Por: Valentín Navarro Martínez.
Tenía tiempo sin saber de este personaje. El trajinar de estos tiempos evita el contacto frecuente. Es el Brujo del Guarapiche, respetado por unos, rechazado por otros, pero, al fín y al cabo, cada cabeza un mundo.
Me lo encuentro por los lados de Boquerón adentro, en las orillas del río Guarapiche, madre de la ciudad de Maturín. Su sitio preferido cuando visita Maturín es donde está una mata de jobito y otra de guama pelúa. Varias piedras grandes sirven de asiento para la conversación.
– “Hola Valentín,” -me dice con su voz ronca de tanto mascar tabaco y beber su menjurje, como él lo llama que en realidad es un ron lava-gallo fortísimo.
De inmediato me acerca la botella y me hace señas de que beba. Toma la botella y me echa un buche del menjurje. Siento un calor intenso en el estómago que me sube a mi garganta y me acelera mi respiración.
– “Verga, esa vaina está fuerte”, dije y el brujo se echó a reír y me riposta:
– “Estás fuera de entrenamiento, antes te lo bebías sabrosito”, – y se sigue riendo de mí.
El brujo masca su tabaco y echa un escupitajo que pega, certero, en el tronco de la mata de jobito, se queda mirándolo. Se voltea y me dice:
– «Esa mascá ‘e tabaco, el río y su tierra me cuentan cosas y yo sé que tú quieres saber de política y te echo este cuento».
Se acomoda entre las piedras y prosigue
– “A Leopoldito se le enredó el volador y va a empezar a caer por culillo. No aprovechó la buena brisa para volarlo”.
– “Ahora no se le dice volador”, – le aclaro al brujo-, “se le dice papagayo”.
Me responde, después de echarse un buche de su menjurje.
– “¡Déjate de esa marisquera!, volador es volador”. Continúa diciendo.
– “Leopoldito con volador con culillo no puede volar. Se fue al reino de España y allá estará preso y no podrá salir a turistear como lo hizo su mujercita que andaba de brincona por esos países y fotico con este, fotico con aquel y otro poco de vainas rarosas que por respeto a mis damas lectoras, no digo”.
– “Barajéame esa vaina que no entiendo”, le respondo.
El brujo me acerca la botella de nuevo y bebo y ahora si siento el impacto de la bebida como debe ser.
– “La Unión Europea es muy estricta en eso de las migraciones y Leopoldito se fue sin papeles de identificación, sin cédula, sin pasaporte. Los españoles lo dejaron que entrara porque son cómplices de la fuga y más naaaaa”.
“Se jodió Leopoldito” – y suelta una risa que espanta a un mato de agua que se acercaba. El brujo ve al mato de agua y dice:
– “Quédate tranquilito que ahorita comemos una vaina especial”.
Rápidamente agarra una piedra y se la lanza al mato de agua que cae fulminado por el impacto. El brujo lo va a recoger. Saca una navaja le quita la piel y lo destripa. Con alegría me dice:
– “Échate un palo mientras montó el fogón”.
Lo miro con desconfianza y el me adivina el pensamiento.
– “Esta verga te va a gustar. Sabe sabroso y déjate de marisquera y échate otro palo”.
Con el fogón prendido y el mato de agua asando, continúa diciéndome:
– “Pues sí, Leopoldito está encerra’o en España. Pero ese carajo no es tonto. Él sabe que “hay que compra alpargata porque lo que viene y es joropo”, como decía Chávez. Leopoldito agarró sus peretos y se largó, dejó el pelero. Si va a actuar será para el 2021, si acaso”.
El brujo se echa un palo y con cara de asombro me dice:
– “Espérate, espérate, te voy a contar una vaina y no digas que yo te lo dije. En realidad, Leopoldito también quería ver la carita de la hija de Tintori, de cuando salió preñá cuando estaba turisteando entre Europa y los Estados Unidos se regresó pa’ Venezuela y aquí Leopoldito la preñó de inmediato. Para ver si la carajita se parece a él”.
El brujo pela los ojos, me mira fijamente y me dice:
– “¿No me lo crees?, pues eso es lo que me dice la masca ‘e tabaco pega’o en la mata de jobito”.
– “¿Estás seguro?”, le pregunto.
El brujo toma un puñado de arena del Guarapiche y lo deja caer lentamente de su mano.
– “Esta tierra también me habla”.
Dicho esto, retira del fogón el mato de agua que ya está listo. De su mapire toma varios pedazos de casabe y me invita a comer. No sé si es por efectos del menjurje, pero esa vaina estaba muy sabroso.
– “En fin de cuentas”, –me dice el brujo-, “Leopoldito ya no es soldado con quien pelear, tan solo un patiquín con bastante platica para pagar campañas de liderazgo publicitario, mas naaaa”
El brujo hace gesto de “esta vaina se acabó”. Yo lo entiendo y me levanto para irme. El brujo del Guarapiche me acerca la botella en señal de que beba.
– “Echate un palo pa’l camino y pa´ que el mato de agua no se seque en la barriga”.
Eso me sorprende y el brujo con una carcajada me dice:
– “Tranquilo, tu eres mi pana. Yo te conozco Valentín, pero ya tu sabes lo que puede hacer un mato de agua en la barriga – Y se ríe como solo él sabe hacerlo.
El brujo del Guarapiche saca del mapire un trozo de tabaco que parece una morcilla y me dice:
– “Toma esto es mejor que esa vaina de los carajitos . . . esa vaina del chimó”.
Se lo acepto para no defraudarlo, aunque él ya sabe que no lo voy a utilizar. Me despido del Brujo del Guarapiche y me voy a mi casa.
Después de caminar un trayecto y ya bajo los efectos del menjurje no puedo caminar recto. Paso al lado de un viejito que, al verme caminar así, dice murmurando:
– “Lo que pasa es que la banda ‘tá borracha, ‘tá borracha, ‘tá borracha”
Me detengo miro al viejito y le respondo:
– “Ah, cuerpo cobarde como te meas . . .
El viejito se me une y juntos terminamos la estrofa:
– . . . yo traigo una pea que dios me la guarde!!”.
Hasta muy pronto, queridos lectores.