17 -3 -1995: Ha salido mi libro Sandemonio, un estudio sobre la extraña y cobarde personalidad de Francisco de Paula Santander (idéntica a toda esa ristra de miserables presidentes que esa nación neogranadina ha tenido en 180 años). Este es uno de los personajes más funestos de América Latina, que dejó plantado en Colombia las prácticas criminales de las masacres, de los sicariatos y monstruosos asesinatos, torturas, de los cuales este país se lleva el campeonato mundial todos los años. Colombia está maldita hasta los términos de la predicción tal como lo sentenció Simón Bolívar.
17 -3 -1995: Una mataperrera descomunal se ha desatado en los Institutos y Colegios Universitarios privados, que son en gran medida un verdadero antro de vagos y mediocres profesionales. Mi colega Ernesto Pérez Baptista se ha metido en el infierno de los sindicatos; anoto aquí una información que recoge la periodista Yelitza Linares en su Agenda Educativa: «Las evaluaciones de los Institutos y Colegios Universitarios oficiales del país que viene haciendo la Dirección de Educación Superior del M. E. ya arrojan los primeros resultados: burocracia improductiva, exceso de personal (no hay pertinencia entre el crecimiento burocrático y las necesidades reales), falta de arraigo, carencia de evaluación, ausencia de planes de desarrollo y mantenimiento, bienes no declarados en inventario institucional, y gastos de publicidad innecesarios, entre otros.
«Estas conclusiones han enfrentado a dicha dirección, presidida por el profesor Ernesto Pérez Baptista, con la Federación de Asociaciones de Profesores de institutos y Colegios Universitarios de Venezuela (FAPICUP). Un bando ordena auditorías en las instituciones y el otro responde con grandes remitidos pidiendo la cabeza del funcionario…»
Escribo lo siguiente:
PROGRAMA DE TRABAJO PARA UNA ESTRATEGIA ELECTORAL EN LA CONTIENDA DE APULA: se desata la campaña el miércoles y deben aparecer al amanecer todas las Facultades cubiertas de mensajes por parte de nuestra fórmula.
Martes: Colocación del tríptico en
Ciencias y Economía: Arístides Arellán y José Rodríguez quedan encargados de estas facultades.
FARMACIA y ARQUITECTURA: Migdalia y Fco. Rivero quedan encargados de estas facultades.
HUMANIDADES, ODONTOLOGIA Y CIENCIAS JURIDICAS: Edgar Alfonzo, Montilla y Martha Estrada, quedan encargados de estas facultades.
INGENIERIA Y MEDICINA: La Cruz, Ríos Añez e Ignacio Ocho, quedan encargados de estas facultades.
Para el Núcleo de San Cristóbal 22 y 23: F. Rivero, A. Arellán y J. Rodríguez.
Los restantes que se queden aquí, visitarán Fc. por Fc., entregando el tríptico y presentándoselo a cada profesor; Facultades que luego deberán ser visitadas por los que vayan a San. Cristóbal
Monto de lo recaudado: 47.000 Bs.
Gastos: 18.500 en traslados. 2.000 levantamientos de textos. 500 fotocopias.
RESTAN 25.000.
Por pagar: 32.000.
Faltan: 7.000
17 -3 -1995: He seguido entregado totalmente a promocionar la candidatura de Edgar A. A. El miércoles, 15, a las 2:00 p.m. me llevé en mi carro a Arístides a registrar la fórmula ante la Comisión Electoral, en la sede de APULA. En la sala de la asociación se encontraban Edgar, Migdalia y Francisco. Edgar repartía los listados según los candidatos, sobre una pequeña mesita de centro. Se le notaba preocupado, y a la vez aparentando seguridad en lo que estaba haciendo. A las 2:20 pm, dijo Edgar que había que darle un jalón de oreja a Montilla porque se estaba tardando demasiado. Apareció Martha, y a los cinco minutos Montilla, con su inseparable amigo, un individuo de la Juventud copeyana, bastante conversador. Por cierto, que ya Edgar sabe que he escrito un fuerte artículo contra Carabot, y me ha dicho que eso lo está preocupando, porque en su opinión trabajamos en grupo y que las cosas deben discutirse entre todos antes de publicarlas. He comenzado a observar que Edgar siente debilidad por Carabot, cuando yo veo y siento que Carabot es mil veces peor que Fermín.
Por la sala vi pasar a un tal Corderillo, candidato a la Secretaria de Cultura por el grupo de Fermín, un acuoso y repugnante mequetrefe que pertenece a todas las cofradías adecos-copeyanas existentes y por formarse en el mundillo cultural: un insectillo de tortuosa especie (el tal Corderillo) mascotica de los apersogados equipos rectorales de la ULA.
Algunos empleados miraban a «nuestra fórmula» con ese pánico que inspira la posibilidad de que se dé un verdadero vuelco en la Universidad. Lo que más temo que comience alguien de nuestro grupo a rajarse. Todos esos personajes que desde hacía mucho tiempo no veía, comenzaron a desfilar por la Comisión Electoral, en la sede de APULA; esa casa de la APULA, es un recinto secuestrado por un grupete de profesores. Cualquiera que no se muestre adicto y sumiso a la férula del caudillo en ejercicio de ese recinto es un perfecto advenedizo en ella.
