(EN LA GRÁFICA SANT ROZ, con el poeta Ricardo Romero)
AUTOR Y COMPILADOR: Pedro Pablo Pereira
2 -4 -1993: Después de cuatro días de intenso calor, con quemas de nuevo por los alrededores de la ciudad, anoche volvió a llover. Ayer visité al profesor Zavrostki para llevarle otro lote de lo que Pedro Pablo ha pasando en la computadora. Me dijo, mientras hablábamos no sé por qué de la falta de fe de ciertos sacerdotes, que la Iglesia no se molesta cuando hablan mal de Dios sino de los curas. Me estuvo diciendo que probablemente, la obra de Loski que vamos a editar, se hubiera perdido en medio de las guerras de Europa, si no es porque él la rescata y que habría sido en verdad una verdadera pérdida para la humanidad.
Hay fenómenos realmente propios de esta América en formación o deformación; conozco a ciertos colegas, para los cuales resulta un verdadero sufrimiento el que no se les reconozca como importantes personalidades. Hacen lo imposible para que se les respete, para que todo el mundo esté pendiente de ellos. Viven ofendidos, amargados. Y yo que les observo de lejos, me doy cuenta de que esta clase carece por lo general de verdadero talento para olvidarse de las personas que son, es decir de su máscara. Y la conclusión será que morirán como lo que son…
Leo: “No puede soportar la soledad el mediocre”, Papini
9 de abril (1993), viernes Santo: He pasado toda la Semana Santa dedicado a la corrección del libro “ASI SE JODIO COLOMBIA” y parte de la obra de Loski traducido por Zavrostki. Ayer fui a visitar al profesor Zavrostki y a entregarle la última parte del libro para que lo revise; le dije que estábamos trabajando en ese libro como en el algo que marcará un hito en las publicaciones del Taller de Literatura. El noble anciano sonrió y pude ver en su mirada una satisfacción enorme. Conversamos un rato. Me contó que estando en Japón se encontró un día con un japonés que hablaba a la perfección el ruso; entonces Zavrostki le preguntó dónde había aprendido tan bien su idioma y le contestó que su maestro había sido el escritor Tolstoi. Era este japonés del grupo de personas que visitaban a Tolstoi en Yasnaia Polaina.
En Mérida ha estado haciendo un intenso calor como nunca lo habíamos conocido. Antier vi otra vez grandes incendios cerca de la Estación de bomberos, por allá en la urbanización Humboldt. HIDROANDES suspendió nuevamente el servicio por dos días debido a una fuerte contaminación de gasoil en el Mucujún. Es probable que los bomberos tengan miedo de echarle esta agua a algún incendio. Anoche hubo fuertes vientos y truenos; finalmente cayó una densa y bendita lluvia.
«Hay una cosa más triste que fracasar en los propios ideales: haber tenido éxito». PAVESE.
10 -4 -1993: He ido a visitar al padre Santiago. Lo encontré postrado y arropado; con mucho hipo. Me dijo que desde el 31 de marzo tiene la hematuria que está sufriendo. Hablamos de cosas diversas y quedé en llevarle otra copia del libro de Loski para que le dé una hojeada. Debo reconocer que el padre se animó con mi visita; su hermana Lucrecia estaba contenta con la tarjeta que le entregué, donde se invita a la presentación del libro que tradujo el PPadre y cuyo acto será para el jueves 15 de este mes.
Hoy finalmente estamos terminando de copiar con Pedro Pablo el primer lote de correcciones del libro de Loski. Esto nos ha traído un gran alivio. Zavrostki no podía creer lo que veía. Una traducción suya que tenía sesenta años en un armario, y que hoy se encuentra totalmente digitalizada. A las 10:00 am, cuando fui a buscar la parte final del libro para pasar estas correcciones, al verme me dijo: «-Debo reconocer que usted es puntual».
