Por Geraldina Colotti
“Nadie no roba la alegría”. Las notas de la canción se difunden en la Plaza de la Juventud, donde niños y adultos se alternan en juegos deportivos o acuden a las tiendas de los que emana olor a buñuelos. En Caracas, en uno de los toldos que albergan los debates de la Feria del Libro, se alza la voz estentórea del Mayor General Orlando Ramón Romero Bolívar. Desde 2024, el alto oficial fue nombrado Comandante Nacional de la Milicia Bolivariana, un cuerpo de defensa cívico-militar que, en enero de 2020, fue formalmente elevado al rango de componente especial de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb) mediante una reforma constitucional.
Frente a un público atento y dentro de un panel compuesto por dirigentes políticos, comunitarios e intelectuales, Romero Bolívar imparte un curso de “defensa integral” en caso de agresión militar por parte de Estados Unidos. El punto de partida es el libro del diputado del Psuv, Carlos Sierra, autor prolífico que finaliza sus articuladas reflexiones en proyectos concretos que, por lo general, se transforman en ley del Estado. En este caso, se trata del volumen: Más allá de la locura, Claves para la salud mental (Vadell Hermanos Editores). Un libro que invita a combatir los efectos de la “guerra cognitiva” reforzando la empatía y el lazo social: para construir, en concreto, la “transición al socialismo”.
En la entrada, sobre un banquete improvisado, bajo un trozo de cartón con la inscripción: “Gringos fuera de Venezuela” (para usar como mensaje sencillo expuesto en las calles en caso de ataque), hay objetos y materiales de todo tipo. Materiales que el desarrollo tecnológico ha vuelto obsoletos, pero que aquí han sido útiles en los varios momentos en que la oposición golpista ha saboteado el sistema hídrico, provocando apagones letales, y ha inutilizado el avanzado sistema de transmisión de datos del Consejo Nacional Electoral: viejas radios de dos vías conectadas a los tubos de escape de las motos, trozos de tela de diferentes colores para colgar como señales en los semáforos, espejos de bolsillo para transformar en mensajeros del sol, o piedras milenarias luminosas, que pueden encender fuego, o ser usadas como pólvora para mortero.
Es esencial conocer el mapa del territorio, basándose en la técnica del punto y círculo que, desde un punto determinado (desde un condominio o una calle) se multiplica hasta la nación entera, se expande en forma de raggera. Es el mismo concepto del poder popular, esencia de la unión cívico-militar policial, que implica la asunción plena de la corresponsabilidad, declinada en la constitución bolivariana; y que llama a cada persona a decidir en cuanto individuo o individua, consciente de su ser social: en la “democracia participativa y protagónica”, nadie puede permitirse ser espectador.
Mucho menos en presencia de una amenaza tan inminente como la anunciada por la potencia más fuerte del planeta, la de Estados Unidos, que puede llegar del cielo, de los puertos o por tierra, mediante mercenarios motivados por la recompensa de 50 millones de dólares, puesta por Trump sobre la cabeza del presidente Maduro. Lo importante, sin embargo, es no dejarse intimidar, no dejarse desorientar por las noticias falsas, ni por los conceptos ambiguos que – dicen los dirigentes bolivarianos a los periodistas y a las instituciones internacionales – presentan la situación como un “aumento de las tensiones” entre dos contendientes, Estados Unidos y Venezuela. Nada más engañoso, ya que se trata de una agresión unilateral de una potencia imperialista contra un gobierno socialista, que apuesta por la paz con justicia social, y que quiere mantener bajo el control popular las extraordinarias riquezas que posee.
En la noche del viernes, las agencias de prensa habían anunciado la presencia de dos buques de guerra estadounidenses a 50 km de la costa venezolana del estado Falcón: en aguas internacionales, pero en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) venezolana. Los datos satelitales y los registros marítimos indicaban que las dos embarcaciones – el destructor USS Stockdale y el crucero USS Gettysburg – navegaban en formación, bordeando Aruba y Curazao antes de posicionarse frente a la costa venezolana.
Mientras tanto, el Comando Sur ha publicado un video de otra embarcación en el Caribe que era “eliminada” con cuatro presuntos narcotraficantes a bordo: los cuales fueron asesinados, según la publicación en X, en el vigésimo ataque, que ha elevado a 80 el número de “homicidios selectivos” perpetrados por Estados Unidos, a pesar de las protestas de los gobiernos progresistas del área, empezando por la Colombia de Gustavo Petro (pero también del tibio presidente chileno saliente, Gabriel Boric).
La campaña militar en curso también ha comenzado a generar fricciones con los aliados de Estados Unidos: el Reino Unido ha dejado de compartir inteligencia con EE. UU. sobre las embarcaciones sospechosas de tráfico de drogas para evitar ser cómplice de los ataques, que el Reino Unido considera ilegales, al igual que la ONU.
Una decisión análoga había sido tomada por Petro, que ha ordenado a su país suspender el intercambio de inteligencia con Estados Unidos hasta que cesen los ataques. Sin embargo, el Departamento de Justicia de EE. UU. ha informado al Congreso que el gobierno no necesita su aprobación para llevar a cabo los ataques, los cuales, repiten numerosos expertos, violan la ley estadounidense e internacional.
