Por Emilio Silva
Trabajador académico asociado de la Universidad Bolivariana de Venezuela
Doctor en Ciencias para el Desarrollo Estratégico de la UBV
Correo electrónico: [email protected]
Cuenta twitter: @esilvaubv

Desde antes de 1998, el movimiento popular (que en Venezuela se conoce como Chavismo) se ha caracterizado por ser aluvional, es decir, por ser la confluencia de sectores, grupos, tendencias, corrientes e individualidades de distintas clases sociales e ideologías de todo tipo, las cuales se ubican en el espectro del capitalismo y el Socialismo, tomando en cuenta que la práctica de los individuos las exterioriza ya sea que aquella sea acorde o contradictoria respecto a los discursos que estos asumen.
Particularmente eso se ha reflejado no solo en las comunidades sino también en organizaciones como MBR-200, MVR y PSUV, al igual que en el GPP o Gran Polo Patriótico (incluyendo a las que formaron parte del mismo y ahora están en la APR o Alternativa Popular Revolucionaria). Lo mismo ocurre con el Gobierno Bolivariano, así como con el Estado burgués que aquel administra y que ha heredado de la Cuarta República en su postrera fase puntofijista.
Ese fenómeno, de carácter policlasista a nivel socio-económico y (sobre todo) psico-social, se refleja en el desarrollo desigual y combinado de la correlación de fuerzas que se da entre sectores revolucionarios y contrarrevolucionarios coexistentes en el seno de las organizaciones partidistas anteriores, así como en cada ámbito del Estado, el Gobierno y las mismas comunidades, espacios donde unos sectores se imponen sobre otros y viceversa.
Ese desarrollo tan peculiar de la correlación de fuerzas en cada ámbito puede verse como el reflejo institucional (dentro del Estado y el Gobierno) de la intensa lucha (política, económica e ideológica) de clases en sus más variadas manifestaciones, las cuales van cambiando de acuerdo a la influencia de factores propios de los planos nacional e internacional.
Tenemos un Gobierno Bolivariano (homogéneo en su forma externa pero heterogéneo en su contenido interno por las razones anteriores), el cual administra un Estado burgués para efectuar una Revolución Socialista en medio de un asedio imperial-sionista exógeno, combinado con un saboteo endógeno propiciado por sectores contrarrevolucionarios presentes dentro y fuera del aparato de Estado, en el cual estos coexisten con sectores revolucionarios que también están presentes fuera del mismo.
Una parte de esos sectores contrarrevolucionarios aparecen disfrazados de rojo, y son capaces de cualquier cosa con tal de desviar el Proceso Revolucionario hacia derroteros diferentes a los intereses del pueblo, siendo en la práctica agentes de la burguesía tanto tradicional como la que se ha calificado absurdamente como “revolucionaria”, interesadas ambas en fortalecer el capitalismo aún existente en la Patria de Bolívar y Chávez.
Nuestra tarea es precisar a todos esos actores y actuar políticamente para irlos neutralizando desde ese punto de vista, en la medida que pierdan utilidad para los intereses táctico-estratégicos del Proceso Revolucionario que aquí se detallarán más adelante. Para eso debemos crear altos niveles de conciencia en nuestro pueblo con el fin de acumular fuerzas en su contra, las cuales deben guiarse con una praxis política caracterizada por la astucia, la habilidad, la firmeza y la serenidad.
La Liberación Nacional y el Socialismo son dos metas estratégicas diferentes que se deben alcanzar y manejar simultáneamente con aliados y medios diferentes. Es fácil saber decirlo pero difícil saber concretarlo. Al respecto no existen recetas mágicas, aplicándose en su lugar un conjunto de medidas que pueden incluir concesiones tácticas y temporales de tipo formal en aras de la Liberación Nacional, pero procurando que a largo plazo puedan revertirse y a corto plazo tengan poca o nula incidencia negativa contra otro conjunto de medidas destinadas a preservar y afianzar los logros alcanzados para crear las bases del Socialismo. Las dos metas anteriores pueden contar con aliados tácticos y estratégicos en el contexto internacional, aplicándose directrices políticas diferentes para unos y otros.
