José Sant Roz
Para mayo de 1972 regresaba Betancourt de Berna, luego de una larga travesía y le pediría a los precandidatos Gonzalo Barrios y Reinaldo Leandro Mora, que declinasen a favor de CAP. Betancourt llegaba a la Guaira, luego de una larga travesía por mar, con escalas en Nápoles, Barcelona y las Islas Canarias. CAP era ya el “caminador” que se había metido al país en el bolsillo. Betancourt al abrazarlo le diría: “Caminante sí hay caminos, ya yo te los he hecho.” Y la Convención del 18 de agosto proclama vencedor a CAP con 344 votos contra 163 de Leandro Mora.
CAP, borracho de multitudes (y de plata) resultó incontenible. La Creole aportó para su campaña electoral 26 millones de bolívares, 9 más que le fue dado a Caldera. Fue la época cuando mediante una colecta de todos los ladrones del partido de AD, se le regaló a Rómulo la quinta Pacairigua.
Betancourt se estaba sintiendo enfermo: Al que llamaban “Locoven” se volvió incontenible en sus desmanes. Había firmado más de doscientos decretos y había creado más de ochenta comisiones para cambiar miles de cosas las cuales seguían empeorando de modo irremediable. El partido por otro lado hacía aguas, lleno de tránsfugas, manirrotos y burguesitos como Diego Arria. Aquello ya no era un partido sino una banda de delincuentes, pero no era toda la culpa de CAP; ese asunto lo había comenzado el mismo Rómulo. Gonzalo Barrios seguía dándoselas de Socrático, echado en una banca del Congreso, y con su báculo burlándose de los que hablaban de mala situación social. Declaraba bromista y cínico: “Tal vez a Carlos Andrés le ha faltado siempre un poco de ignorancia.”
Viejo y desdentado y sin mujer que lo cuidara, Gonzalo en sus últimos años se dedicó a recibir cumpleaños sorpresas. Se los celebraban con gran boato y derroche los presidentes de la República. Durante un tiempo se pensó que el sucesor de Gonzalo sería Héctor Alonso López. Héctor quien comenzó a recibir también cumpleaños sorpresa y el mismo Barrios le organizó uno prolíficamente orgiástico en el Eurobilding, con exquisiteces traías de los lugares más refinados del Caribe y Europa. Todo era color de rosa, hasta los elefantes de Héctor Alonso López; Héctor tenía locura (y tiene) por los elefantes rosados. La Universidad de Los Andes que le había negado el doctorado Honoris Causa a Jorge Luis Borges le otorgó a Gonzalo Barrios el de “Doctor Honoris Guasa”. Aquello no fue una sorpresa sino un la crónica de una jalada anunciada. Claro, Borges no podía dar cargos y complacer prebendas, en cambio Gonzalo sí: Y el fulano rector de turno, José Mendoza Angulo (cuñado de Hiram Gaviria), quien buscaba desesperadamente definir su futuro (ya como desempleado exrector), se anotó a adeco.
El 26 de julio, luego de ser detenido y torturado muere asesinado a manos de la DISIP, el dirigente socialista Jorge Rodríguez. Otro crimen que dejó impune esta democracia. En ese estilo cínico-irónico-burlesco impuesto por Gonzalo Barrios y que tanto le estaba encantando tanto a adecos como copeyanos, incluso a tipos de izquierda como Teodoro Petkoff, el ministro Octavio Lepage declaró: “Jorge Rodríguez ha muerto a consecuencia de un infarto al miocardio.” En mismo jefe de la DISIP, haciéndose eco de las macabras composturas del abuelo de AD, Gonzalo Barrios, declaró: “A Rodríguez le dio un yeyo y se quedó muerto.[1]”
Gonzalo se fue muriendo entre el fárrago del derroche, siendo llamado el Abuelo de la Deuda. Disfrutó mucho de los consomés que le preparaba Blanca Ibáñez en palacio. Aquellos consomés, exquisitos, no consiguieron hacerlo eterno. Un día como cualquiera otro se murió de viejo, sin enterarnos, se fue. Se ahorró ser espectador de los acontecimientos del 27-F, del 4-F y del 27-N y del triunfo de Chávez. Lástima. El Diablo lo tenga en la gloria.
Me decía un señora en Caracas: “Es que Chávez es un payaso. Habla y habla y no hace nada. No cumple sus amenazas. Por eso no me gusta Chávez.”
Yo le contesté: “Y nosotros también no somos acaso otros payasos, que lo que hacemos es también hablar. Imagínese usted que Chávez cumpliera su palabra.”
Estaba en la parada de Chacaito, centro ultra escuálido, donde se coge el metrobús que va para Baruta. Era el día sábado 23 de agosto de 2002, cuando se realizaba la marcha contra la aberrante decisión de los once magistrados. Había allí un grupo de personas y alguien se atrevió a decir, viendo aquel mar de gente: “A cada una de esas gentes les pagaron cuarenta mil bolívares para que marcharan, que a mí me los ofrecieron.” Otros tres dijeron más o menos lo mismo, que el gobierno estaba repartiendo plata a manos llenas para que se diera la marcha y que a ellos también habían intentado comprarlos. Fue entonces cuando intervine: “Eso es muy barato: A veces venir de tan lejos, amanecer, caminar catorce kilómetros bajo un sol tan desquiciante, gritar consignas sin pausa, batir banderas, cantar himnos y canciones, y luego tener que esperar varias horas hasta que el presidente aparezca para que les hable, y luego vitorearle sin pausa, y permanecer toda la noche en vela al lado de su causa. Nadie aceptaría 40 mil bolívares por algo tan grande, tan noble y auténtico.” Los miserables escuálidos no piensan sino con la panza, y es por ello por lo que se imaginan que a los chavistas les pagan para que marchen para defender la causa del Presidente que es la misma de ellos.
En la marcha del día sábado 23 de agosto
escuché consigna como estas: “El próximo desfile será con los fusiles”.
“Mendoza, marico, jala bola de los ricos” “Peña, cabrón, te sale paredón.”
[1] Véase : “Los adecos en el Poder”, Sanin, colección Criterios, Publicación Seleven, c.a., Caracas, 1983, pag. 351.