Sosa, Arturo: Padre del jesuita malévolo de Arturo Sosa. De la estirpe de los Pedro Tinoco. Este personajillo de don Arturo Sosa, magnate y ministro, y súper empresario de la época en que Rómulo Betancourt con el gobierno en 1958, tiene la “virtud” de haber iniciado la era del desquiciado despilfarro en Venezuela, apenas comenzaba a dar sus primeros pasos la llamada “era democrática” sostenida por adecos y copeyanos. El 24 de enero de 1958, Arturo Sosa recibe la Tesorería Nacional, habiendo en caja 2.580 millones de bolívares y un mil millones de dólares en reservas internacionales, sin meter en esta cuenta las regalías petroleras y lo que se había recaudado por Impuesto sobre la Renta. Venezuela no le debía nada a ningún país, a la banca internacional. En todo el siglo veinte hasta entonces nuestro país no solicitado préstamos a la banca internacional para encarar los problemas de tipo financiero. Cuando don Arturo Sosa presenta su memoria y cuenta de aquel año 58 ante el Congreso Nacional dirá que las reservas son de 2.215 millones de bolívares pero que ya existen compromisos de 4.500 millones de bolívares. En realidad, Sosa había sido colocado en ese cargo por el Grupo Vollmer sobre todo para que le pagase cuanto se le debía y no se le debía al primer acreedor de la Nación, Eugenio Mendoza, también miembro de ese mismo Grupo Vollmer. En un solo año, Arturo Sosa había dilapidado 200 millones de dólares.
Sosa, Arturo: Economista, abogado, empresario y banquero venezolano. Realizó estudios de secundaria en el colegio San Ignacio y superiores en la Universidad Central de Venezuela, donde obtuvo el título de economista en 1945 y de doctor en ciencias políticas y sociales en 1947. Posteriormente realizó estudios de postgrado en administración de empresas en el Instituto Tecnológico de Massachussets (USA). Trabajó a pleno pulmón con golpistas y mafiosos de altura como asesor del Consejo Nacional de Economía y Secretario general de la Comisión de Estudios Financieros y Administrativos del ministerio de Hacienda. Ocupó cargos directivos en diversas empresas de los grupos económicos Vollmer y Provincial como: vicepresidente de la C. A. Cervecería Nacional; director de la C.A. Ron Santa Teresa; Azúcar Montalbán, Tablopan de Venezuela, Central El Palmar y Banco Provincial; presidente de la Sociedad Financiera Finalven y vicepresidente del Consejo Bancario Nacional. Fue también ministro de Hacienda de Luis Herrera Campins, el 8 de diciembre de 1982, para adoptar medidas que pudieran frenar la fuga de divisas, entre ellas la devaluación del bolívar que puso el fin a la tradicional paridad de 4,30 bolívares por dólar americano, y la adopción de un sistema de control cambiario con la creación de la Oficina de Régimen de Cambios Diferenciales (RECADI) que se inició el 28 de febrero de 1983, día conocido como «viernes negro», cuando se generó la mayor corrupción en Venezuela. Permaneció en el cargo hasta la culminación del período de Herrera Campins en febrero de 1984. En 1990 participó, en la negociación de la Cervecería Nacional y en la controversia por el dominio accionario del Banco de Venezuela. Contrajo nupcias en dos ocasiones, la primera con Margarita Abascal, y la segunda con la señora Reyna Muracciole. Uno de sus 6 hijos, el sacerdote jesuita Arturo Sosa Abascal, ha destacado como ensayista e historiador.