Estuvimos conversando un rato en la sala y le propuse lo siguiente: «-Profesor, yo quiero que un día nos sentemos, y me cuente algo más sobre el japonés que me mencionó ayer y que aprendió el ruso con León Tolstoi». Don Andrés alzó la mirada y se quedó pensativo, un movimiento nervioso que suele hacer. Yo estaba ansioso por saber qué otras cosas podía decirme sobre ese gran escritor ruso. Pero luego añadió que no recordaba los detalles y pasó a referir la siguiente anécdota: Acababa de llegar a la ciudad de Moscú un individuo con dos pesadas maletas y se había detenido en la vía fatigado, buscando quién pudiera ayudarle, y vio pasar a un tipo vestido como un pordiosero, y lo llamó: «-Hey viejo; ayúdeme a llevar este equipaje». El «viejo» le contestó que como no; se echó al hombro una de las pesadas maletas y salieron los dos atravesando la gran ciudad. Cumplido el servicio y habiendo el viajero entregado alguna propina al «viejo», se le ocurrió preguntarle: «-¿Y usted, cómo se llama?, a lo que el anciano respondió: «–Me llaman Conde León Tolstoi».
Hemos venido a casa a celebrar con Pedro Pablo el hecho de haber terminado la primera prueba de este compromiso con Zavrostki y por haberle proporcionado una gran satisfacción a este sabio tan abandonado y poco reconocido en este país. Hemos tomado unas copas y nos hemos sentido aliviado y felices de haber podido darle una alegría a tan grande hombre.
11 -4 -1993 – Domingo de Pascua. 4:00 -6:00 p.m. He estado en casa del matemático y pintor Francisco Rivero. Francisco Rivero es un hombre excepcional en este país: extraordinario conocedor de la música clásica, y un hombre que ama a los pueblos andinos y a su cultura. yo lo he llamado «el Manuel Cabré de los lares andinos». A veces, sólo hay una manera de conocer ciertos hombres y es a través del arte. Yo había conversado en muchas ocasiones con Francisco Rivero, pues trabajamos en el mismo Departamento de la Facultad de Ciencias y en la misma disciplina. Nos habíamos visto muchas veces, nos saludábamos y hablábamos en los pasillos sobre cosas generales, pero en realidad no nos conocíamos. Él se ha acercado a mí a través de su pintura; comencé a conocerlo por su obra. Pudiera parecer extraño que mirando un paisaje, una catedral, la pintura de unos hombres que bailan durante las ceremonias de los «vasallos de la Candelaria»; unos campesinos que aran la tierra; unas cuestas que se pierden tras el infinito del azul que corona unas montañas, de un hilo de río verde que baja de esas pendientes agretes de los Andes, pueda uno comunicarse tanto con el creador de estos motivos; dice uno: «allí están estás obras para la eternidad» y percibe uno con una transparencia total al artista que les ha dado vida.
No sé por qué, viendo sus cuadros, le dije: «Francisco, te pareces a Manuel Cabré, el pintor de El Ávila». Y yo creo que Francisco es el Cabré de las montañas andinas, de su valles y hondonadas; de sus casas antiguas y abandonadas, y sus cornisas parameras; quien ha venido a estas tierras a compenetrarse con sus gentes, con sus sueños y antepasados; para llevar al lienzo y al papel las sutilezas, la gracia y la esencia de unos paisajes que nos traen nostalgias y melancolía. Y uno respira el aire de los andes en sus colores como extraídos de un sueño. Allí estaba Francisco, ante mí por obra de su trabajo: la serenidad de los campos floridos; trapiches, molinos, tradiciones y escenas bucólicas que respiran serenidad; una vida austera, sencilla, honesta. Salvando para la posteridad los campos de Mérida, Tovar, Bailadores, La Grita, Ejido, antes de que el «progreso» envenene la atmósfera, el paisaje, lo poco que queda de vida auténticamente propia de esta región.
Con la dulzura de sus planos simples y con sus difusos colores, pareciéramos escuchar la poesía del sol palpitando sobre los tejados de nuestras viejas casas de campo; suspiramos con un sentimiento parecido al de la vida que hemos perdido. Nos asomamos hacia el espacio perfumado de las flores y de los animales silenciosos que evocan fantasías de la infancia.
Francisco es artista de corazón y su casa está llena de la fe que siente por la pintura. Donde están sus cuadros está la modestia y la firmeza de su ser. Y uno puede ir por su vida como se camina por los senderos de sus obras: todo en él es trabajo, sencillez y constancia.
11 -4 -1993 – Continúan los días de intenso calor.
Por la noche los truenos hacen palidecer la luz artificial de la ciudad. Torrencial lluvia cae sobre la apacible Mérida.
La santidad de la Madre Teresa de Calcuta es comparable a la de Michael Jackson. Y no estoy blasfemando ni ironizando. Lo advierto.
«Si te ha ido mal con ella, que era todo tu sueño, ¿con quién te podrá ir bien nunca?» PAVESE.
