Manuel Gragirena
Dicen, quienes conocen y pregonan la cultura norteamericana, que en los EE. UU. el negocio petrolero internacional se maneja a través de empresas privadas que compran y venden petróleo a países extranjeros. Algo que pudiese convencer a cualquiera de que el gobierno estadounidense no tiene mayor incumbencia en el negocio, limitándose a la protección y preservación de las condiciones necesarias para que la libertad de comercio funcione.
Sin duda, el negocio petrolero internacional de los EE. UU. cambió abruptamente, pues pasó de ser un supercomprador a un superexportador de petróleo y productos refinados, superando hoy a Rusia y Arabia Saudita. Este cambio, ocurrido en la década 2010-2020, fue políticamente obligado y económicamente necesario por la crisis de la burbuja inmobiliaria de 2008 y tecnológicamente sustentado en el petróleo de esquisto (shale oil) extraído mediante fractura hidráulica (fracking).
Tales elementos aparentan ser los factores lógicos causantes del cambio, pero no es así; falta uno, tal vez el más importante: la verdad. Ahora, el cuento:
Todos sabemos que el dólar estadounidense es la moneda de reserva mundial desde 1944 y la principal divisa en la que se fija el precio del petróleo (el sistema del petrodólar) desde 1973. La historia de ambas facultades la hemos desarrollado en varias oportunidades; sin embargo, es pertinente que quien no conozca estos dos relatos se los pregunte a la IA, sin indignarse, por favor. Cada época tiene sus personajes y sus circunstancias.
Ambas facultades, otorgadas al dólar, una moneda fiduciaria, le concedieron a los EE. UU. una ventaja extraordinaria. «Exorbitante» ha sido el adjetivo que muchos expertos han utilizado, pues convirtió al dólar en una mercancía de alta demanda mundial y le facilita a su emisor, los EE. UU., la facilidad total de comprar e importar lo que le dé la gana sin los trámites o riesgos cambiarios que enfrentan otras naciones.
Trataré de ilustrar esta ventaja exorbitante intentando responder la siguiente pregunta: ¿Cómo pudo Estados Unidos, o sus empresas privadas, pagar facturas multimillonarias de petróleo entre 1945 y 2010? Recuerden ustedes que si importaba 10 millones de barriles día y el precio era $50, la erogación diaria es de $500 millones/día. Algo imposible de pagar recaudando impuestos.
La respuesta es «el Sistema del Petrodólar», un mecanismo instalado en 1973 mediante un acuerdo con Arabia Saudita y luego con otros miembros clave de la OPEP, incluyendo a Venezuela, para que el petróleo se cotizara y se vendiera exclusivamente en dólares estadounidenses. Esto obligó a casi todos los países del mundo, pues la mayoría no tiene petróleo en su subsuelo, a adquirir dólares para comprar petróleo, es decir, para tener energía (combustibles para vehículos, barcos y aviones, combustibles para la generación de electricidad y algo muy importante para sobrevivir crudos inviernos: combustible para calefacción).
Por supuesto, países sin petróleo propio sufrieron una transición bastante tortuosa mientras lograban ubicar sus mercancías o materias primas en el mercado de los EE. UU. a fin de obtener dólares para comprarles un «cupo» a los países productores. Por lo que tales materias primas (minerales como el cobre, cereales, vegetales, frutas y cuanta cosa más) eran vendidas a los EE. UU., donde mana el dólar. Y, por supuesto, todos esos productos tenían el precio de la necesidad… fijado por el comprador, dueño de la moneda.
Para el caso de los países productores de petróleo —como Arabia Saudita, Noruega, Venezuela y Rusia—, al recibir billones de dólares a cambio de su crudo, dejaron de producir hasta lo más elemental y comenzaron a importar todo lo que necesitaban, desde alimentos hasta cualquier cosa que les pareciera bonita. El caso venezolano es el más claro ejemplo. En consecuencia, el dólar entraba al país por las taquillas de las empresas petroleras y salía por las taquillas de los bancos internacionales.
Pero lo anterior no fue lo peor; es más, eran «migajas de pan» frente al verdadero desangre. Resulta que los países petroleros reinvertían ese enorme capital en Bonos del Tesoro de EE. UU., un mecanismo de ahorro para ganar intereses, algo que parece lógico. Sin embargo, tal «ganancia por intereses devengados» era risible. La tasa de interés máxima de un Bono del Tesoro gringo fue 10% en 1985; en la década de los 90 el promedio fue menor al 5% promedio; hoy no llega al 2% de interés, siendo que los bonos del Tesoro son depósitos de ahorro a plazo fijo a 10, o 15 años.
