AUTOR Y COMPILADOR: Pedro Pablo Pereira
20 -2 -1996: Día de lectura: “Orígenes de la derecha” de Gobineau, y “Orígenes sociales del anarquismo en Andalucía”, de Temma Kaplan; esto, a la vez que releo La guerra civil española, de Hugh Thomas.
Arreglo los documentos que me llevaré a Cádiz.
Revisión del diario de Argenis; el joven que está pasando este diario lleva en esta tarea cuatro meses.
Día caluroso y brillante; grupos de alegres embriagados, dando a las bocinas de sus carros inundan de ruidos las calles y avenidas de la ciudad. Yo he tratado de descansar, pero cuando uno lleva una máquina de trabajo incesante por dentro, no hay modo de detenerla.
Ultimo día de la Feria del Sol (o del ron): salgo con mi esposa María y mis pequeñas a hacer una visita a la familia Matera. Nos recibe la señora Esther y su hija Regina, y su bella perrita Lim. Pasamos una tarde agradable rodeados de amor, sencillez y calor humano…, pues las ventanas de la gran sala estaban abiertas, y la señora Esther sudaba, y se abanicaba. Nos prestó doña Esther un bello bolso mejicano, un gorro para el invierno y un estuche para lentes con el cual se puede llevar dinero; todo esto en la preparación de nuestro viaje a Europa.
Cuando nos despedimos caía la tarde; nos abrazamos y doña Esther me llevó del brazo hasta el estacionamiento; franca y dulce señora, cuyo gran aprecio hacia mí nació por mis escritos por la prensa. Igual ha sido toda su familia[1].
7:30 p.m. Continúa una ola intensa de rumores contra el gobierno. Encuentro a Arístides en la plaza de Milla y me dice que la situación se hace insostenible; que hay militares presos.
21 -2 -1996: Comienza el día de la Cuaresma con fuerte depresión política; del baile a la juerga de las huelgas y paros; aquí hasta ahora hacer política consiste en maniobrar. Difundo un DESCONSIDERANDO por el correo electrónico sobre el caos en APULA.
Uno cree que esto no tiene solución, que vendrá una catástrofe, pero leyendo el diario de Argenis, sobre aquellos terribles días de 1962, encuentro muertos por doquier, huelgas generales, tensión de guerra civil, torturas, censura y un estado de alarma moral permanente.
Días de intensas quemas en la ciudad.
Leyendo sobre el anarquismo en Andalucía, encuentro un detalle interesante: aquellos hombres desconfiaban de las huelgas; al parecer y según ellos, las huelgas atentaban contra la revolución social. “La política de huelgas – dicen – dio lugar a obstaculizaciones burocráticas de la peor especie de la acción obrera”.
Nada más desgastado en este país que el uso de las huelgas y de los paros.
Creo que nada entre nosotros tiene salvación, y que nada podía ser entre nosotros de otra manera. Que si yo hubiese tenido oportunidad de gobernar a este país, quizás en nada habría variado y a lo mejor nos habríamos ido por un precipicio; que me habrían hecho la vida imposible y todos mis proyectos y anhelos se habrían venido abajo producto de una inercia vil y degradante en muchos niveles de la población, y tómese además en cuenta sin un ascendiente sobre la Fuerzas Armadas, algo funesto y terrible. En el fondo cargo con mi pena; en el fondo sobrellevo un dolor muy grande. He recibido muchas heridas y me he batido de manera frontal contra la idiotez generalizada y he quedado fatigado; han sido muchas las derrotas recibidas y muchos los desencantos. Mi experiencia me ha inutilizado para poder creer en soluciones colectivas, en esperanzas sociales, en… los hombres.
Creo en mi soledad, y en lo que puedo hacer. Creo en mis limitaciones, y sé que no he hecho nada.
Y luchar para mí es el único significado del existir.
22 -2 -1996: Hoy de nuevo se desata en todo el país otro paro de universidades, menos en la UCV.