Una profesora de la Facultad de Arquitectura, cuya nombre vaya que recuerde (rara y prematuramente envejecida y que al parecer toda la vida ha desempeñado algún cargo en esta fulana Asociación), de la Comisión Electoral, nos repartió un formulario que debíamos llenar, y luego se excusó porque iba a almorzar; almorzaría en la tasca. No dejo de preguntarme para qué me meto en este asco de competición electoral, en esta vaina de APULA, tan distante de mis ocupaciones y de mi manera de ser. Todo el tiempo que estuve allí me sentí mal, fuera de lugar.
Vi bajar a Fermín con unos papeles en la mano, pero sintiendo que ya sus terribles adversarios estaban en la sala, pasó en volandas hacía los salones de la parte trasera, que yo nunca he sabido que contiene ni para qué sirven. Todo allí para mí es un misterio y un adefesio… Seguía llegando gente que siempre se la pasa allí y cuyos nombres no conozco y prefiero no conocer jamás. Pasamos finalmente a la sala donde se encontraba la Comisión Electoral y Edgar se puso a hacer una serie de objeciones un tanto exigente, que acabaron por molestar a Arístides, quien se salió de la reunión.
A los tres minutos también yo me salí de la sala, pero por otros motivos distintos a los de Arístides. Fue cuando me topé de frente con Fermín, quien evitó mirarme a los ojos. Notaba que “Edgar perdía el ascendiente que debe tener un presidente de fórmula, para mantener la cohesión y la confianza de sus seguidores”, me dijo un colega que me invitó a tomar un café. Debo confesar que me sentía incómodo al lado de Edgar, e incluso apoyando su candidatura. Nada es más detestable que la debilidad y que la falta de dirección y de carácter en aquel que pretende encabezar un movimiento político. Me propusieron para que yo formara parte por nuestra fórmula, junto con Ignacio Ochoa, en la comisión electoral. A eso de las 3:15 escuché vagamente que Edgar decía que nos fuéramos a tomar una cerveza o un café, después de concluida una jornada tan dura como la recolección de firma, pero casi nadie le escuchó o no se le quiso escuchar, y rápidamente nos dispersamos. Francisco, Arístides y yo salimos para la Facultad de Ciencias. Yo me metí en mi cubículo a revisar un trabajo sobre José Martí y Bolívar. Arístides se fue a terminar un trabajo de matemáticas en el Laboratorio de Computación. A las 4:25 llegó Edgar. Venía solitario con dispersas ideas también en la mente y de inmediato tomó el programa que íbamos a repartir y comenzó a hacerle objeciones al currículo suyo, donde según él se le había puesto peor que los demás candidatos; trató de reclamarme en un tono suave ese resumen curricular, pero yo le respondí que no me encargaba de ese asunto, que Arístides estaba diseñando y diagramando ese trabajo; de modo que estaba harto de las veces que se había retocado el susodicho currículo de Edgar, y le pedí a José Rivas que buscara a Arístides para que se entendiera con el candidato. Y se desató una larga polémica: Edgar reclamaba por qué habían quitado de su currículo que él había sido candidato a decano, y Arístides le decía que en la Facultad de Ciencias cualquier loquito era candidato a decano. «-¡Pero en Humanidades no!», exclamó Edgar; y se explayaba en larguísimas explicaciones… Después decía que por qué no le habían tomado los créditos sobre estudios de doctorado, y Arístides le contestó que si no había terminado esos estudios, más bien resultaba una raya ponerlo sólo intentándolo. » -Es que yo los concluí», refutaba el otro»; » -Entonces coloquemos que eres doctor». » -No, doctor no soy»… y encontraba otro defecto: «-Y miren, por qué no colocamos mi foto aquí en el centro y un poco más grande». Entonces Arístides le reclamó: «-Por qué si nuestra fórmula está reclamando igualdad en todos los aspectos quieres colocarte tan alto sin tener tú, además un verdadero contenido académico…».
A la final Edgar aceptó las objeciones para la elaboración del tríptico. Así andaba, se molestaba ardorosamente buscando un reconocimiento que lograba y eso lo ponía muy mal, y nos ponía a nosotros en una situación bien lamentable.
Edgar tiene una manera de enfrascarse en discusiones que no tienen ninguna importancia, siempre diciendo que él conoce muy bien a la universidad.
Edgar le dijo a Arístides, pensando en mi artículo contra el decano de Farmacia, que dejáramos tranquilo a ese pobre profesor; que a Carabot no valía la pena atacarlo…
El viernes Arístides me dijo que habría una reunión a las 7 p.m., y yo me excusé, pues iba a atender un pleito de linderos en el edificio donde vivo. A las 8:30 me llamó Edgar desesperado, que nadie había ido a la reunión; que la gente no le hacía caso; que en varias ocasiones había quedado en verse con Francisco y éste no acudía a las citas… Yo pensaba en el embarque que nos había echado el día de la presentación de la fórmula, donde Francisco fue el primero en llegar a la APULA, mientras él, Edgar, se quedaba en una tasca divagando.
18 -3 -1994: Hoy sale por Frontera, mi artículo La palabra de «honor» del prof. Alfredo Carabot.
Edgar debe estar arrecho. Salió el artículo estropeado, plagado de errores colocados intencionalmente y con comas por todas partes, pero en fin, entendiéndose lo que se quería expresar. Se le revuelve a uno el estómago cuando lee algo que uno ha escrito pero vuelto un estercolero adrede por los correctores del diario Frontera.
Me voy a caminar por el Centro. Entro a la Librería Universitaria, y veo allí a los Szinetar (uno de ellos siempre me saluda amablemente) y al esperpéntico Corderillo quien vocifera, diciendo que Martha Estrada en su Facultad no obtendrá más de diez votos. Este vulgar imbécil no sabe sino vociferar y reírse como una puta.
