(EN LA GRÁFICA VEMOS A SANT ROZ JUNTO CON EL PROFESOR COLOMBIANO GUSTAVO MONCAYO, «EL CAMINANTE»)
AUTOR Y COMPILADOR: Pedro Pablo Pereira
1/12/1993: La ciudad está tremendamente congestionada: mucho tráfico; hay algo de tensión por el asunto de las elecciones; compras nerviosas al lado de compras navideñas. Hubo alguien que me dijo que estaba dispuesto a celebrar el 24 y el 31 antes del 5 de este mes. A mí me parece que hay gente que le encanta padecer con los rumores, con el miedo de lo que sobrevendrá, con amenazas de guerra y de golpes de estado, y el caos económico que no cesa y que se presenta con colosales anuncios de catastróficas conmociones en todos los niveles. A mi parecer lo peor que podría ocurrirle a este país es que ganara la Causa R con una gran ventaja, con una elocuente y definitiva ventaja, porque este cagón de Andrés Velásquez no tiene guáramo para ser presidente y transformar este gran caos. Durante la entrevista que Marcel Granier le hizo a Velázquez, el día 30, el candidato radical dijo que en su movimiento no podían entrar ni locos ni corruptos porque él los olía; él conocía el olor de los corruptos y de los locos. Marcel le preguntó que si los de las Causa R se la pasaban oliéndose unos a otros. Añadió Velázquez que él no creía en las brujas pero de que vuelan vuelan; que era pavoso hablar de gabinete antes de tiempo; después dio dos nombres de los que podrían formar parte de su gabinete, y se vio que no tenía ni altura ni claridad ni ganas de ganar mucho menos de gobernar.
5/12/1993:
11:20 a.m. – Estoy en la cola, a la espera, en la escuela El Rosario de la Parroquia, para cumplir con mi deber ciudadano y depositar el voto. Voy avanzando poco a poco. Con frecuencia pasan a mi lado soldados con distintivos plastificados que llevan los colores de la bandera nacional y se plantan en los pasillos con sus fusiles.
Llega un hombre semiparalítico, sostenido mediante barras de aluminio, quien pasa inmediatamente al salón de votación. Es un día caluroso, luego de toda una noche de lluvia. Hay un silencio total; las luces del local están encendidas, pese a la gran iluminación natural.
11:43 – Sigo en la cola. Llega una señora gorda, con traje estampado con flores; va sujeta en dos muletas y lleva colgando un pie. Pasa también directamente a depositar su voto.
12:01 – Voto. Regreso a casa a ordenar papeles; gran cantidad de carpetas con cartas, artículos y documentos de todo tipo.
6:35 p.m. -Tocan a la puerta, y se trata de Alirio Pérez Lopresti y Roger Velaín. Alirio trae hojas de toronjil para que hagamos un té.
7:30 pm -El Consejo Supremo Electoral se dirige a la nación. Comienzan los primeros escrutinios extraoficiales. Caldera va apareciendo como ganador.
7:45 pm – Se despiden mis amigos.
8;10 pm- Caldera está dando un discurso. Ha llamado inmaduros a Oswaldo Álvarez Paz y a Andrés Velázquez, lo cual me ha parecido que el anciano está como algo desesperado. Un viejo zorro como este que empiece con esta clase de torpezas en un país extremadamente comprimido y golpeado me parece muy mal signo. La histeria conduce a esta clase de peligrosas y descontroladas acciones. Caldera como un perro rabioso piensa que le van a quitar su hueso. La embajada gringa ya se está movilizando para poner las cosas en su lugar.
9:20 pm –La Causa R ha sido horriblemente perreada, pese a que generosamente se le ha ubicado en un segundo lugar. Cada vez que aparece Andrés Velásquez quiere tragarse al televidente, pero se ve que está nervioso y que no quiere realmente ganar; echa espuma por la boca, está ofendido, vejado por el desprecio con que se le ha tratado. Tal vez un millón y medio de frustrados fueron a expresar su dolor, su amargura, sus infinitos deseos de salir de la vil explotación a través de este tonto del Velázquez, pero éste los ha defraudado.
