José Manuel Rodríguez
Por este título, alguien pudiera afirmar que soy un redomado pesimista o un anciano abatido. Como sigo siendo, a pesar de mi montón de años, un revolucionario porfiado, poco me molestaría tales comentarios. Miremos para donde miremos, la vaina es tan seria que no sólo, a las instituciones que velan por la armonía en el concierto de las naciones -también a las de cada nación- le apagaron la luz. Ese apagón, al ser generalizado, les impide a las históricas categorías políticas -izquierdas y derechas- encontrar la brújula guardada hace mucho tiempo en alguna gaveta. Aunque de encontrarla ya no sabrían cómo utilizarla. Estoy hablando de todo el espectro político.
Se entiende que a las instituciones multilaterales se les haya ido la luz. Los equipos de su administración, todos bajo control de Occidente, deben guardar silencio sobre las tropelías de sus jefes gringos y judíos. Su indigno tutelaje llega hasta la prohibición de entrada a quienes, al ser representantes de alguna nación «hostil», pierden el derecho de estar en ellos. Pero no son menos indignos aquellos que entran pero, con la condición de mantenerse callados. Que esto ocurra con los funcionarios de institucionalidades multilaterales, se explica en virtud del pago de voluminosos salarios y «otras» prebendas. Estas circunstancias producen el desbaratamiento de valores y principios, o algo peor, como en el caso del Papa. Ese señor -luego de la llamada de Netanyahu- decidió hablar para decir «no estar preparado» para calificar de genocidio lo de Palestina. Es decir, nada por lo que alterarse, son solo asesinatos.
La postmodernidad política pretende explicarlos colocando los conceptos de izquierda y derecha en obsolescencia programada. Se busca afanosamente ser pragmático, cuya verdadera connotación es estar del lado del pagador. Ese escenario pudimos verlo en la foto de los líderes de la UE, sentados y con las manos entre las piernas, frente al escritorio de un enojado Trump. ¿Qué miserable razón puede llevarlos a semejante sojuzgamiento? Me hizo recordar cuando en el Liceo Aplicación me mandaban ante el implacable coordinador de secundaria. ¡Claro, éramos jovencitos indóciles! En el caso de los «jefes» de la UE, más allá de sus sniffies, no hay manera de entenderlo. En estas condiciones, aunque sea por simple oportunismo, la postura de Sánchez poniéndose del lado de los españoles que retorcieron la vuelta a España, se hace bien venida.
Y por cierto ¿dónde diablos dejaron el marxismo los partidos de izquierda? No me refiero a la socialdemocracia, ella, sólo comparada con Marine Le Pen, pudiera parecer ser de izquierda. Hablo de esos descarnados promotores de un capitalismo domado, como el de los chinos, pero con la frivolidad occidental.