JOSÉ SANT ROZ
He aquí una entrevista que le hice a Ángel Eduardo Acevedo y que saldría publicada en el semanario “La Razón”:
Nace en Garcita, el 29 de noviembre de 1937, un año menor, casi exactamente, que Argenis Rodríguez. Garcita es un puerto, un paso de ganado muy importante, entre los ganados rubieros entre Guárico y Apure. Ahí se sienta el Guarico sobre el caño Apurito, que desemboca en el Apure. Más adelante, en una extensión menor del Guárico, se sienta sobre el Orinoco. El sur del Guárico es sobre estos dos grandes ríos, el Apure y el Orinoco. Al año siguiente, en 1938, está en la Culebra, llano alto guariqueño, a 45 kilómetros de Valle de la Pascua, ahora no quedará a 40 kilómetros por lo que se ha extendido el pueblo. Allí se está hasta casi los siete años, que por primera sale al pueblo, que es Valle de la Pascua, que tendría unos 8 mil habitantes.
En Valle de la Pascua estudia hasta cuarto grado de primaria, de aquí pasa a San Juan de Los Morros a estudiar quinto y sexto, y el bachillerato lo hace hasta cuarto, lo que había. Después va a Caracas a estudiar el quinto año. Se inscribe en el Liceo Andrés Bello, pero se pelea con el subdirector, de apellido Deseda, “en ese tiempo la mayoría de los directores como que eran los que estaban representando más al régimen de Pérez Jiménez.” Se tiene entonces que ir y se va al Liceo Nueva Esparta, liceo privado, un nido de comunistas.
- ¿Pero ya hacías poesía y música?
- No. Yo estaba haciendo versitos desde muchachito, y escuchando, llenándome por todas partes de la copla como becerrero en el corral de ordeño.
- ¿Qué recuerdas de esa época?
- “Señora la bordadora/ que bordas con seda negra/ bórdame mi corazón/ blandito y que no me duela”. Eso era cantado a una vaca llamada seda negra.
- ¿Creación tuya?
- No. Eso es silvestre; eso viene del siglo XIX. ¿Quieres otra copla?; bueno, aquí va una que se la escuché a Marcelino Madriz: “Apure baja cantando/ y dicen que va a la mar/ felices los que van lejos/ y cantan por donde van”, y esta otra: “Tiré una piedra en Apure/ por ver el agua saltar/ mi piedra era pequeñita/ y Apure una inmensidad.” Pero unas que aprendí desde los cinco años: “Venezuela es la primera/ que el petróleo produció/ y lo llamo el oro negro/ porque así es que lo oyo yo.” Desde chiquito uno iba a los bailes, y hay una que está grabada en un disco que mi tío José Acevedo al arpa y yo hicimos con Simón Díaz: “Yo estuve en los siete cielos/ vide to lo que quería/ vide a Juana, vide a Petra/ vide a Josefa María/ y también vide a una garza/ pintando una lotería/ la pintaba con el pico/ porque mano no tenía./ Yo tenía no vale nada/ yo tengo lo que valía/ yo tengo mi juego e´dama7 mi maña en la porfía.”
- Qué bueno, Eduardo, pero esta vez tenemos que hablar de ese movimiento de la renovación en la Escuela de Letras de la UCV, el año de 1969, en el que tú participaste junto con un grupo de intelectuales. Hoy, este es un tema que toma su relevancia por la situación que vive la universidad venezolana. ¿Cómo nació y se gestó aquel movimiento? ¿Fue a causa del mayo francés?
- Nosotros empezamos en abril de 1969, y después es cuando viene el mayo francés, alentado por ideólogos como Hebert Marcuse, cuando se menciona aquello del Poder Estudiantil, conducido de una manera muy amable por un joven de nombre Daniel Cohn-Bendit. Este movimiento era muy pacífico, y su dirigente llevaba un ramo de flores sobre el pecho.
- Si hombre, chico, el ángel exterminador, de la contracultura, “Daniel El Rojo”, que treinta años después, nos ha resultado pederasta.
- No yo no sé, es que yo tengo veinticinco años sin leer periódicos. Hay también que nombrar otro ideólogo importante del mayo francés, Lucién Goltman, y que estuvo en la UCV, y que yo lo escuché dictando una conferencia, hombre simpático y desgarbado, intelectual reconocido; el día que lo vi iba comiéndose una patilla. Él estuvo aquí con nosotros un poquito antes del mayo francés. A nosotros después aplicamos la frase Poder Estudiantil, pero aquellos estaban conducidos por ideólogos, pero nosotros no. Lo de la Escuela de Letras nació de la idea y del sentimiento de los estudiantes, a los que se solidarizaron un puñado pequeño, pero muy importante, de profesores. Nació con un gran fervor.
