*JUAN MARTORANO
En las entregas precedentes comentábamos sobre los roles de los aliados visibles que tiene Venezuela y que actúan en un nivel de protección en esta Guerra No Convencional que estamos librando. En esta explicaremos un poco sobre los aliados invisibles, y en este caso de las redes no estatales.
Nos referimos a actores que no aparecen en los titulares de medios, pero que firman acuerdos públicos que poseen un impacto estratégico que puede desestabilizar incluso a los ejércitos más poderosos. Estamos hablando de redes comerciales que operan en las sombras de sistemas de criptomonedas que eluden el control del dólar, de canales logísticos que aseguran que recursos y suministros lleguen donde más se necesitan sin que Washington pueda interponerse. Cada movimiento de estas redes forma parte de piezas de un ajedrez que la mayoría del mundo no ve, pero que sin duda altera el equilibrio de poder.
Pensemos en esto: Mientras Estados Unidos planifica bloqueos, sanciones y maniobras militares, estas redes silenciosas garantizan que la economía venezolana siga funcionando, que la logística no se detenga y que la capacidad de resistencia del país se mantenga activa.
Razón tiene el Ministro del Poder Popular para la Defensa y Vicepresidente Sectorial de Soberanía y Defensa, General en Jefe Vladimir Padrino López, cuando sostiene que en el marco de la actual coyuntura no podemos permitir que el país caiga en una parálisis estratégica, que es el paso previo que busca el hegemón del norte, además de un detonante interno, para intervenir militarmente en Venezuela.
Estas redes silenciosas no necesitan aviones, ni tanques, su arma es la información y la invisibilidad estratégica, y todavía hay más.
Estos aliados invisibles también cumplen una función de inteligencia regional, anticipando movimientos enemigos, señalando vulnerabilidades y asegurando que cualquier intento de intervención de Washington sea mucho más costoso y complicado de lo que puedan imaginar. En esencia, está creando un escudo de sombras alrededor de Venezuela, que hace que hasta un poderío militar abrumador tenga que detenerse y recalcular.
Diego Armando Maradona, el ex futbolista y astro argentino fue una expresión visible de estas redes invisibles, y que fue revelado por el Presidente Maduro meses después de su lamentable fallecimiento. El actual ministro del Poder Popular para las Industrias, Alex Saab, algo de esto sabe.
No subestimemos el poder de lo invisible. Cada operación clandestina, cada cadena logística alternativa, cada transacción financiera fuera del radar del sistema financiero tradicional es un golpe silencioso pero efectivo ante las agresiones contra nuestro país.
Porque Venezuela no solo se defiende con aliados visibles como Rusia, China, Irán, Turkiye, Nicaragua o Cuba. En este caso estamos hablando de una segunda línea de defensa que nadie ve, pero que todos sienten, y es aquí donde surge una pregunta crucial: ¿Cómo puede un país como Estados Unidos con todo su poder militar y económico neutralizar un ecosistema de resistencia que opera en las sombras, un ecosistema de resistencia invisible, fragmentado pero increíblemente efectivo?
Esa es la paradoja que Washington enfrenta. La guerra moderna no solo se enfrenta con misiles sino en redes silenciosas que sostienen la soberanía de un país.
Pero eso no es todo. Mientras Venezuela fortalece sus redes visibles e invisibles, algo más profundo comienza a suceder en el continente. América Latina y el Caribe ya no observa con los mismos ojos de antaño. Y si no preguntémosle a Gustavo Petro y a Colombia, por ejemplo. Durante décadas muchos gobiernos siguieron el guión impuesto desde Washington replicando la narrativa de que Caracas debía ser aislada, presionada y contenida, pero la realidad hoy en día cambia de manera silenciosa, casi imperceptible y al mismo tiempo irreversiblemente.
Nuevas alianzas en Brasil, México, Colombia y Argentina se están evaluando con atención.
Y con cálculo pragmático que significa realmente la soberanía venezolana frente a la presión externa. Ya no se trata solo de simpatías políticas o afinidades ideológicas, se trata de intereses estratégicos de cara a la estabilidad regional y de supervivencia económica.
Pensemos en esto: Cuando un país como Brasil observa como Venezuela maneja sus reservas energéticas, como diversifica aliados, como mantiene su capacidad de resistencia, se pregunta: ¿Qué le diría a nuestra nación si aceptamos que un solo poder puede dictar las reglas del continente?
Esta pregunta no es trivial, y está reformulando la política regional.
Y esto no es todo. Este cambio de perspectiva no ocurre de manera aislada. Los líderes latinoamericanos están tomando debida nota de la resiliencia de Venezuela. De su capacidad de negociar con actores globales como China, Rusia, India e Irán. De mantener operativa su economía incluso bajo sanciones extremas.
Cada movimiento de Caracas se convierte en un ejemplo de que la soberanía no es solo un concepto legal sino una estrategia práctica que cualquier país puede aplicar y aprender. Y de esto surge una interrogante: ¿Cómo puede Estados Unidos mantener su influencia sobre América Latina cuando sus gobiernos comienzan a percibir que el equilibrio de poder ya no reside únicamente en Washington? ¿Cómo sostiene sanciones, presiones diplomáticas y amenazas cuando otros países comienzan a redefinir la noción de autonomía regional?