Los Szinetar fueron comunistas en los años sesenta, pero como eran intelectuales, se hicieron muy finos y muy rebeldes probando pasapalos, campaneado whiskys 18 años, trinchando quesos finos y degustando costosos vinos franceses y europeos. Surcaron todas las tascas, bares y restaurantes con la elite más rapacera: perfectos bucaneros (de las letras). Un día se dieron cuenta de que habían estado pelando bolas, discurriendo del lado equivocado, que lo de ellos es el mundo de la papayita, la del burdo gritico, la jodienda, el negocio capitalista y el ñemeo; lo de andar jurungando viáticos, bonos, carguitos y culitos rocheleros. De burdel en burdel…, en fin, de la putibúndica y exquisita cohorte de los grandes habladores de paja. Y siguieron siendo rebeldes firmando remitidos de prensa, eso sí, cada vez más exquisitamente.
Esta Librería Universitaria se ha hecho famosa por el número de veces que ha quebrado, como todas las empresas de la ULA, y en ella con frecuencia he visto al Corderillo y a los Szinetar, ayudándola a consumirse por desaguaderos secretos. El librero Eduardo Castro (quien tuvo a su cargo esta Librería Universitaria) me contó que fue uno de los Szinetar quien más la ayudó a morirse dulcemente, de consunción…
Por la tarde me reúno con Edgar y Arístides. Edgar no había leído el artículo sobre Carabot y lo hace en mi presencia. Se desgarra en críticas y dice que no podrá nunca decir nada delante de mí porque voy a salir a publicarlo. Que hay cosas que son verdad pero que no deben decirse. Que ese artículo lo publicaron para permitir destrozar la fórmula. Exclama: » -Lucas Rojas nos tiene apabullado». Me despido. La tarde es fresca y hermosa y viendo los elegantes bucares florecidos con sus flores rojísimas me detengo a tomar un café en la panadería Mamayeya. Y me puse a pensar, que tal vez Carabot llamará en la mañana a Edgar y le dirá, que mi artículo es una coñomadrada y Edgar le contestará: » -No te preocupes, tú sabes cómo es ese tipo que se la pasa insultando a todo el mundo…».
Lo peor que puede suceder es aliarse con gente de partidos, pues esta gente prostituye todo pensamiento y toda idea honesta y franca, pues el fin de esta gente es el puto y maloliente poder para negociar posiciones. Un poder para tenerlo exclusivo para ellos y su grupo, para jurungarlo y manosearlo hasta la depravación, y por supuesto ver qué se puede sacar de allí en provecho de fines particulares, jamás en beneficio del país o de la universidad. El error más grave que he podido cometer es liarme con una persona como Edgar, que piensa y vive políticamente en función del modelo partidista, de los acuerdos, de los pactos y reparticiones de cargos, que indefectiblemente conducen a las manipulaciones, a las trampas, a las dobleces, al maldito y degradante cálculo para los cuadres y para la satisfacción de grupúsculos…
Edgar escribe una carta a la presidenta de la Comisión Electoral y me previene que debe ser leída entre el grupo de las personas que conforman la fórmula, advirtiéndome mientras la leía que era algo que yo no sabía hacer: trabajar en grupo.
A las 5:00 de la tarde voy al apartamento de Edgar donde habíamos acordado una reunión: no asiste nadie. Yo no me atrevo a reclamarle a alguien su inasistencia desde que Edgar cometió la falta de no asistir al encuentro de APULA el día 10 de marzo. Le muestro a Edgar mi libro Sandemonio, y lo coloca en un sofá; está tenso, lo mira una y otra vez de reojo, pero hay una incomodidad que no le permite concentrarse en nada. Al final dice: » -Coño, qué calor tan arrecho está haciendo».
20 -3 -1995: El día ha transcurrido como entre un mundo de fantasmas: dándome cuenta de la distancia inmensa que suele haber entre lo que uno piensa y la realidad de los hechos.
Me encuentro con Carlos Álvarez, a quien he atacado en un artículo de prensa. Me habla de tantas cosas incoherentes, que no tengo nada que responderle. Me dice que está metido en una campaña por arborizar la Facultad, pero no quiere que digan que él la lideriza.
Asisto al Colegio de Médicos a una reunión de la fórmula. A las 6:45 p.m. se desata una tormenta con rayos que enceguecen, la primera lluvia del invierno que se avecina. Pienso en que la ciudad se limpiará de las miasmas de la política y de las bombas lacrimógenas que se han lanzado hoy en el Centro. La gente que se me acerca comenta el artículo sobre Carabot. Corre una briza helada y la lluvia se mete hasta la sala donde estamos sentados, dialogando sobre la carta que he escrito a la presidenta de la Comisión Electoral, que he terminado escribiendo yo. Han faltado a la cita Martha, Ríos Añez y Francisco, y los presentes lo hacen notar: » -que así no se puede llegar a ninguna parte»; yo vuelvo a pensar en la falta de Edgar a la cita del día 10, a las 4 p.m., y me siento imposibilitado para opinar. Salgo a la noche despejada, todavía hay una llovizna muy tenue…
20 -3 -1995: El día ha transcurrido como entre un mundo de fantasmas y me viene a la mente ese pensamiento de Schonpenhauer: “Las cabezas de la gente son un escenario demasiado miserable como para que la verdadera felicidad pudiera tener allí su sitio”.
