AUTOR: Freddy Parada.
Los incrédulos del Covid 19 están recibiendo lecciones inesperadas. Con los virus letales no se juega, aunque hayan salido de las manos criminales de una o varias corporaciones por iniciativa imperial. La epidemia de 1918 a pesar de más 60 millones de víctimas no concientizó lo suficiente a la mayoría de los gobernantes del planeta. La glotonería de obtener la mayor suma de riqueza material posible desbarata el trabajo de la conciencia. La prepotencia que con frecuencia deviene del poder acarrea caídas trágicas que la sensatez hubiera impedido.
Hay casos de casos. No es igual un ciudadano irreverente de cualquier ciudad del mundo, escéptico o nihilista, que no cree en acontecimientos que los demás creen, al del jefe de un Estado que tiene bajo su gobernanza las políticas públicas, posee en tiempo real acceso privilegiado del acontecer nacional y mundial; cuenta con un bagaje de asesores en los campos de la ciencias naturales y sociales; tiene acceso directo a los mejores médicos del sistema sanitario; posee vínculos con amigos bien informados en las distintas latitudes del planeta, y a pesar de ello, cometa la pifia de burlarse de una enfermedad, que hace estragos en todos los países que integran la comunidad mundial. La conducta privada y pública de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, constituye la mayor estupidez en américa latina en los últimos veinte años. Semejante irresponsabilidad y acto criminal para consigo mismo, grave agravio al pueblo de Brasil, a la comunidad internacional, a las Naciones Unidas, la Organización Mundial de Salud y la Organización Panamericana de la Salud no puede pasar desapercibida.
Jair Bolsonaro batió varios records. Venció a la prudencia y obtuvo el título de la exaltación a la muerte. Triunfos que forman parte de los honores, en vida, como in (digno) mandatario. Hay otros, entre ellos los presidentes de los Estados Unidos de Norteamérica y Colombia, que le compiten y le ganan, en otras lides de la irresponsabilidad genérica y la violación directa de los derechos humanos. Imitar a otros, llamase capos, amos, patronos, presidentes, jefes de sectas, sin medir las consecuencias de los actos de la imitación, sólo para caer bien y manifestar lealtad no condicionada, ocasiona hechos lamentables e irreversible. Las pérdidas humanas no tienen retorno. Cundo son origen de la petulancia, de esnobistas y de ególatras son expresiones de irrespeto hacia la persona que las promueve y hacia los demás, especialmente al pueblo brasileño por parte de Bolsonaro.
Este personaje siniestro indujo el crecimiento acelerado de la infección a miles de brasileños, a sus seguidores, a una parte del pueblo de a pie y la clase media, a quienes convenció, por su rango de presidente. Se mofó de una realidad incontrovertible, veraz y objetiva, a través de los micrófonos de la radio y la televisión, y medios impresos. Sus discursos logorreicos (hablantín, charlatán, loco e insoportable) altisonantes, repletos de argumentos inconsistentes e insostenibles, fuera de toda lógica y razón, en sucesivos encuentros con las comunidades, con el alto gobierno y autoridades diplomáticas fueron difundidos como mensajes de un mesías, quien con su singular Destino Manifiesto, se vacilaba la mediocridad del virus que, en vez de enfermar, daba besos y abrazos. Un narcisista e intimador se suman como elementos de análisis para comprender a este gobernante brasileño que actúa como reyezuelo.
Este personaje de bajo nivel cognitivo y con precaria inteligencia emocional, lo contario al pueblo inteligente y sabio de Brasil, amerita ser investigado y procesado penal y políticamente. El drama sanitario de Brasil con el Coronavirus debe tener responsables y Jair Bolsonaro, con el amplio legado probatorio que existe, es uno de ellos.
Brasil se caracteriza por tener una amplia gama de profesionales y científicos en todos los niveles del conocimiento, con un sistema educativo de los mejores y con una producción literaria, de las ciencias sociales y naturales de elevada calidad.
Los Bolsonaros los hay en la mayoría de los países; pocos, pero asechan a sus entornos para que los miren y los oigan. Las orquestas mediáticas que lo acompañan engalanan la presencia de estos rufianes. Las frases extravagantes e irracionales que utilizan en los conciertos palabreros, ensalzan sus egos, sus vanidades, el estrafalario individualismo, el heroísmo mental, sin asidero real; y la naturaleza bocona y estridente de los relatos xenófobos, racistas y belicistas, sirven de condimento de las jergas para producir éxtasis en cada actuación mediocre.
