29 -3 -95: Hoy es día de la Universidad y no hay actividades docentes. Escribo otro artículo sobre Edgar, y lo llevo a Frontera. El resto del tiempo lo dispongo para leer a Vargas Llosa. Varios de mis amigos del Taller de Literatura han escogido a Vargas Llosa como uno de sus autores preferidos.
Hoy cumple año mi hija Adriana. Su mamá está feliz y haciendo todas las gestiones para que lo celebremos mañana, y que sea en el Taller de Literatura.
Me visita en la oficina Jesús Alberto López. Hablamos de libros, y le muestro la reciente y última edición de kari´ña Editores en una obra de José Zambrano: A La Sombra Del Tiempo.
Me visita Manuel Dager, quien recoge algunas de mis ideas de lo que debe hacer la comisión que se encarga de reformar o transformar a la Facultad de Ciencias.
Cayendo ya la tarde, me encuentro con Arístides, quien me dice que por poco le provoco un soplo en el corazón. Me cuenta que Edgar se lamenta de que yo lo esté acusando de haber escrito el artículo de Martha en mi contra. Le digo que dejemos de lado esas pendejadas. Estoy harto de perder el tiempo, le digo, y él sonríe y se aleja algo confundido.
Más tarde invito a Arístides a tomar un poco de vino y a compartir un trozo de torta en el Taller. El día es esplendoroso, bastante caluroso, incluso a las 6 de la tarde me encontraba en mangas de camisa. Allí acordamos algunos movimientos para el día siguiente, sábado, a donde iremos a Las Piedras, cumpliendo una invitación que nos hizo el joven Vivas, alumno en mi curso de Combinatoria.
30 -3 -95: He ido bien temprano a la Facultad. Estando en el cafetín, diviso a los lejos que se acercan Arístides, Edgar y un copeyanito que ahora es carne y uña del orondo candidato a la presidencia de la APULA. Entonces acudo al encuentro con Edgar, y cuando me ve y va comenzar a hablar, le pregunto:
-¿Y qué te parece la miseria que escribiste en mi contra?
Me puso la mano en el hombro con un golpecito casi imperceptible, pero que trataba de ser un desafío.
Continué:
-No tienes por qué ir a la prensa a explicar si avalas o no lo que yo escribo, que yo escribo lo que a mí me viene en gana. Te faltó altura y coraje para meterte en esto, Edgar y lo lamento.
-Eso te lo explicaré después del 6 de abril. Después del 6 de abril hablamos -respondió.
Yo continúo de este modo:
– Te equivocas. Ya no hay nada qué hablar entre nosotros. Lo que importa saber en este momento, es por qué tú tenías que volverte un traidor…, sólo por buscar votos. Eso es lo único que quiero saber y lo que tenemos que hablar entre nosotros es eso; y no lo esquives. Y sobre todo, tú meterme en ese chanchullo.
Arístides que escuchaba el encontronazo, palideció y dio un pequeño salto hacia atrás, completamente desconcertado y bufando como un toro, y dejando un reguero de café en el piso.
Edgar volvió a darme dos golpecitos en el hombro, y noté que tenía los ojos enrojecidos y aguados. Sentí repentinamente algo parecido a la piedad y al desprecio; me habría gustado ver alguna reacción física de su parte, porque estaba muy cerca de él, y cuanto hice era para que se desatara la furia. Pero se fue alejando; avanzó hacia el cafetín, tratando de decir algo que no le entendí. Le dije: » -Utilizaste a Martha para tu cobarde traición», pero ya estaba lejos, apenas si le oí algo relativo a Carabot, como diciendo que éste también lo acusaba de que era él quien había inspirado mi artículo.
Se perdió de vista.
Dije lo que tenía que decir, y me quité un gran peso de encima. Arístides, alelado, tenía dos cafés en sus manos sin saber qué hacer con ellos, y le quite uno y fuimos y nos sentamos en una mesa en pleno pasillo.
