Shapiro, Sharp: Embajador de EE UU en Venezuela durante el golpe de abril del 2002. Acordó asolicitar a la CIA toda la ayuda posible para apoyar a Pedro Carmona Estanga y Carlos Ortega.
Shapiro, Sharp: Cegato, de bigotitos hitlerianos, y una nube gris de vaguedades en la mirada. Viejecillo propiciador de risas lacayas, cuyos ojillos trastabillan de placer besando a una Colomina travestida, para quemarse por los dos cabos. Viejecillo que retoza con un muñeco monstruoso que mañana puede travestirse en la virgen que llora en las marchas del Este.
Shapiro, Sharp: Histrión de macabro morro, cuyas picardías se remontan a noviembre del 2001, cuando el Departamento de Estado le dio luz verde para que se derrocara Chávez.
Shapiro, Sharp: El dueño del circo mediático que lanzó sus bichos al ruedo el 2 de abril del 2002. El show fue cruento e interminable, y batieron sus panzas a risa suelta, durante seis días con sus noches, cogiendo los palcos principales el busherío del FMI, las compañías petroleras, los godos Aznarines con su España Negra y con sus purpurales obispos que bendicen pistolas y llevan y traen a un dios, encapuchado, entre mantos de sangre. El 11-A celebraron con champaña fina, ya con la carpa en Miraflores, y colocaron a uno de los tantos monos supremos entre lagartos, cerdos y chivos.
Shapiro, Sharp: Ante el fracaso del 11-A, con los ojos estrábicos, la jeta colgante y la baba afuera, Shapiro juró que montaría otra vez su retrete torquemádico. La risa le estuvo temblando en sus antropoides entrañas, hasta que se le congestionó, y quedó con la tienda en el suelo, los trapecios destartalados, los zancos partidos y sus alimañas despavoridas.