Caldera no me ha parecido inteligente. No se ha mostrado equilibrado. Ha llegado con desplantes para meter miedo porque no las tiene todas consigo. Yo creo que esto también será otro fracaso; porque en esta manera de hacer política siempre prima más el rencor y la venganza que la grandeza y el desprendimiento.
10;15 pm– algunos grupos de copeyanos han salido en Mérida a celebrar el triunfo de Caldera. Una tenue lluvia cae sobre la ciudad.
VIII
“Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces”.
Marco Valerio Marcial (40-104) Poeta latino.
10 -11 -1993: Cuando escribí el libro “El espíritu del 4-F”. el cual monté con un grupo de amigos del Taller de Literatura, estuve bajo mirilla de la DISIP. Esta policía política anduvo tras mis pasos en todos los lugares a los que me dirigía. Recuerdo una tarde del 9 de febrero de 1992, que la pasé toda la tarde en casa del padre Santiago leyendo juntos parte de la obra de Tácito. Cuando salí a la calle estaba oscuro y comenzaba a llover y no reparé en nada extraño cerca del lugar, y cuando llegué a casa, mi esposa me dijo que el padre acababa de llamarme, lo que me pareció bien raro. Había dejado dicho que me cuidara y que no volviera a salir a la calle. Entonces le devolví la llamada y no contestó nadie ni siquiera su hermana Lucrecia, e intente dos veces más, y creí que algo grave le debía estar pasando porque en su estado sólo en una emergencia saldría de noche. Quedé preocupado, y llamé a Miguel Valeri para saber del padre, lo mismo hice con Pedro Solano. Nadie sabía nada. Entonces le pedí al poeta Pedro Pablo que se acercara donde el padre, pese a que tendría que subir desde Ejido. Llovía a raudales y así subió Pedro Pablo subió en un taxi, y como a las 11 de la noche me llamó el poeta para contarme que al padre Santiago lo habían citado a la DISIP y lo interrogaron en relación con mi amistad, y sobre lo que nosotros hacíamos en su casa. Luego supe que un carro de la DISIP siempre se mantenía vigilante las 24 horas del día a dos cuadras de la casa del padre.
He de añadir, que Pedro Solano, profesor de la Facultad de Economía, había redactado parte del programa de gobierno para el Estado Mérida en caso de que triunfara la rebelión del 4-F; el mismo Solano sería gobernador del Estado Mérida. Por su parte Miguel Valeri se encargó de elaborar el programa ecológico para Mérida con un hermoso plan que consistía en hacer de nuestra Mérida la Ciudad Frutal de Venezuela. Ambos estaban convencidos y eufóricos por aquel triunfo de la sublevación de los militares bolivarianos. En varias oportunidades, antes del 4-F, estuvo por Mérida Francisco Arias Cárdenas, haciendo reuniones con Pedro Solano y Miguel Valeri en casa de este último en El Arenal. Pero a la vez, el padre Santiago estaba enterado de todos estos planes y movimientos revolucionarios, y los discutíamos largamente, siempre escuchando los sabios consejos del padre.
*) La semana pasada me llamó Edgar Alfonzo Arriaga para asegurarme que Roberto Chacón se encargaría de los gastos de traslado y hospedaje para que Argenis nos hiciera una visita a Mérida, y dictara varias conferencias. Llamé a mi hermano y le informé todo. Luego sucedió exactamente lo que pasó con la visita de Camilo José Cela: resultó que a última hora Roberto Chacón me informa que no está autorizado para hacer esta clase de erogaciones. Posteriormente voy, hablo con Mauro Briceño quien me dice que él puede conseguir los viáticos y traslados, y de hecho se pone a firmar varios papeles en mi presencia. Yo me quedo pensativo, con la orden para retirar los pasajes en la mano; viéndome en medio de estas diligencias para traer a mi hermano a dictar unas conferencias en Mérida, como si me estuvieran tocando el culo; pensando que la gente de esta Universidad de Los Andes ni siquiera lee, que nada o poco sabe de literatura, a qué viene meterla en estos menesteres. Que esto se hace más como un favor que como algo que de veras se sienta y se necesite, no porque se esté interesado en el arte y el conocimiento: «-Mejor no hagamos nada –le contesto a Mauro», y le devuelvo los pasajes. Mauro queda algo estupefacto y sólo contesta: “- No entiendo, José”. Y le replico: “-Yo sé que tú no entiendes Mauro. Gracias”.