Alguna vez, en los perdidos años 90, escuché a un experto petrolero adeco y ministro de petróleo, para más señas, que los intereses devengados por bonos del tesoro buscaban mitigar la pérdida generada por la diferencia entre el precio de venta (fijado por el comprador, o por sus mecanismos de imposición) y el precio real de producción (cálculo que surgía de sumar costos). Hoy, gracias a que la información está a un clic, es inconcebible aceptar tal argumento del ministro aquel, pues si el precio de venta del barril de petróleo era el 60% del costo de producirlo, es imposible compensar esta pérdida devengando intereses del 5% anual en un plazo fijo de 10 años. Pero bueno, no vale indignarse. Calma.
Vamos a seguir intentando responder la pregunta. Si quieren, vuélvanla a leer, y luego continuamos.
Ok. En otras palabras, los dólares que los países productores de petróleo recibían como pago desde EE. UU. se los devolvían como un préstamo al comprarle Bonos del Tesoro, creando un mecanismo de recirculación de la moneda. Y así, mientras el petróleo en los EE. UU. se transformaba en productos norteamericanos que todos querían comprar, y podían subir de precio hasta un 100% por necesidad o por moda, los dólares ahorrados 10 años pagando menos del 5% de interés anual, perdían valor.
Con este mecanismo, EE. UU. podía «comprar» más de 12 millones de barriles de petróleo todos los días sin erogar un centavo de sus arcas, y lo peor es que era tan inmensa su demanda de petróleo que lo convertía en el único cliente de muchos productores. Por ejemplo, Venezuela llegó a venderle el 70% de su producción para exportación.
Fuimos ingenuos, o más bien estúpidos, pues al comprar Bonos del Tesoro —es decir, al devolverles el dinero—, financiamos por más de 30 años el déficit comercial y el déficit fiscal de Estados Unidos (1974-2004). En esencia, EE. UU. compraba petróleo a crédito y luego pagaba el crédito con el dinero del resto del mundo, y cuando la venta de bonos del tesoro no era suficiente para cubrir los pagos, simplemente podía crear dólares a discreción, pues la emisión monetaria de los EE. UU., o su Reserva Federal, tiene muy poca o ninguna supervisión internacional, recordemos que es una moneda nacional o local.
También podemos sumar a todo esto el endeudamiento.
No voy a justificar el endeudamiento, no es la intención de este esfuerzo de síntesis, solo describiré la estupidez. Observen: Si un país, o una persona, tiene su dinero invertido en un bono a 5 o 10 años, y necesita dinero de inmediato para cubrir gastos de emergencia o imprevistos, puede recurrir a un préstamo; total, sus cuentas de ahorro son un fuerte aval para optar a crédito. Además, si retira sus fondos antes del plazo sufre una penalidad. Así que, teniendo dinero, le toca pedir prestado.
La emergencia que justifica el préstamo puede surgir por múltiples razones, pero en el caso nuestro, el caso Venezuela, una caída del precio del petróleo, por pequeña que fuese, causaba una hecatombe, pues el gasto público era enorme, la demanda de dólares por parte del «pueblo rico» (empresarios y demás especies) era enorme y el ingreso de dólares por otras vías era ínfimo. Así que se pedía prestado para mantener el modo de vida y se encendía una vela en un rincón, a veces un velón con estampita de Santa Barbara, para que las ánimas del purgatorio recuperaran el precio del petróleo, sin importar, es más, sin siquiera percatarse, que tal recuperación era producto de alguna guerra en algún medio oriente del mundo.
Resumo, así me ponga fastidioso: Se invertía el ingreso de petrodólares en Bonos «devaluadores del tesoro» (1, 2 o 5% de interés) para complacer al seguro comprador. Y, por el otro lado, se les solicitaban préstamos para nuestros proyectos de infraestructura a tasas de interés activas de 12, 15 y hasta 30%, o para simplemente cumplir con el gasto público corriente, pues el dinero estaba ocupado a 5, 10 y hasta 15 años.
Suficiente, ya respondí la pregunta. Vengámonos al presente poco a poco con otra pregunta: Si ahora producen su propio petróleo ¿por qué los EE. UU. están tan desesperados?