En el contexto nacional la idea es que los sectores revolucionarios tengan una alianza ESTRATÉGICA con el pueblo organizado para construir el Socialismo (lo que implica enfrentar al contubernio imperial-sionista), y una alianza TÁCTICA (a nivel económico, no político) con ciertos sectores de la burguesía (que son aliados tácticos, no estratégicos) que se ven golpeados por las fuerzas del imperialismo y el sionismo (que son unos enemigos estratégicos), pero con los cuales es imposible construir el Socialismo, meta a la que también se oponen sectores de la burguesía aliados de ambas fuerzas (que son otros enemigos estratégicos).
Las mismas consideraciones de tipo táctico valen (a nivel político, no económico) para ciertos sectores contrarrevolucionarios disfrazados de rojo y con poder burocrático-partidista pero perjudicados por la alianza imperial-sionista, y que (lamentablemente) están presentes en las comunidades, el Gobierno Bolivariano, el Estado burgués que este administra y los partidos que integran tanto el GPP como la APR.
En ambos casos debe aplicarse la estratagema del Palo y la Zanahoria a esos aliados tácticos (constituyendo en su conjunto un mal necesario para combatir al imperialismo y el sionismo). En las esferas política y económica hay que saber tolerarlos y manejarlos, pero también saber golpearlos con sutileza, contundencia y sentido del momento (es decir, en circunstancias que así lo permitan) para que sean útiles al combate estratégico contra el complejo imperial-sionista, pero que a su vez no perturben la construcción estratégica del Socialismo mientras se convive tácticamente con el capitalismo, siendo tal hecho otro mal necesario ligado al anterior en la medida que ambos conserven sus fuerzas, a ser debilitadas en los planos objetivo y subjetivo de la realidad.
Ciertos sectores contrarrevolucionarios que han dirigido a la APR (similares a otros del GPP) sufren analfabetismo tanto en dialéctica materialista (de obligado manejo para toda y todo militante comunista) como en táctica y estrategia política, cuestión demostrada por los resultados de las elecciones parlamentarias al igual que por su interpretación equivocada, superficial, apresurada y prejuiciosa de la coyuntura actual, llegando a posturas extremistas como equiparar a todo el GPP como algo equivalente al conjunto de partidos que conforman la oposición derechista enfrentada al Proceso Revolucionario desde 1998.
Debido a esta y otras posturas expresadas o insinuadas por algunos personeros de la APR (no todos), así evidencian que están trabajando objetivamente, de manera irreflexiva y/o deliberada, en favorecer los planes intervencionistas del binomio imperial-sionista pues este puede hacer uso manipulador de tales posturas con el fin de confundir, dividir, debilitar y confrontar entre sí a las fuerzas revolucionarias, un escenario muy peligroso para la Revolución Bolivariana al ser útil a los planes tanto del régimen dirigido por el republicano Trump como del que encabeza el demócrata Biden, cuyos antecedentes en el régimen de su correligionario Obama permiten presagiar que usará mecanismos sutiles de injerencia dirigidos a impulsar un referéndum revocatorio contra el Gobierno Bolivariano, el estímulo al fundamentalismo religioso (sobre todo de corte cristiano evangélico), el recrudecimiento de la guerra económica, la manipulación del dólar y su imposición, la insurrección burguesa de las guarimbas, los actos de terrorismo, etc.
Por último, nuestro Comandante Obrero Nicolás Maduro es Jefe de Estado y de Gobierno, viéndose obligado en medio del actual asedio imperial-sionista y burgués (superior al enfrentado por nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez), a mantener la unidad y la cohesión de las instituciones tomando en cuenta la Ley de Unidad, Interpretación y Lucha de los Contrarios. Igual consideración vale en su condición de actual líder del Proceso Revolucionario, posición que no le ha sido reconocida por los mismos sectores que en su momento hicieron lo mismo contra Chávez, y de quien con singular caradurismo se autoproclaman como sus únicos y verdaderos seguidores.
Un solo palo (llámese como Chávez o Maduro) no hace montaña mientras no exista un Poder Popular plenamente desarrollado para neutralizar a los sectores contrarrevolucionarios dentro del Estado y el Gobierno. Por tanto, debemos continuar la lucha (política, económica e ideológica) de clases desde nuestras trincheras sin caer en el desánimo y la desesperación, pues de lo contrario ayudamos a nuestros enemigos de clase y no avanzamos en el fortalecimiento de la Revolución Bolivariana, propósito en el que deben estar unidos los sectores verdaderamente revolucionarios que hacen vida tanto en el seno del GPP como en el de la APR.