Me encuentro con el prospecto de decano de la Facultad de Ciencias Carlos Álvarez, me repite una sarta de cosas incoherentes. Le aconsejo que mientras se mantenga más incógnito, mucho mejor para él.
21 -3 -1995: El día amanece nublado. El gran cerro que está detrás de la Facultad de Ciencias, totalmente quemado, mostrando un deprimente aspecto fúnebre, envuelto entre nubes blancas: produce un extraño y tenebroso efecto. Las lluvias parecen entrar con todas sus fuerzas, y aún se escucha el sabroso bullicio de los pájaros. Los bucares florecen resplandecientes y esplendorosos; yo mismo me he sentido algo alegre, pese a tantos fracasos, desengaños y contratiempos. Mi oficina se ha convertido, no hay que negarlo en un grandísimo centro de ebullición mental, donde se produce cuanto provoca la fórmula que hemos armado con Edgar A. -A.; es muy pequeña pero vive atestada de profesores y estudiantes que dicen que hay que revolcarlo todo en la ULA. Nunca antes se ha conocido un cuarto donde se trabaje con tanta intensidad, fervor y amor. Hay también quienes la vigilan y tratan de escuchar cuanto hacemos para regar calumnias y amenazas contra nosotros. Ayer Edgar se pasó toda la tarde encerrado en mi cubículo, y tuvimos un fuerte encontronazo, delante de Migdalia y Martha; él otra vez criticó la forma como había salido el tríptico que vamos a repartir por las facultades, y yo le contesté que debía alguna vez agradecer cuanto hacen los otros por el bien de la fórmula. Que no espere nada perfecto… Que no se tiene idea del inmenso sacrificio que significa producir algo en medio de tantas calamidades administrativas. Dos mil trípticos hechos de contribuciones particulares y con ideas que valen la pena, ha sido algo bastante positivo.
Por cierto, que cuando pagaba el costo de este trabajo (25.600 Bs.), me encontré con el decano Spyridom, quien me dijo que un autobús que estoy solicitando para ir a San Cristóbal, no será autorizado porque lo estaríamos utilizando para hacer campaña electoral. Que le han llegado las quejas de muchas partes. Le contesto que en dicho autobús irán cuatro profesores que estarán presentes en la inauguración de un postgrado y en la presentación de dos libros míos. » -¿No es acaso honorable para la universidad, esta actividad?» Spyridom, me responde que sí, pero que sólo trata de alertarme sobre lo que le están reclamando. Le entregué una lista donde estaban las doce personas que van a San Cristóbal, y se retira calmado.
Es indudable que quienes tienen menos chance de ganar somos nosotros, ¿por qué tanto temor?
Cuando regreso a la oficina encuentro a Edgar trabajando unos detalles del próximo afiche. Está de buen humor, bromeando, alegre, haciendo comentarios sobre un artículo de Humberto Alí Pernía. Edgar no es rencoroso; pero Edgar no cae simpático: parece distante y poco afectivo. Yo tampoco soy simpático y carezco en absoluto de capacidad para los menesteres de la “sociabilidad”. Pero esto parece una aventura, y como hemos creado una inmensa polémica en la universidad, los poderosos, los que están en los elevados cargos del rectorado, siente alguna preocupación: a ellos siempre les convienen los pactos, los negocios, la oscuridad y la perpetuación del robo, el clientelismo y la falacia.
Arístides es inteligente, agudo en sus observaciones, fiel hasta ahora, y con deseos enormes de emular los proyectos que adelanto; pero hay que reconocer que es inconstante. Francisco por su lado es sereno, equilibrado y profundamente honesto. En una revolución estaría perfecto como ministro de Hacienda o Jefe del Tesoro Público. Migdalia es frágil, inteligente y atrevida. Martha es dispersa, habla sin parar, aturde y pareciera que no escucha; pero es inmensamente trabajadora, honrada y perseverante en cuanto hace. Quizás a todos no hace falta el don de mando, la gracia, la melosa simpatía que sí tienen los malos, los inescrupulosos y los bandidos. Resulta que ahora, colegas que han proclamado que votarán por nosotros, como el «gordo» Toby Valderrama, no aparecen en el listado de APULA.
A las 3 p.m. Francisco dictó una conferencia sobre las etnias indígenas venezolanas. Asistimos sólo unas siete personas. Por allí andaban merodeando dos personajes de la fórmula de Fermín (Leo Contreras y Melvin Castillo); cuando salimos a recoger unos trípticos los encontramos deambulando por los pasillos y dándoles la mano algo cohibidos a la gente. Luego se asomaron al salón donde hablaría Francisco creyendo que teníamos una asamblea o algo parecido, porque esta gente no piensa sino en vainas de partidos y confrontaciones de grupos. Andaban con la mosca en la oreja, y les dije: “-Piensen qué pasaría aquí si tomamos el poder en esta universidad, y se acaban esos rectores hijos de puta negociantes de partido. Piénsenlo.”