Almuerzo con Jesús Alberto López, gran amigo. Jesús Alberto es un joven abogado que desde hace siete años es mi amigo. Se integró a la Facultad de Ciencias, interesado por el Taller de Literatura, que se inició más o menos en 1989. Mi amigo Alirio Pérez Lopresti, le había recomendado asistir al acto de inauguración del Taller, que se realizó en el auditorio A -10 de la Facultad de Ciencias ese año de 1989. Era entonces estudiante de Derecho, a la vez que estudiaba administración de Empresa (o algo parecido) en un instituto privado. Religiosamente asistía a las reuniones del Taller, todos los jueves a las 4 de la tarde; él, entusiasmó para que se integraran a estas reuniones a su hermana Rosana, a Carolina Padrón y a quien entonces era novio de Rosana, Daniel Ernesto Márquez. Fue una época de gran actividad del Taller; teníamos una página en el diario “El Correo de Los Andes”, donde logramos recoger trabajos de Rosana, Carolina, el mismo Jesús Alberto, del profesor José Zambrano, de la profesora Alicia Jatem. En esos días se integraron al Taller otros dos amigos del alma: Roger Vilaín y Ana Rodríguez (jóvenes consortes, de gran simpatía). Más tarde se nos uniría, quien hoy es el corazón mismo del Taller de Literatura, por sus creaciones, por su constancia y amor al trabajo: el poeta Pedro Pablo Pereira.
Fue una época de grandes conmociones: Roger Vilaín extraordinariamente conmovido e interesado por lo que discutíamos, abandonó la carrera de Biología y emigró hacia la Facultad de Humanidades. Pedro Pablo se hizo beato de la prosa, cuando sólo había escrito versos. Daniel se convirtió en un enfurecido lector y se tragaba estantes completos de libros; el profesor Zambrano se convirtió en un consumado escritor y pudo sacar a la luz su primera obra: “Había una vez un Cristofué”; Alirio Pérez Loprestti se volvería un fino lector y husmeador de buenas obras.
Luego apareció una Antología de nuestros trabajos, “Antología de los Absurdo y Circundante”, que recogió esfuerzos por escribir de casi todos los que acudían al Taller. Jesús Alberto López colaboró con un cuento titulado “El Mensaje”.
Porque no únicamente nos dedicábamos a leer, a escribir y pensar, sino que participábamos también en otros hechos, como los de carácter social, Jesús Alberto nos acompañó en la defensa que hicimos por la vida del río Mucujún, en defensa de la obra y vida de Juan Félix Sánchez, quien sufría encallejonado por la barbarie oficial la pérdida de su casa paterna.
En ocasiones, únicamente nos encontrábamos en el salón de reuniones de los jueves, Jesús Alberto y yo. Esto era un aliciente. Y claro, no dejábamos de trabajar. Después Alirio se graduó de médico y emigró hacia el pueblo de Abejales para hacer sus pasantías; su compañía la echamos mucho de menos. Después Daniel Ernesto Márquez nos dejó también, graduado ya, otro golpe. Y uno de los más duro, del cual nunca me repuse, fue el día en que supe que Jesús Alberto, se iba a trabajar a Caracas.
Rosana se casó, y tampoco pudo volver al Taller, atareada por los quehaceres del hogar y de su trabajo.
Alicia Jatem se fue distanciando del Taller, lo que nos dolió mucho también.
El Padre Santiago López Palacios, quien vivía pendiente del Taller y muchas veces acudió a nuestras reuniones, cayó gravemente enfermo, y su mal nos produjo una inmensa desolación.
Finalmente, José Zambrano solicitó la jubilación y se retiró a vivir a Valencia.
Alirio me dijo un día (que vino de Abejales y acudió a saludarme) con dolor y tristeza: “-Profesor, usted se está quedando solo, y algún día tendrá que cerrar el Taller”. Le contesté que era lo más seguro.
Pero Jesús Alberto me escribía, me llamaba por teléfono; me enviaba saludos con su familia y con su hermana Rosana. Y yo me daba cuenta del gran afecto que nos teníamos (y nos tenemos), lo más importante de todo.