- Todo esto ha sido un mar de complicaciones para ti –balbuceó.
Me le quedé mirando, y le pregunté: “¿Por qué lo dices?”
- Bueno, pleitos por aquí, por allá, por todos lados. Qué difícil difícil es lograr algo productivo entre los venezolanos. No sé, cosas que uno piensa, que nos toca pensar.
- Todo eso es natural, Arístides. Muy, pero muy natural. Pasado mañana vamos a Las Piedras, la vamos a pasar de maravillas. Será un buen día, te lo aseguro.
1 -4 -1995: Me levanto muy de madrugada, y releo las últimas cartas de José Martí. Me acerco a la cama, donde María está acostada y le releo páginas de este poeta cubano, que he leído más de veinte veces. Las lágrimas me impiden seguir leyendo.
-Su amor es de soledad. Es de tristeza, de angustia por sentirse amado. Cuánto le dolía tener que desaparecer y dejar a María y a Carmen.
Cuantas veces leo a Martí lloro.
Voy a la Facultad. Veo a Martha, quien me saluda con una sombra extraña en la mirada, no sé si de vergüenza, de temor o de ira. Ya no comprendo a la gente ni me interesa saber si existe en los seres humanos eso que se llama dignidad. Al saludarme, porque se encontró de frente conmigo, creyó (así pienso), que yo podía responderle con dureza. Pero la saludé del modo más natural sin el consabido besito en la mejilla, como antes.
A Migdalia, a quien he visto dos veces, desde las traiciones de Martha y Edgar, la saludo también algo distante, aunque no siento ya la indignación y la ofuscación del día domingo 26.
He comprado Frontera, y no veo mi respuesta a Edgar. A veces pienso que no la publicaran. Considero, sin embargo, que ya nada de esa miseria electoral me interesa.
Leo a Dalí: Diario de un genio.
1 -4 -1995: Salgo con mi familia hacia Las Piedras. Me acompañan Arístides, su esposa Ivany y sus dos hijas. Las Piedras se encuentra a unos diez minutos de Santo Domingo, en camino hacia Pueblo Llano. Llegamos a Las Piedras a las 5:15 de la tarde. Un pueblo muy hermoso por la vegetación que lo rodea, y desde el cual se aprecia de modo espectacular la represa “José Antonio Páez”; represa que al parecer es un lujo: no produce electricidad. Lo que más me desagradó y de inmediato me descompuso el cuerpo fue el mar de moscas que nos recibieron. Todo el páramo se encuentra inundado de moscones, por el mal uso que se hace del fertilizante Gallinazo. Nos alojamos en casa de la familia Vivas. El joven Jairo Vivas, nos acondicionó una casa y nos colmó de atenciones.
Por la tarde hicimos un hermoso paseo hasta el sector del cementerio, desde donde se aprecia en toda su dimensión la enorme cuenca que forma el río Santo Domingo.
Por la noche visitamos a una familia de músicos: los Valero. Esta familia se encuentra integrada por don Rafael Valero, el padre y sus cuatro hijos: Rafael, Lefis, Isabel, Francisco.
2 -4 -1995: Al levantarnos nos recibe un sol intenso. Un calor como si nos encontráramos en pleno llano. Ya a las 8:30 las moscas comenzaron a inundar el pueblo. Hay que estar dando manotazos para rechazarlas.
Salgo a caminar un poco y noto el verdor opaco de la vegetación que da prueba de los efectos terribles del verano.
A las 9:00 hacemos una visita a la familia Valero, quien nos deleita con su música. Don Rafael toca la bandola, su hijo Rafael el arpa, Francisco las maracas, Isabel la guitarra y Lefia canta y toca el cuatro. Mi esposa María filma las escenas y recoge las hermosas composiciones de esta talentosa familia. Pasamos un momento feliz, pues el acoplamiento y la autenticidad de este grupo criollo, me hizo remontar a mi infancia, a la época de Las Mercedes del Llano, en Guárico.
