de Diciembre.-
Anoche estuve leyendo “a este lado del paraíso”, de Scott Fitzgerald. Cuando lo leí por primera vez, en 1957, lo sentí más porque tenía yo unos 22 años. Claro, me sentí un poco o mucho Amory Blaine. Recordé que uno o dos años antes fui en compañía de tres mujeres y cuatro hombres a la playa (era la primera vez que iba al mar) y me lancé en el agua. Era de noche, probablemente las dos de la madrugada y todos estábamos borrachos. Yo me creía enamorado de B.C. y quería lucirme. El agua me lanzó contra unas piedras. A lo mejor yo quería que me pasara algo.
También leí anoche un poco de “Las antología rota”, de León Felipe por una de esas coincidencias, en ese mismo año que leí “A este lado del paraíso”, también leí yo a León Felipe. No hago sino volver al pasado.
(Doce del día).-Salí a comprar una carne y en la cola un viejo se me quiso adelantar. Le dije que hiciera la cola y esperé que me respondiera para contestarle y molestarlo. Me entra una furia y me gusta desahogarme con palabras provocadoras y que hagan perder la paciencia a los demás.
Empecé a pasar de nuevo en limpio los relatos de Entre las Breñas. Tres cuentos pasados. Faltan ocho. Tendré que solicitar nuevos editores. Una hora más tarde pasé otro relato.
17 de Diciembre.-
Son las doce y media del mediodía. He pasado dos relatos más de “Entre las Breñas”. Recibo “Solo de Trompeta” con una dedicatoria de su autor Antonio Molina. Leo el prólogo y el primer capítulo.
Aniversario de la muerte de Bolívar.
Son las 9 y 10 y acabo de pasar otro cuento de “Entre las Breñas”. Llego a cuatro.
He seguido leyendo “Solo de Trompeta” en los ratos que paso la digestión o me pongo a descansar cuando dejo la máquina.
18 de Diciembre.-
Anoche me acosté fatigado por el exceso trabajo de pasar cuatro relatos en limpio. Estuve pensando si Thomas Mann no pagaba para que le pasaran a máquina sus novelones.
Tuve un sueño: M. y yo estábamos en un apartamento y ella me confesó que a mis espaldas se veía con otro hombre. Me decía que tenía que irse porque iba a verse con ese hombre. Yo no decía nada. Yo salí y en la planta baja vi a ese hombre que me miraba con furia. Yo tenía el paraguas en la mano y pensaba que podía defenderme de él. El hombre debía estar armado. De pronto estaba en la casa de M. en la casa de su patio de su casa tomando con sus hermanos. Yo estaba impaciente por ver a M. No creía lo que me decía y quería averiguarlo por mi cuenta, así que cuando saliera, si era que tenía que salir la iba a seguir. Eso me decía. Salió su padre con una bandeja en las manos y me ofreció un whisky. Yo pensé que el padre de M. intercedía para evitar que yo me fijara hacia la puerta de salida y buscaba mirar por encima de su nombre. En efecto, M. salió y corrió por el jardín. Yo la seguí y sus hermanos gritando que me detuviera. Querían defender a M. M. llevaba su falda marrón a líneas. Corrió por unos solares y yo la seguí. Esta vez si la descubro, me decía, y todo cambiara de ahora en adelante. Tenía que estar seguro de su infidelidad para abandonarla de un todo. Hasta iba yo alegre en su persecución porque pensaba que ahora sí la descubriría. Ella, muy ágil, escaló una tapia. Los vecinos gritaron y me dijeron que me detuviera. Yo no pude escalar la tapia y me puse a maldecir. Gente corría hacia a mí para agarrarme. M. se me había escapado. Aun cuando lograra escalar la tapia no le daría alcance, me decía.
Día perdido para el trabajo. Escribí ese sueño, que como todo lo que he escrito en este diario debo corregir y seguí en la lectura de Solo de Trompeta.