*) Cuando le participé a Edgar Alfonzo mi decisión de no traer ya a Argenis, me dio varias razones para que no me sintiera afectado por el dinero que se tendría que gastar, porque estaría perfectamente justificado. Pero todos sus argumentos los rechacé. Por otro lado, algo que me disgustó de esta presentación, era el hecho de que Edgar Alfonzo quería que la conferencia de Argenis se hiciera en los feudos del gran jeque de APULA, cuando el presidente de esta Asociación se había expresado del modo más bajo y miserable sobre mi hermano.
10 -12 -1993: Cuando he ido a buscar los libros de Argenis a los Talleres Gráficos he visto que editaron setecientos ejemplares en lugar de 500. Le he preguntado a Luis Ramírez la razón de este “error”, y me ha contestado que la política de los Talleres Gráficos de la ULA es regalarle un ejemplar de cada libro que se realiza no solamente a las autoridades universitarias sino a cada trabajador de los Talleres. Si tomamos en cuenta que los talleres producen un promedio de dos a tres libros diarios, y que cada uno de estos tiene un precio promedio al público de 1.000 bolívares, entonces esta gente recibe un sueldo extra por libros, equivalente al que devenga un profesor con rango de Asociado.
Y no me equivoqué. El acto entre intelectuales, y en el que supuestamente iba a encontrarse Argenis (denominado ¿Tiene Salida Venezuela?), sufrió el día viernes por la noche un terrible sabotaje. En una de esas rabietas del dictador de APULA se le metieron candados a una galería, al lado de donde se realizarían las fulanas conferencias de intelectuales. Uno de los afectados fue el profesor Julio Carrillo, quien al ver el zaperoco que se había formado picó cabos y cogió las de villa diego; así también hicieron los restantes expositores, entre ellos la profesora Elizabeth de López. Entre gritos se escuchaba que los pintores reclamarían sus obras el día lunes con la presencia de un fiscal del ministerio público. Uno no se equivoca cuando se atiene a lo que le dicta su intuición.
11 -12 -1993: En una reunión que se realizó en casa del profesor Pedro Solano, la comidilla del momento era la gran estampida del profesor Julio Carrillo la noche del viernes en APULA.
31 -12 -1993: Último día del año. Son las 3 de la tarde. Luego de muchos días sin escribir en este diario, lo he vuelto a retomar hoy cuando faltan pocas horas para iniciar el año 1994. Antier me llamó Argenis.
Ayer hablé con mi hermana Milagros quien salía hoy para Puerto Cabello. Estas navidades han estado un poco fastidiosas. Pensábamos irnos a Chichiriviche pero María se ha sentido muy cansada; luego rechazó también ir a Rubio, donde pasamos el fin de año pasado con mi primo Manuel Santos. Han hecho unos días hermosos y yo he trabajado intensamente corrigiendo el libro sobre José María Obando. Hablé el 27 de diciembre con Luis Vargas quien me dijo que le enviara una copia de este libro.
*) Ayer le hice una visita al padre Santiago junto con mi amigo Jesús Alberto López (quien hace dos días vino de Caracas). He compartido igualmente varias horas con mi amigo Alirio Pérez Loprestti, por quien siento una profunda amistad. A Alirio le quiero como a un hijo.
Ayer estuvimos ojeando libros en la Librería Universitaria con Gregory Zambrano y Alberto Rodríguez.
1-1-1994: Pasamos el año Nuevo en nuestro apartamento, con mi mujer y mis dos niñas María Alejandra y Adriana. Son las 12:02 de 94. Me asomo al balcón y está la calle completamente desierta. Pasa un carro libre, luego otro, y la desolación absoluta. El cielo se llena de luces de artificio. Bajamos luego a ver un Año Viejo que quemaban los muchachos del edificio. Después de brindar y comer nos retiramos cada cual a la cama. Enciendo el televisor y el mundo está allí entre luces de artificio y sueños plagados de esperanza para lo que se nos avecina. María Alejandra grita desde su cama: “-Le estoy pidiendo a Dios que este año se acaben las guerras”.