14 – 4 -1993: Aparece el siguiente remitido: UNIVERSIDAD DE LOS ANDES. A LA OPINIÓN PÚBLICA:
En relación a la búsqueda de los restos del Obispo Fray Juan Ramos de Lora, quienes suscribimos, creemos oportuno informar a la opinión pública lo siguiente:
1) La paciente y rigurosa labor de investigación adelantada por el Ingeniero Rosendo Camargo Mora, condujo a la ubicación precisa del área donde donde deberon haber sido inhumado los restos del Obispo Lora.
2) En las excavaciones efectuadas en fecha 6 de marzo de 1993, se hallaron restos -esos que en un primer momento se creyó correspondían a restos humanos, sin embargo, una vez efectuados los análisis y experticias sobre los mismos, se llegó a la conclusión que no son los de Fray Juan Ramos de Lora.
3) Dado que todas las características de la excavación realizada hasta ahora indican que se trata de un sitio de enterramiento, se prosigue la labor ante la posibilidad de encontrar los restos del obispo Lora.
Firman los mismos del Acta del 6 de marzo.
Esto quiere decir que los restos encontrados no son humanos.
Grotesco.
15 – 4 -1993: Hoy ha sido la presentación del libro de Joachim Fernau que tradujo el padre Santiago. El acto estuvo muy sencillo. El propio padre con todo su terrible mal asistió y hasta dijo algunas palabras. Por estas cosas milagrosas, el hipo desapareció desde por la mañana. Incluso hasta hizo reír a la concurrencia al decir que no iba formar parte del Sociedad Venezolana de Elogios Mutuos: SVEM.
Estas fueron las palabras que dije en el acto:
Lo primero que se me ocurre decir de nuestro amigo Santiago, es que es un gran enamorado de la vida. Y junto a ese amor posee un conocimiento sereno de la existencia. A medida que le conozco más, me asombro de la capacidad para mantenerse prudentemente distanciado, acompañado sólo con sus plantas y de su sombra. Podría llenar algunas cuartillas para referirme a los conocimientos y talentos que posee el padre Santiago, pero yo sé que esto a mi amigo no sólo le sería incomodo, sino que hasta se molestaría conmigo. Me lo reclamaría. Pero a la vez es necesario enseñarle al hombre estas cosas, porque estos seres son la sal de la tierra, su fuerza, su estímulo, la razón del vivir. Y hoy más que nunca cuando estamos condicionados únicamente por las «virtudes» del perverso materialismo, es esencial recordarlo.
Cuando nuestro Taller de Literatura se fundó hace casi tres años, el padre Santiago pasó a formar parte de él. Entre otras reuniones, estuvo en la de las sesiones sobre gramática que dictó la doctora Marta Estrada; en la conferencia del doctor Luis Vargas; un 18 de diciembre, día jueves, porque en ocasiones nos reunimos hasta en vacaciones, el padre Santiago vino para estar un rato con nosotros. Cada vez que lo visito, y esto ocurre al menos una vez por semana, me pregunta por las actividades del Taller. Lo hace con cariño, con interés por saber qué estamos haciendo y a la vez con el dolor de no poderse encontrarse con nosotros en las actividades de cada jueves. El formó parte de la selección de trabajos que publicamos con el título de Antología de lo Absurdo y Circundante que salió el año pasado; su libro Apuntes Idiomáticos, fue motivo de discusión en varias de nuestras sesiones y la bondadosa doctora Cecilia Scorza hizo la adquisición de un buen número de ejemplares de este libro al Consejo de Publicaciones, que luego se distribuyó gratuitamente entre los miembros de nuestro Taller.
Nosotros en todos nuestros proyectos editoriales siempre pensamos en nuestro querido padre Santiago. Es el caso de que actualmente tenemos de su pluma un significativo trabajo que quisiéramos que el público lo conociera. Pero es muy arduo editar en este país. Mientras aquí se publican monumentos a la ociosidad, verdaderos bloques de diez kilos que nadie lee, para lograr la publicación de Y ELLOS NO SE AVERGONZABAN, tuvimos que solicitar un préstamo a Fomento de la ULA. Y hoy andamos como buhoneros, vendiendo barato este libro que tradujo el padre para conseguir pagar la inicial.
