AUTOR Y COMPILADOR: Pedro Pablo Pereira
5 -4 -1981: He enviado varias cartas a Venezuela, en busca de una colocación en alguna universidad del país. Le he escrito tres cartas a un chino, de nombre Chin Chan Fou, jefe de la sección postgrado en la Universidad de Oriente en Cumaná, UDO, ofreciendo mis servicios al Departamento de Matemáticas, pero no recibo respuesta.
9 -10 -1981: Viajo a San Francisco con el matemático Yon Ming Chen para unas conferencias, y me entrevisto con una dama maracucha de nombre Maryori, quien trabaja para el programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho. Conozco a una de las hijas de Sofía Imber de Meneses, es una joven algo obesa, cordial y muy amable, que trabaja para la Fundación Ayacucho. Vivo en pleno invierno días de completa alucinación prostibularia con música latina, risas airadas, zapateos gaditanos o gitanos y caídas oscilatorias artificiales.
12 -10 -1981: Desde aquí, desde San Diego, California, envió una carta al doctor Ramón J. Velásquez. Le hablo de la locura generalizada que está produciendo la riqueza petrolera; del diabólico derroche de la gente, de paranoia total. Aquí los venezolanos, cualquiera, saca un billete de veinte dólares y lo entrega como propina o regalo por cualquier fruslería. El sencillo en dólares al venezolano le molesta. Un colega que me visitó en días pasados dejó sobre la mesa del comedor treinta siete dólares en sencillo porque le pesaba demasiado en el bolsillo. Mi beca es de 800 dólares y vivo bien: tengo un wolsvagen de tercera o cuarto mano, dos bicicletas; puedo visitar de vez en cuando a Tijuana; viajo ocasionalmente a Los Ángeles; tengo cuatro hijos y se alimentan bien con lo que recibo. Y la mayoría de las personas que tienen un título como el mío y realizan un postgrado como el que hago recibe becas de tres mil y hasta cinco mil dólares mensuales. Los militares que están becados viajan y viven a cuerpo de rey y pueden enviar cuanto compran a través de buques mercantes venezolanos sin pagar un céntimo.
¡Qué borrachera de plata, estamos viviendo!
Le cuento al doctor Velásquez que lo mejorcito que se ha hecho con el dineral que nos indigesta, ha sido becar estudiantes, pero es posible que este proyecto termine en un verdadero fracaso, pues nos estamos empapando de un conocimiento y de una cultura que nos son extraños y hasta agresivos hacia nuestra propia identidad. Le digo: «Hasta que no encontremos el sentido de nuestra verdadera evolución y desarrollo, por nuestros propios medios, seremos simples esclavos del progreso y de la invención de otros pueblos. Hemos venido a aprender una técnica que puede ser desnaturalizadora para nosotros, porque depende del vicio mercantilista y de la automatización estúpida del pensamiento. Cuanto no provenga de nuestros propios esfuerzos y en razón de las imperiosas necesidades de nuestros pueblos, implantado paciente y metódicamente mediante errores y ensayos no nos producirá ningún bien, causará por el contrario anarquía, caos, violencia, corrupción y más desastres. Porque en definitiva, como decía el Libertador, lo que nos llega de afuera en lugar de nutrirnos nos indigesta. Y allí está ese colage de nuestras ciudades semigringas: mulatos gringamente trajeados, gringamente transculturizados, gringamente decorados; conduciendo fabulosos vehículos, llevando prendas digitales o divirtiéndose con audiodictáfonos mientras patinan, bicicletean o erizan de ruido y humo con sus autos el ambiente, creyendo que así progresan y se civilizan; en ese jolgorio deambulando por centros comerciales donde los maniquíes caminan y gimen viendo tras las vidrieras sus propias imágenes autómatas; llevando sus perros de lujo cual si éstos fuesen sus amos; ensimismados todos en el vaho de la droga gasolinizada que está en lo extraño, cubiertos apenas con la sombra de un delirio que está en un traje transparente que muestra sutilmente las vaguedades de unos pezones, las llamadas de una vagina, el desafío todo de la carne que se vende a destajo.
Para esto utilizamos las que riquezas pasajeras del petróleo… hasta que un día, cuando abramos los ojos verdaderamente, lleguen entonces los gringos y nos quiten todas esas alucinaciones que suponemos es la vida…».