19 de Diciembre.-
Pasé otro relato de “Entre las Breñas” y leí algunos capítulos de Solo de Trompeta. Leí dos periódicos, como todos los días: Le Monde y Le Soir.
20 de Diciembre.-
Después de pasar la primera parte de un cuento que me dio mucho trabajo salí a la calle a refrescarme un poco la cabeza para continuar y en la Chausée d´Ixelles me tropecé con el chofer del Embajador ante el Mercado Común. El hombre se sonrió conmigo como con duda, pero yo me hice el que no lo conocía y seguí de largo. Me detuve en una vidriera y vi que entraba a la carrera a una tienda. Pensé que, del asombro, fue corriendo a avisarle a quien condujera en el carro, que me había visto. Yo supongo, que a pesar de que a Erminia y la Panchita me vieron en la calle dudaron de mi presencia en este país. Seguramente ya todos han leído el relato. No me explico cómo lo han conseguido, pero ya deben de haberlo leído y deben estar tramando venganzas. Mi presencia aquí los pondrá más nerviosos. Y la verdad es que yo quiero que sepan que sigo en Bruselas. No creo que puedan hacer nada. Qué podrán hacer Ganteaume, el coronel, Guilarte, el embajador ante el Mercado Común, si es que cree que él es el personaje (el personaje que describo ahí es el anterior: Rivero, quien ahora es Presidente del Consejo Supremo Electoral), qué podrá, sigo, hacer Morales Crespo, que podrán hacer las mujeres, etc.? No creo que ninguno venga a reclamarme personalmente. Lo mismo López debe estar nervioso con mi presencia. A lo mejor piensa que no lo trato más y que me mudé sin avisarle porque me enteré de las cosas que decía de mí a mis espaldas. No se me olvida lo nervioso que fue a la otra casa a decirme que no creyera, si me decían algo, que él andaba hablando mal de mí, que eso era “propaganda negra”, que lo que querían eran destruir “La llave” que representábamos los dos. Como si yo fuera pendejo. López no hay de quien no hable. Hasta de su mujer hablaba en voz alta en las reuniones. Mi mejor arma, por ahora, será (si me los tropiezo) el más absoluto desconocimiento y el más absoluto desprecio. Ya he visto a las dos mujeres Panchita y Erminia y no las saludé y casi me las llevé por delante. Ahora acabo de ver al chofer del embajador ante el Mercado Común que casi me saludaba y tuvo que quedarse en su sitio cuando lo miré como con furia y el mayor desprecio. Y la idea de hacer publicar a todo trapo en Elite. La novela no se me quita de la cabeza. Los golpes hay que darlos duros, a muerte.
21 de Diciembre.-
Escribo una tarjeta para Cela.
Escribo una carta para Antonio Molina, pero luego pienso que mejor escribo una nota sobre su libro y se la mando cuando salga en el periódico.
En seguida que pienso esto escribo la nota sobre “Solo de Trompeta”.
La gente anda de compras y nosotros no tenemos dinero con qué comprar un pollo, un pavo, o un poco de jamón para la noche buena. He tenido que salir a vender unos libros que ya he leído. Me dan 150 francos por los libros y compro una botella de vino español. Hacemos economías para ver si ahorramos para la noche buena. Comemos un pote en el almuerzo y para la noche comeremos pasta con salsa de pote. Para mañana hemos comprado lo más barato: dos chuletas y huevos. Pienso en cómo pasarán los otros venezolanos, con la cantidad de dinero que tienen, sus días de fiesta. Pero yo les agüé la fiesta con la novela que me publicó Cela en “Papeles de Son Armadans”. Cuando se reúnan no se podrán ver. “Se verán unos a otros con malos ojos. Desconfiarán. ¡Ojalá hayan leído la novela! Deben haberla leído y deben haberla comentado mucho porque el chofer de la embajada del mercado común me vio como se ve un fantasma.