Luego de una corta visita a Pueblo Llano, al mediodía, regresamos a Mérida.
En Mérida recibo noticias sobre mi artículo: “Las Dobleces De Edgar…”; es decir lo ha publicado el diario Frontera.
3 -4 -1995: Muy temprano me dedico a preparar un trabajo para Arístides sobre la situación de las finanzas de APULA; Francisco Rivero se encuentra muy afectado por el encontronazo con Edgar y le anuncia a Arístides que se retirará de la fórmula. Algunos candidatos al ver que se ha desintegrado nuestra fórmula están eufóricos, diciendo que el jueves celebrarán en el restaurante La Sevillana.
El trabajo que hago con Arístides y que debía llevar a FRONTERA, se queda frío. Arístides flaquea, no tiene fuelle para estas lides.
4 -4 -1995: Como no hay día en que no nos encontremos con una sorpresa, no sé si darles gracias a Dios por esto, recibo un oficio del señor Director de la Facultad Jesús Sánchez París, donde me llama la atención por el trato dado por mi persona a una secretaria. Le respondo con ponderación una carta tremenda, que se la llevo personalmente, y en su oficina lo llamo «hombre sin delicadeza». La historia con la secretaria no vale la pena referirla, pero no hay ninguna duda de que el señor Director quiso molestarme con esa idiotez.
5 -4 -1994: Sale un artículo de Edgar contra mí.
Hoy me entero, a través de Roberto Chacón, que quien vetó mi libro Sandemonio en el CDCHT, para que no se le diera ninguna clase de financiamiento en su publicación, fue el crítico literario Víctor Bravo.
Por la tarde, cerca de una oficina cercana a la mía, veo a Migdalia, con el recorte del artículo de Edgar en mi contra. Lo ha llevado para que Martha lo lea. Deben sentirse un poco reivindicadas de los «vejámenes» que yo les he inferido. Migdalia para no verme, esconde su rostro en la maraña desmedida de sus pelos.
En el suelo me encuentro un trozo de periódico que bate el viento, y lo detengo con el pie, y allí está un artículo de un tipo que aquí llaman «poeta»; se trata de Adelis León Guevara, profesor de la Facultad de Humanidades. Es un panegírico a David Fermín, al que compara con el rey David; el título es “David, con sus tijeras cortó las cuerdas del arpa”. Es decir, un “poema”.
“El coito es la paga del diablo y el mundo es su reino”: Schonpehauer
6 -4 -1995: Hoy finalmente son las elecciones de APULA. Veo rostros preocupados y sombríos que van a depositar su voto en un cajón. Hay tantos ilusos en esta universidad que creen que hoy la tierra se saldrá de órbita. Que aparecerá un Robespierre con guillotinas en todos los pasillos.
Me acerco a la Facultad, como a las 10:15, después de trabajar un rato en casa. Voto: no voto por supuesto por la fórmula que construí, no voto por Edgar ni por Martha, aunque en realidad no hay por quién votar, e introduzco en la triste urna un papelito en el que escribo: “Decidan ustedes, con la señal de costumbre”.
Me acerco a mi oficina donde me esperan estudiantes para discutir unos problemas sobre Álgebra Lineal y observo que la puerta está entreabierta. Toco, y mantengo únicamente la punta de los zapatos un poco por encima del límite que define el marco de la puerta.
La actitud del “Jefe” hacia mí, en los últimos días, ha sido un tanto tirante. Y me he puesto a estudiarla con detenimiento. Hay una rara y poderosa tensión en mi contra en la Facultad producto de dos cosas: por ser el inspirador de una serie de Asambleas que se vienen realizando que pretenden dar un vuelco a la universidad, y que sin duda ha molestado al grupo del “Jefe” en el cual se encuentran parapetados varias eminencias doradas y azules (Premios Polar). En la última asamblea hubo una alusión directa a dos de estas eminencias en mi discurso. La otra causa, es que en la confección de una fórmula para competir en las elecciones de APULA, apoyamos abiertamente a los profesores Arístides y Francisco, quienes no se someten a los pareces de estas eminencias doradas y azules (Premios Polar). En cuanto estos señores supieron que yo apoyaba una fórmula, se cuadraron inmediatamente con la más opuesta a nuestros principios. Es decir que este grupo vive tomándole el pulso al poder. Al “Jefe” lo he visto deambulando por los pasillos con la carta en la mano para proceder desde alturas inmarcesibles en mi contra.