Pero yo sé que Jesús Alberto sentía una gran nostalgia por el Taller, y sorpresivamente, algunos jueves, me encontraba con la agradable sorpresa de su presencia. Venía de Caracas por pocos días y lo primero que hacía era visitarme, y buscar su puesto, su viejo puesto nunca olvidado, en las reuniones del Taller. Y recordábamos cuánta gente conocida, cuántos derroches de buenas tardes y de largas noches de pletóricas alegrías, de música y declamaciones, de buenos conciertos y sinfonías de licor y de juergas, de aquellos días en que acudieron a compartir con nosotros el padre Santiago mientras se editaba su traducción de Joachim Fernau, “Y Ellos No se avergonzaban”; las horas poéticas de Carmen Vega, de Edison Bracho, Mireya Krispin, Edison Campo y Pedro Pablo; de las conferencias de Luis Vargas, J. E. Ruiz Guevara, Eduardo Zuleta, Jean Marc de Civrieux y Marta Estrada; de aquellas conferencias sobre los “dos mil años de cruenta fornicación”; de las presentaciones del dúo napolitano de Pietro y Franco Maotune. De aquellos intérpretes del folklore peruano, de Julio Humala Lema quien fue finalista en el Festival Internacional de la Primavera de 1991, en Corea del Norte y Julio Egoavil Moale quien tocaba el «cajón», instrumento de origen africano, de percusión. De los grandes conciertos de guitarra dados por David de Los Reyes…
El recuerdo siempre tierno y ameno de tanta gente que ha compartido con nosotros como son Antonio José Amaro, Gisela Sarrazín, Arístides Arellán, Francisco Rivero, Amable Fernández, Argenis Rodríguez.
Toda una lucha. Toda una larga obra de amor y creación.
23 -2 -1996: Veo ir y venir por los pasillos de la Facultad de Ciencias, bandadas de profesores que solicitan firman, en grandes planillas, para postularse como representantes ante el Consejo Universitario de la ULA. No sé qué prometen, pero hablan mucho, sonríen, extienden sus manos solícitas, critican el estado de la universidad y aseguran que lucharán a brazo partido por la academia y en contra de la corrupción y los falsos investigadores. Lo lamentable es que por lo general no investigan cosas que favorezcan el desarrollo del país sino lo que beneficia el avance y progreso de Estados Unidos Van bien vestidos y perfumados, lucen coloridas corbatas, y acaban de salir de peluquerías.
Un grupo de profesores había considerado la posibilidad de que yo fuera encabezando una plancha para tal carrera sin final ni destino. Cuando Arturo Rodríguez me solicitaba su firma, me dijo: “-Más que tu firma me interesa tu voto”.
Quedará Jesús Alberto López como apoderado de todos mis bienes terrenales una vez que parta para España.
Cuando hago las diligencias para dejar este país, pareciera que dejo tras de mí una nación arrasada, en conflagración, en pleno infierno. No dudo de que saltaran unos cuantos para atacarme, como si a mí no me fuera dado sino vivir en una eterna y persiste protesta contra el vacío. Me siento como un perseguido, como si huyese del país, luego de un crimen. Es un extraño sentimiento el que me domina. En realidad, yo nada puedo hacer. Temo lo peor para mi país.
En este terreno de Mérida se avecinan grandes desordenes y repeticiones de los eternos paros y huelgas. Para el lunes 26, se anuncia un paro del transporte y para el martes 27 otro paro cívico. El país vive en su gran alborozo de rumores; han llamado de Caracas los familiares de unos militares, anunciando un golpe para el martes 27 de febrero.
Me hundo en la lectura de la historia de Cádiz y en la de su movimiento anarquista.
Hoy España recuerda el intento de golpe de Tejero, y viendo algunas imágenes rememoré esa historia tan plagada de pronunciamientos. Algunos militares pensaban después de la muerte de Franco, seguir en esa monstruosa manera de hacer política: de conmoción en conmoción; de guerra civil en guerra civil; de estragos en estragos. Ahora esa derecha que ha sido tan nefasta en España, con Aznar a la cabeza, triunfará en las elecciones del 3 de marzo, cuando yo esté en el cielo, sobre el Atlántico.
24 -2 -1996: Veo en la televisión española a Rafael Alberti; está en su querida Cádiz, frente al mar. A lo mejor nos vemos.
Voy con mis hijos Andrés, Winston y Yuri (y su esposo) a almorzar a un restaurante, cerca de la Pedregosa.
Ordeno unas veinte autorizaciones para Pedro Pablo, para que se encargue de muchos de mis quehaceres en la universidad.