Pensar que vivimos de milagro, porque el estado belga le dio una beca a M. El gobierno venezolano se opuso por todos los medios a que M. obtuviera esta beca. Aquí, Ganteaume (Gantón en mi novela) se negó a firmar un papel indispensable. Allá los ministerios de Relaciones Exteriores y de Justicia se negaron también y le mandaron a decir a M. que se fuera. ¿Con qué se iba a ir si no le habían mandado el pasaje que le deben? Lo que quiere decir que todo ha sido una trama que montó esta embajada o el Gantón. He hecho bien en publicar “La Fiesta del Embajador”, y más bien, como le escribí a Gómez Grillo, me pesa no haber sido más duro en ella. Me siento, no obstante, aliviado. He ganado la primera batalla, la segunda y la definitiva la ganaré cuando Elite, que lanza 300.000 o medio millón de ejemplares, la publique. Y esto lo lograré. ¡A lo mejor esos carajos que aparecen ahí me reclamen personalmente y los termino de envainar a carajazos! Me siento potente, inmenso. Camino por la calle como un tanque. Sueno duro las botas. Levanto la cabeza. Soy capaz de tropezar a uno y lanzarlo contra un tranvía.
Me acuerdo que una vez le dije al coronel que L. y yo pensábamos enviar una nota sobre Gantón a la revista Momento y desde ese día para acá empezaron a acumularse los Momentos en la mesa de entrada de la Embajada.
El coronel es el más chismoso hombre que yo he tratado. El es el peor que queda en mi novela porque todo lo que digo ahí fue lo que el me dijo. Y seguro que alguien hará su fiestecita. Y seguro que hablaran de mí. O seguro que nadie hará nada para no encontrarse con tal o cual que aparece en el libro. Y el coronel negará todo. Y Gantón negará lo que regó de la Erminia. Y todos dirán que soy un perro.
Y buena que está la hija
y buena que está la mama
El más feliz, con todo y que no tengo nada, soy yo!
¡Cómo me alivia escribir!
¡Cómo me alivia trabajar!
22 de Diciembre.-
Me despierto temprano, a las cinco, y oigo al italiano que vive al lado que cierra su puerta con llave y baja las escaleras a la carrera. Después no sé si me duermo. Pero a las siete estoy dando vueltas en la cama, pensando en si saco las notas de este diario que corresponden al tiempo en que escribía “La fiesta del Embajador” y se las mando a Cela. Le digo que las guarde como un recuerdo o las publique si quiere. Pero antes tengo que darle punto final a la nueva versión de “Entre las Breñas” y tal vez, tal vez, sacar de nuevo el limpio “Entre la Noche”, y son 350 cuartillas. Sólo me falta pasar en limpio El Epílogo de Entre las Breñas. Lo dejaré para el lunes. Hoy es domingo. Me duele la cabeza. Ayer estuve todo el día mal del estómago y de la cabeza. “Apollo VIII sigue su fantástico viaje hacia la luna”.
Paso en limpio la nota sobre el libro de Antonio Molina y se la mando a José Ramón Medina.
5 y ¼ de la tarde. Salimos a dar un paseo y nos metimos en un café. Yo allí leí unas páginas del Diario de S. Joyce en la versión francés. En vano procuré leer “El hombre que perdió su sombra”. Dejo para mañana la conclusión de la nueva versión de Entre las Breñas. Trabajaré todo el día y después veré qué se hace con “Gritando su Agonía” (o “Entra la noche”). Ha llovido. S. Joyce hace muy buenas observaciones sobre los demás. Admira mucho a su hermano y por eso profetizó con éxito sobre él.
Volví a leer “La fiesta del Embajador” y estuve riéndome solo en voz alta.
23 de Diciembre.-
Termino de pasar en limpio la nueva versión de “Entre las Breñas”. Veré a qué editora se la mando.
Le mando tarjetas a Jorge Campos, Antonio Molina, Camilo José Cela y Librería Ínsula.
Hoy ha sido un día de mierda. Sin dinero, nosotros, que queremos pasar una navidad como buenos burgueses, hemos comprado un pedazo de jamón, dos botellas de vino y un Cinzano. Le debo a Ínsula cerca de 500 francos (50 bolívares) y no sé cómo pagarle. El sábado vendí unos libros para pasar el sábado y el domingo.
