(EN LA GRÁFICA VEMOS EN AMENA CONVERSACIÓN AL POETA RAMÓN PALOMARES Y SANT ROZ)
AUTOR Y COMPILADOR: Pedro Pablo Pereira
12 -6 -1986: Sí, Mérida está desierta. Sus académicos están eufóricos, los empleados todos de las ULA viviendo la mejor feria del año: El Mundial de fútbol. A falta de todo tenemos fútbol, menos mal. Es realmente un jocoso conflicto de reivindicaciones el que se vive, la universidad paralizada pero su personal disfrutando en sus casas del mundial del fútbol; un supuesto dolor porque no hay plata para la universidad venezolana, pero están desiertas las aulas, desierta la ciudad, porque todo el mundo está gozando del fútbol. La radio, la prensa toda envuelta en el marco miserable del escándalo futbolístico con gritos de ¡España!, ¡Brasil, ¡Holanda!… Cruenta felicidad porque se está realmente jodido.
Para descargarme un poco mi propia pesadez me voy al mercado de Ejido, para ver a como venden la papa y el ajo. Estoy investigando el problema de la economía nacional, pero lo que encuentro por doquier es caos, indolencia, resignación ante todos nuestros males. ¡Suciedad!
Bendito desorden.
Retraso o incumplimiento en todo.
Cuando no, improvisación.
En cuanto acabe el Mundial de futbol la gente resucitará y quizá se dé cuenta de que es otro. Y hace poco hubo una marcha contra las injusticias y no sé qué otras perennes taras reivindicativas y llevaron carteles y se plantaron frente a la Plaza Bolívar, rodeados de monigotes. A veces en la misma eterna somnolencia con que se planta ante el televisor para ver lo del futbol. Hay escasez de productos de toda clase; en el Mercado Soto Rosas ni pollos, ni huevos, ni leche, ni azúcar, ni aceite, ni sal… El presidente Lusinchi, no deja de discursear diciendo que hemos logrado un milagro en el tema de la agricultura. Se han suspendido también las clases en primaria y secundaria, para redondear mejor la perdición nacional.
14 -10 -1986: Podría decirse que es una estupidez pensar enviarle una carta a un personaje como el rector Pedro Rincón Gutiérrez. Pero cómo hacemos. Vivimos en este país y tenemos que luchar con la gente de este país. No puede ser que lleguemos al extremo de no poder creer ya en nadie. Así que me siento a meditar una carta al doctor Pedro Rincón Gutiérrez, en la que entre otras cosas le digo lo que he venido planteando a un grupo de colegas, la necesidad de que la universidad le pare el trote al desquiciado modo como viene entregando títulos como si fuese agua de azúcar. «Nos preocupa -le digo- el hondo descrédito en que se encuentra nuestras universidades, convirtiendo a profesores en verdugos de la juventud venezolana, por nuestra debilidad, por nuestra miopía moral, al permitir que persista un sistema que no enseña, que no forma hombres sino buitres, locos y homicidas, y que manipulan sus títulos como esgrimir puñales y ametralladoras. Las páginas rojas de los diarios viven abultadas de delitos que se cometen en muchas clínicas y hospitales; desfalcos orquestados por funcionarios que han pasado por nuestras aulas; arquitectos e ingenieros demoliendo el país con sus locuras: puentes, carreteras, embadurnando de cemento hermosos espacios naturales…, casi todos hecho por recientes promociones; no se diga la plaga de los abogados que viven mondando las carnes del pobre en los tribunales…».
Le invito a que nos hagamos valientemente una autocrítica, y que de una vez procedamos a implementar un plan para evitar la hemorragia de profesionales sin alma y sin espíritu alguno de servicio para la sociedad; con estas universidades sin alma que tenemos «¿por qué todo el mundo debe hacerse doctor?», le pregunto. Esto es una aberración. «Seguiremos haciendo profesionales sin ética, sin sentido de patria, a sabiendas de los males inmensos que estamos ocasionando al país, al saber y la moral, alimentando esta máquina de locos, con esos espantosos trajes que irónicamente parecieran la forma de algún rito macabro, con toga y birrete, repartiendo títulos y diplomas, otorgando armas para que se mate en los quirófanos, saciando la sed de los bufetes que protegerán corruptos y criminales; robusteciendo las injusticias, las trácalas, el horrible adefesio de nuestras ciudades, plagas de puentes sobre ríos asesinados, sobre bosques extinguidos, incinerados o enfermos. Haga algo señor rector, que la poca gente sana que trabaja en la universidadesté consciente de este terrible drama y se vuelque hacia las escuelas, hacia los niños que aún no entienden del tráfico inmoral que se practica en los centros superiores de estudio y le invitemos a no seguir el mal ejemplo que nosotros hemos impuesto con nuestra conducta y con nuestros desquicios.”