José Manuel Rodríguez
En cualquier lugar, incluyendo USA, los ciudadanos interesados en desentrañar las realidades tras las apariencias, saben que la mentira es el sostén más utilizado por los gobernantes norteamericanos, para lograr y mantener la hegemonía imperial. Lo hacen respaldándola con el control masivo de los medios de comunicación, información y entretenimiento. Así transforman en creíbles sus mentiras.
Sin embargo, hoy, de tanto insistir en el engaño, han quedado al descubierto -por lo menos para cualquier persona medianamente inteligente-. Comenzó de esta manera su decadencia. Ella se ha ido acelerando con los avances y consolidación de nuevas formas, francas y respetuosas de multilateralismo. Tal aceleración, en términos históricos, es ya indetenible.
El síntoma más evidente de ese fatal designio es que ha dado paso al «me da la gana». Es lo que hace Trump, todo el tiempo. Seguramente tiene algo que ver con el hecho de ser, sin duda, más ignorante, agresivo y desalmado que sus antecesores. En cualquier caso, ha logrado en nueve meses, mostrar de tal manera su verdadera faz, que la humanidad, la verdadera, la silenciosa, lo está agradeciendo. Eso incluye a una parte importante de aquellos norteamericanos que vienen, sistemáticamente, perdiendo su capacidad de soñar.
El resto de los gringos -seguramente la mayoría- ya no tienen compón, han perdido, sea por la estupidez o la droga, la capacidad de reflexión. Son aquellos seguidores del egoísmo individual consagrado por los padres de su constitución. Hablo del hacer lo que sea necesario para alcanzar el sueño americano, es decir, sólo el simple y ramplón lucro.
Por fortuna para el resto de las Américas, siendo Trump irremediablemente un narcisista compulsivo, acostumbrado a mandar al carajo a quién lo contradiga, está caotizando el Estado de la Unión. Esto, para la confederada tradición republicana, es lo suficientemente grave para no dejarlo de lado. Empezarán a pasar cosas.
Su amenaza de bloquear el mar Caribe, como muestra de su poder imperial, es tan estúpida como la cara que puso, en la paralizada escalera mecánica de la ONU. Luego, su discurso, fue propio de un alienado desconcertado. Me hizo recordar algo que dijo Mao -hablando de la ley de la unidad de los contrarios- para evidenciar que los gringos, a pesar de ser poderosos, eran unos tigres de papel; lo complementó así: Levantan la piedra para dejarla caer sobre sus propios pies..