Llueve. Se oscurece prematuramente la tarde. Ya los preparativos para el viaje de mañana están listos. Costó un esfuerzo tremendo conseguir el autobús de la Facultad, pues hubo que encontrarle transporte a dos profesores que ya lo tenían reservado y que iban a hacer trabajo de campo, uno en el Páramo y otro en Lagunillas. Cecilia Scorza se ha portado solícita con nuestro Taller, hay que reconocerlo, aunque me hirió mucho que se negara a presentar nuestra fórmula. Nos pide por el amor de Dios que no nos peleemos, porque entonces a ella le tocaría el amargo papel de hacer de réferi. Esto lo digo por un encontronazo que tuve con una secretaria estúpida, que me hizo enardecer la sangre, porque insultó al joven José Rivas. Arístides me dice que probablemente la intromisión de la secretaria en este asunto tenga algo que ver con la campaña electoral. Un gran número de secretarias hacen y disponen cuanto les viene en gana, y lo peor es que los llamados «jefes» se encuentran envilecidos, maleados y torcidos por el poco respeto que esta gente les tiene. En muchas instituciones de este país, quienes mandan son los vigilantes, los poteros y las secretarias. Mandar a la mierda a una secretaria irresponsable e intrigante, que se cree imprescindible además, y es una verdadera prenda para las trácalas institucionales, resulta un atrevimiento y un desafío peor que atacar al más vergatario grupo terrorista del planeta. Así están y van las cosas… y yo mandé a la mierda a esa secretaria…
22 -3 -1995: Pasa toda la noche lloviznando. Amanece nublado y llovizna todavía. Me preparo para el viaje a San Cristóbal. Me llegan comentarios de que seré acusado en el Consejo de Facultad por maltratar a una mujer, y contesto que no me importa un carajo lo que se me haga. Que yo soy el único que no anda con una máscara en la Facultad. Que hay que volcarlo todo, que hay que crear un nuevo orden. Les digo que hay pocos hombres que amen tanto a las mujeres como yo, pero que hay mujeres que han dejado de serlo para meterse a brujas y a otras cosas. Que cada cual asuma su responsabilidad, y que la señora proceda en mi contra.
Partimos a las 8:35 de la mañana. El joven Lenin va al volante del pequeño bus. Compramos el diario Frontera y leemos allí un artículo indescifrable de Edgar durante sus andanzas en Madrid y otro de Francisco Rivero. Nos sentimos alegres, y en total vamos diez camaradas: Francisco, Pedro Pablo Pereira, Arístides, el profesor Jorge Vielma y cinco estudiantes de los cursos básicos de matemática. La niebla cubre la montaña y corre un frío agradable. Encontramos en el camino enormes peñas, productos de derrumbes, atravesadas en la vía que conduce a Lagunillas. El profesor Jorge Vielma dictar{a una conferencia de matemáticas.
Llevo conmigo Fuente Ovejuna y “El Pez en el agua” de Vargas Llosas. Trato de leer, pero con frecuencia se me mete por los ojos y por las narices el paisaje. ¡Oh, Señor!, los amigos que van bromeando. Estamos en primavera y los campos comienzan a reverdecer. Cierro el libro que llevo en las manos, y converso con los profesores Francisco y Vielma asuntos del postgrado en el Núcleo de San Cristóbal.
Llegamos al Núcleo a las 4:00. Fuimos atendidos por el jefe del Departamento de Matemáticas, Sayago, y el Coordinador del postgrado, Chacón. Por los pasillos del Núcleo vimos al Vicerrector Académico, Leonel Vivas.
Luego de recorrer algunos pasillos preguntando por Carlos Sosa, junto con Pedro Pablo hacemos una visita a nuestro amigo Luis Vargas, quien asqueado de la UNET ha decidido renunciar. Luis Vargas aspiraba que al entregar su renuncia, el decano tuviera al menos la delicadeza de despedirlo con amabilidad; pero éste al recibir el documento, le preguntó de manera seca e indiferente: » -¿Cuándo vas a devolver la oficina?»
Luis está muy enfermo, tiene una severa bronquitis que le ha afectado la visión; lo encuentro muy pálido, y sale descalzo y con la camisa abierta a abrirnos la puerta de su apartamento. Tiene una tos seca y habla con mucha debilidad. Luis se dedicará a la agricultura y no piensa volver jamás a la universidad. De modo que él, quien iba a presentar Sandemonio, no puede salir de casa.
Nos dirigimos a esa costosa y estrecha pocilga llamada Hotel Los pirineos. Allí me alojo en una habitación que comparto con José Rivas y el chofer Lenin. No hay aire acondicionado y las cucarachas pasean con sus trajes pirenaicos por el baño. La poceta huele a cañería y además, me dice Lenin, que se encuentra atascada. Me quejo, pues cobran a precio de hospedaje de alta calidad y aquella vaina no sirve. Llega el botones con un chupón, y comienza el mete y jala; me salgo a caminar un poco. El hotel tiene poca luz y no se puede leer en la sala.
A las 7:15 salimos para el acto del Núcleo. Allí nos encontramos con el precandidato a rector Felipe Pachano y con Carlos Álvarez que no olvida lo que le dije en un artículo. Lo veo en sus ojos. ¿Qué hace por aquí Pachano?, pues en campaña. Además, claro, de hacer campaña a favor de la candidatura de su compañero Lucas Rojas lanzado a la presidencia de APULA. La sala, donde hablaremos exclusivamente de nuestro trabajo docente, está atestada de personas que desean mejorar sus conocimientos mediante el postgrado que se ofrece en Matemáticas. Felipe Pachano se sienta a mi lado y me pregunta por mi hermano Argenis, hablamos sobre el Taller de Literatura y la reciente edición de mi libro Sandemonio. A las 8:15, comenzó el acto y Pachano fue llamado a ocupar un puesto de honor en el presidio. Fueron luego presentados dos libros: uno de Algebra de Francisco Rivero y otro mío, de Combinatoria. Luego Ramón Mirabal dictó la charla inaugural.