Me contaba ayer tarde Arístides, sin saber en absoluto nada del tinglado con el “Jefe”: » -Coño, chico, si uno en esta vaina se candidatea para payaso, corren muchos a esconderte la pelota y la bicicleta… Qué vaina».
A las 5 de la tarde me retiro de la Facultad. Debo atender a mis dos pequeñas hijas que están enfermas. Como Arístides y Francisco me solicitan que vaya a la APULA, para encargarme de la revisión de las actas, para allá me dirijo a las 6:15. Encuentro unas dos docenas de vehículos estacionados. No veo ni el carro de Arístides ni el de Francisco. Los rumores que corren es que ha ganado otra vez Fermín. Huele a licor. Hay gritos de alegría, bocinazos y banderas que se agitan desde algunos carros. Veo que me saludan con la mano alzada desde algunos carros. Yo llevo mi pesado bastón, por si acaso. Los empleados de APULA hacen sonar estruendosos petardos y morteros, que por cierto asustan a un grupo de «poetas» de la Facultad de Humanidades, que sin duda se dirigían darle los parabienes al señor Fermín. La esposa de José Mendoza Angulo, quien siempre me trata respetuosamente y con una amabilidad que me conmueve, me llama para que conozca a su señora madre; la señora de Mendoza Angulo me pregunta, alzando la voz: » -¡¿Quién ganó?!». Le respondo, tratando de vencer las explosiones de alegría: «-Ganaron los imbatibles, señora, usted sabe». Nos damos un abrazo.
Veo venir desde distintos ángulos, profesores que inquieren desde lejos por los resultados, y un grupo de jóvenes, imberbes todavía, que lanzan enfurecidos vítores por la victoria de Fermín. “-¡Viva la Universidad!”, “¡Hagamos el amor y no la violencia!”, ¡Fermín, Fermín es el Hombre!”
Un amable profesor de Humanidades, moreno, cuyo nombre no recuerdo, me saluda desde lejos. Escucho que le dice a un colega que le acompaña: » -Vamos a saludar a Sant Roz». Se acercan contentos hasta mí, me dan un caluroso abrazo. Hablamos de cosas generales, y comentamos los escrutinios en Humanidades, y ellos me dicen:
-Allá Fermín arrasó por encima de los ciento dieciocho votos a su más cercano contender. Ya ganó. Es que este Negro es verdaderamente imbatible. Todos le venimos a pedir que sea nuestro próximo rector. Qué tipo, carajo. ¡Viva la universidad!, ¡Viva el conocimiento, la docencia, la pedagogía!
Se les notaba muy cordiales conmigo, lo que yo debía agradecer, y me dije: » -Cualquier ilusión es buena en una sociedad como la nuestra». No podía felicitarlos, claro, aunque me dieron otro apretón de mano antes de despedirse.
- Venga profesor, vamos a echarnos unos palos. Hay que celebrar. Unos palitos hoy nos caen muy bien. Véngase con nosotros…
Pero la cosa que me alarmaba era la ausencia de los candidatos a la Tesorería y a la Secretaría: » -¿Y qué pasa con estos colegas que no llegan?» ¿Será que la derrota es tan avasalladora que ni siquiera quieren venir a saber si las actas podrían resultar amañadas?»
Así estaban las cosas hasta las 7 de la noche: ni un alma de la fórmula de Edgar.