- ¿Cuándo arrancó, específicamente?
- Un día de abril, que estábamos en clase. Ya yo tenía trece o catorce años inscribiéndome en Letras, y por las cosas de la militancia, yo iba sacando de a dos o tres materias por años. A mí no me aplicaban el reglamento de repitientes, porque el director de la Escuela, don Pedro Veroes, un gran señor, me dijo: “Usted no se me va de aquí hasta que yo no lo gradúe.” Éramos muy amigos. Ah. Don Pedro, chico, él era un eminentísimo taurólogo, incluso el puñalito entre los más avezados, quien me recomendó este libro que tengo aquí, “Cuando suena el clarín”, de Gregorio Corrochano.
- Volvamos al estallido del asunto.
- Bueno, una tarde de abril del 69, cuando un grupo de estudiantes venía saliendo de una clase gritando en la que se estaban durmiendo, aburridos, y que no animaba en nada el interés por el estudio. Venían gritando, con su humorismo, con su patetismo, lo que después va caracterizar en todos los sentidos nuestro movimiento: “Cervantes, camarada, tu muerte será vengada.” Esto era una parodia de una frase que se escribía tanto cada vez que había lo que llamábamos un mártir de la causa izquierdista, guerrillero o no guerrillero.
- Conjuntamente con este movimiento se daba la pacificación, el momento en que los grupos de izquierdas reconocen la derrota.
- Sí, porque en el 67 se da la muerte de Argimiro Gabaldón, y de allí en adelante, en verdad, empezó la decadencia de la lucha armada.
- ¿Y aquellos muchachos que comenzaron la revuelta renovadora, quiénes eran?
- Eran de primer año de Letras. Aquello era una bullaranga grande, un estruendo. Allí estaban: Néstor Francia, David Gutiérrez, Douglas Palma; y unas muchachas (ponle el nombre nada más): María Beatriz, Ivón, Ginette (muy hermosas) inspiradoras del movimiento.
- ¿Eran todos comunistas?
- Bueno, hacía un año que había llegado de Alemania Néstor Francia, quien dominaba bien el idioma alemán. Por ejemplo estaba también Laura Otero, de familia comunista, pero ella no era militante ostensible.
- ¿Tú y Silvio Orta, iban en esa bullaranga?
- No. Nosotros estábamos en cuarto año, en clase. Ya yo llevaba catorce años inscribiéndome todos los años: Me iba para el campo y volvía. Y una vez consumada la renovación, vino el régimen de semestre que se impuso luego en todo el país.
- ¿Qué coincidencia con lo que se está dando en este momento en la UCV, que sean los más chamos que estén cogiendo la batuta para emprender una verdadera transformación de la universidad venezolana?
- Aquellos muchachos que la iniciaron eran muy inteligentes: Néstor Francia era un escritor en toda la línea; Douglas Palma era un estudiante de gran talento, que si te digo que tiene el dominio de diez idiomas clásicos y modernos, te estoy diciendo poco. Yo he leído traducciones excelentísimas de él, del ruso, por ejemplo, una antología de poesía japonesa; el japonés lo aprendió muchachito. Reconociendo que Lisandro Alvarado traduce muy bien a Lucrecio, “De la Naturaleza de las Cosas”, él consigue traducir unos fragmentos muy buenos, del latín. Por su lado, Néstor traía el alemán, y más adelante hace importantes traducciones del alemán. Gente de mucho talento, y prematuros.
- ¿Entonces aquel alboroto estremeció todo?
- Sí. Comenzó a moverse y a empezar a conmoverse las estructura de la Escuela. Comenzó la preocupación profesoral de distintos signos en relación con lo que va a ser el movimiento de renovación. Entonces los estudiantes de todos los niveles nos dimos a la tarea, estudiosos o no estudiosos como yo, a canalizar aquello.
- ¿Quién fue en verdad el gran comandante de este asunto?
- Mira, un gran militante del PCV, que por cierto no aparece en algunos que han escrito sobre la Renovación, un hombre bien traqueado en el periodismo político, el máximo entre quienes estaban haciendo Tribuna Popular, me refiero a Silvio Orta. Porque es Silvio el gran estratega de aquello, por esa veteranía que venía de ser militante del PCV, en su pueblo La Victoria, con todo su exilio en México y en Argentina. En ese exilio en Argentina estaban personajes como Freddy Muñoz y su hermano Simón, el gran cardiólogo. Gente bien signada como militante.