Nos reunimos por la noche con Roger y su novia Ana, Jesús Alberto y Pedro Pablo y platicamos amenamente; Jesús Alberto viaja mañana para Caracas, y me hace una invitación para cenar el próximo viernes en su casa.
Por la tarde Pedro Pablo me acompaña al mercado, y me llama la atención la gran cantidad de campesinos que he visto luego de las borracheras de la fulana feria del ron, deambular con unos sacos recogiendo latas. Y observo a unos burros, los que antes eran utilizados para traer a la ciudad verduras, frutas y flores, cargando enormes sacos de latas vacías de cerveza.
La ciudad festeja todavía los días últimos de la feria; las calles siguen congestionadas, por gentes que hacen un último esfuerzo por divertirse antes de volcarse a las calles a protestar el próximo martes. Hay en todo el país una amargura incontenible como nunca antes conocida.
Llueve por la noche, luego de un sol tremendo por la mañana. La tarde se había oscurecido prematuramente, quizás por las grandes quemas que suelen darse durante estos días. Yo no sé el clima que me espera, luego de unas nevadas que han cobrado muchas vidas en Europa. Recuerdo aquel diciembre de 1979, cuando estuve en Madrid y nevó. Qué heladas las de entonces.
Nosotros no llevamos abrigos apropiados y debemos hacer escala en Portugal y Madrid, luego enfilar hacia Jerez de la Frontera para después trasladarnos a Cádiz.
25 -2 -1996: Todo se irá desvelando en su momento. En estos días he visto una fotografía de Teodoro Petkoff adulándole al adeco Humberto Celli y éste de manera displicente y con desprecio le saluda. Celli era un ignorante millonario que vivía en Valencia y era el gánster más poderoso de la región. Siempre se le veía con una “Gaceta Hípica” en el bolsillo de su paltó. Era lo único que leía en su vida, el tema de las carreras de caballo, en el cual era un afortunado apostador.
Petkoff para esta época ya había fundado el MAS por órdenes del patriarca adeco Gonzalo Barrios. Nunca hubo un hombre más cobarde que Teodoro Petkoff. Un camarada me cuenta que fue testigo de un pleito entre Petkoff y un guerrillero cuyo nombre no revelaré del todo, era de apellido Betancourt. El relato es el siguiente: un día se presentó Petkoff a una “concha” que tenían los guerrilleros en un lugar de Caracas, y en plena reunión Petkoff para dárselas de arrecho cogió una pistola y apuntó en la cara al joven Betancourt, pero éste si amilanarse y verdaderamente decidido a responderle a Teodoro sacó la suya y le apuntó en el pecho. Repentinamente se vio un hilillo de un líquido amarillento que fue bajando del pantalón de Teodoro. Verídico. Una historia que conoce mucha gente.
25 -2 -1996: El sol sale en todo su fulgor. Una mañana esplendorosa que invita a ir al campo. Me lleno de nombres como Medina Sidonia, Sanlúcar de Barramedas, Santa María, La Rábida, Jerez de la Frontera.
A las 6:30 de la tarde comienza una lluvia que se prolonga hasta la madrugada.
La prensa regional habla del paro cívico de mañana dirigido esta vez por la F.C.U.
Embalo mis cosas. Trato de imaginar lo que haré en Cádiz, además de mis trabajos de matemáticas. Pienso en la situación económica del país y de que mis planes de trabajos quedarán sujetos a tan caótico estado del país. Tengo una idea completamente nueva de España; no fue como en las otras oportunidades que estuve, totalmente inmaduro e ignorante de la historia de ese fulano y enclenque reino. Pero a la vez me siento confuso, cargada la cabeza con tantos sentimientos extraños y con tantas lecturas sobre ese pasado nada glorioso y que nos ha golpeado tanto. Se ahoga uno entre tantos acontecimientos, en medio de siglos de contradicciones políticas, guerras y luchas internas. En ocasiones siento que la historia de España nos es tan lejana como podría sernos la de Rusia o Mongolia. España ha sufrido estragos de hambre, de misticismo, irreverentes locuras católicas, monárquicas, inquisitoriales, imperiales que no nos han tocado en lo más mínimo. Su formación moral e intelectual, sus traumas sociales, se ha decantado a través de un proceso que poco tiene que ver con nosotros. Me llamaré José pero ese nombre no tiene nada de español ni nada que ver con el famoso carpintero aquel a quien le montaron los divinos cachos…
Yo he tratado de entender mi situación en este mundo y lo he expresado a través de mis libros: “Nos duele Bolívar”, “Toque de queja”, “Maldito Descubrimiento” y “Sandemonio”; libros que me llevaré, sin pretensión ninguna de difundirlos por allá.