Pasamos el sábado y el domingo caminando por las calles y comiendo papas fritas. Ahora vamos a comer espaguetis, porque es lo más barato. M. tuvo que ver un médico y le encontró una infección en la vagina. ¡Estamos bien! La novela de Molina me entusiasmó. Yo creo que puedo escribir algo mejor y de tan alta calidad como la novela de Faulkner, Dostoyevski o Cela. Yo me creo un superdotado.
24 de Diciembre.-
Son las Once y cuarto de la mañana y acabo de regresar de la Librería Española. Berneido Soriano, su dueño, me dice que esta mañana, bien de mañana, lo llamaron de la embajada de Venezuela para pedirle, de urgencia, dos ejemplares de “Papeles de Son Armadans”. Soriano se hizo el desentendido para oírles el cuento. El ya lo sabe porque yo se lo he contado. Les respondió que para conseguir esa revista hay que escribirle a Cela y pedir una suscripción. Les dio la dirección de Cela en Palma de Mallorca. La mujer que llamó se identificó como la secretaria y dijo que en esa revista había aparecido una novela de un escritor venezolano llamado Argenis Rodríguez y que la querían de urgencia en la embajada. Yo le dije al español (así es como yo llamo a Soriano) que yo creía que ya esa gente había leído la novela. Yo pensé que L. la había conseguido (quién sabe cómo porque él tiene plata) y se la había repartido a todos. Le dije que ojalá Cela venda unas cuantas suscripciones gracias a mi novela para que vea el interés que pone la gente (al menos la de Venezuela) en leer lo que yo escribo. Lástima grande que estos carajos de venezolanos no hayan conseguido la novela para que se les agüen las fiestas de navidad y año nuevo.
Yo venía pisando fuerte por la calle y diciéndome: “El que se me atraviese me lo llevo por delante y lo destruyo”.
¿Ahora vendrá la reacción, pero no sé qué pueden hacer: una paliza que me manden a dar?, ¿que me reclamen ellos personalmente?, ¿que me demanden? ¿Que esperan a que yo regrese a Venezuela para vengarse allá con el poder de que puedan disponer? En Venezuela los más poderosos podrían ser Eddie Morales Crespo, que fue ministro; y el Dr. Rivero, que es Presidente del Consejo Supremo Electoral. No sé que pueden hacer Ganteaume, el coronel Sánchez Olivares, Parra, la señorita Erminia o Juan Ramón Guilarte.
Veremos.
Yo cuento con una sola arma: amenazar con publicar este diario y echar el cuento con pelos, nombres y señales, o amenazar con publicar una segunda y hasta una tercera parte de “La Fiesta del Embajador”. Si me reclaman personalmente procuraré defender con lo tenga en la mano o con los puños. Les daré duro. Me defenderé bien porque me siento lleno de odios contra esa gente. Lenin decía que había que odiar al enemigo para vencerlo. Y yo odio a estos carajos. Si me demandan aprovecharé la polvareda que levante la demanda para darle más publicidad a la novela y venderla o hacer que se lance en gran tiraje. Esto no les convendrá. E incluso a mi me caería bien que me demandasen. Si me mandan a dar una paliza (yo procuraré defenderme, ya lo dije) también aprovecharé ese intento (me la den o no) para hacerle publicidad a la novela y difundirla aún más. Creo que las ganaré por todas partes… a menos que me maten. Y esto último no sé si lo intentarán. De todos modos, yo dejo el diario y la novela también se difundirá (aún más) gracias a eso. Después de muerto también seré temible. Pero yo no quiero que me maten, porque quiero ver la derrota completa de mis enemigos, aquí, en esta vida.
