Ramos, María Elena: DE ESTA SEÑORA USTED NUNCA ENCONTRARÁ QUE HAYA DICHO O HECHO ALGO QUE VALGA LA PENA. Ante ella realmente todos los dientes de la tierra se quedan pendejos. Eso sí, como tremenda burócrata fue presidenta del Museo de Bellas Artes de Caracas; en su presidencia se negaba a concederle espacios a los venezolanos, y son numerosas las denuncias sobre graves ilícitos cometidos por ella en el MBA. Egresada de la UCAB. Acusada de haberse plagiado un libro. Esto es de su puño y letra así se auto-define: “desde que estudiaba 2do año de la carrera, escribía en las páginas de opinión de El Nacional, y después de varios años en el oficio formó parte de la planta de colaboradores del Papel Literario durante catorce años. También dictó clases de Periodismo Informativo en la Escuela durante seis años, donde dice que los alumnos del nocturno eran mucho más entregados que los del diurno. Impartió la Cátedra de Lenguaje y Comunicación Visual en el Centro de Enseñanza Gráfica. Realizó estudios de Maestría y Doctorado en Filosofía y es candidata a Doctor en la Universidad Simón Bolívar. Estudió Música desde 1952 a 1962, y considera que ésta le dio mucha disciplina. Es la actual presidenta de la Fundación Museo de Bellas Artes, miembro fundador de la Galería de Arte Nacional y del Museo de Arte Popular de Petare. Creó el proyecto cultural para el Metro de Caracas. Ha representado al país en Congresos internacionales sobre artes plásticas. Ha sido curadora ante las Bienales internacionales de Sao Paulo, Medellín y Venecia.”. Entre sus queridos amigos se cuenta: Carlos Pérez Ariza, Javier Vidal, Marcelino Bisbal, Fina Torres, Susana Rotker, Gloria Mirós, José Domingo Blanco, Corina Yépez, Carmen Elena Maciá, Taisa Medina, Florencio Trujillo, Gabriel Szepezy, Jesús Zerpa, Alberto D’Anjoi, Nicomedes Zuloaga, Ana Cristina Henríquez y Pablo López Ulacio, Nitu Pérez Osuna, Martha Rodríguez Miranda, Luis Fernández, Sebastián de La Nuez, Patricia Guzmán, Idania Chirinos, Julie Restifo, Carlos Paolillo y Antonio Padrón Toro. Fue una pieza clave de los Otero tanto en El Nacional como en la MBA; miembro del Grupo 400+ (G-400+). Véase Grupo 400+ (G-400+).
EXPRESÓ VACUIDADES COMO ESTAS: «Me consta que, para quien no es habitualmente un analista político, y mucho menos un político activo, la experiencia puede ser anímicamente ardua. Así lo sentí con este libro, La cultura bajo acoso, que no escribí de una vez para su publicación sino que reúne una serie de textos que fui escribiendo desde fines del siglo XX y a lo largo del chavismo hasta el momento que el libro se da a conocer, en 2013. Es un análisis de cómo la realidad política ha afectado la institucionalidad cultural pero también, de modo más amplio, la cultura del venezolano. Y aquí la idea de cultura no la limito a los museos, la música, las artes plásticas. Por ejemplo, el venezolano es un ser idiosincráticamente espontáneo, mucho más que personas de otros países de América Latina. Pero este tipo de regímenes coarta progresivamente la espontaneidad de las personas, que empiezan a pensar: ¿lo digo o no lo digo?, se callan o bajan la voz. Eso es un cambio cultural, entre otros de los que allí hablo. Hay capítulos que están directamente vinculados con el deterioro institucional de la cultura artística y con el deterioro institucional en general. A veces hago comparaciones: cómo se han politizado las instituciones culturales en paralelo a cómo se ha politizado PDVSA o las industrias básicas. En unos y otros, con las diferencias del caso, una situación se repite: la demonización de la meritocracia, el desprecio por el conocimiento especializado, la sustitución del rigor profesional por la confianza y la adhesión política… Un régimen crecientemente invasivo de todos los terrenos (así es precisamente la consistencia totalitaria, esa cosa chiclosa que secuestra al Estado desde el gobierno, o desde un partido central). Los que trabajan en las instituciones culturales ya no sienten orgullo sino pesadumbre y hasta vergüenza. A pesar de eso, muchos siguen luchando y manteniendo los patrimonios, en la medida de sus posibilidades. En el caso de los museos se ve, y hay por cierto un capítulo en ese libro dedicado al personal, a la resistencia que han ido haciendo silenciosamente, cuidando las colecciones y dando luchas internas efectivas, que no han salido a la luz pública. «
EN UNA ENTREVISTA le preguntaron:
¿Cuáles son las preguntas universales que se hace María Elena Ramos?