En estos días tengo varias invitaciones antes de partir: en casa de Arístides, en casa de Francisco Rivero (el miércoles) y en la de Jesús Alberto López (el viernes). Además de visitar a Gisela y Jean Marc, en la Mucuy (el sábado).
26 -2 -1996: Día plagado de diligencias. Entrego cartas de agradecimientos. Me voy despidiendo de mis amigos.
27 -2 -1996: Se ha dado otra vez otro paro cívico; no hay transporte, no hay escuela, no hay trabajo en ninguna dependencia oficial. Al menos casi ningún profesor asistió a la marcha convocada para las 9 de la mañana de hoy.
Hablo por teléfono con el doctor Musa y me cuenta algunos de los desastres que le han impulsado a renunciar a APULA; quedo en escribir un artículo sobre esta situación, y de reunirnos el viernes por la tarde en el diario Frontera.
Se están protagonizando en este momento, por la mañana, saqueos y lanzamientos de bombas lacrimógenas en el centro de la ciudad.
Subo a la Facultad de Ciencias y la encuentro desierta. Yo aprovecho y me quedo trabajando hasta las 8 de la noche, cuando concluyo una reunión con la doctora Cecilia Scorza.
Por la noche un grupo protagonizó un cacerolazo en las inmediaciones de las Residencias Domingo Salazar; el camión de la Pepsicola, incendiado hace varias semanas, fue colocado en medio de la avenida que va La Hechicera. No hay nación, no hay respeto ni gobierno; realmente este país es la imagen del anciano Caldera que por cierto ya no existe, ya no gobierna, está convertido totalmente en un esperpento. Horrible. Así me iré a España y así dejaré a este país.
28 -2 -1996: Nada digno de mencionar que no sea la continuación de los bochinches y saqueos en el centro de la ciudad; a pocos días de emprender mi viaje a Cádiz, siento tristeza por la situación de este país. Siento algo parecido a la culpa. Cada noticia, cada hecho visto en la calle, cada gesto de los que se cogen la pantalla de la televisión para hablar de los males nuestros, me producen emociones y trastornos estomacales penosos. Estuve enfermo por esta razón cuatro días; débil y melancólico. Me gustaría poder viajar en otro estado de ánimo, pero es imposible.
Lo que más me impresiona de este país es que casi nadie estudia, casi nadie trabaja o piensa, o se decide…. Hoy hay de nuevo paro del transporte, eso que llaman “maestros de primaria” y “profesores de secundaria” realizan otro paro.
Me piden varios profesores que sea yo quien redacte un documento sobre la actual situación de APULA, y asumo este fastidioso compromiso, sin saber qué decir sobre una cosa a la que le he escrito toneladas de papel. Ese es otro problema, quizás el más grave de todos: casi nadie sabe qué hacer, casi nadie quiere enfrentarse a los criminales; casi nadie hace un esfuerzo porque primero no tiene capacidad para ello; segundo, tiene miedo; tercero se siente débil o sin espíritu para luchar. Me llama sobremanera la atención que tantos profesores dentro de la universidad me quieran plantear sus problemas, y aspiran a que yo les ayude en algo. Ayer me preguntaron si me iba a lanzar a candidato a rector, porque corría entre cierto grupo, preocupación porque podían incendiar la universidad.
No dejo de pensar en esa solicitud que me hizo Octavio Briceño de que le prestara mi seudónimo para unos artículos que tiene en mente. Es que Sant Roz es una manera de ser que está en la resistencia, dijo.
Corre por allí el comentario de que yo me quiero quedar con los bienes de Zavrostky; cuando mi mujer lo supo se estuvo riendo largo rato; yo también tuve que reír. Qué vaina. Sobre este lío que no he querido saber más nada; ayer me llamó Rómulo Aranguren y me contó que a la pobre Amada, el supuesto heredero le había quitado las llaves de la casa, de modo que Amada no puede salir con tranquilidad ni tiene seguridad para sus hijos.
