TeleSUR
El ingreso del portaviones USS Gerald R. Ford al mar Caribe marca otra escalada en las amenazas imperialistas de los Estados Unidos contra naciones de la región, especialmente Venezuela. El arribo del buque —el más avanzado, costoso y tecnológicamente sofisticado de la flota estadounidense— fue anunciado por el Departamento de Guerra como parte de una supuesta operación contra el narcotráfico, mientras numerosas organizaciones han señalado que se trata de una estrategia para invadir a la República Bolivariana.
Según Washington, el grupo de ataque del Ford, integrado por destructores de misiles guiados, fragatas de apoyo y escuadrones de aeronaves de quinta generación, tiene la misión de “proteger la prosperidad de Estados Unidos frente al narcoterrorismo”.
Pero los hechos muestran una lectura distinta: la Casa Blanca ha venido escalando un discurso beligerante contra el Gobierno venezolano, y el despliegue coincide con declaraciones recientes del presidente Donald Trump insinuando “acciones ya decididas” frente a Caracas. Su magnitud, su ubicación y el clima político regional aumentan las alertas sobre un posible escenario de provocación militar.
Su arribo se enmarca en la operación Lanza del Sur, que acumula ya cerca de 12 mil efectivos y casi una docena de buques, convirtiéndose en el mayor despliegue militar estadounidense en el Caribe en décadas. Desde septiembre, Washington justifica sus maniobras bajo la narrativa de combatir el tráfico de drogas en el hemisferio occidental, al que ha calificado como «su vecindad».
Portaviones insignia de EE.UU. arriba a aguas del Mar Caribe al aparo de la Doctrina Monroe
Al calificar a la región como la «vecindad» de EE.UU., la Administración Trump revive los principios de la Doctrina Monroe, una política que históricamente ha servido de justificación para las intervenciones políticas y militares de Washington en los asuntos internos de las naciones soberanas de América Latina y el Caribe.
En los hechos, los recientes ataques de EE.UU. a embarcaciones no identificadas en aguas del Mar Caribe han dejado más de 80 personas muertas y se han desarrollado fundamentalmente en áreas sensibles para la seguridad venezolana, lo cual revela la verdadera motivación del despliegue. Por demás, la ONU ha calificado estas acciones como ejecuciones extrajudiciales que violan el derecho internacional.
Mientras, sectores republicanos celebran abiertamente la posibilidad de una intervención, el Senado —controlado por ese mismo partido— se negó hace pocas semanas a limitar la capacidad del presidente Trump para lanzar ataques sin aprobación del Congreso, lo cual prueba el desinterés de ambos partidos por hacer cumplir su propia Carta Magna.
El Gobierno de Venezuela ha denunciado los intereses beligerantes y colonialistas destrás de estos despliegues que incluyen al Comando Sur, que históricamente ha sido brazo ejecutor de ataques ordenados por la CIA para desestabilizar la paz en la región. El ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, afirmó que “la paz en el Caribe está siendo amenazada” por una narrativa construida en Washington para justificar una agresión.
Por su parte, el canciller Yván Gil ha señalado que los despliegues son “un intento de invasión y sometimiento” que viola el derecho internacional y pone en riesgo a toda la región.
El pueblo de Venezuela está presto a defenderse de toda amenaza
Mientras estos despliegues se mueven, el pueblo venezolano se ha lanzado a preparse y capacitarse para defender a su patria de cualquier ataque, y proteger la integridad de su territorio. Hace solo unos días iniciaron la fase superior del Plan Independencia 200, bajo el cual se ha organizado de forma integral la preparación del pueblo para la lucha armada y no armada de defensa de la Nación.
Asimismo, desde Caracas hasta San Cristóbal, millones de venezolanos han salido a las calles para rechazar lo que consideran una amenaza directa de intervención extranjera, en un escenario inédito desde los intentos golpistas de 2019. Las movilizaciones no solo expresan apoyo al Gobierno, sino también un sentido histórico profundamente arraigado en el pueblo venezolano.
Diversas organizaciones han subrayado que el país ha enfrentado durante más de dos décadas bloqueos, sanciones unilaterales, desestabilización económica y campañas mediáticas, y que el despliegue del portaaviones USS Gerald R. Ford confirma que la presión militar continúa siendo un instrumento central de la política estadounidense.
En ese marco, la unidad cívico-militar se ha convertido en un eje estratégico. La cohesión entre FANB y el poder popular organizado constituye la principal garantía de disuasión ante cualquier intento de agresión, recordando la resistencia que el país sostuvo durante el golpe de Estado de 2002 y episodios posteriores de injerencia que no lograron derribar a la Revolución Bolivariana.
Las filas de la Milicia Bolivariana han crecido en las últimas semanas, con la incoporación de milicias de campesinos, pescadores, estudiantes, poblaciones originarias, todos decididos a enfrentar cualquier provocación militar que afecte sus vidas. Frente al clima de tensión militar, el pueblo venezolano opone el espíritu de preparación integral.

A la par, colectivos culturales, estudiantiles y sindicales han desarrollado jornadas de debate, foros, conciertos y marchas simbólicas, remarcando que la defensa de la soberanía no es solo un asunto militar, sino un proyecto nacional que involucra a todas las capas de la sociedad.
Aunque las operaciones estadounidenses en el Caribe se presentan como parte de una campaña antidrogas, el ambiente en Venezuela refleja la percepción mayoritaria de que el verdadero objetivo es generar condiciones para una intervención o desestabilización interna.
De ahí que las expresiones populares adquieran un carácter no solo reactivo sino también estratégico: mostrar capacidad de organización, cohesión interna y respaldo a las instituciones democráticas que han garantizado la paz en la nación y el desarrollo de su economía, pese a las criminales sanciones.

