Estuve un rato releyendo mi novela y riéndome a carcajada. Los jodí. Ganteaume, que se metió con M. mandádole aquella tarjeta insultante, donde la llamaba doña Mirna en vez de Señora Mirna, o Dra. Mirna, ha recibido su merecido. Aquella tarjeta la mandó Ganteaume al propósito para hacernos ver que sabía que M. y yo no estábamos casados. Yo me acuerdo que aquel día no me podía contener y planeaba miles de venganzas. No me daba la cabeza para nada. Sólo pensaba en el diario y el diario se tardaría mucho en salir. Luego pensé en una novela. Me acerqué al coronel y fue el coronel el que me dio el 95% de lo que meto ahí. Puedo jurar que lo que dije en esa novela es cierto. Ahí no inventé más que la fiesta para reunirlos a todos. El otro cinco por ciento de verdad lo saqué de mis propias observaciones y de una u otra cosa que le oí a L. ¡Qué se fuñan! Me considero vengado. De paso me harán un favor: si Cela vende suscripciones gracias a mi novela tal vez me publique la otra novela que le mandé y me pida regularmente una que otra colaboración. Tal vez recomiende mi novela a una editorial. Yo tal vez sea un buen negocio.
Pensando que en la página 201, 8 primera y segunda líneas (de “La fiesta del Embajador”, “edición en Papeles Son Armadans”) en vez de escribir “se cayó para atrás” (el Embajador Romero), he debido escribir “se cayó de culo”.
Salí, y con la alegría de saber que estos hijos de puta están enterados de que mi novela salió y ellos son los principales actores, me tomé unas cuantas cervezas y me siento mareado y alegre como el carajo. En la calle quisiera tropezármelos para aplastarlos. Yo sé cómo voy a reaccionar yo, lo que no sé es cómo van a reaccionar ellos. Me imagino dándole un paraguazo a uno, o dándole un coñazo a uno en la cabeza y hundiéndolo en la tierra. A otro me imagino simplemente dándole una mirada de desprecio, de arriba abajo.
Son las seis y cuarto y creo que el mejor regalo de navidad me lo dio hoy el español al decirme que de la Embajada de Venezuela lo llamaron para pedirle con toda urgencia dos ejemplares de “La Fiesta del Embajador”. Si han leído la novela deben estar echando chispas y si no la han leído, sino que han tenido noticias de que aparecen ahí deben estar pensando. “Qué habrá dicho ese tipo ahí”. De todas maneras, no pasarán las fiestas muy feliz que digamos. Yo estaré presente en toda conversación que tengan, en toda reunión que tengan. Antes no me invitaban por temor al diario, pero sé que no cesaban de hablar de mí con temor. Ahora estoy seguro que no cesarán de hablar de mí con odio. Lo que es lo mismo: no tendrán tranquilidad y yo me siento vengado. Razón tenía esa gente en desconfiar de mí, razón tenían en no invitarme a sus funciones, razón tenían en temerme. Yo estoy seguro, me lo he propuesto, leeré a media noche “La Fiesta del Embajador” y pensaré en sus personajes llenos de rencor y de deseos de venganzas.
Sacaré las notas de este diario que traten de mis relaciones con Cela y del tiempo en qué escribía (y cómo escribí) la novela.
25 de Diciembre.-
Anoche yo me estrené un traje y M. C. y yo comimos solos. Comimos muy bien. No nos podemos quejar. Estábamos alegres y nos decíamos que esta era la mejor noche de navidad que pasábamos juntos. Bueno: comimos unas anchoas de Yugoslavia, un jamón de Ardenas, un vino rosado, pan y dulce de ciruelas pasas. Después jugamos un rato con C. y después la dormimos y fuimos al cine donde vimos “Soy un fugitivo”, con Paul Muni. Ahora son las 9 y 20 de la mañana y terminamos de tomar el café. Mi primer pensamiento fue hacia mis personajes. ¿Qué harían? ¿Dónde pasarían la noche? En casa de quién comerían hallacas, y, como siempre, alabarían “nuestro plato criollo” me los imagino hablando de mí y yo siempre presente entre todos. Mierda, como me reí anoche. Hoy leeré El Quijote y volveré a leer “La Fiesta del Embajador”.