VEAN LA GENIALIDAD QUE ESTA SEÑORA CONTESTA CON UNA FILOSOFÍA QUE CALCINA CUALQUIER CEREBRO. QUÉ ESTUPIDEZ MAYO:
«-Muy simple. (Suspira). En realidad no son tan simples. Creo en las preguntas que son realmente universales de todos los tiempos, en las preguntas por el amor, por la belleza, por el bien, por el bien común, por el alcance de alguna forma de plenitud, por la inteligencia como zona no de poder sino de aprender, de sintonizar con el mundo que te tocó, y sobre todo como zona de compartir. Por ejemplo, para mí, una de las cosas más importantes de la inteligencia o del estudio…
[María Elena interrumpe la conversación para comentarle a Florencia sobre sus orquídeas mientras las retrata].Para terminar la idea, te decía que una de las experiencias que siempre ha sido más importante para mí en el hecho de conocer, en el hecho de tener el don (esa cosa que hay que agradecer a la vida: haber tenido capacidad de concentración, aptitud para los estudios, y sobre todo goce con ese tipo de actividad) es luego la posibilidad de traspasarlo, de compartirlo intergeneracionalmente. Eso ha sido siempre motivador… y disfrutable. Es el adquirir un conocimiento y sentir connaturalmente la responsabilidad, y el placer, de dinfundirlo. Llegué hace mucho a la conclusión de que la que gente recibe dones –los dones de los dioses, de Dios, de la naturaleza, de las circunstancias de la vida–, y de alguna manera esos dones tienen que ser retribuidos. En algunos casos la vida te lo exige y en otros casos a ti mismo te gusta, necesitas, que esa retribución se dé. Varía, dependiendo de a qué don nos estemos refiriendo, pero en general es algo más simple: un recibir y un dar, un traspasar lo recibido. Yo puedo hablar por el trabajo intelectual, que implica una profunda responsabilidad con el otro y particularmente con las generaciones siguientes. Pero está también el don que reciben los artistas. Sobre eso recuerdo lo que decía Merleau-Ponty, que el ojo del artista es “eso que se ha conmovido con cierto impacto del mundo y lo restituye luego a lo visible por los trazos de la mano”. El artista, así, convierte su don en obra y la da a los demás, a la cultura de su tiempo y también a la historia….».
y agrega: «
Una de las cosas que más me preocupa en el país son las nuevas generaciones. Siento que los muchachos están cada vez más desasistidos, menos apoyados. Ahora, por ejemplo, ya los museos no son aquellos sitios donde se hacían sistemáticamente pasantías. Uno de los trabajos que hicimos con más intensidad y placer en el MBA de los noventa fue recibir pasantes y enviar a nuestros propios profesionales jóvenes a hacer pasantías en los mejores museos del mundo, donde fueron siempre muy bien recibidos. Tuvimos el apoyo de Fundayacucho, de las embajadas, de instituciones culturales de otros países. Nosotros cubríamos algunos rubros y ellos lo demás. Los jóvenes del Departamento de Educación, los curadores, los arquitectos y museógrafos, los profesionales de Registro y Documentación hicieron estadías de varias semanas o varios meses. Los recibían instituciones como el Reina Sofía y el Museo del Prado en Madrid, el Pompidou de París, el Art Institute de Chicago, el Metropolitan de Nueva York, el Museo de Brooklyn, museos de Colombia y México, de Alemania e Italia. Por nuestra parte recibíamos sistemáticamente como pasantes a jóvenes de museos y universidades de Venezuela y de América Latina. Por ejemplo, existía con la Universidad de Los Andes un acuerdo por el cual el estudiante de Arquitectura más calificado entre los interesados en las artes, hacía con nosotros su último año como tesista. Así hubo varios, y algunos se quedaron luego trabajando en el área museística.