Me hubiera gustado intentar una lucha honesta, profundamente desinteresada y a mil lengua de los partidos, incluso a costa de hacer «el ridículo» sacando tres votos; pero me fue imposible. Los profesionales en estas lides, querían ganar a toda costa con los mismos métodos y principios de los envilecidos partidos políticos. Y no ganaron nada, claro, e hicieron también el ridículo oficial que muchos monitorean, palpan y toman en cuenta para futuras contiendas electorales; todo esto por pensar exactamente cómo piensan los podridos y degenerados partidos del machacado sistema democrático. Así fue: «Nunca los decentes, por serlos, inspiran la popularidad suficiente para ganar votos«. Si algo me satisface, luego de haber pasado por un mar de contrariedades, es la forma como he sido fiel a mi mismo.
Por la noche, Edgar, Pernía y Montilla se reunieron en un restaurant a celebrar la derrota. En toda la noche no se habló otra cosa sino del desastre que yo le ocasioné a la fórmula.
Por Edgar no votó casi nadie. En su Facultad, él obtuvo 4 votos, lo mismo que en Medicina. No llegará a totalizar noventa votos, pero él está feliz porque la prensa ha difundido una buena foto suya. Quisiera saber cuántos votos obtuvieron en Farmacia, la Facultad que les quitaba el sueño y por cuyos votos se lanzaron a publicar artículos en mi contra.
La política no sirve sino para comprender un poco más la materia ponzoñosa de los humanos. Me retire diciendo: “Nunca dejéis de ser terrible: muestra tu látigo, muestra tu mirada terrible y tu furia cada mañana. No te queda otra alternativa y así hasta la muerte.
Así termina esta historia.
“Lo que parezca temerario es lo mejor, pues la temeridad en una situación terrible es prudencia”
7 -4 -1995: Mientras el enemigo ha estado avanzando con virulencia, con monstruoso descaro, violando toda clase de leyes y de derechos humanos al tiempo que nos acusa de todos los crímenes que él mismo ha cometido, nosotros nos mantenemos en un permanente estado defensivo.
Escucho una propaganda electoral en un canal peruano: aparece un gordo y a su lado un inmenso tarjetón; el tipo señala hacia los recuadros que muestra los candidatos y apunta donde se encuentra Fujimore, y exclama: «-¿Volveremos a votar como güebones?».
Días de intenso calor. Una tormenta de truenos se ha desatado sobre la ciudad mientras leo a Salvador Dalí. Los relámpagos producen hermosos fogonazos en la sala y mientras fumo un tabaco veo hacia la montaña. Es daliniana la lectura.
Pienso en realizar una exposición sobre los libros que ha publicado el Taller de Literatura en cada Facultad, que son como veinte.
Me hace una visita Arístides y su esposa Ivany: tomamos vino y escuchamos música llanera. Llueve dulcemente en la ciudad, y pienso cómo todo pasa en este mundo. Pasaremos, como han pasado tantos y vendrán otros que no hoy están en la nada, la NADA que todo lo contiene, y vuelvo a recordar a Santa Teresa de Jesús: NADA TE ESPANTE, NADA TE TURBE, NO SE PASA…
8 -4 -1995: Comienza la Semana Santa. Leo a José Martí.
Hago una visita a la casa del querido amigo y ya fallecido padre Santiago López-Palacios, y encuentro que ha dejado cuatro gruesos libros para su ahijada mi hija Adriana, que por un extraño pudor no quise hojear. Los dejé para buscarlos en otra ocasión.
7 -6 -1995: Organizamos ahora en el Taller, “Encuentro de dos Rebeliones», donde asistirán Hugo Chávez, Francisco Visconti y Hernán Grüber Odreman.
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11 -6 -1995: Día domingo: Me llama Humberto Alí Pernía y me dice que en la encuesta que está haciendo para rector, yo he quedado por encima del último. ¿Quién me metería en esa carrera de galgos?
Conmoción en Venezuela por declaraciones de Hugo Chávez desde Panamá en el que acusa al yerno de Caldera de estar preparando un golpe de estado junto con un grupo de banqueros.