Este cambio de mirada latinoamericana tiene un impacto directo en la narrativa global. Lo que antes parecía una simple disputa bilateral entre Caracas y Washington, se transforma ahora en una prueba moral y estratégica para toda la región.
Cada decisión de apoyar o no a Venezuela envía un mensaje poderoso sobre el orden internacional en el siglo 21.
Estamos ante un fenómeno que va mucho más allá de la geopolítica tradicional. Es un despertar continental. América Latina y el Caribe comienzan a mirar diferente, y esa transformación silenciosa puede ser, quizás, uno de los factores decisivos para definir la capacidad de Estados Unidos de imponer su voluntad. La pregunta que debemos hacernos es clara: ¿Hasta qué punto Washington puede seguir operando como si nada hubiera cambiado cuando todo a su alrededor empieza a moverse de manera impredecible?
Mientras América Latina comienza a mirar diferente, hay un campo donde Venezuela despliega quizás su mayor poder: El energético.
Si, la energía, porque el petróleo y el gas no es solo un recurso, sino la carta más estratégica de Caracas. No se trata solamente de barriles y refinerías sino de cómo un recurso puede definir quién sobrevive y quien no dentro del tablero global en la actualidad.
Pensemos en esto: En un mundo donde la energía mueve ejércitos, abastece economías y sostiene naciones, Venezuela posee una ventaja que pocos reconocen. Incluso bajo sanciones extremas, sigue encontrando compradores aliados dispuestos a adquirir su crudo y mantener viva su maquinaria económica. ¿Y quién puede subestimar el impacto de eso en la capacidad de un país para revertir presiones externas y extremas?
Caracas ha aprendido a usar su petróleo como herramienta de negociación. No es simplemente un recurso que simplemente se vende. Es un medio para obtener tecnología, alimentos, respaldo político e incluso legitimidad internacional.
Cada barril vendido se convierte en una afirmación de independencia, en un mensaje directo a Washington: “No nos pueden doblegar fácilmente”.
Y aun hay más. No solo hablamos de China y Rusia como grandes compradores de crudo, sino de países que normalmente pasan desapercibidos como India, algunos países africanos e incluso intermediarios estratégicos que facilitan la circulación del petróleo venezolano en mercados que oficialmente deberían estar cerrados.
Por ello cada operación, cada ruta, cada acuerdo que se logra es un golpe silencioso a la estrategia de aislamiento estadounidense.
Imaginemos esta paradoja: Mientras el mundo mira a Venezuela como un país en crisis, su petróleo se convierte en su escudo más efectivo. Cada barril que sale de sus puertos no solo mantiene la economía en marcha sino que prolonga su capacidad de resistencia frente a un enemigo mucho más poderoso.
No es fascinante como aquello que muchos consideraban su mayor debilidad ha terminado siendo su mayor fortaleza. Y aquí surge otra pregunta crítica: ¿Puede Estados Unidos imponer presiones sobre un país cuya energía sigue fluyendo hacia aliados estratégicos a pesar de las sanciones y bloqueos?
Cada acuerdo, cada venta, cada barco que parte es un recordatorio de que el poder global ya no se define solo por ejércitos sino por la habilidad de un país en mantener su soberanía y proyectar influencia a través de sus recursos estratégicos. La diplomacia energética de Venezuela es mucho más que petróleo.
Es un juego de ajedrez global donde cada movimiento cuenta, donde cada aliado es un multiplicador de resistencia y donde cada acción del país genera una reacción que Washington no puede controlar por completo.
En el siglo 21, el control de la energía significa el control de la narrativa, influencia política, pero sobre todo supervivencia.
¿Cómo puede Estados Unidos desafiar efectivamente a un país que ha convertido su petróleo en un instrumento de poder político y geoestratégico?
Mientras sigan fluyendo los barriles, mientras se mantengan los compradores y mientras Caracas siga demostrando resiliencia, la intervención se vuelve cada día más compleja, arriesgada y costosa.
Mientras Venezuela juega su carta más fuerte en energía (sino pregúntenle a Trinidad y Tobago), también ha aprendido a moverse fuera del tablero tradicional del dólar y el sistema financiero tradicional, creando vías financieras paralelas que desafían directamente a la hegemonía económica estadounidense.
Pero esto será tema de la próxima entrega de nuestra columna.
¡Bolívar y Chávez viven y sus luchas y la Patria que nos legaron sigue!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!
* Abogado, Defensor de Derechos Humanos, Militante Revolucionario y de la Red Nacional de Tuiteros y Tuiteras Socialistas. , [email protected], [email protected] , [email protected] , cuenta tuiter e instagram: @juanmartorano, cuenta facebook: Juan Martorano Castillo. Canal de Telegram: El Canal de Martorano

