Hace algún tiempo, un día, mientras conversaba con el padre en su biblioteca, de pronto nos topamos con una carpeta marrón que contenía unos papeles medio amarillos de viejo. El Padre la puso en mis manos y me dijo se trataba de la traducción de un libro que hacía años había hecho. Me pidió que la leyera, Me la llevé a casa. Me fue muy útil su lectura. Este libro me hizo pensar mucho, y tomé como una obsesión el que debía ser publicada. Me dedique a complementar una serie de conocimiento derivados de esta lectura, imbuyéndome en los trabajos de Wilhem Reich, de Alexandrian, Colin Wilson, André Bretón, Foucault… Hasta me acosó la idea de aventurarme con una novela que pudiera dar alguna explicación de los prejuicios sexuales en Latinoamérica. Esta empresa la ha dejado de lado, verdaderamente agobiado por la dificultad, por la dimensión y ambición del tema. Hace dos meses conversamos en la Facultad sobre el tema: 500 años de Cruenta Fornicación, que tuvo una cierta acogida entre estudiantes y profesores, precisamente, como dice Foucalt, estas cosas casi nunca se hablan libremente. La gente se alarma cada vez que se habla de sexo, sin saber, como lo demuestra claramente Joachim Fernau en su libro, que tal cosa no fue siempre así. Y es hermoso saberlo. La gracia, el buen gusto para referirlo, las dotes de escritor y la enorme cultura de este alemán, hacen de este libro una delicia en cada una de sus páginas. El padre Santiago ha hecho una extraordinaria traducción, que tuvimos la suerte de que la señora esposa de Fernau, nos concediera el permiso para editar sólo 500 ejemplares en Venezuela. Cuando apenas comienza el libro, sentimos la prosa fresca, que en castellano, por el conocimiento del idioma que tiene el padre, casi parece un canto, como el Cantar de los Cantares; he aquí un ejemplo: «Muchos podían verla desnuda o descubierta en las fiestas religiosas o en el baño, pero con la mirada no delataba ningún deseo, al igual que los hombres mismos corrían desnudos en el juego de la esgrima o durante el juego del solsticio de verano. Pero en la casa, en las horas nocturnas, en el abrazo, pensaba entonces en lo magnífico, en lo estupefactivo, en lo casi mortal que ella esperaba. Era ella como si recibiera un dios con el que tuviera que luchar».
Dice D. H. Lawrence que nuestra tarea actual es comprender el sexo y que esta comprensión es más importante que el acto mismo. Que quizás algún día la gente se asombrará que una civilización tan dedicada a desarrollar inmensos aparatos de producción y de destrucción haya encontrado tiempo y la infinita paciencia para interrogarse con tanta ansiedad respecto al sexo; que quizás se sonreirá, recordando que esos hombres que nosotros habremos sido creían que en el dominio sexual residía una verdad tan valiosa como la que ya habían pedido a la tierra, a las estrellas y a las formas puras de su pensamiento; … pensemos un poco en todas esas astucias con las cuales, desde hace varios siglos se nos ha hecho amar el sexo, con las cuales se nos tornó deseable conocerlo y saber cuánto de él se dice; con las cuales, también, se nos incitó a desplegar todas nuestras habilidades para sorprenderlo, y se nos impuso el deber de extraer la verdad; con las cuales se nos culpabilizó por haberlo ignorado tanto tiempo. Ellas son las que hoy merecían causar asombro. Y debemos pensar que quizás un día, en otra economía de los cuerpos y los placeres, ya no se comprenderá cómo las astucias de la sexualidad, del poder que sostiene su dispositivo, lograron someternos a esta austera monarquía del sexo, hasta el punto de destinarnos a la tarea indefinida de forzar su secreto y arrancar a su sombra las confesiones más verdaderas.
Ironía del dispositivo: nos hace creer que en ello reside nuestra «liberacion».
Nos complace a todos tener este libro, en un país donde hay tanto miedo de pensar; tanta audacia para la barbarie y la estupidez. Gracias a Dios tenemos entre nosotros al padre Santiago López Palacios, que ha traído de sus estudios en Alemania, no dólares, no carros últimos modelo ni minucias mecánicas de las que ya estamos hartos y como ruegan al Supremo los profesionales de la politiquería nacional: sino creación, dulzura de sentimientos, la alegría del saber y del bien amar.
Cuando pasamos a una sala contigua donde bautizamos el libro me pidió el padre que le sirviera un poco de pepsicola con ron.