Eduardo Orta Hernández
Medito sobre un aspecto de la nueva postración del pensamiento, ocurre cuando afanosamente buscamos, reproducimos, difundimos a filósofos y sus ideas recién elaboradas, proclamadas, por ejemplo sobre la conquista, la colonia y la descolonidad, la independencia, la identidad cultural y los modos de ejecutar el poder político o el ejercicio de la democracia.
Dichas «novedosas» ideas, sobre los temas reseñado y sus «sabios» autores las y los consideramos lo máximo en la escala del saber, el Dial del destino, en manos de nuevos predicadores del tiempo y el espacio, cuyas afirmaciones las tomamos como nuestra y la elevamos a la mayor expresión en el mundo de las ideas, de forma ciega, súbdita y nos desvivimos por ser los primeros proselitistas de las mismas, dentro de un círculo de adoración servil, nos olvidamos que nosotros tenemos lo mejor del pensamiento anticolonial, las más grandes teorías sobre educación, política, ejercicio de gobierno, democracia participativa en nuestros muy criollitos autores: Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Juan German Roscio, Simón Sáez Mérida, Luis Beltrán Prieto Figueroa, D. F. Maza Zabala, Héctor Malavé Mata, Miguel Acosta Saigne, Salvador de la Plaza, Rodolfo Quintero, Federico Brito Figueroa, Ramón Tovar, Héctor Silva Michelena, Arístides Medina Rubio, Moisés Moleiro, Andrés Eloy Blanco, Francisco Tamayo, Guillermo García Ponce, Pio Tamayo, César Rengifo, Orlando Araujo, Domingo Alberto Rangel, Nuñez Tenorio, Ludovico Silva, Alfredo Maneiro, Vladimir Acosta, Gustavo Pereira, Carlos Lanz, Hugo R. Chávez F., entre otros pensadores y escritores cuya pluma y genialidad nos permiten descubrir con rigor científico nuestra realidad, explicarnos lo que somos, lo que debemos ser, de sus manos y de otras construir nuestras instituciones, organizar nuestra economía, nuestra cultura, nuestra educación, nuestra sociedad política, nuestra gobierno, educar en el pensamiento nuestro indoafricanoamericano como un solo pueblo, del trazo o las líneas producidas por nuestros relevantes patriotas, sin negar los aportes del pensamiento universal.
Nuestros pensadores, escritores, teóricos y filósofos son lo mejor en distintas disciplinas del conocimiento histórico, geográfico, antropológico, social, político, cultural pero por desgracia no se leen, no se proclaman, no se estudian con profundidad, ni se difunden masivamente. Quedan en el baúl de los recuerdos, en los estantes de las bibliotecas, no se reeditan ni se bajan a caminar junto al pueblo, los líderes políticos no lo mencionan, no fomentan sus lecturas, carentes de política editorial que lo difundan, que se estudie en círculos de lecturas, no se promocionan en la nuevas generaciones, no se acercan sus silenciados textos a las comunas y consejo comunales, como tampoco a los cronistas municipales, parroquiales y locales, a las escuelas y liceos, a las universidades y tecnológicos, a los centros de estudios en general.
La edición y reproducción de tan valiosos textos, producidos por los mencionados autores nacionales, no constituyen ninguna preocupación por los gobiernos municipales ni estatales, la ignorancia sobre los mismos es generalizada, paralizante, de terror, ausentes están de la mejor teoría sobre la realidad política y social de la patria. Imposible que quien no lea fomente el gusto por la lectura, he ahí, quizás, la explicación de tanta indiferencia ante la deseada y muy oportuna política editorial y las imprentas municipales, a pesar de que es labor indispensable para una patria libre, soberana, independiente y llena de saberes.
Apenas aparece una nueva «luz», una bengala en la constelación de nuestro universo de saberes, el nuevo y foráneo teórico de la descolonización, decolonidad o de cualquier tema de interés político o social, nos los agarramos como pan nuestro de cada día y nos disputamos por ser sus mejores y más adelantados alumnos, repetimos como loro, sin razonar ni meditar sobre la existencia de nuestros propios pensadores y filósofos, y nos convertimos en agentes ad honoren para difundir las «buenas nuevas», las últimas y más acabadas teorías del pensamiento humano escritas de las manos del recién aparecido, casi que con ellas se acaba la escritura anterior y la meditación pretérita en el mundo y se constituye como si fuera la piedra angular de la humanidad sobre la cual se edifica toda la base espiritual de los creyentes en actitud postrada ante el nuevo Dios, al punto de llegar a lo máximo de la exageración cuando convertimos a ese nuevo sol en doctrina de Estado, en planes y lineamientos de gobierno, quedando oscurecidos, escondido de la luz pública nuestros pensadores patrios.
No sé trata de dejar de estudiar las nuevas formulaciones teóricas, ni de no darle su valor, como tampoco dejar de apreciar, estimar y justipreciar en su justa dimensión a los escritores de otras tierras que han contribuido decididamente en la explicación de nuestra realidad y en la elaboración y construcción de nuestras instituciones patria, así como sus contribución a la teoría revolucionaria y de transformación con sus esmerados estudios, dedicación y esfuerzo intelectual, de lo que verdaderamente se trata es de hacer valer el magno pensamiento de nuestros teóricos y filósofos, defensores y analistas de nuestro acervo y patrimonio cultural, asumir el estudio de su escritura, de sus textos, de sus acertadas formulaciones teóricas, darle su justa importancia y encontrarnos con nuestra verdadera, autónoma y soberana identidad, cuidarnos del peligro de la servidumbre del pensamiento foráneo, de la indebida exaltación y glorificación, sin la recomendada mesura, tranquilidad en valorar, sin exageraciones, los aportes teóricos de sus estimados estudios y aporte intelectual, no se puede asumir ni ser sus afiebrados propagandistas al punto de opacar lo nuestro, sin indebidas exclusiones, sin ocultamiento, sin invisibilizar y sin desprecio, siempre teniéndolo en cuenta de su justo valor y estima; pero es una necesidad buscarnos en nuestra propia piel, en nuestra ideas, en el grafito de los dignos autores de la escritura patria, que bien explican nuestra realidad, con rigor científico y método dialéctico.
Cómo se le puede llamar a ese comportamiento genuflexo y ansioso en la difusión obediente y militante de «luminosas ideas», que raya en la servidumbre del saber, que proclama pensamientos ya transitados como únicos y universales, sobre ideas ya reflexionadas y meditadas, escritas y publicadas: ¿moda? ¿Superficialidad? ¿Alienación? ¿Transculturización? ¿Invasión cultural? ¿Colonialismo?
*Polvorín. Explosión de ideas insumisas. Un combate por la vida.*

