Son unos cuantos hombres y mujeres investidas de autoridades los que han caído en poder del letal virus del Coronavirus, el Mesías Jair Bolsonaro es uno de ellos. Entraron sin querer en la estadística nacional y mundial de los infectados, y sin saber con criterio técnico y científico si ingresan o no a la lista de quienes cambian de paisaje. Ahora forma parte del destino de los más de 10 millones de personas infectadas.
Bolsonaro pagó caro su echonería. Su pretensión de estar por encima de lo divino y lo humano, el auto venderse como Mesías. Creyó que las atenciones que recibe del Departamento de Estado, la principal potencia imperial en armas y relativamente de las finanzas, pero precaria en lo demás, lo hizo invulnerable, como si de Rambo se tratase, intocable a las envestidas de los adversarios. No le pasó por la mente que otro tipo de enemigo, no humano, lo sentaría en el lugar de los mortales comunes y silvestres.
En Venezuela hay unos cuantos Bolsonaros, y hasta más peligrosos. Echones, abusadores, usurpadores del poder (…) que solicitan bloqueos, robos de los activos del Estado venezolano, conspiran, contratan con empresas de mercenarios, se reúnen con los capos de la droga y los vendedores de armas. Hombres y mujeres de dudosa venezolanidad, que han pactado y siguen pactando con la podredumbre de la criminalidad internacional. Seres sin principios, ni practicantes de los valores superiores que rigen la vida de cualquier República. Responsables de “las perdidas económicas totales entre 2016 y 2019 (que) suman US$ 194 mil millones” (Curcio, Pasqualina, Impacto de la guerra económica en Venezuela, Julio 6, 2020)
A los carcundas (seres de actitudes retrogradas) hay que tenerles cuidado. Son cascarrabias (se encolerizan por pocos motivos y con tanta facilidad que todos temen sus arranques de ira); son casquite (seres de mal carácter); son cayucos (personas torpes); chachalaca (habladores que no ponen cuidado en lo que dicen); son chagras (incultos); chileros (mentirosos); faramalleros (habladores, tramposos o presuntuosos); impepinable (no admiten discusión), entre otras adjetivaciones que devienen de la personalidad ególatra y diminuta en lo ético, lo moral y lo político.
Un país no puede caer en manos de esos trúhanes. La vida en lo individual, en la sociedad y la especie humana son realidades muy complejas, y más complejas cuando el subconsciente tiene un caudal de acciones reprimidas, el preconsciente es vapuleado y sedado por la contracultura y la ideología, y el consciente lo entorpece el sistema para que no actúe con prontitud y propiedad en los procesos de transformación vitales para dar sustentabilidad y sostenibilidad al Bien Vivir, de todos y para todos, en todos los presentes.
Venezuela debe aprender a no cometer los trágicos errores de los pueblos, víctimas de la manipulación mediática, que eligieron como presidentes a personajes irresponsables, inscrúspidos (desmañados, torpes, desviados y descentrados); inicuos (malvados e injustos).
Los orates (personas de poco juicio, moderación y prudencia) son un peligro para los pueblos, son los que llegan a dirigir gobiernos por reunir el perfil que requieren quienes se consideran los amos del mundo, para que cuiden y afiancen los intereses de los malandrines políticos económicos y financieros.
Los venezolanos y venezolanas debemos con conciencia y disciplina social cuidarnos y cuidar a los demás. Debemos llevar a Venezuela a los sitiales de la grandeza, de las grandes civilizaciones. Somos integrantes de “la raza cósmica”, según José Vasconcelos.
El Covid19 será vencido por el talante, el espíritu de combate y disciplinado de los venezolanos y venezolanas, y la prudencia que se tiene.
Venezuela se encamina hacia el mundo post pandemia con nuevos y mayores ánimos, con más talante científico y técnico al servicio del Bien Vivir, con más solidaridad y responsabilidad social, con mayor sentido crítico y empeño para construir la sociedad que lleva implícita los objetivos históricos del Plan de la Patria.