Concluido el acto, hubo extraños cuchicheos, pues, la gente de Pachano había organizado un sarao al cual era impropio que asistiéramos los de la «delegación de Ciencias». Carlos, confuso y vacilante y creyendo que por error se nos había invitado, nos sondeó: «¿Entonces nos vemos allá?»,… y desapareció.
Nos dejaron «solos», es decir, en buena compañía. Salimos para nuestro hotel cuando eran las 12:30…
23 -3 -1995: Madrugo. Salgo a caminar por la desolada avenida en la cual se encuentra el hotel y recorro unos tres kilómetros a la redonda; no hay un lugar donde tomar café. A las 6:10, veo a Francisco en el restaurante, donde nos ponemos a hojear el diario La Nación.
A las 7:30 de la mañana vemos un enjambre de profesores conocidos de vista, que nos dan la mano. Son de la Facultad de Humanidades, en total unos quince. Encuentro al decano Aníbal León, a Dugarte, a Zuleta, Camacho, Pedro Rosales… Es que hay un encuentro sobre Educación, y ha llegado gente de Trujillo y Mérida… El Vicerrectorado Académico pone plata en movimiento pues se avecina otro torneo electoral. Inundan las mesas con piscos, perico, arepas, queso, café con leche, jugos naturales… Me retiro junto con mis amigos a nuestros deberes; casi todos los servicios de desayuno que habían puesto para nosotros, se quedaron fríos; únicamente comió Jorge Vielma.
Vamos de nuevo al Núcleo de la ULA. Por allá vemos al Secretario Enrique Corao, quien me extiende su mano amigablemente.
Con José Rivas y Arístides colocamos propaganda en los tres edificios del Núcleo. A las 9:00 a.m. asistí a una reunión en el departamento de Matemáticas y luego me entrevisté con los profesores Samuel López y el joven Carlos Calderón quienes me invitaron a una conversación con un grupo de jóvenes, sobre el origen de los partidos políticos en Venezuela y Colombia. Luego de la conversación se me acercó un joven, quien con mucho afecto me saludó: se trata del hijo del general Visconti.
Ya queda poco por hacer. Son las 12:00, recogemos nuestros enceres y partimos.
“El hombre escribe porque se sabe mortal”: Harold Bloom.
24 -3 -1995: Hay elecciones para el Consejo de Facultad en Ciencias. Francisco Rivero, nuestro candidato en la fórmula obtiene pocos votos en relación con los otros candidatos. Los profesores universitarios suelen ser horriblemente pequeño burgueses, y le tienen pánico a ese “cóctel molotov electoral que ha preparado Sant Roz”. Muchos nos decían que nos darían el voto pero por educación.
Los resultados confirman el triunfo de los mismos politiqueros de siempre; la maquinaria, el cogollo, la prebenda, el manoseo y el chanchulleo… disputándose los principales puestos para consejeros. Es el estilo de democracia que se nos impuso desde afuera, el real problema, donde quien manda es Don Dinero. Tal como se encuentra estructurada la actual vida política de la universidad y de la nación toda, la disputa por los cargos está profundamente envilecida por el dinero, por la compra de almas muertas.
Todo esto de la confrontación electoral en Venezuela es algo asqueroso. Cuando estaba en San Cristóbal, saludé al profesor Useche, quien siempre me ha mostrado el mayor afecto por mis trabajos intelectuales. Le hablé de la fórmula de Edgar y de inmediato me contestó que estaba comprometido con Lucas Rojas y que su posición era invariable: » -Ya comprometí mi voto, lo siento», me dijo.
Observo algo muy raro y es que tanto Arístides, Francisco y yo hemos perdido todo contacto con Edgar y el resto de los amigos de la fórmula. Cuando llega una derrota, también llega la estampida. Los derrotados suelen enconcharse, deprimirse y tirar la toalla. Ya escucho que toda la culpa de la derrota fue mía: yo insulté a los adecos y a los copeyanos, yo vivía mandando a la mierda a decanos y rectores; que yo me atraje la animadversión de los colegas, de los tibios, de los ni-ni, de los que no huelen ni hieden.
25 -3 -1995: Día de lluvia. La serenidad y la compresión me acompañan. Me preparo para un viaje a Trujillo donde presentaré mis dos últimos trabajos, como pretexto también para hacer campaña por los amigos de «nuestra fórmula» que van a dar la pelea por conquistar APULA. Estos gastos corren por cuenta de nuestros bolsillos. Iremos y regresaremos el mismo día lunes, 27, pues el 28 será la Asamblea de Facultad (que con tanto ahínco he estado reclamando, y a la cual no puedo faltar).
Sigo llamando a Edgar durante el día, porque Arístides ha concertado por su cuenta una reunión para esta noche a las 8 p.m., y no hay modo de saber dónde se encuentra Edgar. Migdalia ha dicho que su teléfono no sirve. Al fin decido dejarle un mensaje a Edgar donde le digo que debemos asistir a una reunión para esta noche a las 8 p.m. y que por favor me responda.
Roger Vilaín me dice que me hará una visita y le digo que se venga temprano porque tengo un compromiso con Edgar a las 8 p.m.
Roger y su novia Ana llegan a las 6 p.m. A las 7:30 llamó a Edgar y sigo sin obtener respuesta. Llueve a cantaros. Preparo mi sombrilla.
A las 9:15. Me llama Arístides, para decirme que están reunidos donde Edgar, que porque no voy y le cuento que Edgar no ha respondido mis llamadas. Que estas divagaciones le parecen muy raras.
