1- Voy a tener muchas responsabilidades. Eso será dentro de poco tiempo, lo que me preocupa porque me siento solo.
2) Me he sentido solo aquí, de muchacho leyendo en un cuarto. Me sentí solo en las montañas acompañado de varios compañeros. Y cuando estaba de guardia, contemplando aquellos inmensos árboles o el río, lloraba. Se me hacía un nudo en la garganta. No podía tragar. Me creía equivocado. Cada paso mío era una equivocación.
3) Viajo a Chile, me colman de atenciones, me publican en los diarios, me editan un libro y sin embargo no puedo dormir en aquella casa que quedaba frente al Pedagógico. Tenía amigos, di una conferencia y sin embargo me sentía solo leyendo allí tirado en un colchón que me prestó una estudiante de leyes.
4) Regreso con mi esposa, pero me la paso en La Candelaria bebiendo cervezas con el que será mi editor.
5) Publico los relatos de Entre las Breñas y los elogios y los ataques me hunden más en mi desesperación y en mi soledad. No sé si esto de la soledad es más bien amargura y frustración o las dos cosas a la vez.
6) Mi primer viaje a París. Una americana. Cafés en Le Buci. Caminatas solitarias por la Rue de l’Odeon. Llueve. Una francesa. Pero tengo el pensamiento puesto en mi esposa y en mi hija. No puedo ni leer ni escribir. Así paso tres meses hasta que viajo a Madrid.
7) En Madrid me recupero. Releo a Cela, a Baroja y a Hemingway. Vida nocturna. Vino a todas horas. Una rubia que es campeona de natación. Amistad con el coronel Hugo Trejo quien me encuentra mal y me dice que vuelva a Venezuela. Él mismo me compra el pasaje y me lleva al aeropuerto.
8) Deambulo, desempleado, por las calles de Caracas. Leo libros sobre Robespierre sentado en un banco de Los Caobos. Vivo en casa de mi mamá. Los vecinos, que son «artistas» de la radio o de la televisión, no dejan dormir a nadie con sus discos a todo volumen. Música puerca.
9) Pequeños viajes al interior. A Maracay. A San Juan de los Morros. El Rastro. Guardatinajas. Pero no tengo ninguna estabilidad. Leo a Farrel y a Dreiser.
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