José Manuel Rodríguez
Al igual que Fausto, USA vendió su alma, pero no por sabiduría, sino por dinero. Los datos que ostenta sin pudor, asombran. Hay 395 millones de armas en manos civiles. Eso equivale a ver, cada 100 habitantes -incluyendo niños- portando 120 armas y manejando 97 vehículos. Su población carcelaria es la más grande del mundo: más de 1.8 millones de condenados por serios delitos, sin incluir los arrestos cortos, por violaciones menores, que suman al año más de 2.8 millones. Los fallecidos por accidentes, promedian los 118 diarios, a los que se le suman los 131 asesinados. Estas cifras de muertos violentamente, llegaron, en el 2024, a los 90.885. A ellas habría que agregarles una parte incuantificable de los 1.918 «desaparecidos» que diariamente son reportados con escasos reportes de haber sido conseguidos.
Esta violencia cotidiana, sin parangón en cualquier otra parte del mundo, es resultado de la permanente promoción de la competencia individual. Esta lucha feroz, que involucra a 179 millones de personas con capacidad de trabajo, liquida el concepto de igualdad de sus miembros que es esencial en toda nación. Ellos no creen en esto, asumen que la igualdad no lleva a la libertad. Sus 5 millones de ricos lo son gracias» a la libertad. Es lo que aspiran los 127 millones de personas que luchan a muerte por ese sueño, dejando en la cuneta a 47 millones de marginados.
Todo lo anterior explica estas escandalosas cifras, ya comentadas, de condenados, arrestados, desaparecidos, muertos por accidentes, suicidios o simplemente asesinados. Y explica también, los 70 millones de consumidores de drogas que tienen, gracias a los millonarios y silenciosos carteles internos y las droguerías que las distribuyen legalmente.
Pero no se trata sólo de violencia doméstica, su desprecio por los derechos de otros países, ha dejado más de 12 millones de cadáveres en el mundo. Ahora, afanados por el petróleo venezolano, matan en el Caribe a cuanto pescador les pasa por delante. Una conducta histórica que les ha sido muy útil.
Ellos saben que sus dioses los acompañan. En las iglesias calvinistas, luteranas, anglicanas, presbiterianas, bautistas, adventistas, metodistas, pentecostales, católicas y en la «de los últimos días»; sus pastores se encargan -por las ofrendas en efectivo- de sacralizar esa violencia enalteciendo el valor de la propiedad material.

