Por cierto, en diciembre del año pasado el profesor Pedro Solano me refirió algo parecido, y además que el hijo de Caldera, Andrés, estaba organizando unas fuerzas paramilitares.
Se habla insistentemente de que el gobierno va a enjuiciar nuevamente a Chávez.
12 -6 -95: La conmoción por las declaraciones de Chávez siguen su curso: todas las agencias internacionales de prensa presentan a Venezuela anegada de rumores de golpe.
14 -6 -95: Es detenido el argentino Norberto Ceresole.
15 -6 -95: Aparece en El Nuevo País, en primera página, Ceresole esposado para ser expulsado de Venezuela, y el gobierno se anota otro punto de estupidez ante la prensa mundial.
Hoy han llegado a Mérida el general Francisco Viscoti, el contralmirante Hernán Gruber Odreman y el coronel Luis Alfonzo Dávila (en representación de Chávez), para participar en el encuentro de dos rebeliones que he organizado en la Facultad de Ciencias. Se suponía que Chávez estaría hoy a las 9 de la mañana en la Facultad de Ciencias, pero suspendió su viaje desde Caracas por investigaciones que le está haciendo la DIM.
Hemos tenido una sesión maratónica de discusiones en la FACULTAD de Ciencias sobre la situación del país, desde las 9 a.m. hasta las 6:45 de la tarde.
Por la tarde, durante un receso, el coronel Dávila me confesó que compadecía a Chávez, porque era mucha la gente que le criticaba injustamente por su actuación pública; el coronel Dávila es un importante seguidor del principal Comandante del 4-F. Me dice que de todas partes y unas veinte veces a la vez, los amigos de Chávez le hacen toda clase de reproches y que éste vive en un maremagno de acusaciones que produce en sus más íntimos compañeros, una mezcla de dolor y de angustia. Lo que sucede, es que Chávez es visto por muchos políticos como temerario, como aventurero de la política, a la vez como una mina que hay que aprovechar. Esto ha movilizado a su favor a una gran cantidad de dueños de medios, militares, empresarios, banqueros y apostadores en la Bolsa…, de la misma manera como los promotores boxísticos (o apoderados) miran a los campeones bajo sus mandos. De modo que esto se presenta complejo si el Comandante no tiene el suficiente pulso para manejar las redes del poder a su alrededor. Me contó el coronel Luis Alfonzo Dávila, físicamente parecido a mi hermano Alirio (de aspecto educado, de suaves modales y trato sereno), que cuando Chávez vino de Cuba, Rafael Poleo le reclamó con dureza: “ ¿Por qué esa metida de pata, chico, haberte ido a Cuba?”.
Hace falta una fuerza poderosa que pulverice los sentimientos derrotistas de este pueblo y lo saque a flote, y lo dote de una fe, de un vigor y de una esperanza nueva y verdaderamente sostenible en el tiempo, porque necesitamos por lo menos cincuenta años de lucha tenaz para salir de la maldita garra de lo que aquí ha impuesto el capitalismo gringo. Puede que este hombre necesario sea una mezcla de mago, religioso y político.
16 -5 -95: Suena el teléfono. Es Arístides quien me informa que el Comandante Hugo Chávez ha llegado y va para la Facultad de Ciencias. Me visto y salgo a buscar a algunos periodistas. En el Rectorado me topo con el actor Mantilla quien me dice: “-No me invites a ese encuentro porque no iré a ver un cobarde que no supo aprovechar la ocasión que tuvo en sus manos el 4 de febrero”. Subo a la Facultad de Ciencias. A las 10:00 de la mañana llega el comandante con su pequeño hijo Rafael (de unos diez años). Hay un tumulto en la entrada, lo recibo y lo llevo a recorrer un poco por los pasillos de la Facultad.