Leyendo El Quijote. Supongo que Álvarez es judío y que por esa razón es que no me edita. En “Gritando su Agonía” aparece una judía putísima, que en la vida real se llama Elena Feil.
26 de Diciembre.-
Recibo cartas de Fuentes y José Ramón Medina. Fuentes me envía cinco dólares para que le mande unas separatas de la novela que me publicó Cela. Ahora bien, como no he recibido las separatas esperaré hasta que me lleguen, es lo más relógico. José Ramón Medina me dice que me enviará uno de sus libros, donde aparece un verso que yo metí como epígrafe en mi libro de los sueños.
Anoche soñé que pasé por la Embajada buscando a M. Ella había ido al Conservatorio a solicitar una beca para poder seguir aquí. Yo sabía que M. no conocía ni jota de música, pero pensaba que si Torres había salido con gran satisfacción, ella, que había salido con distinción en sus estudios de Criminología aquí saldría también o mejor. Llegué a la embajada y entré por la sala y desde ahí escuché la voz de Rangel que decía: “Qué sortario es ese loco (se refería a López) fue a solicitar una beca al Conservatorio y la consiguió”. Yo pensé que todos los venezolanos andaban en la procura de becas o ayudas del estado belga para poder seguir en el exterior. M. estaba acostada en un chinchorro. Yo subí las escaleras para ir a saludar a López y cuando descendía me fijé hacia la oficina de Ganteaume que estaba cerrada y pensé en si ya habría conseguido “Papeles de Son Armadans”. Terminé de descender y le dije a M. que nos fuéramos inmediatamente.
Lectura del Quijote.
En Atenas un avión israelita fue atacado a tiros y a granadas por dos “terroristas árabes”. Desde hace ya un tiempo le vengo diciendo a M. que en todo el mundo se va a desatar un terrorismo (peor que el de Hitler) contra todos los judíos en todos los rincones del mundo.
Ha nevado todo el día.
Lectura del Quijote.
El Oratorio, de Bach.
Tres americanos (como nuevos colones, diría un güevón) vienen de darle diez vueltas a la luna. Más atención (debo prestar) a lo que lea de Cela.
27 de Diciembre.-
Como ustedes podrán ver, Gantón es un hombre que habla con propiedad y erudición.
Hoy ha nevado todo el día. Sigo con la lectura de Cervantes. Este es un loco más loco que Cela y que si no hubiera sido así no escribe el Quijote.
Hoy he estado tomando Cinzano y vino y comiendo carne azada y arroz y lechuga. Y con la nieve que caía salimos y nos metimos a un café a tomar café y a comer dulce de mazapán y veíamos caer la nieve. Y nos quedamos un rato ahí, sentados y yo leía el Quijote y me leía a mí mismo en “La Fiesta del Embajador” y yo me reía, y gozaba una bola y parte de otra y caía la nieve y me dieron ganas de salir y salimos y nos poníamos a ver las vidrieras y cómo caía la nieve y cómo me gustaba el estar aquí en medio de la calle sin hacer nada y sabiendo que si me daba la gana entraba y me bebía una cerveza. Qué vaina tan buena, diría Fuentes, que es un carajo interesado.
28 de Diciembre.-
En el libro que envié al concurso de cuentos “Leopoldo Alas” encontré un yo demás. Ojalá que no me estorbe. En el veredicto final.
Ayer nevó todo el día y toda la noche y hoy amaneció la ciudad con un capa espesa de nieve. (Todo el día y toda la noche) bueno para un título! ¿Y ahora qué vamos a hacer? Desde que estoy aquí (yo también voy hacer mi balance de fin de años) he hecho:
1) Gritando su agonía (o Entre la noche) -350 páginas.
2) El Catire (relatos)
3) Libro de lo sueños (relatos)
4) Nueva versión de Entre las Breñas.-
5) El siempre interminable diario.
