GRÁFICA: ARTÍCULO publicado por Sant Roz el 31 de octubre de 1989…
AUTOR Y COMPILADOR Pedro Pablo Pereira
21 -10 -83: Me dispongo a escribir una carta al doctor Arturo Uslar Pietri; ya me encuentro en Macomb, Illinois para trabajar como profesor de Matemáticas en la Western Illinois University. Dice la carta: «Le escribe el mismo joven que también lo hizo desde San Diego, California, cuando cursaba estudios de postgrado. Le escribía condoliéndome de la miserable situación política y social de nuestro país. Habiendo concluido mis estudios, ansioso por servir a mi país me fui a trabajar a la Universidad de Oriente; participé en seminarios y conferencias sobre literatura, historia y matemáticas, en comités de estudiantes para atender problemas en los barrios y contaminación en las playas, escribí un libro NOS DUELE BOLÍVAR y dirigí tesis de grado. Pero usted sabe, doctor, anda uno como un extraño en su país sólo por ver diferente las cosas, no hay cabida para ni atención para estas ocupaciones y se ven más bien como altamente peligrosas. Es decir, ofende estas tareas porque nunca o muy poco se han ejercido en la sociedad y porque además, proyecta de modo escandaloso la desidia y el desorden en el cual vivimos desde hace siglos.
«La universidad de Illinois me ha ofrecido trabajo, en un plan de investigación en el departamento de matemáticas, y en la UDO no se me renovó el contrato. La respuesta que me han dado las restantes universidades es que no hay cargos en este momento. La Fundación Gran Mariscal de Ayacucho ante mis peticiones de una colocación me han respondido que ellos becan pero que no son una oficina para buscar empleos. Para llamar un poco la atención sobre el caso, escribí una carta a El Nacional, donde explicaba mi situación, y plantear que me vería obligado a aceptar un cargo en el exterior. Este periódico tituló mi carta: «Atájenme que me voy». Pues bien, doctor, por aquí me encuentro.
Sufro la ansiedad por encontrar un lugar desde el que pueda servir a mi país. He pensado que usted pudiera dar un ejemplo tremendo a muchos hombres honestos de nuestro país, si hiciera un gesto heroico o religioso de imploración y de angustia: una marcha azarosa por los desgraciados caminos de nuestra tierra; imponiéndose a abandonar una tierra encenagada por la anarquía, sorda, desorientada. Emprenda usted, una huida parecida a la de Tolstoi o la de Bolívar. Llámeme usted, que seré el primero en servirle…»
Desde Illinois, envió la siguiente carta a El Nacional:
Señor Director:
«Hace unos seis meses, siendo profesor de la Universidad de Oriente (UDO), escribí una carta a su sección «CARTAS A EL NACIONAL«. Explicaba que se me había ofrecido un cargo en la Universidad de Illinois; que habiendo sido becado por la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho y habiendo obtenido un doctorado en matemáticas, lo más justo y razonable era que le sirviera a mi país. Que como resultado del desorden administrativo de las instituciones un hubo manera de que pudiera quedarme trabajando como matemático en mi país. Todas estas solicitudes en medio de las sempiternas paralizaciones de nuestras universidades producto de huelgas, paros y protestas infinitas. Su sección tituló mi carta: «Atájenme que me voy», como si buscase que alguien se apiadara de mí o como si estuviese mintiendo para que me ubicaran en algún cargo. Y aquí estoy en la universidad de Illinois, como un desterrado de un país en el cual los que gobiernan no tienen el menor interés en el conocimiento, la creación y el trabajo”.
26 -12 -1983; 7:35 a.m. Si un Jesucristo saliera hoy a la calle, se le trataría mil veces peor que al Jesús de Nazaret. Se acerca un año de pruebas terribles. ¿Será el reencuentro con la esperanza última?
16 -12 -1983: He vuelto a Venezuela para asistir como jurado, en la defensa de la tesis de grado, dirigida por mí, de la estudiante de posgrado Lucina Serra.
Viajo a Cumaná.
Paso unos días en el Pent House de un edificio que se encuentra en la avenida Perimetral de Cumaná. Frente a mí, el mar y en él unos pocos barcos atuneros, cargueros, ferryboats, «peñeros» girando en las calmas aguas del golfo. Día de poco sol, brisa fresca agradable. Desde aquí se abarca todo el sector donde atracan los barcos: macizos cargueros, algunos de ellos pintados de verde y que son japoneses. También se ve La Marinera donde estacionan poderosos yates, de magnates de distintas zonas del país. Lo más hermoso es el brazo de la península de Araya, vivo, con su textura de acuarela china.
Los días se repiten en una interminable espera.
Había vuelto con la esperanza de renovar otros caminos; pero no puede haber andares para mí sin sacrificio ni algo de locura.
Esta ciudad, Cumaná, se me hace insoportable.
Paso las navidades en casa de mi hermana Idilia, y me reencuentro con toda mi familia.
El país todo de fiesta y de compras, de jaranas, rumbas y delincuencia.
Hay una inseguridad que aterra.