Manuel Gragirena
Simón Bolívar, «El Libertador», es una de las figuras históricas más trascendentales de América. No fue un Dios ni un mito, fue un ser humano, un excepcional ser humano. Desde muy joven he leído y releído sus cartas, discursos y proclamas, y mucho más allá del culto a la personalidad que como venezolano me fue inducido en la escuela, el liceo y hasta en la universidad, ha sido la lectura de la correspondencia del Libertador lo que me causa una admiración incontenible.
Ya es evidente el ataque a la figura de Simón Bolívar en las redes sociales. Varios, no los he contado, de los ahora conocidos como «youtubers» arremeten contra la obra y la personalidad de Bolívar, haciéndolo ver como déspota, dictador, asesino, traidor a España y hasta como un maniático sexual. Con esto, siembran la semilla de un odio hacia la figura del héroe para convertirlo en antihéroe. Esto equivale a destrozar la idea de que la libertad política, legado del sacrificio de Bolívar y millones más de suramericanos y centroamericanos, fue un error y que, por tal razón, estamos como estamos: subdesarrollados y divididos.
Basta leer la carta de renuncia de abril de 1830, entre muchos otros de los escritos de Bolívar, para ver a los actuales antibolivarianos arremeter contra las hoy divididas repúblicas americanas. El «torrente de anarquía» y la degeneración de los «ideales de la Ilustración y la libertad» que Bolívar denuncia en su discurso de despedida y en su carta de renuncia, hoy emanan en boca de estos detractores.
Bolívar describió su propio laberinto político. A pesar de sus esfuerzos y del uso de todas las herramientas de persuasión en 1829, las repúblicas que fundó carecían de republicanos verdaderos; solo había aspirantes a emular a los nobles que ellos mismos habían derrotado. Estos nuevos líderes no llegaron a comprender la verdadera dimensión de su logro: la hazaña militar consistió en derrotar a unas monarquías europeas ya decadentes. Es crucial recordar que la monarquía francesa cayó con la cabeza de sus reyes, la española tenía de vuelta a un rey «deseado» muy rechazado, y la inglesa, que venía de perder su enclave en Norteamérica, sostenía su imperio mediante la piratería y el comercio forzado. La lucha de Bolívar fue el triunfo de una idea en un continente nuevo, frente a un Viejo Mundo que, aunque ya sin Napoleón, cargaba con las secuelas de una guerra endémica.
Hoy, el ataque a la figura de Bolívar es, sin duda, una estrategia para debilitar la moral de los venezolanos, fundamentalmente para socavar la «Revolución Bolivariana», y para mantener la división entre colombianos, peruanos, ecuatorianos, bolivianos y panameños. Es una campaña dirigida hacia la juventud, y no tengo dudas de que existe financiamiento para que estas campañas se sostengan. Si bien buscan la polémica para aumentar seguidores y «monetizar» sus canales, el verdadero trabajo sucio de ensuciar a un personaje que murió hace 195 años persigue aflojar los tornillos de una estructura política que les resulta incómoda. Me atrevo a comparar esta campaña antibolivariana con la tergiversación de los ideales de religiones rivales, como la crítica de católicos contra cristianos evangélicos o, peor aún, de cristianos contra musulmanes.
Defender a Bolívar es defender la idea de la república como forma de gobierno. Es defender la soberanía popular, la responsabilidad pública de los funcionarios y la igualdad ante la ley.
¿Cómo defender a Bolívar? La respuesta es simple: leyendo a Bolívar. Conociendo su pensamiento desde la propia fuente: sus discursos, proclamas y cartas. En estos documentos, Bolívar no oculta nada, pues alaba y castiga, manda a liberar y también a fusilar. Incluso, él mismo se increpa, visualiza sus errores y se autorreprocha.
Les aseguro que esta campaña antibolívar no lo destruirá; al contrario, lo fortalecerá. Sin embargo, hay que cerrar filas ante tal malsano ataque, pues no vienen por el héroe histórico, vienen por las riquezas de Venezuela y, para robárselas, necesitan desplazar a los venezolanos o, lo que es más ruin aún, crear antivolivarianos, que es lo mismo que decir antivenezolanos venezolanos por nacimiento.