Desde el jueves pasado, la administración Trump ha enmarcado su despliegue militar cerca de Venezuela bajo el nombre de “Lanza del Sur” (Lanza del Sur), sin proporcionar otros detalles sobre los objetivos aparte de aquellos, ya conocidos, de una misión genérica para eliminar el tráfico de drogas hacia el territorio norteamericano (cuyas rutas no pasan por Venezuela). El Washington Post reveló en exclusiva que Trump había tenido una reunión, también el viernes, con el Secretario de Guerra, Pete Hegseth, y otras autoridades del Pentágono para discutir una serie de opciones puestas sobre la mesa para llevar adelante la estrategia militar contra Venezuela (pero también contra Cuba y Nicaragua y toda la región).
Una de las reuniones más importantes se realizó el jueves e incluyó al Vicepresidente JD Vance, al Asesor de Seguridad Nacional Stephen Miller, al Secretario de Defensa Pete Hegseth, y al Jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Dan Caine.
El diario capitalino citó a un funcionario, que permaneció en el anonimato, según el cual las fuerzas desplegadas en el Caribe estaban esperando órdenes para atacar y responder a eventuales contraataques. El mismo funcionario dijo que el presidente de EE. UU. es “muy bueno para mantener la ambigüedad estratégica: una cosa que hace muy bien es no dictar ni transmitir a nuestros adversarios lo que quiere hacer a continuación”.
Y, de hecho, respondiendo a una pregunta de los periodistas, a bordo del Air Force One, Trump alimentó las especulaciones sobre una acción inminente contra Venezuela, negándose sin embargo a revelar los detalles: “No puedo decirles qué será, pero en cierto modo ya tomé una decisión”, afirmó.
El Secretario de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth, por su parte, encendió las alarmas internacionales tras revelar públicamente la existencia y el alcance de tres operaciones militares que marcarán la nueva doctrina de seguridad de la administración Trump. Según sus palabras, estas acciones no son simples maniobras tácticas: son demostraciones de fuerza que redefinen la postura estadounidense frente a sus adversarios globales y regionales, en América Latina y no solo.
En su mensaje, Hegseth ilustró tres operaciones clave: la Operación Rough Rider, destinada a garantizar la libertad de navegación para los buques estadounidenses, en un contexto en que “potencias rivales” buscan disputar control marítimo en zonas estratégicas. La Operación Martillo de Medianoche, una misión cuyo objetivo es la aniquilación de las instalaciones nucleares iraníes, una de las mayores amenazas percibidas por Washington en Medio Oriente. Y la Operación Lanza del Sur, focalizada en la “destrucción de los narcoterroristas responsables de la muerte de ciudadanos estadounidenses”, y referida al “Cartel de Los Soles y a las estructuras criminales ligadas al régimen de Nicolás Maduro”. El funcionario acompañó estas declaraciones con un mensaje perentorio dirigido al mundo y a los aliados de Washington: “Trump va en serio, y el mundo lo sabe. Paz a través de la fuerza.”
Un mensaje inmediatamente retomado por la extrema derecha venezolana, capitaneada por María Corina Machado, según la cual la invasión armada por parte de las tropas de EE. UU. es la única vía para obtener “la libertad” de Venezuela. Según la “premio Nobel de la Paz”, la guerra de Trump es “absolutamente correcta”, e incluso “salvaría muchas vidas”, ya que “no existen vías pacíficas para asegurar un cambio al comando del país” (el suyo, obviamente).
Un comando al que aspira espasmódicamente y, por esto, ofrece abiertamente los atractivos recursos nacionales al magnate norteamericano, pronosticando (como hace desde los tiempos de Chávez) que “el régimen tiene los días contados”. Ahora, ha dirigido el enésimo llamado a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, sosteniendo que “el tiempo de la neutralidad ha terminado” y que quien no se alinee junto a EE. UU., demostrando “verdadero patriotismo”, sufrirá las consecuencias.
Vistas desde las calles, que el sábado acompañaron masivamente al presidente Maduro y a la dirección política de la revolución en la fundación oficial de los Comités Bolivarianos de Base Integrales, sus declaraciones parecen mortíferas y ajenas incluso para los venezolanos de clase media que miran a Washington, pero que por nada del mundo renunciarían a las fiestas navideñas con su orgía consumista. “Nadie no roba la alegría”, dice la canción.
Mientras tanto, el comandante de la Milicia muestra los paneles solares que sirven para recargar los celulares, las pilas, las bombillas. Escucha los consejos de un anciano comunicador popular, que explica los antiguos sistemas de defensa usados por los pueblos originarios contra los españoles, renovados por las técnicas de guerrilla usadas por los vietnamitas, y todavía practicables en el “camino de los españoles”.
¿Útiles también contra los drones de EE. UU.? El comandante sonríe, dando a entender que, gracias a los aliados internacionales, la defensa no es solo “ancestral”. Luego es arrastrado a bailar.
“Somos hijos de Simón Rodríguez: o inventamos, o erramos” – dice una joven miliciana – “sobre los gringos tenemos una ventaja: somos impredecibles, por eso no nos entienden y son derrotados, desde los tiempos de Bolívar hasta hoy”.
