La II Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la OPEP, convocada por Hugo Chávez y celebrada en septiembre de 2000 en Caracas, logró acuerdos muy significativos para los productores. Se alcanzaron acuerdos unánimes para establecer un sistema de bandas de precios que, poco a poco, logró que el precio de venta del petróleo fuera fijado por los productores y no por el comprador. Para 2004, este ajuste hizo que el precio de cotización se acercara a un precio real.
Este ascenso de los precios estabilizó el mercado, pero también comenzó a limitar o desmoronar el mecanismo de pago «sin pagar» de Estados Unidos, pues ya no había necesidad de obtener el diferencial faltante o la ganancia del productor mediante la compra de bonos del tesoro. Este es el punto de quiebre que causó la desesperación por el control político de países productores.
Luego vino el incremento desmedido del precio del barril de petróleo. Aumento que no fue causado por el ajuste al precio real, mecanismo de bandas, sino por la enorme demanda de petróleo de las economías en crecimiento (China, Rusia y Brasil).
Los precios récord de $147 USD por barril en julio de 2008 precipitaron la crisis del mecanismo de pago estadounidense. En ese contexto, los bancos, al maniobrar en el mercado inmobiliario, cometieron errores y un sinfín de delitos que llevaron al colapso. El caso más importante fue el del sistema bancario Lehman Brothers en septiembre de 2008.
Así, el alto precio del petróleo forzó a la Reserva Federal (Fed) a subir las tasas, un detonante directo que hizo explotar la burbuja hipotecaria. En la bibliografía y consultas que todos hacemos del caso en la web se habla de familias que no podían pagar sus hipotecas, y muy poco se menciona sobre los países que tuvieron dificultades para cobrar intereses de sus bonos del tesoro.
Ante el colapso, Estados Unidos rescató sus bancos y pagó sus intereses de deuda con emisión monetaria, fabricó dólares de la nada, y Angela Merkel, la canciller alemana, alzó la voz y rechazó la política de rescate con emisión de moneda, estableciendo una línea dura dentro de Europa en contra de la mutualización de deuda (como los eurobonos) y priorizando la austeridad fiscal sobre las grandes inyecciones de liquidez de estilo estadounidense. Eso, en simple lenguaje vernáculo se traduce así: no te voy a prestar dinero comprando tus bonos de porquería, prefiero aguantar callada la pela, ¡jódete!.
Por eso, el año 2009 es crucial. Estados Unidos ya no podía seguir en ese juego de comprar petróleo a crédito y pagar con la recirculación de dólares de los mismos proveedores/prestamistas, por lo tanto, no le quedó más remedio que utilizar la tecnología de fractura hidráulica (fracking) —muy conocida desde los años 50 y perfeccionada en los 90— para volver a explotar sus campos petroleros en tierra, y así dejar de depender del petróleo ajeno, y esto tiene consecuencias mucho más allá de un simple problema económico financiero pues significa dejar de agotar el petróleo de los demás y comenzar a agotar el propio sin tener todavía una alternativa viable y real al petróleo. He aquí la verdad.
Nadie sabe cuántos años de petróleo le quedan a los EE. UU. en su territorio manteniendo su actual consumo. Hay quien afirma que sus reservas probadas son 44 mil millones de barriles, y que con el actual consumo las agotarán en menos de 10 años. Sin embargo, es muy probable que, en su enorme territorio, y entre sus infinitos secretos, tengan muchos más yacimientos. Así que esos 10 años es una cifra poco confiable, pero alarmante. Supongamos 100 años, y sigue siendo alarmante.
El verdadero dilema, causante del pánico en Washington, es que ya todos saben la verdad, y ya no pueden volver a entrampar al mundo mediante un sistema financiero basado en su moneda para comprar el petróleo de los demás y ellos, los gringos que asesoran a los Trump, Biden, Obamas y demás especies, saben que el dólar se mantendrá a flote un rato más por algunos factores: primero, muchos Bonos del Tesoro no han cesado; dos, hay tenedores de grandes sumas de dólares en sus bancos centrales y bancas públicas, así que hasta que no inviertan todos esos dólares en objetos tangibles en todas partes del mundo no darán el zarpazo devaluador. No es lo mismo tener $100 en el bolsillo y devaluarlo a necesitarlo y tenerlo que comprar sobrevalorado.
















