Horacio Duque
Al tiempo que los focos de guerra proliferan por el planeta, en un mundo sumido en el caos, gestados, promovidos y gestionados por una ultraderecha emparentada con el nazismo y el fascismo en sus códigos racistas, clasistas, anticomunistas, expansionistas y violentos, se manifiestan las reacciones de los pueblos expresadas en poderosas movilizaciones como las que están ocurriendo en solidaridad con el pueblo de palestina, sometido al más espantoso exterminio por el ejército israelí de Netanyau.
Hay acciones de masas y estallidos sociales en diferentes formas como la derrota electoral de Milei en Buenos Aires, con gran impacto global; o como las movilizaciones brasileras en respaldo de la condena judicial de Bolsonaro y su generalato golpista; o la movilización del pueblo venezolano y su gobierno contra la militarización del Caribe, ordenada por la camarilla neofascista organizada alrededor de Trump y Rubio.
En la región andina la movilización popular se reactivó contra la ultraderecha; en Perú, la generación «Z» (de 12 a 27 años) se ha tomado las calles de Lima para repudiar el gobierno corrupto de Boluarte; en Ecuador, está en curso una potente movilización indígena contra el gobierno de neoliberal y pro gringo del empresario bananero y mafioso de Daniel Noboa que puede cerrar con la caída de este oscuro personaje de la ultraderecha.
Recojo acá un análisis de la ultraderecha (Luis Ochoa Terán en el Nacional de Caracas) sobre lo que está ocurriendo hoy en Ecuador para que los lectores midan las dimensiones de la insurrección popular en curso. El recurso al que acudo intenta caracterizar las dimensiones de la crisis social y política que golpea en estos momentos al Ecuador gobernado por la casta neoliberal pro imperialista y violenta.
«Ecuador, hoy por hoy, atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia reciente, sumido en una profunda crisis multifactorial que entrelaza la política, el crimen organizado, la seguridad y la economía. La situación actual es el resultado de un largo proceso de deterioro institucional y social, exacerbado por la penetración del crimen organizado y la polarización política.
«La crisis política de Ecuador intensificada durante en este mes de septiembre ha sido el resultado de una confluencia de factores económicos, sociales e institucionales, que han generado protestas masivas, confrontaciones entre poderes del Estado y un clima de inestabilidad generalizada. Bajo la presidencia de Daniel Noboa, el país enfrenta desafíos heredados de administraciones anteriores, agravados por decisiones recientes como la eliminación de subsidios a los combustibles e intentos de reformas constitucionales. Esta situación no es aislada, sino que refleja tensiones acumuladas por la inseguridad, el desempleo, la pobreza y la influencia de organismos internacionales como el FMI que ha exigido programas económicos sin la suficiente compensación social.
«En principio, la raíz de la actual crisis económica radica en las medidas de ajuste fiscal impulsadas por el gobierno para cumplir con acuerdos con el FMI, incluyendo la eliminación del subsidio al diésel mediante el Decreto 126. Decisión ésta que ha sido criticada por afectar directamente a sectores vulnerables como el transporte, la agricultura y la industria, exacerbando la inflación y el costo de vida en un contexto de alta deuda externa, destinada principalmente a pagos de intereses en lugar de inversión social. Además, Ecuador mantiene problemas estructurales como la dolarización de la economía desde 2000, que, aunque estabilizó la inflación, ha facilitado el lavado de dinero y el narcotráfico, convirtiendo al país en un hub para el tráfico de cocaína hacia mercados internacionales.
«A todo lo anterior, el escenario político ecuatoriano sigue marcado por la figura de Rafael Correa y su movimiento político, que conserva amplia base electoral y controla espacios legislativos clave. Noboa, en cambio, intenta consolidar un perfil de outsider pragmático, pero sin una estructura partidaria sólida detrás. La polarización correísmo vs anticorreísmo, continúa siendo el eje que ordena la política, impidiendo la construcción de consensos y manteniendo al país en una dinámica de confrontación permanente.
«También es cierto que políticamente, la crisis se ha profundizado por intentos del Ejecutivo de reformar el sistema a través de una Asamblea Constituyente, vista por opositores como una maniobra para concentrar poder y evitar rendir cuentas ante la Asamblea Nacional. El presidente Noboa emitió un decreto para convocar esta asamblea, pero la Corte Constitucional lo suspendió temporalmente, argumentando irregularidades y abriendo un pulso entre el Ejecutivo y el Judicial. Esto ha sido interpretado como un retroceso democrático, con acusaciones de autoritarismo y persecución política, incluyendo el bloqueo de cuentas bancarias de dirigentes indígenas y la expulsión de asambleístas de movimientos como Pachakutik por alinearse con el gobierno (y traicionar al movimiento social por prebendas y sobornos).
«La crisis ha generado cierres de vías, afectando el transporte y el comercio, con potenciales pérdidas económicas millonarias. Políticamente, podría llevar a un impasse institucional si el gobierno ignora la Corte, o a un diálogo forzado si las protestas escalan. En el peor de los casos, se arriesga un colapso similar a crisis pasadas, con renuncia presidencial o intervención internacional, por el contrario, si el referéndum se realizará en noviembre podría canalizar el descontento democráticamente, pero previamente hay que resolver las tensiones actuales.
«El principal problema que enfrenta Ecuador es el aumento exponencial de la violencia criminal. El país ha pasado de ser un territorio de tránsito de drogas a un centro de operaciones clave para los carteles internacionales y las bandas locales (de las que saca provecho Noboa). Las cifras son alarmantes. La violencia no se limita a las calles y se ha infiltrado en las instituciones del Estado. Entonces aquí nos preguntamos ¿puede un país ganar la guerra al crimen sin perder su propia alma democrática?
«Sin duda alguna, la crisis política y de seguridad tiene un impacto directo en la economía. Ecuador enfrenta problemas fiscales crónicos y una alta dependencia de la exportación de productos primarios. A pesar de los esfuerzos de Noboa por atraer inversión extranjera y modernizar la infraestructura, los cortes de electricidad, la inseguridad y la incertidumbre política han afectado la confianza de los inversores. La contracción económica, la falta de empleo, la inseguridad, el crimen organizado y la pobreza continúan alimentando el descontento social.
«La crisis política en Ecuador es un reflejo de los desafíos que enfrenta la democracia en el país, marcado por la tensión entre la voluntad popular, el crimen organizado y la debilidad de las instituciones. El país necesita urgentemente un pacto político que supere la polarización, fortalezca las instituciones y permita un frente unido contra el crimen organizado (la vieja fórmula de la ultraderecha para maquillar su dictadura). La lucha contra la inseguridad y el crimen organizado debe ir de la mano con una estrategia económica que genere oportunidades y reduzca la desigualdad; de lo contrario, la triple crisis seguirá amenazando la estabilidad y el futuro de una nación que se encuentra en una encrucijada decisiva de su historia y su democracia» (Ver https://www.elnacional.com/2025/09/noboa-entre-el-crimen-organizado-y-la-democracia/ ).
Encrucijada que seguramente se resolverá con la salida de Daniel Noboa, un ultra millonario que manipula el poder económico del Ecuador para favorecer su fortuna y sus intereses políticos antidemocráticos.
Está regresando con mucha fuerza la movilización popular para rescatar los derechos históricos de los indígenas, campesinos y los nacionales del Ecuador.