Esa misión de multiplicar es una de las cosas que he tenido más claras. Por eso me parece también valioso, ya en un ámbito más amplio y en el país actual, ese proyecto Discusiones, una iniciativa de la Fundación Cisneros comenzada por Ariel Jiménez años atrás, y del que he estado llevando la coordinación académica en la tercera y cuarta edición. Allí un grupo de nueve especialistas en artes plásticas, arquitectura, diseño, música, literatura y cine nos dirigimos a estudiantes de carreras humanísticas, a jóvenes creadores y al público general que asiste a esos seminarios en universidades de Caracas, Mérida, Margarita, Maracaibo, Valencia, Puerto Ordaz. Yo soy de los que piensa que hay que seguir haciendo muchas cosas con la gente: dando posibilidad en la medida de nuestras posibilidades, pero aun más. Por ejemplo, a veces me preguntan sobre el tema de la revolución cultural –un tema espinoso– y cómo ha sido el verdadero daño a las instituciones. Se inició un desmontaje de instituciones que costaron tanto trabajo de tantas personas distintas, durante tantas décadas. Yo misma me preguntaba entonces: ¿puede ser que el trabajo que varias generaciones hicimos lo desmonten del todo? Pero vi que hay un área que es más difícil desmontar: lo que se formó dentro de la gente. Y me queda alguna satisfacción porque hay muchos que se nutrieron de aquellos aprendizajes, algunos siguen en los museos haciendo una labor silenciosa de cuido patrimonial, otros pasaron a integrar instituciones culturales privadas, que han crecido en los últimos años en buena medida gracias a esa inyección de profesionalismo de los emigrados de los museos nacionales; otros están en la docencia o en la curaduría independiente. Otros son curadores en museos del mundo: Francia, Estados Unidos, Inglaterra… Otros se fueron y no pudieron sobrevivir en el medio artístico, y tuvieron que dedicarse a dar clases de idiomas u otras actividades. Pero sé que esa parte de formar al otro es la que rinde mayores beneficios reales para un país, y también beneficios morales, aunque la palabra moral disguste a algunos. Formar al otro, darles posibilidad, rinde beneficios humanos. Y ya en este tiempo resulta poco todo lo que se pueda hacer por formar mejor a las nuevas generaciones, porque levantar el país cuando pase la tragedia nacional de estos años no va a ser una labor fácil.»
DATOS DE SU DEPLORABLE INEXISTENCIA:
Licenciada en Comunicación Social por Universidad Católica Andrés Bello, María Elena tiene también estudios de maestría y doctorado en Filosofía por la Universidad Simón Bolívar. Fue Presidente del Museo de Bellas Artes de Caracas de 1989 al 2001, miembro fundador de la Galería de Arte Nacional (1976) y del Museo de Arte Popular de Petare. Fue también miembro del equipo creador del Instituto de Educación Superior Armando Reverón (años 80). Desde 1976 es conferencista en universidades y museos de Venezuela, América Latina, Estados Unidos, España, Francia.
Entre sus publicaciones se encuentran El Ávila en la mirada de todos, 2014; La cultura bajo acoso, 2012; Gego, 2012; Diálogos con el arte, 2007; Fotociudad. Estética urbana y lenguaje fotográfico, 2003; De las formas del arte, 2002; Armónico-Disonante, 2001; Acciones frente a la plaza, 1995; Diálogo con lo natural, 1992; Pistas para quedar mirando, Academia Nacional de la Historia, 1991 y Arte y naturaleza, 1987.
Algunas de sus proyectos curatoriales son: Ética-Estética Política, 2013; Contaminados, 2012; Pasión y razón de un espíritu constructivo (Torres-García y la Escuela del Sur), Biarritz, 2006; Árboles, Bienal Internacional del Barro, Caracas, 2001; Christian Boltanski: Sombras, Caracas, l999; Intervenciones en el espacio (artistas: Kosuth, Graham, Camnitzer, Caramelle y otros), 1995; Jesús Soto: La Física, lo Inmaterial, Museo de Arte Moderno Jesús Soto,1993; Alejandro Otero: Las Estructuras de la Realidad, Bienal Internacional de Sao Paulo, 1991. Curadora por Venezuela en bienales internacionales: Venecia, São Paulo, Medellín, y Cuenca.