6) Una novela breve: “La Fiesta del Embajador” (publicada por Cela).-
de los relatos he publicado: El fin de Cresto (La. Rep)
Pedro (con el título “Así fue como salimos de Mario”. Zona Franca)
Historia de Cóndor (Zona Franca)
El Catire (El Nacional)
Si Cela me publica “Entra la Noche” será el gran salto. El resto vendrá solo. Si me gano el concurso de cuentos “Leopoldo Alas” será el gran salto. El resto vendrá solo. Esperamos que este año impar sea el mío. Yo no quería que finalizara 1968 sin publicar nada y Cela me publicó “La Fiesta del Embajador” en noviembre. El ejemplar lo recibí el 2 de diciembre. El último mes del año.
Salimos a hacer las compras para hoy y para mañana y en la calle nos encontramos con la Amabeli, la hija de López. Así que nos vio me dijo: “Leí su novela”. Yo le pregunté qué dónde la consiguió y me dijo que en Oviedo, en una librería donde se vendían todos los libros de Camilo José Cela. “Ahí no se salva nadie, continuó, usted narra ahí cosas que yo no sabía”. Yo le dije que lo que narraba ahí me lo habían contado tanto su papá como el coronel. (Me trataba de usted todo el tiempo, no sé si por respeto porque Cela me publicó esa novela o para mantener un alejamiento) yo entré a tomar un café y la dejé con M. Ellas se fueron a revisar unos vestidos y después que se separaron interrogué a M. “No le dije nada, me respondió ésta, para que no me preguntará dónde vivíamos. De todos modos le dije que estábamos en París y esperábamos a Gaby, que estaba en Alemania, para regresar. Aquí vivíamos en Gantes, en casa de un profesor amigo nuestro. Me dijo (Ama) que su papá no le había mostrado la novela a nadie para no formar un escándalo. Que qué diría Guilarte (J. R. F. en la novela) si leía eso. Que Loida quedaba cursilísima, etc. Nos despedimos. Yo, por no dejar le pregunté por su padre y ella me respondió que estaba en los baños turcos. Luego se volvió hacia M. y le dijo que iban a pasar la noche de año nuevo en casa de Lucía. M. no hizo ningún comentario. No conocemos ninguna Lucía. Suponemos que debe ser la mujer de uno de los dos médicos que vinieron a estudiar medicina tropical en Amberes.
29 de Diciembre.-
La vaina se complica y yo pienso que este diario no es un periódico. Por lo tanto si escribo aquí que los israelita tomaron el aeropuerto del Líbano y quemaron 12 o 14 aviones comerciales es a título de información y de ubicación históricas. También en todo el mundo se habla del vuelo de Apolo VIII nuevos Cristóbal Colón. Esta vaina mañana será nada y lo más importante aquí será lo que escriba sobre mi y sobre lo que pienso. A fe que el diario de Pavese o cualquier novela de Cervantes o de Dostoyevski es más importante que todos los viajes o desembarques que hagan en otros planetas. Todo eso podrá conocerse y dominarse, pero la cabeza del nombre no. Lo último que escribo es una perogrullada que se ha dicho siempre y que se repetirá hasta la eternidad por la sencilla razón de que el hombre de antes, de ahora y de más adelante será igual. Sino no se estuviera filmando Edipo y hablándose de él (o de Orestes) como un caso cualquiera de incesto de esos que ocurren a diario en los países bajos por su “alto desarrollo”, o en los países sub-desarrollados por su “bajo desarrollo”. ¿Qué diferencia hay?
30 de Diciembre
Es lunes.- Anoche y esta mañana estuve leyendo Don Quijote. Ha seguido nevando. Salimos a llevar a C. y de ahí nos fuimos a la Librería Española. Soriano me tiene otra noticia: el sábado en la tarde pasaron dos venezolanos por allá. Según y como me los reseñó identifiqué a Fidel Rotondaro, secretario de la Embajada de Venezuela ante el Mercado Común. El otro no pude identificarlo. Iban por un ejemplar “siquiera” “de Papeles Son Armadans” donde aparece “La fiesta del Embajador”. Le ofrecieron quince dólares por cada número. Soriano les respondió que le escribieran a Cela.