Roger y Ana se quedan hasta 10:30. Los llevo en mi carro a su casa.
26 -3 -1995: Noticia fatal: hoy a las 2:20 p.m. acaba de morir de un infarto el padre de Roger Vilaín, en Upata, y soy el encargado de trasmitir tan dura noticia a mi amigo. María se encarga de atenderlo a él y a su novia quienes se encuentran destrozados.
Voy a la Facultad y me encuentro con otra noticia también fatal: Martha ha publicado un artículo horrible en mi contra y en desagravio al que hice contra Carabot, todo porque Edgar la convenció de que lo hiciera. Aparece también una carta en Frontera, donde Edgar no avala mi artículo sobre Carabot.
Todo esto se gestó poco después de las 6 p.m. del día martes, luego de despedirme de ellos con abrazos cordiales, y antes de partir a San Cristóbal, donde junto con Arístides y Francisco Rivero, iba yo a repartir propaganda por la fórmula. Tuve el periódico algunos minutos en mis manos, sin saber por qué se había producido toda aquella sarta de miserias en mi contra. Cunden las visiones traicioneras en tiempos difíciles. Salí por los pasillos y vi a Martha, quien salió con su característica risa nerviosa a preguntarme si ya había leído el artículo. Me lo contó todo. Me respondió que lo había decidido la misma noche del martes, porque Carabot estaba bravo y estábamos perdiendo votos en Farmacia por culpa de mi duro artículo. La reunión la hicieron en conjunto con dos copeyanitos que se han convertido en la sombra de Edgar, uno de los cuales va como Secretario de Deportes en la fórmula. Entonces le contesté que si para conseguir votos tenía que meterme a puta, que no contaran conmigo.
A los pocos minutos encontré a Migdalia junto con su esposo, con quien andaba colocando propaganda por los pasillos. Le pregunté si sabía lo de los artículos en mi contra, y me contestaron de lo más normal que sí.
Por supuesto que no veía ningún sentido el que yo fuera para Trujillo, y así se lo hice saber a Arístides, quien se encontraba profundamente afectado, y me preguntaba constantemente por qué había cometido ese terrible error de creer en Edgar.
Arístides me pidió que conversáramos con Francisco Rivero a las 3 p.m. Yo le dije que sí, pero como no quería interferir en nada en las decisiones ni emociones de Francisco, era preferible que me abstuviera de asistir a esa cita. Luego Arístides me contaría que al verse con Francisco éste le dijo que ellos dos nada tenían que ver con ese pleito. Que continuarán en la fórmula porque él había recogido quinientas firmas para postularse, respuesta que afectó profundamente a Arístides quien no dejaba de repetir: » -No comprendo este mundo».
A las 4 p.m. me llama Francisco y hablamos sobre el asunto, y luego de conversar unos minutos me dice que él le va a decir a Edgar que se retirará de la fórmula; que lo que han hecho es insólito, que por qué Martha iba a ponerse en el papel de «desagraviar a Carabot», que eso lo debía hacer su propia gente copeyana, pero no los de este lado. «¿Cómo Edgar va a ponerse en una posición tan absurda contigo?, él te debe una disculpa», dijo. Me repitió más de tres veces, que se iba de la fórmula. Yo no le propuse nada, sólo escuché, y en realidad ya yo no tenía nada qué decir.
Por la noche vino a verme Arístides, para ver qué se hacía ante el caos que se estaba formando. Me contó detalles terribles de lo que la noche anterior había oído sobre mí en casa de Edgar. Que Martha despotricaba diciendo que yo me había erigido, sin nadie pedírmelo, en director de la fórmula; que hacia lo que me daba la gana, que no escuchaba a nadie, que era prepotente y que me creía más que los demás, a pesar de que ella había escrito más libros que yo, que lo que pasaba era que no se los habían publicado todos todavía… Por su lado Edgar también andaba histérico, gritando que yo proponía reuniones y no acudía a ellas. Todo cuanto se habló allí fue en mi contra. Migdalia hacia lo imposible por tratar de hacer comprender a Arístides de que era necesario de que me controlaran: “ -Arístides – le gritaba – lo que queremos es que comprendas, tú como amigo de Sant Roz contrólale un poco lo que publica. Nosotros tenemos la obligación de revisar lo que Sant Roz lleva a la prensa. Él no está hecho para estas contiendas”.
-Maldita la gracia – dice Arístides -. Ahora estos tipos te quieren controlar a ti, después que se desgarraban las vestiduras, despotricando ante la Fiscalía, enviando cartas a la prensa y buscando abogados porque en El Vigilante los censuraban. Cuando hablaban de la horrorosa corrupción en la ULA, de la estafa con las tarjetas de crédito corporativas; de la ruina moral de la educación, de la estafa diaria que hacen a la nación sin investigar ni amar al país y celebrando todos los ataques que le hacías a esos amulas. ¡Qué coño les pasa!
Se queda pensativo Arístides y me refiere lo siguiente, de un altísimo significado; ya yo me había retirado de la Facultad y Martha lo encontró en la entrada, donde se firman los listados -pues era día domingo -, se le acerca y le dice: » –Sabes Aristides que vi a Sant Roz, y me ha llamado de rata para abajo…».
A las seis me llama Arístides tratando de convencerme de que debo ir a Trujillo, pues los colegas allá se han esmerado en los pormenores de la presentación de mis dos libros, e incluso Armando Contreras lo ha difundido por la radio. Que él ha hablado con Francisco y éste está dispuesto a ir. Le contesto fatigado, que está bien, que no le fallemos a esa gente que nos esperen, que vamos para Trujillo.
