José Sant Roz
En estos tiempos, cuando doña María Corina Machado se despepita pidiendo a los gringos que nos invadan, es bueno también recordar, que traidores y amargados políticos de partido de nuestro país, por puras bajas ambiciones y miserias personales, también solicitaron desde el siglo XIX que Norteamérica entrara a saco e impusiera un títere. Entre los más destacados canallas de esta estirpe, hay que señalar en Venezuela, al mismísimo José Antonio Páez y al magnate Manuel Antonio Matos. Recientemente lo ha solicitado con histérica locura, doña María Corina Machado. Pero a la final, esta se hizo una práctica muy común en toda Latinoamérica: la hizo Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana, Somoza en Nicaragua, la acaban de hacer Bolsonaro y su hijo en Brasil, Noboa en Ecuador, Boluarte en Perú, Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia, Florentino González (de los que participó en el atentado del 25 de septiembre de 1828 contra Bolívar) en Colombia, Pinochet en Chile, Mulino en Panamá,…
El 22 de julio de 1848, José Antonio Páez, solicitó a través de Bejamín Shields, encargado de negocios en Venezuela, la ayuda norteamericana para invadir a su país y dar inicio así la larga y criminal historia de intervenciones gringas en los asuntos internos de América Latina. Además, Páez, en este caso se valió de varios de sus lugartenientes para intercedieran en sus súplicas. Es así como se autoriza por la Junta de Gobierno de Maracaibo, el 24 de abril de 1848, a Juan Manuel Manrique, ex secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de Soublette (1842-46), a viajar a EE UU para solicitar la ayuda y la intervención norteamericana y facilitar sus gestiones ante el presidente James Polk; en tal sentido, escribió una carta a Shields, en la que le explicaba tales propósitos, en particular una “poderosa mediación” o “una intervención eficaz si fuera necesario[1]” Le suplicaba que lo hiciera por la defensa de sus propios intereses norteamericanos.
Además, Páez, por intermedio de su secretario y agente Hermenegildo García, le solicita a la monarquía española ayuda para invadir a Venezuela, en carta dirigida al gobernador colonial de Puerto Rico, Juan Pezuela y Cevallos. La respuesta no pudo haber sido más humillante para el héroe de Carabobo por parte del gobierno español: “sus deberes lo obligan a no mezclarse en las disensiones que afligen a ese país desventurado desde que sus naturales se rebelaron contra el gobierno de los Reyes que por tanto tiempo los habían hecho felices[2]”. El cónsul inglés en La Guaira, J. Riddel, escribe el 20 de febrero de 1849 al canciller Palmeton: “No hay duda de que el señor José Antonio Páez pidió ayuda militar para derribar al gobierno constitucional de su país, a la misma potencia contra la cual luchó y adquirió honores y posición a que vuelve la espalda y tan malamente aprecia… la publicación de este documento ha provocado un estallido general de indignación contra Páez aun entre sus propios partidarios… exponiendo la propia existencia de Venezuela como Estado independiente con el fin de recuperar su perdido ascendiente[3]”.
[1] Véase “Mariño y las guerras civiles” de Caracciolo Parra Pérez, Tomo III, pág. 163-170.
[2] Ibídem, pág. 280, citado en “La cara oculta de Rómulo Betancourt”, Simón Sáez Mérida – Fondo Editorial almargen. Caracas, 1997.
[3] Ibídem, págs. 280-281.
