Yo me alegro, porque me imagino que las hallacas para estos venezolanos que viven en Bélgica les van a saber bien amargas. Yo sabía que la novela iba a causar un escándalo, pero no medí las proporciones y creo que van a sobrepasar todos los cálculos. El ruido me interesa, me valorará más. Esperemos.
Ahora me acuerdo, el tío de Fidel Rotondaro, que es cónsul de Venezuela en Amberes, también aparece en la novela. Fidel le dejó dicho al español que le dijera a Argenis que le mandara un libro a la Embajada; ¿de cuándo acá estos señores se preocupan tanto por mí? Recuerdo que L. me dijo que Fidel me tenía miedo y que él (L) le dijo que me buscara, que se hiciera amigo mío y que me llevara a su casa. Y Fidel y que le respondió: “¿Para que me joda mejor, para que se fije más en mí y en mi casa?”
9 y 20 de la noche. He estado leyendo y releyendo mi “Fiesta del Embajador” y a fe que no quisiera yo estar en el pellejo de ninguno de esos personajes. Me imagino a Ganteaume en su casa, o en la embajada con las manos en la cabeza y profiriendo maldiciones en mi contra y diciendo que se las pagaré o que me matara. Imagino al ex-embajador Eddie Morales Crespo hablando a gritos con su mujer, o su mujer (si es que tiene vergüenza) que creo yo que no tiene ni pizca) reclamándole a su comportamiento “en público”. Yo recuerdo que aquella noche buena que pasamos en casa del embajador, éste hacía por sentarse en las piernas a una muchacha médico que vino a pasar unos días en su casa, en casa de Morales Crespo. Morales estaba borracho y hacía por sentarse a esta muchacha en las piernas y vi yo cómo le pasó las manos por los hombros y por los senos delante de todos los invitados. Su mujer (Marucha) pasaba por allí y se reía yo no sé de qué gracias. También defendió a su marido cuando se dijo que quiso abusar con la mujer del secretario Licausi. Dijo que era la mujer del Licausi la que se le “Insinuaba” a su marido. Me imagino al cónsul de Amberes un poco más reposado y pensando que yo soy judío, pues para él todos los que “hacen mal” son judíos. El cónsul de Amberes le teme a los judíos y dice: “Tienen que mandar porque son superiores”. Me imagino a la Erminia rabiando contra Ganteaume, que fue el que regó aquí que ella era amante de Jaime Lusinchi. Me imagino al coronel maldiciendo a su mujer, pues ésta, como describí en la novela, lo llama a gritos cuando quiere que se vayan de donde estén. Su mujer tiene fama de loca (y así me lo pareció) y el coronel pensara que lo perjudica. No me imagino a la mujer de Ganteaume; esto es cierto. Su marido gritará por ella. No me imagino, ni les doy ninguna importancia a Parra (Porra) y su mujer. Supongo que Guilarte gritará contra mí, me llamará traidor y de paso atacara a su mujer por andar por ahí haciéndole propaganda a su religión. Su mujer (la de Guilarte) también le dirá que él es culpable por andar hablando como habla: con un socialismo de pacotilla. (Ella no sabe lo que quiere decir la palabra socialismo) ¿y Rivero? Rivero por ahora tiene poder. Es presidente del Consejo Supremo Electoral. Tiene poder. Pero no podrá usarlo, él procurará evitar que su nombre se una a ese personaje. Vicente Gervasi si se entera lo sentirá por los otros, le oigo diciendo: “-Así es Argenis”.
Total, que envainé a toda esta gente. ¡Dios los proteja a todos!
31 de Diciembre.- Cae nieve. Así mis personajes que viven en Bélgica no tendrán que decir: “Dommage que no haya nevado”. Soñé que mandaba un cuento a un concurso.

