1 -1 -1994. Trabajo intensamente corrigiendo el libro sobre Obando.
2 -1 -1994. Me llama Adolfo y me dice que su hijo Luis va a pasar unos días en Mérida. Dice que Argenis está recogiendo sus cosas pues se muda a Caracas. Que Argenis ha renunciado al trabajo que tenía en un periódico en San Juan de los Morros llamado La Antena. Solo, alcoholizado, con cerca de sesenta años, Argenis se interna otra vez en el infierno de Caracas. Había pasado una temporada de unos ocho meses en San Juan de Los Morros.
4 -1 -1994. He terminado de corregir el libro de Obando. Todas las vacaciones las he pasado con este libro. Creo que este será el último libro que haga sobre la historia de Colombia. Tiene más de quinientas páginas y ha sido una labor de quince años; aún no está listo. Creo que para publicarlo deberé esperar un año más.
Estuve revisando mis papeles para ocupar mi tiempo en una nueva obra. Creí que un viejo diario me podía servir para estructurar una novela. Lo he tenido que descartar. Los diarios suelen ser cosa terrible de publicar. El único modo de publicarlo sería transformarlo, una tarea que deformaría el verdadero valor de las confesiones. Se necesitaría un extraordinario talento del cual carezco. Creo que más bien intentaré ordenar un extenso material que tengo sobre la vida de Juan Félix Sánchez.
Anoche estuvieron en casa a Alirio y Jesús Alberto hasta después de la media noche. Los invité a compartir unas cervezas antes de que partieran, en busca de trabajo, ya recién graduados. Alirio se va a Barquisimeto y Jesús Alberto sale para Caracas.
15 -1 -1993: Estoy sentado leyendo el periódico. Se acerca María y me dice en voz que hoy llega su hermana Gladys, que lo guarde como un secreto para darle una sorpresa a las niñas. Mañana cumple años María.
María decide celebrar su cumpleaños hoy, aprovechando que vendrá su hermana Gladys. Su hermana que trabaja en Barquisimeto ha venido con un compañero.
La familia de Luis Zambrano, enfrente a mi apartamento, nos ha invitado al cumpleaños de su niña. Me arreglo a las 4 p.m. y me presento en casa de los Zambrano. Soy el primer invitado. Don Luis muy atento sale de un cuarto y de inmediato me sirve un whisky. Nos ponemos a hablar de cosas generales, sobre los grandes riesgos que representa atender un comercio en Venezuela. Como a las 6 p.m. pido permiso para retirarme un momento. La puerta del apartamento donde vivo está abierta; hay música y allí están la madre de María (doña Juana), Gladys y el amigo que ha venido con ella desde Barquisimeto. Estrecho la mano del compañero de Gladys; un tipo joven, de ojos grises y pelo ralo como de un soldado. Vuelvo a la fiesta de enfrente y me tomo otro whisky. Le digo a los invitados de Zambrano que pueden pasar a mi apartamento para que cantemos el cumpleaños de María.
Luis Zambrano lleva su guitarra y junto con un amigo se disponen a cantar canciones muy viejas. María se siente profundamente feliz y en los intervalos de descanso de los cantantes, pone salsa y baila con pasión.
Me sentí algo indipuesto. Los palos no me estaban cayendo bien. Sentí como náuseas y se lo dije a María; se habían retirado todos los invitados y quedaban sólo María, Gladys y su compañero bailando a todo tren en la sala. Había tomado demasiado, y quería que aquella celebración terminara de una buena vez. Me fui al cuarto de baño e intenté vomitar. No podía. Fui y me eché en la cama; escuchaba risas, alegría. La música tronaba y el reloj marcaba las dos de la madrugada. Me uní a la comparsa y puse buena cara. Dando unos pasitos decía: “No pierdas la risa, ni te amargues la vida, mira que nunca se sabe si será el último día….”