Recordando el horrible asesinato Ibarra Riverol, cuando aquí sí había inseguridad
¿Qué será del Comandante Luis Alfonzo Godoy?
José Sant Roz
Recuerdo que el Comandante Godoy sobrellevó una de las tragedias más terribles de este país, cual fue el asesinato en la persona del abogado Juan Luis Ibarra Riverol. Tenía 50 años, hombre bonachón, sencillo y muy humano. Nunca lo olvidaré. Fue un mediodía, enciendo la tele y veo unos niños de nombre Ligia y Juan, en uniforme azul, llorando, en El Silencio, en las esquinas de Peinero a Dr. Díaz, diciendo: “sí, fueron ellos… ellos le mataron; sabíamos que lo iban a mandar a matar”.
JUAN LUIS IBARRA RIVEROL Y EL COMANDANTE GODOY
Le habían dado un tiro en la boca con una pistola 9 mm con silenciador, en su propio despacho de trabajo. Lo hicieron tres hombres elegantemente vestidos, serenos, que a las 10 de la noche ingresaron a la ofician del abogado y el propio Juan Luis les franqueó la entrada. Es decir que eran tipos que estaban metidos en el negocio de los ex ministros de la Defensa y generales retirados Vicente Luis Narváez Courión, Bernardo Leal Puchi y Tomás Abreu Recanieri, que seguramente llevaban una maleta de dinero para que Ibarra Riverol se callara. Ibarra se niega a transigir, se desenfunda el arma, dos de ellos le sostienen y el otro le apuntan en la boca.
Al conocer la noticia el Comandante Godoy, estalla en llantos: “No puede ser, no puede ser. Es inconcebible.”
Se había cumplido de manera tétrica una abierta amenaza que desde hacía meses corría por toda clase de medios. Yo quedé estupefacto. No pude comer, y de inmediato me fui a la Facultad de Ciencias de la ULA, en La Hechicera, para organizar un acto en la Plaza Bolívar que se llamó: “Contra los asesinos de Ibarra Rivero”. Por cierto, causaba pavor cómo entonces casi nadie protestó contra esta salvajada: no hubo lutos activos, nadie sacó a relucir estadísticas ni análisis sobre la violencia que nos devoraba; ningún partido ni de izquierda ni de derecha protestó. Un pánico pavoroso se adueñó de la Nación porque los asesinos estaban mostrando sus técnicas, sus armas, su inmenso poder para acallar a la justicia y arrinconar o desaparecer al que se atreviera atacarlos.
NARVAEZ CHURIÓN
Comencé a repartí varios volantes, invité al acto al decano de Ciencias Jesús Rivero, bajé al rectorado y hablé con el rector Pedro Rincón Gutiérrez para que se nos uniera y me dijo que sin falta allí estaría (mentira, no fue), y luego me dirigí e invite al obispo Antonio Salas. Cuando hablaba con el obispo Salas, estaba presente el padre Sánchez Febres, hombre culto, sabio y moderado que se estremeció cuando recriminé al obispo por su negativa a asistir al acto. Me dijo el obispo que él no se podía meter en esas cosas, y entonces le repliqué: “Pero en cambio, usted si pudo encartar un panfleto en el diario El Vigilante a favor de la candidatura del candidato copeyano Jesús Rondón Nucete, el mismo día de las elecciones cuando está prohibido por las leyes electorales.”
Sinceramente nunca había sentido tanta indignación en mi vida. Y le añadí: “¿es que acaso no se creen ustedes en este mundo, y están en un nicho de cristal a donde no deben llegar los dolores de este mundo?”
Me fui al acto y dije unas palabras, y cuando hablaba señalé a la casa arzobispal cuando me referí a los indolentes de este mundo, a los cómplices de la violencia, de la muerte y de la inseguridad que constantemente nos acecha.
No hay día en que no recuerde a Juan Luis Ibarra Riverol, por Dios Santo. No hay día, y escribí centenares de páginas sobe su muerte horrorosa, porque yo me sentí que la sed de justicia que buscaba era la mía. La que vibraba en mi pluma, en mis nervios, en mi corazón.
Cuando en abril de 1985, el Comandante Luis Alfonzo Godoy hizo una gira por la ULA, yo fui de los oradores en el acto que se realizó en la Facultad de Ciencias Económicas, y volqué todo mi dolor, toda mi angustia y desesperación contra aquel crimen tan espantoso.
Hoy, otra vez quiero volver a recordarlo, cuando los medios hipócritas de Globovisión y El Nacional andan con el sonsonete de que aquí andan matando a todo el mundo. Ahí, carajo, qué tal si realmente se vivieran aquellas épocas…
CÓMO Y POR QUÉ FUE EL CRIMEN
Juan Luis Ibarra Riverol era abogado y mayor retirado de la Aviación. Junto con el Comandante Godoy había hecho una cuestión de deber patrio y de honor insistir en el enjuiciamiento y encarcelamiento de los ex ministros de la Defensa y generales retirados Vicente Luis Narváez Courión, Bernardo Leal Puchi y Tomás Abreu Recanieri. Estos tres bandidos habían cometido grandes estafas a la Nación, y el valiente Ibarra Riverol había decidido llevar el caso hasta sus últimas consecuencias. Cuando lo asesinaron hasta allí llegó el caso. Los generales ladrones y asesinos se fueron a vivir a Miami, esa meca de todos los maulas y criminales del hemisferio.
El abogado defensor de estos delincuentes era Rene Buroz Arismendi quien llamaba a Ibarra Riverol y al Comandante Godoy traidores a la patria por haber sustraído y divulgado documentos secretos del Ministerio de la Defensa. El partido COPEI, a través de su diputado al Congreso Carlos Guevara León se unió a Buroz Arismendi para salvar a los criminales, y acusó a Godoy como “autor del hurto de documentos y formar parte de una red de espionaje de izquierda infiltrada en las FAN.”
Esa era Venezuela, donde los crímenes quedaban impunes y los asesinos con mucha plata tenían para dónde coger: El Sueño Americano.
Un Comentario
Carlos Alvarez
Esos tres generales, excelentes oficiales, academicamente muy bien dotados, uno de ellos fué alferez mayor de su promoción y figura entre los oficiales con el índice academico más alto en la historia de la academia militar.
Los hechos son tercos, la calumnia y la infamia no podrán manchar una impecable hoja de servicios.