Manuel Gragirena
Soy consciente del riesgo. Mi madre y mis amigos me han recomendado que guarde silencio, pero la historia me juzgaría por cobarde. Pertenezco a una generación testigo y beneficiaria del conocimiento más vasto que la humanidad jamás haya acumulado. El siglo XX y lo que va del XXI concentran más avances científicos que todos los siglos anteriores juntos, y es precisamente sobre esta premisa, netamente científica, que asumo la responsabilidad de decirlo sin rodeos: El señor Donald Trump es un ignorante estúpido.
Inicialmente, usé solo el término «estúpido». Pero luego, una inteligencia artificial (pues hoy en día podemos utilizar tan fabulosa herramienta para producir textos que expongan nuestras ideas de manera impecable) me sugirió utilizar el muy suave «ignorante». Tras pensarlo seriamente (durante unos diez segundos), decidí que deben ir juntos. La ignorancia es, quizás, un simple error perdonable; pero la estupidez es intrínseca, un error incorregible. Por lo tanto, este carajo que hoy se autoproclama líder de los Estados Unidos no es solo un ignorante: es un irresponsable imbécil.
Hoy, 23 de septiembre de 2025, este petulante con peluquín ha batido su propio récord de idiotez al atreverse a cuestionar la opinión de prácticamente todos los científicos del planeta. Para él, el cambio climático es la «mayor estafa jamás perpetrada en el mundo», un vil invento de los chinos para sabotear la industria estadounidense. Una idea absurda, ridícula, irresponsable.
No voy a perder el tiempo citando o explicando las evidencias científicas. ¡Por favor! Hay miles de fuentes disponibles para cualquiera con un mínimo de curiosidad. Pero lo que sí debe quedar claro es que, tras esta bravuconada soltada en la tribuna de la ONU, Trump merece ser enjuiciado por potencialmente ecocida, pues sus de hoy palabras denotan una intención destructiva detrás de sus acciones durante su primer gobierno: Retiró a EEUU del Acuerdo de París, revirtió el Plan de Energía Limpia (reducción de emisiones de dióxido de carbono de centrales eléctricas), eliminó estándares de emisiones para vehículos, desconoció abiertamente las recomendaciones de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), limitó el alcance de la Ley de Agua Limpia, eliminando la protección de humedales y arroyos y, como colofón, eliminó restricciones para la extracción de petróleo, gas y carbón en el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico, otorgando permisos para oleoductos. A todas luces, Trump prioriza el dinero antes que la vida.
Como electricista, entiendo que las energías termoeléctricas, hidroeléctricas y termonucleares no pueden ser reemplazadas ni en cantidad ni en seguridad por paneles solares o turbinas eólicas hoy mismo. Pero hay un abismo entre esa realidad técnica y negar el daño que nuestro estilo de vida obsceno le está causando a la biosfera.
La solución es simple y práctica: Trump debe ser removido del cargo. Su argumento de ir activamente contra la vida planetaria debería ser suficiente.
El peso de la complicidad en los crímenes contra el pueblo palestino, los aranceles alocados contra el comercio internacional, la estúpida necedad de aterrorizar al Caribe en lugar de combatir el narcotráfico interno de EEUU y el frenético y generalizado consumo de drogas del pueblo estadounidense, su cuestionable comportamiento tributario, el acoso a inmigrantes, la inoculación de la xenofobia contra árabes, latinos y asiáticos, y las mentiras contra gobiernos como el venezolano son elemento más que suficientes para aplicar un «impeachment», pero son una larga lista secundaria ante la urgente causa de evitar que este carajo acelere la contaminación global.
La posibilidad científicamente advertida de acabar con la biosfera es el verdadero ultimátum a la humanidad, un peligro que Trump desestima en su avaricia, quizá porque a sus 80 años ya han vivido lo suficiente. Aunque el destino final de la Tierra sea perecer cuando el Sol nos engulla, si no corregimos desde ya, seremos la generación responsable de iniciar y acelerar la destrucción de la vida en el único mundo con biosfera en millones de años luz a la redonda.
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* Profesor UNEXPO Antonio Jose de Sucre
Puerto Ordaz.
2 Comentarios
José G. Piña T.
El autor dice: » Aunque el destino final de la Tierra sea perecer cuando el Sol nos engulla». bueno, eso ocurrirá dentro de unos cinco mil millones de años; y ya antes, no existirá la especie humana, y tal vez ninguna vida en la Tierra
José G. Piña T.
El autir dice: » Aunque el destino final de la Tierra sea perecer cuando el Sol nos engulla». vueno, eso ocurrirá dentro de unos cinco mil millones de años; y ya antes, no existirá la especie humana, y tal vez ninguna vida en la Tierra