Por: Freddy Parada
Se avizoran tiempos difíciles en un sector importante de países de todos los continentes, de amplias convulsiones sociales, de desespero de los de arriba y los de abajo. Los primeros por conservar su opulencia, el poder mal habido, imponer por la fuerza sus caprichos y obtener el máximo beneficio a través de mecanismos fraudulentos con respaldo de una legalidad que está de espalda la justicia y los segundos a los que los de arriba quieren aplastar, mantener embozalados, controlados y explotados, pero luchan con bríos para romper las cadenas que los oprimen.
Las nueve familias que controlan el todo tecnológico y financiero, económico y científico sabían desde hace tiempo lo que vendría. Se organizaron y trabajaron para ello. Invirtieron trillones de dólares para armarse y convirtieron la plenitud de su poder en armas de guerra. No hay escenario donde las armas letales no tengan un posicionamiento táctico y estratégico. La democracia la convirtieron en un cuento de Caperucita Roja que no tiene nada que ver con la realidad. Democracia es pensar como ellos y actuar como ellos. Democracia es una sola forma de ver y hacer la vida. Lejos quedaron los postulados que le dieron vitalidad a las Constituciones de EEUU, la inglesa, la de Francia, la de Alemania, sólo por nombrar algunas. Borrados del mapa mental quedaron las teorías debatidas en el siglo XVII y XVIII promovidas desde el seno del pensamiento burgués de ese momento.
La democracia constitucional nacida después de la Segunda Guerra Mundial la convirtieron en una pieza de museo para ser contemplada por unos pocos, mientras las mayorías de la sociedad la perciben como las historias de hadas, una ilusión lejos de concretarse, porque una elite de familias menor que la de los dedos de ambas manos lo impide.
Las constituciones son vaciladas por los mercenarios de la economía y de la política. Los instrumentos legales con vinculación internacional, usados como medios de opresión en variados momentos son ahora no reconocidos y se actúa al margen de la legalidad mundial consensuada, la de la autodeterminación de los pueblos, la no injerencia extranjera, la de la independencia, y la soberanía. Las Constituciones no han frenado ni evitado las guerras azuzadas desde el extranjero. El desprecio hacia estas irrumpe lo divino y lo humano que esas creaciones humanas que llevan consigo.
Sorprende las más de 60 bases militares que rodean a Irán, las 76 que cubren a los países de América latina y el Caribe, las 980 restantes instaladas en los alrededores de los otros continentes. El juego del todo o nada que está haciendo el imperio estadounidense tiene en vilo la vida de la especie humana.
La arrogancia y prepotencia acumulada y añejada por el tiempo, coloca al tiempo presente en una situación de arrinconamiento y sin miramiento de ningún tipo. Las multimillonarias familias prefieren ocasionar el más horroroso holocausto y diseminar al planeta tierra antes que perder la hegemonía sobre todo lo que es mercancía en el planeta.
La real política perdió su rumbo. Seguramente nunca tuvo un destino mayoritariamente digno. Los pueblos han tenido desde el nacimiento de la sociedad patriarcal, con un Estado y un derecho, que materialmente se ha negado a reconocer los derechos esenciales y dignificantes de la vida. La alocada e irracional carrera de otorgarle a todas las actuaciones humanas un valor de uso y un valor de cambio colocó las cosas en un nivel que están a punto de achicharronarse. El espejismo y el mundo de las formas han aniquilado los contenidos y la esencia. La carrera sin límites de hacer por hacer sin un punto trascendente que sirva de apoyo y trinchera para lograr nuevos horizontes ha provocado un desgaste y un derroche de energías que a la larga genera frustraciones. La lucha por afianzar el individualismo en desmedro del entorno social ha acarreado una atomización peligrosa en el logro de los anhelos del interés general que se circunscriben con frecuencia en el plano subjetivo sin que encuentre realización práctica en los intervinientes.
Donde no hay tolerancia no hay democracia. Donde no hay aceptación y respeto a la diversidad se aniquilan los insumos donde se cocina y se fermenta la participación de todas y todos que en palabras simples y llana significa la Democracia. Vivimos momentos cruciales y movimientos peligrosos de retroceder a absurdos absolutismos antes vividos y con resultados devastadores a los intereses generales de lo que significa la especie humana.
La democracia, aunque para algunos resulte exagerado, tiene miles de años de haber sido estigmatizada y maltratada, por quienes defecan sobre ella, a nombre de la libertad; la asechan para aprehenderla y conducirla al paredón de fusilamiento. La democracia es pueblo, participación y protagonismo, es pluriculturalidad, es el reconocimiento de todos los otros, es vivir y abrazarse con la dignidad en todas sus escalas. La otra, la que nos venden a través de los marketing, es mercancía, aplastamiento a la disidencia, persecución, tortura y muerte. Otro engaño más de los facinerosos.
San Cristóbal, 21 de mayo de 2019.

