Día agitado. Me llaman de todas partes. Quieren que yo organice una reunión con Nelson Urdaneta y enfrentar la crítica situación que se ha creado en APULA.
No me queda otra salida que dar la cara. Redacto un documento de tres páginas, e invito a los interesados a que nos reunamos en Frontera el día viernes a las 4 p.m.
29 -2 -1996: Consigo hacer la reunión en la Facultad de Ciencias. Asisten unos veinte profesores. Presento el documento. Ocurre una fuerte discusión. Arístides me pide que mantenga la posición de mi documento frente a una idea de última hora que propone Mendialdúa. Tengo un duro encontronazo con el profesor Fulgencio, de Física. Se incorpora a la reunión la profesora Lorena, de Farmacia, a quien yo había visto en la mañana. Corrijo el documento que he presentado de acuerdo con proposiciones de Nelson y Mendialdúa. Mendealdúa redacta un esbozo de lo que él considera debe ser una invitación al profesorado para cambiar la situación en APULA, y la deja con el profesor Zambrano; Mendialdúa se retira porque tiene que trotar y mantenerse en forma. Me arrecho y ataco a Mendialdúa.
Al final, agotado, me voy a casa de Arístides donde nos ha preparado una cena de despedida. La comida la hizo nuestro amigo José Rivas, y su novia Maite. Pasamos una velada extraordinaria, fue un instante de mucha alegría, como pocos en mi vida de cincuentón.
Zambrano no puede disimular su disgusto ante la idea de que me vaya a España.
Sofía Imber recibía melosas cachetaditas del potentado Diego Cisneros. Ella era una vulgar gente de la CIA al igual que Rafael Poleo y su esposo Carlos Rangel. Estuvo casada con el gran escritor Guillermo Meneses y en sus locuras de diva desbocada, se hartó de ponerle los cachos a este honorable hombre. Fue autora de un pobre libraco llamado “Yo la Intransigente”, y descubrió que para la literatura no tenía talento; entonces como el libro no se podía sostener por sí mismo, le pidió a Arturo Uslar Pietri que se lo prologara. Moderando programas de televisión y con el poder de los Cisneros se hizo poderosa y convirtió a Carlos Andrés Pérez en otro de sus perritos falderos. Fue directora eterna del Museo de Arte Contemporáneo hasta que Chávez le quitó el cambur. Fue cuando decidió dedicarse a lo suyo, entregarse al negocio de marchante del arte. Se le acusa de haberse apropiado indebidamente de piezas maestras de la pintura, y de obras de Juan Félix Sánchez[2]. Hizo en este país todo lo que le dio la gana y lo que no le dio la gana también. Hizo a costa del Estado venezolano una pavorosa fortuna en obras de arte.
Esta señora Sofía Imber se dedicó a difundir que Humberto Fernández Morán trabajaba con un equipo de médicos nazis que estaba esterilizando mujeres judías. A esta inmunda e inmoral campaña se le unió Marcel Roche[3].
(Del Diario de Argenis Rodríguez): “Salimos de ese café (el Gran Café) y caminamos por Sabana Grande. AAA me habló de Antonio Arraiz y de la traición de que era objeto por parte de su primera mujer, una hermana de Teresa de la Parra. Luego hablamos de Guillermo Meneses y del asunto de que lo abandonara su mujer y que ésta se fuera con un periodista de apellido Rangel. AAA dice que la mujer de Meneses debe andar por la edad de piedra de la menopausia. Meneses sufrió un golpe con esto y se emborrachaba a diario hasta que le dio una parálisis que lo mantiene postrado”.
[1] Encontrándome en Cádiz supe de la terrible muerte de Regina, una de las muchachas más bellas, cultas y encantadoras de Mérida…
[2] Véase el libro de Sant Roz, “La Cultura como Sepultura”.
[3] Referido a Sant Roz por la periodista Gudrun Olbrich, gran amiga de Fernández Morán y quien llegó a tener en sus manos el diario, escrito en alemán, de Fernández Morán.