Por: José Acosta*
Propiciar las condiciones para impulsar el proceso de Transformación de la Universidad Venezolana pasa por considerar una formación que promueva en la comunidad universitaria el cambio de su praxis pedagógica, investigativa y productiva, así como el compromiso con el cumplimientos de sus tareas, el fomento de la paz, entre otros. Por lo que se requiere pensar la formación, por un lado, fuera de los marcos de las disciplinas y la especialización y, por otro, emparentada con procesos productivos acordes con las exigencias de la región, lo que conllevará a priorizar sobre la transformación del ser por lo que se ha de revisar y repensar nuestra concepción de lo ético-político que nos constituye. Necesario es, para la educación universitaria, una formación e investigación permanente tanto en el contexto académico como fuera de él, que ofrezca la oportunidad de formar a los futuros profesionales y ciudadanos.
La formación, la investigación y la productividad deben estar en estrecha sintonía con los referentes teóricos, pedagógicos, sociales, culturales, políticos y productivos del ámbito territorial. Por tanto, las acciones que emprenda las institución de educación universitaria deberán permitir: multiplicar espacios para la conjunción de saberes, revitalizar el pensamiento crítico, así como una investigación con pertinencia tanto científica como social con la cual se pueda superar los embates de la guerra económica que azota nuestra nación.
Asimismo, ha de concebirse la universidad y su contexto como escenario para encuentros y desencuentros, aprehender y desaprender, que transite en la base de teorías educativas emergentes que permitan transgredir la figura de la predeterminación, la rigidez de estructuras curriculares, la fragmentación del saber y la desvinculación entre la universidad y el territorio.
Con base en lo anterior, se ha de incorporar en el Plan de Transformación de la Universidad Venezolana dimensiones que, en estas reflexiones, son definidas como aquellas que implican concientización con las bases ontológicas y epistemológicas que integran los estudios a nivel de pre y postgrado con la cultural que circula en la sociedad. Estas dimensiones coadyuvarán con la emergencia de saberes y experiencias sustentadas en la imaginación, la creatividad, el emprendimiento y la innovación que permitan construir una universidad productiva y dispuesta para abordar las problemáticas más apremiantes de las comunidades. En este sentido, se proponen cuatro dimensiones: imbricación territorial, formación crítica-reflexiva, investigación productiva y lo socio-político.
• Formación crítica-reflexiva: la relación universidad-territorio ha de servir como espacio en el que la educación entraña responsabilidad con lo social, ámbito para fomentar el desarrollo sostenible, escenario ético-político para promover la consolidación de otra ciudadanía, la formación integral inclusiva de lo científico-humanista sin exclusión de los saberes cotidianos y populares. Sin embargo, estas bases conceptuales serían deficientes sino se concibe que la formación (de toda la comunidad universitaria) es para promover la reflexión, la autoreflexión, la crítica, la autocrítica, que emanan con las interpelaciones que surgen del conocimiento, entendiendo por este último como un saber contextual sustentado en la aplicación que se le pueda dar.
• Imbricación territorial: desde el vínculo universidad-comunidad la formación entraría en contacto con la comunidad en sus diversas formas así los universitarios que asuman el papel de universitarios transformadores cuestionarán la forma como se produce y aplica el conocimiento, utilizarán el diálogo para tornar el saber crítico y emancipatorio. Los docentes formados desde la premisa anterior, pondrán en práctica valores que permitirán consolidar, en los estudiantes, una ciudadanía participativa y protagónica, como profesionales, ciudadanos y líderes de los cambios que demande la sociedad (en lo educativo y productivo), por lo que promoverán una ética y una conciencia solidaria y liberadora. La formación, en consecuencia, no puede quedar solo en la transmisión de conocimiento científico, por el contrario, debe avanzar hacia la inclusión deliberada de saberes que giren en torno a la adquisición de principios éticos que posibiliten a la comunidad universitaria actuar con pertinencia en la sociedad.
