AUTOR Y COMPILADOR: Pedro Pablo Pereira
6 -11 -1984: dicto conferencias, debato, escribo y leo. Organizo a unos grupos ecologistas, vivo de rodeado de dolores y angustias. No me siento ubicado…
Envío una nota a «Cartas a El Nacional» que tampoco publican. Allí digo: «¿Por qué el señor Oswaldo Álvarez Paz se muestra preocupado ahora por lo que pasa en Nicaragua con el sandinismo? ¿Por qué ese ardor tan parcializado contra el gobierno nicaragüense, cuando nadie se enteró de que él hubiese lanzado la menor crítica cuando allí gobernaba el gran asesino de Somoza? El señor Álvarez Paz, hombre de un rebosante tóxico florido, que seguramente no ha pasado un sólo minuto en la escuela de la miseria, tiene preocupaciones morales y sociales, disimulando el horror que pasamos en Venezuela. Oyendo y leyendo sus defensas sobre la política de Reagan, con los énfasis del canal cubano (Venevisión) de los Cisneros; calculo el costo de sus clamores. ¿Protestó Míster Álvarez Paz cuando fue asesinado el obispo de El Salvador Óscar Arnulfo Romero y cuando en ese mismo país se asesinaron a dos católicas norteamericanas y cuando se masacraron a centenares de campesinos? ¡Qué bien subvencionados son las ridículas pasiones de este señor!»
El país cayéndose a pedazos y nadie se entera. Hay un carnaval de sangre, una furia de indolencia, un batir de crueldades palaciegas y una muerte a destajo perenne. Los empresarios se adueñan de los llamados dólares preferenciales de la manera más impune. Se hacen importaciones de multitud de miasmas que no necesitamos. Venezuela bate record de ser el país proporcionalmente a su población, es el que más consume whisky en el mundo. Hay un mar de leva de muerte y de abulia en todos los niveles: la universidad nuestra vive en una inmunda divagación. Me tocará de alguna manera intervenir en la política nacional. No podré hacerlo desde ningún partido político porque de hecho lo que aquí se llama izquierda murió hace tiempo.
Mi acción política tendrá que ser a través de la palabra escrita.