Recordó Chávez que en esta Facultad de Ciencias, había estudiado uno de sus hermanos, Adán. Saludamos a algunos profesores que estaban en el pasillo y en el cafetín. El profesor Gilberto Perdomo se le queda mirando y al darle la mano exclama: » – ¡Dios, esto es un milagro!». Saluda el Comandante al decano Spirydom y al profesor Ernesto Valiente (quien con el tiempo se convertirá en uno de los más fervorosos chavistas de Mérida). Finalmente entramos al salón contiguo al auditorio donde posamos para una foto con el grupo del Taller de Literatura.
Afinamos los preparativos de lo que debía tratarse frente al público y le dije que la gente estaba ansiosa por encontrar una orientación luego de cuarenta años de agonía partidista; que el pueblo busca a un guía, a un verdadero dirigente espiritual, a alguien que vaya al meollo de lo que está palpitante en este momento de deseos de cambio y de lucha; que la gente quiere saber cómo vemos la situación nacional y le demos un papel en esta ardua batalla contra la oligarquía, y que no nos pongamos límite en la pasión, en las acciones a tomar ni en las palabras.
Finalmente nos dirigimos al auditorio el cual estaba abarrotado.
Hice una pequeña introducción y de inmediato tomó la palabra Chávez. Poco a poco el Comandante fue envolviendo al público con un poder tremendo de seducción; no se oía sino su voz fuerte y apasionada, y la atención de la gente era casi alucinante; supo trasmitir sinceridad, como también prudencia en la acción y valor para enfrentar los difíciles tiempos que se avecinan. Estábamos conmovidos, varias veces sentí un estremecimiento en todo el cuerpo, y se me empañaron los ojos. No conocía a Chávez, y sentí de veras pena y tristeza por la tarea inmensa que se estaba echando sobre sus hombros. El público entonces comenzó a pedirle que fuera su libertador, que se organizara algo para estar con él; fue el hechizo desbocado y un despertar de sentimientos nunca antes percibidos en este país; la gente hablaba con algo apretado en el corazón, las voces se quebraban, los aplausos eran la electricidad emotiva más resaltante en los presentes.
Chávez desde el estrado le envió saludos a los agentes de seguridad del Estado que lo siguen por todas partes, y que él sabía estaban presentes en el acto; cuando llegó a Mérida fue rodeado por agentes de la DISIP y seguido por motos y vehículos de la policía política. Desde ayer mismo habían aparecido por la Facultad personajes extraños que grababan cuanto allí se discutía, y trataban de identificar a los que estaban organizando el acto.
La intervención de Chávez se hizo mediante circuito cerrado de televisión, de modo que se pudo ver en toda la Facultad de Ciencias.
Chávez repitió con profunda franqueza que no tenía interés ninguno en formar un partido; que estaba en contra de las venideras elecciones las cuales ya de por sí para él serían otro fraude, como otra vulgar estafa a las esperanzas del pueblo. Que su función es la de ser, junto con sus amigos, un promotor más de una gran cruzada, de una lucha por la verdad y la justicia. Que deberíamos impulsar la idea de una Constituyente, con el fin de sentar las bases de una nueva Venezuela verdaderamente soberana.
La atención a sus palabras se mantuvo desde las 10:15 hasta casi las dos de la tarde cuando nos retiramos a comer algo, para luego volver a las 3:00 al auditorio y continuar nuestras deliberaciones. Por cierto, fuimos a comer al restaurante La Loca Luz Caraballo, frente a la plaza de Milla. Como no teníamos mucho dinero sólo pedimos sopa de arveja. Chávez fue rodeado por gente muy humilde; una anciana nos lo quitó durante una hora y el Comandante le escuchó con devoción sagrada, y a la final se tomó su sopa fría.
Luego de las discusiones y largas deliberaciones en la Facultad, se conformó un grupo decidido a trabajar por el país, por impulsar una Constituyente, sin ningún otro miramiento en la lucha que el interés por rescatar de la miseria, de la ruina y del agobio a nuestra patria.