• Investigación productiva: centrará su interés en la promoción de la reflexión, la innovación y la creatividad, permitiendo que los universitarios desarrollen un pensamiento que contribuya en la generación de proyectos con soluciones pertinentes a los requerimientos del entorno territorial, suscitando estrategias con la misma rapidez con la que la realidad cambia. Es necesario, entonces, que la investigación se haga presente en todo momento para evitar que esta actividad quede subsumida o solapada en un plan de estudios; ha de concebirse como una praxis esencial, tanto en lo referente a la generación de nuevos saberes como en lo relacionado al aporte de soluciones a problemas científicos, culturales, sociales, políticos, económicos, tecnológicos y educativos. Así mismo, debe servir como puente que permita tanto la relación dialéctica y dialógica entre los distintos programas o carreras, motivada por fines académicos y sociales, como la promoción del diálogo constante sobre las diferentes posibilidades de movilidad de los saberes en los diversos escenarios universitarios y comunitarios.
• Dimensión socio-política: la educación debe asumirse como un proceso socio-político donde sus integrantes rompan con los esquemas tradicionales. Comenzar por transformar la imagen de la universidad como proveedora de conocimientos preestablecidos y preelaborados por una cuyo epicentro sea la formación integral, la investigación, la producción y el intercambio de experiencias y saberes. La complejidad del hecho educativo nos permite la relación con el entorno en términos de la construcción de una ética bolivariana. Docentes y estudiantes tienen el imperativo de conocerse así mismos para poder transcender la barrera de la subjetividad en relación al conocimiento del otro. En el nivel ontológico docentes, estudiantes y actores sociales entretejerán el anhelo de ser protagonistas de su destino histórico.
La responsabilidad de la universidad con su entorno territorial, con base en lo anterior, debe ser concebida aceptando que la academia es permeable a las demandas sociales, especialmente aquellas originadas en grupos que no tienen el poder para imponerlas. La autonomía universitaria y la libertad académica asumen ahora otro significado, para así garantizar una respuesta entusiasta y creativa frente a los desafíos y obstáculos por los que atraviesa la Nación. Puesto que la sociedad no es una abstracción, esos desafíos son contextuales en función de la región, el lugar y por lo tanto, no pueden ser enfrentados con medidas poco pertinentes ni efectivas.
En procura de asegurar que desde la academia la responsabilidad social impregne la gestión universitaria, así como la comunitaria, es necesario que el esbozo de las actividades de formación, investigación, innovación y emprendimiento incorporen, desde el inicio, alternativas para la aplicación de soluciones y disponga los medios necesarios para viavilizar el impacto socio-económico de dichas actividades. Simultáneamente, es preciso establecer vínculos con los organismos del Estado encargados de aplicar las políticas públicas. Pero cabe destacar que no cualquier estilo de innovación o emprendimiento es socialmente aceptable. Por ello, se deberá propiciar en los organismos correspondientes la disposición de hacer seguimiento, evaluación y control social de los proyectos universitarios; por lo demás, orientar las políticas hacia metas de cohesión territorial puede ser entendida como un caso específico de innovación social.
Una gestión universitaria, que de respuesta al Plan de Transformación de la Universidad Venezolana, ha de estimular la integración de las organizaciones públicas en su conjunto para sustentar acciones de creación, difusión y aplicación de los saberes a las prioridades que emerjan del logro del desarrollo territorial como meta. Se deben generar orientaciones que enlacen las potencialidades en ciencia y tecnología con los problemas y necesidades cotidianas, utilizando para ello un enfoque amplio de participación. Vincular la universidad, los entes del Estado, las organizaciones públicas y representaciones comunales conllevaría un proceso que movilizaría tanto la comunidad universitaria como los distintos actores presentes en el entorno territorial.
- Vicerrector Académico (E) de la Universidad Politécnica Territorial del Oeste de Sucre Clodosblado Russián. Correo electrónico: [email protected], [email protected]
Cumaná, 24 de marzo de 2021.