Llevo a Ana al aeropuerto, quien se traslada a Upata, para los funerales del padre de Roger. Allí me encuentro con Arístides y Francisco y salimos para Trujillo. Nos acompaña José Rivas Medrano. Va al volante Francisco Rivero. El viaje es placentero y yo sigo leyendo El Pez en el agua. En el camino me entero que cuando Francisco habló con Edgar sobre su decisión de dejar la fórmula, éste lo convenció de que se mantuviera, pues esas cosas, su carta al diario Frontera y el artículo de Martha, en realidad eran una broma.
Como el carro se nos accidentó en el camino llegamos a Trujillo a las 4 de la tarde. Allí conocí al escritor Rafael Alfonzo, quien asiste a la presentación de mis libros. Francisco y Arístides aprovechan la ocasión para hacer propaganda. El acto se realizó en una sala incómoda y ruidosa porque Fernando Solís, presidente de APULA, negó el lugar apropiado para estos eventos, alegando que esa presentación de libros era una actividad política.
Me entero que para la elección de los consejeros del Núcleo, A.D. trajo del exterior a siete becados (en Europa y Estados Unidos) para que votaran por su fórmula.
Durante el acto hablé con serenidad y pasión sincera sobre lo que siempre he creído, y los presentes se entusiasmaron, sobre todo el escritor Rafael Alfonzo quien sostuvo que la vida intelectual en el Núcleo de Trujillo es terriblemente deprimente. Aseguró que el Núcleo era tan gris que en sus 23 años de existencia no había alfabetizado a nadie. Terminada mis palabras se nos acercaron varios colegas y nos pidieron que nos trasladáramos al I.P.P. a departir un rato; la invitación la hizo el profesor Armando Contreras, pensando que nosotros también andábamos en campaña por la fulana fórmula de APULA. Una señora, blanca, de ojos azules y de unos cincuenta años, me dijo que cuando me escuchaba se oía a ella misma y que cuando visitara a Mérida me mostraría una inmensa cantidad de delitos que se presentan en el Núcleo, que convierten aquella institución “en un inmundo centro de depravaciones y delitos».
A las 7 p.m. nos reunimos en el I.P.P., un bar -restaurante, donde acuden numerosos profesores del Núcleo. Arístides y Francisco llenaron de propaganda el local y les repartieron el tríptico a cuantos profesores se encontraron. Arístides apartado del grupo, me dijo: » -Coño, si esta gente, impresionada por tus palabras, supieran de los artículos que te lanzaron Edgar y Martha…».
Allí hablamos hasta las 10:30 y yo me fui a dormir a casa del profesor José Rosario Torres, Francisco a la de otro colega que no recuerdo y Arístides y José Rivas a la del profesor Ambrosio Tineo.
“El tiempo ido hay que recuperarlo con la escritura”, Umbral.
28 -3 -1995: A las 12:30 de la tarde llegamos a Mérida de nuestro viaje a Trujillo. Cerca de las 4 de la tarde se inicia la consabida Asamblea. Voy e intervengo en dos ocasiones. Me siento responsable por estas asambleas que convoco, con la conciencia afectada porque no se hace nada y el tiempo pasa inclementemente, y no se avanza en lo político, en lo social, en lo moral. Son asambleas que se han venido realizando debido a mis súplicas, para que se discuta sobre el papel de la universidad en la situación actual del país. Ni rectores ni decanos quieren participar en ellas. Esta vez la asistencia superó los sesenta profesores. La Asamblea estaba pautada para las 3 p.m., pero aún a las 3:40, sólo estaban presentes unos 18 profesores; critiqué la inasistencia de algunas vacas sagradas, que irónicamente son siempre quienes más votación obtienen cada vez que se postulan a algún cargo de representación. Estas vacas sólo están para ganar elecciones; son vacas-galgos. Critiqué al decano, porque para estas discusiones vitales para el funcionamiento de la Facultad, él carece de convocatoria. No existe voluntad para cambiar nada.
En la universidad venezolana se respira un ambiente de podredumbre y de muerte lenta. Son como cadáveres que avanzan lentamente hacia la edad jubilable, viendo en el horizonte a un perrito al que adoptarán y sacarán a mear todas las mañanas.
28 -3 -1995: Cómo en Latinoamérica nos destrozamos unos contra otros; que no hay nunca unidad en beneficio del bien y de la justicia, sino para herir, para destruir lo poco sano que nos queda. Todo está enfermo y uno debe moverse entre la peste y la desconfianza, de tantos envilecidos y canallas; que la soledad es ya el refugio inevitable para los que no se conforman con simplemente tragar, cobrar y dormir. Pensaba esto mientras pasaba por El Águila con el páramo nublado, que el vehículo parecía detenido en la inmensidad del cielo. El tiempo cuando uno viaja se torna extraño: las ciudades y los rostros cambian. Hay algo desubicado en uno; nos dominan recuerdos de amores lejanos, melancolías: pensé mucho en mis primeros días de amor con María, cuando llegué a pensar que había coronado la felicidad total. Vivía entonces el presente sin importarme más nada, con ella al lado, metida en mis venas y en lo más hondo de mí, confiando en su entrega y en su dulce y profunda delicadeza de mujer sensible y cercana a la poesía. Esa vivencia estaba en ese momento conmigo, desenvolviéndose, llenándome de sensaciones agradables en medio del silencio absoluto de la naturaleza.